Los
místicos en la era de la globalización
Habla el padre Jesús Castellano Cervera
ROMA, 7 enero 2003 (ZENIT.org).- Jesús
Castellano Cervera, carmelita descalzo, vicerrector de la Pontificia Facultad de
Teología Teresianum, de Roma (http://www.teresianum.org),
consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe y de otros organismos
vaticanos, afronta en esta entrevista concedida a Zenit la relación entre mística
y política, y se aventura a poner en tela de juicio las supuestas visiones místicas
que corren hoy por Internet.
Por otra parte, según el padre Castellano hay más místicos auténticos de lo
que se piensa. Él mismo confiesa que tiene experiencia de varias personas que
tienen una auténtica experiencia sobrenatural de Dios, pero prefiere callar sus
nombres.
Castellano rechaza la idea de una mística alejada de la realidad y recuerda que
los místicos auténticos son personas enraizadas en el mundo, activas y
comprometidas. En este sentido, se refiere entre otros a la madre Teresa de
Calcuta, cuyo testimonio de «noche oscura» ha puesto en evidencia la
experiencia mística de la madre de los pobres.
--¿Quiénes son los místicos de nuestro tiempo?
--Castellano: No es fácil responder a esta pregunta. Ante todo habría que
aclarar lo que entendemos por mística.
Si se trata de la experiencia de Dios extraordinaria, que va más allá de
nuestros méritos y de nuestras técnicas. Con frecuencia los místicos
permanecen escondidos en el silencio de Dios y las manifestaciones de su
experiencia aparecen filtradas solamente por algunos escritos y por la
fecundidad de sus obras apostólicas.
Solo cuando terminan su vida se aprecia la experiencia mística que han vivido,
como aparecen ahora claro en los escritos de Teresa de Calcuta en los que se
percibe la prueba de la noche oscura y de la fuerte experiencia de purificación
pasiva, preludio de su fecundidad misionera.
Si se trata de místicos que llevan un mensaje por parte de Dios a la Iglesia y
a la humanidad el discernimiento es muy necesario para no caer en el error.
Hoy hay cantidad de personas que hablan en nombre de Dios, de la Virgen y de los
Santos, presentan mensajes. La mística hoy corre por Internet donde se
encuentran muchos sitos con revelaciones y mensajes.
Pero sin el juicio positivo de la Iglesia, que va siempre con pies de plomo, es
muy difícil calificar de místicas estas personas. Sobre muchos de estos
videntes la Iglesia indaga y quiere tener certezas absolutas.
Los que ejercen de místicos en la Iglesia o en la sociedad no son siempre los más
dignos de fe. Una experiencia mística debe tener el respaldo de la Iglesia, su
aprobación concreta y clara. Pienso que hay más místicos auténticos de lo
que se piensa. Yo tengo experiencia de varias personas que tienen una auténtica
experiencia sobrenatural de Dios. Pero prefiero callar sus nombres. Dios los
descubrirá en el momento oportuno.
--Castilla ha sido un semillero de místicos, ¿hay relación entre mística
y geografía?
--Castellano: La mística tiene su geografía y su historia, su arraigo cultural
y sus condicionamientos humanos. De Castilla se ha dicho que es una tierra donde
se vive mirando al cielo.
Ávila es como un castillo interior habitado por la majestad de Dios. Toledo
tiene su embrujo religioso como ciudad de las tres místicas: la cristiana, la
hebrea y la musulmana. En Toledo escribió la primera redacción de la Vida
Teresa de Jesús y empezó el Castillo interior; en esa ciudad maduró en la cárcel
conventual su experiencia de noche y de luz, de poeta y místico, Juan de la
Cruz.
Pero la geografía no es el factor determinante de la mística. Lo es más bien
la historia, la cultura, el momento en que vive la Iglesia, ya que el místico
es un enviado de Dios que tiene una experiencia cristiana y eclesial muy cercana
a los problemas de la vida de la Iglesia, con capacidad de abrir nuevos cauces
en la comprensión del mensaje evangélico.
Por eso los místicos actuales son los que sienten, viven, propagan los grandes
mensajes de un Dios que habla a la postmodernidad y abre nuevos cauces a la
nueva evangelización. Como en tiempo de Teresa y de Juan de la Cruz fueron los
que afirmaron con fuerza la presencia de Dios en la vida de los hombres, el
sentido genuino de la gracia, la capacidad de ver a Dios en la noche.
--Hay quien vincula mística con depresión, mística con epilepsia... ¿Le
parece que responde a una incomprensión del fenómeno místico, misterioso por
definición?
--Castellano: Siempre ha habido deformaciones en la comprensión de la verdadera
mística, por culpa de los falsos místicos. La acusación de histerismo es un
lugar común de las interpretaciones de la mística, a partir de principios del
siglo XX.
Y todavía hoy hay quienes persisten en esas falsas hermenéuticas. Habría que
remitir a la autoridad de un sabio como H. Bergson que hizo una extraordinaria
apología de los místicos católicos al ver en ellos el realismo, el
equilibrio, la humanidad, la capacidad de acción y de relación, de
creatividad... Basta compulsar la experiencia mística de Teresa de Jesús con
su actividad de Fundadora, el realismo de sus Cartas, su humor y simpatía, su
humanismo y capacidad de relación, para ver que los místicos son un esplendor
de humanidad. Todo muy lejano de histerias y depresiones.
En los místicos que conozco admiro sobre todo, incluso sabiendo de sus muchas
noches oscuras, su equilibrio humano y su capacidad de acción.
Por eso, la verdadera experiencia mística mantiene en equilibrio de la persona
humana incluso en fuertes purificaciones pasivas que para muchos podrían rayar
en la locura o en la desesperación...Y sin embargo se mantiene y se profundiza
en ellos la humildad, la mansedumbre, la misericordia, la dulzura, la comprensión
de la fragilidad humana. Como Teresa de Lisieux comprenden incluso a los que
tienen la tentación del suicidio y saben sentarse en la mesa de la desesperación
de los pecadores. O como el monje ortodoxo Silvano del Monte Athos, en medio de
la prueba, saben mantener su alma en el infierno sin perder la esperanza de la
salvación.
H. U. Von Balthasar y Chiara Lubich nos enseñan que la máxima experiencia mística,
al límite del misterio, es la que vive Jesús en el abandono de la Cruz. Y con
él muchos santos, que como El trasforman en dolor en amor.
--El interés de tanta gente por la mística, ¿puede responder al deseo de
evadirse de la realidad caótica y compleja?
--Castellano: La mística verdadera está muy lejos de ser una evasión de la
realidad... Cuando se hace verdadera experiencia de Dios, es Dios mismo quien
lanza a las personas por los caminos de la historia. El místico que ve a Dios,
mira las cosas de este mundo con la misma ternura de Dios. Y no se queda
inactivo. Vive una mística apostólica. Esta es doctrina mística de la buena,
que ya se encuentra en San Gregorio Magno y atraviesa toda la historia hasta los
mejores teólogos de la mística de hoy.
--Mística y política, ¿relación o antinomia?
--Castellano: El místico quiere ser una presencia que traduce en palabras y
obras, en sugerencias para la Iglesia, la voluntad de Dios, el cumplimiento de
su voluntad.
Si por política se entiende ese «hacer de Dios», la traducción en obras
apostólicas de verdad y de amor, de justicia y de fraternidad de lo que es el
plan de Dios, no encuentro oposición entre mística y política.
Hay que decir que no todos los místicos tienen la misma función. En algunos
prevalece la gracia del conocimiento de Dios y de sus misterios, para confirmar
en la fe. En otros prima la gracia de la renovación personal y comunitarias. En
otros hay también una gracia de profecía y una misión eclesial política.
Pienso en Catalina de Siena, en Brígida e incluso en Edith Stein, que escribió
a Pío XI en defensa de su pueblo. Por eso las tres son místicas de su tiempo y
patronas de Europa.
Hay místicos que tienen esta función profética en la Iglesia y en el mundo:
afirmar con fuerza los derechos de Dios y su santa voluntad contra los abusos de
los poderosos.
--¿Cuál sería la respuesta de un místico ante la amenaza de la guerra?
--Castellano: No lo dudo: una condena total de quien se arroga el derecho de ser
intérprete de las necesidades de la humanidad recurriendo a la violencia.
El místico dice con fuerza que sólo Dios es Dios. Afirma con una nitidez
absoluta que la voluntad de Dios es la paz y la reconciliación, el perdón y la
concordia. Siente la misma ternura de Dios por todos sus hijos, y los ve como
hermanos, miembros de la misma familia.
Quiero citar a Santa Teresa. En su tiempo hubo una amenaza de una guerra entre
España y Portugal. No se limitó a orar por la paz. Escribió una carta a don
Teutonio de Braganza, consejero del rey de Portugal, para que se evitara de
todos modos la guerra. Se sentía morir ante esa hipótesis malvada. Y escribía
entre otras cosas: «El Señor dé luz para que se entienda la verdad sin tantas
muertes como ha de haber...y en tiempos en que hay tan pocos cristianos que se
acaben unos a otros es gran desventura».
Un místico de hoy condenaría la guerra, sin ambages, porque tiene una
conciencia más aguda de que todos, absolutamente todos, son hermanos e hijos de
Dios.