IV

RELACIÓN TENSA ENTRE EL LLAMADO
«DIOS DE LOS FILÓSOFOS»
Y EL DIOS VIVIENTE DE LA FE

 

Todas las argumentaciones contra las negaciones de la existencia de Dios, no conducen al fin pretendido, si el que pregunta no es llevado por el entusiasmo divino (6Eía µavía) (Phaidros 244a s. 249e, 265a s.). Quien crea poder contentarse con lo fáctico y lo disponible, reducirá también el fenómeno de lo espiritual a procesos físicos y químicos explicables, materiales. En tales reducciones la realidad espiritual cae fuera del campo visual y, en último término, también el sujeto que convierte el mundo en objeto, al interpretar lo espiritual como epifenómeno de procesos materiales. La reducción explica precisamente la realidad que sostiene el acto del conocimiento, como secundaria, e igualmente las realidades de las que el corazón y las posibilidades específicas de la vida dependen, es decir el amor, la confianza y la esperanza.

Pero si no se niega la originalidad del fenómeno de lo espiritual, el mundo aparece en su conjunto con otra luz. Con esta otra iluminación no se responde ya positivamente a la cuestión de la existencia de Dios, pero manifiesta la fragilidad del fundamento de las explicaciones materialistas del mundo. El hombre que se reduce al homo faber, pierde, junto con la espiritualidad, la parte más importante de la realidad que quiere explicar, y también la posibilidad de entenderse a sí mismo como aquel que explica. Apenas se reconoce la realidad original de lo espiritual, aparece la profunda enigmaticidad de la existencia de este mundo y la admiración por su constitución. El mundo sensiblemente perceptible impresiona, por una parte, por las dimensiones incompresibles, la complejidad y la multiplicidad, pero, por otra, también por la claridad inexplicable y la simplicidad estructural que han posibilitado el triunfo, sobre todo, de las ciencia de la naturaleza. Si se observan además los fenómenos genuinamente humanos, sobre todo la tendencia a la verdad, justicia y felicidad, entonces se revela la misma espiritualidad humana como la referencia a un otro, de un horizonte que trasciende la realidad, porque el espíritu humano es incapaz, sólo por sí mismo, de entender su origen, la posibilidad de su realización y la determinación de su fin.

De tales reflexiones resulta la afirmación de que la existencia de Dios puede aceptarse, tiene que aceptarse y es lícito aceptarla. El conocimiento filosófico de Dios se encuentra, no obstante, sobre suelo fluctuante. Según Platón, no puede contestar a las preguntas de la Filosofía de la misma manera que a las preguntas de otras ciencias (Politeia 511c y Siebenter Brief 34le). El preguntar filosófico depende de lo inesperado indeducible que es indisponible y que remite a lo divino 1. Mientras el pensamiento filosófico de Dios se remite a una chispa que se propaga de origen desconocido, alcanza su forma suprema en la pregunta por la realidad indisponible de Dios, verdad que sólo puede ser patente a partir de sí misma.

La cuestión filosófica de Dios, pretende conocer lo más incomprensible del mundo y lo más aparentemente irreal, pero hay que concebir esto, de acuerdo con el tema, como lo que más ilumina y lo más real, en general. Entonces no hay palabras que expresen la realidad avasalladora de lo divino (Politeia 509a y b). Si la realidad de Dios saliese al encuentro directamente, en ese mismo momento sería infinitamente superada y habria alcanzado su meta, la pregunta filosófica por Dios. Como tal encuentro en el mundo puede darse, a lo sumo, momentáneamente o en conexión con la fe religiosa, la búsqueda filosófica de Dios conserva su sentido autónomo. Muestra a los creyentes e increyentes la meta absoluta y los límites de la existencia humana en el mundo y se relaciona con la verdadera situación del hombre. Ella percibe a la vez las debilidades de lo finito y su valor. Debilidades e inmenso valor que pueden ser abandonados por motivos opuestos por creyentes e increyentes. Los creyentes pueden desacreditarla como valle de lágrimas o por el sufrimiento, casi ni percibirlo más que desde la certeza triunfal de la fe; los increyentes pueden desesperar en el mundo nihilísticamente o explicarlo de un modo híbrido para satisfacción propia.

En la cuestión filosófica de Dios, el hombre es el punto de partida de la búsqueda. Ya la presencia de la pregunta por Dios en hombres finitos es un destino indisponible donde la experimentan como decisiva. En último término, la respuesta a esta pregunta depende de si se puede aceptar la existencia del mundo y del hombre a partir de Dios como un don con posibilidad para el bien y se puede asumir con confianza. El valor para creer en un sentido individual y total, no tie-

1. Para el pensamiento de Platón sobre el Principio de lo inesperado conveniente (é aíívr/s) vide DsP 26; la parábola de la cueva (Politeia 514a-517a) muestra que sólo el suceso del cambio indeducible podría provocar la búsqueda filosófica de la Filosofía cuya meta es la contemplación de la verdad absoluta (518d).

ne por qué hundirse cuando se ve que sólo hay que realizarlo en el saber de la ignorancia y que sigue impugnado por el mal existente. Esta visión puede relativizar la oposición convertida en tópico, entre el Dios de los filósofos y el Dios viviente de la fe, con lo que se han construido, a veces, falsos frentes entre el pensamiento filosófico y la fe religiosa2.

A pesar de esto, está justificada la pregunta sobre la relación del pensamiento filosófico sobre Dios y el Dios viviente de la fe. Aunque hay que suponer que la respuesta decisiva a esta pregunta sólo puede darse a partir de la conciencia de una presencia viva de Dios, aparece con todo, que, el problema de la relación entre el llamado Dios de los filósofos y el Dios viviente de la fe, asoma, al menos, ya en la Filosofía. Este problema posee el doble rostro que en todas partes corresponde a la Filosofía en su relación con la cuestión de Dios. Por una parte, parece que el Dios de los Filósofos está libre de la contingencia de una verdad puramente creída y que ofrece un conocimiento superior a la fe; por otra, parece que la Filosofía se imagina aquí sólo un ideal, que carece de relación con la vida, y de los signos de la omnipotencia soberana y libre de Dios. En lo que sigue se considerarán algunos trabajos importantes de este problema en la Filosofía. El fundamento se pondrá con Platón y Aristóteles; luego sigue el esbozo de la culminación de la discusión moderna, que comenzó con Pascal y que fue llevada adelante a través de los puntos de partida metafísico-críticos de Kant y de Heidegger.


&
11 Distancia entre el pensamiento humano
sobre Dios y la realidad de Dios en la Filosofía de Platón

Incluso la consideración superficial de los textos filosóficos que se conservan de Platón hace ya ver que giran en torno a las preguntas de la Metafísica, que estas preguntas son contestadas no dogmáticamente y que se buscan sus ensayos de solución por medio de la conversación científica. Con todo, partes de la investigación sobre Platón defienden una concepción que hace que su Filosofía parezca la imagen modelo de la Metafísica dogmática. Esta concepción que cuenta con menos motivos objetivos que histórico-tradicionales, ya que la Filosofía de Platón se desarrolló hasta Schleiermacher más que por sus obras auténticas por la sistematización de las escuelas neoplatónicas. Porque los diálogos son los que reflejan, ante todo, el carácter de la Filosofía de Platón, la presentación se

2. Vide Mtpas 19: «El Dios de los filósofos es insensible, el de la Biblia hipersensible». Vide sobre esto el fragmento Die Exzesse des Philosophengottes, Mtpas 295-307.

construirá sobre ellos 3. En los pasajes de los correspondientes diálogos, se exponen algunas de las opiniones principales de Platón sobre la cuestión de Dios y serán investigadas por su significación para la pregunta por el Dios viviente. Como contraste, se aduce también la Teología aristotélica que parece que representa el arquetipo del Dios de los filósofos. El carácter metafísico, adogmático y científico de la Filosofía de Platón tiene como consecuencia un lenguaje más bien negativo y no lleva a una fijación objetiva. A pesar de que la cuestión de Dios en Platón desempeña un papel central, no existe diálogo propio consagrado exclusivamente a este tema. No se sigue de ahí, en manera alguna, la afirmación corriente de que Platón habla sólo predicativamente de Dios como es el caso general en los griegos 4.

Un dato inequívoco de la exactitud de la afirmación de que el discurso y el pensamiento de los antiguos griegos sobre Dios y los dioses no sólo servían al fin de predecir la divinidad del ser o de sus manifestaciones, es el hecho del mal, de lo perverso y del sufrimiento. Dios y lo divino pueden ser válidos sólo como predicciones del ser y del todo, en cuanto que este todo, en cierta medida, está en la vertical sin la necesidad de una esperanza que apunte más allá del mundo. Mientras exista en los antiguos griegos el discurso sobre la envidia de los dioses, mientras haya ensayos de Teodicea, está claro que el concepto de una isla feliz en el mundo, a la que le corresponda ya divinidad por sí misma, pasa de largo el pensamiento de los griegos.

Karl Reinhardt ha mencionado como un doble fundamento de la concepción griega de Dios, que sólo se puede entender, si al hablar de Dios y de los dioses, se reivindica una realidad independiente. Este fundamento es «en primer lugar la omnipotencia y la predeterminación, que piden igualmente una colaboración del hombre, en segundo lugar, la justicia de Zeus, quien fija un castigo a toda injusticia» (ARTh 13). La respuesta del hombre que corresponde a esta concepción de Dios es la oración, que encuentra su expresión adecuada en el sacrificio, en el ruego, en el lamento y en el agradecimiento. Estos actos, que abren esencialmente una distancia respecto a lo fáctico, presuponen, por una parte, la finitud y la indigencia del hombre, pero por otra, su referibilidad a una potencia trascendente, que puede corresponder a los mejores impulsos del hombre.

El saber de la ignorancia, expresión de la situación esencial del hombre entre sabiduría e insciencia, abre la Filosofía de Platón a la realidad independiente de

  1. Con una unilateral acentuación de la llamada doctrina no escrita que se apoya en antiguos documentos referentes a la actividad de las lecciones; para la discusión vide PuLP; últimamente ZnIP; para el desarrollo de la investigación de Platón vide también DPb.

  2. Vide GdH 1, 17s.; la tesis es frecuentemente repetida, aunque Wilamowitz no lo ha relacionado expresamente con Platón; igualmente se afirma en artículos sobre Platón, que Wilamowitz ha mostrado(!) «que "Dios" en los griegos no es un nombre propio sino un concepto predicativo», se dice frecuentemente; (AfG 278). También falta la relación con los textos en AR 210s. La argumentación gramatical de Kerényi no tiene relación con el uso lingüístico de Platón.

lo divino. Cierto que Platón como anteriormente Jenófanes, Parménides o Heráclito, critican las concepciones tradicionales de Dios (p.ej. Politeia 377s.). Sin embargo, no rehúsa completamente las maneras de hablar míticas tradicionales, claramente con la conciencia de que sólo por medio de ellas se expresa el poder de lo divino que no puede desmembrarse en predicados.


a) Rasgos esenciales de los discursos expresos
    sobre Dios en los escritos de Platón

Cuando se pasa revista, sólo por encima, a los escritos de Platón aparece que él habla de Dios, los dioses y lo divino, más bien incidentalmente. Atendiendo a sus discursos expresos sobre Dios, que serán aquí el fundamento de la investigación, se puede indicar en primer lugar la presencia inmediata de lo divino en una voz, que va unida al ideal de una justicia divina. Inmediatamente se puede indicar que la esperanza más allá de la muerte está en relación con la cuestión de Dios.

En un contexto más limitado, se encuentra además de estos motivos la tendencia que caracteriza a los Filósofos hacia la verdad y la justicia divinas5. Conjuntamente constituyen el fondo por el que Platón hace que se conciba a Dios como autor y padre sin envidia del conjunto del mundo, como fundamento que posibilita la libertad del hombre y, al final, como el fin y juicio de la tendencia humana a la sabiduría y justicia.

Sobre una presencia de lo divino en el daimonion se habla, sobre todo, en la Apología de Sócrates. Cierto que Sócrates cae víctima en su proceso finalmente por impiedad, ya que los responsables oficiales le denunciaron por ateísmo y fue declarado culpable en la asamblea del pueblo. Contra el contenido de la acusación, invoca Sócrates, en su defensa, su muy íntima relación con algo divino y daimónico (theion ti kaí daimonion). Menciona una voz que había oído desde la infancia, y dice de ella que cuando se deja oír, siempre le contradice en algo que quisiera hacer pero que nunca todavía le había tratado de persuadir (Apologie 31d). El supuesto de que el theion ti kaí daimonion fuese algo semejante a la conciencia, ciertamente no es absurdo. Sócrates vive y explica su vida, con esto, por una relación con lo divino, que aparece en determinadas situaciones, aunque aquí sobre todo sólo como una voz que avisa y que le mantiene cauteloso ante ciertas acciones (vox Dei).

Platón también dice positivamente hacia dónde tendría que dirigirse la tendencia del hombre. Como suprema virtud aparece en la Política la justicia que ha de llevar a las diferentes fuerzas y perfecciones del hom-

5. Vide PM 240; estas tres potencias anímicas bajan, según Reinhardt, «al mito desde el cielo abajo a la tierra».

bre a la unidad armónica (Politeia 443c/d). El ideal por el que el hombre se ha de esforzar es la perfección de Dios. De ésta dice Platón que Dios de ninguna manera es injusto; más bien es, en el sentido supremo, perfectamente justo, y que nadie es más semejante a él que el que sea el más justo (Theaitetos 176b/c). Meta final del filosofar es, en consecuencia, la semejanza con Dios, hasta donde llegue con sus fuerzas (Theaitetos 176b). Esta justicia divina ha de ser apetecida en el concreto vivir la vida, por ejemplo, realizando el estado justo. Platón anima a la esperanza de la ayuda divina a los que intentan realizar esta justicia en la vida, incluso cuando se tuviera que sufrir bajo la pobreza, la enfermedad y otros males. El cree que ciertamente no será abandonado por los dioses quien se afane por ser justo ejerciendo la virtud, en ser semejante a Dios en cuanto sea posible al hombre (vide Politeia 613a/b). Tal esperanza en Dios, protege, finalmente, a Sócrates más allá de la muerte. Concluye la Apología con estas palabras: «Con todo, es tiempo de que vayamos, yo a morir, y vosotros a vivir. Pero quién de nosotros dos vaya al mejor negocio, esto está oculto a todos excepto a Dios» (42a). Se muestra persuadido de que Dios conoce las situaciones de los hombres. Según la Apología de Sócrates puede afirmarse que el pensamiento sobre Dios de Platón posee un fundamento vital, que arrastra tras sí consecuencias práctico-morales y ontológico-antropológicas.

Teniendo en cuenta el desafío al hombre de la muerte, tema de Fedón, resultan argumentos en pro de la inmortalidad del alma, pero no de manera que hubiera que probarla dogmáticamente (vide PAST 20-23). Queda la tarea de la decisión personal que pide valor para asumir y configurar su vida en este mundo por la esperanza en una vida más allá de la muerte. El fin de las investigaciones de Fedón es hacer posible la confianza hasta más allá de la muerte. Sócrates dice: «A vosotros jueces quiero hablaros ahora de que yo, con razón, soy de la opinión de que un hombre que viva verdaderamente su vida filosóficamente tendría que ser consolado cuando está a punto de morir y con la alegre esperanza de que allí, cuando está muerto, se logrará el bien en plena medida» (63e/64a). El tema de la prueba no es la visión de la inmortalidad del alma, sino únicamente el que puede dirigirse a la muerte con razón lleno de esperanza. Quien con tal esperanza asume el peligro de la existencia, vive en un hermoso peligro (114d), pero quien busca evitarlo, oculta la peligrosidad de su ser, que no puede quitársela, por otra parte, de encima y se encuentra, por tanto, en un peligro terrible (107c).

Por el Fedón es claro que Dios desempeña un papel central para el filósofo, sostenido por esta esperanza. Esto resulta, por una parte, del mito del destino de las almas después de la muerte, en el que se conduce a las almas al juicio, donde reciben el juicio justo por su vida (107d-115a; vide Politeia 608c-621 d). Por otra parte, se puede indicar el pasaje del final del diálogo, en el que Sócrates manifiesta su persuasión de que en todo caso al Dios y la Idea de vida hay que llamarlos inmortales (Phaidon 106d). Sócrates presupone allí: que la idea del alma, que da la vida al cuerpo, no puede recibir la muerte. Pero no ve en esto claramente todavía ninguna prueba suficiente de la inmortalidad del alma de cada hombre. Parece que quiere apuntar a la necesidad de que el Dios esencialmente inmortal de las almas del hombre individual, a cuya idea le corresponde ya en sí misma la inmortalidad como una concreta realidad, presta también la inmortalidad propia de la idea de la vida, de manera que todo hombre singular finito puede ir a la muerte con valor y buena esperanza (Phaidon 64a).

Esta esperanza en una vida después de la muerte va unida a la confianza de que el ser del todo está en las manos de Dios, sin que Dios pueda ser comprendido por los hombres en su interior verdad (p.ej. Politikos 273d). Aunque Platón designa la idea del bien como origen de todo, se niega, con todo, a toda tematización de lo bueno en sí mismo (Politeia 506d/e). En conexión con la manera de hablar de Tomás (S. Th. I, 2, 2c), habría que decir que únicamente se conocerán los efectos de Dios, pero él mismo permanece desconocido. El efecto de Dios se relaciona con toda la realidad mundana tanto con su ser como con su acontecer, del que es parte también la posibilidad del conocimiento humano. Pero el origen de todo está más allá de la existencia y la supera en dignidad y fuerza (Politeia 509b).

Platón llama a Dios Autor y Padre del todo. Para Platón este modo de hablar es conscientemente metafórico, ya que está persuadido de que no se puede hablar de Dios fácilmente de un modo adecuado (Timaios 28c) 6. El ve ya el dilema de que no se puede hablar de Dios en forma de demostración, pero los que niegan a Dios, provocan con sus dudas un modo de hablar demostrativo 7. Hay que mencionar especialmente el motivo de la carencia de envidia en Dios. No tiene envidia quien ni necesita ni le molesta la posesión de los otros. Únicamente el dador sin envidia, el autor del universo puede ser el Padre amante que convierte la creación en un Dios deveniente o en un Dios perceptible (vide Timaios 29d/e, 34b, 92c). Lo que siempre ha de poder llegar a ser semejante a Dios, ha de

  1. Vide IWPT 269, respecto a esta interpretación de Gadamer, la creación del mundo por los demiurgos no es otra cosa que el conocimiento del mundo por el hombre; contra este ensayo de desmitologización vide UPT249-255.

  2. Vide Nomoi 890b/d, 897b/c; Phaidros 245d/e; Timaios 31a. El alma del mundo y el demiurgo no son Dios, sino miembros de enlace entre Dios y el mundo (p.ej. Nomoi 899d).

ser libre porque hay que concebir a Dios como libertad infinita. Si Dios quiere la semejanza del mundo con Dios, también quiere la libertad.

Si Dios lo mantuviese todo en sus manos desde el origen del universo, no quedaría espacio para otra acción original que la actividad de Dios. Por el hecho de que haya en el mundo mucho mal, concluye Platón, que Dios no es la causa de todo en el mundo (Politeia 379b/c). Está persuadido de que el hombre es capaz de llevar una vida independiente y responsable, cuya significación alcanza hasta la eternidad. Tal responsabilidad humana concierne al estado moral de cada uno, elegido por uno mismo (vide Politeia 617e), pero también el talento de los cuerpos del Estado que están en las manos del hombre (Politico 272e). Platón entiende a Dios, no puramente como autor sin envidia de todo, sino también como el Padre que se ocupa de los hombres. Por eso explica expresamente que hay que exhortar a aquel, «que cree que ciertamente hay dioses, pero que no se preocupan de los asuntos humanos» (Nomoi 899d). El interés de Dios por el mundo comienza ya por el orden fundamental, en el que un ser responsable puede desarrollarse libremente. Por esto habla Platón de Dios como conductor del mundo, pero habla de tal manera que Dios confía al hombre la responsabilidad de sí mismo y del mundo y le ha entregado la tarea de la libre autorealización con la posibilidad de formarse a sí mismo. Con esto surge la posibilidad y la necesidad para el hombre de la elección de su especial ser. Se ha planteado al hombre la tarea del cuidado de arreglárselas él mismo de manera que él mismo ha de procurarse los aprestos para su vida (Politikos 260e, 267a/b, 274d, 275c, 276d/e, 279a, 307e). Con todo, no está cortado completamente el vínculo de lo divino. En el caso en que la situación del mundo se desviase, intervendría salvadoramente el timonel del universo. Dios que ha ordenado el mundo permanece cuidando el mundo aunque ha confiado al hombre también su destino para que se cuide de arreglárselas él mismo 8.

Finalmente Dios es concebido como medida y juicio de la tendencia humana a la sabiduría y a la justicia. La consumación de la sabiduría y de la justicia que sólo imperfectamente puede alcanzar el hombre, la afirma Platón de Dios como real (Theaitetos 176b/c). El hombre, como ser intermedio entre sabiduría e ignorancia puede aspirar, con el propio esfuerzo, a su semejanza con lo divino hasta donde ello sea posible. Pero necesita siempre una consumación, que él no se la puede dar a sí mismo (vide Symposion 204b).

8. Para la disposición repentina, divina vide Politeia 499b/c y 515c, Symposion 210e, Siebenter Brief 341e; (Politikos 303b).

Las afirmaciones de Platón sobre Dios y lo divino pueden resumirse de la siguiente manera: 1. la voz de Dios es experimentable inmediatamente en la conciencia; 2. Dios es el más justo; 3. la divinidad equivale al fin ideal de la vida y de la tendencia humana; 4. Dios hace posible una esperanza del hombre más allá de la muerte; 5. Dios es el autor incomprensible y sin envidia del mundo; 6. Dios emancipa a los hombres por la libertad, él es libremente activo y cuida del camino del hombre; 7. Dios es el fin y el juicio escatológico de toda tendencia humana a la sabiduría y a la justicia.

Esta concepción de Dios, se caracteriza por la inmediata experimentabilidad, que se cierra, a su plena comprensión teórica De la misma manera piensa Platón en reflexiones teóricas y prácticas sobre Dios. La doble tesis de la incomprensibilidad y, a pesar de eso, de la necesidad teórica que, impulsa, a pesar de todo, a pensar en Dios, están ilustradas en las comparaciones centrales de la Politeia. Platón sitúa así el pensamiento en la tensión entre afirmación, negación y ascensión de las expresiones. Subraya el motivo negativo de que los hombres no pueden saber de Dios. Sin embargo, queda claro que en la Filosofía ha de hablarse de Dios. Quien pudiera conocer a Dios poseería sabiduría divina y no necesitaría de la Filosofía. En el saber de la ignorancia, garantiza Platón, consecuentemente, la realización suma de toda posible sabiduría humana (Apologie 20d). El lenguaje de Platón sobre Dios está, en consecuencia, muy cerca de la religión, ya que está sostenido por la fe en la acción reveladora de Dios en y al mundo.


b) Carácter fundamental, teóricamente reflexivo,
    de la Teología de Aristóteles

Las expresiones de Platón sobre la cuestión de Dios, aparecen, dentro de los Diálogos, de pasada las más de las veces, elaborados preferentemente en forma de discusión, en forma de diálogo. Platón garantiza en sus obras, con esto, la vitalidad del discurso oral; los Diálogos son más bien requerimientos que pretenden hacer filosofar por sí mismo que representaciones dogmáticas de las concepciones de Platón. Así se entiende la tesis de que quien filosofa tendría que ser capaz de demostrar que lo escrito es de menos valor: (Phaidros 278c). Porque las hipótesis de los Diálogos representan únicamente etapas transitorias 9, hay que atender menos a las opiniones de Sócrates y más bien a la verdad10.

  1. Vide p.ej. Phaidon 70d y 106d, en donde con formulaciones que suenan a casi lo mismo se concede la posible imperfección de las pruebas.

  2. Vide en este sentido KrV B 865: «Se puede aprender, por tanto, entre todas las ciencias de la razón (a priori) solamente Matemáticas, pero nunca Filosofía (aunque sea históricamente); en lo que refiere a la razón, a lo sumo, aprender a filosofar».

Aristóteles, veinte largos años discípulo y miembro de la Academia fundada y dirigida por Platón, expuso su Filosofía en conexión y en oposición a la Filosofía de Platón, y privilegia la orientación empírica de la Filosofía presocrática. A diferencia de la tradición de las obras de Platón, de las que se transmiten determinados escritos para el público, pero apenas los textos de las lecciones de las clases, el conocimiento de Aristóteles se basa ampliamente en los manuscritos que servían, a veces, como resúmenes al modo de guías de las lecciones. De la misma manera es conocido hoy el pensamiento de Platón, sobre todo, por sus Diálogos. En Aristóteles son el centro las lecciones. Aristóteles aparece en ellas como pensador de problemas que ensaya poner sobre el tapete y reflexionar, sobre todo, el espectro de las posibilidades históricas y sistemáticas.

En primer lugar, Aristóteles asumió algunas de las tesis de la Teología esbozada por Platón. Por ejemplo, la tendencia a la actividad imperecedera (áOavavZEtv), correspondiente a la semejanza con Dios11, también sobre la tendencia a una vida que perdura más allá de la muerte. Sobre la cuestión de la inmortalidad, se manifestó Aristóteles en el Diálogo Eudemos, transmitido fragmentariamente, en cierto modo, a su equivalente en Fedón de Platón. En el fondo de los conceptos de Eudemos se encuentra, presumiblemente, una imagen de Dios, absolutamente plena de tensión en relación con la Teología filosófica de la Física y ante todo de la Metafísica, fundadas en su cinética física y psicológica. Lo especial del Eudemo consiste en que defiende la tesis de que el alma de un difunto es más clara que anteriormente consciente a los amigos con los que estuvo unido en el mundo. La perfección del alma humana no es concebida aquí con la autosuficiencia autártica del puro pensar, como lo es en conexión con la Metafísica como esencia pensada de Dios, sino que en conexión con la Ética a Nicómaco puede aparecer como la posibilidad suprema de la acción humana (para el contenido y significación del Eudemos vide Ari).

A pesar de que la Teología filosófica de Aristóteles seguro que poseía más aspectos de lo que muestran los textos tradicionales, la intepretación ha de ceñirse, no obtante, a estos textos conscientes de que sólo alcanzan un fragmento corto de todo su pensamiento. Es memorable la Teología aristotélica, sobre todo su exposición en el libro doce de la Metafísica en el que se supera, desde el comienzo, el politeísmo impugnado por Jenófanes. La Teología racional especulativa de Aristóteles parece que presenta una abierta imagen modelo del Dios de los Filósofos. Aristóteles ensaya concebir a Dios como puro pensamiento, pensamiento que se concibe a sí mismo en una reflexión inobjetiva como substancia suprema y vida suprema.

11. Vide NE X, 1177b 33. El fin es acercarse a la forma suma de vida y, a la vez, inmortal; vide Theaitetos 176b.

Según una concepción, frecuentemente repetida falta de ideas, el nombre de la Metafísica fue al comienzo un título confuso para los libros que venían después de la Física. Parece, sin embargo, más exacto, ver de antemano en el nombre Metafísica algo en relación con el asunto que se refiere al objeto (vide EBNM). Ya Alejandro de Afrodisia intepretó el nombre en relación con el asunto como Primera Filosofía y añadió que la Metafisica en relación con nosotros viene despues de la Física 12. Porque el conocimiento humano comienza siempre por la percepción (ratio cognoscendi), es, por tanto, la Física para nosotros y según el tiempo, lo primero. Después de la Física surgen entonces las preguntas que Aristóteles agrega a la ciencia buscada que ha de investigar los primeros fundamentos del ser (ratio essendi). Aristóteles entiende la ciencia buscada como la ciencia divina (Mp A, 982b-983a) o como Filosofía teológica (Mp E, 1026a 18s.). Para él es la suma de las tres disciplinas teóricas de la Filosofía, es decir, la Matemática, la Física y la Teología, porque ella es en su sentido supremo la ciencia que prueba con necesidad a partir de las causas. Aristóteles las distingue de la experiencia, que solamente conoce el qué pero no el por qué de lo real. Los fundamentos del ser investigados dentro de la Primera Filosofa avanzan, por tanto, en último término, al primer fundamento, al que Aristóteles, con lenguaje religioso llama Dios. Aunque Metafisica, en este sentido, es Meta-Física, hay que advertir previamente que Aristóteles desarrolla no sólo la Teología a partir de semejantes puntos de partida físicos, sino que añade también consideraciones especialmente psicológicas y noológicas que desempeñan un papel central en ella.

La Metafisica representa la coronación de la Filosofía aristotélica, es decir, la doctrina del ser supremo. Platón ya se había alejado de la univocidad, diferentemente interpretada de las afirmaciones sobre el ser de los Eleatas y de los Atomistas. Como ser entendieron los Eleatas el ser espiritual pensable, Ios Atomistas, sin embargo, Ios materiales más pequeños de la materia. Platón mantiene, entre ambos, una posición media (p.ej. Theaitetos 180e). Aristóteles defiende esta posición media en la forma más aguda y subraya que el ser es expresado de múltiples maneras (p.ej. Mp Z, 1028 a 10). El intenta entender el movimiento con más intencionada intensidad que Platón; también este camino conduce en último término a la Teología. Platón había acudido a la Física más bien para interpretarla filosóficamente y para cuestionar, por una refle-

12. Vide EBNM 146s.; ademas 160s. (puntos de vista didácticos); 165s. contiene datos para la afirmación de que la secuencia de los escritos de Aristóteles, la había planificado él mismo; 171s. se mostrará que, al menos, en la generación de Aristóteles el nombre fue entendido según el contenido.

xión genuinamente filosófica, su arrogancia, en el caso en que expusiese una imagen del mundo reducida a la materia y a la fuerza 13.

Un pasaje que caracteriza el punto de partida de la Teología metafísica de Aristóteles, lo tradujo y comentó Hans von Arnim (Ph VIII, 253 a 22s.): «La experiencia enseña que hay cosas que ora se mueven ora están en reposo. Por la referencia al hecho de esta experiencia, podemos rebatir tres posibles visiones: 1. que todas las cosas siempre se moverán (el dogma heraclitano), 2. que toda las cosas permanecen inmóviles (el Eleatismo), 3. que algunas cosas siempre están en reposo, otras siempre se moverán (punto de vista platónico). Hemos puesto luego la frase de que todo lo movido es movido por algo, lo cual puede ser inmóvil o movido; y ciertamente movido o por sí mismo o por otro; y así llegamos a la frase de que el comienzo de todas las cosas movidas... ha de ser lo que se mueve a sí mismo, pero, ante todo, lo inmóvil» (EAG 38).

El libro doce de la Metafísica, el texto más importante para la Teología de Aristóteles, comienza por las diferencias entre los modos de ser. La primera diferencia aducida entre el ser substancial y el accidental, no hay que investigarlo. Ella explica, con todo, que los fragmentos decisivos tratan del ser independiente, substancial (vide Mp A, 1071 a 1). En relación a tal ser substancial hay que distinguir de nuevo entre tres modos de ser, es decir, en primer lugar entre lo que es precepible por los sentidos y lo que como realidad espiritual está separado de lo perceptible; en relación a lo perceptible sensible hay que distiguir ulteriormente entre los modos de ser de lo eterno y de lo transitorio (Mp A, 1069a 30s.).

Aristóteles explica, en conexión con estas distinciones, que los dos primeros modos de ser (ovala) son parte de la Física, ya que están en relación con el movimiento, pero el último forma parte de otra ciencia que no tiene origen común con la Física (Mp L, 1069 b 2). Está convencido desde el comienzo de que hay que reflexionar sobre el ser cambiante, investigado en la Física, en que el movimiento de todo lo movido no tiene su origen en ningún otro movido. De este modo ha de ir ante todo a la pregunta sobre si hay que presuponer una causa inmóvil y no perceptible del movimiento. Esta pregunta será precisada y contestada en el sexto capítulo.

Aristóteles comienza allí con la tesis de que ha de haber un ser eternamente inmóvil, si se quiere poder entender la realidad de lo movido (Mp A, 1071 b 5s.). Aristóteles parte inmediatamente de que el movimiento es el paso de algo posible a la realidad y que este paso sólo se puede dar por algo real. Bajo este presupuesto no hay movimiento al-

13. Vide Phaidros 229e; Phaidon 296a s.; vide la significación de la Física en la comparación de la parábola de la Línea de la Politeia (509b s.) yen el programa de conjunto del Timaios.

guno o hay que partir en último término de algo real inmóvil en sí mismo que es pura actividad (Mp A, 1071 b 20). Con estas reflexiones, que Tomás asumió de un modo muy parecido a (S. Th, I, 2, 3c; vide & 8c), parece que se ha planteado una tarea insoluble: El ser necesario de la causa, por una parte, ha de ser concebido concretamemte como actividad inmóvil, por otra, ha de encontrarse en este inmóvil simultáneamente el primer fundamento de todo moviento. A partir de esta exigencia de que este primer fundamento de todos los movimientos ha de ser inmóvil en sí mismo, porque de lo contrario él mismo necesitaria de un fundamento del movimiento, Aristóteles llega a la ulterior conclusión de su inmaterialidad (vide Mp L, 1071 b 20).

Toda actividad conocida por la experiencia no es otra cosa que movimiento, paso de lo que es puramente posible a la realidad. Lo posible parece ser así anterior siempre a lo real. Sólo lo que ya fue posible anteriormente, parece realmente poder devenir. Si se comprende este pensamiento exactamente, es conecto. Se trata solamente del devenir de lo real. Todo devenir presupone, con todo, una realidad no devenida, que no deviene. La posibilidad precede en cada cambiante a la realidad, en relación a la existencia de lo que deviene en general posee el primado, con todo, la realidad (Mp L, 1072 a 2ss.; además DuE, esp. 135ss.).

Aristóteles parte, en razón de la convicciones físicas de su tiempo, de que un cielo superior, las esferas fijas de las estrellas, se encuentan en un movimiento ininterrumpido y uniforme. Este movimiento ininterrumpido y uniforme puede ser pensado solamente si no se da en los que mueven ningún cambio. De ahí se sigue que ha de haber algo que es inmóvil y simultáneamente mueve; esto presupuesto, ha de haber, por tanto, algo que no es movido y, sin embargo, a la vez, es motor; esto ha de presuponer, por tanto, que haya algo que mueve, que mueve todo lo otro, sin que él mismo sea movido; ha de ser eterno, ser verdadero y realidad activa (Mp A, 1072 a 24ss.).

Hasta aquí parece que la conexión objetiva es propuesta únicamente por la Física. En la frase siguiente, aparece una indicación más clara a una motivación que va más lejos. Sin tales motivos que rompen el horizonte de la Física, terminarían las investigaciones en la aporía, no llevarían, por tanto, al concepto del ser sumo, perfecto. Solamente esta unión de los motivos físicos con los psicológicos, morales y religiosos, hace que se convierta en teológica la secuencia de pensamientos. Sólo en tanto en cuanto se ponen en juego Psicología y Noología se puede considerar solución teológica, en general, la doctrina del movimiento. Este hecho no es suficientemente valorado en las exposiciones críticas de la Teología de Aristóteles 14.

14. Vide p.ej. la tendencia fundamental de la investigación en sí tan valiosa UG, esp. 53-65.

Aristóteles dice, en el pasaje decisivo, que lo que es motor sin ser movido es a donde se dirige el deseo y el pensamiento (Mp L, 1072 a 26s.). Sólo es claro en esta línea que, por principio, apunta a más allá de todas las reflexiones físicas, que algo no movido puede ser en general el fundamento de un movimiento. De los fines de la tendencia y del pensamiento humanos resulta que algo eterno, en sí en reposo, pueda ser concebido como realidad perfecta. Tal realidad perfecta puede ser tan atractiva para lo menos perfecto, que lo menos perfecto tiende a partir de sí a lo perfecto, sin que lo perfecto deba moverse para desencadenar este movimiento de lo impefecto. Lo perfecto mueve, según esto, en cuanto que atrae a lo menos perfecto como un amado, con lo que, por tanto, lo imperfecto tiende a la perfección. Este tender no es posible por una capacidad de lo imperfecto, sino por la norma que viene de otra parte. Toda perfección de lo imperfecto presupone que lo perfecto mueve como lo amado (Mp L, 1072 B 3). Con esto, el pensamiento pasa fundamentalmente al plano de las categorías noológicas y personales. Hasta dónde Aristóteles ha respondido a esta exigencia del motor con su pensamiento de Dios, es algo que también puede ser examinado críticamente 15.

Lo inmóvil, parece, según una concepción ordinaria, que no es algo perfecto. Aristóteles en manera alguna entiende la inmutabilidad de Dios como rigidez, sino como la vida suma, como pura actividad (Mp A, 1072 B 29s.). Esta vida suma y el puro ser activo de Dios, lo interpreta como la esencia de la capacidad espiritual y de su realización (vide Mp L, 1074 B 22s.). A la pregunta sobre qué es lo que piensa este pensar divino, da una respuesta que siempre apunta a lo divino y a lo más digno (Mp L 1074 b 26), por tanto, está orientado a sí mismo. Aristóteles concibe también la visión espiritual como la actividad que más felicidad produce, puesto que se dirije a lo mejor (vide Mp L, 1072 b 13-20). Como pensar es la actividad mejor, porque no necesita de otras y produce felicidad, experimenta su suprema perfección cuando se dirige a sí misma, si el espiritu pensante y pensado son, por tanto, lo mismo (Mp L,1072 b 21s.).

Aristóteles termina su reflexión con la tesis de que Dios es a la vez viviente, eterno y perfecto (Mp L, 1072 b 30s.). Lo movido en el mundo hace que se pueda sacar la conclusión de la existencia de un pirmer motor inmóvil (Mp L, 1073 a 26s.). El motor inmóvil es amado por todos los otros por su perfección y divinidad (Mp L, 1074 b 16 y 21). Dios es

15. La idea de creación, que no se encuentra en Aristóteles, según Lévinas en Dios va más allá de un ser eterno satisfecho de sí: «l' idée de création qui, en Dieu, dépass un étre étemellement satisfait de soi» (TI 193s. /TU 316).

actividad suma, que tiene como fin –a lo sumo–, a sí mismo. El Dios pensado en conexión con la cinética física y psicológica es pensamiento como pensar del pensar (Mp L, 1074 b 34s.).

Para quien fuese problemático este concepto especulativo de Dios, ha de tener en cuenta que una Teología que pretenda liberarse del Dios pensado, ha de conocer el peligro en el que cae, si renuncia a la comprobación racional. La problemática, que ciertamente existe, del Dios de los filósofos, no convierte en inútil el pensamiento filosófico de Dios. Más bien sigue siendo necesario preguntar en dónde se encuentran sus oportunidades y en dónde le acechan los peligros de escurrirse. El punto de partida de Aristóteles para pensar a Dios como fin de la ciencia buscada, conserva, en todo caso, su significación.


c) Carácter apologético, negativo y mitopoyético
     de la Teología filosófica de Platón

Podría ser que Platón ya pensó algunas de las preguntas que se plantean en relación al pensamiento racional-discursivo sobre Dios, como lo expone Aristóteles. No se puede además excluir que la Teología Aristotélica está más abierta a la fe en el Dios viviente de lo que a primera vista quiere justificar. En cuanto este Dios, filosóficamente pensado, se muestre atractivo para lo finito, puede preguntarse a la vez cómo es posible su atracción ya que parece que es concebido como relacionado exclusivamente consigo mismo. Cómo puede lo infinito despertar el deseo de lo finito e iniciar su movimiento hacia la perfección como consumación, sigue enigmático. Aristóteles conocía las preguntas y las repuestas de Platón y no tomó una posición negativa respecto a ellas, lo que él no evitó absolutamente en otros pasajes (p.ej. An A, 404 b 16s. y 406 b 26s.).

Aristóteles llega a lo largo de su cinética y de su ontología a Dios como ser el más perfecto, a la idea de un ideal. Ahí se convierte en tema el ser de Dios en sí; de otro modo que Platón, expone Aristóteles explícitamente el ideal de una Filosofía teológica, que permanece, entre tanto, una ciencia buscada. Con esto se convierte en problemática la relación decisiva en la religión entre Dios y hombre, en cuanto que parece que puede ser pensada sólo a partir del hombre, en tanto en cuanto la perfección de Dios sea atractiva para él. Si Aristóteles buscaba concebir el ser de Dios simultáneamente desde dentro y buscaba enseñorearse de ella, habría que indicar los problemas de esta Teología. Sería raro que el hombre pudiese comprender de hecho un fundamento del mundo, que a partir de sí, no tuviese relación con el mundo. Así se entendería el ser del universo por algo que no estaría en condiciones de conocer el todo como todo y en todas sus realizaciones singulares. Cómo hubiera respondido Aristóteles a preguntas de este tipo, no es de antemano inequívoco ni claro.

La carencia voluntaria o involuntaria de respuestas es una manera de silencio que puede ser, a veces, una respuesta objetiva a la situación de la Filosofía. La Filosofía ha de buscar y preguntar, mientras tenga fuerzas; pero debería evitar proyectar especulativamente la verdad infinita. La Filosofía que conoce sus cometidos y límites, puede, no obstante, debilitar argumentos que se oponen al pensamiento de Dios y a la fe en Dios. Puede armar el pensamiento contra opiniones erróneas y abrir en lo posible al misterio de Dios.

Mientras Platón busca resolver este problema en el saber de la ignorancia, posee su filosofar simultáneamente carácter científico, adogmático y metafísico. Para el pensamiento sobre Dios se deduce de estos caracteres, respecto a los que niegan, la tarea de la Apologética, en relación con los supuestamente omnisapientes, la tarea del lenguaje negativo, pero respecto a los que están abiertos a lo infinito, la representación mitopoyética del misterio. De este modo la Teología de Platón posee un carácter apologético, negativo y mitopoyético.

En este lugar, podría rechazarse la crítica de Heidegger a la Metafísica, si se concibe como intepretación de la Metafísica de Platón. La consideración principal de Heidegger sobre lo que sucede en la Filosofía de Platón consiste en el cambio, reconocido por él, de la esencia de la verdad que lleva en su carácter inocultable a la exactitud (PLW 231- 233). Según la interpretación de Heidegger, la Metafísica lleva en sí desde Platón, sin saberlo, el germen del nihilismo. Al interpretar Platón el ser como idea, hacía disponible y preparaba el cambio de sentido de la idea como valor en el sentido de Nietzsche 16. Mientras, es muy cuestionable el que Platón haya puesto la verdad bajo el yugo de la idea; aunque las tesis filosófico-históricas de Heidegger se conviertan con esto en problemáticas, sus puntos de partida siguen mereciendo atención objetivamente (vide & 13 b.).

Cuando Platón habla de Dios, parece que vaya siempre unido a la impresión de su personal religiosidad. Mientras Platón evita, por una parte, convertir en tema la cuestión de Dios como tematiza la cuestión de la justicia, del estado, las almas, la vida mejor, el conocimiento humano y el eros, y mientras, por otra parte, filosofa en relación con Dios, parece que quiere poner en claro que los esfuerzos de la Filosofía o valen sólo poco o nada, en general, para responder a la cuestión de Dios. Si Dios existe —y parece que el pensamiento de Platón es sustentado siempre por esta opinión o certeza—, entonces Dios es creído precisamente como aquel ser que es sin presupuesto y evidente 17. Respecto a Dios, quien sostiene indudablemente en sus manos el conjunto del mundo y todo en particular, sería fundamentalmente

  1. PLW 227 llama a Nietzsche el platónico más desbocado dentro de la historia de la Metafísica occidental; SD 78 continúa firme en esta tesis a pesar de las correcciones.

  2. Para el lenguaje de la parábola de la línea es WWéa rov áya0ov al mismo tiempo la áaoyil ávviróO lrog; vide Politeia 510b.

errado querer invertir esta relación. Pero una tal inversión se daría, si el que pregunta tomase su existencia contingente por incuestionable y partiendo de ella quisiera reflexionar sobre si Dios existe. Hay que comenzar por la cuestionabilidad del ser del que filosofa, que busca orientarse con un sentido abierto de la verdad. La incomprensible certeza de Platón sobre Dios en su origen mundano es, por lo demás, también el fundamento de posibilidad del arte de la Ironía, que en su obra aparece en muchos pasajes (sobre la significación metafísica de la ironía vide BIRS).

Quien haya tomado la decisión de buscar la existencia de Dios como verdad fundamental y, a la vez, evidente del todo, y es también consciente de la santidad y grandeza de Dios, puede preferir hablar con Platón con suma cautela de Dios dentro de la Filosofía, a la que ha de fundamentar en la propia intuición. Su Teología será, en este aspecto, ante todo, una Teología negativa (vide Politeia 377b-383c, este pasaje se podría entender como un pequeño curso fundamental de teología). Pero sin un fondo de afirmaciones positivas, la Teología negativa amenaza perder su contenido.

Este peligro que yace en una Teología solamente negativa, Platón lo contrarrestra con su contacto con el lenguaje mítico, modo de hablar que no se apoya solamente en la capacidad humana de saber, y que visto así, posee gran cercanía, fundamentalmente, con la Teología de la revelación. Este hablar mítico es en la Filosofía la expresión que concuerda con el asunto para la conciencia de que toda certeza sobre Dios, si significa siempre al Dios verdadero, ha de alimentarse, en último término, de fuentes completamente distintas y más profundas que la capacidad humana de conocer.

Platón también se vio obligado, por lo demás, a adelantarse a argumentar contra el ateísmo de sus contemporáneos. Dentro de este contexto, desarrolló las lineas fundamentales de una prueba de la existencia de Dios. El primer paso de este argumento consiste en probar que la realidad material es insuficiente para explicar el mundo real y que, por tanto, remite a algo inmaterial, es decir, a algo real, que posee, a partir de sí, fuerza independiente de desarrollo. Considera, en primer lugar, como tal realidad, el alma. Cómo se da esto, podría mostrarse por las diferentes conexiones reales de los Diálogos' 8. En primer lugar, se reconoce la realidad anímica, a partir de aquí se pueden recorrer también los otros caminos en el pensamiento filosófico sobre Dios, por ejemplo, el camino teórico del conocimiento, el ontológico, el erótico-estético o también el ético-político. Estos caminos hay que concebirlos como realizaciones del ser del hombre en relación con la realidad de Dios; no tienen que probar propiamente su realidad, sino qué

18. Vide la crítica de los Filósofos de la naturaleza, Phaidon 95a-102a; La intepretación de la doctrina sobre el átomo de Democrito, Timaios 53c; las pruebas por el movimiento, Phaidros 245s. y Nomoi 890s. Las pruebas se podrían tomar como modificación de las parábolas centrales de la Politeia (505a-517a).

significan como posibilidades de acercamiento a Dios, el fin supremo del filosofar, según Platón (Theaitetos 176b).

El pensamiento de Dios de Platón está determinado, en consecuencia, ante todo, por dos momentos: por una parte, por la conciencia de la soberanía y la inconcebibilidad absolutas de Dios, pero por otra también, por la fe de que el hombre ha de acercarse a lo divino por sus fuerzas y que, en su camino, podría participar también de la protección divina. Según la fe en Platón, Dios se cuida, como en una Historia de salvación, del destino del hombre. Aunque Platón no menciona historia concreta alguna de intervención de Dios, su pensamiento está así, por principio, y, desde el comienzo, relacionado con una tal historia. Él piensa, al menos, esta posibilidad, de la acción histórica de Dios, no puramente mítica, es decir, en un pasado inmemorial, que influye hasta ahora, sino también, a la vez, como el suceso de una divina inspiración (theia epipnoía que en puntos concretos del tiempo puede entrar en la historia humana y también puede no entrar (Politeia 499a/b). Como signo decisivo de la manifestación de tal acción divina menciona Platón su carácter inesperadamente indisponible, que le descubre al hombre, como una chispa, una verdad y una justicia divina, que disipa toda tiniebla y responde a todas las preguntas (vide Siebenter Brief 341c).

Dios actúa en consecuencia, en el caso en que intervenga en la historia, para el modo de pensar del hombre, inesperadamente y con mirada solícita al mundo del hombre (vide Politikos 273d/e). Este carácter inesperado de la acción divina, testimonia su incomprensibilidad permanente; Dios no se convierte expresamente en tema en su verdad en sí mismo, sino que permanece en sí mismo abandonado al silencio reverente, vive en sí mismo en la luz inaccesible. Es comprensible su función en pro del hombre y mundo, por ejemplo, como demiurgo o timonel. Esta limitación de la comprensión de la función de Dios, va unida a la reducción de la exigencia de la tendencia humana a la sabiduría como ew0eavr vr7 ßoO a; ella afirma lo contrario de la funcionalización.

De un modo parecido Egil Wyller vio la Teología filosófica de Platón sobre el fondo de la explicación heideggeriana de la constitución ontológica de la Metafísica, que lleva a Dios como a la causa sui. A este Dios filosófico ni se podría orar ni sacrificarle, dice Heidegger; nadie podría caer ante él de rodillas con temor, ni tocar música y ni danzar ante él19. Con estas frases rudas de Heidegger se expone, según Wyller «a una crítica de la Metafísica más radical que la kantiana». Por esta razón, es decisiva la pregunta de si haya que llamarle causa en el sentido de causa sui, que es realmente el nombre justificado para Dios en la Filosofa. Wyller no ve en todo caso en Platón una Onto-theo-logía, como la entiende Heidegger, sino que admite que Platón ha separado «la búsqueda del pensamiento

19. Vide DsP 154. Wyller apunta a Heidegger (luD, esp. 64); para Heidegger vide además & 13.

de una fundamentación trascendental, por una parte, y la aplicación de lo pensado a la descripción fenomenológica, por otra» (DsP 154s.).

Esta diferencia tiene como consecuencia: «En el primer caso, "Dios" es puesto entre paréntesis; en el segundo, se impone él al convencido religioso. En el punto culminante de su preguntar trascendental –en el "Parménides"–erige Platón un altar del pensamiento al Padre, Dios desconocido; allí no calla él "sobre" Dios, sino "ante" Dios» (DsP 155). En las Leyes se encuentra también el dato de la vitalidad de Dios, ante el cual el hombre –como Heidegger advierte– puede orar y danzar (653d s.). Wyller reconoce en las concepciones de Platón sobre Dios una cierta cercanía con la Biblia, sin pasar por alto sus diferencias. Dice: «En primer lugar esta divinidad viviente de la cotidianeidad humana tiene –como parece, para Platón, substancia– un Jahvé griego, el cual, sólo excepcionalmente, promulga gracia ante el derecho» (DsP 155). Estas diferencias culminan en la carencia de gracia, a la que la Filosofía como Filosofía no tiene acceso positivo. A pesar de las diferencias, se puede ver que el pensamiento filosófico de Dios puede orientarse al Dios viviente, aunque sólo por sí, no pueda evocar su realidad. Mientras no exista fe en un operar real de Dios, la línea de separación entre Filosofía y Teología es eficaz sólo de un modo latente. Se llega a una delimitación aguda cuando la fe, procedente de la revelación y el pensamiento filosófico independiente sobre Dios chocan entre sí. Tal choque se dio al comienzo de la modernidad.