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LOS LÍMITES DE LA RAZON: 

Karl Popper ante la hybris del hombre moderno

 

Pedro Schwartz


I. EL PROBLEMA

En las postrimerías del siglo XX, son curiosamente contradictorias las actitudes sobre el papel desempeñado por la razón en el avance de los conocimientos, la mejora de la sociedad, y el refinamiento de las costumbres. El hombre occidental vuelve a dudar de los beneficios que traen consigo la ciencia sin trabas, la sociedad abierta, y la moral libre.

La confianza en el progreso de las ciencias sigue firme, pues el público, consumidor de antibióticos, viajero en aviones, utilizador de ordenadores, agradece los beneficios técnicos del más profundo conocimiento de la naturaleza sea en el campo de la medicina, del transporte, o de la informática. Sin embargo, el movimiento verde está zapando la confianza ciega en la tecnología, al denunciar el desmedido crecimiento de la población, el abuso de los recursos energéticos, o la productividad artificialmente multiplicada de la agricultura.

Desmintiendo las excesivas certidumbres de Fukuyama, el triunfo de la democracia liberal y la economía de mercado parece no ser tan incuestionado como en el momento de la caída del muro de Berlín en 1989, a los doscientos años exactos, por cierto, de la toma de la Bastilla. Tras dos siglos de soberbia racionalista se tambalea el optimismo progresista de la Ilustración. La democracia totalitaria amenaza por doquier: su cortejo de nacionalismos, pacíficos o cruentos, y de religiones fundamentales, nuevas o viejas, pone en peligro la frágil conquista del Estado de Derecho. Cunde también el temor a la libertad económica, pues se la cree, equivocadamente, basada en la explotación de los débiles por los poderosos, y se la culpa, en consecuencia, del paro en los piases ricos y del hambre y la emigración en los pobres.

El más ruinoso de los tres bastiones del optimismo racionalista, ‑ciencia sin trabas, sociedad abierta, y moral libre‑, es este tercero. Nunca ha estado tan difundido el puritanismo racionalista como hoy, desde la persecución de los fumadores, hasta la imposición del feminismo, pasando por la ideología del igualitarismo a ultranza. Y sin embargo cunden las denuncias que la razón crítica, habiendo socavado las creencias tradicionales, las reemplaza por el hedonismo, disuelve la familia, abre el alma del hombre moderno a todas las supersticiones, y sustituye la moral de la responsabilidad y el trabajo por la del goce inmediato.

Pese a que Popper estaba al tanto de todas estas jeremiadas y a que había sido testigo directo de algunas de las mayores tragedias y crímenes de nuestro siglo XX, la I Guerra Mundial, la opresión comunista, la locura nazi, los progroms en Europa central, la II Guerra Mundial, seguía siendo un optimista: creía que nuestra época era la mejor de la historia de la humanidad y mantenía la esperanza en el progreso.

Hoy quiero comentar dos ensayos del maestro, en los que proclama su confianza en la "Emancipación a través del conocimiento" (1961) y presenta "Una visión optimista de la historia de nuestro tiempo" (1956). Los títulos de estos dos trabajos sobresaltan. ¿Sobre qué bases se atreve a defender la razón como instrumento de la liberación de los humanos? ¿Qué ve en nuestro tiempo que le lleve a pensar que la humanidad va por buen camino?

Adelantaré una parte de la contestación. Su concepto de la razón es muy distinto del de los devotos de la diosa Razón de los revolucionarios franceses. La "razón" pare él no es la diosa infalible, imparcial, inhumana de Robespierre. La razón, como el idioma, o la moneda, es una institución, una tradición social de discusión critica, abierta y libre. La razón no nos ofrece a los humanos garantía alguna de verdad, de tolerancia, de virtud.

Nuestras creencias han de someterse al contraste de los hechos, a la refutación de la realidad. Hemos de saber abandonar nuestras ideas más queridas si a la postre se revelan falsas o dañinas. La verdad es inalcanzable, aunque debemos buscarla con ahínco.

La razón no es una cualidad del individuo, sino una tradición social, que el individuo puede internalizar, en la medida en que se lo permitan sus pasiones, simulando, dentro de sí y con ayuda de su inteligencia, un diálogo crítico y abierto. La razón no es superior o anterior a nuestros valores y no exime a los hombres de la formación moral y la educación sentimental.

Para Popper, el genio de nuestra civilización, otrora occidental, hoy mundial, consiste en esta visión, no diría yo escéptica, pero sí anti‑dogmática del conocimiento, de la organización social, y de la moral. Sólo así se entiende que Popper la creyera superior a otras civilizaciones más compactas pero menos indagadoras de la verdad, menos respetuosas del prójimo, y menos enemigas de la crueldad y el dolor. Así se entiende que pese a todo mantuviera vivas sus esperanzas en la cntinuación del progreso de los humanos en el conocimiento, la libertad y la virtud.

II. LA DIOSA RAZON

Uno de los elementos centrales de la filosofía de Karl Popper es su concepción de la razón, no como una facultad individual, sino como una institución o tradición social.

No corresponde este concepto al uso común. En efecto, suele confundirse la inteligencia personal con la facultad de razonar. La inteligencia es viveza, astucia, rapidez, ideación, y resulta de nuestra necesidad de sobrevivir en la lucha por la vida. La facultad de razonar es una interiorización en el pensamiento del diálogo critico que normalmente nace de una conversación con otras personas: al razonar, hablamos con nosotros mismos como si fuéramos dos o más personas, examinando los argumentos a favor y en contra de una tesis. En el capitulo 24 del segundo volumen de La sociedad abierta y sus enemigos atribuye Popper a Platón la creencia llena de soberbia de que un individuo pueda pensar que él razona y los demás no. Para razonar se necesita de los demás. real o virtualmente

 La posición que defendemos es muy distinta de la creencia popular y originalmente platónica de que la razón es una especie de "facultad" que diferentes hombres pueden poseer y desarrollar en grados muy distintos. Sin duda, las dotes intelectuales pueden diferir de esa manera y pueden contribuir a lo razonable de una persona; pero no necesariamente. La gente lista puede ser muy poco razonable; pueden aferrarse a sus prejuicios y no esperar nada que valga la pena de los demás.

¿Cuántos agnósticos conocemos que no escuchan más que sus propias certezas? Incluso me atrevería a confesar que yo mismo en mi juventud caí en ese defecto russelliano. Sigue Popper:

"Según nuestro punto de vista, sin embargo, no sólo debemos nuestra razón a los demás, sino que no podemos exceder a los demás en punto a ser razonables hasta el punto de arrogarnos un grado de autoridad; el autoritarismo y el racionalismo como los entendemos no son conciliables, ya que la discusión, que incluye la crítica, y el arte de escuchar la crítica, son la base de lo razonable".

Distingue pues Popper entre el pseudo‑racionalismo de quienes creen que la razón es una diosa, que salió armada de la frente de Zeus, v el racionalismo de Sócrates, que es consciente de sus propias limitaciones.

El racionalismo total o acrítico puede describirse como la actitud de las persona que dicen, "no estoy dispuesto aceptar nada que no pueda defenderse por la argumentación o la experiencia".

En cambio, el racionalismo verdadero es el racionalismo de Sócrates. Es la conciencia de nuestras limitaciones, la modestia intelectual de quienes saben cuán a menudo se equivocan y cuánto dependen de otros pare su conocimiento. Es el descubrimiento de que no podemos esperar demasiado de la razón.

Paradoja de paradojas, Popper llega a decir que un verdadero racionalista acepta que no haya justificación última pare creer que del discurso critico, de la conversación controvertida,saldrá la verdad. El racionalismo parte "(de una fe irracional en la razón!", añade.

No es al caso entrar en detalle en la teoría del conocimiento de Popper y en la metodología sobre la que más duraderamente se base su fama. Sin embargo recordaré que, en ese libro seminal que se titula La lógica de la investigación científica (1936), Popper subrayó que el conocimiento científico es siempre hipotético; que no puede garantizarnos una verdad siempre indemostrable; que sólo puede indicarnos, por medio del razonamiento o de la contrastación empírica, que quizá hayamos caído en una contradicción lógica o cometido un error de predicción y sugerirnos que debemos buscar una hipótesis explicativa nueva en todo o en parte, pare incluir lo nuevo y corregir lo que "sabíamos".

No les extrañe pues que Popper haya sido tan enemigo de las utopías, de la planificación totalitaria, de la construcción de un hombre nuevo, de las visiones escatológicas de la historia. La diosa Razón tiene la cabeza en las nubes y los pies bañados de sangre.

II. LA EMANCIPACION A TRAVÉS DEL CONOCIMIENTO

En 1961 pronunció Karl Popper una alocución por la radio bávara sobre su admirado Emmanuel Kant y en defensa de las "Luces", de la "Ilustración" que decimos los españoles, ese movimiento del siglo XVlll que puso su fe en la discusión crítica pare promover el progreso de la humanidad. El que todo acabara en un baño de sangre revolucionario, cuyas más destacadas víctimas fueron el generoso, amable y bienintencionado rey Luis XVI y su bella reina Antonieta, carnicería que se prolongó con otras revoluciones insensatas y totalitarias como la soviética en 1917, no es razón para que neguemos los logros de la Ilustración. Como economista monárquico que soy, me duelen un poco las palabras de Edmund Burke cuando lamentaba la muerte de la reina de Francia

"Pensé que diez mil espadas saltarían de sus vainas para vengar incluso una mirada que amenazara con insultarla. Pero la época de la caballerosidad se ha terminada Le ha sucedido la de los sofistas, economistas y calculadores; y la gloria de Europa se ha extinguido para siempre".

Comentó Popper en esa conferencia radiofónica el ensayo de Kant titulado "¿Qué es la Ilustración?" (1785). En él criticaba Kant el estado de tutela en el que solía encontrarse el hombre, situación en las que no se atrevía a usar de su inteligencia sin una guía externa. Y exclamaba: sapere aude, atrévete a saber.

Insiste Popper en que seria un error pensar que Kant creía que la emancipación por el conocimiento es el único objeto de la vida. No necesitó que los románticos le recordasen que el ser humano no es puramente racional ni que el conocimiento racional no es lo mejor ni lo más sublime de la vida humana. Pero si creía que el uso valiente de la facultad crítica y del intercambio razonable con otros hombres podían salvarnos de graves errores y ayudarnos a dar un sentido ético a la vida: la vida de hecho no tenia sentido si no se lo dábamos en el ejercicio de nuestra libertad de pensar y decidir.

Fue este sistema de terror de Robespierre el que enseñó a Kant, quien había acogido con aprobación la Revolución francesa, que se pueden cometer los crímenes más aborrecibles en nombre de la libertad, la igualdad y la fraternidad, crímenes tan aborrecibles como los cometidos en nombre de la Cristiandad durante las Cruzadas, la caza de brujas, y la Guerra de los Treinta Años.

Si aceptamos los limites de nuestro conocimiento, y entendemos las condiciones institucionales de la razón, entonces la ilustración es sin dude alguna un instrumento de emancipación y de progreso. Siempre será poco lo que sabemos, y siempre necesitaremos proteger la libre discusión como modo de precavernos de los errores, desde los más burdos hasta los más insidiosos. Empleemos la razón como el idioma, el derecho, y el dinero, cuatro grandes instituciones de la sociedad abierta: con respeto y con humildad

IV. LA VISION DE UN OPTIMISTA

Algunos años antes, en 1956, cuando el que escribe era un estudiante de Derecho, y acababa de comprar La sociedad abierta en una librería del Madrid franquista, Karl Popper pronunció una conferencia titulada "La historia de nuestro tiempo: la visión de un optimista".

En él propuso Popper cinco tesis que vienen como anillo al dedo pare castigar varios errores de nuestro tiempo.

Su primera tesis es que la opinión pública de los países democráticos es demasiado bondadosa y un poco tonta. El mismo se incluía en esta inclinación a la inocencia. Como ejemplo de ella citó el sermón de un obispo de Bradford, que en el año de 1942, en plena guerra mundial, condenó como obra del diablo, no el régimen nazi ni el comunista, sino la sociedad británica. Este tipo de bobaliconería no sólo incluía la simpatía hacia el comunismo, hoy fenecida, sino también la aceptación del nacionalismo

"La fe nacionalista es igualmente absurda No estoy aludiendo al mito racial de Hitler. A lo que me refiero es más bien a un supuesto derecho natural del hombre, el supuesto derecho de una nación a la autodeterminación... Los Estados‑nación no existen, porque los así llamados 'pueblos" o "naciones" con los que sueñan los nacionalistas no existen".

Es señal de nuestra bobaliconeria el que, partiendo del grave mal que supone la opresión de grupos nacionales, creamos que la autodeterminación nacional es un remedio factible.

La segunda tesis de la conferencia es que "nuestro mundo libre es de lejos la mejor sociedad que haya existido en el curso de la historia humana". Ello no quiere decir que no debamos remediar grandes males, como la pobreza, el desempleo y otras formas de inseguridad social, la enfermedad y el dolor, la crueldad penal, la esclavitud y otras formas de servidumbre, la discriminación religiosa y racial, la falta de oportunidades de educación, las rígidas diferencias de clases, la guerra.

Con este programa estamos de acuerdo todos los hombres de buena voluntad. Sobre los medios pare ponerlo en práctica hay discrepancia y veremos que el mismo Popper se mostró más escéptico con el paso de los años frente a los métodos socialdemócratas típicos, puestos en práctica después de la II Guerra Mundial.

La tercera tesis es la de que, desde la Guerra de los Boers, le es imposible a una sociedad democrática llevar adelante una guerra de agresión. Digo llevar adelante, porque si la inicia, la opinión pública se encargará de detenerla. Pero tampoco hay que olvidar que una democracia, si es objeto de agresión, suele ser un enemigo temible

La cuarta tesis es que "el poder de las ideas, especialmente las morales y las religiosas", es por lo menos tan importante como el de los recursos físicos.

Pero ese mismo poder, que puede resultar en los baños de sangre que hemos denunciado en la primera parte de este homenaje, exige como limite y freno la quinta tesis: la de que "es muy difícil alcanzar la verdad". De ahí que el poder de las ideas deba ir temperado por el respeto de la critica y la discusión, y por la atención a las consecuencias de la puesta en práctica de tales ideas.

V. LOS EXPERIMENTOS PARCIALES

Una de las ideas más criticadas de Karl Popper es la de que las reformas sociales han de realizarse por experimentos parciales, por medio de 'piecemeal tinkering' como dijo en su libro de 1946, La miseria del historicismo.

"Para los totalitarios, la única manera de reformar la sociedad es hacerlo de arriba a abajo, limpiando la pizarra de instituciones tradicionales, creando un hombre nuevo que abandone el individualismo y egoísmo de la sociedad abierta. Sabemos por experiencia a donde conducen tales experimentos.

 Por contraste, para aquellos liberales que basan su visión de la sociedad en un derecho natural revelado, estos experimentos huelen a ingeniería social y no respetan al hombre como un fin en sí mismo

 Sin embargo quiero acabar con unas palabras en favor de la observación de los efectos de lo que proponemos filósofos, economistas y sociólogos pare remediar los males de nuestras sociedades abiertas

Si Popper en 1945 era un socialdemócrata moderado, en los últimos años de su vida había dejado de serlo, no porque renunciara a los fines éticos arriba detallados, sino porque creía que muchos de los métodos del Estado de Bienestar que él apoyaba en aquel entonces habían resultado contraproducentes

Mi conclusión es que si nos abrimos a la crítica, actuamos con prudencia y aprendemos de la experiencia, no hay razón para que la difusión de las luces no nos lleve a un mundo cada vez más humano.

BIBLIOGRAFIA

K.R.Popper, The Logic of Scientific Discovery [1934], London 1959. [Traducido con el título de La lógica del descubrimiento científico].

The Poverty of Historicism [1944‑45], London 1957 [Traducido con el título de La miseria del historicismo].

The Open Society and its Enemies [1945], London 1957, vol. l. The Spell of Plato, vol, II. The Hight Tide of Prophecy [Traducido con el título de La sociedad abierta y sus enemigosl.

"The History of our Time: an optimist's view" [1956], en Conjectures and Refutations, London 1963 [libro traducido con el titulo de Conjeturas y refutaciones]