La
gente y la clonación humana
Autor:
Gonzalo Herranz (*)
Fecha: 2 de diciembre de 2001
Publicado en: ABC (Madrid)
De clonación humana hemos hablado esta semana hasta la saciedad. Parece
imposible añadir razonamientos nuevos a los que, desde las diferentes
posturas, se han aducido. Pienso, sin embargo, que merece la pena examinar
críticamente el argumento fuerte que los partidarios de la clonación
terapéutica humana, un argumento que viene a ser una adaptación del
principio utilitarista de la mayor felicidad para el mayor número. Dice así:
las células madre derivadas de clones humanos curarán a millones de
pacientes, acabarán con las grandes plagas que azotan hoy a la humanidad.
El argumento incluye, pues, dos promesas: una, llevar alivio a millones de
seres humanos; otra, de curar muchas y muy diversas enfermedades. Ninguna de
ellas es creíble.
¿Millones de beneficiarios?
¿A cuántos beneficiará la clonación terapéutica? Recordemos que lo propio
de la clonación es la identidad entre clon y clonante. Un clon producirá, si
todo va bien, células madre destinadas al individuo singular del que es
copia. A nadie más. Cada vez que tratemos a un enfermo con células madre,
tendremos que producir primero su correspondiente embrión clónico.
Pero obtener esas células es algo tan complejo y caro que sólo estará al
alcance de una clientela muy exclusiva, que tenga dinero bastante para comprar
decenas de oocitos y pagar las sofisticadas técnicas de micromanipulación y
cultivo, los agentes que dirigen la diferenciación hacia tipos celulares
específicos, al personal supercualificado, y, puesto que los fracasos
acechan, las pólizas de seguro contra tantos riesgos.
La clonación terapéutica será siempre muy cara, y no sólo durante el largo
tiempo de optimización de las técnicas. Nada, pues, de millones de
beneficiarios reales, de "miles de millones", como un científico
español exageró en un telediario. Los servicios nacionales de salud no
podrán hacerse cargo de esa prestación. El deber de justicia plantea ahí un
grave problema ético. De momento, no parece justo destinar dinero público a
desarrollar técnicas que, una vez puestas a punto, van a beneficiar a unos
pocos millonarios.
¿Una panacea?
Nadie sabe todavía si las células troncales derivadas de embriones clonados
serán beneficiosas y en qué grado. No tenemos todavía suficientes pruebas
experimentales. Y, sin embargo, se habla, como si la cosa estuviera a la
vuelta de la esquina, de curar enfermedades que hoy no tienen tratamiento
satisfactorio: el Alzheimer, el Parkinson, la esclerosis múltiple, la
apoplejía, el cáncer, la cirrosis, la diabetes, el daño miocárdico, la
osteoporosis, la leucemia, la esclerosis múltiple y el SIDA: todas
enfermedades terribles y de elevada prevalencia. Además, se nos asegura que,
gracias a la clonación terapéutica, se desarrollará la medicina reparativa
que neutralizará la erosión que, con la edad, desgasta nuestros órganos:
nos hará, sino perpetuamente jóvenes, sí resistentes al paso de los años.
En resumen: que la clonación terapéutica parece casi una panacea. La
historia nos enseña que soñar en panaceas es exponerse a llevarse un chasco.
Desengañémonos: tanto énfasis en los poderes curativos de la clonación es
un gesto de mercadotecnia: hacen falta muchos millones para ese negocio tan
arriesgado y azaroso, hay que conseguir que accionistas y políticos pongan la
pasta, diciéndoles que la medicina regenerativa es a la vez una mina de oro y
un deber social.
Responsabilidad de todos
Allá por los años 70, hubo un movimiento reivindicativo, Science for the
people, que reclamaba para el pueblo la función de programar la
investigación científica. Duró poco a causa de su radicalismo destemplado.
Pero la idea de que la gente común ha de meterse en política científica es
una idea sana que, así lo espero, terminará por imponerse. Hace unos años,
la prestigiosa Royal Society, lanzaba a todos el mensaje de que había que
interesarse por el ADN. No pretendía convertirnos en expertos en bioquímica
o biotecnología. Simplemente pedía que estudiáramos y conversáramos unos
con otros sobre como la ciencia va camino de afectar lo más profundo de
nuestra humanidad. Hay que leer entre líneas lo que cuentan los científicos.
Hay que participar en la tarea de fijar los límites del dominio de la ciencia
sobre el hombre.
Cuando la gente piensa por su cuenta en la clonación terapéutica, termina
por rechazarla. Así lo han mostrado las encuestas serias hechas en el Reino
Unido, Estados Unidos y Canadá.
_____
(*) Presidente (1984 a 1995) y Secretario (1995-) de la Comisión Central de
Deontología de la Organización Médica Colegial de España. Vicepresidente
de la Comisión de Ética del Comité Permanente de los Médicos de la
Comunidad Europea (1986-1988) y (1988-). Vicepresidente de la Federación
Mundial de Médicos que respetan la vida humana (1986-1992). Consultor de la
Congregación vaticana para la Educación Católica (1989-). Académico y
Miembro del Consejo Directivo de la Academia Pontifica para la Vida (1994).
Miembro del Comité Internacional de Bioética, de la UNESCO (1996-1998).
Vocal de la Comisión Nacional de Reproducción Humana Asistida (1997-).
Miembro del Consejo Asesor Nacional del Instituto de Bioética, Fundación de
Ciencias de la Salud (1999-). Premio Médico Humanista del Año de España
(1995).
Gentileza
de http://www.arvo.net/
para la BIBLIOTECA CATÓLICA DIGITAL