Historia de la Iglesia
Siglo XVIII - Edad Moderna
INTRODUCCIÓN
Es el siglo de las luces. Es decir, unos escritores, educados en el
cristianismo, muchos de ellos con los jesuitas, se llamaron filósofos y
quisieron juzgar todas las cosas según las “luces” de la razón y no de la fe y
de la revelación, a la que consideraban oscura y retrógrada. A este movimiento
se la ha llamado Ilustración, una auténtica máquina
anticristiana.
Este culto a la razón tiene su origen en la manera de pensar que lanzó el
filósofo Descartes y el físico Newton, sin ellos tal vez quererlo ni
pretenderlo. Y las tres figuras señeras de la Ilustración francesa serán
Voltaire –caústico, irreligioso; sintetiza y divulga la filosofía y se adentra
en el campo de la historia social-, Montesquieu –crítica social en sus Cartas
Persas-, y Rousseau. El gran filósofo del siglo es el alemán Emmanuel Kant.
Con él triunfa plenamente la razón con sus libros “Crítica de la razón pura,
Crítica de la razón práctica, Crítica del juicio”. ¡Se alzaba la razón como
diosa sobre el altar de la filosofía!
Curiosamente la primacía de la razón en este siglo no impidió que, a finales
del siglo XVIII, cundiera el gusto por el esoterismo y nuevas formas de
sentimiento religioso. Insatisfecho del racionalismo árido de Voltaire,
Rousseau quiere devolver su lugar al sentimiento en una religión natural. De
este modo logra que la religión sobrenade a la revolución y prepara el
romanticismo, que tendrá su auge en el siglo XIX.
I.SUCESOS
La ilustración
No es una opinión filosófica, o un mero sistema. Es uno de esos grandes
movimientos históricos, donde se da el paso del mundo medieval y feudal a un
mundo nuevo, donde se ve el mundo, no en relación a Dios, sino en su visión
laica y materialista.
Es una continuación del movimiento iniciado en el renacimiento, donde se
tendía a liberar la vida y las actuaciones humanas de la autoridad
eclesiástica y someterlas a la propia iniciativa. En este sentido, la
ilustración es el tránsito al laicismo, al indiferentismo y al naturalismo.
El orden sobrenatural no les interesa nada a los hombres de la ilustración;
quieren progresar y no piensan renunciar al mundo sino en usarlo, disfrutar
de él, someterlo con su inteligencia y su trabajo. Les estorba el viejo
orden social, y, en parte, también la iglesia, porque se opone a su
progreso, dicen ellos.
Por eso, podemos decir también que la ilustración, al menos en ciertos
puntos, es un peligro para el cristianismo. Estos son los puntales de este
movimiento:
·Negación de todo dogma de la fe y de la revelación: Sólo es
científico lo que se puede demostrar con la razón, pues la razón es la única
que puede conocer e interpretar la realidad. Los dogmas –dicen- por
contradecir a la razón no son científicos. Son mitos. Se quiere una religión
para el pueblo, donde Dios, sí es la garantía del orden, pero se queda
arriba, sin preocuparse del mundo; es como el Gran Relojero, dice Voltaire,
pero no es Padre, es como un jubilado en reserva. A esta concepción de Dios
se llama deísmo, una religión natural conforme a la razón y que excluye toda
revelación. Cada hombre debía dar culto a Dios en la forma que lo
considerara conveniente, sin sujetarse a ritos eclesiásticos. A esto se
llama también moral natural, sin dogmas fijos e indiscutibles, y en cuya
base está no la religión sino el honor, la honestidad, el servicio.
·Negación del alma: todo se interpreta desde el punto de vista
materialista, fundado en bases científicas. El alma –dicen estos ilustrados-
no la podemos ver ni tocar, porque no existe.
·Negación de la caridad cristiana: propone una benevolencia
hacia el prójimo o filantropía, desligada de Dios. Los masones se inspirarán
en esta idea ilustrada.
·Lucha contra la Iglesia católica: La Iglesia se distingue
–dicen- por su intolerancia e intransigencia. Por tanto, guerra a muerte a
la Iglesia, pues es una traba contra la felicidad del hombre. Voltaire
exclama: “¡Aplastemos a la intolerante!”, refiriéndose a la Iglesia.
Y éstos son los representantes de la ilustración:
·Voltaire, enemigo acérrimo de la iglesia católica, a la que llamó la
intolerante y oscurantista. Defensor decidido del deísmo, pretende
despojarlo de todo ligamen con el cristianismo y la iglesia, y, para ello,
utiliza en sus escritos una mofa descarada.
·Rousseau, con su contrato social, en el que proclamó la igualdad de
derechos de todos los ciudadanos, en contra de la rígida división de clases
establecidas por las monarquías. Negaba también la realidad, y para nosotros
dogma, del pecado original. Él decía que el hombre es bueno por naturaleza;
y por lo tanto, todo lo que hace es bueno.
·Montesquieu en sus Cartas Persas censuró el estado de la iglesia en
Francia. En su obra “El Espíritu de las leyes” defendió la teoría de la
separación de los poderes públicos –legislativo, ejecutivo y judicial- para
evitar la arbitrariedad de los reyes absolutistas.
·Los enciclopedistas Diderot, D´Alembert, que ni admitían la religión
ni las antiguas instituciones políticas y, en cambio, deseaban romper con el
pasado. Fueron los padres intelectuales de la Revolución Francesa.
Esta ilustración engendró el librepensamiento. Cundió la incredulidad
y fue el comienzo de la masonería comenzada en Inglaterra en 1717,
por inspiración de Eduardo Herber, Thomas Hobbes y John Locke, deístas,
protestantes y burgueses.
¿Qué es la masonería?
Las logias masónicas eran sociedades secretas para destruir a la iglesia
católica. Después, se extendieron en Francia, por obra de Pedro Bayle,
Voltaire, Diderot, D´Alembert, Montesquieu, Candillac. De Francia pasó a
Alemania, donde fue acogida en la corte de Federico II, profesada por
Lessing, Goethe, Schiller y Kant.
Los masones tienen relación con los albañiles o constructores libres,
creados en la Edad Media por la iglesia para la construcción de catedrales.
Como todas las demás sociedades de artesanos, el gremio de los albañiles
tuvo su organización profesional, costumbres, festividades y sus diversos
grados de iniciación: aprendices, oficiales y maestros; sus lugares de
reunión, las logias; sus insignias: reglas, compases, triángulos, mandiles,
etc. Este gremio de albañiles en un inicio tenían sus secretos técnicos de
construcción y sus señales características para distinguirse entre ellos.
Cuando estos gremios perdieron su razón de ser, subsistieron, sin embargo,
como confraternidades o asociaciones de caridad, que gozaban de grandes
privilegios y exenciones. Hasta ahora, nada que no sea eminentemente
cristiano.
Pero el 24 de junio de 1717, Teófilo Desagulier, de familia de hugonotes
huidos de Francia, logra unificar las cuatro logias que quedaban con vida en
Londres y fundar con ellas la Gran Logia londinense. Por medio de ella se
propone propagar las ideas deístas, el librepensamiento, la tolerancia y el
filantropismo, propios de la Ilustración. Ya veremos después qué respuesta
dará la Iglesia a la masonería.
Prosigamos con la ilustración. ¿Qué rasgos positivos tuvo la ilustración?
Trajo consigo también progresos en algunos órdenes, al
permitirse la iniciativa y la creatividad. Baste recordar en el campo
científico los nombres de Newton, Galván, Franklin, Volta, Montgolfier,
Lavoisier, Bufón o Linneo, con sus asombrosos descubrimientos.
Incluso trajo ventajas para la religión. Ante tantas críticas y ataques,
comienza a cultivarse la apologética, la pastoral, la catequética, la
patrología, la historia eclesiástica, la liturgia y el derecho canónico. No
hay mal que por bien no venga. La misma Iglesia va superando nacionalismos
estrechos. A su vez, la separación profunda entre la iglesia y el estado
rompe, aunque dolorosamente, las cadenas que esclavizaban a la iglesia, le
da una gran libertad de movimientos y acentúa su romanidad, es decir, el
sentido de mayor unidad con el Papa, su cabeza.
Pero también la ilustración aportó rasgos negativos. Influye
en la descristianización de buenas parte de la sociedad; el escepticismo va
inundando casi todo, quitando de en medio la filosofía tradicional. También
redujo a la iglesia a un grado de condición ínfima al separar de ella a la
gente más culta y dejarla debilitada a base de secularizaciones y
desamortizaciones; y la unció al carro del estado en los países que se
siguieron llamando católicos.
Las ideas de la ilustración se hacen realidad palpable en la revolución,
primero en Francia, y, más tarde, en las demás naciones. Sigue estando
presente en el siglo XIX y su influencia ha llegado hasta nuestros días.
Frutos de la ilustración:
Los movimientos despóticos del febronianismo y josefismo
Si en el siglo XVII surgió el galicanismo y el regalismo en Francia, en este
siglo XVIII surgió el febronianismo en Alemania y el josefismo en Austria.
En otros países también calaron las ideas galicanas.
·Febronio, obispo coadjutor de Tréveris (1763) llegó a decir
lo siguiente: Jesucristo dio el poder de las llaves, no sólo a Pedro, sino a
todos los fieles; y éstos lo delegan en el Papa y en los obispos; el Papa,
sigue diciendo, es superior a cada uno de los obispos, pero no a todos los
obispos conjuntamente; su primado es sólo de honor, no de jurisdicción; por
tanto, no obliga la obediencia al Papa.
·José II, emperador de Austria quiso intervenir en la iglesia
hasta el punto que sometió a los obispos al estado. Éstos no podían publicar
documentos sin su autorización; limitó su facultad de recurrir al papa;
suprimió algunas órdenes religiosas, entre ellas la Compañía de Jesús;
señaló los libros de texto para la teología, derecho e historia
eclesiástica; abolió los seminarios existentes, instituyendo cuatro mayores,
a quienes los demás estaban sometidos, y cuyos formadores eran jansenistas y
regalistas. Llegó a reglamentar el culto, los entierros, el uso de las
campanas, las velas que se deben poner en el altar.
·Carlos III, en España, también atacó fuertemente la iglesia
católica y expulsó a los jesuitas de España. Supo rodearse de buenos
ministros y colaboradores, alguno de ellos aquejado de ideas enciclopedistas
y exageradamente regalistas. Uno fue el conde de Aranda, el cual se gloriaba
de ser amigo de Voltaire; el conde de Floridablanca, que arrancó del Papa
Clemente XIV la supresión de la Compañía de Jesús.
·El sínodo jansenista de Pistoya de 1786, en Italia, donde se
confirmaron todas estas ideas ilustradas y el regalismo. Fue condenado por
el Papa Pío VI.
¿Qué tramaron estos movimientos ilustrados contra los jesuitas?
Estos movimientos despóticos atacan a la religión y apuntan el golpe al
principal bastión cultural de la Iglesia: la Compañía de Jesús.
Así comienza el calvario de los jesuitas. En 1759 son
expulsados de Portugal, por obra del marqués de Pombal, librepensador y
ambicioso, que veía en la nobleza y el clero, especialmente en los jesuitas,
a los enemigos más declarados del absolutismo regio y de todo progreso; en
1764, de Francia; y en 1767, de España, y de sus respectivos imperios
coloniales. Poco después por la presión borbónica, Clemente XIV decretará su
extinción en 1773 .
Los jesuitas soportan el golpe con entereza. Tuvieron que dejar las tierras
de misiones. El mismo Papa Clemente XIV hizo encerrar al último general de
los jesuitas, que murió en prisión. En Portugal, el marqués de Pombal hizo
ejecutar a más de ochenta jesuitas. En 1815 será restablecida la Compañía de
Jesús, por orden del Papa Pío VII.
La iglesia, privada de su obra predilecta, responderá con cierta ineficacia
a la crítica y a las sanciones –excomuniones, penas eclesiásticas...- Hacía
falta la organización y la táctica de la Compañía de Jesús para responder al
enemigo con sus mismos medios: medios de comunicación social, prensa, y así
introducir a la iglesia en el pensamiento moderno, como lo habían hecho en
el siglo XVI. Quedaban desatendidos los colegios, las misiones populares,
las misiones extranjeras, las actividades culturales.
Pero vayamos un poco a la historia de este corona de espinas de los
jesuitas. Todo comienza desde el rey español Fernando VI, con ocasión de los
sucesos del Paraguay y de las famosas reducciones, que, como método
misional, venían utilizando aquellos allí desde el siglo XVII. El Tratado de
Límites que se firma entre España y Portugal en 1750, obliga a entregar
varias de estas reducciones a los portugueses con no poco detrimento de las
mismas.
Los jesuitas no se rebelaron contra la Corona, como se hizo creer en España,
pero vieron en el traslado la ruina de toda una obra de cultura y
evangelización y trataron por todos los medios de aliviar los sufrimientos
de aquella pobra gente, presa en buena parte de los bandidos de la frontera.
Entonces, fueron expulsados de Francia y Portugal. Lo mismo se hizo en
España por la pragmática de Carlos III de 20 de febrero de 1767, a
instancias de sus ministros Aranda, Campomanes y Roda, y de José Nicolás de
Azara, agente de España en Roma.
Cuando se enteró el Papa Clemente XIII manda el breve “Inter acerbissima” a
Carlos III, que empieza con estas palabras: “¡Tú también, hijo mío; tú, rey
católico, habías de ser el que llenara el cáliz de nuestras amarguras y
empujara al sepulcro a nuestra desdichada vejez entre lutos y lágrimas!”.
Tantas fueron las calumnias contra los jesuitas, que se tomaron contra ellos
medidas muy duras: fueron cerradas sus casas, fueron secuestrados sus
bienes, se les acusó de terribles enemigos de la quietud de las monarquías,
y se les expulsó de esos países, como ya dijimos. El mismo Papa Clemente XIV,
hombre tímido, hábil y afable, pero sin experiencia del mundo ni horizontes
amplios, la suprimió, por presiones borbónicas, pues los mismos ministros y
embajadores le insistieron con amenazas de cisma en sus países. Era el 21 de
julio de 1773.
El general de la Compañía, padre Ricci, se limitó a decir: “Yo adoro las
disposiciones de Dios”. Fue tomado preso y recluido en las prisiones del
castillo de Sant´Angelo. Allí murió el 24 de noviembre de 1775. Un año antes
había muerto Clemente XIV.
La Compañía de Jesús no se extinguió del todo, pues mientras los países
católicos se ensañaron contra ella, Federico II de Prusia y la zarina de
Rusia, Catalina II, prohibieron la promulgación del breve en sus estados. De
esta manera la Compañía no fue extinguida ni suprimida de un modo absoluto.
Una centella perduró viva bajo las cenizas, allá lejos entre las nieves de
Rusia y las nebulosas tierras prusianas. Desde allí renacerían los jesuitas
al comienzo del siguiente siglo.
Se nos echó encima la revolución francesa
La revolución francesa fue hija legítima de la ilustración, de la que hemos
hablado y representó la subida del llamado “tercer estado” a la vida
política y la construcción de una Francia burguesa.
Fue un acontecimiento inesperado para todos y, sobre todo, para la iglesia.
El carácter antirreligioso de esta revolución está fuera de toda duda.
Destronó a Cristo para proclamar los derechos del hombre y redujo toda la
vida religiosa a estructura del Estado, identificado con la sociedad.
Analicemos, pues, este suceso de la Historia, de tanta trascendencia para la
Iglesia.
1.¿Cuáles son sus antecedentes?
Tres son los antecedentes de la revolución francesa:
·El triunfo del parlamentarismo en Inglaterra.
·La independencia de los Estados Unidos, donde elaboraron en 1776 la
Declaración de los Derechos del Hombre.
·La ilustración francesa, con Montesquieu (el fin de toda política es la
libertad, necesidad de una constitución con los tres poderes separados) y
Rousseau (la soberanía reside en el pueblo).
2.Causas de la Revolución Francesa
Las ideas políticas esparcidas en el mundo; la situación de Francia invitaba
a una salida revolucionaria , las actitudes de la sociedad fueron radicales,
pues por una parte la nobleza se aferraba a sus privilegios estamentales,
negándose a pagar impuestos; por otra, la ambición de la burguesía buscaba
cambiar radicalmente el orden establecido.
Ante la tirantez social, el rey no tiene más remedio que convocar los
estados generales. La asamblea se divide ante el voto. Los liberales desean
el voto personal; los conservadores, el estamental. El 9 de julio una parte
de los estados se retira y declara la asamblea nacional, jurando no
separarse hasta dar a Francia una constitución. El 14 de ese mes las masas
asaltan la Bastilla –fortaleza de los presos políticos.
3.Etapas:
·Asamblea constituyente (1789-1791): supresión de derechos
feudales, establecimiento de la constitución civil del clero, Declaración de
derechos del hombre y finalmente la constitución.
·Asamblea legislativa (1791-1792): las nuevas elecciones
radicalizan totalmente la situación. El poder cae progresivamente en manos
de los jacobinos, que eran republicanos exaltados.
·Convención (1792-1795): Toda Europa, asustada ante las nuevas
ideas que fluyen desde la Francia atea y revolucionaria, le declara la
guerra. Es una guerra para poder salvar los valores de la tradición, la
monarquía, el espíritu religioso, que Francia quería destruir. Mientras
tanto, en Francia se establece una verdadera dictadura jacobina y viene el
período del terror. Robespierre es el dueño de Francia; la guillotina
trabaja sin descanso, arrasando con monárquicos, moderados e incluso,
revolucionarios como Danton. También guillotinaron al monarca absolutista
Luis XVI . La convención abolió el cristianismo e instauró el culto a la
libertad y a la razón. Quitó también a los santos del calendario y sustituyó
su conmemoración por la de diversas plantas y animales. Los templos fueron
vendidos. A los sacerdotes se les exigió la sumisión o la condena a muerte.
·República burguesa, el directorio: Se sucede la reacción de
los conservadores y se establece una república moderada, a la vez que
Francia vence sorprendentemente en todas sus fronteras. El directorio, con
Napoleón a la cabeza, penetra en los estados pontificios y arresta al Papa
Pío VI y lo lleva a Francia, como deportado, donde muere a los pocos días,
después de sufrimientos incontables, en 1799. Voltaire rió en su tumba.
Opinaron algunos que, con él, moría el último de los papas. El país con el
directorio vuelve a una tranquilidad relativa. Comienza a surgir la figura
de un general, vencedor en Italia y en Egipto contra Inglaterra; su nombre
es Napoleón.
4.Consecuencias de la revolución francesa:
Con la revolución francesa surgen una serie de ideas propias de nuestra
época contemporánea, cuyo inicio ella marca. La libertad, el orden
constitucional, la soberanía popular, la concepción de nación en torno a una
misión histórica...todos estas realidades llegarán a ser los móviles comunes
de nuestra vida política.
De esta revolución surge el mundo moderno. Con ella también llegó el fin del
Antiguo Régimen con su ordenación estamental y sus antiguos privilegios
nobiliarios.
Su lema: “Libertad, igualdad, fraternidad”, tiene raíces
cristianas, y pasa a formar parte de nuestra mentalidad. Sin embargo, se
desarrolla también con gran fuerza el ateísmo, no como fenómeno aislado,
sino de masas, y se cometieron bárbaras injusticias en nombre de esos
valores de igualdad, no sólo contra la iglesia y la nobleza, sino contra
todo moderado y hasta contra los mismos revolucionarios. Fue una época de
anarquía y pasión.
Para la vida institucional de la Iglesia la revolución fue un desastre:
monjas de clausura ajusticiadas, algunos sacerdotes obligados a hacer
juramento a favor de la revolución (llamados “juramentados”), destrucción de
monumentos, sustitución del culto religioso católico por el culto de la
diosa razón, culto a la nación y al estado; indiferentismo,
anticlericalismo.
Nuevas ramas brotaron del protestantismo
Mientras todas estas cosas sucedían en Europa, en Estados Unidos se
esparcía, a través de los emigrantes ingleses, el protestantismo de Lutero y
el anglicanismo. Este protestantismo venía con otros tintes, más austeros y
religiosos.
Los cuáqueros de Fox, crecieron en Estados Unidos, guiados por
Guillermo Penn, principalmente en Pensylvania. Se caracterizaban por su
exaltación religiosa, su sencillez, su austeridad de costumbres. Decían que
Cristo ilumina directamente al alma y le proporciona el conocimiento de las
verdades religiosas. Los sacramentos, por tanto, resultaban inútiles.
Rechazaban el servicio militar, el juramento, el diezmo, el teatro, el baile
y todas las diversiones mundanas.
Los hermanos Juan y Carlos Wesley fundaron el Metodismo,
separándose del anglicanismo. Insistieron en la libertad del ser humano, en
el carácter universal de la redención y en la llamada a todos a la
perfección de la caridad.
Comienza el Imperio napoleónico
En 1799 Napoleón Bonaparte da un golpe de Estado y derriba al directorio. En
1800 establece el consulado, en 1802 se nombra cónsul perpetuo y en 1804 se
declara emperador. En el próximo siglo veremos su accionar.
II.RESPUESTA DE LA IGLESIA
Una Iglesia en peligro
Atrás ya las luchas religiosas del siglo XVI y XVII comienza a aceptarse un
nuevo criterio religioso de tolerancia, junto con las delimitaciones entre
el mundo protestante, el católico y el ortodoxo.
En el seno del catolicismo la Iglesia vive sin problemas en perfecta
simbiosis con el orden social. La iglesia penetra todas las costumbres, el
clero está bien formado y es influyente. Se difunde la devoción al Sagrado
Corazón, las cofradías y las misiones populares, impulsadas por Francia,
España, Italia, Alemania, Austria, Bélgica... La iglesia está perfectamente
acomodada, sin percatarse de lo que se viene encima. El peligro se cierne
sobre ella.
El papado ha pedido ayuda para luchar contra los protestantes primero y
contra los jansenistas, después. Esta dependencia del poder civil llegará a
ser una espada de doble filo. Dentro de la iglesia surgen divisiones que son
figura de las divisiones de la nación, especialmente en Francia. El poder
episcopal se difumina mientras se ensancha el abismo entre bajo clero y alto
clero –el bajo clero se siente humillado, pues sabe de antemano que su rango
será el de su familia-.
Aparece además un cierto sindicalismo contra el poder episcopal –alentado
por el jansenismo-. Por otra parte, dentro de la vocación se vive con cierto
acomodo: la vida religiosa promueve y no exige grandes esfuerzos –muy pocas
vocaciones a las misiones-. La invasión de las ideas de la ilustración sigue
provocando la crisis de conciencia europea: razón, no dogmas; tolerancia, no
monopolio religioso; ateísmo y culto civil, no culto religioso. Pululan las
logias masónicas y los filósofos...
Comienza el “proceso al cristianismo”. ¿Saldrá vivo?
La iglesia se defiende ante la ilustración
La iglesia intenta defenderse contra los ataques con los medios
tradicionales: excomunión, privación de sacramentos, recurso al brazo
secular, censura de malos libros, peticiones para que intervengan los
poderes públicos, obras apologéticas.
Pero también la iglesia aprovechó lo positivo de estos aires de la
ilustración; por ejemplo, en Alemania la ilustración católica propuso un
retorno a las fuentes, una purificación de las devociones, una renovación de
la teología, una mayor tolerancia y una aproximación a los protestantes. Se
elaboraron catecismos que pudieron utilizar tanto los protestantes como los
católicos. Uno de los representantes más notables de este movimiento es
Sailer, sacerdote bávaro, profesor de teología pastoral, que tuvo
iniciativas en espiritualidad y practicó un ecumenismo mediante círculos
bíblicos interconfesionales.
¿Qué hará la Iglesia ante el problema de los jesuitas?
El ataque a los jesuitas es similar a las persecuciones que sufrió la
Iglesia.
¿Por qué los reyes presionaron al Papa para que suprimiera la orden? El
ministro Pombal en Portugal acusó a los jesuitas de traficantes, con
mercaderías de las reducciones, para lo cual falsificó documentos; Pombal
creyó ver tambalear su imperio cuando un jesuita atacó los intereses que
poseía. Hubo luego un ataque contra el rey; de ello se culpó a los jesuitas
y éstos fueron expulsados de Portugal. Acusados, condenados y expulsados sin
derecho de defensa.
En Francia, por ejemplo, algunos jesuitas denunciaron el adulterio de Luis
XV y madame Pompadour; ciertos yerros económicos de un jesuita en Martinica
fueron endosados a la Compañía de Jesús. Todo esto provocó acusaciones
virulentas en toda Francia y Luis XVI la suprimió.
¿Por qué el Papa Clemente XIV la suprimió? En el decreto se decía “para
salvar la paz” (1773). No sería muy duradera esta paz; y no pasarían muchos
años de bonanza, pues el próximo ataque sería a la misma iglesia, como lo
había dicho Voltaire: “Cuando hayamos concluido con los jesuitas, más
fácilmente acabaremos con la intolerante iglesia”. Efectivamente, el ataque
fue a la iglesia, al papado, y al poder temporal con la supresión de los
estados pontificios y, de esta manera, borrar a la iglesia de la faz de la
tierra (1870).
No lo lograron. Como no hay mal que por bien no venga, pasada la tormenta
resurge la Compañía de Jesús, con aureola de mártir, en el siglo XIX. ¿Cómo
juzgar la supresión de la Compañía por parte del Papa Clemente XIV? La
supresión de la Compañía es considerada por la historia como una derrota del
Papa de ese tiempo. Como atenuante, debe recordarse también que cuando
Clemente XIV firmó el decreto era un hombre muy débil.
La iglesia ante la masonería
La Iglesia no quedó callada. Clemente XII en 1738, Benedicto XIV en 1751
execraron y condenaron esta agrupación secreta y anticristiana, fruto de la
ilustración y de la revolución.
¿Cuáles son los grandes errores de la masonería, con los que la
Iglesia no comulga ni puede comulgar?
·Un dios impersonal: Aunque la masonería inglesa acepta una
gran Fuerza Superior que dirige el mundo, llamada el Gran Arquitecto del
universo, sin embargo, es para ellos un dios tan indefinido, tan vago, tan
impersonal, que prácticamente no ejerce en su vida ninguna impresión que
incline a la fe o a la piedad. El masón quiere dejar a Dios tranquilo en el
cielo, y gobernar él solo en la tierra.
·Todo masón es librepensador, o sea, para él hay un principio
sagrado: cada uno piense y opine con la más absoluta libertad, sin fijarse
en lo que diga la Biblia, la Iglesia, los santos. Por eso, consideran a la
Iglesia, a la Biblia y a la doctrina de los santos como superstición,
tiranía, prejuicio, opresión, dictadura.
·La masonería exige tolerancia total, o sea, nadie tiene
derecho a prohibir nada, o a imponer leyes de moral. Es el famoso lema:
“Dejar hacer, dejar pasar”.
·Libertad absoluta de culto y libertad total de conciencia,
entendidas en el sentido de que cada uno honre a Dios como se le antoje y no
como enseña la Iglesia de Cristo. Para cada uno es bueno lo que él cree que
es bueno y es malo solamente lo que él se piensa que es malo. Esto se llama
subjetivismo y lleva a los peores errores.
·La masonería exige indiferentismo religioso, mantenerse
neutral, sin declararse a favor de ninguna religión. Así se declara que
todas las religiones son iguales. No podemos admitir esto. Aunque en todas
las religiones pueda haber destellos de verdad y bondad, solamente la fe en
Cristo es la religión verdadera.
·Neutralidad del estado en materia religiosa: La masonería
insiste en que el gobierno no debe ayudar a la religión. Debe ser neutro.
·El masón exige la enseñanza laica, es decir, aquella en la
que no se le da importancia a la religión. El gran triunfo de la masonería
mundial ha sido imponer la enseñanza laica en todos los países, quitar los
crucifijos de las escuelas y de los despachos gubernamentales.
Por todo lo que hemos explicado, se deduce que no se puede ser católico y
masón al mismo tiempo. Son términos contradictorios. Un masón no puede
acceder a los sacramentos.
En la revolución francesa, ¿qué pasó a la iglesia?
¿Qué consecuencias trajo la revolución francesa a la iglesia?
La revolución inició como una renovación política y social. Pero, dado que
la iglesia estaba muy ligada a las instituciones de la monarquía, la
revolución, movida por las ideas anticlericales de la ilustración, se volvió
anticristiana hasta el punto de desatar una sangrienta persecución.
En 1790 la asamblea votó la nacionalización de los bienes eclesiásticos, la
supresión de las órdenes contemplativas y decretó la “constitución civil del
clero”. La “constitución civil del clero” era una medida radicalmente
antirreligiosa. Además de que rompía el concordato de 1516, comportaba una
separación de la iglesia de Francia del papado, y su total sometimiento al
estado. Sólo 4 obispos de las 133 prestaron el juramento civil.
En 1791 el Papa Pío VI condenó la “constitución civil del clero” como
contraria a la esencia misma de la iglesia. En represalia la asamblea
legislativa, impulsada por la comuna revolucionaria de París, adoptó una
serie de medidas contra los sacerdotes. Eran encarcelados, y cuando Prusia
amenazó con invadir Francia, se acusó a los sacerdotes de traidores y se les
condenó a la muerte. Fue el momento del “terror” de septiembre de 1792. En
ese mismo mes fue abolida la monarquía y el mismo calendario gregoriano, que
era el seguido por la iglesia. Fue éste un intento insensato de abolir el
cristianismo y de substituirlo con una nueva religión. De hecho en 1973 se
celebró la entronización solemne y ridícula de la “diosa razón” en la
catedral de París.
Ante tales desmanes el pueblo cristiano, especialmente de la provincia de la
Vandea, se rebeló. Pero la represión fue atroz y provocó innumerables
mártires. Sin embargo, fue tal la resistencia del pueblo cristiano, que la
convención tuvo que negociar. Se firmaron tres documentos: amnistía para los
insurrectos, reposición de los sacerdotes que no hicieron el juramento civil
en sus antiguos cargos, libre ejercicio del culto. Esto demostró que el
pueblo francés era profundamente cristiano, y que la fe no se puede suprimir
con atrocidades.
El Papa Pío VI, que condenó la “constitución civil del clero”, fue
secuestrado por Napoleón, y murió en poder del secuestrador a los ochenta y
dos años de edad, cuando el pánico cundió en la Iglesia. Sobre la tumba de
Pío VI –en Francia- podía leerse: “Pío VI, último Papa”. ¡Eso creían
los enemigos de la Iglesia!
Nuevas Congregaciones
En este siglo tan convulso, tres nuevas Congregaciones religiosas surgieron
en el seno de la iglesia, que le dieron vitalidad y fuerza:
·San Juan Bautista de la Salle, francés, funda la Congregación de
Hermanos de las Escuelas Cristianas, aprobada en 1724, para la
formación de maestros y niñez.
·San Pablo de la Cruz, italiano, dio origen a los pasionistas.
Tienen como fin promover las misiones, los ejercicios espirituales y la
propagación de la devoción a la pasión del Señor.
Los redentoristas son obra del infatigable obispo San Alfonso
María de Ligorio, italiano, que descolló también por su obra de Teología
Moral. Pío IX lo declaró doctor de la iglesia en 1871. Su congregación se
dedica al apostolado en medios populares y a las misiones parroquiales.
CONCLUSIÓN:
Fue un siglo muy convulso para la iglesia. Durante casi dos siglos se ha
hecho de la revolución francesa un mito. Se han exagerado los logros de la
misma ocultando los hechos vergonzosos y execrables, sobre todo las
violaciones de los derechos más fundamentales de la persona, hechas
precisamente en nombre de la “libertad, igualdad y fraternidad”. ¡Qué
cinismo!
Se quiso abrir la era de la democracia, de la libertad y del progreso, pero
a costa de muchos atropellos, intolerancias y retrocesos morales. ¡Qué
contradicción!
No obstante, la iglesia siguió adelante, pues “las puertas del infierno no
podrán destruirla”, porque su fundador es Jesucristo, el Hijo de Dios, y Él
ha triunfado, triunfa y triunfará. Y con Él triunfamos quienes vamos en esa
barca. La Iglesia no ha pasado a la historia –como diría Goethe- como una
ruina ilustre, sino como una estrella luminosa, que a pesar de tantas
tormentas, siempre nos señala el norte. ¡Bendito sea Dios!