CAPÍTULO 10

La Trinidad en el cielo y la Trinidad en la tierra:

La historia interna de la Trinidad reflejada en la historia externa de la creación


50. Como era en el principio: La eternidad de la Trinidad

Nosotros estamos en el tiempo. El futuro viene, pasa por el presente y se transforma en pasado. 0 también venimos del pasado, atravesamos el presente y caminamos hacia el futuro. Todos tenemos un comienzo, un medio y un fin. Nos encontramos dentro de un espacio de tiempo limitado. Con la santísima Trinidad las cosas son distintas. Ella es eterna, no tuvo comienzo ni tendrá fin. Nos enfrentamos aquí con un misterio abismal, que supera nuestro pensamiento y nuestra misma imaginación. ¿Cómo arrojar un poco de luz sobre este misterio? Quizá sólo lo consigamos negativamente, es decir, diciendo lo que no es la eternidad; lo que es en sí misma es algo que se nos escapa por completo. Pero no por eso hemos de caer en el mutismo. Si no hay conceptos, hay al menos algunas indicaciones.

Eternidad no significa un tiempo interminable e ilimitado. Eternidad no quiere decir un envejecer sin fin, sino una juventud permanente y sin amenaza. Si fuera una duración interminable, entonces deberíamos afirmar que Dios no tiene fin. Pues bien: las criaturas racionales tampoco tienen fin. Un día comenzaron a existir gracias al acto amoroso de las tres divinas personas y son eternizadas para siempre en la comunión trinitaria. ¡Pero tuvieron un comienzo! La santísima Trinidad nunca comenzó. Existió siempre, desde el principio y eternamente; y nunca cesará de existir. Aquí es donde surge el limite de nuestra comprensión: ¿Cómo representarnos a alguien que siempre existió? Nuestra experiencia nos atestigua que todo lo que conocemos comenzó algún día, se va desarrollando y acabará muriendo. O bien, en el caso de las personas, que comenzaron un día y pasarán a una eternidad sin fin. Con la santísima Trinidad no hay un comienzo ni habrá un fin. Lo que nos presenta dificultades no es tanto el sin-fin, sino el sin-comienzo. Por eso la eternidad no significa una cantidad, sino que quiere expresar una cualidad divina. La santísima Trinidad es tan perfecta, posee la vida de una forma tan plena y simultánea, que no presenta ninguna insuficiencia. El estar abierto y en comunión es perfección. Si ella asocia a su comunión perijorética a otras personas y hasta al universo entero, no es por carencia, sino por sobreabundancia. Ella se expansiona infinitamente y se expresa, y en cada momento es absoluta y totalmente plena.

Cuando decimos que la Trinidad existe desde el principio, queremos confesar lo siguiente: antes de que hubiese la más mínima porción de materia atómica, antes de que irrumpiese cualquier señal de vida, antes de que comenzase la sucesión de los tiempos, el Padre ya existía expresándose totalmente en el Hijo y amando juntos infinitamente al Espíritu Santo. Nosotros, como criaturas, estábamos en la mente divina como proyecto a realizar en un momento determinado y así poder participar de la comunión trinitaria. No entendemos lo que estamos diciendo. Pero queremos afirmar solamente que el amor, la comunión, el entrelazamiento amoroso de las divinas personas es una realidad tan extraordinaria y tan plena, que siempre existió y existirá para siempre.

La eternidad es un problema solamente cuando queremos entenderla. Y nunca la entenderemos. Pero se transforma en una fuente de alegría cuando sabemos y creemos que vamos a participar de ella en una fiesta sin fin, en un banquete de hermanos y hermanas, de amigos, en plenitud, en una victoria sobre el tiempo, deslumbrante, sin la menor sombra de amargura.


51. La Trinidad del cielo se manifiesta en la tierra

La Trinidad se revela tal como es: como comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Los apóstoles y los primeros cristianos descubrieron que Dios-Padre estaba presente y activo en la creación y en la historia. Se dieron cuenta de que en Jesús de Nazaret estaba el mismo Hijo de Dios encarnado. Percibieron que el Espíritu Santo actuaba en la historia con sus cambios y en la comunidad, movía los corazones de las personas para reconocer a Dios como Padre y aceptaron a Jesús como el Hijo de Dios, que nos salvó por su vida, comprometido con la justicia y el amor sin restricciones, por su muerte y su resurrección, y que seguía penetrando en la historia para llevarla hacia su buen fin. Llamaron Dios a estas tres presencias, sin caer por ello en el politeísmo ni traicionar la fe en un solo Dios. Dios, a partir de entonces, será comprendido como Trinidad, es decir, como comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, siendo un solo Dios de amor, de vida y de comunicación.

Esta experiencia histórica permite decir: si percibimos que bajo el nombre de Dios existen tres personas, es porque Dios en sí mismo es trino y es la comunión de tres personas. Las tres personas no constituyen realidades solamente para nuestra percepción. Es una realidad en sí misma. A la Trinidad de la tierra corresponde la Trinidad del cielo. Y, viceversa, también podemos decir: a la Trinidad del cielo corresponde la Trinidad de la tierra.

Esta afirmación puede fundamentarse mejor si partimos del misterio de la venida del Hijo en la humanidad de Jesús de Nazaret y del de la bajada del Espíritu sobre la virgen María, como atestigua san Lucas (1,35). El Hijo está realmente presente en Jesús, hasta el punto de decir: esta humanidad aquí concreta es la humanidad del mismo Dios. El Espíritu Santo está de tal forma presente en la virgen María (según nuestra comprensión), que actúa sobre su potencia maternal, haciéndola realmente madre de Dios. El que nace de ella será Hijo de Dios (Lc 1,35). Tanto el Espíritu como el Hijo están entre nosotros. Pero ambos remiten al Padre. El Hijo encarnado confiesa continuamente que fue enviado por el Padre. El Espíritu es enviado también por el Padre a petición del Hijo. Por tanto, tenemos aquí la presencia de toda la santísima Trinidad en nuestra vida. Esto es señal de que la Trinidad no es una creación nuestra. Existe en sí misma. La realidad última de la creación es comunión de los tres divinos. Nosotros estamos envueltos por ellos, invitados a participar de su vida, a entrar en su comunión y a pertenecer al reino de la Trinidad.

No nos engañamos ni se nos engaña sobre lo más importante del universo: ¿Qué hay detrás de todo? ¿Qué es lo que sustenta y penetra todos los seres? ¿Hacia dónde apunta el deseo de nuestro corazón? Es la comunión de los diversos, es el amor que lo unifica todo, es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, siempre juntos entre sí y juntos con nosotros.


52. La gloria y la alegría de la Trinidad

Gracias a la encarnación del Hijo en Jesús y a la venida del Espíritu sobre María, hay una historia de la santísima Trinidad dentro de nuestra propia historia. Esta historia no se caracteriza por las dimensiones visibles de grandeza, de gloria y de poder. El camino privilegiado que Dios escogió en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, incluso en las religiones del mundo, es de simplicidad y de humildad. Jesús fue pobre, un profeta ambulante, despojado de todo poder, a no ser del que se deriva de la palabra y de la bondad radical. María fue una mujer del pueblo, que caminó en la oscuridad de la fe y que participó de la estrechez de la situación histórica de su Hijo. Sin embargo, ellos eran la presencia viva del Hijo y del Espíritu Santo entre nosotros. Incluso en estas situaciones de humillación manifestaron lo que es el Hijo y, respectivamente, el Espíritu Santo en el seno de la Trinidad. Jesús revela el rostro misericordioso del Padre, siendo él mismo misericordioso con los pecadores que encontraba. Manifestaba la verdad divina contra todas las distorsiones de la religión de aquel tiempo, verdad que libera lo humano, que alivia del peso de las tradiciones y que pone de manifiesto la vocación fundamental de cada persona: llamado al amor, al perdón y al servicio de los demás, por fidelidad a esa misma verdad tenía que soportar la muerte. De la misma forma, el Espíritu Santo es también fuerza de resistencia, unión entre todos, coraje en las dificultades, liberación de las opresiones. María siguió a su hijo en el mismo destino, mantuvo a la comunidad unida en pentecostés, sostuvo la adhesión a la voluntad misteriosa del Padre al pie de la cruz de su Hijo, tuvo el coraje de suplicar la intervención del Dios liberador de los pobres para modificar las relaciones de fuerza aquí, en la tierra (cf Lc 1,51-53). En otras palabras, la santísima Trinidad está presente en la historia por medio del Padre, que envía al Hijo y al Espíritu Santo, y éstos, por su llegada concreta en Jesús y María, asumieron toda la condición humana, sometida a los achaques comunes de la existencia mortal y marcada por las consecuencias del pecado. La liberaron así a partir del interior de ella misma.

Por otra parte, a la fe le corresponde no solamente vislumbrar alguna luz acerca de la vida íntima de las tres divinas personas en sí mismas, sino también percibir la infinita alegría que impregna las relaciones trinitarias. Son tres miradas distintas que constituyen una única visión de amor. Es la convivencia de los tres en una sola comunión de vida. El entrelazamiento de los divinos tres, en un flujo y reflujo de autodonación, hace surgir el éxtasis de la intimidad, de la acogida y de la expansión de la ternura. Es la felicidad sin fin, en un océano de realización que no conoce márgenes, en un hechizo recíproco extasiante, en una vida eternamente plena. Es la gloria y la alegría del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, inefablemente juntos.

La unión de la diversidad —tal es la esencia del misterio de la Trinidad— no es solamente la expresión intelectual de la fe en Dios-comunión, sino que constituye una fuente de realización subjetiva, de efusión de alegría, de experiencia de belleza y también de humor placentero.


53. La creación proyectada hacia la comunión

Dios en su misterio más íntimo no es soledad, sino comunión de tres divinas personas. Esta comunión entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo es expansiva por su propia naturaleza; se desdobla en mil formas.

La Trinidad quiso tener compañeros en esta su comunión eterna. El sentido secreto de toda creación reside precisamente en esto: en ser diferente de Dios para poder ser incluido dentro de la comunión de la,Trinidad.

La creación no es necesaria, en el sentido de que se haya impuesto a Dios. Se deriva de la libertad y del amor de las tres divinas personas, que quieren una expansión de su comunión en otro nivel diferente del nivel eterno en que infinitamente conviven: el nivel temporal y finito. En esta creación participan los divinos tres. Actúan siempre juntos con un único principio de ser, de vida y de amor. Como dijo muy bien san Agustín, el mundo fue hecho por el Padre, a través del Hijo, en el Espíritu Santo. Cada persona imprime en la creación algo de su propiedad. Por eso la creación es tan rica, porque por detrás de ella y dentro de ella se esconde la riqueza de cada persona divina, tal como ella es, siempre distinta y siempre en comunión. Por eso también la creación está impregnada, dentro mismo de las más variadas diferencias, de un dinamismo de unión, de convergencia y de comunión que refleja la realidad íntima de la Trinidad.

La creación tiene dos caras: una temporal y visible; es la que nosotros percibimos en la sucesión de todas las formas y expresiones del ser; la otra es eterna e invisible, como idea y proyecto de las tres divinas personas. La posibilidad de la creación surge de la intimidad misma de la comunión trinitaria. El Padre, unido al Espíritu Santo, se revela totalmente en el Hijo y al Hijo. La imagen eterna de sí mismo junto con el Espíritu es el Hijo. Pero en el Hijo proyecta también todas las posibles imágenes menores de sí mismo; son todas las criaturas que constituyen el universo. En cuanto proyección del Padre en el Hijo con el amor del Espíritu Santo, la creación es eterna y por ella se sitúa dentro del círculo de la comunión trinitaria. En cuanto que los divinos tres escogen, entre las infinitas imágenes de la Trinidad, a algunas de ellas para que existan fuera de este círculo de comunión interna, surge la creación que ahora tenemos. Lo que era proyecto eterno pasa a ser ahora proyecto temporal; lo que era antes proyección, ahora es realidad. Como realidad está sacada por la Trinidad de la nada. Es diferente de la Trinidad, pero está sellada por las marcas de la Trinidad. Porque es diferente, puede recibir dentro de sí la comunicación personal de cada una de las personas, puede ser asumida hacia dentro de la comunión trinitaria. Para esto existimos, para esto existe todo lo que existe.

La raíz última de nuestra historia se encuentra en la historia íntima de la Trinidad, en el juego de relaciones recíprocas entre los divinos tres, que producen eternamente diversidad y unificación.


54. Cada persona divina ayuda a la creación del universo

En la Trinidad todo es trinitario, es decir, todo circula, todo incluye siempre a las tres divinas personas, todo es expresión de la comunión de los tres divinos distintos. Esto mismo pasa también en relación con la creación. Santo Tomás de Aquino, en la Suma Teológica, dice que cada persona actúa a su manera y siempre juntos (como un solo principio) en la creación del universo. Es parecido, dice, a lo que ocurre con el artista: él aplica la inteligencia y el amor en la producción de su objeto de arte. De forma análoga, la creación se hace con el Padre, con la inteligencia que es su Hijo y con el amor que es el Espíritu Santo. En virtud de esto todas las cosas remiten a su Creador, todas revelan y suponen una sabiduría sumamente lógica, todas son amables y expresión de un posible amor. En una palabra, todos los seres son imagen y semejanza de la Trinidad. Veamos un poco cómo podemos imaginarnos esta íntima colaboración de las tres personas en la creación de todos los seres. El Padre actúa como misterio abismal, como aquel en quien vemos que la Trinidad es eterna, sin principio y dando principio a todo. Todas las cosas tienen un carácter misterioso; por más que las conozcamos, siempre podemos conocer más; todas remiten a una causa más alta, de donde provienen. Es el misterio del Padre el que allí se anuncia. Por otra parte, cada cosa hacederivar de sí otra cosa. Es principiada, pero al mismo tiempo se hace principio creado de otra cosa. Es nuevamente expresión del Padre, que es principio y se encuentra en el principio de todo. Cada cosa es paternal y maternal.

El Hijo es revelación e inteligencia. Cada criatura revela algo de Dios. Muestra la presencia de una sabiduría suprema. La estructura de cada ser es tal como se revela siempre; muestra su verdad y de esta forma entra en comunicación con el otro. Estas características denotan la presencia del Hijo dentro de la creación. Por eso todas las cosas son fraternales y sororales, son hermanos y hermanas entre sí.

El Espíritu es amor y unión. La comunión que caracteriza al misterio íntimo divino se muestra visible en él. Las cosas del universo no están yuxtapuestas, sino que forman totalidades de sentido; hay orden, a pesar del caos aparente. Especialmente entre las personas, reina el amor y la atracción hacia la unión y la comunión. En estas energías cósmicas y vitales emergen los signos de la presencia del Espíritu Santo. Las criaturas hacen siempre una llamada espiritual que viene del Espíritu divino.

Cada criatura y el conjunto de la creación contienen la actuación de estas tres energías divinas. No son energías ciegas, sino actuaciones de personas distintas, pero en comunión, que confieren profundidad, luz y calor al universo.

Cada ser que existe conserva la marca del Padre; por eso se presenta siempre como un misterio. Lleva la marca del Hijo; por eso puede comprenderse y es fraternal y sororaL Tiene la marca del Espíritu Santo; por eso puede ser amado y alimenta nuestra dimensión espiritual


55. Signos trinitarios bajo la sombra de la historia

El cosmos y la vida humana están estructurados trinitariamente. Esto corresponde al orden de la creación y también al orden de la gracia. Podemos y debemos vivir conscientemente esta dimensión. En el tiempo presente, entre tanto, no sentimos el gozo y la alegría que significa esta verdad. Caminamos a tientas, a la luz de la fe, imbuidos de esperanza y construyendo el amor. Los signos trinitarios se realizan en la oscuridad de la inteligencia. Creemos sin poder ver adecuadamente lo que creemos. Particularmente es oscura la presencia de las divinas personas en el proceso histórico-social. En él están presentes conflictos y contradicciones. Está el pecado, que cumple también su obra nefasta de disgregación de la comunidad querida por la Trinidad. En este terreno es donde necesitamos creer y no dejarnos llevar solamente por lo que es palpable. La fe trasciende lo meramente visible y mira hacia el fondo, a aquel lugar en donde las cosas se ligan con el misterio de Dios.

Así, en la fe percibimos que la lucha de los oprimidos contra el pecado del hombre y de la violencia tiene una especial densidad trinitaria. Siempre que se recomienza de nuevo, desde el principio, después de cada fracaso o incluso después de haber alcanzado el objetivo, se está anunciando la señal del Padre en esta iniciativa. Siempre que en medio de las contradicciones se avanza en dirección hacia unas relaciones más fraternales y productoras de vida, es el Hijo el que allí se revela. La unión de los oprimidos, la convergencia de intereses en la línea del bien de todos, el coraje para enfrentarse con los obstáculos, la valentía de la palabra que denuncia, la habilidad para la creación de alternativas, la solidaridad con los más oprimidos entre los oprimidos, hasta la identificación con su causa y con su vida son indicaciones de la presencia activa del Espíritu en la historia.existenciales y colectivos. A pesar de eso, está misteriosamente habitada por el augusto misterio del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Esta presencia es eficaz, dando ánimo para la lucha, capacidad de resistencia a la fuerza del pecado, espíritu creativo y voluntad transformadora de la historia. Esta historia es el teatro de la gloria posible de la Trinidad; en el tiempo presente siempre estamos bajo sombras y cruces; al final de los tiempos llegará la plena transparencia y la fiesta interminable. El universo está preñado del misterio de la santísima Trinidad, tan cercano que ni siquiera lo percibimos, tan trascendente que nos desborda por todas partes, tan íntimo que mora en lo más profundo de nuestro corazón, tan real que persiste, a pesar de todo el pecado y de todas sus perversas consecuencias.

Es una equivocación y una ofensa a Dios decir que la santísima Trinidad es un misterio tan abismal que no deja ninguna señal en la creación y en la vida humana. Es un indicio de debilidad en la fe o de total distracción religiosa no percibir la comunión, la riqueza de la diversidad y la unidad entre todas las cosas.


56. Ahora y siempre: La Trinidad en la creación y la creación en la Trinidad

La historia es humana; en ella se dan antagonismos al lado de convergencias. La historia tiene sentido y se van creando sentidos dentro de ella junto con la persistencia de absurdos

La creación existe para acoger dentro de sí a la Trinidad. La Trinidad quiere acoger dentro de sí a la creación. Dicho en breves palabras: la Trinidad en la creación intenta insertar a la creación en la Trinidad. ¿Habrá un momento en la historia en que se manifieste la realidad de Dios tal como es, pudiendo ser captado dentro de los limites de la criatura humana? Sí que lo habrá. Ya hemos tenido su anticipación en la encarnación del Hijo y en la venida del Espíritu Santo sobre María y la comunidad de los seguidores de Jesús. Esto significa que una parte de nuestra historia ha pasado a ser historia de la Trinidad. Pero la historia en su totalidad llegará a ser historia trinitaria. Entonces ya no habrá lectura de signos, sino alegría de la presencia directa y transparente. El universo, desde hace millones y millones de años de su aparición, desde el despliegue de sus potencialidades latentes, que se iban haciendo finalmente patentes; desde la crisis cósmica por la que se irá acrisolando de toda perversidad, alcanzará finalmente el reino de la Trinidad. A partir de la fuerza transformadora del Espíritu y a través de la acción liberadora del Hijo, el universo llegará finalmente al Padre. Ahora comienza la verdadera historia de la creación con su Creador trinitario. El misterio de la creación se encuentra con el misterio del Padre. Cada criatura se verá confrontada con su prototipo eterno, el Hijo del Padre. La comunión y la unión que existe entre todos se revelarán como expresión del Espíritu Santo. La creación entera unida para siempre al misterio de la vida, del amor y de la comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Los hombres se descubrirán asumidos, a semejanza de Jesús de Nazaret, por la persona del Hijo eterno; entonces serán eternamente hijos adoptivos en el Hijo eterno, expresión del amor, de la sabiduría y de la vida del Padre. Las mujeres se verán asumidas, según nuestra teoría teológica, a semejanza de María de Nazaret, por el Espíritu Santo. Los hombres y las mujeres, así divinizados, revelarán el rostro paterno y materno de Dios en comunión, ahora inclusiva, de la Trinidad con la creación y de la creación con la Trinidad.

Es la fiesta de los redimidos. Es la danza celestial de los liberados. Es el banquete de los hijos y de las hijas en la patria y en el hogar de la Trinidad con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

En la creación trinitarizada saltaremos de gozo y alabaremos. Alabaremos y amaremos a cada una de las divinas personas y la comunión entre todas ellas. Y seremos invitados por ellas a amar y a alabar, a saltar y a cantar, a bailar y a adorar por los siglos de los siglos, amén. Entonces, finalmente, llegará la verdadera historia de la Trinidad en la creación y de la creación en la Trinidad. Lo que estaba fuera será introducido dentro; lo que estaba dentro se comunicará fuera. Lo de fuera y lo de dentro estarán en perpetua comunión, comunión que es el misterio de la misma Trinidad.

Todo este universo, estos astros sobre nuestras cabezas, estos bosques, estos pájaros, estos insectos, estos ríos y estas piedras, todo, todo se conservará, transfigurado y convertido en templo de la santísima Trinidad. Y viviremos en una casa grande, como una sola familia, los minerales, los vegetales, los animales y los seres humanos con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén.