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VOCACION DEL LAICO FRANCISCANO
Tanto la vocación del laico como la del sacerdote o religioso, se fundan
en idéntica fuente inspiradora
y se orientan a idéntica meta u
objetivo supremo. Las enseñanzas de Jesús respecto al sentido y destino
de la vida son idénticas para unos y para otros. Así por ejemplo:
"Marta
por muchas cosas te afanas; sólo una es necesaria y María ha escogido la
mejor parte que no le será quitada" (Lc 10, 41s).
"¿De
qué le vale al hombre ganar todo el mundo si al fin pierde su alma?"
(Mt 16, 26).
"Sed
perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto" (Mt 5, 48).
"Buscad
el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás les será dado por añadidura"
(Mt 6, 33).
La vocación del laico es esencialmente la vocación común de todo el
pueblo de Dios que se encuentra en camino hacia la patria celestial. Laico de
Laos= pueblo, somos los unos y los
otros. Cuando Dios quiso formarse un pueblo, deseó el mismo bien y
bendiciones para cuantos congregaba dentro de este. Es cierto que Dios da
diversas funciones, pero lo más excelso que da es, simplemente ser llamado a
formar parte de la porción de sus íntimos o familiares. Tanto dentro del ámbito
de la Iglesia como de la familia franciscana, laicos, religiosos y sacerdotes
respondemos y somos convocados esencialmente bajo la misma elección y vocación.
Esta vocación esencial que nos une a todos es pues, a ser
su pueblo, su porción predilecta a la manera que lo fue ya antiguamente
Israel; por ello nuestro modelo vocacional es la elección y la Alianza de
Dios con aquellos. La promoción más alta a la que Dios eleva a una persona
como individuo es, "adoptarlo"
cual hijo suyo; más allá de lo cual -aparte de ser un hijo fiel y santo-
no existe estado superior.
He aquí la base sólida, sobre la que los hermanos pueden deducir
conclusiones o aplicaciones para su vida concreta seglar. Plantear las cosas
así, no es una manera de cerrar puertas o caminos a la realización secular
de cada uno, sino mostrar un ancho panorama sobre el que edificar la propia
existencia. Desarrollamos pues, nuestra reflexión desde el punto de vista de
la "vocación" del laico franciscano; vocación es llamado "de
Dios". He ahí pues el punto de partida sólido.
DIOS,
SOLO DIOS, VOCACION DEL PUEBLO
Lo que es el pueblo de Dios, las diversas funciones existentes dentro
del mismo, al igual que el sentido de ser un miembro suyo, no
se entiende sino en la perspectiva teologal, vertical; esto es, en cuanto
al sentido que da a la vida, ser uno de sus familiares. La tónica que
caracteriza a la Iglesia como a la OFS es la tónica "religiosa" o
espiritual. Es religioso el grupo que
se suscribe en la relación a Dios; espiritual, el que todas sus
experiencias las quiere inspirar desde lo más profundo y esencial.
Particularmente para san Francisco, Dios es el Bien, todo Bien, sumo Bien:
enteramente 'deseable'.
Cuando en los orígenes, la humanidad que Dios creara incontaminada
comenzó a evolucionar a espaldas suyas, en continuidad con el primer pecado
de Adán y Eva y el asesinato de Caín, dijo: "no son más que carne y se
arrepintió de haberlos creado y le pesó de corazón" (Gen 6, 3-6).
En este punto comienza el misterio más grande que revela la escritura: ‘que
Dios quiere llevar a los hombres a una
vida de unión con él’.
Es lo que hace con el clan elegido de Noé. "Dios dijo a Noé y a sus
hijos: yo hago un pacto con ustedes y con sus descendientes" (Gen 9,
9). Pero la gran elección que Dios hace, se dirige a un personaje ya de
la historia, hacia el año 1850 ac.: Abraham, en razón de la fe que él
tiene, para que sea cabeza de un resto
de entre todos los pueblos, el pueblo de sus siervos fieles. Es un nómade
de Irak que Dios escoge antes que por la raza, para ser padre de todos los
creyentes. Es el patriarca y fundador de la nación de Israel. La Biblia es
precisamente el formidable memorial del linaje de Abraham, Isaac, Jacob;
monumento de la fe del pueblo de Dios.
"La Promesa" involucra: numerosa descendencia "como las
estrellas del cielo"; la posesión de la "tierra prometida", y
ser "una bendición para todas las naciones de la tierra" (Gen
12, 1ss). El "pequeño resto" de Yahveh será en adelante
Israel, y Dios lo reclama así al Faraón
que lo subyugó bajo su mano en Egipto: "Israel es mi hijo, mi
primogénito. Yo te he dicho: deja ir
a mi hijo para que me dé culto, pero como tú no quieres dejarle partir,
mira que yo voy a matar a tu hijo, a tu primogénito" (Ex 4, 22).
Consigna con ello una auténtica teología de la elección del pueblo. Luego
consolidará una alianza formal con Moisés, el caudillo de Israel hacia 1225,
en el monte Sinaí: "La Antigua Alianza" y "las Tablas de la
Ley". "Si ustedes escuchan atentamente mi voz y respetan mi alianza,
los tendré por mi pueblo entre todos
los pueblos. Pues el mundo es todo mío. Los tendré a ustedes como mi
pueblo de sacerdotes y una nación que me es consagrada. -A una voz contestó
todo el pueblo: haremos todo lo que Yahvé ha mandado-" (Ex 19, 5s).
Con todo, hoy como ayer ha habido todo tipo de actitudes para con Dios
dentro del pueblo Israelita: regímenes teocráticos como el de David,
rey-sacerdote, como otros idólatras o increyentes. Toda la Escritura es una
historia de fidelidad y de apostasía, de apogeo y de ruina colectivas. Dios
ha otorgado a Israel ser el "resto" fiel a él; la porción selecta
de entre la muchedumbre de los pueblos infieles o paganos. Pero, este sólo
hecho, no consolida una relación
continua ni invariable; por el contrario el vaivén de ella se asemeja a
la oleada del mar, que de pronto todo lo rebasa y lo cubre y de pronto se
aleja y casi desaparece en la
lejanía. La Biblia nos cuenta los grandes momentos y la vida de los grandes
patriarcas de la comunión con Dios; como la peor circunstancia de renegación
colectiva, y la historia de personajes nefastos y verdaderamente perversos.
Una cosa sí queda claramente establecida: cuando
Israel camina de la mano del Señor le va bien; aún en guerras
terriblemente desiguales, en que la astucia israelita y la virtud divina le
saca victorioso.
"El
te librará de la red del cazador, de
la peste funesta, su brazo es escudo y armadura : no temerás el espanto
nocturno ni la flecha que vuela de día; caerán a tu lado mil diez mil a tu
derecha, a ti no te alcanzará. Caminarás sobre áspides y víboras, pisotearás
leones y dragones. Se puso junto a mi:
lo libraré; lo protegeré porque conoce mi nombre, me invocará y lo
escucharé" (Sal 90).
Mientras el malvado, por más que momentáneamente parezca medrar
pronto desaparece:
"nada
más mirar con tus ojos, verás la paga de los malvados" (Sal 90, 8).
"los
que obran mal son excluidos; aguarda un momento: desapareció el malvado, fíjate
en su sitio ya no está" (Sal 36, 9s).
Dios se manifiesta favorable para con su siervo comprometido y fiel;
para con la porción que "resta" de cuantos le rechazan. Este será
la base de una evolución diferente de la humanidad. Según ella, en el
designio divino, el éxito o acceso del hombre a posiciones descollantes, no
constituye su plenitud o perfección, sino básicamente su
comunión y fidelidad con él. El siervo de Dios relativiza la disposición
de poder, el éxito material y la profusión de bienes, como algo ambiguo y
parcial. Sobre ello pone un signo interrogante en relación a su honestidad,
equidad y rectitud íntima. Es que, Dios no creó un mundo tan perfecto que
todo estuviese consumado, sino libremente creó un mundo en "estado de vía"
hacia su perfección trascendente; en el que el devenir de nuestras vidas, de
la sociedad y de la historia marchase a través de las vicisitudes y
contingencias que nosotros mismos nos creamos (Cf. CIC 309s).
"El hombre vale sólo cuanto es a los ojos de Dios y nada más"
(S.Fco. Adm 19). Muchos poderosos alcanzan a serlo o se mantienen dónde
están a través de la perversión de su espíritu o de contubernios mafiosos.
Entre la fortuna temporal y el bien espiritual, el siervo de Dios opta
diametralmente por el segundo, disponiéndose a carecer de todo y a perder
incluso la existencia material o física por éste. De nada vale poseer las
posiciones o funciones más descollantes, por
más que sea en el seno mismo del pueblo de Dios, si el hombre allí, se
niega a ser siervo de Dios o apóstata de la condición de pueblo suyo.
El
Catolicismo popular latinoamericano
Los primeros católicos aposentados en América -los conquistadores
venidos de España- fueron herederos de la mentalidad imperante en su tierra
durante las guerras nacional religiosas por expulsar a los árabes. Aquella se
fundaba en el sentimiento de "imponer su fe" y "señorear la
tierra": avasallar religiosa y
militarmente al impío extranjero, e instaurar el señorío del cristiano.
Les embarga más una utopía religioso militar de hegemonía y señorío, que
incluye naturalmente la ambición de hacienda y servidumbre, que les
permitiese recaudar oro (el ideal mercantil); que el afán de la industria y
de la empresa, que crea riquezas nuevas y bienes útiles para la vida.
A partir de dicha mentalidad, y a influjo de la actitud jansenista que
trajo el afrancesamiento cultural del criollo y del mestizo, al momento de
independendizarse de España, se impuso como de
buen tono, el aspecto de riqueza o señorío 'de facto', que incluso trae
reminiscencia del poder superior de Dios. Se estima por ello el ancestro, la
herencia, la buena familia o apellido, que se supone la proporciona limpia y
graciosamente. Se disfruta ostentar alcurnia, señorío, también en el
trabajo o función que se desempeña. Pero se mira con recelo y hasta con
desprecio y repulsión, el acto de procurarlo, el desvelo y el afán que lo
consigue, el callejearse en acciones serviles o de baja representación
social, la actitud de cuestación o de trocar. Es considerado en sí enigmático,
el proceso de enriquecimiento; se lo atribuye a 'pacto con el diablo', se lo
asimila con lo abominable. Se prefiere
un retraimiento pundonoroso, una subsistencia sumamente escasa, en un
cierto orgullo de dignidad y honor, antes que bulgarizarse.
El catolicismo tradicional de nuestro pueblo, parece haberse conformado
con la prédica de la pobreza de Cristo y de su Madre, y haberse entregado a
la resignación y a un aberrante pesimismo determinista. Dando en compensación,
más importancia a la figuración de
ser "señor" y "muy católico" -por más que
incurriendo en la chocarrería, la burla o el insulto-, que al auténtico empeño
por ser quién -efectivamente- a los ojos de Dios; por ser pueblo suyo, fieles
servidores suyos; que supera la ilusión artificiosa y banal de opulencia, de
ser alguien a ojos del mundo.
Funciones,
relaciones y metas al Interior del Pueblo de Dios (Regla OFS)
Bajo la óptica de Pueblo de Dios, por cierto, pierde toda vigencia
dentro de la comunidad toda ambición hegemónica, que pone
por meta ascender socialmente, o de lo contrario abstraerse; y señala
cual único sentido valido para la vida tanto de cada uno como del conjunto,
la fidelidad a la vocación de porción predilecta y resto escogido de Dios;
el camino de santificación personal y comunitaria.
En tal sentido, la regla OFS pone a los laicos dentro de la familia franciscana en entera equiparación con religiosos y sacerdotes:
"Ella
comprende a todos aquellos miembros del pueblo de Dios, laicos, religiosos y
sacerdotes, que se sienten llamados al seguimiento de Cristo, tras las huellas
de san Francisco de Asís. En manera y formas diversas, pero en recíproca
comunión vital, todos ellos se
proponen hacer presente el carisma del común Seráfico Padre en la vida y
en la misión de la Iglesia" (Regla OFS 1).
Establece un trato de diálogo recíproco al interior de la Iglesia con
su jerarquía:
"Inspirados
en san Francisco y con él llamados a reconstruir la Iglesia, empéñense en
vivir en plena comunión con el Papa, los Obispos y los sacerdotes, en
abierto y confiado diálogo de creatividad apostólica" (Ibid 6).
Establece que a todo nivel dentro de la OFS, los dirigentes: ministros
y consejeros, son servidores por turno:
"Su
servicio dura un tiempo limitado y
es un compromiso de disponibilidad y de responsabilidad para con cada uno y
para con el grupo" (Ibid 21).
Compete sí a la fraternidad OFS la información y la formación
relativa al empeño en las realidades seculares que toca a los laicos. Aunque
esto no ha de llegar a copar o
'someter' la vida de ésta, y debe respetar la libertad de la persona
respecto a la relatividad de las opiniones e interpretaciones, que es característica
de ese tipo de asuntos. Ello, lógicamente, es tarea para expositores
competentes en cada una de esas materias, pero libres en todo caso, de espíritu
totalitario o de 'imposición'.
Todo el empeño por la dimensión secular, de servir a los hermanos, de
confraternizar, de inscribirse en un proyecto de sociedad mejor, ha de
precaverse muy bien de convertirse en mero afán horizontalista, en simple
unilateralismo, sucedáneo de la santidad y de la caridad teologal. Nos enseña
el Papa al respecto:
"Las
verdades eternas con frecuencia, y sobre todo hoy, sufren cierto olvido. El
deseo humanista de exaltar al hombre, que en sí es justo, pretende a veces
suprimir tanto el origen divino del hombre, como su rango divino. No se puede
negar que después del Concilio han surgido intentos
de oscurecer el llamado verticalismo a base de propagar un falso
horizontalismo. Esta es la razón por la que el hombre, abandonado a sus
solas fuerzas, sin Padre y sin Providencia, se siente arrastrado a proclamar
la muerte de Dios, la "muerte del Padre" (J.Pablo II, a
Comis.Teol.Internac. 05.12.83).
La vocación del todo peculiar del pueblo, cual pueblo de Dios, sobre
el que muestra repetidamente su benevolencia y misericordia, sin avasallarle,
sino persuadiéndole, tolerándole e incluso dejando operar sus
determinaciones en contra de él mismo y la opción por su propia ruina,
manifiesta un sentido único del ser humano: "la
antropología judeo cristiana",
el concepto preciso acerca de la "persona".
"La
idea de persona es una noción, si pudiese calificarla así, de
índice cristiano, que se ha desarrollado y precisado gracias a la teología"
(Jaques Maritain, Humanismo Integral 17).
"La
noción de persona es en lo esencial
de inspiración cristiana" (Jean Marie Grevillot, desarrolla en 15 páginas
las fuentes evangélicas del Personalismo, Grandes Corr. Pensam.Contemp.
p 183-198).
"La
doctrina acerca de la persona es casi
exclusivamente cristiana, y brota a la luz de los misterios de la Trinidad
y de la Encarnación. La mejor filosofía pagana (el mismo Aristóteles) no
llegó a enfrentarse plenamente con este problema. La primera conquista del
pensamiento cristiano es la distinción entre naturaleza y persona, sugerida
por aquellos misterios" (P.Parente, Dicc.Teol. p 285s). (Tres
personas distintas y un solo Dios no más: una sola naturaleza, la divina.
Jesucristo, Dios hecho hombre: una persona, dos naturalezas, la divina y la
humana).
En el BUDISMO,
la idea de persona es sumamente difusa. Decía el Dalai Lama en Santiago, hace
unos años:
"Descubrí
que en el cristianismo es muy fuerte su creencia en una sola vida; y que ese concepto
de una sola vida, que no acepta vidas anteriores sino una sola, un cuerpo,
unos genes creados muchos años atrás; todo esto genera un sentimiento de intimidad
con Dios. Ustedes los cristianos, tienen una percepción de mucha cercanía
a Dios... Pienso que en esto la concepción cristiana es muy fuerte" (Entrev.
El Merc.05.07.92, p. E 1).
Si la reencarnación budista asimila un individuo a otro anterior o a
cualquier otro tipo de ser, malamente van a poseer el concepto judeo-cristiano
de la unicidad, exclusividad,
irrepetibilidad e inmortalidad de la persona humana "a imagen y
semejanza de Dios" cual "hijo de Dios".
Libertad
de los hijos de Dios
Los hijos de Dios son "libres" porque su íntima determinación
Dios nunca la absorbe. Esto es, la libertad de escoger el propio camino, de
decidir entre la verdad y la mentira, el bien o el mal, el amor y fidelidad a
Dios o el amor propio y de los propios apetitos; la propia ruina o la paz y
realización consumadas.
"Hoy
pongo ante ti vida y felicidad, muerte y desgracia; bendición o maldición. Escoge
la vida, para que vivas, tú y tu descendencia, amando a Yahveh tu Dios,
escuchando su voz, viviendo unido a él; pues en eso está tu vida" (Deut
30, 15-20).
Es el perfil del hombre de la primera mañana de la creación:"imagen
y semejanza de Dios" rey y señor de todo lo creado, como
de sí mismo. El carácter
subjetivo y la individualidad de la persona. Un concepto antropológico,
en sí radicalmente distinto al de las culturas fatalistas, deterministas,
colectivistas, que reducen a la persona a un ente sumergido en el acaso, el
destino, la naturaleza o la colectividad social; para las que la persona
desaparece en lo genérico, en el conjunto, al que tienen por primordial o
hegemónico.
La encarnación de Jesucristo y la elevación del hombre a la condición
de Hijo adoptivo de Dios por el bautismo, ha extendido y universalizado la
elección y predilección de Dios para con la raza judía, a todo hombre que
crea y se bautice. Queda absolutamente claro que la regeneración ahora
brindada por Dios a todos los pueblos, se
hace efectiva sola y exclusivamente sobre quienes le reportan su fe.
"El Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti", dice san Agustín.
A nadie beneficiará el don que él mismo repele y malversa. El llamado y la
predilección divina se dirige acertivamente ahora a la "persona",
al ser más profundo de cada hombre, sea este laico, religioso o sacerdote. No
lo hace ya solamente al ente colectivo: pueblo, Iglesia, comunidad,
fraternidad OFS; sino a ti, a mi y al otro. Al ser humano particular, en toda
la amplitud y complejidad de su individualidad y subjetividad; cual
interlocutor de Dios. Se dirige a lo más hondo del entendimiento y corazón,
al alma de cada cual. Y se orienta a obtener una armonización integral del
ser humano en todas sus dimensiones: corporeo-espiritual, temporal-eterno,
prosaico-sublime, bello-repulsivo... cabe la base personalista del yo.
"Por medio de Cristo Dios hizo de nosotros su heredad, para que
cuantos pusimos nuestra esperanza en él, fuéramos un himno a su gloria. Por
él también ustedes , después de oír el mensaje de la verdad, el Evangelio,
al creer fueron sellados con el Espíritu
Santo prometido, el cual es un bono o arras de nuestra herencia, a la
espera del patrimonio completo, de cuantos él predestinó para alabanza de su
gloria" (Ef 1, 11-14).
TEOLOGÍA
DE LA CREACIÓN Y DE LA ENCARNACIÓN
Cuando Dios diseñó la creación evidentemente lo hizo conforme a
sabiduría, como el infinitamente sabio y poderoso que él es. Tal diseño,
que le es propio y queridísimo, jamás lo ha dado por perdido, sino
que una y otra vez lo ha manifestado en las generaciones, y especialmente lo
ha revelado y hecho efectivo en la persona de su Hijo encarnado. Este nos
ha planteado el hecho, que un hombre es Dios y por eso, Dios es hombre. La
unidad y cercanía del hombre y Dios; de su procedencia ontológica cabe Dios.
A partir de Jesucristo, Dios expande y encamina a plenitud a través de los
siglos su diseño de creación, en el cuerpo místico de Cristo, esto es, en
cuantos se constituyen voluntariamente en discípulos y miembros suyos,
comunidad y pueblo nuevo de Dios.
Teología de la creación es simplemente la ciencia
del diseño divino del mundo y de nuestras existencias. Dios quiso un
mundo que se realizase en plenitud tributando al máximo la gloria que le es
pertinente a él mismo, a Dios. En que la creación estuviese al servicio del
hombre, y este, reinando sobre aquella, "participase de su
bienaventuranza, buscándole, conociéndole, y amándole con todas sus
fuerzas" (Cf CIC 1). El sentido fundamental del hombre en el
plano terrestre es llevar adelante y ojalá perfeccionar -como corresponde a
un hijo- la progenie, ancestro o heredad patrimonial del Padre Dios. Ser
su gloria y su orgullo, su gozo y su corona. Suele destacarse la
proximidad inmediata de cada uno respecto a aquel con la afirmación:
"Dios no tiene nietos, todos somos hijos". Y en tal sentido habría
también que afirmar, que no existe otra relación de familiaridad más
cercana a él que ésta, la de hijos. Ser hijo de Dios por adopción es la
condición más alta a que puede aspirar un hombre. Ser sacerdote o religioso
no añade familiaridad, sino que esta depende
del mérito, de la fidelidad o santidad personal, dentro de cualquier
estado o función.
La teología de la encarnación habla del ser y gira en torno al hecho
de la unión del hombre con Dios,
por haber tomado nuestra carne el Hijo divino. Tiende a una consideración estática
y optimista, por mirar el pecado como un estadio de tránsito, y como reparado
en el pasado; y de aceptación respecto a la penuria y pobreza, por asumir la
actitud de aquel que se encarnó 'hasta las últimas consecuencias', sin
desmerecer nada de su condición espiritual y sublime. Lleva a destacar como fundamental
y decisivo el arribo de la gracia y la salvación: el verdadero futuro del
hombre; hasta hacer pasar todo lo demás como algo meramente secundario (J.Ratzinger,
Intr.Ctmo. p 195ss).
La vocación de los hijos de Dios y miembros de su pueblo es, pues, llevar
adelante nuestra existencia y nuestro mundo; que "Dios no creó tan
perfecto que todo estuviese consumado, sino en 'estado de vía' hacia su
perfección trascendente" (CIC 309ss); y el que libremente,
nosotros mismos determinamos en último término, en relación a su devenir y
su fortuna. "Dios se guardó el cielo para sí y la tierra se la dio a
los hombres" (Sal 115, 16).
"El
carácter secular es propio y peculiar de los laicos. A ellos corresponde, por
propia vocación, tratar de obtener el
reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según
Dios. Viven en el siglo, es decir, en todos y cada uno de los deberes y
ocupaciones del mundo, y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y
social, con las que su existencia está como entretejida" (LG 31b).
"Es
propio de los laicos, repletos del Espíritu Santo, el animar desde dentro, a
modo de fermento, las realidades temporales y el ordenarlas
de forma que se hagan continuamente según Cristo" (AG 15g).
La teología de la creación ilustra a los hijos de Dios y pueblo suyo,
acerca de cómo asumir la propia
condición en este siglo; Seglar viene de "seculum"= siglo, o
partícipe del siglo, del entorno, del medio terrestre, del mundo y de la
ecología. Lo primero enseña que:
"Cada
ser humano individual, imagen de Dios el Creador, es una
fuente original de creatividad. Cada uno lleva como hijo, una chispa de
aquel. Su vocación por tanto, no es sólo aceptar el mundo y la vida, sino
encauzarlo: desvelar los secretos ocultados por el Creador en cada hombre y en
cada aspecto de la naturaleza. La causa del desarrollo humano está
estrechamente ligada al espíritu humano; su
intelecto es fuente de valores y bienes, al punto de no tener utilidad
alguna los dones de la naturaleza, hasta que no se aplica a ellos el ingenio
humano. La creatividad humana produce valores. Ser pueblo de Dios e hijos
suyos, conlleva una profunda vocación a ser co-creadores: inventores y
realizadores de nuevas cosas, por caminos diferentes. Precisamente los
portadores de tal vocación de lo alto, son los llamados a incorporar
a la práctica diaria, el espíritu creativo, esto es la virtud de la
iniciativa, juntamente que la de disciplina: que implica un trabajo
competente, honesto y de buen servicio" (Michael Novak, )Será
Liberadora? p 83-100).
Espíritu
competitivo y competencia secular
La vocación de hijos de Dios nos estimula pues a pasar de un concepto
de creación estática y de aceptación de las contingencias y vicisitudes de
la vida -con todo lo de crudeza, acaso y determinismo con que nos suelen
sobrecoger, subyugar y domesticar-, al concepto de creación
dinámica: la misión está en ser co-creadores de Dios. "Creced,
multiplicaos, colmad la tierra" (Gen 1, 28). Incluso, la
competitividad social de la vida moderna nos está alertando que esta es casi
un impulso natural. Existen competencias deportivas, literarias, etc... en
todo orden de cosas. Los niños chicos al divertirse compiten. Las ideologías
políticas y los partidos son una forma de competencia. Marx llevó a competir
al proletariado contra los capitalistas; Hitler la raza aria contra el resto
de la humanidad. El neo liberalismo invita a abrir
espacio al libre juego – o competencia - económicos "no se les
puede dar órdenes al viento y a las mareas" (Friedman y Harberger,
Merc. 0.09.96, B 1). Considera que la pujanza innata de los individuos
-que compara a la de los elementos-, es algo natural, a la que se debe
respetar su rol.
La teología de la creación, estimula
al espíritu creativo correspondiente a 'progenie (hijos) del único
Creador'. Ello "implica un
trabajo competente, honesto y de buen servicio". 'Trabajo competente'
no es lo que trabajo competitivo. Competentes hemos de ser todos, cada uno en
lo que le toca. El adjetivo 'competente'
dice el diccionario, significa idóneo, proporcionado, persona capacitada para
solucionar un asunto; persona entendida en una materia. Una cosa es 'competer'=
corresponder , incumbir a uno; y otra distinta competir= rivalizar (Grijalbo
p 232).
No hemos de postular el espíritu de competencia respecto a las demás
personas, sino consigo mismo. "Los atletas se imponen en todo una
disciplina para ganar una corona que se marchita, nosotros una que no se
marchita" (1Cor 9, 25). Aunque el cristianismo no excluye de
por sí la sana, justa y natural competencia entre las personas. Sí, la
envidia, el odio, el fraude, la mentira, el juego sucio, la agresión con
intención malévola.
En todo caso, la unidad y cercanía del hombre y Dios, nuestra
procedencia ontológica cabe Dios -que nos plantea la encarnación de
Jesucristo-, nos hace patente que la aspiración moderna por un progreso sin límites
choca con contrariedades tan determinantes como la tiranía interna de los
vicios y la externa de la opresión y la pobreza. El hecho de haber hincado
aquel su gracia y salvación trascendente, en el alma misma de nuestra
existencia, nos impele también a nosotros a anteponer su
familiaridad como lo verdaderamente decisivo y fundamental, como el
verdadero futuro del hombre; haciendo pasar con él todo lo demás a algo
meramente secundario, y disponiéndonos a despojarnos
de los bienes terrestres, por el "tesoro escondido en el campo" (Mt
13, 44).
CONSTRUCCIÓN
DEL REINO DE DIOS Y REGLA OFS
Bajo la óptica de Hijos de Dios, la vida de la persona humana no tiene
sentido como simple buscador de dinero, placeres, prestigio y poder. A la vez,
ella hace superar la conformidad determinista respecto a la penuria y la
pobreza. La vocación de hijos de Dios abre un amplio panorama de vida y
dinamismo en lo que respecta a la
creación que aquel ha puesto en nuestras manos, como en cuanto al perfeccionamiento
personal y espiritual a imagen del Padre de los cielos.
"La
pertenencia a la OFS no puede ser para los franciscanos seglares un obstáculo,
sino al contrario una ayuda y estímulo
para vivir su propia misión en la sociedad civil de la que forman parte.
No puede ser una valla que impida ver la realidad de la Iglesia y participar
de sus proyectos y esperanzas, sino más bien ha de ser un balcón abierto
sobre un panorama eclesial más basto, y una experiencia de su misterio mucho
más profunda aún" (Carta P.Gral OFMcap a OFS, 22.06.84).
La misión del seglar conforme al proyecto evangélico, de edificar el
Reinado de Dios, de Jesucristo entre los hombres y en las estructuras de este
mundo, no excluye la participación en partidos políticos. Estos, en esencia
debieran ser, proyectos políticos para ordenar la vida social. Precisamente
la función de la Regla de la OFS es inspirar la forma en que los seglares
franciscanos han de considerar la vida en sus variadas esferas, y se desempeñen
en cada una de estas, cual hijos de Dios y seguidores de su siervo el
bienaventurado Francisco.
En todo caso, nuestra
esperanza última no es de este mundo, y la Iglesia declara que ningún
régimen o sistema político realizará nunca en la tierra la plenitud del Reino
de Dios. Sólo en el más allá llegará este a plena realización.
No hemos de identificar nunca, en consecuencia, el proyecto religioso, con
un conglomerado político o régimen determinado. La OFS pide a sus
miembros sencillamente que,
“Estén
presentes con el testimonio de su vida humana y también con iniciativas
eficaces, tanto individuales como comunitarias, en la promoción de la
justicia, particularmente en el ámbito de la vida pública; empéñándose en
opciones concretas y coherentes con su fe” (Apost. Act., 14. Regla OFS
15).
Las opciones del seglar en la vida pública han de ser coherentes con
la fe, y quienes optan por un activismo político fuerte o dirigente, no han
de ser a la vez dirigentes dentro de la fraternidad, para no confundir, o
sacar provecho indebido.
"Impulsados
por el Espíritu a alcanzar la perfección de la caridad en su estado seglar,
ellos, se comprometen con la profesión a vivir
el Evangelio a la manera de san Francisco con la ayuda de la presente
Regla confirmada por la Iglesia" (Regla OFS 2).
fray
Oscar Castillo Barros
Santiago, 8 Stbre. 1996
actualización, 12.07.2001