CAPITULO
IV
134. Aparte
de los argumentos expuestos, con los que se demuestra con toda seguridad y
certeza la existencia de Dios a posterior¡, hay otros muchos argumentos, que
unos autores los aceptan como válidos y otros los rechazan como no válidos. No
obstante los exponemos, ya para que se conozca la historia de la filosofía en
este terreno, ya para que el lector tenga ocasión de dar mayor solidez por sí
mismo a dichos argumentos, si piensa que son válidos, ya en último término
para que el apologeta use de estos argumentos en presencia de aquellos a los que
ve que se mueven por tales consideraciones, con tal que añada también los
argumentos ciertamente válidos.
Ahora bien, estos
argumentos controvertidos son metafísicos, físicos y morales, según que los
predicados o hechos en base a los cuales se confeccionan pertenezcan al orden
metafísico, o al orden físico o al orden moral. Los predicados de orden
metafísico convienen a las realidades corporales y espirituales, como
contingente, movimiento, efecto, posible. Los predicados de orden físico
convienen solamente a los seres corporales, como son el orden cósmico
universal, el origen de la vida corpórea y el origen de las especies y del
cuerpo humano. Los hechos de orden moral se extraen de las costumbres de los
hombres, como son el consenso del linaje humano, el ansia de felicidad, la
obligación. Todo esto se expondrá en los tres artículos siguientes, de los
cuales el primero tratará acerca de los argumentos metafísicos, el segundo
versará sobre los argumentos físicos y el tercero hará referencia a los
argumentos morales.
ARTICULO I
ARGUMENTOS METAFÍSICOS CONTROVERTIDOS
§
1. Argumento ontológico o «a simultaneo»
Tesis 10. La existencia
de Dios no puede demostrarse con argumento ontológico o «a simultaneo».
136. Nexo. Al
argumento de San Anselmo unos lo llaman a priori o cuasi a priori, si bien al
expresarse así no hablan con propiedad; ya que no hay nada que pueda ser o
concebirse como razón a priori de la existencia de Dios. Otros lo llaman
argumento ontológico, porque todo lo que no se deriva de la experiencia
concierne a la ontología, según Wolf. Y otros prefieren hablar de un proceso
ontológico más que de un argumento ontológico, ya que en realidad no es un
argumento, sino sólo una exposición de los términos; y defender este
argumento es lo mismo que decir que la proposición «Dios existe» es
manifiesta por sí misma en cuanto a la proposición en sí y en cuanto a
nosotros. Dejando aparte y sin entrar en el tema concerniente al nombre,
nosotros estudiamos aquí este argumento incluyéndolo entre los metafísicos.
137. Nociones.
El argumento «a simultaneo» substancialmente siempre consiste en el hecho de
que se da forma de un modo arbitrario o convencional a alguna noción de Dios, y
de dicha noción, conformada de este modo, se deduce la existencia de Dios. Así
pues es esencial a este argumento el que‑la noción, a partir de la cual
se argumenta, no se derive de la intuición misma o de la experiencia de la
realidad misma, ni se obtenga por deducción de los efectos, sino que sea
convencional y arbitraria.
138. Estado de la cuestión. Y se pregunta si tal forma de argumentar
dirigida a probar la existencia de Dios es válida o carece de valor bajo
cualquier forma en que se proponga.
Sentencias. Defienden
el argumento «a simultaneo», San ANSELMO, ESCOTO, VAZQUEZ, SILVESTRE
MAURO, ANTONIO PÉREZ, ESPARZA, DESCARTES, LEIBNIZ, AURIAULT, S.I., ADLOCH,
O.S.B., DE MUNNYNCK, O.P., LEPIDI, O.P., DYROF, LE ROY, ALEJANDRO HALENSE, San
ALBERTO MAGNO, PECKHAM, EGIDIO ROMANO.
Son contrarios a este argumento Santo TOMÁS y los tomistas en
general; SUÁREZ con la mayor parte de los molinistas, y KANT. Nosotros,
siguiendo a Santo Tomás y a Suárez, no le concedemos ninguna fuerza
probatoria; y la tesis así explicada es plenamente cierta.
139. Se prueba la tesis. En ninguna proposición el predicado puede tener
mayor realidad que el sujeto, es así que en
el argumento «a simultaneo», bajo cualquier forma que sea propuesto, el sujeto
es meramente pensado; luego también
el predicado, el cual es la existencia, es meramente pensada, no real.
La mayor está clara: pues si el sujeto es posible, su
predicado intrínseco no es más que posible; y si el sujeto es ficticio, el
predicado intrínseco es también ficticio; y si el sujeto es existente, su
predicado intrínseco es también existente; así el hombre posible es
inteligente de un modo posible; el más veloz movimiento de entre todos (lo cual
es quimérico) puede decirse que es un accidente (el cual, también será
quimérico).
140. La menor. en efecto, el argumento
ontológico en la forma anselmiana procede del siguiente modo: Dios es el ser
máximo que se puede pensar; es así que el
ser máximo que se puede pensar contiene existencia real; luego Dios posee existencia real. En este argumento la
mayor está clara por convención; y la menor
consta; porque si no existiera en la realidad, no sería el ser máximo que
se puede pensar; ya que podría pensarse otro ser máximo pensable el cual
existiría no solo en la mente, sino también en la realidad.
A este argumento se
responde en forma silogística del siguiente modo: Concedo
la mayor; distingo la menor. contiene la existencia real meramente pensada,
así como es meramente pensado el sujeto que es el máximo pensable, concedo;
contiene la existencia real ejercida en la realidad, subdistingo:
si se demuestra «a posteriori» que el ser máximo que se puede pensar es,
no sólo pensado, sino también real, concedo;
por la sola noción del ser máximo que se puede pensar, niego, y distingo igualmente la consecuencia: tiene la existencia
real pensada, concedo; ejercida en la
realidad, subdistingo: si se demuestra
«a posteriori» que el máximo ser pensable es real, concedo;
por la sola noción del máximo ser pensable, niego.
En cuanto a la prueba de la menor, niego
que pueda pensarse en otro máximo ser pensable mayor, a saber, que
existiera dicho ser; pues en el primer ser máximo pensable, ya hemos pensado
implícitamente en la existencia real y ejercida; sin embargo, dicha existencia
real es también pensada, así como el mismo ser máximo pensable. Si el ser
máximo pensable existiera en la realidad, sería mayor real, sin embargo de
ningún modo sería mayor pensable, pues todo lo que puede pensarse en lo real,
ya ha sido pensado en el máximo ser pensable meramente pensado.
Y teniendo a la vista
esta doctrina, se resolverán fácilmente otras formas bajo las cuales ha sido
presentado este argumento por Descartes y por Leibniz, las cuales formas las
expondremos a guisa de dificultades.
141. Objeciones. 1. (Forma cartesiana).
Lo que se halla en la idea clave de alguna cosa pertenece verdaderamente a
dicha cosa; es así que la existencia
real se halla en la idea de infinito o de omniperfecto, luego
existe el ser infinito u omniperfecto. En
cuanto a la mayor: de este modo si en un triángulo hallo tres ángulos,
estos tres ángulos pertenecen verdaderamente a dicha idea. La menor:
pues si el infinito no existe, ya no es infinito, puesto que le falta algo,
a saber, la realidad.
Respuesta. Distingo la mayor: Pertenece en el
pensamiento, concedo; en la realidad
existencial o posible, subdistingo: si el
sujeto, o realidad representada por la idea, es meramente pensado, niego; si el sujeto es real, existente o posible, concedo
y contradistingo la menor. la existencia real pensada se halla en la idea de
infinito, concedo; también se halla la existencia real, subdistingo.‑ si el infinito es algo real y no ficticio, concedo;
si por el contrario es algo meramente pensado y ficticio, niego.
2. (Forma leibniziana). El infinito
u omniperfecto existe, si es posible; es
así que es posible, luego existe.
La mayor: pues si el ser omniperfecto
no existiera, no sería posible; pues no podría pasar a existir por sí ni por
otro; no podría pasar por sí, pues en otro caso se daría por sí mismo la
existencia; ni tampoco por otro, porque entonces no sería omniperfecto, ya que
dependería de otro. Lú menor: pues
surgiría imposibilidad o contradicción por el hecho de que en el concepto de
omniperfecto quedaría incluida alguna negación incompatible con alguna
realidad, o por el hecho de que constaría de partes incompatibles; ahora bien,
el ser omniperfecto no tiene ninguna negación, sino solamente perfección, ni
tiene partes incompatibles, porque es simplicísimo, en otro caso no sería
omniperfecto; luego ninguna contradicción o incompatibilidad se da en el
concepto de omniperfecto o infinito.
Respuesta. Distingo la mayor: si es posible positivamente,
concedo; si sólo es posible
negativamente, subdistingo: existe, y
constará esto en el caso de que se pruebe con un argumento a posterior¡, concedo;
antes de esta demostración, niego. Y
contradistingo la menor: es posible negativamente, concedo;
positivamente: subdistingo: después
de la prueba «a posteriori»: concedo; antes
de dicha prueba: niego. Y una vez
hechas estas distinciones precedentes, niego
el consiguiente y la consecuencia. En cuanto a la prueba de la menor, concedo la
mayor y distingo la menor: el ser omniperfecto no incluye alguna negación
simultáneamente con una afirmación, de forma manifiesta, puede pasar; de forma oculta, niego,
o más bien lo ignoramos antes de la demostración de su existencia «a
posteriori».
Consta negativamente la posibilidad de algún concepto, cuando no vemos que
se dé en 61 contradicción, aunque tal vez esté latente dicha contradicción.
Consta positivamente la posibilidad de
algún concepto, cuando vemos ausencia de contradicción. Así pues cuando se
concibe lo omniperfecto, no se ve contradicción en ello, pero tal vez se
encuentre latente en dicho concepto. (Más en OM n.101‑104).
§
2. Argumento basado en el movimiento metafísico
142. Nociones. MOVIMIENTO METAFÍSICO es el tránsito de algo ya
existente de la potencia al acto, bien se trate de una realidad espiritual: como
cuando el entendimiento de no inteligente pasa a ser inteligente, bien se trate
de una realidad corpórea: como cuando el agua de no estar caliente viene a
estar caliente; y tanto si el acto del cual se trata es substancial como si es
accidental. EN CAMBIO MOVIMIENTO FÍSICO es el tránsito de una cosa corporal de
un estado a otro.
El movimiento puede ser
INTRÍNSECO Y EXTRÍNSECO: es intrínseco el
que afecta intrínsecamente al ser móvil, como el calor afecta al agua; es extrínseco
el que no afecta intrínsecamente a la cosa denominada, sino que está fuera
de ella, como si se dice que Dios no era conocido por Pedro y después sí que
es conocido por éste. El presente argumento se deriva del movimiento
metafísico e intrínseco, no del movimiento extrínseco o meramente físico.
MÓVIL es todo aquello
que ya existe y puede recibir un movimiento o actuación intrínseca, en orden a
la cual se encontraba en potencia física. Y de este modo es móvil todo lo que
se mueve positivamente; y, según los neotomistas defensores del argumento, hay
que conceptuar como móvil toda causa creada eficiente, puesto que dicha causa,
en cuanto agente, pasa del no obrar al obrar, de la potencia de obrar al acto de
obrar, lo cual dicen que no puede suceder sin movimiento intrínseco: pues el
agente se perfecciona intrínsecamente al obrar.
143. EL PRINCIPIO EN QUE SE
APOYAN los defensores del argumento basado en el movimiento, es el principio del
motor del móvil, a saber, todo lo que se mueve es movido por otro («quidquid
movetur, ab alio movetur»).
Este principio se
diferencia del principio de causalidad; pues el
principio de causalidad trata acerca del ente que antes no existía y ahora
empieza, o sea es de nuevo; o bien trata del ente contingente que puede existir
y no existir sin contradicción alguna, y es de hecho existente: y lo que
enuncia acerca del sujeto es que se da la causa eficiente adecuadamente distinta
de la realidad que empieza o del ser contingente.
Ahora bien, el principio
del motor y del móvil, versa acerca
de una realidad existente, la cual antes no tenía nacimiento y ahora lo tiene;
e indica que el motor debe ser una realidad adecuadamente distinta de la cosa
movida, y que nunca puede la cosa movida moverse a sí misma. Y está claro que
el principio de causalidad es absolutamente evidente, no obstante, no es tan
evidente el principio del motor y del móvil: pues es evidente que una realidad
que comienza o que es contingente y que de por sí no es nada, necesita de una
causa adecuadamente distinta, y no puede causarse a sí misma, sin embargo no es
tan evidente el que una realidad que ya existe no pueda causar movimiento en sí
misma.
144. Estado de la cuestión. Está claro que en virtud del movimiento
puede probarse la existencia de Dios, si se considera el movimiento como indicio
de contingencia y de dependencia causal, del siguiente modo: es patente el que
se mueven las cosas en el mundo; por tanto
se dan seres contingentes, ya que el ser necesario no se mueve; es
así que el ser contingente exige al ser necesario, luego
en virtud del movimiento se prueba el ser necesario. En esta forma de
argumentar todos los elementos están claros.
Sin embargo, procediendo
mas allá se pregunta acerca de si el argumento basado
en el movimiento prueba la existencia de Dios considerando el movimiento
sólo como un tránsito de algo ya existente del no movimiento al movimiento, y
ciertamente en virtud del principio del motor y del móvil, todo lo que se mueve
es movido por otro («quidquid movetur, ab alio movetur»).
145. Sentencias. La primera sentencia
sostiene que el argumento basado en el movimiento prueba la existencia de Dios,
y en verdad prueba dicha existencia tomando el principio en sentido exclusivo:
todo lo que se mueve es movido exclusivamente
por otro («quidquid movetur ab alio solo movetur»); pues si el ser
móvil se mueve (v.gr. las causas inmanentes), se mueve solamente en cuanto que
como causa activa es movido solamente por Dios, que es el motor extrínseco.
Así se expresan los neotomistas en general.
La segunda sentencia afirma que el argumento tiene valor si el
principio del motor y del móvil se toma en sentido asertivo: «todo lo que se
mueve es movido por otro, al menos
también^ de este modo se expresan muchos neomolinistas.
La tercera sentencia sostiene que en base a este argumento de ningún
modo se prueba la existencia de Dios; no obstante concede esta sentencia el que
después de haberse probado la existencia de Dios consta que «todo lo que se
mueve es también movido por otro», pues la voluntad, v. gr., en cuanto es
facultad pasiva, es movida por la voluntad y por Dios que realiza
simultáneamente el acto volitivo; y en cuanto es facultad activa, no es movida
por nadie, sino que sólo es ayudada extrínsecamente mediante el concurso
simultáneo: ya que el agente en cuanto agente no es movido de ninguna manera, y
por consiguiente en cuanto agente no necesita ser movido por nadie: esta es la
sentencia del P. Suárez y de muchos con él.
Nosotros expondremos
aquí las razones que abogan por la eficacia del argumento basado en el
movimiento, y después aduciremos las respuestas y las motivaciones de aquellos
que son contrarios a este argumento, de forma que el lector mismo elija lo que
le parezca que es más probable.
146. Razones de aquellos que defienden el argumento. Los tomistas
proponen el argumento del siguiente modo: hay que presuponer que todas las cosas
se mueven en el mundo, incluyendo las mismas causas agentes en cuanto agentes.
Esto supuesto, se argumenta así: todo lo que se mueve es movido por otro («quidquid
movetur, ab alio movetur»); es así que es
imposible que todos los motores sean movidos, luego
hay que llegar a algún motor inmóvil, el cual es Dios.
El presupuesto del argumento se extrae en general de la experiencia;
y en particular, el que las mismas causas agentes se muevan al obrar, lo prueban
de este modo: lo que pasa de la potencia al acto se mueve; es
así que las causas eficientes de este mundo pasan del no obrar al obrar, de
la potencia de obrar al acto de obrar, luego
incluso las mismas causas eficientes en cuanto tales se mueven al obrar.
La mayor del argumento, todo lo que se mueve es movido por
otro («quidquid movetur, ab alio movetur»), la prueban de doble forma. En
primer termino porque nada puede encontrarse en el acto y en la potencia de
la misma perfección, v. gr. respecto del mismo calor; es
así que si algo se mueve de algún modo, se encuentra en el acto y en
potencia de la misma perfección; luego es
imposible que algo se mueva a sí mismo, sino que todo lo que se mueve es movido
por otro.
En esta argumentación se
explica así la mayor. porque el
hallarse en acto es.. tener perfección, y el hallarse en potencia es no tener
la misma perfección; es así que tener
y no tener lo mismo es contradictorio, luego es contradictorio el que algo esté
en acto y en potencia respecto de lo mismo. Y
la menor del mismo argumento se aclara del siguiente modo: porque si algo
realiza la acción de mover, se encuentra en acto respecto del movimiento, como
causa que es del mismo; y si ese algo se mueve también, se encontraba en
potencia respecto del mismo movimiento.
Prueban en segundo lugar la misma mayor del argumento: «todo lo que se
mueve es movido solamente por otro»: porque el móvil, juntamente con el
movimiento, supera al solo móvil en toda la perfección del movimiento (así la
voluntad en cuanto que quiere en acto supera la potencia de querer en toda la
perfección del acto volitivo); luego no
contiene en acto el movimiento; por
consiguiente no puede ser la causa de su movimiento, a no ser que sea movido
solamente por otro a fin de realizar dicho movimiento de sí mismo.
147. Prueban la menor principal, a saber, que no todos los motores pueden ser
movidos, del siguiente modo: porque si todos son movidos, ninguno tiene'
suficiencia para causar movimiento «per se»; luego también el conjunto es
insuficiente para causar movimiento, y por tanto ninguno será movido.
El consiguiente primero, a saber que hay que
llegar a un motor inmóvil, está patente: porque si no pueden ser movidos todos
los motores, alguno es inmóvil.
Prueban el consiguiente segundo, a saber, que este motor inmóvil es Dios,
porque dicho motor inmóvil, si tiene fuerza para mover, y esta fuerza no ha
sido adquirida mediante el movimiento, la tiene por sí mismo, de él mismo, y
por tanto es también el ser «a se».
148. Responden los que no admiten la fuerza del argumento: primero,
niegan el primer presupuesto, a saber, que todas las cosas se muevan en el
mundo, incluso las causas eficientes en cuanto son eficientes.
pues la causa eficiente, la cual anteriormente no actuaba, pasa ciertamente
de la potencia activa al acto de
obrar, el cual acto es una acción: ahora bien, la acción está en el término,
no en el agente, y por tanto el agente en cuanto agente no se mueve; sin
embargo, no pasa de la potencia pasiva al
acto formal de alguna percepción intrínseca.
Segundo, el principio del motor y del móvil lo explican del
siguiente modo: Distingo el principio: si se
trata del que es un móvil meramente pasivo, concedo; se trata de alguna cosa que es solamente agente «ad
extra», niego. Tal causa no se mueve en
cuanto agente sino que solamente mueve, y al obrar simplemente es ayudada
extrínsecamente mediante el concurso simultáneo, acerca del cual solamente hay
constancia después de haber sido probada la existencia de Dios y la dependencia
de todos los seres respecto a Dios. Si se
trata de una causa que sea activo‑pasiva, subdistingo:
es movida por otro solamente, niego; es
movida también por otro, distingo de
nuevo: en cuanto que es pasiva y después de haber probado la existencia de
Dios, concedo; en cuanto que es
activa, niego en absoluto: bajo este
aspecto de ningún modo es movida, sino que sencillamente es ayudada
extrínsecamente. A lo sumo en el orden sobrenatural, la voluntad es movida
solamente por Dios, por medio de la gracia, la cual sólo mueve moralmente: mas
después de esta moción moral en orden al acto libre, ya no es movida
físicamente a fin de realizar el acto, sino que sólo es ayudada físicamente mediante el concurso simultáneo
acerca del cual sólo puede darse constancia después de haber sido probada la
existencia de Dios.
149. Tercero, la primera prueba del
principio (el que ninguna cosa puede encontrarse simultáneamente en acto y en
potencia respecto de la misma perfección), la
distinguen del siguiente modo: no puede encontrarse en acto y en potencia
respecto de la misma perfección y bajo el mismo aspecto y sentido, concedo;
bajo diferente aspecto y sentido, se
niega. Así la potencia inmanente de la voluntad puede encontrarse en acto
virtual en orden a realizar el acto de querer (porque puede producir dicho
acto), y al mismo tiempo puede encontrarse en potencia formal (porque, todavía
no ha realizado ni ha recibido el acto): en lo cual no se da ninguna
contradicción.
Cuarto, la segunda prueba del principio se distingue del
siguiente modo: el móvil juntamente con el movimiento supera el móvil en toda
la perfección del movimiento actual, por lo que se refiere a aquella razón
bajo la cual el móvil es pasivo, concedo;
por lo que se refiere a la razón bajo la cual el móvil es activo y tiene
sus prerrequisitos, niego. La voluntad
ella sola todavía no tiene toda la perfección del acto en cuanto a los rasgos
y al aspecto del mismo; sin embargo, supuesta la representación del bien que
debe ser amado, posee ya toda la perfección del acto en cuanto a la
espiritualidad y en cuanto a los rasgos o aspecto, y no necesita de un impulso
ulterior en orden a obrar, sino solamente del concurso simultáneo, acerca del
cual con todo no hay constancia más que después de haber sido probada la
existencia de Dios.
150. Quinto, según estas dos pruebas
desaparece de raíz toda causalidad creada, porque según la primera, ninguna cosa puede encontrarse en acto, ni siquiera en
acto virtual de su movimiento bajo ningún aspecto; pues si estuviera en acto
bajo algún aspecto, en ese caso bajo dicho aspecto se encontraría
simultáneamente en acto y en potencia, lo cual dice que es contradictorio. Sin
embargo la causa debe contener en acto su efecto; luego ninguna cosa puede ser
causa de su fruto. Y según la segunda prueba,
la causa juntamente con el efecto supera a la sola causa en toda la perfección
del efecto; por consiguiente el efecto de ningún modo se encontraba contenido
en la causa; luego aquello que es llamado causa, no es causa, sino a lo sumo
mera ocasión, ya que la causa debe contener la perfección del efecto.
Sexto, el primer consiguiente no se concluye legítimamente
de las premisas: no se sigue que se dé un motor absolutamente inmóvil, sino
sólo inmóvil, en el sentido en el que mueve, y no en otro sentido. Pues
podría llegarse a dos motores últimos A y B, de tal modo que A moviera a B en
la razón de a, y B moviera a A en la razón de b: ¿qué dificultad se da a la
hora de establecer esto solamente en la prueba del motor y del móvil?.
Ciertamente ninguna; y en ese caso tendríamos el que todos los motores serían
móviles, si bien no en la misma razón en la que mueven.
151. Séptimo, no se llega
legítimamente al ser «a se». Solamente a lo sumo se concluiría con que este
motor tiene fuerza para mover, fuerza que no ha sido adquirida mediante el
movimiento; ahora bien, el que tenga dicha fuerza por sí mismo o el que haya
sido adquirida sin ningún movimiento por la sola creación, es absolutamente accidental, en orden a causar el movimiento que contiene
virtualmente.
Dirán los defensores del argumento: este motor último o es
creado o es increado; si es increado, es Dios; y si es creado exige la causa
increada, que es Dios: por consiguiente en
todo caso se saca la conclusión a partir del movimiento del ser necesario.
Respuesta: Hay que conceder todo este argumento, si bien este
argumento se basa en la contingencia de las cosas, y no es un argumento basado
en el movimiento en cuanto es movimiento, y en cuanto se fundamenta en el
principio todo lo que se mueve es movido
por otro («quidquid movetur, ab alio movetur»), principio acerca del cual
era sobre el que se, discutía.
Seguirán insistiendo los defensores del argumento. Si
lo que se mueve pudiera contener el efecto de manera eminente, ya no
necesitaría ser movido: pues ¿qué se conseguiría mediante el movimiento?. Respuesta: lo que se mueve contiene su efecto, sin embargo no del
mejor modo posible, sino con dependencia de muchos prerrequisitos y con causas,
así como la voluntad depende al moverse del objeto que debe ser querido y del
acto de entender este objeto: pero una vez que tiene todos estos complementos,
ya no necesita ser movida por otro, sino que sólo debe ser ayudada mediante el
concurso simultáneo, acerca del cual sólo hay constancia después de haber
sido probada la existencia de Dios y la dependencia esencial de la creatura en
el obrar respecto a Dios.
N. B. El día 22 de noviembre de 1951 Pío XII pronunció un discurso
científico en presencia de los Emis. PP. Cardenales, los Exmos. embajadores de
las naciones extranjeras, y de los componentes de la Academia Pontificia de las
Ciencias, el cual discurso se titula Le
prove della esistenza di Dio alla luce della Scienza Naturale Moderna [La
prueba de la existencia de Dios a la luz de la Ciencia Natural Moderna (AAS 44,
1952, 31‑43)]. En este discurso el Sumo Pontífice dice que los argumentos
basados en el movimiento y en el orden, que se encuentran en Santo Tomás
(p.32), han adquirido mucha eficacia en virtud de las nuevas teorías acerca de
la mutabilidad de las cosas, que llega hasta los átomos y a los elementos de
los átomos y hasta la materia misma (p.34‑37), y acerca de la edad y la
duración de las mutaciones del mundo (p37‑41). No obstante, hay que tener
bien en cuenta que el S.Pontífice ni siquiera una sola vez citó los principios
[todo lo que se mueve es movido por otro («Quidquid movetur, ab alio movetur»)
y ninguna cosa puede encontrarse simultáneamente en acto virtual y en potencia
formal («Nulla res potest esse simul in actu virtuafi et potentia formali»)],
los cuales principios son esenciales en orden al argumento específico extraído
del movimiento metafísico. Más aún, de forma clara da a entender que la
mutabilidad se deriva como indicio de la contingencia; y por ello basándose en
la mutabilidad saca como conclusión la insuficiencia del mundo en orden a ser y
subsistir, de donde ulteriormente extrae la conclusión de la necesidad del ser
absolutamente inmutable (p36); y de nuevo basándose en la mutabilidad prueba
con argumentos la contingencia del mundo, y a partir de esta contingencia saca
la conclusión de la exigencia del ser «a se», el cual es inmutable por su
propia naturaleza, más aún, es también el creador del mundo (p.42). En este
sentido hemos dicho que el argumento es apodíctico (n.120, 144). Cf. el texto
traducido al español en Pens 8 (1952) 219‑227.
§
3. Argumento por los grados de la perfección
152. Nociones. El tercer argumento metafísico controvertido se extrae de
los grados de la perfección. Por PERFECCIONES se entienden aquí las simpliciter
simples como son ser, substancia, viviente, bien, verdad; pues las
perfecciones mixtas, como son cuerpo, extensión, color, evidentemente nunca
pueden llegar a ser el infinito «simpliciter» o algo increado, acerca de lo
cual se trata.
GRADOS DE LAS
PERFECCIONES son aquellas verdades, mediante las cuales se da en los diferentes
seres el ser, la verdad, la bondad, la santidad, etc., según lo más y lo
menos, y según lo más noble y lo menos noble: así se da la vida en las
plantas, en una ameba, en el simio y en el hombre, si bien según una nobleza
mayor y menor.
153. Estado de la cuestión. Es cosa manifiesta que puede demostrarse la
existencia de Dios por los grados de la perfección, si éstos se consideran en
cuanto que son indicios de contingencia y
de dependencia causal, del siguiente modo: se dan grados de perfección más
nobles y menos nobles, de donde consta que al menos los grados menores son
finitos, ya que carecen de la perfección M grado superior; luego se dan seres
contingentes, puesto que el ser necesario no puede ser finito; es
así que el ser contingente exige al ser necesario, luego
por los diversos grados de la perfección se llega a la conclusión de la
exigencia del ser necesario.
Sin embargo, se pregunta
además acerca de si este argumento basado en los grados es eficaz para probar
la existencia de Dios, incluso si no afirmáramos que los grados, al menos los
inferiores, son contingentes.
154. Sentencias. La primera sostiene
que este argumento es eficaz: así se expresa Muñiz, O.P., Bordoy Torrents y
muchos otros.
La segunda sentencia sostiene que este argumento no es eficaz y
que tiene sabor a platonismo, por el que se pasa de un estado ideal a otro real.
Nosotros propondremos el
modo cómo defienden este argumento sus partidarios, y después añadiremos qué
es lo que responden los que no son partidarios del mismo.
155. Los defensores del argumento lo proponen del siguiente modo: es cosa
manifiesta que se dan en el mundo muchos grados del ser, de la bondad, de la
vida, de la verdad, de la sabiduría: o sea que hay en el mundo perfecciones que
se realizan en las cosas según el más y el menos; es así que lo que existe según el más y el menos solamente se
dice tal por aproximación al máximo, luego
se da algo máximo en la razón de vida, de sabiduría, de bondad, de verdad
y de ser: es así que lo que es lo
máximo en algún orden es la causa de todos los seres que existen en dicho
orden, luego se da el ser máximo que
es la causa de todos los demás seres, y éste es Dios.
La mayor consta, y la menor
se prueba: así las cosas que son más o menos calientes se dicen tales por
aproximación al fuego, que es sumamente caliente.
Primer consiguiente: porque si se dan perfecciones mayores y menores y
éstas solamente son tales por aproximación a algo máximo en dicha serie,
necesariamente se da esto mayor en la razón de vida, de verdad, de bondad, y de
ser. Y la menor que se ha vuelto a
emplear: lo que es lo máximo en algún orden es la causa eficiente de todos
los seres que están en dicho orden: así lo máximo en el calor es el fuego, y
éste es la causa de todos los seres calientes.
Ultimo consiguiente: y este ser máximo es Dios. En efecto, dicho ser
máximo será increado: porque si
todos los seres proceden de Él, este ser máximo no ha sido hecho, en otro caso
se hubiera hecho a sí mismo. Y por consiguiente será absolutamente necesario,
pues el ser increado es absolutamente necesario, ya que existe en virtud de
su esencia y no por otra causa. Será también infinito:
pues si es la causa de todos los seres, contiene las perfecciones de todos
ellos.
156. Los adversarios del argumento responden del siguiente modo: primero,
se concede la mayor, a saber, que se dan perfecciones según el más y el
menos.
Segundo, la menor es equívoca; pues se concede que lo se
dice según el ffiás y el menos se dice por aproximación al máximo: ahora
bien, este máximo es ideal, o sea el universal en el que convienen todas las
cosas que son mayores y menores, el cual universal es ciertamente el máximo en
un sentido precisivo, ya que prescinde de las imperfecciones o diferencias, pero
no es el máximo positivamente, porque no excluye las imperfecciones: es algo
real en cuanto a lo que («quoad id quod»), no en cuanto al modo («non quad
modum quo»). Ahora bien, si se quiere decir que dicho máximo es algo
positivamente omniperfecto, es algo pensado, no real, a no ser que se pruebe por
otra parte.
Tercero, cuando se saca la conclusión de que se da algo
máximo en la razón de ser, de vida, etc., digo: en el pensamiento, concedo;
en la realidad, niego.
Cuarto, cuando se dice que lo máximo en algún orden es la‑
causa de todos los seres que están en ese mismo orden, se niega: el hombre es lo más móvil en el orden a los animales, y
no produce a los otros animales.
§
4. Argumento por las ideas y por los posibles y por la verdad
157. Nociones. PURAMENTE POSIBLE es aquello que puede existir, y que sin
embargo no existe. VERDADES NECESARIAS son aquellas en las cuales se enuncia
respecto a algún sujeto algún constitutivo de él (v. gr. el hombre es
viviente), o alguna manera de ser que brota de la comparación de los términos
(como el ser contingente tiene causa). IDEAS Son los conceptos objetivos acerca
de las esencias absolutas, v. gr. respecto al hombre, al perro, al caballo, etc.
158. Estado de la cuestión. Todos estos elementos pueden ser
considerados o como contingentes, los cuales
pueden venir a la existencia y apartarse de ésta en cuanto que tienen los
atributos de verdad, de eternidad, de necesidad, de inmutabilidad. Así Pedro, y
hombre, y viviente, y «el hombre es viviente», pueden venir a la existencia y
alejarse de ella, y son algo contingente respecto a la existencia. Ahora bien,
todos estos seres poseen además los atributos de eternidad, de verdad, de
necesidad, de inmutabilidad.
Y es cosa manifiesta que
por todos estos seres, si se consideran en cuanto contingentes,
los cuales pueden venir a la existencia y alejarse de ella, puede
demostrarse eficazmente la existencia de Dios (lo cual consta por el n.105).
Ahora bien, se pregunta además si también se demuestra eficazmente la
existencia de Dios por los atributos de eternidad, de necesidad, de
inmutabilidad.
159. Sentencias. La primera sentencia
sostiene el valor de los argumentos en este segundo sentido. Así S.ANSELMO,
S.BUENAVENTURA, SERTILLANGES, O.P., MARÉCHAL, HONTHEM, LEMNIZ, CHOSSAT, y en
época más reciente defiende lo mismo FEDERICO SCIACCA con gran elocuencia,
GREDT, MONACO, MASNOVO, etc.
La segunda sentencia niega que tenga valor el argumento en este
sentido: así se expresan CUERVO, MANSER, LAHOUSSE, BILLOT, LOINAZ, DESCOQS. Los
antiguos como S.Tomás y Suárez prescinden de este argumento.
Nosotros expondremos el
modo cómo defienden los partidarios del mismo y el modo cómo lo atacan los
contrarios a éste, a fin de que el lector elija.
160. Los defensores del argumento lo presentan del siguiente modo: Los
posibles y las verdades analíticas tienen verdad eterna, necesaria e inmutable;
por consiguiente tienen razón suficiente, eterna, necesaria e inmutable, en
otro caso lo razonado sería mayor que la razón en la cual se fundamenta; es
así que la razón suficiente, que sea algo eterno, necesario e inmutable,
es Dios; luego existe Dios. En este argumento todos los datos están claros.
161. Los adversarios de la eficacia de este argumentos responden así: Los
atributos de necesidad, de eternidad y de inmutabifidad, convienen a los
posibles y a las verdades necesarias de un modo meramente hipotético y
precisivo, no en cambio de una manera existencial. Son verdaderos
hipotéticamente, a saber, si se da «ab aeterno» (eternamente) algún
entendimiento que los conciba. Son necesarios hipotéticamente, porque si es
hecho v. gr. un perro, debe tener estas notas y no otras. Son eternos
precisivamente, porque se prescinde de] comienzo, no porque existan eternamente
ya en sí ya en la mente de alguien. Son incorruptibles precisivamente, porque
se prescinde de su generación y corrupción. De donde está patente que en el
argumento se pasa de un estado hipotético y precisivo a un estado real y
absoluto, afirmando que éstos son verdaderos, eternos, necesarios e
incorruptibles, según algún estado real y absoluto, al menos en la mente de
alguien que es eterno[1].
ARTICULO II
ARGUMENTOS FÍSICOS CONTROVERTIDOS
§
1. Argumento por el origen de la vida, de las especies y del cuerpo humano
162. En
épocas anteriores solía aducirse como argumento válido para probar la
existencia de Dios, el origen de las especies y el origen del cuerpo humano, del
siguiente modo: ninguna causa meramente material es proporcionada para explicar
el origen de la vida en los grados vegetal y animal, ni para explicar el origen
de las especies, y mucho menos para explicar el origen del cuerpo humano, luego
se da una causa supramaterial de estos efectos; y esta causa, al menos
remotamente, es Dios; porque una causa próxima inmaterial o es creada o es
increada; si es increada, esta causa es Dios; mas si es creada, dicha causa
exige a la causa primera y al Ser «a se», el cual es Dios.
Sin embargo algunos
científicos católicos, incluso algunos teólogos, insinúan que la vida pudo
comenzar en el mundo por las solas fuerzas de la naturaleza no viviente, y que
todas las especies pudieron surgir por transformación de unas en otras de un
modo natural; más aún, que el mismo cuerpo del hombre pudo traer su origen de
un animal irracional. Según este punto de vista, no se requeriría la
intervención de una causa superior especial, y por tanto a partir de estos
hechos no se demostraría la existencia de alguna causa supramundana. No
obstante muchos científicos católicos dicen que la vida no pudo originarse por
las solas fuerzas de la materia, de donde concluye la necesidad de la
intervención de la causa que es superior al mundo, o sea Dios.
Por esta falta de
unanimidad prescindimos de este argumento, aunque siempre queda en pie como
válido el argumento basado en la contingencia
de los seres vitales corpóreos, por cuya índole siempre podemos sacar la
conclusión cierta de la exigencia de la causa primera y del ser necesario.
§
2. Argumento por la entropía
163. Noción. Entropía es la transformación de la energía en
calor, el cual no puede aplicarse ya a un trabajo mecánico útil. Por
consiguiente, al crecer la entropía en algún sistema cerrado, la energía
entera se consume y por ello cesa todo movimiento y todo trabajo mecánico. Los
que emplean este argumento dan por supuesto que el mundo y su energía son cosas
finitas. Y se pregunta si bajo estos supuestos, el argumento por la entropía
saca rectamente la conclusión de la exigencia de la existencia de Dios.
Sentencias. La
primera sentencia sostiene que el argumento extraído de la entropía tiene
valor: así se expresan Donat, Eymieu, Hontheim, Boedder.
La segunda sentencia dice que este argumento en realidad no
tiene valor, pero que con todo puede emplearse como un argumento «ad hominern»
respecto a aquellos que admiten todos los presupuestos de este argumento. Así
Descoqs, Sertillanges, van de Woestyne.
Los defensores del argumentos lo exponen del siguiente modo: el
movimiento del mundo comenzó en un determinado momento temporal; es
así que si comenzó en un determinado momento temporal, sin duda alguna
existió una causa exterior al mundo que lo produjo, y esta causa es Dios, luego
existe Dios.
La mayor: pues si la energía finita siempre está
perdiéndose, y no recibe nada de otra parte, por el hecho de que se trata de un
sistema cerrado, se consume toda ella en un tiempo finito; por consiguiente si la energía del mundo, la cual es finita y está
contenida en un sistema cerrado, hubiera durado desde la eternidad, hace ya
mucho tiempo que toda ella se hubiera terminado y consumido, y ahora no habría
ninguna energía, lo cual va en contra de la experiencia.
La menor: en efecto, si el movimiento comenzó en un
determinado momento temporal, con anterioridad el mundo no se movía, y no
podía por sí mismo pasar a moverse a causa del principio de la inercia; por
tanto pasó a moverse por otra causa distinta del mundo. Y esta causa es
Dios. Pues esta causa exterior al mundo o es increada o es creada; si es
increada esta causa es Dios; si por el contrario es creada, exige a la causa
primera y al ser «a se», el cual es Dios.
164. Los adversarios del argumento responden así: el argumento tiene
valor respecto al que admita todos los postulados que aquí se presuponen. Más
no parece que tenga valor en sí. Primero,
porque no consta que la energía del mundo sea finita. Segundo, porque no consta que la energía se consuma universalmente
de modo irreversible; pues tal vez los extremos del mundo son como el espejo por
el que se reflejen los rayos extremos del calor que llega allá. Tercero,
porque no consta que el mundo y su energía sea un sistema cerrado. ¿Pues
por qué la energía no puede recibir aumento de algún espíritu finito que
esté fuera del mundo?. Cuarto, porque
no consta con certeza que la energía siempre se disminuya y se transforme en
calor inútil; más aún, parece que consta lo contrario: pues dicen que la
energía gravitatoria de la atracción universal no disminuye ni se transforma
en calor inútil.
ARTICULO
III
ARGUMENTOS
MORALES CONTROVERTIDOS
§
1. Argumento por el mutuo acuerdo del linaje humano
166. Sentencias. La
primera sentencia afirma que este argumento tiene validez: así se expresan
PLATÓN, CICERÓN, muchos paganos y muchos Padres y escritores eclesiásticos, y
entre los escolásticos CHOSSAT, HONTHEIM, LENNERZ, MÓNACO, URRÁBURU,
SCHIFFINI.
La segunda sentencia niega que este argumento tenga validez, y
pretende explicar el mutuo acuerdo mediante teorías que no pueden admitirse:
así los sociologistas DÜRKHEIM, LÉVY‑BRUHL, los evolucionistas y los
psicologistas: los cuales dicen que el origen del consenso se debe a mitos, al
miedo de los tiranos, a engaño de sacerdotes, a ignorancia de las cosas
naturales, al animismo, a la magia.
La tercera sentencia niega también la validez del argumento y
dice que sólo tiene una fuerza persuasiva, a fin de inducir a los oyentes a
prestar atención a los argumentos racionales que se aduzcan. Así se expresan
BILLOT, BUONPENSIER, O.P., GARRIGOU‑LAGRANGE, O.P, SERTILLANGES, O.P.,
MERCIER, VAN DE MEERSCH, DESCOQS.
Nosotros expondremos las
razones de ambas partes.
167. Los defensores del argumento lo proponen del siguiente modo: se da
acerca de la existencia de Dios un mutuo acuerdo moralmente universal constante
e irrefutable respecto al tema de la mayor transcendencia, como es Dios, el fin
de toda la vida humana, y este mutuo acuerdo no se debe a causas accidentales o
a error; es así que el mutuo acuerdo
dotado de estas condiciones es criterio de verdad, luego realmente existe Dios.
La mayor: a) el que se da un mutuo acuerdo moralmente
universal, constante e irrefutable está claro y patente por la historia de las
religiones, como se puede ver en los autores que han escrito acerca de este tema
con todo detalle de datos, como son: PINARD DE LA BOULLAYE, W.SCHMIDT, TACCHI
VENTURI, S.I. Una estadística de hace ya algunos años decía que había en el
orbe 2.108.000.000 de habitantes, de los cuales 1. 106.110.000 son teístas
cristianos, judíos y mahometanos; y son dudosamente teístas, hindúes, paganos
y confucionistas, etc. 946.600.000; y ateos y sin religión son 55.100.000.
b) El que se trata de un
tema de la mayor transcendencia está claro, puesto que se trata del fin último
de toda nuestra vida.
168. c) El que este mutuo
acuerdo no se debe a causas conocidas de error, consta también, pues las
motivaciones aducidas por los adversarios evolucionistas, psicologistas y
sociologistas son falsas; en efecto, dicen que el mutuo acuerdo no se dio
siempre en la humanidad, puesto que, según ellos, al principio los hombres
solamente tenían sentidos, hasta tanto que evolucionaron hasta llegar a la
adquisición de la razón, como si el sentido hubiera podido por evolución
transformarse en entendimiento. 0 dicen que el motivo del mutuo acuerdo fueron
los mitos, o el miedo de los tiranos, el temor de las tempestades, el animismo,
según el cual pensaban que todas las cosas estaban animadas por espíritus
menores y mayores. Sin embargo, estas
motivaciones no son causas suficientes del mutuo acuerdo; en efecto, si éstas
hubieran sido las causas del mutuo acuerdo, éste debió, desaparecer
inmediatamente después que fue explicado el origen de las tempestades, y tan
pronto como cesó el temor de los tiranos, y se descubrió el engaño de las
fábulas, y fue conocida la carencia total de valor del animismo: lo cual sin
embargo no sucedió así.
La menor: el que el mutuo acuerdo dotado de estas condiciones
es criterio de verdad, ha quedado probado en la crítica: pues un mutuo acuerdo
tan uniforme, constante e irrefutable y acerca de un tema de tanta
transcendencia, y que no se debe a motivaciones conocidas de error,
necesariamente tiene como causa la índole innata del entendimiento, la cual
consiste en juzgar solamente a causa de la evidencia de la verdad.
169. Los adversarios de este argumento entre los católicos responden
así. En primer, término conceden al
argumento cierta fuerza suasoria a fin de inducir a los hombres a prestar
atención a los argumentos que se han propuesto, puesto que se trata de un hecho
que aceptan todos los hombre o la mayoría de ellos.
En segundo término, dicen que los argumentos aducidos por los
sociologistas para quitar validez a este argumento son falsos, como es el
evolucionismo, el miedo a los tiranos, a las tempestades, etc.
Sin embargo, a
continuación dicen que no consta acerca del hecho universal del mutuo acuerdo
incluso en los tiempos prehistóricos.
Y dicen además que no
consta que este mutuo acuerdo se hubiera referido al verdadero Dios, o por el
contrario a otra cosa cualquiera, v. gr. a fuerzas naturales personificadas, a
las almas de los antepasados, a las potestades que podrían someter a sí mismos
por la fuerza; ni consta que los idólatras siempre hubieran atribuido a sus
deidades o a alguna de ellas, al menos algún predicado exclusivo de Dios: pues
incluso la misma suprema divinidad grecorromana, Júpiter, decían que había
nacido en una determinada época, y que antes no había existido; y la sagrada
Escritura dice que las deidades de los gentiles son demonios (Sal 95,5) y que no
son dioses ni un Dios verdadero (Bar. 6).
Siguen diciendo estos
autores que no consta acerca del valor de estos acuerdos; pues el mutuo acuerdo
es un criterio secundario, a saber, si se fundamenta en razones evidentes y no
de otro modo; por consiguiente hasta
tanto que veamos que se dan razones evidentes, el mutuo acuerdo no tendrá
valor.
Por último, el mutuo
acuerdo es válido si es invencible; y
según estos autores no consta si en realidad es invencible, ya que hace
unos años con tanta facilidad dejaban el mutuo acuerdo en la existencia de Dios
tantos miles de hombres en Rusia, en Francia y en los Estados Unidos de
América.
§
2. Argumento tomado de la obligación
170. Nociones. OBLIGACIÓN PERFECTA, de la que
únicamente nos ocupamos aquí, es la necesidad moral absoluta de producir
alguna acción o alguna omisión, por el motivo de que tal acción u omisión se
halla relacionada con la consecución o con la pérdida del fin de toda nuestra
vida, así como con la responsabilidad que sentimos respecto de aquella persona
a merced de la cual no podemos dejar de estar. Decimos necesidad
moral, no física, en cuanto que la libertad física permanece intacta y
sólo se da la conexión de la acción o de la omisión con el fin. Decimos absoluta,
puesto que se trata de un fin que nos viene impuesto, no por nuestra propia
voluntad, sino de forma totalmente independiente de ella.
Además de dicha
obligación perfecta, existe también una OBLIGACIÓN IMPERFECTA, que consiste
igualmente en la necesidad moral absoluta de alguna acción u omisión, debido a
la relación en que se encuentra tal acción u omisión con la honestidad y el
decoro que son reclamados por nuestra naturaleza y por sus relaciones para con
los demás, para consigo misma y para con los seres inferiores. La obligación
que acabamos de describir es asimismo una necesidad moral, y es absoluta, puesto
que proviene de un fin que tenemos impuesto con independencia de nuestra
voluntad, y que consiste en conformar nuestras acciones con nuestra naturaleza,
que ciertamente no nos hemos dado a nosotros mismos. Sin embargo, en este caso
está ausente la conexión con el último fin de toda nuestra vida y con la
responsabilidad o dignidad de la persona a cuya merced no podemos dejar de
encontrarnos.
171. Estado de la cuestión. Es cosa clara que, a partir de la sola
obligación imperfecta, no es posible probar la existencia de Dios; en efecto, a
lo más que podemos llegar es a deducir que existe una naturaleza que posee
tales y tales exigencias, y que es la nuestra. La cuestión es, por tanto, si a
partir del hecho de la obligación perfecta se prueba la existencia de Dios.
172. Opiniones. La primera sostiene
que, de la obligación perfecta, no pude demostrarse la existencia de Dios, ya
que, con anterioridad a conocer a Dios como legislador, no es posible que
sintamos tal obligación perfecta, sino que, todo lo más, podemos sentir cierta
obligación imperfecta, consistente en una forma de congruencia de la acción
con la naturaleza racional. Así se expresan BILLOT, FRANZELIN, GREDT, HARENT,
LAHOUSSE, LERCHER, NIVARD, RICHARD, SCHAAF, etc.
La segunda afirma que este argumento tiene el mismo carácter
apodíctico que el argumento a partir de los efectos o de los seres
contingentes. Así DESCOCQS y otros.
La tercera opinión no considera este argumento como
apodíctico, pero sí que tiene un valor persuasivo capaz de inducir a que se
consideren los demás argumentos racionales que suelen aducirse para probar la
existencia de Dios.
Por nuestra parte
proponemos las razones en favor de una y otra parte, con el fin de que sea el
lector mismo quien elija.
173. Los defensores del argumento lo proponen así: Existe en nosotros la
experiencia de una obligación o necesidad moral absoluta de hacer o evitar
alguna cosa, no sólo por el decoro que reclama nuestra propia naturaleza, sino
por el sentido de dependencia en relación de alguna persona sumamente poderosa
en cuyas manos está el fin último de toda nuestra vida; luego tiene que
existir esa persona; es así que tal
persona es Dios, luego Dios existe.
El primer antecedente no
hace más que exponer un hecho patente. El primer
consecuente se prueba porque, de no existir dicha persona, nuestra
naturaleza estaría mal conformada al regirse nada menos que en lo moral por
puras ficciones. La menor subsumida es
evidente, ya que ninguna otra persona más que el ser supremo y el autor mismo
de nuestra naturaleza podría imponernos unas necesidades tales de hacer o de
evitar algo, aun a escondidas, que las prefiramos a la misma vida o a la fama.
174. Los adversarios responden de esta manera: primeramente un hecho o una experiencia que se siente de una
obligación tan absoluta, como ha sido descrita, no pude darse en nosotros si
previamente no hemos llegado al conocimiento de Dios y después de haber
conocido que tenemos algún fin último de toda nuestra vida; pues, en verdad,
los testimonios de esta experiencia preceden todos ellos de aquellos que ya
conocían a Dios con certeza o que, por lo menos, tenían más que sospechas de
su existencia. Por tanto no podemos invocar este hecho como un presupuesto para
probar la existencia de Dios, sino que acontece después de haberlo conocido[2].
En segundo lugar, aun en el caso de que se conceda el hecho o la
experiencia de la obligación antes de haber conocido a Dios, no se sigue que
tal hecho haya de tener su fundamento en la realidad ontológica de dicha
obligación, y no, más bien, en alguna ficción o prejuicio de consistencia
nula, pues la necesidad de hacer algo es puramente ficticia de no tener
constancia con anterioridad acerca de la realidad de la ley, así como de la
autoridad del legislador. Es así que, con
anterioridad a un hecho así todavía no se tenía constancia ‑ de acuerdo
con el argumento ‑acerca de la existencia de la ley y de la autoridad del
legislador, luego semejante necesidad
hay que considerarla como puramente ficticia.
En tercer lugar, aunque se conceda el hecho en virtud de la
experiencia que todos tenemos de dicha obligación, no se sigue que la persona
ante la cual hemos de responder, y de cuya merced no podemos escaparnos, sea
real. Esto, en verdad, supone que la naturaleza, que tales experiencias tiene,
ha sido debidamente plasmada por su autor, que es Dios y, por tanto, que la
naturaleza es infalible. Pero así, evidentemente, damos por supuesta la
existencia de Dios antes de llegar a su conclusión.
§
3. Argumento tomado del apetito de felicidad
175. Nociones. Entendemos por FELICIDAD un estado permanente en el
cual la persona humana posee todos los bienes que le son convenientes, sin
mezcla de mal alguno. Sería de desear ya aquí una definición más concreta de
felicidad, más ello no es posible antes de conocer la existencia de Dios.
El APETITO INNATO es la
adaptación de alguna naturaleza, realizada de modo connatural, a los bienes que
le son convenientes. Entre otros procedimientos se reconoce también de la
siguiente manera: si un apetito elícito se siente inclinado de forma constante,
universal e invencible, hacia una cosa determinada, ello es prueba de que la
apetecemos con apetito innato.
176. Estado de la
cuestión. El problema que planteamos es si puede demostrarse la existencia
de Dios a partir del apetito innato de la felicidad.
Opiniones. La primera sostiene que la existencia de Dios se prueba
perfectamente a partir del apetito de la felicidad. Así S.AGUSTíN,
S.BUENAVENTURA, BOEDDER, DONAT, DE BACKER, GARDEIL, GARRIGOU-LAGRANGE, HONTHEIM,
MÓNACO, MONNIER, SCHIMNI.
La segunda opinión niega que se pueda demostrar por este
argumento la existencia de Dios. La defienden BILLOT, BUONPENSIÉRE, CUERVO,
MANSER, MERCIER, PINARD DE LA BOULLAYE, VAN DE WOESTYNE, MERKELBACH, ELTER.
Nosotros, como hicimos antes, expondremos las razones de una y
otra parte para que el lector pueda elegir lo que crea más conveniente.
177. Los defensores del argumento suelen exponerlo así: El hombre
siente, de manera innata, un apetito hacia el bien infinito; es
así que un apetito innato no puede verse frustrado, luego
realmente existe el bien infinito que, con toda evidencia, es Dios.
La mayor: porque el hombre, de manera innata, apetece la
felicidad perfecta; ahora bien, la felicidad perfecta consiste en el bien
infinito, lo que se evidencia en primer
lugar porque el entendimiento tiende a todo el bien y todo el bien es
infinito. En segundo lugar porque,
supuesto un bien limitado cualquiera, indistintamente deseamos otro distinto;
pero, lo que es distinto de cualquier bien limitado, es el bien infinito.
La menor se prueba con toda facilidad, ante todo por
inducción: vemos, en efecto, que todos los seres llegan a alcanzar aquello a
que se ven inclinados de manera innata. Y así, el fuego tiende a producir
calor; la vista, a ver; y estos fines los obtienen. Luego, «a fortiori» (con
mayor motivo), el hombre ha de llegar a lograr aquello a que se siente inclinado
de manera innata, aunque no sea más que para evitar el tener que reconocer que,
entre todos los seres creados, aquel que aparece menos «ordenado» es
precisamente el hombre.
178. Respuestas de los adversarios de este argumento: En
primer lugar, no nos consta que el hombre sienta un apetito innato hacia el
bien «simpliciter» infinito. Deseamos ciertamente estar bien, sin que haga su
introducción el mal, y ello según nuestros alcances y la índole propia. Ahora
bien, que nuestros alcances e índole estén requiriendo precisamente el bien
infinito, y no pueda bastar un cierto estado permanente en el que gocemos con
seguridad de una gran variedad de bienes, aunque sean limitados, es algo que no
nos consta antes de dejar probada la existencia de Dios.
En segundo lugar, un tal apetito innato de] bien «simpliciter»
infinito tampoco podemos probarlo por el hecho de que siempre, y en forma
constante e invencible, nos sintamos inclinados «elicitivamente» hacia el bien
infinito. Muy pocas, en verdad, son las personas que se sienten inclinadas
explícitamente hacia el bien infinito «simpliciter», y aun esto después de
haber conocido la existencia de Dios. En cuanto a todas las demás que no
conocen a Dios ‑ e incluso no pocas que dicen conocerlo ‑ ni
siquiera piensan en un bien «simpliciter» infinito, sino en un estado seguro
en que puedan poseer una cantidad indefinida de bienes variados y en el que se
hallen a gusto, sin posibles interferencias de¡ mal, según los propios
alcances.
En tercer lugar, por más que el apetito fuese a parar a un bien «simpliciter»
infinito, aún no nos constaría que el apetito en cuestión no pudiera verse
frustrado y ser, por tanto, de algo real y no quimérico. Ahora bien, esto no
podemos conocerlo antes de tener probada la existencia de Dios, autor
sapientísimo de la naturaleza y del mismo apetito innato.
EL
ATEISMO
180. Nexo. Una
vez que hemos demostrado con certeza la existencia de Dios, tenemos que
continuar nuestro estudio tratando sobre la ignorancia y la negación de Dios.
En consecuencia nos preguntaremos sobre la posibilidad de tales hechos,
planteando la cuestión acerca de la culpabilidad.
181. Nociones. Llamamos ATEISMO aquel estado en que se halla el que
ignora a Dios o no admite su existencia. Puede ser práctico y especulativo.
Ateísmo práctico es el
de aquel que, sin dejar de conocer la existencia de Dios, sin embargo, en la
«praxis» de su vida le trae sin cuidado cuanto se refiere al culto y a la
obediencia que le son debidos. Ateísmo especulativo es el estado de la persona
que, en el sentido propiamente intelectual, no reconoce la existencia de Dios. A
su vez, puede ser sistemático y psicológico.
ATEISMO SISTEMÁTICO es
todo sistema científico que, de alguna manera, niega a Dios. El ATEISMO
PSICOLÓGICO es el estado en que se encuentra la persona que no reconoce a Dios
de ninguna manera o que, a pesar de tener alguna noción de Él, sin embargo
niega su existencia; o que tiene acerca de Él una duda negativa al ignorar las
razones que pudieran darse tanto en pro como en contra o que, en último
término, tiene razones a favor de su negación.
No cabe dudar acerca de
la posibilidad del ateísmo práctico, según consta por la experiencia. La
razón «a priori» es la libertad física del hombre, en virtud de la cual, y
con evidente abuso, puede negarse a guardar las obligaciones que sabe que tiene.
182. Tampoco cabe ninguna
duda sobre la posibilidad del ateísmo especulativo
sistemático, como también lo muestra la experiencia. Muchos sistemas hay,
en verdad, que niegan expresamente la existencia de Dios o cualquier
cognoscibilidad del mismo; tales son los sistemas del materialismo, positivismo,
escepticismo, idealismo, agnosticismo, y de la especie de panteísmo que viene a
confundir a Dios con el «substrato del mundo» o con el «ego» (yo) que
piensa. Existen, además, asociaciones sumamente poderosas en el mundo entero
que profesan y defienden tales sistemas por doquier. Así la Asociación de las
cuatro As en los Estados Unidos de América («American Association to the
Advance of Atheism»); el «materialismo dialéctico», que se desarrolla en
Rusia; la «Internationale des Libres Penseurs», que tiene su sede en Bruselas;
así como la «Internationale proletarischer Freidenker», extendida por
Alemania, Checoslovaquia y Polonia. De todos estos sistemas se quejan sin cesar
con amargura los Romanos Pontífices calificándolos de plaga horrenda de
nuestro tiempo.
183. Estado de la cuestión. Pero aquí todo el problema reside en el ateísmo
psicológico, el cual consiste en la ignorancia de Dios o en la convicción
de que no existe; y nos preguntamos sobre la posibilidad de una ignorancia total
de Dios o de su negación positiva y sincera. Nos preguntamos también si tal
ignorancia o negación positiva ocurre siempre culpablemente o puede ocurrir
alguna vez de manera inculpable.
La respuesta será más
clara si tratamos cada cuestión por separado y hablamos sucesivamente del
ateísmo negativo, del positivo y del dubitativo. Y como quiera que vamos a
afirmar que todo ateismo es «per se» culpable, si bien «per accidens» y en
forma duradera, pero raras veces, puede ser no culpable, tenemos que empezar por
explicar estos términos.
«Per se» significa: por la propia naturaleza e índole de las
causas naturales y por la propia ordenación hecha por Dios de las cosas. «Per
accidens» quiere decir: a la vista de los impedimentos que no ocurren por
la naturaleza e índole de las causas apuntadas, ni por la ordenación que las
cosas han recibido de Dios. En forma
duradera equivale a: por largo tiempo, hasta la hora de la muerte. Raras
veces significa que los ateos sin culpa no son muchos relativamente, de
forma que representen un crecido porcentaje de la humanidad, lo que no equivale
a que, en cifras absolutas, no puedan constituir un número bastante elevado.
ARTICULO I
EL ATEISMO NEGATIVO
Tesis 11. El ateísmo negativo es siempre inculpable y «per se» es
imposible; no obstante, «per accidens» es posible, incluso en forma duradera,
pero raras veces.
184. Opiniones. La primera defendía
con bastante frecuencia que el ateísmo negativo es posible, no «per se» sino
«per accidens», y ello raras veces y por tiempo breve, puesto que, tan pronto
como se ofrece una ocasión de quebrantar la ley moral, surge la persuasión de
la existencia de Dios como legislador. Así URRÁBURU, ROMEYER, GONET, etc.
La segunda opinión, contrariamente, sostenía que este ateísmo puede
darse con frecuencia y por largo tiempo, no «per se» sino «per accidens».
Tal es la opinión de BILLOT.
La tercera opinión es intermedia, es decir, el ateísmo negativo no es
posible «per se», sino sólo «per accidens» y raras veces, aunque ello pueda
ser en forma duradera. Así MOLINA, DESCOCQS, CHOSSAT, VITORIA, LANGE. Es la que
nosotros vamos a seguir.
185. Prueba de la tesis. I Parte. EL ATEISMO
NEGATIVO ES SIEMPRE INCULPABLE.
El ateo negativo no ha
conocido al legislador, ni tampoco la ley divina, por lo cual no puede reconocer
una obligación como procedente de Dios; es
así que quien no conoce una obligación, no puede violarla; luego
el ateo negativo no viola ninguna obligación de conocer a Dios a su ley,
aunque la ignore, así como la ley que de El procede.
186. II Parte. EL ATEISMO
NEGATIVO ES «PER SE» IMPOSIBLE.
Será posible «per se»
si la naturaleza humana no fuera curiosa, de por sí, en relación con las
causas de las cosas y, sobre todo, con la última de todas, o si no existiesen
unos principios gracias a los cuales se puede llegar con facilidad al
conocimiento de dicha causa última, o si Dios no hubiese orientado a todos los
hombres para la felicidad, o si no hubiese dispuesto todas las cosas de suerte
que sea posible lograr semejante fin; es
así que ninguna de estas cosas ocurre, sino lo contrario; luego
el ateísmo meramente negativo es imposible «per se».
187. III Parte. SIN EMBARGO,
ES POSIBLE «PER ACCIDENS».
Es posible «per accidens»
si pueden darse causas, fuera del orden de la naturaleza, que impidan la
evolución natural de la mente humana, aunque no se trate de ninguna tara
hereditaria; es así que tales causas
pueden, en verdad, darse, luego es
posible el ateísmo negativo «per accidens».
La mayor es evidente. La menor
se prueba «a priori»: pues, efectivamente, no se ve que exista
imposibilidad en que alguien transcurra todo el tiempo de su niñez y educación
en tierras extranjeras, y en un grupo humano que se halle en uno de los ínfimos
estadios de subdesarrollo, o en la miseria más completa, de forma que apenas
tenga tiempo más que de procurar poner remedio a su extrema miseria; ahora
bien, en tales circunstancias es perfectamente posible que haya hombres que ni
siquiera piensan en Dios, ni hayan oído nada acerca de El. Lo cual se confirma
«a posteriori», pues nunca han dejado de encontrarse algunas familias, aunque
pocas, que no tenían siquiera la noción de Dios.
IV Parte. EL ATEISMO
NEGATIVO PUEDE DURAR INCULPABLEMENTE HASTA LA MUERTE.
Es evidente: las
circunstancias aludidas pueden durar hasta la muerte. Lo que se comprueba por el
hecho de haber sido encontradas algunas tribus primitivas que, a lo largo de
muchas generaciones, no conocían a Dios, como los Tupinambos y los Mondiembos.[3]
188. V Parte. SIN EMBARGO,
ESTE ATEISMO INCULPABLE RARAS VECES TIENE LUGAR.
Efectivamente, si
ocurriera con frecuencia, habría que concluir que Dios, después de haber
orientado a los hombres hacia el conocimiento de Él mismo y hacia la felicidad,
había ordenado las cosas de manera tan desacertada que el fin apuntado no
podía conseguirse a partir del curso natural de las cosas. Lo cual es absurdo.
Se puede argüir: El fin esencial al que Dios ha creado y ordenado al
hombre, es la gloria de Dios formal, que consiste en el conocimiento y el amor
de Dios; luego Dios ha dotado a los
hombres de medios para que puedan conocerlo y amarlo; luego, si en verdad han podido conocerlo, y no lo conocen, hay que
atribuirlo a culpa de ellos; por tanto, cualquier forma de ateísmo especulativo
es culpable, no inculpable.
Respuesta. Concedemos el destino esencial que el hombre tiene para conocer
y amar a Dios, y concedemos asimismo
que el hombre puede llegar al conocimiento de Dios, con la siguiente distinción: puede llegar al conocimiento de Dios
mediante una potencia que no puede verse impedida «per se», concedo;
que no puede verse impedida «per accidens», niego.
En las tesis siguientes explicaremos esta solución con mayor detenimiento[4].
189. Instancia. Si alguien pudiera ignorar a
Dios de forma invencible e inculpable, podría darse el «pecado filosófico»;
pues, aunque alguien ignorase la existencia de Dios, podría conocer, sin
embargo, lo que es recto según el orden de la naturaleza, p. ej., la justicia y
la fidelidad para con los semejantes, y podría, por tanto, obrar contra estos
valores conocidos. Pero una tal violación sería un pecado contra la razón y
contra la rectitud conocida, sin embargo no constituiría un pecado contra la
ley de Dios o contra la obediencia que es debida al legislador, toda vez que el
sujeto, en nuestro supuesto, ignora su existencia; luego nos hallaríamos ante un «pecado filosófico». Mas he aquí
que el «pecado filosófico» es imposible, según el decreto de¡ Papa
Alejandro VIII (DB 1290); luego no es
posible una ignorancia inculpable de Dios.
Respuesta. La‑ doctrina de la Iglesia parece ser la
siguiente: a) el «pecado filosófico» es imposible en aquella persona que
habitualmente conoce a Dios y', sin pensar expresamente en Él, viola, con plena
libertad y conciencia, el orden recto de la naturaleza. En tal caso el pecado es
siempre teológico y priva de la gracia y del cielo. b) Pero cuando existe
ignorancia invencible e inculpable de Dios, así como de su ley, y se quebranta
deliberadamente el recto orden de la naturaleza, entonces puede hablarse de
«pecado filosófico»; pero en este caso no se cae bajo la condena de la
Iglesia, con tal que no afirmemos que son muchos los que ignoran inculpablemente
la existencia de Dios.
Instancia ulterior. Pero en la misma noción de pecado se incluye un
hecho y una responsabilidad hacia una persona que no es, por supuesto, la
persona que peca, ni es tampoco la sociedad, sino que es «alguien más alto»; luego
el que comete un pecado cualquiera lo comete contra una persona y una ley
«más altos»; pero esto ya sí es un pecado teológico, no filosófico.
Respuesta. Niego el antecedente que voluntariamente se
afirma. El pecado deliberado que se comete contra el recto orden de la
naturaleza, del que se tiene conocimiento antes de tenerlo de Dios y de su ley,
es un pecado contra la razón y no contra ninguna persona ni ninguna ley «más
altos»: lo que ignora sencillamente el pecador. Si es que a tal violación no
se le quiere dar el nombre de «pecado», désele otro, p. ej., «violación del
recto orden de la naturaleza», o «defecto antiestético en materia de
costumbres»; será cuestión puramente de nombre.
ARTICULO II
EL ATEISMO POSITIVO
Tesis 12. El ateísmo positivo «per se» es siempre culpable, tanto en
su comienzo como en su mantenimiento; el ateísmo positivo «per accídens»
puede carecer de culpa actual en su mantenimiento; es más, «per accidens» y
raras veces puede ser inculpable tanto en su comienzo como en su mantenimiento,
incluso en forma duradera.
190. I Parte. EL ATEISMO «PER
SE» SIEMPRE ES CULPABLE, TANTO EN SU COMIENZO COMO EN SU MANTENIMIENTO.
En efecto, el hombre «per
se» dispone de medios con los que puede conocer la existencia de Dios; tales
son: un sentimiento de curiosidad en relación con las causas, especialmente con
la última; unos argumentos sumamente fáciles que prueban la existencia de
Dios; la ordenación del hombre a la felicidad y al conocimiento de Dios; la
disposición que las cosas tienen recibida de Dios con ánimo de que tal fin se
logre; una sociedad en que se imparte comúnmente una enseñanza acerca de Dios.
Luego, en el caso de que alguien niegue a Dios, ello no ocurre «per se», es
decir, por falta de medios, sino en virtud de la culpa de alguien.
191. II Parte. No OBSTANTE,
«PER ACCIDENS» Y RARAS VECES, AUNQUE EN SU COMIENZO SEA CULPABLE, EN EL
MANTENIMIENTO PUEDE SER SINCERO E INCULPABLE ACTUALMENTE, POR MAS QUE SIEMPRE
SEA CULPABLE «IN CAUSA».
Esta parte de la tesis la
negaban con gran frecuencia los antiguos, como el P. Urráburu y otros; pero en
tiempos actuales la admite el P. Descoqs, a quien nosotros seguimos.
Prueba de la tesis. Después que una persona ha llegado a negar
culpablemente la existencia de Dios, movido por razones de carácter sofístico
(o aparente), puede en lo sucesivo escuchar y leer sin interrupción los mismos
sofismas y continuar aceptándolos como los únicos argumentos válidos, y así
despreciar, de forma sumamente duradera, tanto la luz del entendimiento como los
remordimientos de la conciencia. Ahora bien, consta por la experiencia que los
sofismas que se escuchan y se leen una y otra vez, con actitud receptiva, así
como el desprecio de la luz del entendimiento y de los remordimientos, terminan
por producir el endurecimiento del corazón y la obcecación del entendimiento:
todo lo cual hace deponer todo temor, vuelve al alma incapaz de continuar
percibiendo la verdad y produce incluso una verdadera tranquilidad en la
negación de la misma verdad. Y esto puede durar hasta la misma hora de la
muerte, debido a los prejuicios que se adhieren enérgicamente al ánimo. Luego
el ateísmo positivo, si bien es culpable en su comienzo, puede ser
inculpable y sincero en el entendimiento, por más que no deje de ser culpable
«in causa» (en su causa).
192. III Parte. «PER ACCIDENS» Y RARAS VECES,
PUEDE OCURRIR QUE ALGUIEN INCULPABLEMENTE NIEGUE A Dios CON NEGACIÓN POSITIVA,
TANTO EN SU COMIENZO COMO EN SU MANTENIMIENTO HASTA LA HORA DE LA MUERTE.
Esta parte de la tesis
era negada anteriormente por casi todos los autores, antes de que se diera la
triste experiencia del ateísmo soviético; pero, tras esta experiencia, muchos
ya la admiten, COMO WOESTYNE, DONAT, CLAEYSBOUÜAERT.
Prueba de la tesis. Puede ocurrir que los niños, desde los comienzos del
uso de razón, sean llevados por pedagogos depravados a la persuasión de que
Dios no existe, de que no exista más que la pura materia, de que todo el fin
del hombre está aquí en la tierra, y de que la idea de Dios es la raíz de
todas las opresiones que los pobres vienen sufriendo de parte de los ricos.
Puede ocurrir también que los niños adquieran, desde el comienzo, malas
costumbres, por la instrucción que reciben, y que no les sea posible adquirir
una cultura más amplia o más profunda que la que se les da en las fábricas
donde trabajan, ya de mayores. Es así que
la persuasión de que Dios no existe, en las condiciones expuestas, es
inculpable desde el comienzo, siendo así que las mismas condiciones pueden
durar prácticamente toda la vida hasta el momento de la muerte, luego el ateísmo positivo puede ser inculpable en su comienzo y en
su mantenimiento hasta el final de la vida.
Sin embargo, el caso que
contemplamos es «per accidens», pues
no se debe a defecto de los medios ni a mala disposición de las cosas en orden
a que los hombres puedan conocer a Dios a través de ellas; sino que se debe
únicamente a la mala educación. Precisamente por esta causa, el caso que nos
preocupa hemos de decir que es raro; de lo contrario habríamos de admitir que
las cosas están tan mal dispuestas por Dios que resulta inasequible el fin de
conocer a Dios al que Él mismo orientó a todos los hombres. Y decimos,
además, que es raro no porque, de
hecho, no sean numerosos los ateos positivos inculpables, sino porque no
representan, en su conjunto, un porcentaje estimable de la humanidad.
ARTICULO III
EL ATEISMO DUBITATIVO
Tesis 13. El ateísmo dubitativo, en aquella persona que todavía
no ha, llegado a conocer con certeza la existencia de Dios, «per se» es
posible que se dé sin culpa alguna; pero se transforma con rapidez en culpable
si el que tiene la duda no investiga lo suficiente o si, a pesar de investigar,
no la descubre. Se trata de una opinión común.
193. Prueba de la tesis. I Parte.
EL ATEISMO DUBITATIVO, EN AQUELLA PERSONA QUE TODAVÍA NO HA LLEGADO A
CONOCER CON CERTEZA LA EXISTENCIA DE DIOS, ES POSIBLE «PER SE».
En efecto, la índole del
entendimiento humano es tal que, antes de que puedan admitirse proposiciones que
no son evidentes con evidencia inmediata, se tiene de ellas alguna duda, hasta
que, una vez llevada a cabo una búsqueda diligente acerca de la proposición,
terminamos por rechazarla o por admitirla; es así que la proposición «que Dios existe» es una proposición
no evidente con evidencia inmediata, luego,
antes de admitirla, tenemos de ella alguna duda (a menos que se nos haya
transmitido con la educación desde la más tierna infancia).
194. II Parte. PERO SE
TRANSFORMA CON RAPIDEZ EN DUDA CULPABLE SI EL QUE TIENE LA DUDA NO INVESTIGA LO
SUFICIENTE.
Todo aquel que tiene
alguna duda acerca de la existencia de Dios, y por consiguiente acerca de las
leyes dadas por Él, está obligado investigar la verdad; luego
si no investiga como debe, peca, y es culpable si permanece en el estado de
duda.
El antecedente: si no investiga lo suficiente y mientras tanto no
rinde a Dios el culto que le debe, ni le presta obediencia, debe afirmarse que
acepta en su ánimo el ofender a Dios, en caso de que exista; es
así que verdaderamente existe, luego,
de hecho, ofende a Dios y, por tanto, peca. Efectivamente, no sabe con
certeza que, con su postura, ha cometido un pecado, puesto que tampoco tiene
certeza de que Dios exista; pero, como quiera que acepta el ofender a Dios, dado
el caso de que exista, y de hecho existe, se
sigue que, también de hecho, ofende a Dios; ofensa por la cual justamente
recibirá su castigo.
III Parte. Es MAS, EL
ESTADO DE DUDA QUE SE HA DESCRITO SE TRANSFORMA EN CULPABLE SI, A PESAR DE LA
INVESTIGACIÓN, NO SE LLEGA A DESCUBRIR LA EXISTENCIA DE DIOS.
Pues, para aquella
persona que realiza con sinceridad la investigación, el descubrir la existencia
de Dios resulta la cosa más fácil del mundo; luego,
si no llega a descubrirla, o es que no ha investigado con sinceridad, o es
que no ha puesto los medios que realmente tenía a su alcance.
195. Escolio. 1. ¿Es posible que
una persona que ya tenía conocimiento de Dios caiga después sin culpa alguna
en la duda positiva, o por el contrario semejante duda es siempre culpable?
Respuesta. Tal género de duda «per se» es, en cualquier caso,
culpable, pues no puede sobrevenir por falta de medios para mantener una certeza
que ya se ha adquirido acerca de la existencia de Dios. Sin embargo, «per
accidens» no podemos excluir el caso de aquel que, sin culpa propiamente dicha,
caiga en las dudas citadas, debido a las compañías que le rodean o a los
maestros encargados de formarlo, a todos los cuales no puede evitar; o debido a
las lecciones que ha recibido sin darse cuenta del peligro que su religión
corría. Sin embargo, una vez que existe la duda positiva, está obligado en
todo caso a investigar. Ahora bien, si busca, hallará sin duda, y si no halla,
será señal de que no ha buscado con sinceridad, y así se mantendría ‑
desde luego, culpablemente ‑ en la duda positiva.
2. Puesto que la
posibilidad del ateísmo inculpable sólo existe «per accidens», de aquí que
siempre han sido pocos los ateos, y seguirán siendo pocos en comparación de
toda la humanidad, por más que puedan ser numerosos en cifras absolutas.
[1]
Además de los predicados
anteriormente citados se da otro argumento metafísico que se llama
metalógico, el cual se expresa en los siguientes términos: una vez
conocido cualquier ser contingente, se nos presenta por contraposición la
idea del ser necesario; luego este ser existe y la consecuencia no se basa
en ninguna conclusión o en fundamento lógico alguno, sino que se afirma
conforme al método translógico (metalógico), con la ayuda sobre todo del
Sentido Divino que todos tenemos y que con una buena disposición de ánimo
actúa con eficacia en las mentes.
[2]
Muchos que niegan a Dios admiten sin embargo el hecho
de la obligación absoluta; a éstos puede arguírseles con un argumento
«ad hominem» que nace de la obligación, del siguiente modo: tú sientes y
admites una obligación categórica y absoluta; es
así que nadie puede admitir tan gran obligación a no ser que admita al
Legislador poderosísimo y plenamente independiente (en otro caso esta
obligación sería totalmente sin fundamento), luego tú debes admitir al Legislador poderosísimo y plenamente
independiente. Así mismo puede argumentarse basándonos en el mutuo
acuerdo: tú y todos sienten una obligación categórica; es
así que este hecho contiene implícitamente la existencia de Dios, luego
en virtud del mutuo acuerdo hay que admitir a Dios.
[3]
Juntamente con LANGE (Trazado
de Gracia, n.695) y GUTBERLET puede admitirse que «entre pueblos muy
degenerados respecto a la condición primitiva del hombre se encuentran no
pocas personas adultas, cuya razón de tal forma no se ha desarrollado que
no son capaces de pecado mortal, y por tanto hay que compararlos a los
niños» y esto puede decirse incluso de aquellos que no son rudos, pues son
capaces de procurarse los alimentos mediante la caza o de otro modo, y de
defenderse de los enemigos y de realizar algunos pequeños negocios y de
formar una tribu con sus jefes y con ciertas leyes o reglas de vida.
[4]
También a estos ateos
negativos Dios les da las gracias intrínsecas, las cuales sin embargo no
necesariamente son próximamente suficientes para conocer a Dios, sino
remotamente suficientes (BERAZA, Tratado
de Gracia, n.432); sin embargo, a todos éstos al fin de su vida Dios
les infundirá su luz, a fin de que con ella se salven voluntariamente o se
condenen voluntariamente.