Mentiras de la clonación terapéutica
Por
Antonio Pardo
En febrero de 1997, el Dr. Wilmut, del Instituto Roslin de
Escocia dio a conocer el éxito de la primera clonación realizada a partir de
células de animal adulto. Desde entonces, el rechazo de la aplicación de
dicha técnica al hombre se ha ido debilitando. Hoy es frecuente encontrar la
opinión de que sería éticamente aceptable su práctica con fines
terapéuticos, excluyendo tajantemente la posibilidad de emplearla con fines
reproductivos.
La utilidad terapéutica que se pretende para dicha técnica busca tratar
enfermedades causadas por degeneración de los tejidos o por su funcionalidad
deficiente; la frecuencia de estas enfermedades está creciendo de modo
paralelo al aumento de la edad media de la población de los países
occidentales. Aunque, en algunos casos, pueda existir un tratamiento que
alivie en parte la enfermedad (diabetes, Parkinson), la solución definitiva
parece pasar por la sustitución de las células enfermas (muertas o
desfallecientes) por otras que actúen adecuadamente, en suma, por el
trasplante de cultivos de células que se integren en el enfermo y reemplacen
la función deficiente de las células originales enfermas.
La técnica de clonación se pretende necesaria para conseguir la
compatibilidad de las células trasplantadas con el receptor, de modo que las
defensas de este último no destruyan las células que le curarían. Para
conseguir un trasplante de células compatibles con el enfermo se tendrían
que dar los pasos siguientes:
1. Tomar una célula del paciente y efectuar la clonación, de modo que se
obtuviera un embrión humano (un nuevo ser humano en estado embrionario)
genéticamente idéntico al enfermo.
2. Cultivar en el laboratorio este embrión durante 5 ó 6 días, al cabo de
los cuales se separan las células de su disco embrionario (con la muerte de
dicho embrión). Esas células son las denominadas “células madre” o stem
cells.
3. Esas células separadas se deben tratar para evitar su envejecimiento
cuando tengan que multiplicarse para poder trasplantarse.
4. Transformar esas células en células del tipo que necesita el enfermo
(células nerviosas, musculares, etc.).
5. Realizar el trasplante, sin que haya rechazo y de modo que las células
trasplantadas se integren funcionalmente en el enfermo.
De todos estos pasos, solamente se sabe hacer, hasta el momento, el número 2,
que se ha ensayado sobre embriones sobrantes (si la vida humana se puede
calificar de “sobrante”) de procedimientos de fecundación in vitro.
Sabemos destruir los embriones y separar su disco embrionario, y poner esas
células en cultivo. Nada más. El reciente anuncio, hecho por la empresa
Advanced Cell Technology, de haber realizado la clonación humana no es tal:
sólo han activado unos óvulos no fecundados, y han conseguido que se
reprodujeran algunas veces antes de morir. La clonación humana no se ha
realizado todavía.
Esta compleja técnica, que acabamos de describir, se pretende que solucione
todas las enfermedades humanas para las que actualmente no hay solución
posible. Ante semejantes beneficios potenciales, la opinión de los medios y
de los profesionales de la sanidad, empezando por los más liberales, se está
inclinando progresivamente a permitir la experimentación sobre embriones
humanos hasta poner a punto esta técnica, que ofrece tantas esperanzas.
Estas esperanzas de curación de las enfermedades degenerativas de la
humanidad son falsas. Si repasamos cómo se ha de realizar la técnica, la
clonación beneficiaría sólo a un enfermo, aquel de quien se tomen las
células de partida. Sería una técnica complejísima, extraordinariamente
cara, que sólo beneficiaría a unos cuantos millonarios que podrían
permitirse pagarla. Y también beneficiaría a algunos aprovechados, como
Advanced Cell Technology, que, so capa de hacer un bien a la humanidad, en el
fondo buscan inversores para que su empresa pueda medrar en un medio con mucha
competencia como es el estadounidense. Las actuales noticias esperanzadoras
son una cortina de humo de los medios que oculta esta cruda realidad.
La cuestión se pone todavía más de manifiesto cuando se observa que la
pretensión de curar a media humanidad mediante la clonación no tiene ninguna
repercusión práctica, ni siquiera de tipo experimental. Toda la
bibliografía sobre células madre obtenidas de embriones humanos se reduce a
media docena de artículos publicados desde 1998. Ninguno de ellos tiene
aplicabilidad práctica a ningún enfermo (ya hemos mencionado anteriormente
el estado de las investigaciones sobre todos los pasos técnicos necesarios).
Simultáneamente, se están realizando investigaciones en células madre
obtenidas del organismo adulto (en el que existen, y al parecer mucho más
abundantes de lo que se pensaba hace unos años), con las que ya se han
realizado experimentaciones clínicas, y de las que ya ha habido algunas
curaciones como resultado.
¿Por qué entonces el empeño en destruir embriones humanos, para colmo
generados de un modo antinatural? Nuevamente, la explicación de esta conducta
por la economía: se prevé que, si sucede lo mismo que en los años 80 con la
manipulación genética, aunque ahora estas técnicas estén en sus albores,
rendirán pingües beneficios económicos dentro de una o dos décadas. Pero,
para iniciar tan prometedor negocio, se hace necesario derribar las barreras
éticas que impiden desarrollarlo; se trata, por tanto, de cantar las
alabanzas de todas las posibles curaciones y de los resultados preliminares, y
de argumentar que de todos modos se trata tan sólo de destruir unos pocos
embriones (falso, serán muchos miles los que morirán) para beneficio de toda
la humanidad (falso, sólo de algunos ricos).
Aunque el turbio asunto de los intereses económicos y la poca solidez
científica de la clonación “terapéutica” bastarían para dejarla
aparcada, su problema principal no reside ahí, sino en que estamos jugando
con vidas humanas (embrionarias, pero humanas al fin) que serán creadas para
su destrucción en aras de la ciencia (es decir, del poder económico de los
poderosos), y nunca será éticamente correcto, ni por supuesto cristiano,
emplear una vida humana como un mero medio para el fin que sea.
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Antonio Pardo
Noviembre de 2001
Gentileza
de http://www.arvo.net/
para la BIBLIOTECA CATÓLICA DIGITAL