Paz
"El hijo de paz
debe buscar la paz y hacer por conservarla: es preciso que el que conoce y
quiere la unión de la caridad, se abstenga y evite las conversaciones que
pueden alterarla. Nuestro Señor, estando cercano a su pasión, entre sus
divinas docrinas, nos dejó también esta: Yo os dejo la paz, yo os doy mi paz.
Esta es la herencia que nos dejó Jesucristo. Nos tiene prometido el goce de
toda suerte de bienes, con la condición de que conservemos la paz. Si somos,
pues, herederos de Jesucristo, vivamos en la paz de Jesucristo. (S. Cipriano,
lib. de Ecci. Catholica,
sent. 16, Tric. T. 1, p. 299 y 300.)"
"El que no tiene la ropa nupcial, desagrada al
Divino Esposo: y ¿qué traje es el que le puede agradar, sino la paz del espíritu,
la pureza del corazón y la caridad del alma? (S. Ambrosio, lib. 5, in c. 5.
sent. 81, Tric. T. 4, p. 329.)"
"Bienaventurados los pacíficos. Estos son aquellos
que primero establecen la paz en sus corazones y después la hacen entre los
hermanos que están discordes. Y a la verdad, ¿de qué les serviría sosegar
las diferencias que se suscitan entre los otros, si conservasen en sus corazones
las inquietudes de los vicios? (S. Jerónimo, lib. 1, in Matth., c. 5, sent. 92, Tric.
T. 5, p. 255.)"
"Estableció su habitación en la paz: es preciso,
pues, que el alma que no tiene en sí misma la paz, sepa que no es digna de ser
habitación de Dios. (S. Jerónimo, in Psalm. 75, sent. 106, Tric. T. 5, p. 257.)"
"Ni la
limosna, ni las demás obras buenas, son, en mi dictamen de tanto mérito en la
presencia de Dios, como la moderación y las pérdidas, tribulaciones y
disgustos. (S.
Juan Crisóst., Homl. 33, c. 9, sent. 54, Tric. T. 6, p. 310.)"
"La
paz de los verdaderos hijos de la Iglesia viene de Dios, y los guía a Dios. No
quiere que nos mezclemos a todos los obstáculos, dejemos las delicias
perniciosas, aspirando a los verdaderos contentos: porque dice el Señor: En
donde está tu tesoro, allí estará tu corazón. Es decir, si estás en estas
cosas de abajo, irás abajo; si pones tu amor arriba llegarás a lo supremo. (S. León Papa, Serm. 25, c. 5,
sent. 19, Tric. T. 8, p. 385.)"
"Sed
afables en vuestras conversaciones; dad buena acogida a lodo el mundo; huid de
la altercación, de las querellas y de las discusiones; sed enemigos de pleitos
y de trampas: quitad toda ocasión; aborreced el espíritu de discordia; vivid
siempre en paz; no disputéis de cosa alguna por diversión; las disputas
engendran disputas; de ellas nacen las discusiones: encienden las llamas del
odio: apagan la paz del corazón y rompen la unión de las almas. (S. Anselmo, Exhort. ad
contemptum temporalium, sent. 19, Tric. T. 9, p. 344.)"
"Más
vale que perezca uno, que la unidad: es necesario separar al que perturba la
concordia. (S.
Bern., Ep. 102, sent. 62. Tric. T. 10, p. 325 y 326.)"
"La
paz, dice San Agustín, es serenidad del alma, tranquilidad de espíritu,
sencillez de corazón, un lazo de amor y la compañera inseparable de la
caridad. Impide rivalidades, contiene guerras, comprime arrebatos, desprecia a
los orgullosos, ama a los humildes, apacigua a los que están en desacuerdo y
reconcilia a los enemigos: es dulce para todos, no codicia el bien del prójimo,
ni disputa el suyo; enseña a amar, ella que no sabe aborrecer; ignora el
orgullo y no conoce la terquedad. Consérvela, pues, con cuidado el que la
posee; pídala nuevamente el que ya no la tiene: búsquela el que la haya
perdido: pues el que no sea hallado en su compañía, será desconocido por el
Padre, desheredado por el Hijo y mirado como extranjero por el Espíritu Santo (Serm. 75, de Verbis Domini, Barbier, T. 4, p. 167.)"
"Oh paz, exclama
San Efrén, escala del cielo! ¡Oh paz, senda del reino de dios! ¡Oh paz, madre
de compunción! ¡Oh paz, conciliadora de la penitencia! ¡Oh paz, espejo de los
pecadores, que manifiesta al hombre sus faltas! ¡Oh paz, manantial de
deliciosas lágrimas! ¡Oh inseparable de la humildad! ¡Oh paz, seguridad del
alma! ¡Oh paz, yugo amable y peso ligero que fortifica el alma y sostiene al
que le lleva! ¡Oh paz, alegría del alma y del corazón! ¡Oh paz, freno de los
ojos, de los oídos y de la lengua! ¡Oh paz, enemiga de la desvergüenza y de
la impudencia! ¡Oh paz, cárcel de las pasiones y guía de la virtud! ¡Oh paz,
amante de la hospitalidad y de la pobreza voluntaria! ¡Oh paz, campo de
Jesucristo que produce abundantes y deliciosos frutos! ¡Oh paz, inseparable del
temor divino, muralla y fortaleza de los que desean combatir por el reino de los
cielos. (De Patientia et consummat, saeculi, Barbier, ibid., p. 168 y 169.)"
"Oigamos
a San Agustín los bienes que proporciona la paz: La paz del cuerpo, es el
temperamento bien ordenado de sus partes: la paz del alma irracional, el reposo
bien ordenado de sus apetitos; la paz del alma racional, el concierto bien
ordenado del conocimiento y de la acción; la paz del cuerpo y del alma, la vida
y la salud bien ordenada del ser animado: la paz del hombre mortal y de Dios, la
obediencia bien ordenada en la fe bajo la ley eterna; la paz de los hombres, es
la unión en el orden; la paz doméstica, es entre los habitantes de un mismo
lugar la unión del orden, del mando y de la obediencia; la paz social, es entre
los ciudadanos la unión y el orden de la autoridad y de la sumisión; la paz de
la ciudad celestial, es el orden perfecto, la unión suprema es el goce de Dios,
en el goce mutuo de todos en Dios; la paz de todas las cosas, es el orden y la
tranquilidad. (De Civit., lib. 19, c. 13, Barbier, ibid., p.
169.)"
"Lo
que proporciona la paz, dice San León, es querer lo que Dios manda, y no querer
lo que prohibe. Porque, ¿cómo hemos de tener la paz, queriendo lo que Dios no
quiere, y no queriendo lo que quiere? (Serm. 1, de Quadrag., Barbier,
ibid., ibid.)"
"El
hombre, dice el mismo Padre, tiene paz y verdadera libertad cuando la carne está
gobernada por el alma racional, y el alma está regida por Dios y le obedece. (Barbier,
ibid., ibid.).
"Para conservar la paz con Dios, con el prójimo y con nosotros mismos, hemos, 1.°, de pedirla al Señor, si no la tenemos, y obtenida, procurar no perderla, practicar lo que recomienda San Antonio; 2.°, huid de la gula, de la lujuria, de la esclavitud del siglo y de la ambición y tendréis paz; 3.°, declarar la guerra a las pasiones; 4.°, practicar la mansedumbre; 5.°, oír la voz de Dios; 6.°, obedecer la ley divina. ¿Por qué no habéis estado atentos a sus preceptos? dice el Señor por boca de Isaías. Vuestra paz hubiera sido como un río. Si hubieseis andado por el camino de Dios, dice el Profeta Baruch, moriríais en el seno de una paz eterna. No hay paz para el impío, dice Isaías. La paz grande, sólida y duradera, se halla solamente en el cielo. Si queremos disfrutarla un día, trabajemos constante y únicamente para la eternidad. (Barbier, T. 4, p. 170.)"