EL HECHO Y SU CONTEXTO
 Redacción05/12/2001

El manual de enfermedades y desórdenes mentales del American Psychiatrics Association (APA) correspondiente al año 1953 incluía la homosexualidad como una patología. Sólo veinte años después, sin embargo, el mismo colectivo médico decidió que una enfermedad dejaba automáticamente de serlo. Por otra parte, y más cerca en el tiempo, el Ayuntamiento de Bilbao acaba de aprobar por unanimidad posibilitar que las parejas del mismo sexo se incluyan en el Registro de Parejas de hecho y que puedan celebrar por la vía civil su unión. Lo más sorprendente de la noticia es que, sólo dos años antes, esta misma propuesta no había conseguido los votos suficientes entre los grupos municipales de la capital vizcaína. Estos dos ejemplos son dos muestras claras de incoherencia ante una realidad como es la homosexualidad, que no es de ninguna manera ignorada por la Iglesia católica. Entre los argumentos que nuestra sociedad liberal nos da para justificar cambios cómo éstos tienen mucho a ver, entre otras cosas, con el hecho de que la persona esté o no de acuerdo con su orientación sexual hacia una persona del mismo sexo. Sin duda, esta es la gran incoherencia de nuestro tiempo porque, además, es imposible que la sociedad bilbaína cambie tan radicalmente la opinión mayoritaria en sólo 24 meses.

La homosexualidad existe y, como dice el punto 2358 del Catecismo de la Iglesia Católica, corresponde a “un número apreciable de hombres y mujeres”. Pero está claro que, desde la tradición de la Iglesia y con el claro soporte de las Sagradas Escrituras, “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados y contrarios a la ley natural, cierran el acto sexual en el don de la vida, no proceden de una verdadera dimensión complementaria, afectiva y sexual y, por lo tanto, no pueden recibir ninguna aprobación”. Estamos hablando, pues, de una orientación personal que no está condenada por la Iglesia. Sólo es rechazable su práctica. En esta misma línea, el Catecismo recuerda que “las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de un mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la plegaria y de la gracia sacramental, pueden acercarse y tienen que hacerlo, de forma gradual y decidida, a la perfección cristiana ”.

Aunque la Iglesia reconoce de forma explícita una compatibilidad entre la homosexualidad y la vivencia cristiana, hay grupos que quieren presionar a los católicos para que acepten la condición homosexual como si no fuera desordenada. Y estos colectivos también se encuentran a menudo dentro de la misma Iglesia, donde desgraciadamente hay gays que no son fieles a la enseñanza católica en nombre de un supuesto y mal llamado orgullo gay.‘

La curación es posible

Creer en la viabilidad de un cambio de orientación sexual es básico para entender cristianamente la homosexualidad. Y casos, hay muchos. El problema es que nuestra sociedad actual no entiende eso, como lo demuestra el ejemplo de un Servicio de Información a gays, lesbianas y transexuales que acaba de poner en marcha la Comunidad de Madrid. Financiado con 35 millones de pesetas anuales (unos 210.000 euros) de los contribuyentes madrileños, la iniciativa ofrece la información y el asesoramiento de una docena de profesionales, pero de ninguna manera sanación o cura. Y eso es, de hecho, otra gran incoherencia para porque, si la homosexualidad está bien, ¿qué sentido tiene abrir un centro para ayudar a quienes tienen atracción sexual hacia personas del mismo sexo?

En este sentido, los católicos tienen que hacer también su autocrítica porque, salvo algunos frutos puntuales sobre todo en los Estados Unidos, la atención pastoral y personal a los homosexuales no se ha materializado todavía con grandes obras impulsadas por entidades o personas de la Iglesia. De la misma manera que es rechazable que una chica se quede embarazada sin haberse casado, y en cambio después es acogida y ayudada desde un criterio evangélico, lo mismo tiene que pasar con las personas de orientación homosexual. Quienes defienden la enseñanza de la Iglesia católica, en definitiva, no pueden dejarse arrastrar por la misma incoherencia con que nos invaden muchos políticos y entidades por todo el mundo.

Finalmente, para situar en el contexto médico la homosexualidad, es recomendable leer un reciente informe elaborado por la Asociación Médica Católica de los Estados Unidos bajo el título “Homosexualidad y esperanza”. Clicar aquí.

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