Por: Mariano De
Blas
Desarrollo y Formación Familiar, A.C.
Impresiona
ver los esfuerzos y sacrificios que realizan algunos por llevar un
trabajo floreciente, y qué poco o casi nada de empeño ponen por llevar
un matrimonio, ¡ni siquiera floreciente!, sino un matrimonio con vida.
Dios hizo el
matrimonio para que los hombres encontraran la felicidad en este mundo,
pero la triste realidad es que muchos, por no decir demasiados
matrimonios, no sólo no encuentran la felicidad en él, sino la
desesperación, la amargura y el fracaso.
¡Cuántos divorcios, infidelidades, quiebres... cuánta infelicidad! En
el matrimonio, si de algún modo se descubren las causas de los
problemas, se podría poner la solución y, ciertamente, hay causas
pequeñas que ayudan al fracaso.
Pero la causa grave, el verdadero verdugo del matrimonio, se llama
"egoísmo".
Una gran parte de los hombres y mujeres se casan por amor, pero luego
viven el matrimonio con egoísmo.
A las órdenes de ese monstruo que devora tanta felicidad en el hombre.
Hay amor y por eso hay soluciones.
Salta a la vista el contraste entre el noviazgo y lo que sigue después:
los novios se quieren, se buscan, se adoran, son capaces de grandes
sacrificios por el ser querido, no se aburren, no se cansan y si alguna
vez se pelean, con un perdón sincero y lágrimas, restauran el cariño
y siguen adelante. Es decir, el amor supera todos los obstáculos.
Luego en el matrimonio, los esposos dan la impresión de que ya no son
capaces de perdonar, de aceptarse y seguir adelante a pesar de todas las
dificultades del mundo.
Se aburren, se cansan, se hartan y se creen muy justificados echándose
la culpa el uno y el otro.
Se casaron por amor, pero ahora viven de egoísmo. El vino bueno del
primer amor se ha ido convirtiendo en vinagre.
El amor que no se cultiva, que no se estrena cada día, tiende a
desaparecer.
Alguien dijo: "No me da vergüenza el haber perdido el amor, sino
que se haya ido poco a poco".
Hay que pagar un precio.
Hay que cancelar la cuenta del gas o un día no enciende la cocina; hay
que pagar la luz, si no cortarán la electricidad; es imprescindible
llenar el estanque de bencina, para no quedarse tirado.
Pero, ¿cuánto se paga por recargar el matrimonio? Impresiona ver los
esfuerzos y sacrificios que realizan algunos por llevar un trabajo
floreciente, y qué poco o casi nada de empeño ponen por llevar un
matrimonio, ¡ni siquiera floreciente!, sino un matrimonio con vida. Es
de suponer que el matrimonio y la familia interesa mucho más que el
trabajo.
Entonces, ¿qué inversión se hace cada día para aumentar el capital
de felicidad dentro del hogar? ¿Se estrena cada día el matrimonio? ¿Desde
cuándo no se tiene un detalle con el esposo o esposa? ¿El matrimonio
es una fecha relevante para los dos? ¿Existe una preocupación por dar
al cónyuge una agradable sorpresa? Por ejemplo una comida, una carta o
una atención.
Cuando están juntos, ¿disfrutan como viejos enamorados o procuran
estar lo menos posible en compañía? La pregunta clave para saber si se
quieres a la pareja es: ¿Lo que más importa es hacer feliz al otro? En
cuestiones de amor sucede lo que con el dinero: "Cuánto más
dinero pongas a producir en el banco, más intereses obtienes".
Cuánto más se invierte en detalles, delicadezas, comprensión y en
todo lo que se llama amor verdadero, más intereses de felicidad habrá
para los dos. Pero si de la cuenta de ahorros se saca más de lo que se
invierte, un día el resultado estará en cero.
Cabe preguntarse honradamente, ¿cuánto se invirtió ayer en la cuenta
del amor? El amor de hoy debe tener la frescura, la fuerza, la
delicadeza del primer día.
El matrimonio debe tener la fuerza del primer amor.
El amor que se estrena cada día es maravilloso, es el primer amor.
Si se quiere se puede estrenar cada día el amor y convertirlo en un día
maravilloso.
Ventajas de la vida conyugal
Es cierto, el matrimonio es una relación que exige una gran madurez
humana.
Se tienen que sacrificar muchas cosas, ejercitar la fuerza de voluntad,
enfrentar situaciones que quizá en el momento de unirse a otra persona
ni se llegan a pensar y sólo son una realidad cuando se viven.
Las personas que buscan esa madurez y plenitud a través del matrimonio,
se dan cuenta de que al renunciar a tantas cosas de las que antes
gozaban, han logrado otras que quizás jamás hubieran alcanzado, de no
haber sido por encontrar y unirse libre y plenamente a esa otra persona:
el cónyuge.
Toca a los recién casados o a las parejas próximas a contraer
matrimonio, visualizarse más allá de lo bonito y lo tierno.
Deberán pensar en lo difícil que será el cambio, y en la recompensa
que vendrá si saben responder con valentía. Desde luego no todo es
duro, ¡¡¡corresponde también valorar los momentos de ayuda mutua,
comprensión, apoyo, pasión, que seguramente vivirán!!!
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