La antropología en la Edad Media
Por
Vicente Huerta
La deuda con el cristianismo, en lo que al apogeo de esta
época se refiere, comporta que los autores cumbre cifren lo diferencial del
hombre en su ser, no en su tener o en su obrar (ya sea racional, volitivo o
pragmático). Al tipo de filosofía de este periodo basada en el ser se ha
denominado realismo (1). En los principales escritores está incoada, aunque
no desarrollada la distinción real entre esencia y acto de ser en el hombre
(Alejandro de Hales, S. Alberto Magno, Sto Tomás de Aquino), es decir, entre
aquello de lo que en sí el hombre dispone y el quien que el hombre es.
Período de transición (s. VI-VIII)
La influencia de Platón y de San Agustín en BOECIO (475-525) es marcada en
lo referente a la antropología. Boecio describe al hombre, siguiendo a la
tradición, como animal racional y mortal. Admite la composición en él de un
cuerpo mortal y un alma inmortal. El alma es intelectual y preexiste al
cuerpo, de modo que conocer es recordar, (influencia de Platón). El hombre es
libre y la mayor manifestación de la libertad es la adhesión a la voluntad
divina.
Sin embargo, a él se debe la definición novedosa, y clásica desde él, de persona:
una sustancia individual de naturaleza racional. Esta
definición será posteriormente aceptada y defendida por Santo Tomás. Por
sustancia se entiende aquí lo que Aristóteles llamaría "substancia
primera", es decir, lo que está-en-sí y no inherente en otro. Sustancia
individual se dice de aquel ente que estando-en-sí es indiviso en sí mismo e
incomunicable a cualquier otro ni como accidente ni como parte de un todo. De
naturaleza racional quiere decir que tiene capacidad de pensamiento
autoconsciente, reflexivo y abstracto.
Aunque esa definición se siga empleando y no carezca de prestigio, resulta
mejorable por varios motivos:
a) Porque la definición es un modo de conocer insuficiente para abordar la
persona, y, porque por ser la persona cada quien, es indefinible.
b) Porque la persona no encaja bien en la categoría de sustancia, pues esta
palabra sólo designa bien a los seres inertes (modelo hilemórfico).
c) Porque individual indica separación, y la persona es apertura y relación.
d) Porque la persona es más que naturaleza, ya que este término sólo
describe bien a los seres con vida meramente biológica. La persona tiene
naturaleza, pero no se reduce a ella.
e) Porque lo racional describe en parte a la esencia humana (a la razón y,
tal vez por redundancia, también a la voluntad), pero no alude al acto de ser
humano: a la persona.
La antropología en la Escolástica (s. XII-XIII)
En el siglo XIII, se aprueban los estatutos de las primeras universidades (2),
algunas de las cuales contaban ya con precedentes académicos desde el s. XII.
Fueron concebidas como la reunión universal de maestros y discípulos a fin
de buscar el saber. Se estudia en ellas las carreras de Teología, Artes
(luego Filosofía), Medicina y Derecho. Se reciben en las sedes universitarias
los escritos de Aristóteles, que se traducen de nuevo al latín. Los autores
contarán desde entonces con ese legado, además de los textos de Platón, la
tradición bíblica y patrística, los escritos árabes y judíos, y el
magisterio de los profesores precedentes a los que también llaman
autoridades. Con esas fuentes, con mucha dedicación y estudio, y su mutua
ayuda e influjo, estos autores condujeron este periodo histórico a una de las
cumbres del saber, tal vez la más alta, comparable sólo con el periodo
griego formado por Sócrates, Platón y Aristóteles (s. V-III a. C.), o con
el idealismo alemán desde Kant a Hegel (s. XVIII-XIX d. C.). A este periodo
más intenso de la Edad Media se le denomina escolástica. Destaquemos sus
figuras más célebres.
ALEJANDRO DE HALES (1185-1245), franciscano, supone un intento de
conciliación entre la filosofía de Aristóteles y la de San Agustín y otros
Padres de la Iglesia. Acepta la primera, en concreto, la abstracción
aristotélica para el conocimiento de lo sensible, y la subordina a la
segunda, a la iluminación agustiniana, para el conocimiento de lo espiritual
(3). Como distingue netamente entre ser y obrar, no es lo mismo, para él, el
alma que sus potencias. El alma es un ente en sí, una sustancia compuesta de
materia y forma espirituales (defiende, pues, el hilemorfismo universal), que
vivifica al cuerpo, pues se une con él al modo de la forma con la materia.
Creada directamente por Dios, el alma posee tres tipos de potencias, las
vegetativas, las sensitivas y las intelectuales. Entre las intelectuales
señala que el intelecto posible y el agente son dos diferencias del alma. De
la inmortalidad del alma da varias pruebas, pero la interpreta como don
divino, no como exigencia de la naturaleza humana.
Por la influencia que tendrá en la época conviene citar a AVERROES
(1126-1198), quizá el último de los grandes filósofos musulmanes. Averroes
se tomó en serio a Aristóteles, lo cual le valió el título de El
Comentador. Mantuvo que el entendimiento posible, es decir, la razón o la
inteligencia humana, que estudió también Aristóteles, es único para todo
el género humano (4); y por eso actúa en todo hombre, y que no es ni
generable ni corruptible. Además de éste, también el entendimiento agente
es único para todos los hombres, y como el anterior, eterno. Esta tesis puede
resultarnos ahora chocante, pero es fácil de entender a autores más antiguos
como PLOTINO (205-270 d. C.) quien afirma: "Antes de nacer al devenir,
éramos allá arriba hombres y de alguna manera dioses, almas puras e
inteligencias unidas a la substancia entera (...) formábamos parte de un todo
(Uno). Pero ahora al hombre se le acerca otro hombre que quiere existir y que
nos encuentra (...) se ha juntado al hombre que éramos y nos ha convertido a
los dos en un conjunto".
SAN ALBERTO MAGNO (1199/1206-1280), denominado Doctor Universal, dominico,
distingue en el hombre, (no en Dios, pero sí también en todo lo creado)
entre lo que es (quod est) y el ser (esse), es decir, entre esencia y
existencia. Sin embargo, para él, la existencia, (el esse), es accidental y
sobreviene como algo extrínseco a la esencia. Como gran biólogo notó que el
embrión humano madura progresivamente, pero en su origen está ya todo lo
humano, incluida la inteligencia. El alma es la forma sustancial del cuerpo,
por eso -frente al pensamiento árabe- es propia de cada quien, pero no se
reduce a ser forma del cuerpo, porque las funciones intelectiva y volitiva son
independientes de él. Derivado de ello, su inmortalidad cabe demostrarla
racionalmente, porque no depende del cuerpo según su esencia. Expuso San
Alberto en sentido aristotélico, frente a la interpretación árabe, a la que
dedica especialmente un libro, el de La unidad del intelecto contra Averroes,
la diferencia entre entendimiento agente y posible. Los dos entendimientos se
distinguen del alma, y entre sí se distinguen como el acto y la potencia. El
primero recibe la luz directamente de Dios. Uno y otro son propios de cada
persona humana. Que para este autor la persona no es lo mismo que su
naturaleza es claro también en atención a cómo describe los hábitos:
"aquello por lo que uno obra cuando quiere", es decir, uno tiene
dominio sobre su naturaleza, de modo que la puede perfeccionar, usando de esa
perfección, del hábito, libremente.
Esplendor de la Escolástica (s. XIII) y Tomás de Aquino (1225-1274)
Conocidos los principales escritos de Aristóteles, los autores de esta época
(s. XIII) intentan compaginar esa doctrina con la tradición filosófica y
teológica precedente. Las escuelas más importantes son la franciscana, que
sigue especialmente a San Agustín, y la dominica, que sigue prioritariamente
a Aristóteles. Las aportaciones nucleares de los autores más
representativos, San Buenaventura y Sto. Tomás de Aquino, quienes recogen y
culminan grandes hallazgos de sus maestros, Alejandro de Hales y San Alberto
Magno, son sumamente válidas. Tomás de Aquino revolucionará el pensamiento
cristiano al dejar a Platón para seguir más a Aristóteles.
SAN BUENAVENTURA (1217-1274), franciscano, intentó una síntesis armónica de
los diversos hallazgos filosóficos de heterogéneas procedencias,
Aristóteles, San Agustín, Avicena, Alejandro de Hales, etc., en servicio de
la teología. Toma de Aristóteles la alusión al entendimiento agente y
posible, que para él no son dos potencias, sino dos diferencias de una única
facultad intelectual. Derivado de ello, y de modo parejo a Tomás de Aquino,
se enfrenta al averroísmo por mantener que ambos son algo del alma, que es
una para cada hombre. Pero dada la insuficiencia del conocer humano para
percibir lo espiritual, y siguiendo en esto a San Agustín, mantiene la
iluminación de nuestro entendimiento por Dios, es decir, que el alma tiene
dos caras, una que mira a los sensible, y otra a lo inteligible, siendo
necesaria en esta última la luz divina.
De Agustín de Hipona toma también San Buenaventura la preferencia por la
vía interior, más que las pruebas tomadas del mundo, para ascender a Dios.
Admite, asimismo, -puede deberse al influjo de Avicena- en el alma cierta
distinción entre esencia y existencia, pues dice que está compuesta de
aquello por lo que es (quo est) y de aquello que es (quod est). Como Alejandro
de Hales sostiene el hilemorfismo universal, y afirma, en consecuencia, que no
sólo el hombre es un ser compuesto de materia y forma, sino que incluso el
alma es una sustancia compuesta de esos dos principios, pues, según él, si
no fuera así, no se distinguiría del Acto Puro. El inconveniente que esta
hipótesis acarrea es que le llevará a admitir que tanto en el caso del alma
como en el del cuerpo se trata de dos sustancias completas. En cuanto al
origen del alma -como su maestro- defiende la creación directa e inmediata
por Dios. Y por lo que al alma separada se refiere, no está de acuerdo en
decir que sea persona.
Respecto de las potencias del alma su opinión es propia. Entendimiento y
voluntad, también la memoria, forman parte de la integridad del alma pero no
se identifican radicalmente con ella. Ahora bien, tampoco en sus escritos
aparece clara la real distinción entre ellas y el alma. En eso San
Buenaventura busca la imagen trinitaria en las tres potencias. Señala,
además, la superioridad de la voluntad, asunto que posteriormente encontrará
eco en Escoto. Basa la inmortalidad del alma en el deseo natural de felicidad.
SANTO TOMÁS DE AQUINO, el Doctor Angélico, dominico, a lo largo de su
ingente obra pese a su corta vida (5), desconfió del prestigio que en la
filosofía árabe se otorgó a la sustancia, especialmente cuando se intenta
predicar ésta de las personas. Por eso llega a afirmar que son
supersustanciales. Descubrió lo real que está por encima del orden
sustancial. En efecto, estableció clara y certeramente la distinción entre
esencia y existencia, en todo lo creado. Esa división la aplica al alma
humana y le permite discernir en ella lo que se comporta como acto de lo que
se comporta como potencia (6). A lo que se comporta como acto, que es el acto
de ser, se le puede llamar persona, y por ello distingue netamente entre la
persona y su naturaleza (7). Explicará la unión de alma y cuerpo acudiendo a
la idea de "sustancia incompleta". El alma humana es sustancia
incompleta destinada a formar con el cuerpo una única naturaleza o principio
de acción. Por eso, en cierto sentido, el hombre es más digno que el alma en
cuanto que es más completo. Sólo el hombre es persona, no lo es el alma de
por sí, aunque pueda subsistir con independencia del cuerpo.
Tomás de Aquino critica al platonismo afirmando que la unión del alma y el
cuerpo no es accidental (como el marino y la nave) sino que forman una sola
sustancia. Por lo mismo niega la preexistencia del alma: "Algunos
filósofos antiguos sostuvieron que las almas habían sido creadas, al
principio, aparte del cuerpo. La causa de ese error se debía a que esos
filósofos admitían que el alma estaba unida al cuerpo de una manera
accidental, como el marinero a su barco, o el hombre a sus vestiduras. Por eso
Platón enseñaba que el hombre es una alma "revestida" de un
cuerpo" (8). Pero también supera a Aristóteles al afirmar que el alma
es una forma que no depende del cuerpo en lo que respecta a su existencia. De
este modo es posible explicar la inmortalidad del alma, pues Aristóteles
explica bien la unidad de alma y cuerpo pero deja difícil el camino para
explicar la subsistencia del alma separada.
En el plano natural notó Tomás de Aquino que con sólo el cuerpo no podemos
explicarnos la vida, pues hay cuerpos muertos. El principio que anima a los
vivientes lo llamamos alma, que no es otra cosa que la vida. El vivir del
hombre es intelectual, racional y libre. Descubre la espiritualidad del alma a
raíz de las potencias y de ahí deduce también la inmortalidad. Muestra que
es forma única del cuerpo, y que no se reduce a sus potencias, es decir, que
hay distinción real entre ella y sus facultades. Mantiene la superioridad del
intelecto sobre la voluntad (intelectualismo). Afirma la creación del alma
inmediatamente por Dios. Frente al averroísmo defiende que entendimiento
agente y posible, pese a ser distintos, se dan en cada persona; son propios de
cada quién.
La influencia de Tomás de Aquino, uno de los pensadores más profundos de la
humanidad, ha sido ingente a lo largo de la historia de la filosofía, dando
lugar a una corriente de pensamiento denominada tomismo. Multitud de
comentadores de todos los tiempos se han hecho cargo de su legado, y su
autoridad doctrinal ha quedado sucesivamente reafirmada (9).
Notas:
1. Realismo es la filosofía que mantiene que el ser es el primer
trascendental. Señala que hay más trascendentales, pero defiende que el ser
es previo, por tanto, a la verdad, al bien, etc., porque el ser es causa la
verdad en el entendimiento, permite que la voluntad se adapte a él como bien,
etc.
2. Entre 1200 y 1400 se fundaron en Europa 52 universidades, 29 de ellas
pontificias. Según orden de antigüedad, no en importancia, puesto que la de
París fue la más destacada, las fechas de fundación parecen ser las
siguientes: Palencia (1208-12), Oxford (1214), París (1215), Padua (1222),
Nápoles (1224), Salamanca (1228), Toulouse (1229), Bolonia (1230). Valladolid
fue fundada a mediados del S. XIII (1250).
3. Reabsorbe, pues, el aristotelismo dentro del agustinismo. Por eso a esos
dos tipos de conocimiento los llama ratio inferior y ratio superior siguiendo
a San Agustín.
4. Comentario al de Anima de Aristóteles, III. Ibidem, p. 171, nota 36.
5. Son aproximadamente 130 libros escritos en poco más de 20 años, pues sus
primeros escritos son fechables alrededor de sus 30 años de edad, y dejó de
escribir a los 48 años, medio año antes de su muerte. Sus escritos se pueden
dividir en: a) Comentario a las Sentencias de Pedro Lombardo. b) Síntesis de
teología. c) Cuestiones disputadas. d) Opúsculos. e) Comentarios a los
libros de Aristóteles y de otros autores. f) Comentarios a la Sagrada
Escritura y litúrgicos. En castellano, cfr. sus síntesis teológicas (Suma
Teológica y Suma Contra los Gentiles) publicadas en la B.A.C., aunque hay
varias cuestiones u opúsculos publicados en otras ediciones. Para nuestro
propósito ver el Tratado acerca del hombre, en Suma Teológica, I, qq.
77-102, Madrid, B.A.C., vol. I, 1988, pp. 665-872. En cuanto a su vida, obra y
escritos, cfr. WEISHEILP, J. A., Tomás de Aquino. Vida, obras y doctrina,
Pamplona, Eunsa, 1994. FABRO, C., Las razones del tomismo, Pamplona, U.
Navarra, 1980; Introducción al tomismo, Madrid, Rialp, 1967.
6. "El alma humana como subsistente, está compuesta de potencia y acto,
pues la misma sustancia del alma no es su ser sino que se compara a él como
la potencia al acto. Y de aquí no se sigue que el alma no pueda ser forma del
cuerpo, ya que incluso en estas formas eso que es como la forma, como el acto,
en comparación a una cosa, es como potencia en comparación a otra",
Cuestiones Disputadas De Anima, q. única, ar. 1, ad 6. Cfr. también Suma
Teológica, I, q. 75, a. 5, ad 6.
7. "Persona significa lo perfectísimo en toda la naturaleza", Suma
Teológica, I, q. 29, a. 3 co. "Este nombre de persona no ha sido
impuesto para significar el individuo por parte de la naturaleza, sino para
significar la realidad subsistente en tal naturaleza", Ibidem, I, q. 30,
a. 4 co.
8. II Sent. d 17, q 2, a 2.
9. Desde su canonización en Avignon en 1323 por el Papa Juan XXII, su
doctrina recibió las alabanzas y recomendaciones de los Romanos Pontífices
hasta la fecha. En 1556 fue nombrado Doctor de la Iglesia Universal por San
Pio V.
Gentileza
de http://www.arvo.net/
para la BIBLIOTECA CATÓLICA DIGITAL