Artículo V

El Principio de Finalidad

 

TESIS 11.- El principio de finalidad es cierto.

 

361.- Nexo.- Probada ya la "realidad" de la causa final, damos un paso más para proponer la cuestión acerca de su "extensión" dónde y cuándo se da la causa final; cuestión que halla su respuesta en el "principio de finalidad", cuya afirmación es: "todo agente obra por un fin", lo que equivale a que la causa final está siempre presente en toda operación. Por tanto, la causalidad "final" tiene la misma extensión que la causalidad "eficiente", dando cada una de ellas explicación o razón adecuada de la existencia de las acciones y de las cosas producidas gracias a las mismas.

 

362.- El principio de finalidad: es la "proposición que afirma la necesidad de la causa final para toda operación".

 

Es, pues, un principio "lógico (en cuanto que es una proposición), pero que expone algo "ontológico", como es la "necesidad de la causa final", (v. la tesis del "principio de causalidad", n. 31 5)

 

Fórmulas del principio de finalidad. Se enuncia así: "Todo agente obra por un fin". Esta es la fórmula más usada y perfecta, ya que expresa con toda claridad, y en forma directa, el objeto mismo del principio, a saber: la "necesidad de la causa final para todo el que obra", y de manera implícita, la razón de semejan te necesidad.

 

De esta fórmula se derivan lógicamente otras, tales como:

 

"toda acción es por algún fin" (pues el agente obra mediante una acción determinada);

"todo efecto es por algún fin" (pues el agente produce algún efecto);

"todo lo que se hace, se hace por un fin" (por la misma razón);

"todo lo que existe de manera contingente, tiene una causa final" (pues el efecto es algo contingente).

 

Esta última fórmula posee la ventaja de que, debido a la identidad del sujeto con el sujeto del principio de causalidad ("todo lo que existe de manera contingente"), contiene a las claras al igual que el mismo principio" un determinado modo de ser o propiedad del 'ente contingente'; con lo cual nos está ofreciendo, junto con el principio de causalidad, "la metafísica del 'ente contingente'", consistente en tener al mismo tiempo causa eficiente y causa final.

 

No obstante, como quiera que tanto esta fórmula como las otras, son derivadas de la primera, escogemos esta primera para nuestra tesis; es decir: "todo agente obra por un fin".

 

363.- Sentido del principio de finalidad. Como es lógico, depende del sentido que tienen sus términos: "el que obra por un fin".

 

A.- "Fin" puede tomarse, ya como "mero término", ya como "aquello por amor de lo cual algo se hace" (v. la tesis anterior). De aquí que la siguiente proposición "todo agente obra por un fin", puede significar:

 

a) "cuando un agente obra, su acción va a parar a alguno término o efecto"; "toda acción (y mediante ella, el agente) tiene un término o efecto determinado"; "todo agente, cuando obra, obra algo".

 

Esto lógicamente es evidente, y cierto con certeza metafísica, que se funda en la "naturaleza de la acción", que, a su vez, necesariamente es productiva de "algo".

 

Notemos que en dicha proposición, nada se contiene ni se dice de que el término de la acción se tenga o no previsto, se ame o no se ame, se pretenda o no se pretenda, sino sólo que a él va a parar la acción o a él se dirige, casi de la manera que un móvil se dirige o tiende hacia su meta.

 

No tratamos ahora de este sentido, ya que nada contiene de la "causalidad final" (sino sólo de la "eficiente"), que inten­ta expresar el principio de finalidad.

 

b) Todo agente, al obrar, realiza u obtiene aquello que (ya sea por el mismo agente, ya sea por otro "ente" superior) de antemano es conocido y se pretende, y a cuya consecución está orientada dicha acción (ya sea por el mismo agente, ya por otro superior).

 

He aquí el sentido que, por el momento, escogemos, ya que contiene "la verdadera causalidad final", que expresa el principio de finalidad.

 

De todos modos, el sentido del principio, entendido de esta manera, debe determinarse un poco más; pues es distinto, según la diversidad de los agentes.

 

Esta diversidad queda constituida o consiste en el distinto sentido que puede tener la partícula "por" (lat. "propter"), cuando decimos "por un fin", como hemos dicho ya anteriormente. De donde:

 

364.- B.- "Por (un fin)" puede revestir significados distintos, según la diversidad de los agentes.

 

Podemos distinguir tres clases de agentes que obran por un fin. "1 primero y soberano es el agente intelectual increado, que es Dios solo. En segundo lugar, y ocupando un puesto intermedio, están los agentes intelectuales creados, entre los cuales los más conocidos son para nosotros los hombres, y por eso, siempre ha piaremos de ellos, aunque, por la misma razón, podríamos hablar de las inteligencias creadas, que son los ángeles. En tercero y último lugar, se, hallan los agentes naturales, que carecen de entendimiento, si bien entre ellos es de apreciar la diferencia que existe entre aquellos que poseen apetito, y los demás, que no lo poseen." (Suárez,.DM, 23, s.1 n.8).

 

De acuerdo, pues, con ello:

 

365.- 1) El agente intelectual creado: "por un fin" obra de este modo: "movido" por la bondad del fin, por amor y deseo del cual pone las acciones (utiliza los medios) en orden a conseguirlo. De él, por tanto, vale cuanto se ha dicho en la tesis anterior so­bra la causalidad final. Obra "movido por un fin" (por la causalidad final), y "moviéndose a sí mismo" (por la causalidad eficiente), puesto qué tiene dominio de sus actos.

 

Evidentemente, no en todas sus acciones, tiene esta manera de 'obrar por un fin', sino sólo en aquellas en que obra "formal mente en cuanto intelectual": de modo consciente y voluntario. Así, para las demás acciones (p. e., en las que actúa por inadvertencia; en las acciones vegetativas...) no tiene valor el principio, o en absoluto (en las acciones que proceden por inadvertencia), o, al menos, no en el sentido que es propio del agente intelectual (en las acciones de la vida vegetativa), pues en ellas se equipara a las cosas naturales.

 

En consecuencia, el sentido del principio, por lo que se refiere al agente intelectual, es el siguiente: "El agente intelectual, al obrar como tal, obra (formalmente) por un fin".

 

366.- 2) El agente creado no intelectual: obra "por un fin", sin él pretenderlo; en efecto, no puede, ya que, para ello, se requiere conocimiento del fin "en cuanto fin" (y por tanto, de la relación de los medios con el fin), de cuyo conocimiento no es capaz. Pero obra movido, en definitiva, por Dios, autor de la naturaleza. Él si que conoce de antemano el fin (en cuanto fin), y quiere la consecución del mismo, ordenando, en consecuencia, las naturalezas de los seres irracionales a ello: "por tanto, mejor que pretender el fin, hemos de decir que son dirigidos al fin por un agente superior" (Suárez, DM, 23, s.10 n.5). Si, pues, decimos que "pretenden" un fin, se trata tan sólo de una "denominación extrínseca", derivada de la voluntad de Dios, autor de la naturaleza, que es el que verdaderamente "pretende el fin".

 

Consecuentemente, obra por un fin, pero "movido por otro".

 

De aquí que el sentido del principio, para un agente creado no intelectual, es el siguiente: "El agente creado no intelectual, obra por el fin que para él pretende el Autor de la naturaleza".

 

Sin embargo, hay que advertir: a) El "obrar por un fin", en el caso de los agentes irracionales, no hay que concebirlo como una especie de impulso o de acción puramente extrínseca, que Dios ejerza en tales agentes, ante un comportamiento meramente pasivo de los mismos, sino como verdadera operación de ellos, que procede de sus propias naturalezas y que se pone en ejercicio mediante las fuerzas o virtualidades que de ellos surgen. Por tanto, el "obrar" es algo "ab intrínseco", mientras que (el obrar) "por un fin", o "tender a un fin", es una denominación extrínseca derivada de la intención que Dios tiene respecto de dicho fin.

 

b) No deja de darse alguna diferencia (y notable) entre los seres naturales en cuanto al conocimiento del fin. Unos, en efecto, no tienen del fin conocimiento alguno; tales son las plantas y los seres inorgánicos. Otros, en cambio las bestias, no conocen, desde luego el fin "en cuanto fin" ("formalmente"), pero sí que conocen "lo que" es el fin ("materialmente"): los bienes sensibles.

 

Dado este conocimiento, a este fin tienden movidos por instinto natural. "Este instinto natural, afirma Suárez, no es otra cosa más que un acto de la fantasía o de la estimativa, que deriva de ella por una especie de necesidad natural, supuesto el fantasma de la cosa en cuestión. Con este acto, prácticamente (para expresarlo de una manera humana), la bestia juzga que tal cosa debe evitarla, procurarla o apetecerla, por más que no sea capaz de percibir la razón de conveniencia. Puesto ya este juicio natural, se sigue con toda naturalidad el apetito correspondiente" (Suárez, ib., n. 14).

 

367.- 3) El agente increado obra'"por un fin", pero no "movido por el fin". Ello es evidente: porque ser movido por el fin es "sufrir" cierta causalidad (Final), y Dios no puede sufrir causalidad alguna. De donde se sigue que:

 

a) Dios, al pretender el fin, "no puede mudarse físicamente"; es decir, no pasa de "no querer" a "querer su acto (interno) de volición no puede recibir la existencia del amor del fin, porque dicho acto es eterno; es más, se halla identificado con la misma esencia de Dios;

 

b) el fin, más que "causa”, es la "razón" porque Dios obra;

 

c) dicha razón, además (y por tanto, el fin) no puede ser ningún bien creado, sino únicamente su Bondad soberana. De esta manera, Dios quiere "que los medios sean por un fin" (creado), pero no quiere "los medios por un fin (creado)"; "quiere, que 'esto' sea por 'aquello'; no quiere 'esto' por 'aquello" (Sto. Tomás). En el primer caso, la partícula "por" afecta a la "existencia" misma de la obra o del efecto de Dios, el cual efecto verdaderamente tiene una causa final; en el segundo caso, afecta a la "misma volición divina", que no puede tener causa final alguna (aunque sí como hemos dicho una razón).

 

368.- Estado de la cuestión. Proponemos la cuestión de si el,"principio de finalidad es cierto"; es decir, si está fundado en algún motivo que sea capaz de producir la adhesión firme de la mente a la proposición en cuestión. Pero este motivo no pasamos a determinarlo más, pues no existe uniformidad en los autores sobre el asunto, y no pretendemos dirimir: la controversia en esta tesis.

 

La cuestión, por tanto, es si es verdad que "todo agente tiene algún fin en todas sus operaciones", de forma que, en caso de no existir tal fin, el agente no obra, en el sentido antes explica do, según las diversas clases de "agentes".

 

Nos preguntamos:

 

a) No acerca del "mero término" de la acción; es decir, si todo agente, al obrar, obra algo en concreto, o si su acción tiene algún término (v. n. 363); sino acerca del "fin verdadero", o sea, de aquello "debido a lo cual" se hace algo: por tanto, si todo agente, al obrar (no sólo tenga algún término de su acción; lo cual se presupone, sino) "pretende" o "quiere obtener" algo con dicha acción. Lo cual no tiene por que ser necesariamente algo distinto del término mismo de la acción; en cuyo caso, la cuestión se propondría así: si el término a que va a parar la acción (al que "tienden o "se dirige", pero con una tendencia de pura causalidad "eficiente", como un "móvil" "tiende" o "se dirige" hacia la meta), ha de ser también un término "previsto", "querido" e "intentado" por el agente.

 

b) "Acerca de todos los agentes": y por supuesto, "de cada uno", no tomados "en forma global" Preguntamos, pues, si "cada agente", considerado en si mismo fuera de cualquier asociación o combinación con las acciones de otros, obra por la obtención del fin únicamente por la acción de sí mismo. No preguntamos, por tanto, si "todos los agentes" que se encuentran en el mundo actúan por la consecución del fin, mediante una especie de "conspiración" o de "convergencia" de las acciones de todos. Esta es una cuestión propiamente "cosmológica": la de la finalidad u orden final que resplandece en el mundo como consecuencia del modo sumario de actuar propio de las causas naturales; cuestión a la que en Cosmología se da una respuesta afirmativa, con lo cual se coloca el fundamento para la prueba de la existencia de Dios ("tercera vía" de Sto. Tomás).

 

c) "Acerca del hecho mismo de obrar por un fin" no del "conocimiento" que podamos tener de dicho fin: pues puede ocurrir que el fin no aparezca a nuestra consideración.

 

d) Por último, "acerca de toda acción (o efecto), y no precisa y solamente del efecto ordenado". Por ello, la proposición que se establece mediante el principio de finalidad no coincide con esta otra: "La obra "per se" ordenada es por un fin"; pues ésta es mucho más restringida qué la primera, al tener como sujeto no "todo agente" (todo efecto), sino sólo "algún agente"; a saber: el que obra o produce un efecto "ordenado 'per se'

 

e) Tampoco preguntamos "si el fin en cuestión se obtiene de hecho": pues este es el objeto de otro principio en íntima conexión con el principio de finalidad, pero distinto de él, que suele enunciarse de esta manera: "La tendencia final no puede ser en vano"; "la naturaleza no hace nada en vano"; "ninguna potencia es en vano".

 

369.- Opiniones.- Los mismos filósofos que admiten o rechazan las causas finales, hacen otro tanto con el principio de finalidad.

 

Entre los que niegan el principio de finalidad, tenemos que incluir a Ockham, quien, a pesar de admitir la causa final, afirma que 'es imposible para la razón el probar, tanto por "proposiciones evidentes como por evidencia", que todas las cosas que existen en el mundo, tienen una causa final".

 

370.- Prueba de la tesis.- Todo agente, o es intelectual o no intelectual. Es así que, tanto el agente intelectual como el no intelectual obran por un fin. Luego, todo agente obra por un fin.

 

La Menor: a) El agente intelectual obra por un fin:

 

α) el agente intelectual increado (Dios): es conveniente que la sabiduría de Dios obre conociendo y queriendo de antemano (por supuesto que, en último término, en razón de su Bondad soberana) los efectos de sus acciones; así, sin duda alguna, Dios prevé y pretende los bienes que se siguen de su modo de obrar, tanto en relación con el mundo en su totalidad, como con cada uno de los hombres (lecho en el que se fundan la providencia y el gobierno de Dios) Es así que esto es obrar por un fin.

 

β) el agente intelectual creado: porque es conveniente que obra, a ciencia y conciencia de cuanto obra, y del término adonde va a parar su acción. De otro modo, se considera que obraría de manera irracional.

 

b) El agente no intelectual obra por un fin: cierto es que él mismo no conoce tal fin, ni puede determinarse de cara a el; pero su Creador es quien lo dirige al fin. Pues Dios, no a ciegas, sino consciente y libremente ha querido que tales naturalezas existan, con tales virtualidades, y que posean tales operaciones como propias. Es así que esto significa que Dios pretende que tales acciones constituyan fines para dichos agentes no intelectuales; en otras palabras: que estos agentes obren por un fin, como movidos por otro.

 

371.- Objeciones.- 1.- Muchas cosas ocurren por pura casualidad. Es así que la casualidad se opone a la causalidad final. Luego.

 

Distingo la Mayor: Por casualidad; es decir: por inadvertencia, Concedo; sin causa final alguna, Subdistingo: que nosotros conozcamos, Concedo; sin que Dios la conozca, Niego.

 

2.- Obrar por un fin, supone el conocimiento del fin en cuanto fin. Es así que el agente no intelectual no conoce el finen cuanto fin, Luego.

 

Distingo la Mayor: supone dicho conocimiento, ya en el mismo agente, ya en otro que lo dirige, Concedo, precisamente y siempre en el mismo agente, Niego. Distingo el Consecuente.

 

3.- Si los seres irracionales obraran por un fin, lo apetecerían. Es así que no pueden apetecerlo. Luego.

 

Distingo la Mayor: lo apetecerían con apetito innato, Concedo; elícito, Subdistingo: algunos de ellos (por ejemplo, las bestías, que tienen conocimiento sensitivo, y por tanto, apetito elícito), Concedo; todos ellos, Niego. Contradistingo la Menor.

 

4.- Obrar por un fin como movido por otro, equivale a que dicho agente no sea el que obra por un fin, sino que sea otro el que obre en él por un fin. Es así que el agente no intelectual obra por un fin como movido por otro. Luego.

 

Distingo la Mayor: si esto ocurre, permaneciendo aquel puramente pasivo, sin obrar nada, Concedo; si es él mismo el que obra, aunque no pueda prever ni pretender el fin, sino otro (agente) en lugar suyo, Niego. Distingo el Consecuente.

 

5.- Dios no tiene necesidad de ningún bien creado. Es así que Dios, al pretender tales fines, parece tener necesidad de los bienes creados. Luego.

 

Distingo la Mayor: si pretendiese estos fines como un fin propio, Concedo; si los pretende como fines de otros, amables para Él mismo en último término debido a su Bondad soberana, Niego.

 

6.- El atribuir una finalidad a los seres irracionales, es debido a cierto antropomorfismo. Es así que, en tal caso, el principio de finalidad no tiene valor absoluto. Luego.

 

Niego la Mayor, o Distingo: el conocimiento que poseemos de la finalidad que ha sido ejercida en nosotros, nos ayuda a comprender la finalidad que objetivamente existe en las cosas irracionales, Concedo; guiados por dicho conocimiento, proyectamos, a imitación de él, sobre las cosas irracionales una finalidad que objetivamente no existe, Niego. Contradistingo la Menor.

 

7.- Los efectos naturales sólo raras veces pueden prever se, y ello si han de ocurrir próximamente. Es así que esto viene a demostrar que no se da en ellos ninguna causa final, sino la creación libre como consecuencia del 'impulso vital'. Luego. (Bergson, Leroy).

 

Niego la Menor: esto demuestra, todo lo más, que tales causas permanecen ocultas a nuestro entendimiento.

 

372.- Escolio 1.- Otros modos de probar la tesis. Hemos probado la tesis, en lo referente a los agentes irracionales, dando por supuesto la existencia de Dios. Pero hay quienes afirman que la tesis consta por sus mismos términos, y por tanto, no es necesario suponer la existencia de Dios, en cuanto Creador de las cosas. Así, sobre todo, Garrigou-Lagrange, en "Dieu", p. 185 ss; "Le réalisme du príncipe de finalité", p. 115 ss.

 

Su argumentación se puede resumir así: Las cosas irracionales se hallan determinadas a ciertas operaciones y efectos. Es así que esto es obrar por un fin. Luego, las cosas irracionales obran por un fin.

 

La Mayor: pues, de lo contrario, no brotarían determinadas acciones y efectos, ya que se supondría que son del todo indiferentes; a Algunos efectos y acciones.

 

Critica de este argumento. Con él se prueba que las cosas irracionales se hallan determinadas a ciertas acciones y efectos como "términos" de la actividad que poseen, o de su causalidad "eficiente"; y además, determinadas necesariamente a partir de su propia naturaleza, y sólo en este sentido "tienden" a tales términos. Pero no se prueba "per se", que tales términos estén "previstos" y "queridos" (ya sea por tales entes, ya sea por otro), lo cual sería necesario para probar que dichos entes obran "por un fin". Y ello se confirma por el hecho de que los mismos materialistas y deterministas, que niegan la finalidad, conceden y defienden que las cosas irracionales se hallan determinadas, de la manera indicada, a sus acciones y efectos.

 

Otro modo de argumentar (muy semejante) es el siguiente: "Si las naturalezas no obrasen por un fin, no obrarían ningún efecto determinado. Es así que obran efectos determinados. Luego, obran por un fin".

 

La Mayor: porque si no tuviesen una determinación impuesta por un fin, serían del todo indiferentes, y no obrarían nada de terminado.

 

Crítica de este argumento: pueden tener semejante determinación, no necesariamente "de su propio fin", sino 'de su naturaleza' ; es decir, porque poseen "tal naturaleza"  y "tales virtualidades": así, ya se quita la indiferencia para el obrar, y necesariamente tendrían tales acciones y tales efectos. Si se prueba por otro capítulo que tales virtualidades están previstas e intentadas "por" alguien, entonces habrá quedado que dichos: entes obran "por un fin". (v. Hellín, Cosmología, n. 422).

 

373.- Escolio 2.- A propósito de la "acción y de los efectos", bueno será tener en cuenta el siguiente texto de Santo Tomás: "La acción, unas veces tiene como término un, hecho como la edificación tiene por término la casa, y la curación, la buena salud; pero otras veces no, como entender y sentir. Entonces, si la acción tiene como término un hecho, el impulso del agente, mediante la acción, tiende hacia aquel hecho; pero si no tiene como término, ningún hecho, el impulso del agente tiende a la misma acción. Conviene, pues, que todo agente, al obrar, pretenda el fin: unas veces, será la acción misma; otras, será algo hecho mediante la acción" (3 CG c.2).