4. TIEMPO DE CUARESMA


DOMINGO I DE CUARESMA


EVANGELIO

Ciclo A: Mt 4,1-11

HOMILÍA

San Gregorio de Nacianzo, Discurso 40 (10: PG 36, 370-371)

El cristiano dispone de medios para superar las tentaciones

Si el tentador, el enemigo de la luz, te acomete después del bautismo –y ciertamente lo hará, pues tentó incluso al Verbo, mi Dios, oculto en la carne, es decir, a la misma Luz velada por la humanidad— sabes cómo vencerlo: no temas la lucha. Opónle el agua, opónle el Espíritu contra el cual se estrellarán todos los ígneos dardos del Maligno.

Si te representa tu propia pobreza —de hecho no dudó hacerlo con Cristo, recordándole su hambre para moverle a transformar las piedras en panes– recuerda su respuesta. Enséñale lo que parece no haber aprendido; opónle aquella palabra de vida, que es pan bajado del cielo y da la vida al mundo. Si te tienta con la vanagloria —como lo hizo con Jesús cuando lo llevó al alero del templo y le dijo: Tírate abajo, para demostrar tu divinidad— no te dejes llevar de la soberbia. Si en esto te venciere, no se detendrá aquí: es insaciable y lo quiere todo; se muestra complaciente, de aspecto bondadoso, pero acaba siempre confundiendo el bien con el mal. Es su estrategia.

Este ladrón es un experto conocedor incluso de la Escritura. Aquí el está escrito se refiere al pan; más abajo, se refiere a los ángeles. Y en efecto, está escrito: Encargará a los ángeles que cuiden de ti y te sostendrán en sus manos. ¡Oh sofista de la mentira! ¿Por qué te callas lo que sigue?

Pero aunque tú lo calles, yo lo conozco perfectamente. Dice: caminaré sobre ti, áspid y víbora, pisotearé leones y dragones; protegido y amparado —se entiende— por la Trinidad.

Si te tienta con la avaricia, mostrándote en un instante todos los reinos como si te pertenecieran y exigiéndote que le adores, despréciale como a un miserable. Amparado por la señal de la cruz, dile: También yo soy imagen de Dios; todavía no he sido, como tú, arrojado del cielo por soberbio; estoy revestido de Cristo; por el bautismo, Cristo se ha convertido en mi heredad; eres tú quien debe adorarme.

Créeme, a estas palabras se retirará, vencido y avergonzado, de todos aquellos que han sido iluminados, como se retiró de Cristo, luz primordial.

Estos son los beneficios que el bautismo confiere a aquellos que reconocen la fuerza de su gracia; éstos son los suntuosos banquetes que ofrece a quienes sufren un hambre digna de alabanza.

 

RESPONSORIO                      Mt 4, 1. 3. 2
 
R./ Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. * El tentador se le acercó y le dijo: «Si eres Hijo de Dios di que estas piedras se vuelvan pan».
V./ Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre.
R./ El tentador se le acercó y le dijo: «Si eres Hijo de Dios di que estas piedras se vuelvan pan».
 


Ciclo B: Mc 1, 12-15

HOMILÍA

San Agustín de Hipona, Comentario sobre el salmo 60 (2-3: CCL 39, 766)

En Cristo fuimos tentados, en él vencimos al diablo

Dios mío, escucha mi clamor, atiende a mi súplica. ¿Quién es el que habla? Parece que sea uno solo. Pero veamos si es uno solo: Te invoco desde los confines de la tierra con el corazón abatido. Por lo tanto, si invoca desde los confines de la tierra, no es uno solo; y, sin embargo, es uno solo, porque Cristo es uno solo, y todos nosotros somos sus miembros. ¿Y quién es ese único hombre que clama desde los confines de la tierra? Los que invocan desde los confines de la tierra son los llamados a aquella herencia, a propósito de la cual se dijo al mismo Hijo: Pídemelo: te daré en herencia las naciones, en posesión, los confines de la tierra. De manera que quien clama desde los confines de la tierra es el cuerpo de Cristo, la heredad de Cristo, la única Iglesia de Cristo, esta unidad que formamos todos nosotros.

Y ¿qué es lo que pide? Lo que he dicho antes: Dios mío, escucha mi clamor, atiende a mi súplica; te invoco desde los confines de la tierra. O sea: «Esto que pido, lo pido desde los confines de la tierra», es decir, desde todas partes.

Pero, ¿por qué ha invocado así? Porque tenía el corazón abatido. Con ello da a entender que el Señor se halla presente en todos los pueblos y en los hombres del orbe entero no con gran gloria, sino con graves tentaciones.

Pues nuestra vida en medio de esta peregrinación no puede estar sin tentaciones, ya que nuestro progreso se realiza precisamente a través de la tentación, y nadie se conoce a sí mismo si no es tentado, ni puede ser coronado si no ha vencido, ni vencer si no ha combatido, ni combatir si carece de enemigo y de tentaciones.

Este que invoca desde los confines de la tierra está angustiado, pero no se encuentra abandonado. Porque a nosotros mismos, esto es, a su cuerpo, quiso prefigurarnos también en aquel cuerpo suyo en el que ya murió, resucitó y ascendió al cielo, a fin de que sus miembros no desesperen de llegar adonde su cabeza los precedió.

De forma que nos incluyó en sí mismo cuando quiso verse tentado por Satanás. Nos acaban de leer que Jesucristo, nuestro Señor, se dejó tentar por el diablo. ¡Nada menos que Cristo tentado por el diablo! Pero en Cristo estabas siendo tentado tú, porque Cristo tenía de ti la carne, y de él procedía para ti la salvación; de ti procedía la muerte para él, y de él para ti la vida; de ti para él los ultrajes, y de él para ti los honores; en definitiva, de ti para él la tentación, y de él para ti la victoria.

Si hemos sido tentados en él, también en él vencemos al diablo. ¿Te fijas en que Cristo fue tentado, y no te fijas en que venció? Reconócete a ti mismo tentado en él, y reconócete también vencedor en él. Podía haber evitado al diablo; pero, si no hubiese sido tentado, no te habría aleccionado para la victoria cuando tú fueras tentado.

 

RESPONSORIO                      Sal 90, 2-3; 4c. 5a
 
R./ Di al Señor: Mi refugio y fortaleza mía, Dios mío, en quien confío. * Él te librará de la red del cazador, de la peste destructora.
V./ Él te librará de la red del cazador, de la peste destructora.
R./ Su fidelidad es escudo y armadura: no temerás los terrores de la noche.
 


Ciclo C: Lc 4, 1-13

HOMILÍA

Orígenes, Comentario al Cantar de los cantares (Hom 3: GCS t. 8, 221, 19-223, 5)

Jesús fue tentado por el diablo para que la Iglesia
aprendiera que a Cristo se llega a través
de muchas tribulaciones y tentaciones

La vida de los mortales está llena de insidiosos lazos, llena de un entramado de engaños tendidos al género humano por aquel intrépido cazador, según el Señor, llamado Nemrod. Y ¿quién sino el diablo, es el verdadero intrépido cazador, que osó rebelarse incluso contra Dios? De hecho, a los lazos de las tentaciones y a las trampas de las insidias se les llama redes del diablo. Y como el enemigo había tendido estas redes por doquier y había cazado en ellas a casi todos, fue necesario que se presentase alguien lo suficiente fuerte y poderoso para romperlas, dejando así vía libre a sus seguidores. Por lo cual, el mismo Salvador, antes de llegar a la unión nupcial con la Iglesia, es tentado por el diablo, para, vencidas las redes de las tentaciones, verla a través de ellas y a través de ellas llamarla a sí, enseñándola claramente y haciéndole patente que a Cristo ha de llegar no por el ocio y los deleites, sino a través de muchas tribulaciones y tentaciones. En realidad, no hubo ningún otro capaz de superar estas redes, pues, como está escrito, todos pecaron; y nuevamente la Escritura dice: No hay en el mundo nadie tan honrado que haga el bien sin pecar nunca. Y de nuevo: Nadie está limpio de pecado, ni el hombre de un solo día.

En consecuencia, nuestro Señor y Salvador, Jesús, es el único que no cometió pecado, pero el Padre le hizo expiar nuestros pecados, para que, en una condición pecadora como la nuestra, y haciéndolo víctima por el pecado condenara el pecado. Se acercó, pues, a estas redes, pero él fue el único que no quedó enredado en ellas; al contrario, rotas y destruidas las redes, dio a su Iglesia el coraje de pisotear los lazos, caminar sobre las redes y proclamar con entusiasmo: Hemos salvado la vida como un pájaro de la trampa del cazador; la trampa se rompió y escapamos.

Y ¿quién fue el que rompió la trampa? El único que no pudo ser retenido en ella, pues aunque murió, murió porque quiso y no como nosotros, forzados por las exigencias del pecado. El es el único que estuvo libre entre los muertos. Y porque estuvo libre entre los muertos, por eso, vencido el que tenía el dominio sobre la muerte, liberó a los que eran esclavos de la muerte. Y no sólo se resucitó a sí mismo de entre los muertos, sino que suscitó a la vida a los esclavos de la muerte y los sentó en el cielo con él. Pues al subir Cristo a lo alto llevando cautivos, se llevó no sólo las almas, sino que resucitó asimismo los cuerpos, como lo atestigua el evangelio: Muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron, se aparecieron a muchos y entraron en la Ciudad santa del Dios vivo, en Jerusalén.

 

RESPONSORIO                      Lc 22, 28-29; 12, 32
 
R./ Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas, * y yo preparo un reino para vosotros, como mi Padre lo dispuso para mí.
V./ No temas, pequeño rebaño, porque a mi Padre le ha parecido bien daros su reino.
R./ Y yo preparo un reino para vosotros, como mi Padre lo dispuso para mí.