¿Es actual la doctrina aristotélica del intelecto agente?

Por José Angel García Cuadrado *

ESTUDIO - INVESTIGACIÓN

1. La interpretación renovadora de Antonio Rosmini

2. El escolasticismo ecléctico de Jaime Balmes

3. La interpretación trascendental de Maréchal

4. La antropología trascendental de Rahner

5. Conclusiones


Uno de los pasajes más controvertidos de la historia de la Filosofía antigua y medieval ha sido, sin duda, el capítulo V del libro III del De Anima. En este oscuro texto Aristóteles presenta la doctrina del entendimiento agente para explicar de qué manera la percepción sensible pasa a ser un conocimiento intelectual. La propuesta aristotélica fue ampliamente debatida por sus comentadores, con posturas dispares cuando no claramente enfrentadas. Sin embargo, en la filosofía moderna y contemporánea la doctrina del intelecto agente parece haber caído en el olvido; incluso dentro de la tradición escolástica de inspiración aristotélica se ha propuesto el abandono de dicha explicación gnoseológica.

¿Cabe todavía mantener la actualidad de la doctrina del entendimiento agente, o debe ser considerada como un objeto de estudio meramente arqueológico del pensamiento medieval? En mi opinión, recogiendo la afirmación del profesor García González, "en la filosofía moderna la doctrina del intelecto agente ha desaparecido. Pero su función gnoseológica no. Y Kant ha propuesto una dimensión a priori en el conocimiento intelectual, a su juicio pluralmente formal, pero derivada de la unidad de la conciencia trascendental; igual que Husserl, en nuestro siglo, ha buscado con la segunda reducción y en el ego trascendental el a priori del conocimiento intelectual. La doctrina del intelecto agente -concluye este mismo autor- es la versión metafísica tradicional del tema de la prioridad en el ámbito cognoscitivo intelectual".

En mi exposición, dejaré a un lado el tratamiento fenomenológico y me detendré en la semejanza de la filosofía trascendental kantiana con la doctrina aristotélica del intelecto agente. Para ello me serviré de las interpretaciones de cuatro filósofos que de manera explícita han advertido los paralelismos entre entre ambas propuestas. Estos filósofos son: Rosmini, Balmes, Maréchal y Rahner. Los cuatro son pensadores católicos y conocedores de la filosofía escolástica, pero que buscaron la actualización de la filosofía aristotélico-tomista a partir de las aportaciones del criticismo kantiano.

1. La interpretación renovadora de Antonio Rosmini

Antonio Rosmini (1797-1855) publica en 1830 el Nuovo Saggio sulla origine delle idee, en abierto diálogo y confrontación con el empirismo y con el trascendentalismo idealista. A lo largo de su exposición, el pensador italiano percibe el paralelismo existente entre el "a priori" formal kantiano y la luz del intelecto agente. La postura rosminiana se puede comprender mejor desde la perspectiva renovadora en la que se sitúa su filosofía. Así se entiende el intento de conciliar en la idea de ser la noción de lumen intellectus de la tradición, con el a priori formal kantiano.

En efecto, Rosmini "cree que el punto neurálgico de toda la teoría del conocimiento debe situarse en torno a dos conceptos extremadamente próximos, cuando no coincidentes en el fondo: aquel del lumen mentis de la filosofía tradicional y el famoso a priori formal tan exigido en la alternativa kantiana". Para ello el pensador italiano propone una sugerente interpretación de la luz intelectual asignada al entendimiento agente. "Los principios innatos de Sto. Tomás, sean especulativos sean prácticos, están habitualmente insertos (habitus principiorum), y luego con ocasión de las sensaciones (phantasmata) son llevados al acto por el intelecto agente, y casi diría se recuerdan. Pero hay que observar, que el doctor de Aquino, además de estas nociones innatas en hábito, y no en acto, pone un intelecto agente, que está verdaderamente en acto, y que hace actualmente presente todas las cosas al pensamiento con su luz. Ahora bien, yo juzgo que esta luz del intelecto agente, que se expresa con el manto de la metáfora, y que no se encuentra en los escritos antiguos o raramente y como de paso, quitada la metáfora, es la idea del ser".

La génesis de la afirmación rosminiana hay que buscarla en su intución fundamental, es decir, en la centralidad de la idea de ser. Para él, todo nuestro conocer viene mediado por la captación original, aunque no consciente, de la idea de ser: todo hombre al conocer posee la idea primigenia del ser universal, de tal modo que la idea de ser es lo primero que ontológicamente se necesita para conocer. Esa idea de ser es la única idea innata.

Pues bien, en este planteamiento gnoseológico, la luz del intelecto agente viene a coincidir con esa idea innata del ser, en tanto que es un "medio de conocer el cual es como una luz que ilumina para la mente las cosas cognoscibles y este medio fue llamado por los antiguos filósofos «bajo el cual», medium sub quo". La luz del intelecto agente, es decir, la idea de ser, es puramente indeterminada y coexistencial al pensamiento.

La semejanza con el "a priori" formal kantiano se puede advertir en la indeterminación del entendimiento agente como medio de conocer, que precisa de la sensación como materia o contenido sobre la cual actúa la luz del intelecto agente. Así lo explica el Roveretano: "si en nosotros se diese sólo la simple aprehensión, esto es, la pura idea, y no estuviese allí presente lo real, esto es, lo sentido, no se diría que nuestra mente entienda, sino sólo que tiene el medio de entender. Y tal es la condición de la mente que tiene sólo la idea innata del ser, sin ningún fantasma recibido del sentido: no se dice entonces que conoce algo, o que entiende algo, sino sólo que tiene la potencia de conocer y de entender".

No obstante, para Rosmini, el intelecto agente no es sólo medio de conocer (obiectum quo cognoscimus), sino también y primariamente objeto conocido (obiectum quod cognoscimus). Este parece ser un punto central de la tesis rosminiana a juzgar por sus mismas palabras: "convencer al hombre de que ve esta luz en sí misma, la cual es –a la vez– principio de todo conocimiento, ha sido todo el objetivo del Nuovo Saggio". Y en otra ocasión dice: "La luz es algo que se ve, sin reducirse al ojo ni al acto de visión; es aquello que es visto y hace ver las cosas. Del mismo modo, la luz de la mente humana es un objeto visto, con el que se ve todo lo demás".

En la propuesta rosminiana resulta interesante constatar de qué manera se percibe la relación existente entre el intelecto agente y el ser. La analogía de la luz se presentaba ya en la filosofía clásica ligada tanto a la luz intelectual del entendimiento agente como al acto de ser. No obstante, tal y como está formulada la propuesta rosminiana, ésta resulta un tanto ambigua. Parece difícilmente aceptable que la luz del intelecto agente sea la idea de ser. En la tradición aristotélica el entendimiento agente es el principio activo que manifiesta, es decir, "hace ver la realidad" mediante su iluminación, pero este principio activo no se presenta en dicha tradición como una idea, ni mucho menos como una idea innata. En otras palabras, el intelecto agente es más bien un principio ontológico real y no meramente ideal. Se podría afirmar que el problema metafísico acerca de la prioridad intelectual lo resuelve Rosmini decantándose hacia un cierto idealismo; en efecto, la prioridad intelectual no es una acto, sino una idea innata. No me quiero extender más en este punto, puesto que sería preciso una exposición más completa de la interpretación rosminiana.

No obstante, me interesa subrayar ahora el esfuerzo de Rosmini por conciliar en la idea de ser, la doctrina de la luz intelectual de la tradición con el "a priori" formal kantiano. Pero una vez expuesto el paralelismo de fondo, Rosmini marca las distancias con el criticismo. Es cierto que Kant ha tenido el mérito de haber visto la necesidad de informar la experiencia sensible y analizar minuciosamente este hecho, pero el defecto capital del filósofo de Königsberg consistiría en que con el método trascendental se examina sólo el acto por el que el sujeto conoce, sin reparar en el objeto que constituye en "acto primero" la mente misma. Esta limitación hace exclamar al filósofo italiano: "las múltiples formas de Kant tienen el pecado original de ser subjetivas". Así pues, la crítica rosminiana al sistema kantiano advierte la carga subjetivista de su planteamiento, lo que dificulta un verdadero conocimiento de la realidad objetiva. Esta podría ser, en síntesis, la valoración rosminiana de la gnoseología trascendental kantiana.

2. El escolasticismo ecléctico de Jaime Balmes

Jaime Balmes (1810-1848), comparte con Rosmini la preocupación por renovar la filosofía escolástica con las aportaciones filosóficas de la Modernidad. Durante los años 1842-1847 realizó diversos viajes que le permitieron entrar en contacto con pensadores franceses y más concretamente con el cardenal Mercier. El resultado de su filosofía puede ser denominado como un escolasticismo ecléctico, puesto que reconociendo la indudable autoridad de Santo Tomás, recibe influencias de Suárez, Leibniz y Descartes. En cuanto al método crítico kantiano, le reconoce un valor filosófico, siempre y cuando no sea utilizado de modo exclusivo.

En su Filosofía Fundamental, publicado en 1848 pero elaborado durante sus estancias europeas, Balmes dedica todo el libro IV, a tratar de la génesis de la idea. El propósito fundamental del filósofo catalán es rebatir las explicaciones empiristas representadas por Condillac, el cual elimina las diferencias entre sensación e intelección reduciendo el conocimiento humano a percepción sensible. Frente al sensualismo de Condillac, Balmes acude a la doctrina aristotélica del entendimiento agente: "La escuela de los aristotélicos tomaba las sensaciones como punto de partida, pero no las consideraba como productoras de la inteligencia; por el contrario, deslindaba muy cuidadosamente entre el entendimiento y las facultades sensitivas, reconociendo en aquél una actividad propia, innata, muy superior a todas las facultades del orden sensitivo", y más adelante afirma que en la escolástica "se reconoce expresamente una actividad primordial de nuestro espíritu, no comunicada por las sensaciones, sino anterior a todas ellas. El entendimiento agente, (...) era una condenación permanente del sistema de la sensación trasformada, sostenido por Condillac".

En efecto, en la gnoseología aristotélica "se hacía una separación entre el orden sensitivo y el intelectual, y como, por otro lado, era preciso establecer una comunicación entre estos dos órdenes, si se quería salvar el principio de que nuestros conocimientos venían de los sentidos, fue necesario echar un puente que uniese las dos riberas (...) y éste fue el entendimiento agente". Balmes explica a continuación la iluminación de las imágenes sensibles llevada a cabo por el intelecto agente, y cómo éste las despoja de sus condiciones materiales. Y concluye: "Esta invención, más bien que ridícula, debiera llamarse poética, y antes merece el título de ingeniosa que el de extravagante. (...) Quítese a la explicación de las escuelas la parte poética, y véase si lo que en ella se envuelve vale tanto, por lo menos, como lo dicho por Kant al combatir el sensualismo".

La autoridad de Kant le sirve a Balmes para refutar desde una perspectiva moderna, el sensualismo de Condillac, el cual no alcanzó ha notar "que las sensaciones por sí solas no bastan a explicar todos los fenómenos de nuestro espíritu, y que, además de la facultad sensistiva, era preciso admitir otra muy diferente, llamada entendimiento". Comienza entonces la comparación de la gnoseología kantiana con la aristotélica, "semejanza que tal vez no ha sido notada hasta ahora, no obstante de que salta a los ojos a la simple lectura del filósofo alemán". Balmes no parece conocer las obras de Rosmini, a pesar de compartir con él la idea de que se ha de abandonar el valor metafórico de la luz aplicada al intelecto agente para reconocer en el fondo la misma concepción kantiana.

Según Balmes, el acierto de Kant es considerar "las sensaciones como materiales suministrados al entendimiento y que éste combina de varias maneras, reduciéndolos a conceptos. «Pensamientos sin materia, dice, son vanos, intuiciones sin conceptos son ciegas. Es, pues, igualmente indispensable el hacer sensibles los conceptos, esto es, darles un objeto en intuición, y el hacer inteligibles las intuiciones, sometiéndolas a conceptos» (Lógica trascendental. Introducción). ¿Quién no ve en este pasaje –continúa Balmes– el entendimiento agente de los aristotélicos, bien que expresado con otras palabras? Sustitúyase a intuición sensible, especie sensible; a concepto, especie inteligible, y nos encontraremos con una doctrina muy semejante a la de los escolásticos". Balmes, se detiene en establecer las concomitancias entre el sistema kantiano y el aristotélico, proponiendo una sugerente "traducción" de los términos kantianos al lenguaje escolástico.

Sin embargo, Balmes también hace ver las profundas divergencias entre el planteamiento aristotélico y el kantiano. En la filosofía trascendental el conocimiento no puede traspasar el límite de la sensibilidad puesto que no es posible hacer un uso trascendental de los conceptos puros. La crítica de Balmes al sistema kantiano es tajante: "Difícilmente se puede encontrar doctrina más dañosa. ¿Qué le resta al espíritu si se le quitan los medios para salir de la esfera sensible? ¿A qué se reduce nuestro entendimiento si sus ideas más fundamentales y sus principios más elevados no tienen ningún valor para enseñarle algo sobre la naturaleza de las cosas? Si el mundo corpóreo no es más para nosotros que un conjunto de fenómenos sensibles, y nada podemos conocer fuera de ellos, nuestros conocimientos nada tienen de real, todos son puramente subjetivos, el alma vive de ilusiones y se envanece con creaciones imaginarias a las que nada corresponde en la realidad. Forma subjetiva el espacio, forma subjetiva el tiempo, conceptos vacíos las ideas puras, todo es subjetivo en nosotros; nada sabemos de los objetos".

En definitiva, Balmes y Rosmini (aparentemente sin relación entre ellos aunque con un mismo afán renovador de la filosofía tradicional), advierten el paralelismo existente entre la doctrina aristotélica del intelecto agente y el "a priori" formal kantiano, pero no dejan de marcar las diferencias que se esconden en sus planteamientos fundamentales de orden ontológico.

3. La interpretación trascendental de Maréchal

La sugerente lectura llevada a cabo por Rosmini y Balmes, coincide en su propósito con la interpretación de Joseph Maréchal (1878-1944). El filósofo belga intenta asumir lo esencial del kantismo en el pensamiento escolástico: éste parece ser el hilo conductor de su gran obra, El punto de partida de la filosofía (la primera edición es de 1926). Para ello tratará de traducir al lenguaje crítico la terminología metafísica tomista.

Al tratar de la doctrina del intelecto agente Maréchal apunta que se trata de una "verdadera teoría de la espontaneidad intelectual", con la cual se intenta conciliar la espontaneidad y la pasividad de la inteligencia, una cuestión gnoseológica típicamente kantiana. Poco después afirma: "Al estar siempre en acto, el entendimiento agente no tiene ninguna necesidad de un acto extraño para entrar en ejercicio: los efectos particulares de su «acto», es decir, las prolongaciones de su acto en «acciones», serán puestas o no según que ciertas condiciones formales extrínsecas se encuentren o no realizadas; pero su actividad, considerada en sí misma, es completamente a priori y espontánea" . Por lo tanto, según Maréchal, la actividad del intelecto agente es a priori porque es previa al inteligible en acto y previa a la sensibilidad. De esta manera el entendimiento agente pasa a pertenecer al sujeto trascendental como condición de posibilidad del conocimiento.

Continúa el filósofo belga: "el entendimiento agente no basta, por sí sólo, para determinar al entendimiento posible; la parte verdaderamente espontánea de su intervención no sobrepasa ciertos caracteres absolutamente generales, cuya especificación próxima depende del fantasma. Kant decía lo mismo en términos críticos: el concepto no es totalmente a priori ni totalmente espontáneo: es a posteriori (o empírico) en cuanto a su materia (su contenido diverso), a priori y espontáneo en cuanto a su forma sintética (su forma de universalidad)". Para Maréchal el intelecto agente es un "a priori" del conocimiento humano, porque todavía no cuenta con la base empírica que hace posible el concepto. Y en este sentido, el entendimiento agente se debe colocar del lado trascendental, previo a la experiencia sensible y condición de posibilidad del conocer humano.

En la concepción marechaliana del intelecto agente, se deja sentir también la noción del ser ideal de Rosmini cuando dice que el intelecto agente presenta "a priori" unos rasgos absolutamente generales e indeterminados, condición de posibilidad de todo otro conocimiento. Pero se distancia del filósofo italiano en que el intelecto agente no se pone de parte del objeto: "La actualidad del entendimiento agente difiere totalmente de la actualidad de un inteligible en acto, ya que no es, de ninguna manera, el objeto propio, conocido por el entendimiento pasivo". En otras palabras, el intelecto agente ilumina el objeto, pero no comparece en la operación. Con la tradición escolástica podemos decir que es medium quo cognoscitur, pero no objeto quod cognoscitur.

Con todo, podemos concluir que la lectura de Maréchal coincide básicamente con las realizadas por Rosmini y Balmes. Sin embargo, no parecen advertirse en la interpretación merechaliana las reservas que éstos ponen a la doctrina kantiana. ¿Es posible conciliar las dos visiones de la metafísica del conocimiento aquí confrontadas? ¿Es totalmente asimilable el intelecto agente aristotélico con el "a priori" formal kantiano?

4. La antropología trascendental de Rahner

La interpretación marechaliana de la gnoseología clásica es recogida y ampliada por la antropología trascendental de Karl Rahner (1904-1984). En efecto, resulta bien conocido que el teólogo alemán recibió una formación escolástica fuertemente mediatizada por la filosofía de Maréchal. Ya en 1939 (sólo trece años después de la aparición de la obra del filósofo belga) Rahner publica el libro Espíritu en el mundo, en donde recoge su síntesis entre la teoría del conocimiento tomista y la kantiana.
También para Rahner el intelecto agente es una condición de posibilidad del pensar, es decir, un a priori del sujeto: "En lo conocido intelectualmente es copercibido un elemento apriórico, que el espíritu comporta consigo (...), y éste es la condición de todo conocimiento objetivo (...). Este elemento a priori de todo conocimiento no es idea innata alguna, porque es sólo copercibido como condición de posibilidad de la aprehensión intelectual de lo sensiblemente dado, a saber, cuando ejerce una función «formal» con respecto al material de la sensibilidad".

Adviértase cómo de manera explícita se separa de la concepción rosminiana, según la cual el intelecto agente es una idea innata, a través de la cual percibimos toda la realidad. Esta caracterización del intelecto agente parecería responder mejor a la concepción escolástica, como se manifiesta a la hora de explicar la metáfora de la luz aplicada al entendimiento agente: "Una de las imágenes más usadas para la descripción de la función del intellectus agens, es la representación de que los phantasmata son iluminados por el intellectus agens como lumen. ¿Qué quiere decir esta imagen? Si nos atenemos sencillamente a la imagen misma, se nos dice por de pronto que se trata de un hacer visible al phantasma por el intellectus agens. Ésta es, en general, la tarea de la luz con respecto al objeto iluminado por ella".

Pero la propuesta rahneriana parece ir más lejos de la interpretación clásica cuando a continuación parece fundar la "visibilidad" exclusivamente en la conciencia y no en la realidad misma. En efecto, para el pensador alemán, "el «ser visible» es en nuestro caso, naturalmente, la conciencia". En esta sencilla afirmación parece condensarse el giro gnoseológico operado por la antropología trascendental de Rahner. Continuando con la analogía de la visión intelectual, la inteligibilidad parece descansar sólo en la espontaneidad de la conciencia y no en la inteligibilidad ontológica de la realidad.

Por otro lado, la antropología trascendental de Rahner hace coincidir también la iluminación del intelecto agente con la conversio ad phantasmata del entendimiento agente. "Al concebir el acontecer de la abstractio en cuanto información del contenido sensiblemente dado por la luz del intellectus agens, incluye ya una conversio intellectus ad phantasma como aplicación de la luz a lo sensiblemente sabido. En tal proceso se cumple tanto la abstractio como la conversio, y con todo derecho pueden caracterizarse como illuminatio, bien, en primer término, la abstractio como tal, es decir, unida con el contenido sensible; bien en segundo lugar, la conversio ad phantasma, o sea, la unión de la forma apriórica con el contenido sensible". Comentando este texto, Fabro apunta que para Rahner tanto la abstracción como la conversión a las imágenes no son más que dos momentos de la autoaclaración del espíritu mediante la reditio completa del alma sobre sí misma, pero de esta manera desembocaremos en una gnoseología de corte inmanentista, como el mismo Fabro con estas palabras. "Si, como quiere el pensamiento moderno, el objeto del conocer es el acto de conciencia, la abstracción no puede consistir en tener conciencia del phantasma, ya que de éste el hombre tiene conciencia mediante la sensibilidad y no tiene necesidad de una nueva conciencialidad". "Por lo tanto, el acto de ser extra animam que para Sto. Tomás es el estímulo que lleva al entendimiento a «tomar conciencia de» (la realidad), en el tratamiento rahneriano se convierte en el acto de conciencia de sí misma".

Como hace ver Possenti, la noción de intencionalidad cognoscitiva, presente en toda la tradición aristotélica, parece olvidada en los planteamientos gnoseológicos rahrenianos. En efecto, en el planteamiento clásico, el conocimiento intelectual se encuentra intencionalmente "volcado" hacia lo conocido, es decir, la misma realidad. Pero sin intencionalidad cognoscitiva la conciencia se vuelve hacia sí misma. De esta manera, Rahner concibe la abstracción intelectual no como la aprehensión intencional de la realidad sino como una vuelta del sujeto sobre sí mismo.
La interpretación apriórica del intelecto agente realizada por la antropología trascendental de Karl Rahner, se encuentra también presente en otros autores como De Petter, Coreth, Mertens y Verbeke. Estos autores llevan a cabo una particular exégesis de los textos tomistas lo que les lleva a concebir los primeros principios metafísicos no fundados en la realidad misma, sino inscritos en ella gracias a la actividad del intelecto agente debido a su carácter trascendental y a priori. Así por ejemplo, Verbeke de manera explícita afirma que según Santo Tomás el intelecto agente es capaz de "introducir" la inteligibilidad en los datos sensibles, y en última instancia, el que torna inteligible el mundo material. Pero si el mundo no está dotado de inteligibilidad propia, y si es el entendimiento agente la única causa de la inteligibilidad del mismo nos situamos bien lejos de la postura aristotélica.

5. Conclusiones

En 1852, Ernest Renan publicó su célebre tesis doctoral sobre el pensamiento de Averroes, en la deja constancia también de los paralelismos existentes entre las posturas aristotélicas y kantianas. "Al traducir a lenguaje moderno la teoría del entendimiento, expuesta en el libro III Del Alma , y desprendiéndola de las formas demasiado substanciales del estilo aristotélico, se llega a una teoría del conocimiento bastante análoga a la que desde hace medio siglo ha ganado el asentimiento de todos los espíritus filosóficos". "Pero este método de analogías —continúa Renan— es siempre peligroso. Los sistemas antiguos deben tomarse tales como son, y deben ser aceptados como curiosos productos del espíritu humano, sin que se deba tratar de interpretarlos con arreglo a las opiniones de la filosofía moderna".

¿Hemos de renunciar a una lectura moderna de la doctrina del intelecto agente, siguiendo el consejo de Renan? ¿Resultan tan dispares las respuestas acerca del modo de conocer en el planteamiento clásico y en el kantiano? Si tenemos en cuenta que la gnoseología aristotélica y la kantiana son intentos por superar tanto la concepción empirista –que acaba reduciendo el conocimiento humano a la sensación– como al innatismo –ya sea en su versión platónica o cartesiana–, ambas concepciones muestran paralelismos válidos. Esta base común hace posible captar las semejanzas entre la gnoseología crítica de Kant y el realismo cognoscitivo de la tradición aristotélica. En mi opinión, si se pretende superar una gnoseología empirista debemos recuperar un teoría del conocimiento estructuralmente similar a la propuesta aristotélica del intelecto agente. Con esto no afirmo más que la necesidad de seguir abriendo nuevas perspectivas de estudio que nos ayuden a comprender mejor el problema de la prioridad del conocimiento intelectual.

En este sentido, el intento por traducir en términos kantianos la gnoseología escolástica supone sin duda un esfuerzo especulativo para hacer más comprensible la oscura doctrina del intelecto agente. De esta manera puede ser legítimo afirmar que el intelecto agente es un "a priori" del conocimiento humano, porque todavía no cuenta con la base empírica que hace posible el concepto. Y consecuentemente, el entendimiento agente se debe colocar del lado trascendental, previo a la experiencia sensible y condición de posibilidad del conocer humano.

Es preciso, sin embargo, ahondar en estas aparentes coincidencias. Rosmini y Balmes advierten explícitamente que la propuesta kantiana pone el acento en el sujeto trascendental, pero se deja en entredicho la objetividad del conocer. Sin embargo, Maréchal, y sobre todo, Rahner no parecen marcar explícitamente las distancias con el planteamiento trascendental kantiano. El giro gnoseológico kantiano en favor de la conciencia parece ser plenamente asumido en esta última interpretación: nos encontramos, a mi modo de ver, frente a una lectura kantiana del entendimiento agente aristotélico. Pero hacer una lectura kantiana de Aristóteles ¿no es deformar al mismo Aristóteles? De la misma manera, se puede intentar hacer una lectura aristotélica de Kant, pero ¿no sería esto deformar la originalidad del planteamiento kantiano? Parece útil y necesario establecer paralelismos entre los planteamientos de estos dos filósofos, mostrando la perenne actualidad de los problemas gnoseológicos. No obstante, sería necesario no obviar sus profundas divergencias metafísicas y gnoseológicas: sólo así estaremos en condiciones de hacer justicia a cada uno uno de ellos, y, sobre todo, hacer justicia a la filosofía misma.


* José Angel García Cuadrado
Facultad eclesiástica de Filosofía
Universidad de Navarra
31008 Pamplona (España)

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