1. C/SECTA

Desde un punto de vista sociológico, es claro que la cohesión de un grupo depende por igual de la adhesión de sus miembros a los mismos valores y de la decidida oposición de todos a los contravalores del grupo. La actitud defensiva, la capacidad de resistencia y lo voluntad de destruir al enemigo exterior, es en efecto una fuerza que mantiene la unión entre los miembros de una comunidad dada. Más aún, originariamente la comunidad puede ser entendida como la participación de unos hombres en un mismo sistema defensivo. Hay quien hace derivar la palabra comunidad del verbo latino <cum-munio> (C/CUM-MUNIO: construir con otros una misma muralla).

Políticos y demagogos conocen perfectamente este mecanismo y, cuando no existen enemigos reales, son capaces de inventarlos con tal de fortalecer la cohesión de un partido y la unidad de una nación. Pues bien, contra este principio de unión para la guerra, Jesús establece el principio de unión para la paz. Jesús dice a sus discípulos: "Amad a vuestros enemigos". Y es que Jesús no vino al mundo para sacar adelante y proteger los intereses de un grupo frente a otros, sino para reunir a todos los hombres en una reconciliación universal. La unidad fundada en el amor, la comunión en Jesús, no necesita enemigos. Ni puede tenerlos ya que pretende ser ecuménica.

EUCARISTÍA 1974, 16


2. GUERRA/PAZ

EL RESULTADO DE LA GUERRA NUNCA ES LA PAZ

Según Jean Jacques Babel (·BABEL-JEAN-J) ha habido exactamente 14.500 guerras en la historia del mundo. Y según otro historiador sólo 234 años de los 3.400 que conoce la historia se han pasado sin conflictos bélicos.

¿Saben ustedes cuántas guerras hay actualmente dentro y fuera de Europa? ¿Y qué se ha conseguido con tantas guerras? Pueden darse mil respuestas. Quizá se haya conseguido todo... menos la paz. De nada han servido los 8.000 tratados de paz que recopiló Gaston Bouthoul.

Tales estadísticas son el mejor mentís contra el refrán latino: "Si quieres la paz, prepara la guerra", erigido en principio indiscutible con el que se tratan de justificar todas la carreras de armamentos. Como cautela para mantener la paz -¿qué paz?- los estados poderosos y los menos están consumiendo una parte sustancial de la renta mundial para armarse hasta los dientes, mientras permiten monstruosamente la muerte por hambre de millones de personas. Cabe preguntar: ¿En qué se diferencia la guerra de una paz con tantas víctimas?.

Pero es que, además, el que se prepara para la guerra, tarde o temprano acaba haciendo la guerra. Es verdad que la carrera de armamentos detiene momentáneamente la guerra. Tanto peor, porque el creciente stock de armamentos y el creciente presupuesto militar están haciendo de la guerra una perspectiva tan monstruosa que cada día resulta más inaceptable. No, no vale la pena ninguna paz que haya de costar una nueva guerra. Por eso el maquiavélico principio "si quieres la paz, prepara la guerra", ha de superarse cristianamente por: "Si quieres la paz, prepara la paz".

De otra parte, cualquiera sabe que el resultado de la guerra nunca es la paz sino la victoria de los unos contra los otros, es decir, una victoria que elimina de la paz a todos los muertos y a todos los tildados de enemigos. Y una paz, que sólo sirve para los vencedores, sólo con una sorna cruelísima puede denominarse paz, ya que no es sino botín.

EUCARISTÍA 1971, 17