Evolución dirigida
Por John Eccles, premio Nobel de Medicina.
«Me
preocupa especialmente el penetrante materialismo de nuestra época, que se
basa en una mala interpretación de la visión del mundo que nos proporciona
la ciencia. Está ampliamente difundida la creencia de que la evolución
biológica ha proporcionado una explicación completa de nuestro origen y ha
refutado para siempre la doctrina de un Creador divino. Por supuesto, la
Historia bíblica no pretende explicar científicamente la creación. Ahora se
explica científicamente el origen del cosmos mediante el Big Bang y la
subsecuente evolución cósmica de galaxias, sistemas solares y planetas. Pero
es aún más asombroso el origen de la vida en nuestro planeta agraciado de
modo único, la Tierra, donde se ha puesto en escena la creatividad dramática
de la evolución biológica. ¿Podemos preguntarnos si ha habido cierto
designio o intención de esa evolución? Recordemos que, de modo un tanto
misterioso, cada uno de nosotros, como seres con una experiencia consciente
única, hemos llegado a existir mediante una evolución biológica que ha
causado la aparición de nuestros cuerpos y cerebros. Yo creo que hay una
Providencia Divina que opera sobre y por encima de los sucesos materiales de
la evolución biológica. No debemos afirmar dogmáticamente que la evolución
biológica en su forma actual es la verdad Última. Deberíamos más bien
creer que es la historia principal y que, de modo un tanto misterioso, hay una
dirección que guía la cadena evolucionaria de contingencias.
Podemos conjeturar que los animales superiores poseen alguna conciencia,
aunque esto no se encuentra todavía explicado por la evolución biológica.
Puede conjeturarse además que en el proceso filogenético de la evolución de
los homínidos hubo todas las transiciones desde los animales conscientes
hasta los seres humanos autoonscientes, como sucede ontogenéticamente desde
el bebé humano hasta el niño humano y la persona humana adulta; sin embargo,
esto resulta un milagro que está más allá de la explicación científica»
UN FENÓMENO EXTRAORDINARIO: LA AUTOCONCIENCIA
«La filosofía contemporánea descuida los problemas referentes al carácter
único que cada «yo» experimenta. Esto se debe posiblemente al influjo del
materialismo, que es ciego para los problemas fundamentales que
surgen en la experiencia espiritual. El suceso más extraordinario en el mundo
de nuestra experiencia es que cada uno de nosotros aparece como un ser único
autoconsciente. Es un milagro que está siempre más allá de la ciencia.
Una respuesta frecuente y superficialmente plausible a este enigma es la
aserción de que el factor determinante es la unicidad de las experiencias
acumuladas por un «yo» durante su vida. Se acepta fácilmente que nuestro
comportamiento y memoria, y de hecho todo el contenido de nuestra vida
consciente interior, dependen de las experiencias acumuladas en nuestras
vidas; pero por muy extremo que pueda ser el cambio producido por exigencia de
las circunstancias en algún punto particular de decisión, uno sería
todavía el mismo «yo», capaz de rastrear hacia atrás en la propia
continuidad de la memoria hasta los recuerdos más tempranos, hacia la edad de
aproximadamente un año, el mismo «yo» con otra apariencia. No puede haber
eliminación de un «yo» y creación de un nuevo «yo».
CADA ALMA ES UNA CREACIÓN DIVINA
Puesto que las soluciones materialistas fallan cuando intentan dar cuenta de
nuestra unicidad experimentada, me veo obligado a atribuir la unicidad de la
psique o alma a una creación espiritual sobrenatural. Para dar la
explicación en términos teológicos: cada alma es una nueva creación
divina. Es la certeza del foco interno de individualidad única lo que exige
la «creación divina». Me permito decir que ninguna otra explicación es
sostenible; ni la unicidad genética con su fantásticamente imposible
lotería, ni las diferencias ambientales que no determinan la unicidad de cada
uno sino que meramente la modifican.
Esta conclusión tiene un significado teológico inestimable. Refuerza
fuertemente nuestra creencia en el alma humana y en su origen prodigioso por
creación divina. Se reconoce no solo el Dios trascendente, el Creador del
Cosmos, el Dios en el que creía Einstein, sino también el Dios amoroso al
que debemos nuestro ser»
JOHN ECCLES, Premio Nobel de Medicina
En el prólogo al libro de Mariano Artigas «Las fronteras del evolucionismo»
(Ed. Palabra, Madrid 1985)
Gentileza
de http://www.arvo.net/
para la BIBLIOTECA CATÓLICA DIGITAL