«La falta de vida interior y la baja natalidad han provocado la crisis de las órdenes religiosas»

 

La Razón

 

Numerosos Superiores Generales analizan para FE Y RAZÓN la brusca caída de algunas congregaciones «Antes, los verdaderos noviciados eran las familias, que también están pasando un mal momento», afirman

 

Antiguamente, a Salamanca se la conocía como «Roma la chica» o como «el cinturón de incienso» por el ingente número de congregaciones religiosas que abrían conventos y seminarios en la ciudad. Actualmente, decenas de esos edificios, descomunales y desvencijados, aguardan abandonados o han sido transformados en colegios, facultades universitarias y hoteles. Y la situación se repite por toda la geografía española. El católico de a pie no puede evitar preguntarse qué ha ocurrido con las congregaciones religiosas. ¿Por qué han perdido 50.000 sacerdotes y muchas monjas más en todo el mundo desde el concilio Vaticano II? Numerosos Superiores Generales han enumerado las causas de esta crisis a FE Y RAZÓN: la caída de la natalidad; el aburguesamiento de algunos religiosos; la falta de vida de oración y el poco entusiasmo y convencimiento con el que se vive en ocasiones la entrega a Dios.

 

Seguramente, nadie en los años sesenta podía sospechar que, en apenas tres décadas, algunas de las congregaciones más señeras de la Iglesia se iban a derrumbar como un castillo de naipes. Los lasallistas, por ejemplo, con una impecable trayectoria como educadores de decenas de miles de niños y jóvenes españoles, han perdido en estos cuarenta años casi un 70 por ciento de sus efectivos en todo el mundo. Los jesuitas, casi el 40 por ciento.

   Todavía en los años 60, numerosas congregaciones ampliaban sus seminarios y conventos por el gran número de vocaciones que recibían, obras que sólo fueron útiles durante 10 años en muchos casos. Pronto comenzaría la caída en picado del número de jóvenes interesados por la vida religiosa. ¿Que ha ocurrido con las órdenes religiosas? ¿Por qué unas languidecen mientras otras se recuperan y ven cómo se llenan sus conventos y seminarios?

   Para la madre Amelia L.T. D Ocón, Superiora General de la Compañía del Salvador, una de las congregaciones más boyantes del momento en cuanto a número de vocaciones, «el Concilio Vaticano II exhortó a los institutos religiosos a una auténtica renovación, volviendo a la inspiración de sus fundadores, y a una adecuada adaptación a los tiempos actuales. Y en ese deseo de adaptación muchas veces se perdió de vista lo esencial de la vida religiosa: el seguimiento radical de Jesucristo, siendo testigos del amor de Dios a cada hombre y de las realidades espirituales», afirma. Para la religiosa, una de las causas de la crisis de las congregaciones «podríamos buscarla en el estilo de vida que varias órdenes e institutos adoptaron en aquellos años postconciliares». «La vida religiosa, como nos ha repetido el Papa en numerosas ocasiones, lleva consigo cierta separación del mundo y una forma de vida diferente, a imitación de Jesucristo pobre, obediente y casto», prosigue.

   La hermana Matilde Gil, Superiora de las Hermanitas de la Anunciación, abunda en esta idea del postconcilio, y considera que «la Iglesia y la vida religiosa no se han renovado como nos pedía el concilio Vaticano II, después de casi 40 años de su clausura». «Ponerse al día y recuperar el tiempo perdido, a todos los niveles, ha sido difícil, a pesar de que ha realizado una verdadera conversión en su actitud frente al mundo y las diversas ciencias», afirma. La solución: «Mujeres y hombres alegres, sencillos, abiertos, profetas de esperanza en un mundo triste y desesperanzado». Y recuperar la familia. «Antiguamente, los verdaderos noviciados y seminarios eran las familias», explica la hermana Ascensión, Superiora de las Hermanitas de los Pobres. «Como hay crisis de la familia, hay crisis religiosa», apostilla.
   
    ENCUESTA DE LA RAZÓN: ¿POR QUÉ SE HA PRODUCIDO UNA CRISIS EN LAS CONGREGACIONES Y CÓMO SOLUCIONARLA?

Antoni Pou, OSB
   Vicemaestro de novicios del monasterio de Montserrat

«Yo no diría que hay crisis en la vida religiosa, porque ésta siempre ha sido minoritaria. No importa el número, sino la calidad. Y es algo natural en la Iglesia que las órdenes nazcan, crezcan, se reproduzcan y mueran. Sí podemos afirmar que hay una crisis (una purificación) de un determinado modelo de cristiandad, que no puede continuar porque nuestra sociedad occidental ha cambiado. Pero esto no tiene remedio, se tiene que asumir, y quizás es voluntad de Dios. Lo que atrae más de la vida religiosa es la alegría y confianza en Dios de algunos de sus miembros. Creo que se mantendrán las órdenes que sean flexibles para dar respuestas a los signos de los tiempos.»

Ninfa Watt
   Teresiana.
Directora
   de la revista «Vida Nueva»

«Replanteo la pregunta: ¿Está en crisis el seguimiento de Jesús? ¿En cantidad y en calidad? Eso es lo que de verdad debe preocuparnos: que se conozca a Jesús, que se le ame, que se le siga. Pero, ¿en qué estado de vida? En el que cada uno se sienta llamado para hacerlo con autenticidad hasta las últimas consecuencias. Si eso supone una crisis para purificar las intenciones, los medios y los fines en la vida religiosa, bienvenida sea. Además, los cristianos debemos dedicarnos a serlo verdaderamente, con fe, con esperanza y con amor a chorros. Si empleamos nuestras energías en trabajar de forma constructiva y creativa por el Reino, seguro que las crisis tendrán frutos positivos.»

P. Alberto María
   Superior General de la Frater- nidad Monástica de la Paz

«Yo no creo que haya crisis de la vida religiosa, sino más bien se trata de una crisis del mundo en que vivimos, que ha dejado las cosas como se queda un pueblo tras un tornado. Quizás el problema radica en que haya religiosos que han perdido su capacidad de entusiasmo, de entrega, de sacrificio, de esfuerzo, y, con ello, lo que caracteriza la vida religiosa, pasando a ser un producto «ligth», en el que la vida del religioso poco o nada se diferencia de la del laico. Y si no hay diferencias... Si la vida religiosa reasume su propia identidad, sin acomodaciones al tiempo presente, todo sería según el proyecto de vida que Dios ofreció a los hombres en Jesucristo.»

José Antonio M. Puche
   Dominico. Director
   de la editorial Edibesa

«Cuando las familias estaban más abiertas a la vida, era normal que no impidieran seguir la llamada de Dios a alguno de sus hijos. La gran mayoría de religiosos y sacerdotes procedemos de familias numerosas. Los matrimonios con uno o dos hijos, que son ahora la inmensa mayoría, es muy frecuente que ofrezcan resistencia a la posible vocación religiosa de su único hijo. Además, hay que reconocer que no siempre los que seguimos la llamada de Cristo mostramos una imagen que tenga la garra suficiente para atraer. Oración y conversión suelen fomentarse en los nuevos movimientos y comunidades eclesiales que integran a toda la familia.»

Pilar Majadas
   Monja de las Franciscanas
   Misioneras de la Divina Pastora

«La falta de vocaciones es algo que influye en todos los niveles de la Iglesia y de la sociedad. Ambas necesitan testigos del Evangelio capaces de mostrar una vida distinta: ante el materialismo, la espiritualidad; ante el hedonismo y el abuso del sexo, signos de una vida en la que la felicidad está en ser y no en tener o poder. La familia es la responsable primera de educar en valores, y sin embargo está fallando como estructura y como valor. Hoy la familia no se preocupa de educar en el Evangelio, y si no se fomenta la vida en la fe, los hijos no podrán tener ni vivir los valores cristianos. Además, ha llegado la hora de relanzar la misión de los laicos como instrumentos y miembros de la Iglesia.»

Hernán Pereda
   Superior General de los
   Cooperadores Parroquiales

«Lo que parece que hemos olvidado es que el cambio del hombre es obra exclusiva de Dios y se da en lo profundo del corazón, alimentado por la palabra y acompañado del testimonio de una entrega sin reservas.

   No es verdad que el evangelio no llega al hombre de hoy ni que faltan vocaciones en el mundo. Lo que sí es cierto es que mientras pongamos la fuerza en lo exterior y no se de la conversión en lo profundo, el hombre languidecerá, la juventud aburrida sentirá nauseas por la vida y la sociedad de la opulencia no conocerá la felicidad del amor desinteresado. Si el Atlántico Norte no lo piensa, desaparecerá, y su vida religiosa
   decadente es ya un signo de su falta de futuro.»

Fernando Sebastián
   Claretiano. Arzobispo de
   Pamplona-Tudela

«La crisis podría estar provocada por estos factores: ausencia de tiempos de silencio, de oración, de vivencias religiosas intensas; la influencia de importantes medios de comunicación y de una fuerte opinión pública poco atenta y a veces hostil a todo lo que es religioso; la falta de iniciativa y de vigor pastoral de muchas comunidades parrquiales y religiosas, tocadas por el espíritu de comodidad y bienestar material, colonizadas con frecuencia por la cultura dominante y debilitadas en su experiencia y ejemplaridad cristiana; las divisiones dentro de la Iglesia. Pero no tiene que dominarnos el desaliento. La solución ha de venir por el camino de una reconstrucción de comunidades cristianas vigorosas.»

Deomar de Guedes
   Director Territorial de los
   Legionarios de Cristo

«Yo creo que debemos ser justos con el momento presente en el que, sin el ánimo de ser conformistas, las estadísticas indican que hay un repunte en el número de ordenaciones, así como de ingresos a los seminarios y a la vida consagrada. Cuando un joven o una chica se encuentra realmente con Cristo; cuando su mirada queda «atrapada» en la de Cristo que le mira con amor y le dice «sígueme», suscita una respuesta y es capaz de los más grandes heroísmos. Lo he comprobado y he visto a jóvenes dejar vidas llenas de promesas para abrazar el camino de la vida consagrada. Para salir de la «crisis»: presentar a Cristo tal cual es, no como un líder social, político o revolucionario sin más.» ENCUESTA DE LA RAZÓN: ¿POR QUÉ SE HA PRODUCIDO UNA CRISIS EN LAS CONGREGACIONES Y CÓMO SOLUCIONARLA?

Ignacio Zabala
   Marianista. Presidente de la
   Conferencia de Religiosos

«Al hablar de la disminución del número de religiosos suponemos inmediatamente que estamos hablando de un problema. En la sociedad actual se identifica el éxito con los logros objetivables. El mundo empresarial mide los resultados por los dividendos y parece que el mundo eclesial debe medirlos por el número de adeptos. Los más auténticos serán los más numerosos. Si el número de seguidores fuera garantía de autenticidad y coherencia, tendríamos que ser agnósticos o ateos, que son los que numéricamente están creciendo más. Un grupo religioso puede ser muy numeroso porque desde su calidad y coherencia es un gran foco de atracción o porque busca candidatos que prefieren la seguridad de vivir alejados del mundo real en círculos más o menos cerrados. Pero la vida religiosa también tiene que afrontar sus propios retos como el de preocuparse más por avanzar en sus opciones vitales de seguimiento de Jesús casto, pobre y obediente que por el mantenimiento de las obras.»

Francisca Sierra
   Superiora General de las
   Celadoras del RCJ

«Personalmente entiendo que el motivo prioritario de la vida religiosa es «hacer o realizar la Obra de Amor de Dios en nuestra sociedad actual». La vida religiosa sufre crisis vocacional no sólo por la destructuración social y familiar que nos rodea y en la que está inmersa nuestra sociedad cómoda, con falta de valores e insatisfecha, sino porque no sabemos dar un testimonio auténtico y de calidad a nuestros jóvenes. Manifestamos nuestro cristianismo lleno de practicismos y formulismos pero no vital; transmitimos el mensaje evangélico muy acomodado y vacío de contenido.
   Urgen personas comprometidas que tengan pasión por Cristo y compasión por la humanidad. Nuestra pastoral no llega a los jóvenes. Para salir de esta crisis, es fundamental formar personas y comunidades que transmitan con entusiasmo y fuerza el auténtico mensaje de las Bienaventuranzas del Evangelio y lo presenten desde su experiencia; que vivan con enorme gozo su vida de entrega y contagien felicidad.»

Lourdes Tafour
   Superiora de las Hijas de María Nuestra Señora

«Para seguir a Jesucristo hace falta conocerlo, y para conocerlo es necesario escuchar la predicación del Evangelio y tratar con Él en la oración y en los sacramentos. Cuando se entra en la vida religiosa hay que seguir tratándole con frecuencia y hay que practicar los medios ascéticos que la Iglesia siempre ha enseñado y que tantos frutos han dado en las vidas de los santos. Santa Teresa, por ejemplo, nos recuerda en «Camino de Perfección» que no puede haber vida de oración sin la práctica de la caridad, de la propia abnegación, de la humildad y de la vida de recogimiento.

   La crisis viene muchas veces, en palabras del arzobispo de Toledo, de la secularización interna de la propia Iglesia. «De la santidad de los que han recibido la llamada depende la fuerza de su testimonio, capaz de atraer a otras personas, empujándolas a confiar la propia vida a Cristo», ha dicho Juan Pablo II muchas veces. No importan tanto las obras como el ser religiosos, ser del Señor. Lo demás se dará por añadidura.»

Pedro Belderrain
   Claretiano. Director de la
   revista «Vida religiosa»

«He pedido con frecuencia al Espíritu «muchas y santas vocaciones». Desearía ambas cosas, pero mucho más la segunda. Como realidad eclesial, sería más preocupante que nunca se planteara cambios, desplazamientos, que no se hiciera preguntas. Todo lo que influye en la sociedad lo hace en la vida religiosa. Todo lo que afecta a la fe repercute en las vocaciones. Si más personas viven como si Dios no existiera; si muchos creyentes someten el Evangelio a su interés y no al revés; si el Misterio, el silencio, la militancia, el sacrificio, son entendidos de otro modo, se comprende que haya menos vocaciones religiosas, laicales y ministeriales.

   El ambiente invita a ver en el otro un contrincante; ¿no digamos en el Otro! Se extiende la idea de que comprometerse con algo es perder libertad. ¿Caminos de solución? La Iglesia nos ha invitado a la profecía: a ser radicalmente de Dios y de los demás, especialmente de los pobres. Cualquier paso en esa doble vía pondrá las cosas más fáciles al Espíritu.»