PRÓLOGO


Se publicó, por primera vez esta Antropología Filosófica, el año 1995 y aparece ahora la cuarta edición. Entretanto se han hecho traducciones de ella al alemán, al polaco y al ruso, y se preparan otras. Ello es un indicador elocuente de que las personas que han comenzado la marcha adelante en el siglo XXI tienen una apremiante curiosidad por saber qué es la persona humana, de dónde procede, hacia dónde va, qué tiene que hacer en esta vida, por qué y cómo ha llegado a la existencia, y los muchos problemas que van implícitos en tales preguntas. Es decir, que si este libro se ha difundido, sobre todo entre jóvenes, parece que hay que atribuirlo a que los hombres de hoy y de mañana desean ansiosamente, tal vez más que nunca, conocer el sentido, el valor y el significado de esta enigmático ser que es la persona humana.

Hubo otros tiempos en los que esas preguntas no eran tan inquietantes para el espíritu, al menos en los pueblos occidentales, porque se admitían sin controversia las respuestas cristianas y se guardaban en pacífica posesión. Todo cambia con la Filosofía de la sospecha de Descartes, con el Empirismo de los ingleses, Locke y Hume, con el criticismo de Kant, con el Positivismo de Comte y sobre todo con el complejo, enredado y confuso conjunto de elucubraciones, más o menos filosóficas, que se tejen y se destejen en el siglo XX. Cuando este siglo llegaba a su término final, el panorama filosófico era muy pobre y desencantaba a quienes en la Filosofía buscaban respuestas aquietadoras para los interrogantes de su espíritu. Además, a la Filosofía pretendían sustituirle, en la explicación del hombre, las ciencias de la Naturaleza o las de la Economía, porque Marx había dicho que el hombre era no más que un ser «natural» y que se hacía en función de factores económicos.

Se había difundido una desconfianza básica en las posibilidades de que la persona alcanzase verdades, se decía que la Filosofía no era sino «un haz de preguntas», se desconfiaba de «los grandes relatos», es decir, de los sistemas de pensamiento que intentaban explicar el mundo, el hombre y Dios, se tenía miedo a la verdad porque se decía que solía provocar catástrofes, se prefería una «verdad débil» que no comprometiera a nada y, con todo ello, una vida placentera pero sin esperanza.

Con frecuencia el hombre postmoderno –así se ha llamado al hombre de ayer y de hoy– se parece a quien hubiera entrado en lo profundo de un bosque y una vez dentro pierde el horizonte y la orientación y no sabe por dónde ha llegado allí, y hacia dónde tiene que dirigir sus pasos para salir.

Este libro pretendió y pretende, dentro de las posibilidades de un Manual, tomar una actitud más serena, objetiva y esperanzada. Veintisiete siglos, al menos, de pensamiento racional de mentes poderosas, iluminadas muchas de ellas con las verdades reveladas por Dios sobre lo que es y debe ser la persona, significan un tiempo y un caudal suficiente como para que podamos garantizar prudentemente que, en muchas dimensiones de su ser, hemos alcanzado un conjunto de verdades sobre la realidad de la persona humana. Veritas filia temporis, decían los antiguos.

Ya ha pasado el tiempo suficiente y fecundo como para que podamos ofrecer una visión realista y por eso verdadera de lo que es la persona humana. Lo que no quiere decir que no haya más que investigar sobre ella. La persona es el ente mundano que tiene más ser y, por lo mismo, encierra aún mucho misterio. Y el misterio siempre tiene algo de fascinante y atractivo que Llama a penetrar en él. Claro está que las personas que vivan al acabar el tercer milenio habrán descubierto realidades y verdades humanas que ahora se nos esconden celosamente. Pero lo que ahora es verdad siempre será verdad. Y verdad no es sino la realidad que se abre en la mente humana. No hay por qué temer a la verdad conocida y poseída porque todos sabemos hoy que la verdad no debe imponerse a nadie por la violencia sino por la convicción que genera la verdad misma.

La investigación del ser personal ofrece especiales dificultades. La persona es una figura extraordinariamente compleja: es naturaleza, pero es historia, es materia pero trasciende todo lo material, es necesidad pero es libertad, es amor, pero es odio, es individualista pero necesita vivir en comunión con otros, en suma, que tiene mucho de paradójico y de imprevisible. Está escrito el pasado y el futuro de los reptiles, de las aves o de los mamíferos. Con dificultad se escribe la historia de los hombres y nadie se atreve a escribir su futuro. El futuro depende, en gran parte, de la libertad humana y la libertad es una aventura infinita e imprevisible.

De la complejidad de la persona da idea el hecho de que de ella han tenido que ocuparse no sólo la Antropología Filosófica sino las ciencias de la Naturaleza, la Física, la Química, la Biología, la Medicina, la Genética, la Paleoantropología, etc. y además, y muy particularmente, las ciencias del psiquismo y de la comunicación social, como la Psicología empírica y el Psicoanálisis, la Sociología, la Historia, la Política, la Economía, la Gnoseología, e incluso las ciencias del Espíritu más elevadas como la Filosofía, la Teología o la Mística. ¿Qué ser extraño es la persona que puede y tiene que ser estudiada desde tantos y tan diversos ángulos?

Como ya hemos indicado, de la persona sabemos muchas cosas pero seguimos ignorando otras muchas. San Agustín ya confesaba que, ante la muerte de un amigo, se había constituido en un gran enigma para sí mismo («factus eram mihi ipse magna quaestio»). En nuestros días, el enigma humano está sin resolver del todo, y sigue siendo verdad el versículo del salmo hebreo: «Profunditas est horno et cor eius abyssus» (el hombre es una sima y su corazón un abismo). Las actitudes desconcertantes e inesperadas de muchos hombres, en sentido positivo o negativo, lo confirman.

Hay unanimidad, generalmente, en muchas cuestiones de ciencias de la Naturaleza, y desde luego en las Matemáticas; no la hay en las ciencias del Espíritu. La multitud de opiniones filosóficas sobre el hombre, fundadas unas, infundadas otras, han contribuido a la confusión, a un pluralismo anárquico y, en fin, a un desconcierto de muchas personas que al experimentarse sin norte y guía, derivan hacia un escepticismo pragmático que ya denunciaba el profeta bíblico: «Comamos y bebamos que mañana moriremos». De la Antropología Filosófica de Santo Tomás, válida todavía hoy en muchas cosas, a la de Nietzsche tan influyente en el siglo XX, media una distancia abismal. Los ejemplos podrían multiplicarse.

Esta Antropología Filosófica quisiera ser una modesta ayuda, ofrecida a los hombres de hoy, para que puedan abrirse camino entre la maraña de opiniones sobre lo que es la persona y llegar así a una conceptualización de ella objetiva, equilibrada y liberada de prejuicios por el estudio de la realidad como es. Nuestro Jaime Balmes dice: «La verdad en las cosas es la realidad. La verdad en el entendimiento es conocer las cosas tal como son» 1. Escuchar a la realidad y dejar que el pensamiento se guíe por ella es perfectamente posible porque, aunque es cierto que todos tenemos una categorización preconceptual inevitable, o una precomprensión subconsciente, o un lenguaje distinto, es cierto también que todos tenemos una capacidad crítica para confrontar las diversas opiniones, propias o ajenas, con la realidad, y así para quedarnos con ésta. Es lo que también ha procurado el autor de este libro. «Lex entis, lex mentir». Y no hay nada que temer de la realidad y de la verdad. Al contrario, siempre será cierta la palabra de Jesús de Nazaret «la verdad os hará libres» 2.

Es preciso advertir que este libro es un Manual, pensado principalmente para joyenes alumnos universitarios, lo que quiere decir que necesita, para ser comprendido por los no iniciados, una explicación del profesor. Algunos de los temas suponen conocimientos que los alumnos pueden no poseer aún y que el profesor deberá suplir. Quedan además sólo sugeridos temas que, con la orientación del profesor, el alumno podrá estudiar más ampliamente. La bibliografía más especializada va a pie de página y en un breve Apéndice. Lo consideramos suficiente. Establecer un largo elenco de autores y obras suele ser poco útil, sobre todo cuando Internet nos lo sirve todo, perfectamente seleccionado y en nuestra misma casa.

La trayectoria interna de este libro es la siguiente: Después de dos capítulos introductorios, uno de «Nociones generales» (cap. 1) y otro constituido por un elemental recorrido histórico sobre lo que los filósofos han pensado acerca del hombre (cap. II), se expone cómo se ve hoy el origen del hombre (cap. III). Una vez que tenemos al hombre sobre la Tierra, estudiamos aquellos comportamientos que se en-

  1. J. BALMES, El Criterio, Obras Completas, t. XV, Barcelona 1925, 348.

  2. Evangelio de San Juan, 8, 32.

cuentran en el hombre y no se encuentran en los animales (cap. IV). Es preciso explicar tales fenómenos humanos y sus condiciones de posibilidad; ello exige explicar qué es la inteligencia (cap. V) y que es la voluntad libre (cap. VI). Pero ambas facultades sólo se comprenden como propiedades de un ser substancial e inmaterial que llamamos «alma» o «espíritu», cuya realidad, naturaleza y origen es preciso estudiar, tanto más cuanto hoy son temas muy debatidos (cap. VII). Como hechos muy problemáticos para el ser inteligente y libre se estudian el dolor y la muerte (cap. VIII). Y todo el Tratado se cierra con la exposición de algunas de las más específicas manera que tiene el hombre de abrirse a los demás para realizarse a sí mismo: la familia, el trabajo, la sociedad civil, la comunidad religiosa (cap. IX).

Lo que en cualquier caso es necesario es acercarse al estudio de la persona con amor. Sobre la Tierra, y después de Dios, nada hay más sagrado que la persona, y nada merece tanto respeto y tanta ayuda como ella. Para todos aquellos en cuyas manos caiga este libro, su autor desea que les sirva, al menos, como Guía de perplejos.