FIESTA DE SAN JUAN DE LA CRUZ

SAN JUAN DE LA CRUZ

12-14   2001

  • San Juan de la Cruz, maestro en la fe y testigo del Dios Vivo

  • En 1991, con ocasión del IV Centenario de la muerte de San Juan de la Cruz, Doctor de la Iglesia, el Papa Juan Pablo II dirigió una Carta Apostólica al General de los Carmelitas Descalzos, que tituló "San Juan de la Cruz, Maestro de la fe y testigo del Dios Vivo". Ya en 1982, en su visita a España, el Papa nos había dicho a los españoles: “Leed continuamente las obras de los grandes Maestros del espíritu. ¡Cuántos tesoros de amor y de fe tenéis al alcance de vuestra mano en vuestro bello idioma!”.

    En Segovia, junto al sepulcro de San Juan de la Cruz, ya había dicho: “San Juan de la Cruz, Maestro de la fe, gran maestro de los senderos que conducen a la unión con Dios, teólogo y místico, poeta y artista”.

    El mismo Juan Pablo II, joven Karol Wojtyla de diecinueve años, acababa de perder a su padre, único miembro de su familia que le quedaba y con quien vivía. Su padre murió en soledad sin la compañía de su hijo. ¡Cómo trituró su muerte el corazón del joven sensible y profundamente religioso! Karol lloró amargamente. —“Me ha ocurrido por tres veces una gran tristeza: Todos ellos mi madre, mi hermano, mi padre, se fueron de este mundo sin que yo tuviera el consuelo de acompañarles en el último instante”.

    Aparece entonces en la vida de Karol una figura importante, Jan Tyranowski, que ejercía en amplios círculos de Cracovia una influencia poderosa. Era sastre de oficio, pero trabajaba en las canteras con Karol. Era un verdadero místico. El inició a Wojtyla en la lectura de San Juan de la Cruz. Con él se reunía lo más esperanzador de la juventud polaca. Estudiaban a San Juan y a Santa Teresa de Jesús. De aquella escuela clandestina en plena invasión nazi, no sólo surgió Wojtyla: un gran sector de Polonia debe en gran parte su firme fe, adulta y compacta, en la vorágine de las más terribles borrascas, al influjo del Doctor Místico. En comunicación constante con Tyranowski y con sus amigos, sorbe a raudales la solidez y belleza de San Juan de la Cruz. Clima adecuado para que en él germine la decisión de ser sacerdote.

    Se comprende que cuando Karol Wojtyla llega a Roma enviado por el Cardenal Sapieha, Arzobispo de Cracovia, a hacer su Doctorado en Teología, elija a San Juan, para estudiar y escribir su tesis: “El acto de fe en San Juan de la Cruz”, bajo la dirección del Padre Garrigou—Lagrange. Posteriormente publicó en 1951: Humanismo de San Juan de la Cruz, el misterio y el hombre que fue su tesis doctoral en la Facultad de Teología de Cracovia. El Cardenal Wojtyla ha quedado agradecido a Tyranowski. Un Papa con una mente vigorosa, que con esa misma cabeza decidió elegir por mentor espiritual al místico español... cuando ese Papa ha asombrado al mundo por su valor, fuerza personal, coraje, liderazgo espiritual, armonía humano-divina, ha revalorizado el doctorado de San Juan y lo ha puesto de actualidad. Hay una sintonía en la vida de Wojtyla y en la de Fray Juan. Ambos han sufrido duras pruebas. Pero la cruz les ha engrandecido. A otros menos grandes, la cruz los envilece, los deja resentidos para siempre. Ambos saborean la belleza: los altos picachos nevados, los montes y espesuras - plantados por la mano del Amado -. Ambos gustan de trabajar ante el Sacramento de la Eucaristía. Ambos escriben poesía. Y los dos gustan de las flores. Fray Juan gozaba adornando con ellas los altares toda su vida y cantó al Amado que pace entre las flores. Y su sensibilidad captó la belleza de las flores y rosales. Y de las guirnaldas en las frescas mañanas escogidas. Y aprendió a dejar su cuidado entre las azucenas olvidado. Wojtyla cultivaba las flores en el jardín de su Arzobispado de Cracovia, nos ha dicho D. Marcelo González Martín en su Prólogo a Signo de contradicción. Flores frescas que perfumaban después su capilla eucarística. 

    Juan Pablo II ha dicho que, cuando elaboraba su tesis, “intuía que la síntesis de San Juan de la Cruz contiene no solamente una sólida doctrina teológica sino, sobre todo, una exposición de la vida cristiana en sus aspectos básicos, como son la comunión con Dios, la dimensión contemplativa de la oración, la fuerza teologal de la misión apostólica y la tensión de la esperanza cristiana”. San Juan de la Cruz nos ha dejado una gran síntesis de espiritualidad y de experiencia mística cristiana. 

    Y en el marco tomista de los pensadores polacos actuales, también hay que situar a Kalinowski, profesor de la Universidad de Lublín y, después exiliado en Francia, y Swiezaws, comisionado por el Episcopado polaco como auditor laico en el Concilio Vaticano II, dos personalidades importantes, en cuya obra y planteamientos, aparece clara la huella del estudio y lectura —profunda- de San Juan de la Cruz, plenamente asimilado.

    JESÚS MARTÍ BALLESTER
     


    2.

    14 de diciembre de 1999

    FIESTA DE SAN JUAN DE LA CRUZ, 

    DOCTOR DE LA IGLESIA 

    EL DOCTOR DEL AMOR. 

    "Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo" (Gal 6,14).

    Nadie es profeta en su tierra. Y Juan de la Cruz no lo ha sido todavía. Pero esperamos que lo sea, aunque nosotros no alcancemos a verlo. La Iglesia está en sus comienzos y las ideas tardan mucho en germinar... 

    Juan de la Cruz es luminoso y deslumbrador, aunque vivió en la oscuridad. Ya de niño, huérfano y pobre, experimentó la dureza de la vida, que forzó a su madre, Catalina Alvarez, seguramente morisca, e injustamente desheredada por ello, y viuda, se vio forzada a emigrar con sus tres hijos: (Luís, el segundo, se murió de hambre,) de Fontiveros, aldea paupérrima de Avila, a Medina del Campo, centro comercial con mayores posibilidades de subsistir, en la provincia de Valladolid. 

    Allí, el pequeño Juan de Yepes y Alvarez sirvió en el Hospital de la Concepción y allí comenzó, que continuará en Salamanca, en cuya universidad le han matriculado los Superiores del Carmen, donde ha profesado como Fray Juan de Santo Matía. No encontró lo que buscaba. Su alma insatisfecha, necesita mayor recogimiento del que ofrece su Orden mitigada. Su lema era "religioso y estudiante, y el religioso, delante". La historia nos ofrece ejemplos evidentes de centros de formación, que invirtieron los términos y colocaron el "estudiante" delante. Que, aparte de resultar con cultura a la violeta, al final perdieron el norte, y desde la "i" de la inteligencia, cayeron en la "i" de la indiferencia y en la "s" de la suficiencia y de la soberbia. Habían olvidado lo que hace muchos siglos había escrito San Bernardo: " Pietas sine scientia, inutilem facit; scientia, sine pietate, superbum redit". "La piedad sin ciencia, hace inútiles; la ciencia sin piedad hace soberbios". "Considerado como un "bicho raro" entre sus compañeros, busca un marco más apropiado para la contemplación y planea hacerse cartujo. El es inconformista. Lo de los Santos que se pliegan a todas las arbitrariedades, vamos a dejarlo.

    En esas estaba, cuando Teresa de Jesús andaba buscando hombres que comenzasen la Reforma de los Carmelitas, si quería que prospera la reforma de las mujeres. Pedro de Orozco, le sugiere el nombre de Fray Juan, condiscípulo suyo, que acaba de llegar de Salamanca para celebrar, su primera misa en Medina, donde vive su pequeña familia. Teresa le pide que venga al locutorio y, sin más rodeos, le propone la empresa, apremiándole a que deje su plan de la Cartuja. Va a ser más útil en la Reforma de los hombres carmelitas. Le persuade, le convence, lo gana.

    Era un encuentro propiciado por el cielo. Juan de la Cruz será, no sólo el primer Carmelita Descalzo, sino también el padre de la madre Teresa y su teólogo preferido. Su "Senequita". El hombre providencial que sistematizará la doctrina, experiencias e intuiciones con las que la Madre Fundadora, sin tener letras, está cimentando el Carmelo Reformado para las mujeres.

    Fray Juan no es fulgurante a lo humano. Al revés. Desconocido y humillado. Era demasiado grande para entrar en mentes superficiales; demasiado fino, para ser tolerado por vidas ordinarias y adocenadas; demasiado cristalino, esteta y elegante, para que le perdonaran los vulgares y los perversos; demasiado noble y entero, para ser aceptado; demasiado roble, para que no se ensañaran con él las cañas volubles y vacías; demasiado inteligente y modesto, para que no se sintieran postergados ante él, y eclipsados por su luminosidad espontánea, los obtusos infatuados. Y, fatalmente, brotó, como una serpiente negra, la envidia, ese bicho viscoso que todo lo corrompe y emponzoña. El tributo que la mediocridad paga al genio.

    Encarcelado por sus propios hermanos, calumniado y desprestigiado hasta su muerte, elige el convento donde sabe que el Superior fray José Crisóstomo, le malquiere, para ir a curarse de unas calenturillas, que le llevarán al sepulcro.

    Hombre celestial y divino, llama de amor viva, "no hay otro que fervore tanto en las cosas del cielo en toda Castilla", dijo de él Teresa de Jesús.

    Pero nadie es profeta en su tierra. Hoy hay muchos santos modernos que llevan la huella de San Juan de la Cruz: Teresita de Lisieux, ya Doctora de la Iglesia; Edith Stein, mártir de Autswich y recién Santa canonizada; Carlos de Foucauld, que no sé por qué no le beatifican, y sus hijos Hermanitos de Jesús, Voillaume y Carlo Carretto, quien incluso le llama "mi gran maestro espiritual"; Maritain, filósofo y Raïsa, judía convertida, y mística, que formaron un matrimonio excepcional, y constituyeron en este siglo, una academia, que integraba a los más conspícuos pensadores de Francia, entre ellos Garrigou Lagrange, profesor en el Angelicum de Karol Woytila a quien dirigió la tesis para su doctorado de la fe en San Juan de la Cruz; el Papa mártir de tantas causas, Juan Pablo II que le debe el sacerdocio y su hondura mística y se declara sin complejos, "hijo espiritual de España", por Juan de la Cruz, su padre.

    Católicos, Polacos, como Kalinowski; evangélicos, como Schering; anglicanos, como Ramsey y Trueman Dicken; luteranos, como Rotger Schutzs, fundador y prior de Taizé; ortodoxos, como Atenágoras; agnósticos, como Baruzzi; hinduistas, taoistas, suamis de Yoga y de Zen, como Suami Sid-deswarananda, que le consideran el Pantánjali de Occidente, filósofos y judíos, como Bergson, y hasta marxistas, como Garaudy, son sus lectores. En su patria, los españoles se conforman con autores de tercera o cuarta división para salir del paso.

    Lo comprendo, cuando se vive en la orilla descomprometida y suave de espuma del mar, no se pueden apreciar los trasatlánticos ni los submarinos. Uno tiene suficiente con su charquito, aunque Jesús mandara a Pedro remar mar adentro.

    Quizá el momento más adecuado para emprender con provecho su lectura es el de la Noche, cuando se han recibido tres o cuatro cornadas en la vida; creo que entonces se da simbiosis con él, como de alma gemela. El sufrió tanto que, después escribirá por experiencia: "¡Qué sabe el que no ha padecido!". Pero para él el sufrimiento no es un fracaso, tampoco masoquismo, sino fuente y manantial de sabiduría. 

    Un día, había encontrado en un desván del convento de Segovia, fundado por él, un cuadro de Jesús con la cruz a cuestas, cubierto de polvo y de telarañas. Sintió pena. Que lo vean los fieles en la iglesia, y ¡ojalá les conmueva tanto como a mí me ha llegado al alma! Dicho y hecho. Limpió con cariño el cuadro abandonado, y con reverente delicadeza, lo colgó en la pared, y va el Señor y le habla: Fray Juan: Estoy contento de lo que has hecho con mi imagen, díme qué recompensa quieres por ello. Sin pensárselo dos veces, contestó Fray Juan: "Domine, patti et contemni por te". "Señor, padecer y ser despreciado por Vos!". Sufrió mucho porque él mismo lo había pedido. Y lo había pedido, porque sabía la riqueza y la grandeza que engendra el sufrimiento. Por eso dice que el que no ha sufrido, sabe muy poco. Nuestro Ortega lo expresaría así: "Hay personas que no han granado". Son las que no han padecido.

    Al morir Juan de la Cruz a los 47 años, Diego Evangelista, hijo rencoroso de su padre, por resentido y revanchista, escupió esta frase: "Si no hubiera muerto, el hábito le hubiera quitado". Decía esto por el proceso difamatorio que, con toda saña, y como testaferro del Vicario General, Nicolás Doria, fraile de rompe y rasga, que hasta el nombre de la Madre Teresa, intentó usurpar para detentar él el protagonismo de fundador, llevaba adelante. Y como sólo a medias lo consiguió con la Santa, fulminó a sus almas predilectas: Jerónimo Gracián, a quien expulsó de la Orden; y María de San José, Priora de Sevilla, a quien encarceló y excomulgó, habiéndola involucrado en un execrable proceso similar.

    ¡Cómo cambian los hombres! Son como camaleones. Enaltecen a unos, rebajan a otros, según les convenga a su afán de protagonismo que, en el fondo, y subconscientemente, es lo que persiguen. Y todo, naturalmente, faltaría más, con el signo de la gloria y de la voluntad de Dios, de la que se sienten guardianes infalibles, y mesías monopolizadores, encargados de promocionarla en exlusiva y contabilizarla. Aquel Nicolao napolitano, economista privilegiado, que había saneado las enmarañadas cuentas del rey Felipe II, y del Arzobispo de Sevilla, Don Cristóbal Rojas de Sandoval, que, fascinado y atraído por las extraordinarias dotes de inteligencia y de santidad de Teresa de Jesús, abandonó su prestigio y el mundo mercantil donde triunfaba, para seguirla, cuando se vio en la cumbre, dejó salir su raiz, que manifiesta su personalidad, basada en el descalabro de los mejores, para hundirse con la presencia de sus iguales, en la mediocridad primero, y en la indignidad después. Le ocurrió lo que a Roboam, hijo de Salomón. Acudió a los jóvenes, lo que es muy corriente entre los imprudentes y ambiciosos para poder manejarlos a sus anchas, y despreció el consejo de los ancianos, que le podían decir la verdad, y hundió el reino que su padre Salomón había conservado unido (1 Rey 12,1). Como la historia siempre se repite, por eso es maestra de la vida, hoy estamos padeciendo las mismas consecuencias. "Lo mejor es la juventud" cacareaba la sobrina de un sacerdote a su tío, que le contestó: Sí, pero pasa muy pronto. Se halaga a los jóvenes, para sobornarlos, porque los mayores se sienten culpables de seguir viviendo; aquellos se envalentonan, sin caer en la cuenta de que una hoguera de leña verde, nunca arderá, si no hay troncos secos, que ardan pronto y se conviertan antes en pasto de las llamas y les prendan fuego a los verdes. No se dan cuenta, de que si se precipitan a 200, pueden estrellarse en la autopista, y que necesitan las vallas de la experiencia, para no morir en aras de su juventud.

    Nicolás Doria profesó carmelita descalzo atraído por la legislación teresiana y, cuando ya es él legislador, quiere destrozar lo que dispuso la Madre Teresa, con Gracián, María de San José y San Juan de la Cruz, sus más fieles colaboradores, quemando la excelencia por la superficialidad de la larvada apariencia.

    ¿Resistirá Fray Juan? El que resistió la carrera de obstáculos como espada de Toledo, que la rompen pero no la doblegan, frente a los Calzados que le encarcelaron, le mataron de hambre y de piojos, le amenazaban con empozarle y en el refectorio le azotaban en rueda circular uno detrás de otro, no le dejaban celebrar misa, a él que era todo Misa, ni siquiera el día de la Asunción de Nuestra Señora, lo que le inspiró escribir el dolorido y nostálgico poema de la Fonte:

    "¡Qué bien se yo la fonte que mana y corre, 

    aunque es de noche. 

    Aquesta eterna fonte está escondida 

    En este vivo pan por darnos vida, 

    aunque es de noche. 

    Aquesta viva fonte que deseo

    En este pan de vida yo la veo, 

    aunque es de noche", 

    ¿cómo no va a resistir los ataques de sus propios hermanos descalzos, hijos todos de la misma Madre Teresa, que pretenden cambiar lo que él profesó, el fraile rebelde, motejado de "lima sorda"? No va a permitir ni con su silencio, ni con su palabra, que la autoridad competente pase sobre las carmelitas como una apisonadora. Sabía discernir Juan de la Cruz, sabía penetrar hasta lo hondo las intenciones y no se la iban a dar con queso. El no era el fraile sempiterno del "currant aquae".

    Y se le nombró Provincial de una Provincia que no existía, la de México, es decir, le hacían obispo "in partibus", para tirárselo de encima. "Con tus superiores no partas peras, de bromas ni de veras". El refrán quedaba para quienes buscan las peras, o no las quieren perder. El nadó siempre contracorriente.


    3.

    "Dígame, Padre, de los Cantares", dice Fray Juan moribundo. Y mientras le leen, comenta ilusionado"- "¡Oh qué preciosas margaritas"!.

    El 14 de diciembre de 1591, al oir las campanas a las 12 de la noche, pregunta: - "¿A qué tañen?" - "A maitines", le responden. Y, como si le hubieran dado la señal de partida, exclamó jubiloso, -"Gloria a Dios, que al cielo los iré a decir". Besó el crucifijo, musitó las palabras del salmo: "A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu" y expiró.

    Ya hace cuatro siglos, y aún sigue vivo. Y sigue diciéndonos que la persona que vive a merced de sus tendencias y pasiones, sus pulsiones, sus "apetitos", se está privando del enriquecimiento del espíritu de Dios y por eso anda cansada, atormentada, sucia, oscurecida y debilitada.

    EL DOCTOR DEL AMOR.

    Que nadie se llame a engaño. Hoy se dice que el amor no existe. Y por otra parte, se ha bastardeado la palabra amor; se la ha embrutecido, se la ha banalizado. No se entiende lo que es amor. Llaman amor, a lo que es egoismo, al frenesí, al gusto y consumición del placer. El amor no hay que hacerlo, sino sufrirlo, padecerlo; no dejarse arrastrar por el deseo de revolcarse, sino embridar el potro del hombre animal que todos los hombres llevamos en esta carne manchada que somos. Ya en el amor humano de dilección, como lo llama Maritain, "Los amantes de Teruel", "Los amantes de Teruel", murieron de amor. Gabriel y Galán nos describió en su poema LA PEDRADA, lo que es amar: "Me enseñaron a rezar, - enseñáronme a sentir, -y me enseñaron a amar, - y como amar es sufrir - también aprendí a llorar". Amar no es hacer el amor, sino hacer el despojo. "Amar es trabajar en despojarse y desnudarse por Dios, de todo lo que no es Dios". Ahí reside la esencia del doctorado de San Juan de la Cruz, que sólo ejerciendo el amor, consigue el alma el fin para lo que fue creada, que es dejarse transformar en Dios y ser esclarecida por él, de tal manera, que el hombre parece el mismo Dios, y tiene lo que tiene Dios. "Ya no guardo ganado, / Ya no tengo otro oficio, / que sólo en amar es mi ejercicio". Amar es darse. Amar es sembrarse, dulcemente. Sembrarse donde El pida: En tierra árida o en dilatada playa. En la calle y en casa. Florecer a su gusto, es amar. Abandonarse en sus brazos. Fuertes, suaves, exigentes, Vitalísimos, Providentes. Brazos de Dios-Hombre, Brazos de túnica rozagante que acarician el alma; Brazos que nos hacen omnipotentes.

    Amar es dejarse.. ¡Oh! ¡Sí! ¡Dejarse!

    ¡Dejarse siempre! ¡Dejarse en todo! Sin pensar en el cuándo, ni en el qué, ni en el cómo. Dejarse que nos trate como a El le convenga. Amar es trenzarse, hiedra de uñas verdes, con el Amado. Con Él, por Él y en Él. ¡Oh!, ¡qué ansia! ¡Oh qué vuelo! ¡Oh que hambre de cielo! Abrazo soldante. Abrazo volcánico. Abrazo exquisito. Abrazo sin tiempo. Abrazo infinito, universal, sereno, casto, fecundo. ¿Cuándo, Amor? ¿Cuándo, Amado, me estrechas, me tronchas, me identificas en tu Regazo? ¿Cuándo, Abismo, me estrujas como un manojo de rojísimos jacintos?. Escribe Raïsa: "¿Cómo le demostraré mi amor?- Dándome a El desde el fondo del corazón, de tal modo que nunca more en él ningún otro amor…Dios es celoso de este don particular del corazón que es el amor, que es total y exclusivo por su naturaleza". "Donde no hay amor, ponga amor y cosechará amor". "El alma que anda en amor, ni cansa, ni se cansa".  Es tan intensa su luz, que el alma se ve sin tapujos en toda su pequeñez y en toda su malicia y en toda su fealdad. De ahí el dolor y el desfallecer del alma.

    Sequedades y apuros, angustias y desamparos, soledades y túneles negros. Y la suma pobreza. Y el pensamiento de que Dios es cruel y está hecho un erizo con ella. Es un verdadero pequeño purgatorio el que padece. Dios al quirófano es terrible. Pero sin quirófano no hay curación de verdad, ni salud total, ni identificación con el Ser todo puro y eternamente sereno y dichoso en plenitud sin límites.

    Lo que estimula a decidirse a tal empresa que tiene su precio, por algo se llama "caridad", es saber que tras ella viene la pacificación total y el amoroso abrazo de Dios que ampara e identifica con El.

    Llegada aquí el alma su anhelo vuela más alto: es la muerte de amor lo que desea y pide mansa y tierna

    mente. Morir de amor impetuosamente al compás del romper de la tela.

    La imagen del cisne que nunca canta, sino sólo cuando muere, y entonces suavemente, es la pincelada poética de San Juan con que ilumina la gloria del justo que se va a decir los maitines al cielo, al tiempo que los ríos, tan anchos y profundos que semejan mares, van a desembocar en el océano de Dios.

    Suena entonces el griterío de las alabanzas al justo que marcha a su reino, con un estampido que se oye desde los confines de la tierra. Y el alma sube cargada de riquezas y de esplendor que Dios le deja ver, para que ya empiece su gozo y se entreabra el estallido de su alegría.

    ¡Cauterio, fuego, llama, regalada llaga, mano blanda, toque delicado! ¡Qué obra tan maravillosa realizáis endiosando, ardiendo, amando, santificando, glorificando y llagando con la mayor llaga de amor al alma llagada, sanándola soberanamente por llagarla colosalmente! ¡Oh amador más curado cuanto más llagado! ¡Oh llaga que no cesas de llagar hasta que llegues del todo a llagar!

    Y en el misterio de la llaga el serafín con el dardo fulminante que se clava en las entrañas y las revuelve, las incendia y las sublima en un amor calenturiento, impetuoso y sin límites. Fuego de amor que avanza en oleadas siempre crecientes que inundan de felicidad ardiente toda el alma cada vez más llagada. Mares de fuego en el alma que está engolfada en un universal mar de amor, y que siente tal dolor que sólo tiene igual en la dulzura.

    Pero esta generación ha perdido la sensibilidad para captar esta onda de fuego y para percibir el tenue susurro de la mano blanda del Padre. Es urgente reconstruir esta sensibilidad para que deje de aturdirse y endurecerse en el ruido y en la algarabía intentando sensibilizar a la humanidad para que se deje acariciar por la brisa inefable y quiera cesar de ser impactada por las cosas creadas que enturbian su pureza e impiden su pacificación.

    Brisa y toque que va de sustancia a sustancia. De sustancia de Dios a sustancia de alma. Y por eso tiene regusto de vida eterna. Que no se puede decir. Ni imaginar. Y recordadlo: "A la hora de la tarde se nos examinará de amor".

    Si nos decidimos a encontrarnos con San Juan de la Cruz, el Doctor del Amor, en sus Obras, se lo agradeceremos siempre. ¡Ojalá nos encuentre él, tan amigo de letras, con ellas en la mano: Cántico espiritual, Subida del Monte Carmelo, Llama de amor viva, Noche oscura. Y sus poemas celestiales. Obras de solera, de exquisitez y hondura, de belleza celestial. Y de humanismo al más alto nivel. Y escritas por el mayor poeta lírico español.

    JESÚS MARTÍ BALLESTER
     


    4. 14 DE DICIEMBRE DE 2000
    SAN JUAN DE LA CRUZ, PROSISTA Y POETA

    "Pasó ante el Señor un viento huracanado, que agrietaba los montes y rompía los peñascos: en el viento no estaba el Señor. Vino después un terremoto, y en el terremoto no estaba el Señor. Después vino un fuego, y en el fuego no estaba el Señor. Después se escuchó un susurro. Elías al oirlo se cubrió el rostro con el manto y salió a la entrada de la gruta. Una voz le preguntó:¿qué te trae por aquí, Elías?". Era el Señor. 1 Reyes 19,4).
     

    Si Juan de la Cruz florece poeta en Castilla, culminará como escritor en Andalucía. En la cárcel, como poeta, dirige al Amado sus endechas y quejidos y alborozos, en Beas de Segura (Jaén) entrega a los hombres su magisterio denso y breve.

    Y en Granada, entre los trinos de los ruiseñores de la Alhambra, la poesía de sus cantos engendrará y fecundará sus cuatro tratados en prosa. Prosa declaratoria y magisterial de los poemas célicos.

    Había escrito en la cárcel de toledo 31 estrofas del Cántico espiritual. Las estrofas 32-34 las escribe en Beas mientras conversa y ora con sus hijas espirituales.

    Y las estrofas 35-39 brotaron como surtidor cristalino e irisado puesto en movimiento por la respuesta de la Hermana Francisca de la Madre de Dios a la pregunta de San Juan: “¿En qué trae su oración, hermana?” -Ella le ha contestado: -“En mirar la hermosura de Dios y holgarme de que la tenga”. Se alegró tanto de oir esta respuesta que, durante varios días, decía cosas sublimes y muy elevadas de la hermosura de Dios, que a todos causaban admiración. Y brotó espontánea la estrofa:

    -“Gocémonos, Amado,

    y vámonos a ver en tu hermosura,

    al monte y al collado

    do mana el agua pura.
     
    Entremos más adentro en la espesura"

    La hermosura, la belleza, la armonía, le fascinó desde niño:
     
     
     

    Cuando a sus cinco años cayó en la charca de lodo en Medina y la Virgen le pedía las manos para sacarlo del fango, el niño se resistía a dárselas porque las llevaba sucias.

    Las monjas de Beas han saboreado ya la plenitud de sus poemas; han escuchado sus pláticas y charlas en el locutorio; conocen sus orientaciones atinadas y fecundas en orden a la dirección de su espíritu.

    Cuando han comenzado a conocerle, le ruegan que les de todas aquellas sugerencias por escrito, para poderlas actualizar mejor y para que su palabra se haga presencia permanente.

    Comenzó a escribir billetes con aforismos espirituales que les aprovecharan en su vida de unión con Dios, y estas breves  pinceladas se covirtieron en el germen de sus grandes obras.

    El no se propuso nunca ser un escritor profesional, pero llebaba un tesoro en el estuche de su cuerpecillo -medio fraile- y viviendo, experimentando y observando, se hizo capaz de atender las demandas de sus hermanos y hermanas que solicitaban el consejo de su experiencia.

    Asi nacieron los escritos breves que integran el bloque de prosa: Dichos de luz y amor, Cautelas y Cartas.
                                                        

    Poesía y prosa. Versos y doctrina.

    San Juan ha dado a la humanidad una gavilla de poesías que, caso inaudito, le han colocado, siendo tan pocas, en el lírico sublime del olimpo de los poetas.

    Escribe Machado: ¡Oh, el más poeta de los santos todos...

                                y el más santo de todos los poetas”!.

    Y Dámaso Alonso afirma: Vista la poesía de San Juan de la Cruz “desde esta ladera”, San Juan de la Cruz es el mejor de los poetas de lengua hispánica”.

    Y lo dice “desde esta ladera”, quiere decir con criterio profano, técnico, poético, conceptual, no religioso - místico, que le sobrepasa. Con los cuatro poemas mayores, van otros escritos breves: La fonte, el pastorcico, diez romances y cinco glosas.
    Un manojo de versos le sube a la cumbre, porque no es la cantidad la que se valora, sino la calidad, oro macizo, piedras preciosas, “hermosas margaritas".

    Nos ha dejado además, un río caudaloso de prosa sustancial, exposición de una teología con un Dios deslumbrante y una antropología con un hombre sumamente engrandecido y deslumbrador.

    Una doctrina impagable, fruto de un mistagogo en plenitud de magisterio.

    ¿Qué les diremos a los escritores famosos y galardonados que le han ridiculizado?. -“No está hecha la miel para la boca del asno”. Que lean, si son capaces, sus obras, y que hablen después, si saben.

    -¿Por qué, pues, si la Subida y la Llama y el Cántico y la Noche son tan sublimes, se siente alergia ante ellas y se huye de ellas como de la muerte, como diría él?.

    Esta respuesta nos llevaría a una radiografía sociológica de la vivencia del hecho cristiano y antropocéntrica y trivial, cuando debe ser mistérica y teocéntrica.

    Se teme al místico porque se ignora que el cristiano es místico, por mistérico, desde el bautismo. Está sumergido en el misterio.

    Y para desvalorizar, se nidiculiza y se hace caricatura, en lugar de presentar, estudiar, la realidad.

    San Juan ha sido caricaturizado. Se ha visto un lado del prisma y no su conjunto y, ése, exagerado o incompleto. Resultado, un San Juan de la Cruz deformado y, por tanto deforme, exagerado.

    Cuando no puede ser más evangélico, ni más cristocéntrico.

    El que en Granada salió escritor, como poeta en Toledo.

    JESÚS MARTÍ BALLESTER
     


    5. FIESTA DE SAN JUAN DE LA CRUZ
    14 de diciembre
    San Juan de la Cruz, maestro en la fe y testigo del Dios Vivo

    En 1991, con ocasión del IV Centenario de la muerte de San Juan de la Cruz, Doctor de la Iglesia, el Papa Juan Pablo II dirigió una Carta Apostólica al General de los Carmelitas Descalzos, que tituló "San Juan de la Cruz, Maestro de la fe y testigo del Dios Vivo". Ya en 1982, en su visita a España, el Papa nos había dicho a los españoles: “Leed continuamente las obras de los grandes Maestros del espíritu. ¡Cuántos tesoros de amor y de fe tenéis al alcance de vuestra mano en vuestro bello idioma!”.

    En Segovia, junto al sepulcro de San Juan de la Cruz, ya había dicho: “San Juan de la Cruz, Maestro de la fe, gran maestro de los senderos que conducen a la unión con Dios, teólogo y místico, poeta y artista”.

    El mismo Juan Pablo II, joven Karol Wojtyla de diecinueve años, acababa de perder a su padre, único miembro de su familia que le quedaba y con quien vivía. Su padre murió en soledad sin la compañía de su hijo. ¡Cómo trituró su muerte el corazón del joven sensible y profundamente re1igioso! Karol lloró amargamente. —“Me ha ocurrido por tres veces una gran tristeza: Todos ellos mi madre, mi hermano, mi padre, se fueron de este mundo sin que yo tuviera el consuelo de acompañarles en el último instante”.

    Aparece entonces en la vida de Karol una figura importante, Jan Tyranowski, que ejercía en amplios círculos de Cracovia una influencia poderosa. Era sastre de oficio, pero trabajaba en las canteras con Karol. Era un verdadero místico. El inició a Wojtyla en la lectura de San Juan de la Cruz. Con él se reunía lo más esperanzador de la juventud polaca. Estudiaban a San Juan y a Santa Teresa de Jesús. De aquella escuela clandestina en plena invasión nazi, no sólo surgió Wojtyla: un gran sector de Polonia debe en gran parte su firme fe, adulta y compacta, en la vorágine de las más terribles borrascas, al influjo del Doctor Místico. En comunicación constante con Tyranowski y con sus amigos, sorbe a raudales la solidez y belleza de San Juan de la Cruz. Clima adecuado para que en él germine la decisión de ser sacerdote.

    Se comprende que cuando Karol Wojtyla llega a Roma enviado por el Cardenal Sapieha, Arzobispo de Cracovia, a hacer su Doctorado en Teología, elija a San Juan, para estudiar y escribir su tesis: “El acto de fe en San Juan de la Cruz”, bajo la dirección del Padre Garrigou—Lagrange. Posteriormente publicó en 1951: Huma­nismo de San Juan de la Cruz, el misterio y el hombre que fue su tesis doctoral en la Facultad de Teología de Cracovia. El Cardenal Wojtyla ha quedado agradecido a Ty­ranowski. Un Papa con una mente vigorosa, que con esa mis­ma cabeza decidió elegir por mentor espiritual al mís­tico español... cuando ese Papa ha asombrado al mundo por su valor, fuerza personal, coraje, liderazgo espiritual, armonía humano-divina, ha revalorizado el doc­torado de San Juan y lo ha puesto de actualidad. Hay una sintonía en la vida de Wojtyla y en la de Fray Juan. Ambos han sufrido duras pruebas. Pero la cruz les ha engrandecido. A otros menos grandes, la cruz los envilece, los deja resentidos para siempre. Ambos saborean la belleza: los altos picachos ne­vados, los montes y espesuras - plantados por la mano del Amado -. Ambos gustan de trabajar ante el Sacramento de la Eucaristía. Ambos escriben poesía. Y los dos gustan de las flores. Fray Juan gozaba adornando con ellas los altares toda su vida y cantó al Amado que pace entre las flores. Y su sensibilidad captó la belleza de las flores y rosales. Y de las guir­naldas en las frescas mañanas escogidas. Y apren­dió a dejar su cuidado entre las azucenas olvidado.Wojtyla cultivaba las flores en el jardín de su Arzobispado de Cracovia, nos ha dicho D. Marcelo González Martín en su Prólogo a Signo de contradicción. Flores frescas que perfumaban después su capilla eucarística.

    Juan Pablo II ha dicho que, cuando elaboraba su tesis, “intuía que la síntesis de San Juan de la Cruz contiene no solamente una sólida doctrina teológica sino, sobre todo, una exposición de la vida cristiana en sus aspectos básicos, como son la comunión con Dios, la dimensión contemplativa de la oración, la fuerza teologal de la misión apostólica y la tensión de la esperanza cristiana”. San Juan de la Cruz nos ha dejado una gran síntesis de espiritualidad y de experiencia mística cristiana.

    Y en el marco tomista de los pensadores polacos actuales, también hay que situar a Kalinowski, profesor de la Universidad de Lublín y, después exiliado en Francia, y Swiezaws, comisionado por el Episcopado polaco como auditor laico en el Concilio Vaticano II, dos personalidades importantes, en cuya obra y planteamientos, aparece clara la huella del estudio y lectura —profunda- de San Juan de la Cruz, plenamente asimilado.