P. Michel Quoist
No son pocos los hombres víctimas
de sí mismos. Más desgraciados de lo que cabe imaginar, están
condenados a no poder amar más que su yo.
Hay que entrar en su dolor para librarles del mismo, pues se trata ni más ni menos que de la experiencia del infierno. Éste será también el inicio de su salvación, siempre que encuentren un amigo que les haga descubrir cómo son verdugos de sí mismos; siempre que encuentren un cristiano que se convierta para ellos - desde fuera - en la Luz y la Alegría que los aleje de sí mismos. Tal vez dirán entonces - no importa el texto - esta oración. Si logran, en fin, pedir lealmente a Dios que les libre de sí mismos, ya están salvos. Es la primera etapa. También nosotros podemos recitar esta oración las tardes en que nos hayamos encerrado en nuestro yo para vernos libres de los otros y de Dios. Salido al camino (Jesús), corrió a Él uno que, arrodillándose, le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué he de hacer para alcanzar la vida eterna?"... Jesús poniendo en él los ojos, le amó y le dijo: "Una sola cosa te falta: vete, vende cuanto tienes y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo, luego, ven y sígueme". Antes estas palabras se nubló el semblante del joven y se fue triste, porque tenía mucho dinero. (Mc. 10, 17-22) ¿Me oyes, Señor? Estoy sufriendo
horrores, ¿Me oyes, Señor? Líbrame de mi
cuerpo: ¿Me oyes, Señor? Líbrame de mi corazón: ¿Me oyes, Señor? Líbrame de mi espíritu: Y yo solo me aburro, Todo me parece ruin,
feo, sin luz Y siento ganas de
odiar a los hombres y al mundo Y quisiera salir, Porque yo sé que la
alegría existe: Yo sé que la luz
brilla: Mas no puedo salir
de mí: Y ahora no encuentro
ya ni siquiera Estoy solo, solo. Señor, Señor, ¿me oyes? Enséñame mi
puerta, ... Pero... Sí, pequeño,
te oigo Hace tiempo que acecho tus persianas caídas. Ábrelas: mi luz te iluminará. Hace tiempo que aguardo ante tu puerta encerrojada. Ábrela: me hallarás en el umbral. Yo te estoy esperando, y te esperan los otros. Sólo hace falta
abrir, ¿Por qué continuar siendo prisionero de ti mismo? Eres libre. No fui Yo quien
te cerró la puerta Eres tú quien tiene echado el cerrojo por dentro. |