La
medicina debe inspirarse en los valores éticos perennes
DISCURSO
de S. S. Juan Pablo II a los participantes en un congreso sobre la prevención
del cáncer del aparato digestivo, sábado 23 de marzo 2002
El sábado 23 de marzo, Juan Pablo II recibió en audiencia a una delegación
de médicos participantes en un congreso sobre la prevención del cáncer del
aparato digestivo, con atención particular al cáncer de colon. El congreso
fue promovido por la Organización mundial de gastroenterología (Omge),
fundada en París en 1954. Actualmente esta organización, que coordina
ochenta y ocho asociaciones nacionales, desarrolla una gran actividad, en la
que destacan la investigación científica, la información preventiva, la
colaboración con las grandes industrias farmacéuticas y la promoción de
congresos internacionales. El Santo Padre les dirigió en italiano el discurso
que ofrecemos a continuación.
Ilustres señores y amables señoras:
1. Os dirijo de buen grado mi cordial saludo a todos los que participáis en
este congreso que pretende sensibilizar a la opinión pública sobre el
problema de la prevención del cáncer del aparato digestivo, con particular
atención al cáncer de colon. Saludo, de modo especial, al profesor Alberto
Montori, presidente de la Federación europea de enfermedades digestivas, y a
cuantos han venido de diversas naciones para vuestro importante encuentro
internacional.
Al mismo tiempo, expreso mi vivo aprecio a los organizadores del congreso, a
los miembros del comité científico, a los delegados, a los moderadores, a
los relatores, a los estudiosos y a todos los que trabajan para combatir esa
enfermedad, en la que se concentra vuestra atención.
No podemos por menos de alegrarnos al constatar la creciente disponibilidad de
recursos técnicos y farmacológicos, que permiten descubrir oportunamente en
la mayor parte de los casos los síntomas del cáncer e intervenir así con
más rapidez y eficacia. Os exhorto a no conformaros con los resultados
obtenidos; es necesario continuar con confianza y tenacidad tanto en la
investigación como en la terapia, utilizando los recursos científicos más
avanzados. Ojalá que los jóvenes médicos sigan vuestro ejemplo y aprendan,
gracias a vuestra ayuda, a recorrer este camino tan benéfico para la salud de
todos.
Ver la enfermedad a la luz de la voluntad divina
2. Ciertamente, no se puede olvidar que el hombre es un ser limitado y mortal.
Por tanto, es preciso acercarse al enfermo con un sano realismo, evitando
crear en el que sufre el espejismo de que la medicina es omnipotente. Hay
límites que son humanamente insuperables; en estos casos, es necesario saber
acoger con serenidad la propia condición humana, que el creyente sabe leer a
la luz de la voluntad divina. Esta se manifiesta también en la muerte, meta
natural del curso de la vida en la tierra. Educar a la gente para que la
acepte serenamente forma parte de vuestra misión.
La complejidad del ser humano exige además que, al proporcionarle los
cuidados necesarios, no sólo se tenga en cuenta el cuerpo, sino también el
espíritu. Sería presuntuoso contar entonces únicamente con la técnica.
Desde este punto de vista, un ensañamiento terapéutico exasperado, incluso
con la mejor intención, en definitiva no sólo sería inútil, sino que no
respetaría plenamente al enfermo que ya ha llegado a un estadio terminal.
El concepto de salud, tan querido para el pensamiento cristiano, contrasta con
una visión que la reduzca a puro equilibrio psíquico-físico. Esta visión,
descuidando las dimensiones espirituales de la persona, terminaría por
perjudicar su verdadero bien. Para el creyente, como escribí en el
Mensaje para la VIII Jornada mundial del enfermo, la salud "se presenta
como aspiración a una armonía más plena y a un sano equilibrio físico,
psíquico, espiritual y social" (n. 13: L"Osservatore Romano,
edición en lengua española, 20 de agosto de 1999, p. 5). Jesús, en su
enseñanza y testimonio, se mostró muy sensible a los sufrimientos humanos.
Con su ayuda, también nosotros debemos esforzarnos por estar junto a los
hombres de hoy para asistirlos y, si es posible, curarlos, sin olvidar jamás
las exigencias de su espíritu.
Los médicos deben cumplir las normas deontológicas
3. Ilustres señores y amables señoras, realizáis un esfuerzo notable, con
la ayuda de numerosos colaboradores y voluntarios, para informar a la opinión
pública sobre las posibilidades de gozar de una salud mejor, regulando
racionalmente los hábitos diarios y sometiéndose a controles preventivos
periódicos. Me alegro por vuestro servicio y espero que vuestra profesión,
siguiendo las normas deontológicas que la regulan, se inspire siempre en los
valores éticos perennes, que le dan un sólido fundamento.
Informar a los ciudadanos con respeto y verdad, sobre todo cuando se
encuentran en condiciones patológicas, constituye una auténtica misión para
cuantos se ocupan de la salud pública. A ello quiere dar su propia
contribución vuestro congreso, al que deseo pleno éxito. Asimismo, espero de
corazón que haya una amplia respuesta al mensaje que queréis dar a conocer,
para implicar a los medios de comunicación social en una eficaz campaña
informativa.
De buen grado os acompaño con mi oración y, encomendando a Dios vuestro
trabajo, os imparto de corazón mi bendición, que extiendo complacido a
vuestros seres queridos y a los que cooperan con vosotros en esta alta misión
humanitaria.
(©L"Osservatore Romano - 12 de abril de 2002)
Gentileza
de http://www.arvo.net/
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