•ACERCA DEL ROSARIO 
•MISTERIOS GOZOSOS 
•MISTERIOS DOLOROSOS 
•MISTERIOS GLORIOSOS 
•LETANÍA Y ORACIÓN FINAL 
•JUAN PABLO II Y EL ROSARIO


ACERCA DEL ROSARIO

1. Qué es el Rosario. 
El Rosario es una oración: un canto de amor a Nuestra Madre del cielo. ¿Que es 
monótona? Los enamorados no se cansan de decirse que se quieren, y nosotros, que 
queremos honrar a María, le decimos muchas veces aquellas palabras que le dijo por 
primera vez el ángel y le pedimos que nunca nos deje, ni ahora ni en la hora de la muerte.

2. ¿En qué consiste? 
En recorrer los momentos más importantes de la vida de Jesús y de la Virgen 
acompañando a la Madre del Redentor desde el "sí" de la Anunciación hasta su Coronación 
como Reina de cielos y tierra.

3. ¿Como se reza? 
Hay quince misterios o "cuadros" de la vida de Jesús o de María. Pues bien, despues de 
decir el misterio en concreto, se reza el Padrenuestro, y luego diez Avemarías, junto con el 
Gloria. Los lunes y jueves se rezan los Misterios gozosos, los martes y viernes se rezan los 
Dolorosos, los miércoles, sábados y domingos los Gloriosos.

4. ¿Qué es la Letanía? 
Es una especie de "piropos" que le dedicamos a la Virgen, fruto de nuestra alma 
enamorada y agradecida, para recordarle a ella y recordarnos también a nosotros algunos 
de los dones que Dios le ha dado, y cómo ejerce su maternidad sobre todas las criaturas.

* * * * * * *

MISTERIOS TRADICIONALES PARA EL REZO DEL SANTO ROSARIO

MISTERIOS GOZOSOS
(lunes y jueves)

Primer Misterio de Gozo
La Encarnación del Hijo de Dios en el seno purísimo de María Virgen. 
(Lc 1, 26ss)

Segundo Misterio de Gozo
La Visitación de Santa María a su prima Isabel.
(Lc 1, 39-41)

Tercer Misterio de Gozo
El Nacimiento del Señor Jesús en Belén. 
(Lc 2, 1ss)

Cuarto Misterio de Gozo
La Presentación del Señor Jesús en el Templo.
(Lc 2, 22ss)

Quinto Misterio de Gozo
El hallazgo del Señor Jesús en el Templo después de tres días.
(Lc 2, 43-46)


MISTERIOS DOLOROSOS
(martes y viernes)

Primer Misterio de Dolor
La Oración y Agonía del Señor Jesús en el Huerto de Getsemaní.
(Lc 22, 39-44)

Segundo Misterio de Dolor
La Flagelación. 
(Jn 19, 1)

Tercer Misterio de Dolor
La Coronación de Espinas. 
(Jn 19, 2)

Cuarto Misterio de Dolor
El Camino al Calvario llevando la Cruz. 
Jn 19, 16-18

Quinto Misterio de Dolor
La Crucifixión y Muerte del Señor Jesús.
(Jn 19, 25-27; Mc 15, 24-27)


MISTERIOS GLORIOSOS 
(miércoles, sábado y domingo)

Primer Misterio de Gloria
La Resurrección del Señor Jesús.
(Lc 24, 1ss)

Segundo Misterio de Gloria
La Ascensión del Señor Jesús.
(Lc 24, 50)

Tercer Misterio de Gloria
La Venida del Espíritu Santo sobre Santa María y los Apóstoles. 
(Hech 2, 1ss)

Cuarto Misterio de Gloria
La Asunción de la Virgen María.
(Jn 14, 3)

Quinto Misterio de Gloria
La Coronación de Santa María. 
(Ap 12, 1)


MISTERIOS GOZOSOS
(Lunes y Jueves)

1. La encarnación del Hijo de Dios.

Comentario. El "sí" de María. Aquella jovencita de Nazaret no podía imaginarse que Dios 
la había elegido como Madre del Salvador. Por eso se sorprende del anuncio del ángel, que 
viene a decirle cuál es su vocación, lo que Dios espera de ella. Y María dice sí, un sí que 
va a cambiar la historia, porque en ese momento el Hijo de Dios se encarna en sus 
entrañas purísimas y empieza la redención. Enséñanos Madre Nuestra, Madre mía, a decir 
siempre que sí a Dios.

2. La Visitación de Nuestra Señora a su prima Santa Isabel.

Comentario. María siempre dispuesta a servir. Cuando María se entera de que su prima 
Isabel la necesita, porque es ya mayor y está esperando un hijo, no lo duda un momento, se 
pone en camino para prestarle su ayuda. No repara en que está lejos, en que tiene que 
cruzar los montes, porque las dificultades quedan allanadas por el amor. Y acude donde 
sabe que la necesitan. Señora y Madre mía, que aprenda de ti a estar siempre disponible 
para servir a los demás.

3. El Nacimiento del Hijo de Dios en Belén.

Comentario. María da a luz al Salvador. Los hombres le cierran las puertas al Hijo de 
Dios, que va a nacer en un portal, en pobreza extrema. María no se queja, sabe que lleva 
en sus entrañas la salvación del mundo, y acepta con gozo, humildemente, la voluntad de 
Dios. Y en una noche fría se deja calentar por el cariño de José y el calor de unos 
animales. Madre del Salvador, dile al Señor de mi parte que también quiero que nazca en 
mi pobre corazón.

4. La Purificación de Nuestra Señora.

Comentario. Toda pura es María. María es Inmaculada, no hay en ella mancha alguna de 
pecado, porque Dios ha querido llenarla de todas las gracias. Ella que es Virgen y Madre, 
se acerca al templo para su purificación: no le importa someterse a las leyes de los 
hombres que no tenían vigencia para ella. Y en su humildad quiere mostrarnos el valor de la 
pureza. Madre purísima, enséñanos a vivir teniéndote a ti como modelo, dejando de lado las 
insinuaciones vacías del mundo.

5. El Niño Jesús perdido y hallado en el Templo.

Comentario. María acepta los planes de Dios. ¡Qué desasosiego el de María y José que 
no encuentran al niño Dios! Ellos, como nosotros en algunas ocasiones, perdemos de vista 
a Dios: ellos sin culpa por su parte, y sin embargo nosotros lo perdemos porque nos 
buscamos a nosotros mismos y vamos a lo nuestro. Que aprendamos de ti, María a buscar 
sin descanso al Señor, y aceptar sus planes, sabiendo dejar de lado los nuestros.



MISTERIOS DOLOROSOS
(Martes Viernes)

1. La oración de Jesús en el Huerto.

Comentario. La oración del Señor. Jesús quiere preparar el momento de su entrega total 
para salvar al hombre, y lo hace rezando, elevando su mente y su corazón al Padre. Es un 
diálogo lleno de abandono, y de confianza, sabiendo poner todo en sus manos.Te pido, 
Señora y Madre mía, que sobre todo en las circunstancias difíciles, crezca mi unión con 
Dios, y me abandone plenamente en Él. 

2. La flagelación del Señor.

Comentario. La entrega exige sacrificio. Jesús es azotado sin compasión, y no se queja. 
Nosotros también nos encontraremos, de una forma u otra, con dificultades y 
contradicciones, que nos golpearán por fuera o por dentro. ¿Qué actitud podemos tomar? 
¿La rebeldía? ¿El reproche a Dios? Madre Nuestra, Madre mía, enséñame a hacer de las 
incomodidades, de los problemas, de los reveses de la vida, una forma de crecer y de amar 
sin condiciones.

3. La coronación de espinas.

Comentario. Un reinado de amor. Aquellos hombres, que no se dan cuenta de que tienen 
delante al Hijo de Dios, siguen su burla, y lo coronan de espinas. Sin embargo allí, delante 
de ellos, humilde, respetando hasta ese extremo su libertad, el Rey de cielos y tierra les 
deja hacer. ¿Dónde está el verdadero reinado? ¿En el triunfo humano, en las alabanzas? 
Virgen y Madre, ayúdanos a reconocer la grandeza de reinar no avasallando a los demás, 
sino brindándoles amor sin pedir nada a cambio.

4. Jesús con la cruz a cuestas camino del Calvario.

Comentario. La cruz que Tú me mandes. Jesús carga con la cruz, una cruz que no es 
suya, porque es la cruz de nuestros silencios, de nuestros desprecios, de nuestros 
pecados. Y la lleva para que la nuestra sea menos pesada. Nos encontramos con la cruz y 
la rechazamos, a veces con arrogancia, sin darnos cuenta de que Jesús la ha santificado, y 
quiere que sea nuestra santificación. Madre dolorosa, que no pasemos por alto nada que 
nos haga semejante a tu Hijo, por doloroso que sea.

5. La crucifixión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo.

Comentario. Gratitud ante la redención. En el monte Calvario crucifican a Jesús, como un 
malhechor, como un bandido. Es el precio de nuestra redención. Abre sus brazos y quiere 
estrechar con ellos a todos los hombres, para decirles hasta dónde llega el amor de Dios. 
Virgen de la Soledad, que contemplaste a tu Hijo en la cruz, enséñanos a ser agradecidos, 
a responder generosamente al amor que Dios nos ha mostrado.



 MISTERIOS GLORIOSOS
(Miércoles, Sábados y Domingos)

1. La gloriosa resurrección del Hijo de Dios.

Comentario. El triunfo de Jesús. Es el primer día de la semana y las mujeres quieren 
hacer el último servicio al Señor: ungir su cuerpo. Y se encuentran con algo más de lo que 
podían esperar: el sepulcro vacío. Cristo ha vencido a la muerte y queda así culminada la 
redención. Nos alegramos contigo, Madre nuestra, y te pedimos a ti, que supiste estar al pie 
de la cruz, que sepamos mantener firme la esperanza en la victoria de Cristo.

2. La ascensión del Señor a los cielos.

Comentario. La llamada al apostolado. Jesús ha estado con sus discípulos cuarenta días 
para darles la alegría de su compañía, y las últimas instrucciones. Pero llega el momento de 
la despedida, es el momento de actuar, de llevar el mensaje de Cristo por todos los 
rincones del mundo. Virgen María, que sepamos estar muy llenos de Dios, y que sintamos 
la urgente responsabilidad de prender con el fuego de su amor a todos los que 
encontremos en nuestro camino.

3. La venida del Espíritu Santo sobre el Colegio apostólico y María Santísima.

Comentario. El nacimiento de la Iglesia. Los apóstoles se quedan en Jerusalén 
esperando la venida del Espíritu Santo, y María, en medio de ellos, les enseña a perseverar 
en la oración. Es así como nace la Iglesia, para hacer presente a Dios en medio de los 
hombres a lo largo de toda la historia. Enséñanos María, tú que eres Madre de la Iglesia, a 
ver en ella no una institución lejana, sino la casa común de los creyentes, que ha querido 
Dios para llevar al mundo su mensaje de salvación.

4. La asunción de Nuestra Señora en cuerpo y alma a los cielos.

Comentario. La esperanza del cielo. Tú, María has sido creada por Dios como la más 
excelsa de las criaturas, y ahora el Señor no ha querido que tú, su Madre Santísima, 
conocieras la corrupción del sepulcro, por eso te abre las puertas del cielo. Eres así nuestra 
esperanza más firme, porque nos muestras un anticipo de lo que será nuestra resurrección 
gloriosa. Que tengamos en nuestro corazón esos anhelos de cielo para estar, junto a ti, 
contemplando el rostro de Dios.

5. La Coronación de María Santísima como Reina y Señora de todo lo creado.

Comentario. La intercesión de María. Padre, Hijo y Espíritu Santo han salido a tu 
encuentro para coronarte, porque eres Reina de cielos y tierra. Ante ti, María los ángeles y 
los santos te colman de su alabanza, porque eres Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo, 
Esposa de Dios Espíritu Santo, Templo y Sagrario de la Santísima Trinidad. Por eso, 
porque eres la omnipotencia suplicante, acudimos a ti María, sabiendo que no vas a 
desechar nuestras súplicas, Virgen gloriosa y bendita.



LETANÍA A LA SANTÍSIMA VIRGEN

Señor, ten piedad
Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad,
Cristo, óyenos,
Cristo escúchanos.
Dios Padre celestial
Dios Hijo Redentor del mundo
Dios Espíritu Santo
Trinidad Santa un solo Dios

Santa María
Santa Madre de Dios
Santa Virgen de las vírgenes
Madre de Cristo
Madre de la Iglesia 
Madre de la Divina Gracia
Madre purísima
Madre castísima
Madre incorrupta
Madre inmaculada
Madre amable
Madre admirable 
Madre del Buen Consejo
Madre del Creador
Madre del Salvador
Virgen prudentísima
Virgen venerada
Virgen alabada
Virgen poderosa
Virgen clemente
Virgen fiel
Espejo de Justicia
Trono de la sabiduría
Causa de nuestra alegría
Vaso espiritual
Vaso honorable
Vaso digno de honor
Vaso insigne de devoción
Rosa mística
Torre de David
Torre de Marfil
Casa de Oro
Arca de la Alianza
Puerta del cielo
Estrella de la mañana
Salud de los enfermos
Refugio de los pecadores
Consuelo de los afligidos
Auxilio de los cristianos
Reina de los ángeles
Reina de los patriarcas
Reina de los profetas
Reina de los apóstoles
Reina de los mártires
Reina de los confesores
Reina de las vírgenes
Reina de todos los santos
Reina concebida en gracia
Reina elevada al cielo
Reina del Santo Rosario
Reina de la familia
Reina de la paz
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo.
 

ORACIÓN FINAL: 

 Te suplicamos, Señor, derrames tu gracia en nuestras almas para que los que por el 
anuncio del Ángel, hemos conocido la Encarnación de tu Hijo, Jesucristo, por los méritos de 
su Pasión y de su Cruz, seamos llevados a la gloria de su Resurrección. Por el mismo 
Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Pueden añadirse las siguientes oraciones:

Por las necesidades de la Iglesia y del Estado. Padrenuesto. Avemaría y Gloria.
Por la persona e intenciones del Santo Padre y el obispo. Padrenuesto. Avemaría y 
Gloria.
Por las benditas almas del Purgatorio. Padrenuesto. Avemaría. Descansen en paz. 
Amén
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Meditar con María los misterios de la Redención rezando el Rosario

(Homilía pronunciada durante la Misa
para las Asociaciones y Movimientos marianos
en la plaza de San Pedro, 2 de octubre de 1983)


El saludo del arcángel Gabriel a María
1. «Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo aquél...».
Hoy, primer domingo de octubre, os saludo a todos los miembros de los Movimientos 
marianos, devotos del «Saludo del ángel» que estáis en Roma con ocasión del Jubileo 
extraordinario de nuestra Redención.
(…)
El Evangelista Lucas dice que María «se turbó» ante las palabras que le dirigió el 
arcángel Gabriel en el momento de la anunciación y «se preguntaba qué saludo era 
aquél».
Esta meditación de María constituye el modelo primero de la oración del Rosario. Es la 
oración de quienes aman el saludo del ángel a María. Lss personas que rezan el Rosario 
vuelven a tomar con el pensamiento y el corazón la meditación de María y rezando meditan 
«qué saludo era aquel».

El contenido arcano del mensaje
2. En primer lugar repiten las palabras dirigidas a María por Dios mismo a través de su 
mensajero.
Las personas que aman el saludo del ángel a María repiten unas palabras que vienen de 
Dios. Al rezar el Rosario, pronunciamos una y otra vez estas palabras. No es ésta una 
repetición simplista. Las palabras dirigidas a María por Dios mismo y pronunciadas por el 
mensajero divino encierran un contenido arcano.
«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo...» (Lc 1, 28), «bendita entre las 
mujeres» (Lc 1, 42).
Dicho contenido está íntimamente vinculado al misterio de la redención. Las palabras del 
saludo angélico a María introducen en este misterio y al mismo tiempo encuentran en él su 
explicación.
Lo dice la primera lectura de la liturgia de hoy, que nos remonta al libro del Génesis. Aquí 
precisamente, en el trasfondo del primer y al mismo tiempo original pecado del hombre, 
anuncia Dios por primera vez el misterio de la redención. Da a conocer por vez primera su 
acción en la historia futura del hombre y del mundo.
En efecto, al tentador escondido bajo forma de serpiente, el Creador habla así:
«Establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya: Ella te pisará la 
cabeza mientras acechas tú su calcañar».

La Virgen de Nazaret
3. Las palabras que oye María en la anunciación revelan que ha llegado el tiempo del 
cumplimiento de la promesa contenida en el libro del Génesis. Del protoevangelio pasamos 
al Evangelio. Está a punto de tener cumplimiento el misterio de la redención. El mensajero 
del Dios eterno saluda a la «Mujer»; esta mujer es María de Nazaret. La saluda en 
consideración a la «Estirpe» que Ella deberá acoger de Dios mismo. «El Espíritu Santo 
vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra»... «Concebirás y darás a 
luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús».
Palabras decisivas ciertamente. El saludo del ángel a María marca el comienzo de las 
«obras de Dios» más grandes en la historia del hombre y del mundo. Este saludo abre de 
cerca la perspectiva de la redención.
No es, pues, de extrañar que María se «turbase» después de oír las palabras de este 
saludo. La cercanía de Dios vivo produce siempre santo temor. Ni es de maravillar que 
María preguntase «qué saludo era aquel». Las palabras del arcángel la situaron ante un 
misterio divino inescrutable. Más aún, la implicaron en la órbita de este misterio. No se 
puede meramente constatar tal misterio. Hay que meditarlo de continuo y con profundidad 
creciente. Pues tiene fuerza para llenar no sólo una vida, sino también la eternidad.
Y todos los que amamos el saludo del ángel tratamos de participar en la meditación de 
María. Y tratamos de hacerlo sobre todo cuando rezamos el Rosario.

Gozo, dolor y gloria
4. En las palabras pronunciadas por el Mensajero en Nazaret, María como que vislumbró 
en Dios toda su vida en la tierra y en su eternidad.
Pues, ¿por qué María, al oír que iba a ser Madre de Dios, no responde con entusiasmo 
espiritual, sino ante todo con un humilde Fiat: «Aquí está la sierva del Señor, hágase en mí 
su palabra»?
¿Acaso no fue porque sintió ya desde entonces el dolor acuciante del reinar «en el trono 
de David» que iba a corresponder a Jesús?
Al mismo tiempo el arcángel anuncia que «su reino no tendrá fin».
En las palabras del saludo angélico a María, comienzan a desvelarse todos los misterios 
en que tendrá cumplimiento la redención del mundo, misterios gozosos, dolorosos y 
gloriosos. Igual que en el Rosario.
Al preguntarse María «qué saludo era aquel», parece como que entra en todos estos 
misterios y nos introduce a nosotros en ellos.
Nos introduce en los misterios de Cristo y juntamente en sus propios misterios. Su acto 
de meditación en el momento de la anunciación, abre el camino a nuestras meditaciones 
durante el rezo del Rosario y gracias a éste.

En oración con María
5. El Rosario es la oración en la que, con la repetición del saludo del ángel a María, 
tratamos de sacar nuestras consideraciones sobre el misterio de la redención partiendo de 
la meditación de la Virgen. Su reflexión iniciada en el momento de la anunciación prosigue 
en la gloria de la asunción. Profundamente inmersa en el misterio del Padre, del Hijo y del 
Espíritu Santo, en la eternidad María se une, por ser Madre nuestra, a la plegaria de 
quienes aman el saludo del ángel y lo expresan en el rezo del Rosario.
En esta oración nos unimos a Ella como los Apóstoles congregados en el Cenáculo 
después de la ascensión de Cristo. Lo recuerda la segunda lectura de la liturgia de hoy 
sacada de los Hechos de los Apóstoles. Tras citar los nombres de cada Apóstol, el autor 
escribe: «Todos ellos se dedicaban a la oración en común, junto con algunas mujeres, 
entre ellas María la madre de Jesús, y con sus hermanos».
Con esta oración se preparaban a recibir al Espíritu Santo el día de Pentecostés.
Oraba con ellos María, quien el día de la anunciación había recibido al Espíritu Santo 
con plenitud eminente. La plenitud particular del Espíritu Santo determina en Ella una 
particular plenitud de oración. Con esta plenitud singular María ora por nosotros y con 
nosotros.
Preside maternalmente nuestra oración. Congrega sobre toda la tierra inmensas legiones 
de los que aman el saludo del ángel, y éstas junto con Ella mientras rezan el Rosario 
«meditan» el misterio de la redención del mundo.
De este modo se prepara la Iglesia sin cesar a recibir al Espíritu Santo, como el día de 
Pentecostés.

La Encíclica de León XIII sobre el Rosario
6. Se cumple este año el primer centenario de la Encíclica del Papa León XIII Supremi 
apostolatus, con la que este gran Pontífice decretó la dedicación especial del mes de 
octubre al culto de la Virgen del Rosario. Subrayaba él con fuerza en este documento, la 
eficacia extraordinaria de esta oración rezada con alma pura y devoción, para obtener del 
Padre celestial, en Cristo y por intercesión de la Madre de Dios, protección contra los males 
más graves que puedan amenazar a la cristiandad y a la misma humanidad, y conseguir así 
los supremos bienes de la justicia y la paz entre los individuos y entre los pueblos.
Con este gesto histórico, León XIII no hacía otra cosa sino sumarse a los numerosos 
Pontífices que le habían precedido —entre ellos San Pío V— y dejaba una consigna a 
quienes le iban a seguir en el fomento de la práctica del Rosario. Por ello, también yo 
quiero deciros a todos: haced que el Rosario sea «dulce cadena que os una a Dios» por 
medio de María.

Rezar todos juntos a la Madre de Dios
7. Grande es mi alegría por haber podido celebrar hoy con vosotros la solemnidad 
litúrgica de la Reina del Santo Rosario. De esta significativa manera nos inserimos todos en 
el Jubileo extraordinario del Año de la Redención.
(…)
Juntos todos nos dirigimos con gran amor a la Madre de Dios repitiendo las palabras del 
arcángel Gabriel: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo», «bendita tú entre las 
mujeres».
Y en el centro de la liturgia de hoy escuchamos la respuesta de María: «Proclama mi 
alma la grandeza del Señor, / se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, / porque ha mirado 
la humildad de su sierva. / Desde ahora me felicitarán todas las generaciones».
* * * * *

El Rosario, plegaria en favor del hombre
(Angelus del 2 de octubre, 1983)

1. En este mes de octubre, consagrado por tradición al Santo Rosario, quiero dedicar la 
alocución del Angelus a hablar de esta plegaria tan entrañable al corazón de los católicos, 
tan amada por mí y tan recomendada por los Papas predecesores míos.
En este Año Santo extraordinario de la Redención, también el Rosario adquiere 
perspectivas nuevas y se llena de intenciones más fuertes y más amplias que en el pasado. 
Hoy no se trata de pedir grandes victorias. como en Lepanto y Viena, sino que, más bien, 
se trata de pedir a María que nos haga valerosos combatientes contra el espíritu del error y 
del mal, con las armas del Evangelio, que son la cruz y la Palabra de Dios.
La plegaria del Rosario es oración del hombre en favor del hombre: es la oración de la 
solidaridad humana, oración colegial de los redimidos, que refleja el espíritu y las 
intenciones de la primera redimida, María, Madre e imagen de la Iglesia: oración en favor de 
todos los hombres del mundo y de la historia, vivos o difuntos, llamados a formar con 
nosotros Cuerpo de Cristo y a ser, con El, coherederos de la gloria del Padre.

2. Al considerar las orientaciones espirituales que sugiere el Rosario, oración sencilla y 
evangélica (cf. Marialis cultus, 46), volvemos a encontrar las intenciones que San Cipriano 
señalaba en el «Padre nuestro». Escribía él: «El Señor, maestro de paz y de unidad, no 
quiso que orásemos individualmente y solos. Efectivamente, no decimos: "Padre mío, que 
estás en los cielos", ni "Dame mi pan de cada día". Nuestra oración es por todos; de 
manera que, cuando rezamos, no lo hacemos por uno solo, sino por todo el pueblo, ya que 
con todo el pueblo somos una sola cosa» (De dominica oratione, 8).
El Rosario se dirige insistentemente a quien es la expresión más alta de la humanidad en 
oración, modelo de la Iglesia orante y que suplica, en Cristo, la misericordia del Padre. Lo 
mismo que Cristo «vive siempre para interceder por nosotros» (cf. Hech 7, 25), también 
María continúa en el cielo su misión de Madre y se hace voz de cada hombre y en favor de 
cada hombre, hasta la consumación perfecta del número de los elegidos (cf. Lumen 
gentium, 62). Al rezarle le suplicamos que nos asista durante todo el tiempo de nuestra vida 
presente y, sobre todo, en el momento decisivo para nuestro destino eterno, que será la 
«hora de nuestra muerte».
El Rosario es oración que indica la perspectiva del reino de Dios y orienta a los hombres 
para recibir los frutos de la redención.
En este mes de octubre dedicado tradicionalmente al Santo Rosario, quiero recordar a 
todos que ésta es una oración del hombre para el hombre; es la oración de la solidaridad 
humana que refleja el espíritu de María, madre e imagen de la Iglesia. El Rosario se dirige a 
Aquella que es la expresión más alta de la humanidad
* * * * *

El Rosario, memoria continuada de la redención
(Angelus del 9 de octubre, 1983)

1. Entre los muchos aspectos que los Papas, los Santos y los estudiosos han puesto de 
relieve en el Rosario, en este Año Jubilar hay que recordar obligadamente uno. El Santo 
Rosario es una memoria continuada de la redención, en sus etapas más importantes: la 
Encarnación del Verbo, su Pasión y Muerte por nosotros, la Pascua que El inauguró y que 
se consumará eternamente en los cielos.
Efectivamente, al considerar los elementos contemplativos del Rosario, esto es, los 
misterios en torno a los cuales se desgrana la oración vocal, podemos captar mejor por qué 
esta guirnalda de Ave ha sido llamada «Salterio de la Virgen». Igual que los Salmos 
recordaban a Israel las maravillas del Exodo y de la salvación realizada por Dios, y 
llamaban constantemente al pueblo a la fidelidad a la Alianza del Sinaí, del mismo modo el 
Rosario recuerda continuamente al pueblo de la Nueva Alianza los prodigios de misericordia 
y de poder que Dios ha desplegado en Cristo en favor del hambre, y lo llama a la fidelidad 
respecto a sus compromisos bautismales. Nosotros somos su pueblo, El es nuestro Dios.

2. Pero este recuerdo de los prodigios de Dios y esta llamada constante a la fidelidad 
pasa, en cierto modo, a través de María, la Virgen fiel. La repetición del Ave nos ayuda a 
penetrar, poco a poco, cada vez más hondamente en el profundísimo misterio del Verbo 
Encarnado y salvador (cf. Lumen gentium, 65), «a través del corazón de Aquella que estuvo 
más cerca del Señor» (Marialis cultus, 47). Porque también María, como Hija de Sión y 
heredera de la espiritualidad sapiencial de Israel, cantó los prodigios del Exodo; pero, como 
la primera y más perfecta discípula de Cristo, anticipó y vivió la Pascua de la Nueva Alianza, 
guardando y meditando en su corazón cada palabra y gesto del Hijo, asociándose a El con 
fidelidad incondicional, indicando a todos el camino de la Nueva Alianza: «Haced lo que El 
os diga» (Jn 2, 5). Hoy, glorificada en el cielo, manifiesta realizado en Ella el itinerario del 
nuevo pueblo hacia la tierra prometida.

3. Que el Rosario, pues, nos sumerja en los misterios de Cristo, y proponga en el rostro 
de la Madre a cada uno de los fieles y a toda la Iglesia el modelo perfecto de cómo se 
acoge, se guarda y se vive cada palabra y acontecimiento de Dios, en el camino todavía en 
marcha de la salvación del mundo.
* * * * *

Los misterios gozosos del Rosario
(Angelus del 23 de octubre, 1983)

1. El Santo Rosario es oración cristiana, evangélica y eclesial, pero también oración que 
eleva los sentimientos y afectos del hombre.
En los misterios gozosos, sobre los que nos detenemos hoy brevemente, vemos un poco 
todo esto: la alegría de la familia, de la maternidad, del parentesco, de la amistad, de la 
ayuda recíproca. Cristo, al nacer asumió y santificó estas alegrías que el pecado no ha 
borrado totalmente. El realizó esto por medio de María. Del mismo modo, también nosotros 
hoy, a través de Ella, podemos captar y hacer nuestras las alegrías del hombre: en sí 
mismas, humildes y sencillas, pero que se hacen grandes y santas en María y en Jesús.
En María, desposada virginalmente con José y fecundada divinamente, está la alegría 
del amor casto de los esposos y de la maternidad acogida y guardada como don de Dios; 
en María, que solícita va a Isabel, está la alegría de servir a los hermanos llevándoles la 
presencia de Dios; en María, que presenta a los pastores y a los Magos el esperado de 
Israel, está la coparticipación espontánea y confidencial, propia de la amistad; en María, 
que en el templo ofrece su propio Hijo al Padre celestial, está la alegría impregnada de 
ansias, propia de los padres y de los educadores con relación a los hijos o a los alumnos; 
en María, que después de tres días de afanosa búsqueda, vuelve a encontrar a Jesús, está 
la alegría paciente de la madre que se da cuenta de que el propio hijo pertenece a Dios 
antes que a ella misma.
* * * * *  

Los misterios dolorosos del Rosario
(Angelus del 30 de octubre, 1983)

En este último domingo del mes octubre, reflexionamos aún sobre Rosario.
En los misterios dolorosos contemplamos en Cristo todos los dolores del hombre: en El, 
angustiado, traicionado, abandonado, capturado aprisionado; en El, injustamente 
procesado y sometido a la flagelación; en El, mal entendido y escarnecido su misión; en El, 
condenado con complicidad del poder político; en El conducido públicamente al suplicio y 
expuesto a la muerte más infamante: en El, Varón de dolores profetizado por Isaías, queda 
resumido y santificado todo dolor humano.
Siervo del Padre, Primogénito entre muchos hermanos, Cabeza de la humanidad, 
transforma el padecimiento humano en oblación agradable a Dios, en sacrificio que redime. 
El es el Cordero que quita el pecado del mundo, el Testigo fiel, que capitula en sí y hace 
meritorio todo martirio.
En el camino doloroso y en el Gólgota está la Madre, la primera Mártir. Y nosotros, con 
el corazón de la Madre, a la cual desde la cruz entregó en testamento a cada uno de los 
discípulos y a cada uno de los hombres, contemplamos conmovidos los padecimientos de 
Cristo, aprendiendo de El la obediencia hasta la muerte, y muerte de cruz; aprendiendo de 
Ella a acoger a cada hombre como hermano, para estar con Ella junto a las innumerables 
cruces en las que el Señor de la gloria todavía está injustamente enclavado, no en su 
Cuerpo glorioso, sino en los miembros dolientes de su Cuerpo místico.
* * * * *  

En el Rosario, las esperanzas del hombre
(Angelus del 6 de noviembre, 1983)

En los misterios gloriosos del Santo Rosario reviven las esperanzas del cristiano: las 
esperanzas de la vida eterna que comprometen la omnipotencia de Dios y las expectativas 
del tiempo presente que obligan a los hombres a colaborar con Dios.
En Cristo resucitado resurge el mundo entero y se inauguran los cielos nuevos y la tierra 
nueva que llegarán a cumplimiento a su vuelta gloriosa, cuando «la muerte no existirá más, 
ni habrá duelo, ni gritos, ni trabajo, porque todo esto es ya pasado» (Ap 21, 4).
Al ascender Cristo al cielo, en El se exalta a la naturaleza humana que se sienta a la 
diestra de Dios, y se da a los discípulos la consigna de evangelizar al mundo; además, al 
subir Cristo al cielo, no se eclipsa de la tierra, sino que se oculta en el rostro de cada 
hombre, especialmente de los más desgraciados: los pobres, los enfermos, los marginados, 
los perseguidos...
Al infundir el Espíritu Santo en Pentecostés, dio a los discípulos la fuerza de amar y 
difundir la verdad, pidió comunión en la construcción de un mundo digno del hombre 
redimido y concedió capacidad de santificar todas las cosas con la obediencia a la voluntad 
del Padre celestial. De este modo encendió de nuevo el gozo de donar en el ánimo de 
quien da, y la certeza de ser amado en el corazón del desgraciado.
En la gloria de la Virgen elevada al cielo, contemplamos entre otras cosas la sublimación 
real de los vínculos de la sangre y los afectos familiares, pues Cristo glorificó a María no 
sólo por ser inmaculada y arca de la presencia divina, sino también por honrar a su Madre 
como Hijo. No se rompen en el cielo los vínculos santos de la tierra; por el contrario, en los 
cuidados de la Virgen Madre elevada para ser abogada y protectora nuestra y tipo de la 
Iglesia victoriosa, descubrimos también el modelo inspirador del amor solícito de nuestros 
queridos difuntos hacia nosotros, amor que la muerte no destruye, sino que acrecienta a la 
luz de Dios.
Y, finalmente, en la visión de María ensalzada por todas las criaturas, celebramos el 
misterio escatológico de una humanidad rehecha en Cristo en unidad perfecta, sin 
divisiones ya ni otra rivalidad que no sea la de aventajarse en amor uno a otro. Porque Dios 
es amor.
Así es que, en los misterios del Santo Rosario contemplamos y revivimos los gozos, 
dolores y gloria de Cristo y su Madre Santa, que pasan a ser gozos, dolores y esperanzas 
del hombre.
* * * * *

En oración con María, Madre del Señor
(Angelus del 13 de noviembre, 1983)

1. La Iglesia es, ante todo, una comunidad orante. El Pueblo de Dios ha sido liberado 
para celebrar el culto del Señor. Toda la vida de los redimidos debe ser un acto de culto, 
una liturgia de alabanza, un sacrificio agradable a Dios.
La transformación de nuestra vida y del mundo en sacrificio de alabanza no es obra 
nuestra, sino del Señor. Uniéndonos a Cristo-Sacerdote, a su sacrificio y a su oración, 
nosotros con todo el universo nos convertimos en una ofrenda al Señor.
Los creyentes son esencialmente una comunidad litúrgica: en el templo, en las casas, en 
la vida ejercitan el oficio sacerdotal. Los Hechos de los Apóstoles, al presentar los rasgos 
fundamentales de la Iglesia primitiva, ponen de relieve la importancia que en ella tenía la 
«oración»: «Perseveraban en oír la enseñanza de los Apóstoles, y en la unión fraterna, en 
la fracción del pan y en la oración... Diariamente acudían unánimemente al templo, partían 
el pan en las casas... alabando a Dios» (Act 2, 42. 46-47). Y también: «Todos éstos 
perseveraban unánimes en la oración... con María, la Madre de Jesús» (Act 1, 14).

2. En la comunidad de los creyentes en oración, María está presente, no sólo en los 
orígenes de la fe, sino en todo tiempo. 
«Así aparece Ella en la visita a la madre del Precursor, donde abre su espíritu en 
expresiones de glorificación a Dios, de humildad, de fe, de esperanza: tal es el Magníficat, 
la oración por excelencia de María, él canto de los tiempos mesiánicos, en el que confluyen 
la exultación del Antiguo y del Nuevo Israel» (Exhortación Apostólica de Pablo VI Marialis 
cultus, 18). María aparece virgen en oración en Caná, virgen en oración en el Cenáculo. 
«Presencia orante de María en la Iglesia naciente y en la Iglesia de todo tiempo, porque 
Ella, asunta al cielo, no ha abandonado su misión de intercesión y salvación. Virgen orante 
es también la Iglesia, que cada día presenta al Padre las necesidades de sus hijos, alaba 
incesantemente al Señor e intercede por la salvación del mundo» (ib. 181).

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EL ROSARIO 

El Rosario es mi oración preferida. Oración maravillosa en su sencillez y en su 
profundidad. En esta oración repetimos muchas veces las palabras que la Virgen María 
escuchó de boca del ángel y de su prima Isabel. A estas palabras se asocia toda la Iglesia.
Se puede decir que el Rosario es, en cierto modo, una oración-comentario del último 
capítulo de la Constitución "Lumen Gentium" del Vaticano II, capítulo que trata de la 
admirable presencia de la Madre de Dios en el misterio de Cristo y de la Iglesia. 
Sobre el fondo de las palabras "Dios te salve, María", pasan ante los ojos del que las 
reza los principales episodios de la vida de Cristo, con sus misterios gozosos, dolorosos y 
gloriosos, que nos hacen entrar en comunión con Cristo, podríamos decir, a través del 
corazón de su Madre. 
Nuestro corazón puede encerrar en estas decenas del Rosario todos los hechos que 
componen la vida de cada individuo, de cada familia, de cada nación, de la Iglesia y de la 
humanidad: los acontecimientos personales y los del prójimo y, de modo particular, de los 
que más queremos. Así, la sencilla oración del Rosario late al ritmo de la vida humana". 
S.S. Juan Pablo II
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CÁNTICO AL ROSARIO 

1. ORIGEN. Surgió en el siglo XII en el mediodía francés, la herejía albigense, perniciosa 
y pertinaz, que ni el clero local ni los monjes cistercienses lograron desarraigar. Aconteció 
que un canónigo español de la diócesis de Osma, tuvo que viajar a Dinamarca, con su 
obispo, Diego de Acevedo, y cuando regresaba, se detuvo y se entregó a la predicación 
contra la herejía. Era Domingo de Guzmán. Agotado de tanto predicar, según la tradición, 
escuchó que le dijo la Virgen: «Domingo, siembras mucho y riegas poco». Esta experiencia 
de María, le hizo tomar conciencia de que había de orar más. Así comenzó a propagar el 
rezo del Rosario. Reunió un grupo de mujeres para orar, y más adelante fundó la Orden de 
predicadores, a la que le cabe la gloria de haber difundido intensa y extensamente la 
devoción del Rosario.

2. ORACIÓN Y ROSARIO: El rosario es una oración que Pío XII y Pablo VI llamaron 
compendio del Evangelio, y Evangelio abreviado.

Los autores de la oración del rosario son cuatro, y todos eximios: Jesús, el arcángel San 
Gabriel, la prima de María, Isabel y la Iglesia. Entre todos han compuesto una oración 
contemplativa que nos traza las virtudes evangélicas de Jesús, de José y de María: el 
Redentor y la Corredentora, a la vez que invoca y glorifica a la Santa Trinidad, al Padre, al 
Hijo y al Espíritu Santo.

El rosario es pues, una oración evangélica porque saca del evangelio el anuncio de los 
misterios y las fórmulas principales.

Y la triple división de los misterios, no sólo se adapta al orden cronológico de los hechos, 
sino que refleja el primitivo anuncio de la fe y propone el misterio de Cristo como fue visto 
por San Pablo en la carta a los Filipenses (2, 6-11): humillación, muerte y exaltación. Con el 
rosario contemplamos los misterios de la Vida, Pasión y Muerte de Cristo, para sacar 
normas de vida y poder conseguir lo que prometen.

El rosario es una oración familiar, amena y bella, porque cuando rezamos el rosario 
tejemos guirnaldas de rosas, creamos un delicioso jardín que se armoniza con la Liturgia, 
ya que se nutre de la Escritura y, como ella, gravita en torno al misterio de Cristo.

Nos encontramos, pues, en el corazón del Evangelio: ¡«pedid y se os dará... ! (Mt 7,7). 
Jesús que pasa noches en oración (cfr. Lc 6,12), nos dice: Lo que pidáis al Padre en mi 
Nombre, os lo concederá» (Jn 14,13); «esta clase de demonios sólo se lanza con oración y 
ayuno» (Mc 9,18). Y San Pablo exhorta: «Orad sin interrupción» (Col 4,2; 1Tes 5,17).

Jesús comenzó su Pasión orando en el huerto de Getsemaní (cfr. Lc 22,41). María 
comenzó a ejercer de Madre de la Iglesia orando en el cenáculo con los apóstoles (cfr.Hech 
1,14). Y los apóstoles decidieron con alegría: «Nosotros nos dedicaremos a la oración y al 
ministerio de la Palabra» (Hech 6,4). Así lo testifica Orígenes: "En el edificio de la Iglesia 
conviene que haya un altar, y son capaces de llegar a serlo los que están dispuestos a 
dedicarse a la oración, para ofrecer a Dios dia y noche sus intercesiones y a inmolarle las 
víctimas de sus suplicas. Como los apóstoles que perseveraban unánimes en la oración y 
oraban concordes con una misma voz y un mismo espíritu" (Homilía en la Dedicación de la 
Iglesia).

3. CUALIDADES DE LA ORACION.

a) La oración es necesaria, como el agua para los árboles y las plantas, como la comida 
para el cuerpo, como la sangre para el organismo, como los cimientos para la casa, como el 
estómago para la digestión, como el oxígeno para la vida.

b) La oración es fuente de conocimiento no teórico, sino sapiencial. El Niño Jesús, a 
quien vieron tantos, sólo fue reconocido por Simeón y Ana, y como Hijo de Dios y Mesías, 
sólo por San Pedro, porque no lo supo por los sentidos corporales. Así como las manzanas 
no hay que rimarlas, sino morderlas para saborearlas y el perfume de la rosa hay que 
aspirarlo y no contentarse con saber de la rosa en la lectura de las Enciclopedias, a Dios 
hay que saborearlo para saber a qué sabe (San Juan de Avila). En la oración se aprenden 
verdades (Santa Teresa de Jesús).

c) La oración es fuente de energía. En la vida cristiana, no podemos estar siempre 
gastando energías. Necesitamos reposo, sosiego, paz: «Marta, Marta, estás muy nerviosa» 
(Lc 10,41). Y así como el agricultor no pierde el tiempo cuando afila la guadaña, «si yo 
realizo el trabajo de orar caerán todas las murallas» (Von Braum).

Pero este trabajo nos resulta el más difícil. Siempre se nos ocurren cosas que hacer 
cuando decidimos ir a orar. Porque la dificultad no sólo nos viene de la naturaleza, sino del 
príncipe de este mundo, que sabe que está perdido si oramos.

El cura de Torcy en la novela de Bernanos, "el cura rural" , le dice al joven sacerdote 
lacerado: «Muchacho, sufres demasiado para lo que oras. Hay que alimentarse en 
proporción a nuestros dolores".

El P. Ravignan recomendaba a un ejecutivo que se lamentaba de su stress, hacer un 
cuarto de hora de oración diaria. -"Pero, Padre, ¡si le estoy diciendo que no tengo tiempo!" 
-"Es verdad, repuso el Padre, haga media hora cada día".

«Quien tiene mucho que hablar ha de guardar mucho silencio. Quien algún día ha de 
engendrar el rayo ha de ser largo tiempo nube» (Nietzsche).

d) La oración es fuente de alegría. ¿Quiere, acaso Jesús que nuestro Viacrucis sea más 
largo y duro? No. Por eso dice: «Venid los que estáis cansados y yo os aliviaré y hallaréis 
el descanso (Mt li,28s), y, <Mi paz os dejo, mi paz os doy> (Jn 20,19).

El anhelo de la felicidad es un motor que no deja reposar a los hombres, "Nos has hecho, 
Señor para tí, y sólo descansaremos en Dios", en la oración. Si Moisés baja radiante del 
Sinaí es porque había permanecido con El (cf. Ex 34,29). Si Agustín veía radiantes en la 
catedral de Milán a los jóvenes salmodiando, es porque oraban. «No se puede ser cristiano 
sin oración,,, ha escrito Urs Von Balthasar.

e) La oración es fuente de conversion diaria. Por eso María y la Iglesia nos entregan este 
modo sencillo de orar: el rosario.

4. Testimonios sobre el Rosario Los Papas recomiendan a la Iglesia el Rosario y han 
escrito más de 500 documentos exhortando a rezarlo. Sobresalen León XIII, Pío X, Pío XI, 
Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II. Leamos algunos fragmentos:

León XIII, considerado como el Padre de Europa, que escribió diez encíclicas sobre el 
rosario, dice: «El Rosario es la fórmula más eximia y excelente de oración».

Pío X: El rosario es un medio de los más eficaces para obtener gracias del cielo, porque 
es la oración por excelencia».

Pío XII: «El rosario es el breviario de todo el evangelio, meditación de los misterios del 
Señor, sacrificio vespertino, guirnalda de rosas, himno de alabanzas, plegaria doméstica, 
norma de vida cristiana, garantía cierta del poder divino, apoyo y defensa de nuestra 
salvación» (Carta Apostólica al Arzobispo de Manila, del 31 de julio de 1946). «No es con 
las fuerzas de las armas, ni con el poder humano, sino con el auxilio divino obtenido por la 
oración del rosario, igual que David con su honda contra Goliat, como vence la iglesia» 
(Ingruentium malorum).

Juan XXIII decía: "Si el papa no reza cada día las tres partes del rosario, el papa no ha 
orado".

Juan Pablo II dice que el rosario es su oración predilecta y apenas se queda solo saca su 
rosario y comienza a rezarlo.

Felipe II, moribundo, dijo a su hijo: «Si quieres que tus Estados prosperen no olvides el 
rezo del Santo Rosario».

Y dice Lacordaire: «El amor no tiene mas que una palabra y, diciéndola siempre, no la 
repite nunca».

A San Antonio Claret le dijo la Virgen: «Antonio, predica el Rosario que es la salvación de 
España».

Preguntó Lucía a la Virgen en Fátima: "¿Francisco irá al cielo?..." Y la Virgen respondió: 
"Sí... Pero ha de rezar muchos rosarios". Al final de una misión, dijo un feligrés al padre 
misionero: «He hecho un propósito: Clavar un clavo en la cocina... Sí, y colgar allí el 
Rosario para rezarlo cada día».

Lean los que encuentran monótono el Rosario:

"Tú que esta devoción supones
monótona y cansada, y no la rezas,
porque siempre repite iguales sones,
tú no entiendes de amores ni tristezas.
¿Qué pobre se cansó de pedir dones?
¿qué enamorado de decir ternezas?».

5. EL ROSARIO Y LA HISTORIA DE LOS PUEBLOS

En el siglo XVI, año 1571, amenazaban los turcos invadir Chipre, para desde allí 
conquistar Creta y saltar a Grecia, llegar a las costas de Africa y terminar en las playas de 
Roma. Con ello el Islam enarbolaría el estandarte de Mahoma en el mismo corazón de la 
cristiandad. San Pío V organizó una flota con sus Estados, Venecia y España, La Liga 
Santa, capitaneada por D. Juan de Austria. Y pidió a toda la Iglesia que rezara el Santo 
Rosario. La batalla se desencadenó en el golfo de Lepanto: tronaba el cañón, las gabarras 
descargaban su metralla, las bornbardas disparaban contra las embarcaciones, las naves 
embestían, el humo cegaba y casi oscurecía el sol, las aguas se teñian de sangre... las 
voces subian clamorsosa al cielo rezando el Rosario. Pío V contempló misteriosamente la 
victoria mientras rezaba asomado a una ventana del Vaticano. Ese fue el origen de la fiesta 
del Rosario: dar gracias a Dios por esta victoria.

En el sigIo XIX, 11 de febrero de 1858, la Virgen en Lourdes le pide a Bernardette que 
rece el rosario.

En el siglo XX, en 1917, cuando Lenín y Trostki declaran en Rusia la revolución 
bolchevique, implantan un Estado materialista y ateo, el 13 de mayo de ese mismo año, 
pide la Virgen en Fátima a tres niños que recen el rosario y promete que Rusia se 
convertirá.

Pasan los años... y las catástrofes y hecatombes, genocidios, hambre y dolor, esclavitud, 
guerra fría, escalada de armamentos... asolan a la humanidad. Cuando en 1945 terminó la 
segunda guerra mundial, reunidos en Yalta los tres grandes: Roossevelt, Stalin y Churchill, 
Stalin preguntó a Roossevelt: «¿Con cuántas divisiones cuenta el Papa de Roma?,,.

El 16 de octubre de 1979 los cardenales eligen en Roma un Papa polaco. El Kremlín 
tembló. Armaron el brazo de Alí Agca, y el 13 de mayo, día de la Virgen de Fátima, caía 
Juan Pablo II en la plaza de San Pedro. Andropov, al frente de la KGB, tiene como 
subalterno a Gorvachov, el que le dice a Juan Pablo II, ahora, que aprecia mucho sus 
oraciones.

Para todos, incluso para los observadores más perspicaces, es inexplicable la caída, en 
cuatro meses, del marxismo... Para todos los que ignoran la profecía de Fátima, en cambio 
ha dicho el cardenal de Cracovia, Mons. Marchaski: «para nosotros no es inexplicable. 
Hace años que venimos orando».

Hemos repasado la historia y hemos contemplado varios acontecimientos que nos 
revelan la eficacia de la oración del Rosario.
·MARTI-BALLESTER-J