DOMINGO X DEL TIEMPO ORDINARIO


PRIMERA LECTURA

Del libro de Ben Sirá 46,1-10

Elogio de Josué y de Caleb

Soldado valiente fue Josué, hijo de Nun, ministro de Moisés en la profecía, creado para alcanzar en sus días gran victoria para los elegidos, para tomar venganza de los enemigos y dar la herencia a Israel. Qué glorioso cuando, alzando el brazo, agitó su bastón de mando contra la ciudad. ¿Quién le pudo resistir cuando peleaba las batallas del Señor?

Por su medio se detuvo el sol, y un día duró lo que dos; invocó al Dios Altísimo cuando lo acosaban alrededor, y el Dios Altísimo le respondió con fuerte granizo y pedrisco, que arrojaba contra las tropas enemigas, y en la cuesta aniquiló a los adversarios; para que supieran los pueblos proscritos que el Señor velaba por sus batallas.

Porque siguió plenamente al Señor y en tiempo de Moisés se mantuvo fiel, él y Caleb, hijo de Jefoné, resistieron el motín del pueblo, apartaron de la asamblea la ira de Dios y acabaron con la difamación; por eso, los dos se libraron entre los seiscientos mil infantes, para introducir al pueblo en su heredad, en la tierra que mana leche y miel. El Señor dio fuerzas a Caleb, que lo acompañaron hasta la vejez, para establecerlos en los montes de la tierra, y también su descendencia recibió su heredad. Para que supieran los descendientes de Jacob que es bueno seguir plenamente al Señor.

 

RESPONSORIO                    Sir 46, 5.3.4; (Vulg. 6.4.5)
 
R./ Invocó al Dios Altísimo cuando sus enemigos lo acosaban por doquier, * y el Dios Altísimo le respondió lanzando fuerte granizo y pedrisco contra sus enemigos.
V./ ¿Quién le pudo resistir cuando peleaba las batallas del Señor? Ante su mano se detuvo el sol.
R./ Y el Dios Altísimo le respondió lanzando fuerte granizo y pedrisco contra sus enemigos.
 


SEGUNDA LECTURA

San Cirilo de Alejandría, Comentario sobre el libro del profeta Isaías (Lib 4, orat 1: PG 70, 859-862)

Liberados de una servidumbre espiritual

Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Es un himno o un cántico nuevo en sintonía con la novedad de los acontecimientos. El que vive con Cristo es una criatura nueva, como está escrito: Lo viejo ha pasado, ha llegado lo nuevo. En efecto, los hijos de Israel habían sido liberados de la tiranía de los egipcios, bajo la experta guía de Moisés: fueron arrancados del trabajo de los adobes, al vano sudor de los trabajos de la tierra, de la crueldad de los capataces y del trato inhumano del dominador; atravesaron el mar, comieron el maná en el desierto, bebieron el agua de la roca, fueron introducidos en la tierra prometida. Ahora bien, todo esto se ha renovado entre nosotros, pero a un nivel incomparablemente más elevado.

En efecto, nosotros hemos sido liberados no de una servidumbre carnal, sino espiritual, y en lugar de los trabajos de la tierra, hemos sido arrancados de la impureza de los deseos carnales, tampoco hemos huido de los inspectores de las obras egipcias, ni siquiera del tirano ciertamente impío e inmisericorde, pero hombre al fin y al cabo como nosotros, sino más bien de los malvados e impuros demonios que nos incitaban al pecado, y del jefe de esta chusma, esto es, de Satanás.

Como a través de un mar, hemos atravesado la marejada de la presente vida y, en ella, la turbamulta y el alocado ajetreo. Hemos comido el maná del alma y de la inteligencia, el pan del cielo que da la vida al mundo; hemos bebido el agua de la roca, que brota, refrescante y deliciosa, de las fuentes espirituales de Cristo. Hemos pasado el Jordán al ser considerados dignos del santo bautismo. Hemos entrado en la tierra prometida y digna de los santos, a la cual alude el mismo Salvador cuando dice: Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.

Así pues, en razón de estos nuevos prodigios, era obligado que sus príncipes, esto es, los que le están sometidos y le obedecen, canten un himno nuevo; y es obligado que un himno o un cántico de alabanza digno de él resuene no sólo en el país de los judíos, sino de uno a otro confín, es decir, por todo el universo.

En efecto, antiguamente Dios se manifestó en Judá, y sólo en Israel era grande su nombre. Pero después de que por medio de Cristo hemos sido llamados al conocimiento de la verdad, el cielo y la tierra se han llenado de su gloria. Así lo corrobora el salmista: Que su gloria llene la tierra. ¿Quiénes son los que nos invitan a celebrar su nombre hasta el confín de la tierra?, ¿quiénes los que le preparan cantores?, ¿quiénes los que simultáneamente persuaden la creación de una coral sinfónica?, ¿quiénes los que convocan una fiesta espiritual? A mi juicio, aquí se hace mención de los santos apóstoles. Pues ellos no predicaron a Jesús y la gracia que por él nos viene únicamente en Judea, sino que, surcando los mares, anunciaron el evangelio en los pueblos paganos.

 

RESPONSORIO                    Jer 31, 11.12
 
R./ El Señor ha redimido a su pueblo, lo ha rescatado; vendrán con aclamaciones a la altura de Sión. * Serán como huerto  regado, y no volverán a ser ya macilentos.
V./ Afluirán hacia los bienes de Señor, hacia el trigo y el vino y el aceite.
R./ Serán como huerto  regado, y no volverán a ser ya macilentos.

 
ORACIÓN
 
Dios nuestro, de quien todo bien procede, concédenos seguir siempre tus inspiraciones, para que tratemos de hacer continuamente lo que es recto y, con tu ayuda, lo llevemos siempre a cabo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
 

EVANGELIOS PARA LOS TRES CICLOS



LUNES


PRIMERA LECTURA

Comienza el libro de Josué 1,1-18

Josué, llamado por Dios, exhorta al pueblo a la unidad

Después que murió Moisés, siervo del Señor, dijo el Señor a Josué, hijo de Nun, ministro de Moisés:

«Moisés, mi siervo, ha muerto. Anda, pasa el Jordán con todo este pueblo, en marcha hacia el país que voy a darles. La tierra donde pongáis el pie os la doy, como prometí a Moisés. Vuestro territorio se extenderá desde el desierto hasta el Líbano, desde el gran río Éufrates hasta el Mediterráneo, en occidente. Mientras vivas, nadie podrá resistirte. Como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré ni te abandonaré.

¡Ánimo, sé valiente!, que tú repartirás a este pueblo la tierra que prometí con juramento a vuestros padres.

Tú ten mucho ánimo y sé valiente para cumplir todo lo que te mandó mi siervo Moisés; no te desvíes a derecha ni a izquierda, y tendrás éxito en todas tus empresas. Que el libro de esa ley no se te caiga de los labios; medítalo día y noche, para poner por obra todas sus cláusulas; así prosperarán tus empresas y tendrás éxito. ¡Yo te lo mando! ¡Animo, sé valiente! No te asustes ni te acobardes, que contigo está el Señor, tu Dios, en todas tus empresas.

Entonces Josué ordenó a los alguaciles:

«Id por el campamento y echad este pregón a la gente: "abasteceos de víveres, porque dentro de tres días pasaréis el Jordán, para ir a tomar posesión de la tierra que el Señor, vuestro Dios, os da en propiedad"».

A los de Rubén, Gad y media tribu de Manasés les dijo:

«Acordaos de lo que os mandó Moisés, siervo del Señor. El Señor, vuestro Dios, os va a dar descanso, entregándoos esta tierra. Vuestras mujeres, chiquillos y ganado pueden quedarse en la tierra que os dio Moisés en Transjordania; pero vosotros, los soldados, pasaréis el Jordán, bien armados, al frente de vuestros hermanos, para ayudarlos, hasta que el Señor les dé el descanso, lo mismo que a vosotros, y también ellos tomen posesión de la tierra que el Señor, vuestro Dios, les va a dar; después volveréis a la tierra de vuestra propiedad, la que Moisés, siervo del Señor, os dio en Transjordania».

Ellos le respondieron:

«Haremos lo que nos ordenes, iremos donde nos mandes; te obedeceremos a ti igual que obedecimos a Moisés. Basta que el Señor esté contigo como estuvo con él. El que se rebele y no obedezca a tus órdenes, las que sean, que muera. ¡Tú ten ánimo, sé valiente!»

 

RESPONSORIO                    Jos 1, 5. 6. 9; Dt 31, 20
 
R./ Como estuve con Moisés, así estaré contigo -dice el Señor-. * Sé valiente y firme, pues tú vas a introducir a mi pueblo en una tierra que mana leche y miel.
V./ No temas ni te acobardes, porque yo estaré contigo dondequiera que vayas; no te dejaré ni te abandonaré.
R./ Sé valiente y firme, pues tú vas a introducir a mi pueblo en una tierra que mana leche y miel.
 


SEGUNDA LECTURA

San Hilario de Poitiers, Tratado sobre el salmo 127 (2-3.6: CSEL 22, 629-632)

Paraos en el camino del Señor

Ahora, Israel, ¿qué es lo que te exige el Señor, tu Dios? Que temas al Señor, tu Dios, que ,sigas sus caminos y lo ames, que guardes sus preceptos con todo el corazón y con toda el alma, para tu bien. Concuerda perfectamente con estas palabras lo dicho por el profeta: ¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos! Aquí da a entender el salmista que los que temen al Señor son dichosos no en virtud de esa trepidación natural de la que normalmente procede nuestro temor, ni tampoco debido al terror de un Dios que es terrible, sino simplemente por el hecho de que siguen los caminos del Señor. El temor, efectivamente, no tiene como base el miedo, sino la obediencia: y la prueba del temor es la complacencia.

Muchos son, en efecto, los caminos del Señor, siendo así que él mismo es el camino. Pero, cuando habla de sí se denomina a sí mismo «camino», y muestra la razón de llamarse así cuando dice: Nadie va al Padre sino por mí. Ahora bien, si hablamos de los profetas y de sus escritos que nos conducen a Cristo, entonces los caminos son muchos, aun cuando todos convergen en uno. Ambas cosas resultan evidentes en el profeta Jeremías, quien en un mismo pasaje se expresa de esta manera: Paraos en los caminos a mirar, preguntad por la vieja senda: «¿Cuál es el buen camino?», seguidlo.

Hay que interesarse, por tanto, e insistir en muchos caminos, para poder encontrar el único que es bueno, ya que, a través de la doctrina de muchos, hemos de hallar un solo camino de vida eterna. Pues hay caminos en la ley, en los profetas, en los evangelios, en los apóstoles, en las diversas obras de los mandamientos, y son dichosos los que andan por ellos, en el temor de Dios.

Pero el profeta no trata de las cosas terrenas y presentes: su preocupación se centra sobre la dicha de los que temen al Señor y siguen sus caminos. Pues los que siguen los caminos del Señor comerán del fruto de sus trabajos. Y no se trata de una manducación del cuerpo, toda vez que lo que ha de comerse no es corporal. Se trata de un manjar espiritual que alimenta la vida del alma: se trata de las buenas obras de la bondad, la castidad, la misericordia, la paciencia, la tranquilidad. Para ejercitarlas, debemos luchar contra las negativas tendencias de la carne. El fruto de estos trabajos madura en la eternidad: pero previamente hemos de comer aquí y ahora el trabajo de los frutos eternos, y de él ha de alimentarse en esta vida corporal nuestra alma, para conseguir mediante el manjar de tales trabajos el pan vivo, el pan celestial de aquel que dijo: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo.

 

RESPONSORIO                    1 Re 8, 57-58; 1 Jn 2, 6
 
R./ Que el Señor, nuestro Dios, esté con nosotros como estuvo con nuestros padres, que no nos abandone ni nos rechace. * Que incline nuestro corazón hacia él, para que vayamos por todos sus caminos.
V./ Quien dice que permanece en Cristo, debe vivir como vivió él.
R./ Que incline nuestro corazón hacia él, para que vayamos por todos sus caminos.

 
ORACIÓN
 
Dios nuestro, de quien todo bien procede, concédenos seguir siempre tus inspiraciones, para que tratemos de hacer continuamente lo que es recto y, con tu ayuda, lo llevemos siempre a cabo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
 



MARTES


PRIMERA LECTURA

Del libro de Josué 2, 1-24

Por fe, Rajab, la prostituta,
acogió amistosamente a los espías

En aquellos días, Josué, hijo de Nun, mandó en secreto dos espías desde Acacias, con el encargo de examinar el país. Ellos se fueron, llegaron a Jericó, entraron en casa de una prostituta llamada Rajab y se hospedaron allí. Pero llegó el soplo al rey de Jericó:

«¡Cuidado! Han llegado aquí esta tarde unos israelitas a reconocer el país».

El rey de Jericó mandó decir a Rajab:

«Saca a los hombres que han entrado en tu casa, porque han venido a reconocer todo el país».

Ella, que había metido a los dos hombres en un escondite, respondió:

«Es cierto, vinieron aquí; pero yo no sabía de dónde eran. Y, cuando se iban a cerrar las puestas al oscurecer, ellos se marcharon, no sé adónde. Si salís en seguida tras ellos, los alcanzaréis».

Rajab había hecho subir a los espías a la azotea, y los había escondido entre los haces de lino que tenía apilados allí. Los guardias salieron en su busca por el camino del Jordán, hacia los vados; en cuanto salieron, se cerraron las puertas de la villa.

Antes de que los espías se acostaran, Rajab subió donde ellos, a la azotea, y les dijo:

«Sé que el Señor os ha entregado el país, que nos ha caído encima una ola de terror, y que toda la gente de aquí tiembla ante vosotros; porque hemos oído que el Señor secó el agua del mar Rojo ante vosotros cuando os sacó de Egipto, y lo que hicisteis con los dos reyes amorreos de Transjordania, que los exterminasteis; al oírlo, nos descorazonamos, y todos se han quedado sin aliento ante vosotros; porque el Señor, vuestro Dios, es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra. Ahora juradme por el Señor que, como os he sido leal, vosotros lo seréis con mi familia, y dadme una señal segura de que dejaréis con vida a mi padre y a mi madre, a mis hermanos y hermanas y a todos los suyos y que nos libraréis de la matanza».

Ellos le juraron:

«¡Nuestra vida a cambio de la vuestra, con tal que no nos denuncies! Cuando el Señor nos entregue el país, te perdonaremos la vida».

Entonces ella se puso a descolgarlos con una soga por la ventana, porque la casa donde vivía estaba pegando a la muralla, y les dijo:

«Id al monte, para que no os encuentren los que os andan buscando, y quedaos allí escondidos tres días, hasta que ellos regresen; luego seguís vuestro camino».

Contestaron:

«Nosotros respondemos de ese juramento que nos has exigido, con esta condición: al entrar nosotros en el país, ata esta cinta roja a la ventana por la que nos descuelgas, y a tu padre y tu madre, a tus hermanos y toda tu familia los reúnes aquí, en tu casa. El que salga a la calle será responsable de su muerte, no nosotros; nosotros seremos responsables de la muerte de cualquiera que esté contigo en tu casa, si alguien lo toca. Pero, si nos denuncias, no respondemos del juramento que nos has exigido».

Rajab contestó:

«De acuerdo».

Y los despidió. Se marcharon, y ella ató a la ventana la cinta roja. Se marcharon al monte y estuvieron allí tres días, hasta que regresaron los que fueron en su busca; por más que los buscaron por todo el camino, no dieron con ellos. Los dos espías se volvieron monte abajo, cruzaron el río, llegaron hasta Josué y le contaron todo lo que les había pasado; le dijeron:

«El Señor nos entrega todo el país. Toda la gente tiembla ante nosotros».

 

RESPONSORIO                    Cf. Sant 2, 24-26; Heb 11, 31
 
R./ El hombre es justificado por las obras y no por la fe solamente. V./ Así Rajab, la prostituta, que dio hospedaje a los mensajeros y los hizo marchar por otro camino. * Como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.
R./ Por la fe, Rajab, la prostituta, no pereció con los incrédulos, por haber acogido amistosamente a los exploradores.
 


SEGUNDA LECTURA

San Cirilo de Alejandría, Comentario sobre el libro del profeta Isaías (Lib 4, orat 2: PG 70, 967-970)

No nos pertenecemos:
somos de quien nos compró y salvó

Los caminos del Señor son rectos. Llamamos caminos de Cristo a los oráculos evangélicos, por medio de los cuales, atentos a todo tipo de virtud y ornando nuestras cabezas con las insignias de la piedad, conseguimos el premio de nuestra vocación celestial. Rectos son realmente estos caminos, sin curva o perversidad alguna: los llamaríamos rectos y transitables. Está efectivamente escrito: La senda del justo es recta, tú allanas el sendero del justo. Pues la senda de la ley es áspera, serpentea entre símbolos y figuras y es de una intolerable dificultad. En cambio, el camino de los oráculos evangélicos es llano, sin absolutamente nada de áspero o escabroso.

Así pues, los caminos de Cristo son rectos. Él ha edificado la ciudad santa, esto es, la Iglesia, en la que él mismo ha establecido su morada. El, en efecto, habita en los santos y nosotros nos hemos convertido en templos del Dios vivo, pues, por la participación del Espíritu Santo, tenemos a Cristo dentro de nosotros. Fundó, pues, la Iglesia y él es el cimiento sobre el que también nosotros, como piedras suntuosas y preciosas, nos vamos integrando en la construcción del templo santo, para ser morada de Dios, por el Espíritu.

Absolutamente inconmovible es la Iglesia que tiene a Cristo por fundamento y base inamovible. Mirad —dice—,yo coloco en Sión una piedra probada, angular, preciosa, de cimiento: «quien se apoya no vacila». Así que, una vez fundada la Iglesia, él mismo cambió la suerte de su pueblo. Y a nosotros, derribado por tierra el tirano, nos salvó y liberó del pecado y nos sometió a su yugo, y no precisamente pagándole un precio o a base de regalos. Claramente lo dice uno de sus discípulos: Nos rescataron de ese proceder inútil recibido de nuestros padres: no con bienes efímeros, con oro y plata, sino a precio de la sangre de Cristo, el cordero sin defecto ni mancha. Dio por nosotros su propia sangre: por tanto, no nos pertenecemos, sino que somos del que nos compró y nos salvó.

 

RESPONSORIO                    1 Pe 1, 18.19-20; Jn 1, 29
 
R./ Habéis sido rescatados de la vana conducta heredada de vuestros padres, no con bienes corruptible, oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, el cordero sin mancha ni defecto. * Él fue predestinado al sacrificio antes de la creación del mundo.
V./ He ahí el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
R./ Él fue predestinado al sacrificio antes de la creación del mundo.

 
ORACIÓN
 
Dios nuestro, de quien todo bien procede, concédenos seguir siempre tus inspiraciones, para que tratemos de hacer continuamente lo que es recto y, con tu ayuda, lo llevemos siempre a cabo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
 



MIÉRCOLES


PRIMERA LECTURA

Del libro de Josué 3, 1-17; 4, 14-19; 5, 10-12

El pueblo atraviesa el Jordán y celebra la Pascua

En aquellos días, Josué madrugó, levantó el campamento de Acacias, llegó hasta el Jordán con todos los israelitas, y pernoctaron en la orilla antes de cruzarlo. Al cabo de tres días, los alguaciles fueron por el campamento, echando este pregón a la gente:

«Cuando veáis moverse el arca de la alianza del Señor, nuestro Dios, llevada por los sacerdotes levitas, empezad a caminar desde vuestros puestos detrás de ella, pero a una distancia del arca como de mil metros; manteneos a distancia para ver el camino por donde tenéis que ir, porque nunca habéis pasado por él».

Josué ordenó al pueblo:

«Purificaos, porque mañana el Señor hará prodigios en medio de vosotros».

Y a los sacerdotes:

«Levantad el arca de la alianza y pasad el río delante de la gente».

Levantaron el arca de la alianza y marcharon delante de la gente. El Señor dijo a Josué:

«Hoy empezaré a engrandecerte ante todo Israel, para que vean que estoy contigo como estuve con Moisés. Tú ordena a los sacerdotes portadores del arca de la alianza que cuando lleguen a la orilla se detengan en el Jordán».

Josué dijo a los israelitas:

«Acercaos aquí a escuchar las palabras del Señor, vuestro Dios. Así conoceréis que un Dios vivo está en medio de vosotros y que va a expulsar ante vosotros a cananeos, hititas, heveos, fereceos, guirgaseos, amorreos y jebuseos. Mirad, el arca de la alianza del Dueño de toda la tierra va a pasar el Jordán delante de vosotros. Elegid doce hombres de las tribus de Israel, uno de cada tribu. Y cuando los pies de los sacerdotes que llevan el arca de la alianza del Dueño de toda la tierra pisen el Jordán, la corriente del Jordán se cortará: el agua que viene de arriba se detendrá formando un embalse».

Cuando la gente levantó el campamento para pasar el Jordán, los sacerdotes que llevaban el arca de la alianza caminaron delante de la gente. Y, al llegar al Jordán, en cuanto mojaron los pies en el agua —el Jordán va hasta los bordes todo el tiempo de la siega—, el agua que venía de arriba se detuvo, creció formando un embalse que llegaba muy lejos, hasta Adam, un pueblo cerca de Sartán, y el agua que bajaba al mar del desierto, al mar Muerto, se cortó del todo. La gente pasó frente a Jericó. Los sacerdotes que llevaban el arca de la alianza del Señor estaban quietos en el cauce seco, firmes en medio del Jordán, mientras Israel iba pasando por el cauce seco, hasta que acabaron de pasar todos.

Aquel día, el Señor engrandeció a Josué ante todo Israel, para que lo respetaran como habían respetado a Moisés mientras vivió. El Señor dijo a Josué:

«Manda a los sacerdotes portadores del arca que salgan del Jordán».

Josué les mandó:

«Salid del Jordán».

Y, cuando salieron de en medio del Jordán los sacerdotes portadores del arca de la alianza del Señor, nada másponer los pies en tierra, el agua del Jordán volvió a su cauce y corrió como antes, hasta los bordes.

El pueblo salió del Jordán el día diez del mes primero y acampó en Guilgal, al este de Jericó.

Los israelitas acamparon en Guilgal y celebraron la Pascua al atardecer del día catorce del mes, en la estepa de Jericó. El día siguiente a la Pascua, ese mismo día, comieron del fruto de la tierra: panes ázimos y espigas fritas. Cuando comenzaron a comer del fruto de la tierra, cesó el maná. Los israelitas ya no tuvieron maná, sino que aquel año comieron de la cosecha de la tierra de Canaán.

 

RESPONSORIO                    Jos 4, 22-25; Sal 113a, 5
 
R./ Pasó Israel por el Jordán a pie enjuto, porque Dios secó las aguas ante él, como antes lo había hecho en el mar Rojo. * Que todos los pueblos de la tierra reconozcan que la mano del Señor es poderosa.
V./¿Qué te pasa, mar, que huyes, y a ti, Jordán, que te echas atrás?
R./ Que todos los pueblos de la tierra reconozcan que la mano del Señor es poderosa.
 


SEGUNDA LECTURA

Orígenes, Homilía 4 sobre el libro de Josué (1: PG 12, 842, 843)

El paso del Jordán

En el paso del río Jordán, el arca de la alianza guiaba al pueblo de Dios. Los sacerdotes y levitas que la llevaban se pararon en el Jordán, y las aguas, como en señal de reverencia a los sacerdotes que la llevaban, detuvieron su curso y se amontonaron a distancia, para que el pueblo de Dios pudiera pasar impunemente. Y no te has de admirar cuando se te narran estas hazañas relativas al pueblo antiguo, porque a ti, cristiano, que por el sacramento del bautismo has atravesado la corriente del Jordán, la palabra divina te promete cosas mucho más grandes y excelsas, pues te promete que pasarás y atravesarás el mismo aire.

Oye lo que dice Pablo acerca de los justos: Seremos arrebatados en la nube, al encuentro del Señor, en el aire. Y así estaremos siempre con el Señor. Nada, pues, ha de temer el justo, ya que toda la creación está a su servicio.

Oye también lo que Dios promete al justo por boca del profeta: Cuando pases por el fuego, la llama no te abrasará, porque yo, el Señor, soy tu Dios. Vemos, por tanto, cómo el justo tiene acceso a cualquier lugar, y cómo toda la creación se muestra servidora del mismo. Y no pienses que aquellas hazañas son meros hechos pasados y que nada tienen que ver contigo, que los escuchas ahora: en ti se realiza su místico significado. En efecto, tú, que acabas de abandonar las tinieblas de la idolatría y deseas ser instruido en la ley divina, eres como si acabaras de salir de la esclavitud de Egipto.

Al ser agregado al número de los catecúmenos y al comenzar a someterte a las prescripciones de la Iglesia, has atravesado el mar Rojo y, como en aquellas etapas del desierto, te dedicas cada día a escuchar la ley de Dios y a contemplar la gloria del Señor, reflejada en el rostro de Moisés. Cuando llegues a la mística fuente del bautismo y seas iniciado en los venerables y magníficos sacramentos, por obra de los sacerdotes y levitas, parados como en el Jordán, los cuales conocen aquellos sacramentos en cuanto es posible conocerlos, entonces también tú, por ministerio de los sacerdotes, atravesarás el Jordán y entrarás en la tierra prometida, en la que te recibirá Jesús, el verdadero sucesor de Moisés, y será tu guía en el nuevo camino.

Entonces tú, consciente de tales maravillas de Dios, viendo cómo el mar se ha abierto para ti y cómo el río ha detenido sus aguas, exclamarás: ¿ Qué te pasa, mar, que huyes, y a ti, Jordán, que te echas atrás? ¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros; colinas, que saltáis como corderos? Y te responderá el oráculo divino: En presencia del Señor se estremece la tierra, en presencia del Dios de Jacob; que transforma las peñas en estanques, el pedernal en manantiales de agua.

 

RESPONSORIO                    Cf. Sab 17, 1; 19, 22; Sal 76, 20
 
R./ Tus juicios son grandes, oh Señor, y difíciles de explicar; * engrandeciste y glorificaste a tu pueblo.
V./ En el mar pasaba tu camino, en las aguas caudalosas tu sendero.
R./ Engrandeciste y glorificaste a tu pueblo.

 
ORACIÓN
 
Dios nuestro, de quien todo bien procede, concédenos seguir siempre tus inspiraciones, para que tratemos de hacer continuamente lo que es recto y, con tu ayuda, lo llevemos siempre a cabo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
 



JUEVES


PRIMERA LECTURA

Del libro de Josué 5,13—6, 21

Destrucción de una fortaleza enemiga

En aquellos días, estando ya cerca de Jericó, Josué levantó la vista y vio a un hombre en pie frente a él, con la espada desenvainada en la mano. Josué fue hacia él y le preguntó:

«¿Eres de los nuestros o del enemigo?»

Contestó:

«No. Soy el general del ejército del Señor, y acabo de llegar».

Josué cayó rostro a tierra, adorándolo. Después le preguntó:

«¿Qué orden trae mi señor a su siervo?»

El general del ejército del Señor le contestó: «Descálzate porque el sitio que pisas es sagrado». Josué se descalzó. Jericó estaba cerrada a cal y canto ante los israelitas. Nadie salía ni entraba. El Señor dijo a Josué:

«Mira, entrego en tu poder a Jericó y su rey. Todos los soldados, rodead la ciudad, dando una vuelta alrededor; y así durante seis días. Siete sacerdotes llevarán siete trompas delante del arca; al séptimo día, daréis siete vueltas a la ciudad, y los sacerdotes tocarán las trompas; cuando den un toque prolongado, cuando oigáis el sonido de la trompa, todo el ejército lanzará el alarido de guerra; se desplomarán las murallas de la ciudad, y cada uno la asaltará desde su puesto».

Josué, hijo de Nun, llamó a los sacerdotes y les mandó: «Llevad el arda de la alianza, y que siete sacerdotes lleven siete trompas delante del arca del Señor».

Y luego a la tropa:

«Marchad a rodear la ciudad; los que lleven armas pasen delante del arca del Señor».

Después de dar Josué estas órdenes a la tropa, siete sacerdotes, llevando siete trompas, se pusieron delante del Señor y empezaron a tocar. El arca del Señor los seguía; los soldados armados marchaban delante de los sacerdotes que tocaban las trompas; el resto del ejército marchaba detrás del arca. Las trompas acompañaban la marcha. Josué había dado esta orden a la tropa:

«No lancéis el alarido de guerra, no alcéis la voz, no se os escape una palabra hasta el momento en que yo os mande gritar; entonces gritaréis».

Dieron una vuelta a la ciudad con el arca del Señor y se volvieron al campamento para pasar la noche. Josué se levantó de madrugada, y los sacerdotes tomaron el arca del Señor. Siete sacerdotes, llevando siete trompas delante del arca del Señor, acompañaban la marcha con las trompas. Aquel segundo día dieron una vuelta a la ciudad y se volvieron al campamento. Así hicieron seis días.

El día séptimo, al despuntar el sol, madrugaron y dieron siete vueltas a la ciudad, conforme al mismo ceremonial. La única diferencia fue que el día séptimo dieron siete vueltas a la ciudad. A la séptima vuelta, los sacerdotes tocaron las trompas y Josué ordenó a la tropa:

«¡Gritad, que el Señor os entrega la ciudad! Esta ciudad, con todo lo que hay en ella, se consagra al exterminio, en honor del Señor. Sólo han de quedar con vida la prostituta Rajab y todos los que estén con ella en casa, porque escondió a nuestros emisarios. Cuidado, no se os vayan los ojos y cojáis algo de lo consagrado al exterminio; porque acarrearíais una desgracia haciendo execrable el campamento de Israel. Toda la plata y el oro y el ajuar de bronce y de hierro se consagran al Señor: irán a parar a su tesoro».

Sonaron las trompas. Al oír el toque, lanzaron todos el alarido de guerra. Las murallas se desplomaron, y el ejército dio el asalto a la ciudad, cada uno desde su puesto; y la conquistaron. Consagraron al exterminio todo lo que había dentro: hombres y mujeres, muchachos y ancianos, vacas, ovejas y burros; todo lo pasaron a cuchillo.

 

RESPONSORIO                    Cf. Is 25, 1. 2; Hb 11, 30
 
R./ Señor, tú eres mi Dios, te alabaré y te daré gracias: * tú convertiste la ciudad en escombros y no será ya jamás reconstruida.
V./ Por la fe se derrumbaron las murallas de Jericó, después que los hijos de Israel dieron vueltas alrededor de ellas durante siete días.
R./ Tú convertiste la ciudad en escombros y no será ya jamás reconstruida.
 


SEGUNDA LECTURA

Orígenes, Homilía 6 sobre el libro de Josué (4: PG 12, 855-856)

La conquista de Jericó

Los israelitas ponen cerco a Jericó, porque ha llegado el momento de conquistarla. ¿Y cómo la conquistan? No sacan la espada contra ella, ni la acometen con el ariete, ni vibran los dardos; las únicas armas que emplean son las trompetas de los sacerdotes, y ellas hacen caer las murallas de Jericó.

Hallamos, con frecuencia, en las Escrituras que Jericó es figura del mundo. En efecto, aquel hombre de que nos habla el Evangelio, que bajaba de Jerusalén a Jericó y que cayó en manos de unos ladrones, sin duda era un símbolo de Adán, que fue arrojado del paraíso al destierro de este mundo. Y aquellos ciegos de Jericó, a los que vino Cristo para hacer que vieran, simbolizaban a todos aquellos que en este mundo estaban angustiados por la ceguera de la ignorancia, a los cuales vino el Hijo de Dios. Esta Jericó simbólica, esto es, el mundo, está destinada a caer. El fin del mundo es algo de que nos hablan ya desde antiguo y repetidamente los libros santos.

¿Cómo se pondrá fin al mundo? ¿Con qué medios? Al sonido —dice— de las trompetas. ¿De qué trompetas? El apóstol Pablo te descubrirá el sentido de estas palabras misteriosas. Oye lo que dice: Resonará la trompeta, y los muertos en Cristo despertarán incorruptibles, y él mismo, el Señor, cuando se dé la orden, a la voz del arcángel y al son de la trompeta divina, descenderá del cielo. Será entonces cuando Jesús, nuestro Señor, vencerá y abatirá a Jericó, salvándose únicamente aquella prostituta de que nos habla el libro santo, con toda su familia. Vendrá —dice el texto sagrado— nuestro Señor Jesús, y vendrá al son de las trompetas.

Salvará únicamente a aquella mujer que acogió a sus exploradores, figura de todos los que acogieron con fe y obediencia a sus apóstoles y, como ella, los colocaron en la parte más alta, por lo que mereció ser asociada a la casa de Israel. Pero a esta mujer, con todo su simbolismo, no debemos ya recordarle ni tenerle en cuenta sus culpas pasadas. En otro tiempo fue una prostituta, mas ahora está unida a Cristo con un matrimonio virginal y casto. A ella pueden aplicarse las palabras del Apóstol: Quise desposaros con un solo marido, presentándoos a Cristo como una virgen intacta. El mismo Apóstol, en su estado anterior, puede compararse a ella, ya que dice: También nosotros, con nuestra insensatez y obstinación, íbamos fuera de camino; éramos esclavos de pasiones y placeres de todo género.

¿Quieres ver con más claridad aún cómo aquella prostituta ya no lo es? Escucha las palabras de Pablo: Así erais algunos antes. Pero os lavaron, os consagraron, os perdonaron en el nombre de nuestro Señor Jesucristo y por el de nuestro Dios. Ella, para poder salvarse de la destrucción de Jericó, siguiendo la indicación de los exploradores, colgó de su ventana una cinta de hilo escarlata, como signo eficaz de salvación. Esta cinta representaba la sangre de Cristo, por la cual es salvada actualmente toda la Iglesia, en el mismo Jesucristo, nuestro Señor, al cual sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.

 

RESPONSORIO                    Cf. Is 49, 22.26; Jn 8, 28
 
R./ Alzaré la mano hacia las naciones e izaré mi estandarte hacia los pueblos, y todo hombre lo sabrá: * yo soy el Señor, tu salvador, el Fuerte de Jacob.
V./ Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo soy.
R./ Yo soy el Señor, tu salvador, el Fuerte de Jacob.

 
ORACIÓN
 
Dios nuestro, de quien todo bien procede, concédenos seguir siempre tus inspiraciones, para que tratemos de hacer continuamente lo que es recto y, con tu ayuda, lo llevemos siempre a cabo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
 



VIERNES


PRIMERA LECTURA

Del libro de Josué 7, 4-26

Sacrilegio y castigo de Acán

Para la conquista de Ay fueron unos tres mil del ejército, pero tuvieron que huir ante los de Ay, que les hicieron unas treinta y seis bajas y los persiguieron desde las puertas de la villa hasta las Canteras, derrotándolos en la cuesta. El valor del ejército se deshizo en agua.

Josué se rasgó el manto, cayó rostro en tierra ante el arca del Señor y estuvo así hasta el atardecer, junto con los concejales de Israel, echándose polvo a la cabeza.

Josué oró:

—¡Ay, Señor mío! ¿Para qué hiciste pasar el Jordán a este pueblo, para entregarnos después a los amorreos y exterminarnos? ¡Ojalá nos hubiéramos quedado al otro lado del Jordán! ¡Perdón, Señor! ¿Qué voy a decir después que Israel ha vuelto la espalda ante el enemigo? Lo oirán los cananeos y toda la gente del país, nos cercarán y borrarán nuestro nombre de la tierra. ¿Y qué harás tú con tu gran nombre?

El Señor le respondió:

—Anda, levántate. ¿Qué haces ahí, caído rostro en tierra? Israel ha pecado, han quebrantado el pacto que yo estipulé con ellos, han cogido lo consagrado, han robado, han disimulado escondiéndolo entre su ajuar. No podrán los israelitas resistir a sus enemigos, les volverán la espalda, porque se han hecho execrables. No estaré más con vosotros mientras no extirpéis la execración de en medio de vosotros. Levántate, purifica al pueblo, diles: Purificaos para mañana, porque así dice el Señor, Dios de Israel: «¡Hay algo execrable dentro de ti, Israel! No podréis resistir a vuestros enemigos mientras no extirpéis la execración de en medio de vosotros». Por la mañana os acercaréis por tribus. La tribu que el Señor indique por sorteo se acercará por clanes; el clan que el Señor indique por sorteo se acercará por familias; la familia que el Señor indique por sorteo se acercará por individuos. El que sea sorprendido con algo consagrado, será quemado con todos sus bienes, por haber quebrantado el pacto del Señor y haber cometido una infamia en Israel.

Josué madrugó y mandó a los israelitas acercarse por tribus. La suerte cayó en la tribu de Judá. Se fue acercando la tribu por clanes, y la suerte cayó en el clan de Zéraj. Se fue acercando el clan de Zéraj por familias, y la suerte cayó en la familia de Zabdí. Se fue acercando la familia de Zabdí por individuos, y la suerte cayó en Acán, hijo de Carmí, de Zabdí, de Zéraj, de la tribu de Judá.

Josué le dijo:

—Hijo mío, glorifica al Señor, Dios de Israel, haciendo tu confesión. Dime lo que has hecho, no me ocultes nada. Acán respondió:

—Es verdad, he pecado contra el Señor, Dios de Israel. He hecho esto y esto: vi entre los despojos un manto babilonio muy bello, doscientas monedas de plata y una barra de oro de medio kilo; se me fueron los ojos y lo cogí. Mira está todo escondido en un hoyo en medio de mi tienda, el dinero debajo.

Josué mandó a unos que fueran corriendo a la tienda de Acán: todo estaba allí escondido, el dinero debajo. Lo sacaron de la tienda, se lo llevaron a Josué y a los israelitas y lo depositaron ante el Señor.

Josué cogió a Acán, hijo de Zéraj (con el dinero, el manto y la barra de oro), a sus hijos e hijas, sus bueyes, burros y ovejas, y su tienda con todos sus bienes. En compañía de todo Israel los subió al Valle de la Desgracia, y Josué dijo:

—¡El Señor te haga sufrir hoy mismo la desgracia que nos has acarreado!

Todos los israelitas apedrearon a Acán. Luego lo quemaron y lo cubrieron de piedras. Después levantaron encima un montón de piedras, que todavía hoy se conserva. Y el Señor aplacó el incendio de su ira. Por eso aquel sitio se llama hasta hoy Valle de la Desgracia.

 

RESPONSORIO                    Cf. 1Co 5, 2. 3. 5. 7
 
R./ Haced que desaparezca quien hizo esa mala acción. * Ese tal sufrirá ruina material, a fin de que su espíritu sea salvo en el día de Jesús, el Señor.
V./ Tirad fuera la levadura vieja para que seáis una masa nueva, ya que ahora sois panes ázimos.
R./ Ese tal sufrirá ruina material, a fin de que su espíritu sea salvo en el día de Jesús, el Señor.
 


SEGUNDA LECTURA

San Ambrosio de Milán, Comentario sobre el salmo 1 (4, 7-8: CSEL 64, 4-7)

Dulzura del libro de los salmos

Aunque es verdad que toda la sagrada Escritura está impregnada de la gracia divina, el libro de los salmos posee, con todo, una especial dulzura; el mismo Moisés, que narra en un estilo llano las hazañas de los antepasados, después de haber hecho que el pueblo atravesara el mar Rojo de un modo admirable y glorioso, al contemplar cómo el Faraón y su ejército habían quedado sumergidos en él, superando sus propias cualidades (como había superado con aquel hecho sus propias fuerzas), cantó al Señor un cántico triunfal. También María, su hermana, tomando en su mano el pandero, invitaba a las otras mujeres, diciendo: Cantaré al Señor, sublime es su victoria, caballos y carros ha arrojado en el mar.

La historia instruye, la ley enseña, la profecía anuncia, la reprensión corrige, la enseñanza moral aconseja; pero el libro de los salmos es como un compendio de todo ello y una medicina espiritual para todos. El que lo lee halla en él un remedio específico para curar las heridas de sus propias pasiones. El que sepa leer en él encontrará allí, como en un gimnasio público de las almas y como en unestadio de las virtudes, toda la variedad posible de competiciones, de manera que podrá elegir la que crea más adecuada para sí, con miras a alcanzar el premio final.

Aquel que desee recordar e imitar las hazañas de los antepasados hallará compendiada en un solo salmo toda la historia de los padres antiguos, y así, leyéndolo, podrá irla recorriendo de forma resumida. Aquel que investiga el contenido de la ley, que se reduce toda ella al mandamiento del amor (porque el que ama a su prójimo tiene cumplido el resto de la ley), hallará en los salmos con cuánto amor uno solo se expuso a graves peligros para librar a todo el pueblo de su oprobio; con lo cual se dará cuenta de que la gloria de la caridad es superior al triunfo de la fuerza.

Y ¿qué decir de su contenido profético? Aquello que otros habían anunciado de manera enigmática se promete clara y abiertamente a un personaje determinado, a saber, que de su descendencia nacerá el Señor Jesús, como dice el Señor a aquél: A uno de tu linaje pondré sobre tu trono. De este modo, en los salmos hallamos profetizado no sólo el nacimiento de Jesús, sino también su pasión salvadora, su reposo en el sepulcro, su resurrección, su ascensión al cielo y su glorificación a la derecha del Padre. El salmista anuncia lo que nadie se hubiera atrevido a decir, aquello mismo que luego, en el Evangelio, proclamó el Señor en persona.

 

RESPONSORIO                    Sal 56, 8-9
 
R./ Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme. * Quiero cantar, a ti quiero cantar.
V./ Despierta gloria mía, despertad, arpa y cítara: a la aurora    yo quiero despertar.
R./ Quiero cantar, a ti quiero cantar.

 
ORACIÓN
Dios nuestro, de quien todo bien procede, concédenos seguir siempre tus inspiraciones, para que tratemos de hacer continuamente lo que es recto y, con tu ayuda, lo llevemos siempre a cabo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
 



SÁBADO


PRIMERA LECTURA

Del libro de Josué 10, 1-14; 11, 15-17

El pueblo de Dios toma posesión de la tierra

Cuando Adonisedec, rey de Jerusalén, oyó que Josué había tomado Ay y la había arrasado (con Ay y su rey hizo lo mismo que con Jericó y su rey), y que los de Gabaón habían hecho las paces con Israel y vivían con los israelitas, se asustó enormemente. Porque Gabaón era toda una ciudad, como una de las capitales reales, mayor que Ay, y todos sus hombres eran valientes. Entonces envió este mensaje a Ohán, rey de Hebrón; a Pirán, rey de Yarmut; a Yafia, rey de Laquis, y a Debir, rey de Becerril:

«Venid con refuerzos para derrotar a Gabaón, que ha hecho las paces con Josué y los israelitas».

Entonces los cinco reyes aliados, el de Jerusalén, el de Hebrón, el de Yarmut, el de Laquis y el de Becerril, subieron con sus ejércitos, acamparon frente a Gabaón, y la atacaron.

Los de Gabaón despacharon emisarios a Josué, al campamento de Guilgal, con este ruego:

«No dejes de la mano a tus vasallos. Ven en seguida a salvarnos. Ayúdanos, porque se han aliado contra nosotros los reyes amorreos de la montaña».

Entonces Josué subió desde Guilgal con todo su ejército, todos sus guerreros, y el Señor le dijo:

«No les tengas miedo que yo te los entregó; ni uno de ellos podrá resistirte».

Josué caminó toda la noche desde Guilgal y cayó sobre ellos de repente; el Señor los desbarató ante Israel, que les infligió una gran derrota junto a Gabaón, y los persiguió por la cuesta de Bejorón, destrozándolos hasta Azeca y Maqueda. Y, cuando iban huyendo de los israelitas por la cuesta de Bejorón, el Señor les lanzó desde el cielo un pedrisco fuerte y mortífero en el camino hasta Azeca; murieron más por la granizada que por la espada de los israelitas.

Cuando el Señor entregó los amorreos a los israelitas, aquel día Josué habló al Señor y gritó en presencia de Israel:

«¡Sol, quieto en Gabaón! ¡Y tú, luna, en la valle de Ayalón!»

Y el sol quedó quieto, y la luna inmóvil, hasta que se vengó de los pueblos enemigos. Así consta en los Cantares de gesta: El sol se detuvo en medio del cielo y tardó un día entero en ponerse. Ni antes ni después ha habido un día como aquél, cuando el Señor obedeció a la voz de un hombre, porque el Señor luchaba por Israel.

Lo que el Señor había ordenado a su siervo Moisés, éste se lo ordenó a Josué, y Josué lo cumplió; no descuidó nada de cuanto el Señor había ordenado a Moisés.

Así fue como se apoderó Josué de todo el país: de la montaña, el Negueb, la región de Gosén, la Sefela y el páramo, la montaña de Israel y su llanura, desde el monte Pelado, que sube hacia Seír, hasta Baalgad, en el valle del Líbano, al pie del monte Hermón. Se apoderó de todos sus reyes y los ajustició.

 

RESPONSORIO                    Ez 34, 13. 15
 
R./ Congregaré a mis ovejas de entre las naciones, las traeré a su tierra, * las apacentaré en los montes de Israel, en las cañadas y en los poblados del país.
V./ Yo mismo apacentaré a mis ovejas y las llevaré a reposar.
R./ Las apacentaré en los montes de Israel, en las cañadas y en los poblados del país.

 

SEGUNDA LECTURA

San Ambrosio de Milán, Comentario sobre el salmo 1 (33: CSEL 64, 28-30)

Estudiad las Escrituras, pues ellas están dando
testimonio de mí

Primeramente has de beber el antiguo Testamento, para poder beber también el nuevo. Si no bebes el primero, no podrás tampoco beber el segundo. Bebe el primero, para hallar algún alivio en tu sed; bebe el segundo, para saciarte de verdad. En el antiguo Testamento hallarás un sentimiento de compunción; en el nuevo, la verdadera alegría.

Los que bebieron en lo que no deja de ser un tipo, pudieron saciar su sed; los que bebieron en lo que es la realidad, llegaron a embriagarse completamente. ¡Qué buena es esta embriaguez que comunica la verdadera alegría y no avergüenza lo más mínimo! ¡Qué buena es esta embriaguez que hace avanzar con paso seguro a nuestra alma que no ha perdido su equilibrio! ¡Qué buena es esta embriaguez que sirve para regar el fruto de vida eterna! Bebe, pues, esta copa de la que dice el Profeta: Y mi copa rebosa.

Pero son dos las copas que has de beber: la del antiguo Testamento y la del nuevo; porque en ambas bebes a Cristo. Bebe a Cristo, porque es la verdadera vid; bebe a Cristo, porque es la piedra de la que brotó agua; bebe a Cristo, porque es fuente de vida; bebe a Cristo, porque es la acequia cuyo correr alegra la ciudad; bebe a Cristo, porque es la paz; bebe a Cristo, porque de sus entrañas manarán torrentes de agua viva; bebe a Cristo, y así beberás la sangre que te ha redimido; bebe a Cristo, y así asimilarás sus palabras; porque palabra suya es el antiguo Testamento, palabra suya es también el nuevo. Realmente llegamos a beber y a comer la sagrada Escritura, si el sentido profundo de la tercera palabra viene a empapar nuestras almas, como si circulara por nuestras venas y fuera el motor que impulsara toda nuestra actividad.

Finalmente, no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra de Dios. Bebe esta palabra, pero bébela en el debido orden. Bébela en el antiguo Testamento y apresúrate a beberla en el nuevo. También él, como si se apresurara a hacerlo, dice: Ahora ensalzará el camino del mar, al otro lado del Jordán, la Galilea de los gentiles. El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande, habitaban en tierra de sombras, y una luz les brilló.

Bebe, pues, pronto, para que brille para ti una luz grande, no la luz de todos los días, ni la del día, ni la del sol, ni la de la luna; sino la que ahuyenta las sombras de la muerte. Pues los que viven en sombras de la muerte es imposible que vean la luz del sol y del día. Y, adelantándose a tu pregunta: ¿por qué tan maravilloso resplandor, por qué tan extraordinario favor?, responde: Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Un niño, que ha nacido de la Virgen, Hijo, que, por haber nacido de Dios, es el que hace que brille tan maravillosa luz. Un niño nos ha nacido. Nos, a los creyentes.

Nos ha nacido, porque la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros. Nos ha nacido, porque de la Virgen recibió carne humana, nace para nosotros, porque la Palabra se nos da. Al participar de nuestra naturaleza, nace entre nosotros; al ser infinitamente superior a nosotros, es el gran don que se nos otorga.

 

RESPONSORIO                    Mt 5, 6; Sal 35, 10.9
 
R./ Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. * Porque en ti está la fuente de la vida, y en tu luz vemos la luz.
V./ Se sacian de la abundancia de tu casa, les das a beber del torrente de tus delicias.
R./ Porque en ti está la fuente de la vida, y en tu luz vemos la luz.

 
ORACIÓN
 
Dios nuestro, de quien todo bien procede, concédenos seguir siempre tus inspiraciones, para que tratemos de hacer continuamente lo que es recto y, con tu ayuda, lo llevemos siempre a cabo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén