EL ASCETISMO Y LOS MEDIOS ELECTRÓNICOS
Tecnofilia y tecnofobia en la perspectiva de una filosofía
cristiana
por Hugh McDonald
La tecnología conforma nuestro entorno humano. Es nuestro medio
ambiente. En cuanto medio ambiente escapa a nuestra percepción, y
debemos deliberadamente dirigir nuestra atención hacia ella para
poder ver de qué manera nos afecta. La tecnofobia es la actitud de
quien desea el regreso a un estado mítico anterior a la tecnología, el
regreso a un estado natural. La tecnofilia es la actitud de quien ve
en el progreso técnico y científico la única esperanza para la futura
felicidad de la humanidad.
El tecnófobo es a menudo llamado Ludita (Luddite), en alusión a la
revuelta de trabajadores textiles en Inglaterra que destruyeron las
maquinarias de las fábricas textiles que estaban haciendo obsoleto su
trabajo[1]. El tecnófilo es a menudo el tecnócrata, alguien que cree
que la industria y el gobierno deberían invertir fuertemente en
soluciones técnicas a problemas humanos. En particular en el campo
de la educación, el tecnófilo exige que el hombre aprenda a
adecuarse a las exigencias de la nueva tecnología.
La tecnología en general y los medios de comunicación electrónica
(incluyendo todos los tipos de tecnología de la información)
representan grandes bienes, pero, como cualquier bien, pueden ser
ocasión de grandes males. Es necesario reconocer los efectos de los
medios en nosotros como individuos así como también en la sociedad.
Como cualquier otro objeto que ofrece grandes atracciones, es
necesario desarrollar un ascetismo que nos preserve del abuso de la
tecnología.
Naturaleza y espíritu
NATURALEZA/E E/NATURALEZA: Es imposible el regreso a un
estado de naturaleza pura, porque, como nos enseña Aristóteles, el
hombre se distingue de los otros animales en que vive por medio del
arte y el razonamiento[2]. Nuestro uso humano de la tecnología es, en
efecto, un signo de que somos más que simples animales. La
tecnología en tanto habilidad humana puesta en obra nos remite al
espíritu del hombre. El hombre transforma el mundo material,
elevándolo por medio de su espíritu. La transformación de la materia
en trabajo humano tiene su inicio en el espíritu humano. Empieza en el
entendimiento humano, al concebir el plan y la finalidad del trabajo de
transformación del mundo material. El hombre, en tanto posee un
entendimiento, es un espíritu. El hombre es el animal más elevado y el
espíritu más inferior, la única creatura en la frontera entre los dos
mundos de la materia y del espíritu[3]. El hombre constituye un punto
de intersección entre el orden material y el espiritual y por ello tiene
las capacidades y las potencias tanto de las cosas en el orden
material como de los seres en el orden espiritual. Así pues, hay en el
hombre una notable diversidad de potencias, mayor que la de los
animales o la de los ángeles[4].
Si por naturaleza entendemos el orden meramente material, el
orden de las cosas que actúan sin entendimiento o voluntad, entonces
el hombre no puede retornar a un estado de naturaleza pura porque
jamás se ha encontrado en tal estado. Juan Jacobo Rousseau influyó
en la difusión de la idea del "buen salvaje", como si pudiese existir un
hombre en una condición en la que no fuese necesario formar
sociedades organizadas, o en la que el hombre no se valiese de
herramientas fabricadas por sí mismo para transformar y explotar el
mundo natural. La masacre de inmensas poblaciones en Camboya en
el "Año Cero" del Khmer Rouge es quizás el mejor ejemplo del
razonamiento de Rousseau llevado a su lógica conclusión[5]. El Khmer
Rouge creía que la cultura y la civilización occidental corrompieron al
hombre, y que sólo se podría alcanzar una sociedad feliz borrando
todos los efectos de la civilización.
H/IMAGEN-SEMEJANZA-D H/ANGELES: Por otro lado, no nos es
posible ir más allá de la naturaleza. El hombre no es un espíritu puro.
El espíritu que es el hombre es un espíritu que obra por medio del
cuerpo. El espíritu es lo que da forma al cuerpo humano y le da vida.
El libro del Génesis nos enseña que el hombre y la mujer fueron
creados a imagen y semejanza de Dios. La imagen de Dios en el
hombre se encuentra ante todo en su entendimiento, que es lo que
específicamente lo distingue de los otros animales, y que es la
cualidad que lo hace miembro del mundo espiritual[6]. En este sentido,
los ángeles son imágenes de Dios en mayor grado que el hombre,
pues sus entendimientos no son estorbados por la posesión de un
cuerpo. En otro sentido, la posición del hombre en el mundo material
le permite compartir y representar la actividad creadora de Dios de
una manera inaccesible a los ángeles. La reproducción humana, que
un ser humano pueda ser la causa de otro ser humano (junto con
Dios), es un reflejo de la procesión de las Personas en la Santísima
Trinidad. El dominio del alma sobre el cuerpo, ya que el alma está en
cada una de las partes del cuerpo, es un reflejo del dominio de Dios
sobre el mundo natural[7]. El trabajo humano, por medio del cual
transforma el mundo material, es también una participación en la obra
creadora de Dios[8]. Todo trabajo humano empieza con una idea en el
entendimiento humano, la existencia de una forma según el modo de
la causalidad ejemplar, y luego esta idea irrumpe en actividad, y el
hombre da a la forma una existencia actual en el mundo material. Así,
el trabajo humano transforma el mundo material, y en cierto sentido
también lo espiritualiza. Las formas introducidas en la materia por obra
de las manos del hombre se inician en el campo espiritual, pues se
inician en el entendimiento humano. La peculiar relación del hombre
con el mundo material en cuanto espíritu corpóreo lo hace imagen de
Dios en un modo que los ángeles no lo son.
El hombre desencarnado y el angelismo
ENTENDIMIENTO/SENSUS: Pese a que la comprensión intelectual
no es el acto de ningún órgano físico, el entendimiento del hombre
debe madurar a través del proceso de conocimiento sensorial. Sin una
vida sensorial el hombre no tiene contacto con la realidad, y el
entendimiento permanece vacío. Un peligro de la tecnología es la
ilusión de que podemos trascender los límites de nuestros cuerpos.
En este sentido, Marshall McLuchan y Bruce Powers advierten del
peligro del "hombre desencarnado", cuando el hombre pierde
contacto con su cuerpo, lo que también se llama "angelismo"[9].
Toda tecnología tiene efectos específicos y predecibles en quien la
usa. En tanto instrumento extenderá y amplificará alguna potencia u
órgano humano preexistente. Cuando una potencia humana es
amplificada, esto afecta el orden y el equilibrio que existe al interior del
hombre. Un hombre que pierde la vista se hará más consciente de sus
otros sentidos. En efecto, partes del cerebro que procesan la
información visual en una persona vidente, son usadas para procesar
la información de los otros sentidos en un invidente. Cuando un
hombre recupera la vista, los otros sentidos retroceden. Cada
tecnología necesita de la atención humana en una nueva forma, pues
acelera y extiende una particular facultad humana. Esta necesidad de
atención significa que el hombre no es tan sólo el amo y el creador de
la tecnología, sino que se da asimismo un proceso inverso, por el que
el hombre se hace dependiente de la tecnología y es configurado por
ella.
El usuario de la tecnología de la información encuentra que la
distancia física y las limitaciones físicas se hacen irrelevantes. Esta
tecnología cambia la manera de relacionarnos con nuestra propia
unidad psico-somática, y nuestra manera de relacionarnos con los
demás. El telégrafo fue la primera tecnología eléctrica de la
información, e hizo a la gente tomar conciencia de acontecimientos en
otros continentes más rápidamente que lo que tomaban conciencia de
los acontecimientos realizados en las aldeas vecinas. Empezando con
el telégrafo, nuestra imagen del mundo ha cambiado. La eliminación
de la barrera de la distancia en las comunicaciones ha creado lo que
McLuhan llamó la "aldea-global" (Global Village). En inglés, la
palabra village significa una pequeña comunidad, pero tiene también
una agradable resonancia emocional, de un lugar de amables
vecinos. McLuhan, sin embargo, advirtió que la aldea global no es
necesariamente un lugar amigable. La eliminación de las barreras de
la distancia puede también agravar los conflictos. La superación de
las limitaciones físicas, y la apariencia de que el mismo cuerpo
humano es obsoleto, es un efecto de tecnologías tales como la
realidad virtual y muchos modos de comunicación por computadoras.
Parte de la vida moderna es la posibilidad de hacer amistades y
asociarse con gente a través de la Internet sin haberlos visto nunca, e
incluso sin jamás haber hablado con nuestro más cercano vecino.
TECNOLOGIA/TT: La tentación de la tecnología ha existido
siempre. El libro de la Sabiduría describe los efectos de la idolatría,
por la que el hombre adora los trabajos de sus propias manos[10]. La
obra de las manos del hombre es algo dependiente del hombre tanto
en su existencia como en su significado, y cuando el hombre pone su
propia obra en el lugar de un ser superior, o como el Ser Supremo,
entonces empieza a imitar a su propia obra y pierde su sentido. Los
hacedores de ídolos serán como ellos, con ojos que no ven, con oídos
que no oyen. La tergiversación del orden propio del hombre hacia sus
productos conduce a su vez al desorden en todos los campos de la
vida del hombre.
INFORMACION/EXCESOS: La tecnología de las comunicaciones
electrónicas va más allá que cualquiera de los productos previos de la
habilidad del hombre. Las primeras tecnologías extendían el poder de
los miembros del hombre, y con la invención de la escritura, en un
sentido, se logró poner la memoria del hombre fuera de sí mismo. Las
actuales tecnologías de la comunicación reemplazan los sentidos
exteriores del hombre y, más recientemente, los sentidos interiores y
el más importante, el sentido central o común, aquél que se encarga
de reunir los diversos datos provistos por los sentidos exteriores en
una cohesiva unidad. El mundo de la información, comoquiera que
sea concebido, puede dar la apariencia de existir independientemente
por medio de la electrónica, y el usuario humano se convierte en un
mero participante de ese mundo. Esto implica un proceso que
Marshall McLuhan llamó auto-amputación[11]. En un nivel biológico, el
organismo humano busca mantener un estado de homeostasis o
equilibrio. Cualquier cosa que perturbe ese equilibrio es un trastorno
para el sistema, y el sistema reaccionará buscando restablecer el
equilibrio. Esto sintetiza las observaciones clínicas de Hans Selye,
quien formuló una teoría general de las enfermedades basada en la
tensión nerviosa[12]. Las observaciones de Hans Selye se refieren a
la dimensión somática del hombre, pero es consciente de la unidad
psico-somática del hombre. La percepción de una amenaza puede dar
lugar a una reacción física que podría convertirse en un verdadero
daño físico. Cuando nuestra capacidad de reunir información es
potenciada por la tecnología, nos encontramos con un nivel mayor de
tensión, y para mantener el equilibrio tendremos que encontrar
estrategias que nos permitan lidiar con ella. Una estrategia es huir del
caudal de información. Otra estrategia es intentar absorberlo, lo que
trae consigo dos efectos. Un efecto es el de entumecimiento o
anestesia. Si no podemos controlar la velocidad con que la
información llega a nosotros, entonces nos hacemos menos sensibles
ante ella. El efecto de entumecimiento es una auto-amputación, en la
que tratamos de separar de nosotros la facultad que nos perturba. El
otro efecto es el del reconocimiento por medio de patrones. A la vez
que perdemos sensibilidad ante el creciente número de detalles
individuales, podemos empezar a ser conscientes de ciertos patrones
de mayor dimensión. Otra estrategia es tratar de combatir lo que
amenaza al equilibrio, en este caso, el creciente flujo de información.
SENTIDOS/ENTEN: Para dar un ejemplo concreto, si vemos
televisión o viajamos en automóvil, somos capaces de ver en un
período corto de tiempo, incluso en menos de una hora, más rostros
individuales que los que nuestros antepasados, que viajaban a pie,
hubieran podido ver en toda su vida. Nuestra capacidad de absorber
nuevos rostros es limitada. El conductor reacciona adecuadamente
concentrándose en dirigir el vehículo, y alejando su atención del
creciente flujo de detalles tales como los rostros de los peatones. El
que ve televisión puede reaccionar entumeciéndose a sí mismo. Los
rostros que aparecen en la televisión no producen ya un efecto
emocional en él. Puede sentirse amenazado y esto, creo yo, es la raíz
de la sensación de que hay demasiada gente en el planeta. Un viajero
que atraviesa la China y la India a pie no tiene la impresión de que
hay demasiada gente. Una persona en una gran muchedumbre ve tal
vez veinte personas a su alrededor, pero una cámara por encima de
la muchedumbre revela una muchedumbre incomprensible para la
imaginación humana. La difundida ansiedad entre las personas del
primer mundo por ser demasiados es efecto de ver miles de rostros en
la televisión, mientras que alguien podría caminar por horas a través
de calles y barrios sin ver a nadie.
Santo Tomás de Aquino era consciente de los efectos de los
sentidos en el entendimiento. Los sentidos son necesarios para la
vida del entendimiento, pero los sentidos han de estar ordenados
adecuadamente hacia el entendimiento y deberán someterse al
intelecto. Un desorden o desequilibrio en el campo sensorial puede
conducir a un desorden en el entendimiento. Dado que las nuevas
tecnologías plantean mayores exigencias a nuestros sentidos al
extender su capacidad, esta misma tecnología exige asimismo nuevas
formas de ascetismo.
El hombre como animale technicum
El hombre, en tanto compuesto de alma y materia, es a la vez un
animal y un espíritu, pero no es ni un animal ni un espíritu en un
sentido propio. Los otros animales poseen un tipo de conocimiento,
teniendo sentidos exteriores e interiores tales como el sentido común,
discerniendo las relaciones entre los objetos en el espacio y el tiempo,
y el sentido de la estimativa, que enseñan al animal a buscar algunas
cosas y huir de otras. La estimativa consiste en todo un repertorio de
conductas, y es diferente en cada animal. Podemos llamar a la
estimativa instinto. El instinto implica el apetito, no sólo que el animal
sepa que algo es comestible, sino que también lo desee y busque
comerlo.
En un sentido propio, el hombre también conoce algunas cosas por
instinto. En el nivel puramente biológico, hay un pequeño
conocimiento práctico innato al igual que en los otros animales. Tal
vez sólo para sobrevivir durante los primeros días de vida, un niño
sabe cómo respirar y dónde buscar alimento. Pero incluso el
conocimiento innato de la respiración pasa, y el niño debe aprender
cómo respirar en una etapa posterior.
INSTINTO/HABITOS: En otro sentido, podemos afirmar que el hombre se encuentra determinado por su
naturaleza. No somos libres respecto a nuestro deseo de ser felices[13]. Ésta no es sin embargo una determinación material, pues
somos libres con respecto a los medios para alcanzar la felicidad. El deseo de ser felices puede ser llamado un instinto natural, pero es un
instinto tal que indica muy claramente la naturaleza espiritual del hombre. El deseo o el apetito requieren simplemente de un
conocimiento previo, y la felicidad que el hombre busca no puede ser
encontrada en ningún bien limitado. Dado que los sentidos sólo
pueden conocer bienes limitados, el deseo humano de felicidad es un
signo del conocimiento intelectual, y por lo tanto un signo de la
espiritualidad del hombre.
El hombre en tanto animal, sin embargo, debe actuar en el mundo
material. Los otros animales están determinados por sus instintos. En
tanto un animal dado se encuentra en su entorno ecológico natural,
sus instintos funcionan infaliblemente. Cuando un animal bruto se
encuentra en su entorno natural, su conocimiento opera rápida y
consistentemente, y encuentra placentero obrar de acuerdo a sus
instintos. Esto pone al hombre en desventaja, pues si un hombre
tuviese que deliberar conscientemente antes de cada acción, moriría.
Por ello, en lugar de instintos, el hombre adquiere hábitos, que le
permiten actuar en una determinada dirección rápidamente,
consistentemente y sin resistencia psicológica. Daría lugar a
equívocos decir que un hábito es un modo pre-consciente de
conducta. La formación de los hábitos requiere de cierta participación
del razonamiento consciente. En el caso de la formación de los
hábitos en los niños, son los padres los que hacen el razonamiento.
Una vez que un hombre adquiere un hábito, el hábito es como una
segunda naturaleza, y a veces es difícil e incluso imposible resistirse.
Los hábitos morales son de naturaleza general y son esenciales a
un hombre bueno, independientemente de su cultura. Las cuatro
virtudes cardinales de prudencia, justicia, fortaleza y templanza son
comunes a todas las culturas. Ninguna sociedad honra a los hombres
tontos por ser tontos, a los ladrones por ser ladrones, a los cobardes
por serlo, o a lo glotones. Si un héroe fuese un glotón, o un genio
fuese un cobarde, es honrado a pesar de sus vicios, no a causa de
ellos. Otros hábitos se refieren sólo a ambientes particulares. Los
hábitos técnicos particulares incluyen habilidades lingüísticas,
habilidades profesionales, y habilidades técnicas. No es necesario
hablar de una forma particular, con un lenguaje y acento particulares
para ser un buen hombre en un sentido general, ni tampoco se da
que una habilidad técnica conduzca a la perfección moral más que
otra. Aún así, todo ser humano empieza como una tabula rasa y es
completado por la formación de hábitos, no sólo morales sino también
técnicos.
Dado que un hábito es una disposición fija, individualiza al hombre.
Aparte del género, la mayor diferencia entre los seres humanos no
viene dada por las características biológicas sino por sus hábitos
adquiridos. En los sesentas los críticos culturales hablaban de una
brecha generacional, una diferencia cultural que hacía imposible que
la gente menor de 30 años entendiese a los mayores de esa edad. La
diferencia no se basaba meramente en la edad, sino en los hábitos
formados por un nuevo ambiente tecnológico. Ese ambiente
tecnológico era principalmente el formado por la televisión. De la
misma manera, hay una gran diferencia cultural entre aquellos que
han adquirido los hábitos de usar la tecnología de las computadoras y
aquellos que no. El aporte de Marshall McLuhan fue mostrar cómo
podíamos entender los efectos culturales de la nueva tecnología
examinando el impacto que el desarrollo de la imprenta tuvo en la
cultura[14].
CULTURA/TECNOLOGIA: Es más fácil examinar los efectos de la tecnología en la cultura si se los mira
retrospectivamente. Los efectos de una nueva tecnología en quien la usa permanecen ocultos. Por ejemplo, manejar un automóvil exige una
manera habitual y específica de concentrar la atención, que es diferente a la de un peatón. El operador de un vehículo motorizado
tiene que hacerse más consciente de las señales de tráfico, las
condiciones del camino, y las intenciones de los otros conductores.
Asimismo, tiene que hacerse menos consciente de otras cosas. A
menos que haga un esfuerzo consciente por contrarrestar sus hábitos
cognoscitivos, el conductor verá el mundo de una manera distinta
cuando no está manejando.
El medio es el mensaje
MEDIO-ES-EL-MENSAJE: Todo lo que actúa, actúa con un fin. Es
fácil reducir todas las acciones del hombre al deseo de felicidad. El
motivo último de nuestras acciones da sentido a todos los motivos
intermedios. Para entender el significado de la frase de McLuhan "el
medio es el mensaje", tenemos que recurrir a la filosofía de Aristóteles
y Santo Tomás. Marshall McLuhan escribió lo siguiente en una carta a
J.M. Davey, asesor del Primer Ministro Trudeau:
"Se ve entonces que mi teoría de la comunicación es tomista hasta
lo más profundo. Tiene adicionalmente la ventaja de ser capaz de
explicar a Santo Tomás y a Aristóteles en términos modernos.
Estamos contentos con cualquier cosa que usemos, tan sólo porque
estas cosas son extensiones de nosotros mismos".[15]
El acto del conocimiento humano está ante todo y objetivamente
dirigido a conocer las formas de las cosas materiales. Éste es el
realismo fundamental del conocimiento humano. El conocimiento de
los conceptos no es el motivo primero del acto de conocer, sino que
es a través de los conceptos que conocemos las cosas. Sólo después
que conocemos las cosas, podemos reflexionar y preguntarnos cómo
conocemos. Es entonces que tomamos conciencia del rol
intermediario del concepto. El concepto es algo que necesariamente
se encuentra entre el objeto de conocimiento y el juicio del
entendimiento. 'Encontrarse entre' es ser un medio. Hay más de un
medio entre el objeto mismo y el acto de juicio que es la meta final del
conocimiento o "mensaje". En la visión corporal, la luz misma hace de
intermediaria, luego la impresión sensorial en el ojo, y finalmente un
acto de percibir conscientemente lo que el sentido físico está
proveyendo. En la visión mental, la luz de la mente haciendo conocer
las cosas es un medio, como lo es el concepto o la especie en el
entendimiento, y luego la mente entabla una relación entre la especie
o concepto y la realidad en un acto de juicio. En este proceso la
mente actúa como espejo de la realidad, lo que constituye otro sentido
en el que se da un medio en el acto de conocer[16]. Es común que
estos medios permanezcan ocultos durante el acto objetivo de
conocer. Si alguien dice "Hay fuego en el edificio", no dirigimos
nuestra atención al rol intermediario de las palabras y los conceptos,
sino al peligro real e inminente, y actuamos consecuentemente.
Sin embargo, cuando conocemos algo, simultáneamente sabemos
que sabemos. Esto es lo que se denomina reflexión concomitante, lo
que significa que es un acto de reflexión que siempre y
necesariamente acompaña el acto objetivo de conocer. Es el elemento
esencial de la conciencia. Normalmente esta reflexión forma el
trasfondo del acto de conocer. Normalmente no nos recordamos a
nosotros mismo o a otros lo implícito, como al decir "Sé que hay
fuego" en vez de "Hay fuego". La mente o el alma no está siempre
consciente de sí misma como separada o distinta de las otras
cosas[17]. El conocimiento de uno mismo no existe siempre en acto
(con la atención dirigida al alma), sino que, a través de la reflexión
concomitante, existe siempre en potencia. Cuando el alma ve su acto,
se ve a sí misma. Cuando me veo a mí mismo pensando, me veo a mí
mismo. De esta manera, el medio se convierte en el mensaje. Esto nos
lleva más lejos al movernos, desde el conocimiento de uno mismo
como imagen, hacia el conocimiento de Dios como Aquel a cuya
imagen somos creados. A través del acto de reflexión los medios
mismos se convierten en el mensaje, y así tenemos las semillas de la
teoría de McLuhan sobre la comunicación y sus efectos en las
enseñanzas de Santo Tomás.
Marshall McLuhan fue más lejos al afirmar que sin un acto de
reflexión no somos conscientes de los diversos medios artificiales de
comunicación. La palabra impresa "bandera estadounidense" y la
bandera en sí son ambos medios de comunicación. La palabra
impresa, sin embargo, no evoca una reacción emocional en un
estadounidense, mientras que la bandera real, o una imagen de ella,
sí lo hace. Los medios de comunicación afectan la manera en que
recibimos la comunicación, y así los medios mismos portan un
mensaje. Podemos encontrar algunos precedentes de esta
observación de McLuhan en la tradición filosófica.
ESCRITURA/PLATÓN: Platón cuenta una fábula acerca de la
invención de la escritura[18]. Cuando el dios egipcio Thot inventó la
escritura, presentó su invento al rey de Tebas, esperando ser alabado
por un invento que ampliaría el poder de la memoria. El rey de Tebas,
por el contrario, dijo que esta invención provocaría que los hombres
pierdan su memoria, pues simplemente escribirían las cosas y se las
olvidarían. Asimismo, las palabras impresas pueden caer en poder de
cualquiera, quien puede luego repetirlas y aparentar sabiduría sin
saber lo que significan. La palabra hablada viene de la mente del
maestro, y cuando el mensaje del maestro no está claro, el discípulo
puede preguntarle. Las palabras escritas, sin embargo, no hablan
cuando les hacemos preguntas.
Santo Tomás se pregunta si acaso las realidades divinas deban
estar veladas por medio de palabras oscuras y nuevas[19]. Al
enseñar, el maestro debe procurar que el discípulo no aprenda cosas
antes de estar listo para ello. Sus palabras deben ser medidas más
bien para ayudar que para estorbar a sus estudiantes. Él tiene
además la responsabilidad de evitar que gente de malas intenciones
reciba el conocimiento de materias difíciles de entender. Como dice el
Señor: "No deis a los perros lo que es santo" (Mt 7,6). Se puede ser
discretos al hablar. Podemos decir cosas al entendido que no le
mencionaríamos a las muchedumbres. Un libro escrito, sin embargo,
puede caer en manos de cualquiera, y por eso no es posible evitar
por medio del silencio que la verdad sea distorsionada o mal usada.
Se pueden expresar realidades difíciles por medio de palabras
nuevas, para que incluso si la persona equivocada lee el libro, no
haga ningún progreso.
Santo Tomás aborda también la pregunta de por qué Nuestro
Señor no puso su doctrina por escrito[20]. Dos de los más grandes
maestros entre los gentiles, Pitágoras y Sócrates, no escribieron
nada. Lo que se escucha queda grabado en el alma del oyente, y lo
que se escribe está para ser leído. Nuestro Señor enseñó como quien
tiene autoridad (ver Mt 7,29), no como los escribas y fariseos.
Asimismo, la excelencia de la doctrina de Cristo no podía ser
contenida en meras palabras escritas, como recuerda San Juan
Apóstol cuando dice que ni todo el mundo bastaría para contener los
libros que se escribieran para contar lo que Cristo hizo (ver
/Jn/21/25). Si Cristo hubiese puesto por escrito algo, muchos habrían
pensado que no habría más en su doctrina que lo que está contenido
en lo escrito. Podría hacerse notar también que no es meramente el
número de cosas que Cristo hizo y enseñó lo que no puede ser
contenido en meras palabras escritas, sino además la calidad.
Cuando ocurre algo totalmente distinto a cualquier cosa anterior,
descubrimos que las palabras que usamos son inadecuadas, pues las
palabras evocan imágenes tomadas de la experiencia común.
Con una argumentación similar, Santo Tomás nos enseña que la
Nueva Ley no es una ley escrita[21]. La Ley de Moisés fue escrita en
tablas, pero la Ley de Cristo está escrita en los corazones de los
hombres. La Nueva ley es principalmente la gracia del Espíritu Santo
que es dada al fiel de Cristo. Esta ley no es otra cosa que la presencia
misma del Espíritu Santo. Las cosas que están escritas en la Sagrada
Escritura no son la Nueva Ley en sí, sino que nos disponen a creer en
la Nueva Ley, o que nos dan indicaciones específicas acerca de cómo
aprovechar la gracia que constituye la Nueva Ley.
IMPRENTA/PROT: McLuhan conjetura que la idea protestante de la sola Scriptura fue el resultado de los nuevos
medios de la imprenta. Cuando las Escrituras eran transmitidas en documentos escritos a mano, era fácil entender que el documento es
un medio. Cuando miles de libros podían ser impresos exactamente de la misma manera, este poder técnico impresionó tanto a la gente
que idolatraron la tecnología, de modo que el poder de la imprenta parecía tener más autoridad que la autoridad viviente del Magisterio.
MUSICA/COMUNICACION: Finalmente, Santo Tomás consideró el
rol de la música en la comunicación[22]. Unas mismas palabras tienen
un efecto diferente cuando son habladas que cuando son cantadas.
La música tiene un efecto emocional, tanto para el cantor como para
el oyente, y por eso por medio de la música nuestros corazones son
remitidos a Dios. Diversas melodías tienen efectos diferentes en las
emociones de los que cantan y de los que escuchan, un hecho
conocido ya por Pitágoras. La melodía y el modo de cantar es
meramente un medio, pero el medio mismo porta un mensaje.
Hebetudo sensus y la necesidad de ascetismo
TEMPLANZA/PRUDENCIA: Mientras más necesario sea para la
vida humana el objeto de un apetito, más fuerte será tal apetito.
Mientras más fuerte sea el apetito, más necesitará el control de la
razón. El ascetismo apunta a restaurar la armonía interna del hombre,
la que se conoce como la virtud de la templanza. A su vez, la virtud de
la templanza preserva en buen estado la virtud de la prudencia, que
es la capacidad de tomar decisiones correctamente. La prudencia
requiere de un conocimiento verdadero de cómo son las cosas, y por
ello requiere de la memoria, y a partir de la memoria la prudencia llega
a una comprensión correcta de cómo son las cosas. Estos son
elementos cognoscitivos de la prudencia. La prudencia tiene también
un elemento volitivo, que es la capacidad de tomar una decisión ni
muy precipitadamente, ni muy dubitativamente. La interferencia de
apetitos descontrolados puede opacar la memoria y el entendimiento,
y puede influenciar indebidamente la acción de la voluntad[23].
Tradicionalmente el énfasis en el ascetismo ha estado en los dos
apetitos más íntimamente relacionados con la existencia humana, el
apetito por la auto-preservación, que tiene su exceso en la gula, y el
apetito por la preservación de la especie, que es deformado en el
exceso de la lujuria. El apetito por el conocimiento puede también
exceder sus límites racionales y adecuados.
CON/DESEO-MAS-FUERTE: Esto encierra una paradoja. El apetito por el conocimiento parecería ser la
razón misma. ¿Cómo podría alguien actuar en contra de la razón al tratar de ser más razonable? La primera consideración que hay que
hacer es que el deseo de conocimiento es en un sentido el más fuerte de los deseos humanos. Analicemos la filosofía eudemonista de
Aristóteles, su doctrina de que toda acción humana tiene a la felicidad por causa final. La felicidad no puede ser la mera posesión de algo,
pero implica que conozcamos con plena conciencia que poseemos lo
que nos hace felices[24]. Aristóteles hace notar también que todos los
hombres por naturaleza desean el conocimiento. No tenemos un
deseo de conocer simplemente como medio para un fin que no es el
conocimiento, sino que la sensación misma nos es placentera. De
entre todos los sentidos, dice Aristóteles, la vista es el que nos brinda
mayor placer en tanto nos provee de los mayores detalles acerca de
las cosas[25].
¿Pero cómo puede el deseo de conocimiento llevarnos por mal
camino? San Agustín cuenta la historia de cómo su amigo Alipio
asistió a los juegos de gladiadores en Roma, y estaba decidido a
cerrar sus ojos en el momento de la muerte del perdedor[26]. Había
decidido que incluso si sus amigos habían traído su cuerpo a los
juegos, no podrían forzar su mente a disfrutarlo. Cuando la
muchedumbre aclamó con voz potente, no pudo resistir, y abrió los
ojos, diciéndose a sí mismo que aunque viese el espectáculo, aún así
estaría por encima de él y lo despreciaría en su corazón. Sin
embargo, en contra de lo que se había propuesto, terminó disfrutando
en su corazón del espectáculo.
La verdad es un bien en sí misma. Incluso la verdad acerca de un
mal es un bien. La mente busca conocer la verdad, y la relación de la
mente con la realidad que se denomina verdad es también el primer y
más esencial elemento del conocimiento moral. Como escribió Karol
Wojtyla en 1958, cuando era profesor de filosofía:
El principio de que uno debe permanecer en armonía o de acuerdo
con la realidad, tanto la realidad objetiva como la subjetiva, en la
propia actividad, es la medida del realismo en el conjunto de la
filosofía práctica, y en particular en la ética. Las normas éticas se
basan en la realidad. La misma facultad de la razón, que a través del
conocimiento llega a la realidad misma, define también los principios
de la actividad[27].
Cualquier cosa que atropelle nuestra relación cognoscitiva con la
realidad objetiva reduce asimismo nuestra capacidad de actuar como
agentes morales. Si el uso de los medios electrónicos de
comunicación, o incluso de medios más antiguos como los medios
impresos, cambia de alguna manera nuestra relación con la realidad
objetiva en el acto de conocer, nos encontramos ante una cuestión de
índole moral.
Marshall McLuhan tomaba ideas de Aristóteles cuando observaba
que la conciencia existe como una proporción o ratio entre
sensaciones[28]. Aristóteles citaba el saber médico de su época al
observar que los estímulos sensoriales son dolorosos comparados
con un estado neutral o no-sensorial[29]. Por ejemplo, cuando
abandonamos un lugar oscuro, la luz repentina nos es dolorosa. Sin
embargo, nos habituamos a cierto nivel de sensación, y por lo tanto
caer por debajo de ese nivel o excederlo nos es doloroso. En el nivel
más básico, podemos habituarnos a cierta temperatura, o a cierto
nivel de sonido. En otro nivel, podemos habituarnos a cierto nivel o
calidad de información en nuestra información sensorial. Si tenemos el
hábito de leer periódicos todos los días, y luego nos mudamos a un
país extraño o vamos a la selva, la falta de noticias es al inicio
dolorosa. Después de un tiempo nos acostumbramos, y luego cuando
regresamos al mundo de la información, inicialmente encontramos
dolorosa la abundancia de eventos reportados, hasta que nos
volvemos a acostumbrar. Nuestra dependencia de un flujo constante
de información proveniente de todos los rincones del mundo
representa un problema de adicción, y me aventuraría a decir que
puede implicar los mismos mecanismos químicos que se encuentran
en la adicción a las drogas.
TV/EFECTOS-NEGATIVOS: Los efectos de los medios electrónicos
en el entendimiento a través de su efecto en los sentidos pueden ser
comprendidos por analogía con otro estado alterado de la conciencia:
el sueño. El entendimiento es superior a los sentidos. Las potencias
inferiores de los sentidos están ordenadas al entendimiento[30]. De
alguna manera, el entendimiento gobierna a los sentidos, pues la
voluntad es el apetito del entendimiento. Por medio de la volición, el
entendimiento tiene en sí mismo el poder de dirigir su atención hacia
los objetos presentados por los sentidos, o de apartarla de ellos. En
otro sentido, el entendimiento depende de los sentidos en cuanto a su
operación. Éste recibe los objetos de su atención inicialmente de los
sentidos, y los objetos originales en el entendimiento se basan en la
cosa sensible. Por ello, cuando los sentidos no funcionan del todo
bien, se dificulta la operación del entendimiento[31]. En varias etapas
del sueño, la operación del entendimiento es estorbada en diverso
grado, en tanto son diversamente estorbados los sentidos externos e
internos. En el sueño profundo, la imaginación no funciona en
absoluto. En otra etapa, el poder de la imaginación está aún
dificultado, pero funciona parcialmente, y pueden aparecer imágenes
distorsionadas. Las imágenes son más regulares en tanto la
imaginación funciona más. En el sueño más ligero, el sentido común o
unitivo funciona parcialmente, y quien duerme empieza a distinguir
entre sus sueños y las cosas reales. Es capaz de percibir la diferencia
entre las imágenes del sueño y sus propios pensamientos[32]. Puede
asimismo evocar imágenes diversas de las del sueño[33]. Pero incluso
en la etapa del sueño lúcido, el poder de juicio del entendimiento está
obstruido. Una persona que estando dormida trata de razonar según
los pasos lógicos de un silogismo, dice Santo Tomás, al despertar
siempre reconocerá que hubo alguna falla en su raciocinio. Joseph
Keogh teorizó que sus estudiantes que miraban televisión habían en
realidad substituido el sueño por la televisión[34]. Cuando
aparentemente estaban pensando, el proceso mental no era el
proceso lineal y silogístico de un persona letrada. El niño que ve
televisión podría contemplar una asociación de ideas en su mente con
la misma pasividad con que vería televisión. La principal apreciación
de McLuhan fue que un medio de comunicación tiene un efecto
definido en quien lo ve independientemente del contenido de sus
mensajes manifiestos. Con respecto a la televisión, la observación de
McLuhan fue confirmada por científicos de la General Electric, quienes
descubrieron que las ondas cerebrales de un televidente se alteran
de la misma forma al ver televisión, sin relación alguna con el
contenido visto. El efecto mensurable de la televisión era el mismo sea
que la persona estuviese viendo la programación o los
comerciales[35]. Los experimentos fueron repetidos por otros que
esperaban descalificar la hipótesis de McLuhan de que "el medio es el
mensaje", tan sólo para encontrar confirmados los
descubrimientos[36]. El cerebro reacciona de la misma determinada
forma ante la televisión como un medio en general. La variedad de
contenido no tiene ningún efecto específico que pueda medirse.
Los activistas muestran a menudo gran preocupación por los
efectos morales del contenido de la televisión y de otros medios.
Están justamente preocupados acerca de malos modelos de
comportamiento y de la alta incidencia de la violencia y la sensualidad
sexual. También están legítimamente preocupados por la manera en
que la opulencia retratada en la televisión puede hacer sentir
insatisfecha con su condición material a la gente. Reconozco que
estas preocupaciones son legítimas, pero la preocupación principal
debería estar en el medio mismo. Los medios electrónicos tienen en sí
mismos un efecto narcotizante en quien abusa de ellos. Hoy, cuando
los gobiernos y las corporaciones internacionales luchan contra la
comercialización de estupefacientes, nadie se siente movido a
contrarrestar los efectos negativos de los medios electrónicos. Los
medios electrónicos perturban las relaciones normales de la familia y
de la comunidad basadas en el contacto físico y en la proximidad,
conduciendo a un sucedáneo de comunidad donde la gente tiene la
ilusión de ser como ángeles. La gente en sus relaciones queda
reducida a ser piezas de una información desarticulada sin contexto ni
substancia. No distinguimos entre el uso de la morfina como ayuda
para la inspiración (Edgar Allan Poe), y su uso como un escape de
condiciones intolerables (un usuario en un barrio bajo
estadounidense). El uso abundante de tales drogas es peligroso y
adictivo en ambos casos. Sin embargo, no aplicamos la misma
prudencia con respecto a los medios de comunicación.
El nivel de sensación presente en nuestras vidas afecta nuestro
juicio intelectual. Santo Tomás de Aquino habla de dos casos
relacionados de debilidad intelectual derivados de un desequilibro en
el campo sensorial. El primero es el entumecimiento del sentido
intelectual (hebetudo sensus), que se produce por la inmersión en los
placeres de la comida. El segundo es la ceguera intelectual (caecitas
mentis), que se produce como resultado de excesivos placeres
sexuales[37]. El entumecimiento del sentido intelectual todavía deja en
funcionamiento al entendimiento. Sin embargo, lo que un corazón puro
puede percibir rápidamente, el de sentido entumecido tiene que
esforzarse por verlo. Su entendimiento carece de poder de
penetración. En el caso de la ceguera intelectual, el entendimiento es
completamente incapaz de considerar las realidades espirituales.
Apliquemos esto al efecto de los medios de comunicación. Ellos
sirven para proveernos de mayores cantidades de información. Esto
se ve claramente en los medios impresos, pues la cantidad de
información difundida por medio de libros y periódicos es mucho
mayor que la que uno podía aprender por medio de la conversación
en una sociedad pre-letrada. Pero se ve más aún en el caso de los
medios electrónicos, donde no sólo somos provistos del mundo por
medio de símbolos, sino que somos provistos de las sensaciones
auditivas y visuales del mundo entero. Los medios no seguirían
creciendo si no se diese un inmenso apetito de conocimiento. Y tal
como se da hoy en día, ese apetito se encuentra desordenado.
Si la verdad es un bien, e incluso la verdad acerca de las cosas
insignificantes o malas es un bien comparado con la falsedad acerca
de las mismas cosas, ¿cómo entonces puede la verdad representar
un peligro? La mente humana tiene como fin conocer la verdad.
Aristóteles enseñó que cuando conocemos algo, de alguna manera
nos hacemos ese algo, y de alguna manera hacemos ese algo[38]. El
conocimiento es la existencia del objeto conocido en el sujeto que
conoce, en el cual el objeto forma o informa al sujeto como conocedor.
Cada persona tiene una sola mente, y esa mente pude conocer sólo
una cosa a la vez. Si pensamos varias cosas a la vez, es tan sólo
porque las hemos aprehendido como una cierta unidad, como cuando
al conocer el todo de alguna manera confusa conocemos las cosas
que se encuentran enlazadas en una unidad relacional[39]. En el
conocimiento mismo se da una jerarquía de valores. El valor más
elevado es el conocimiento de Dios, y los demás valores relacionados
al conocimiento se encuentran por debajo de él. Una mente distraída
en asuntos menores no puede conocer a Dios.
Podemos extraer de esto algunas conclusiones prácticas. En primer
lugar, es necesario hacernos conscientes del efecto de cualquier
medio en nuestra relación cognoscitiva con la realidad, y de su efecto
en nuestros apetitos. En segundo lugar, debemos reconocer que la
tecnología es algo bueno en sí mismo, pues forma parte del mandato
de Dios al hombre de someter la tierra. Pero debemos reconocer que
si nos vamos a fiar de la tecnología para resolver todos los problemas
humanos, nos estamos convirtiendo en idólatras. La idolatría pone al
hombre en un nivel inferior al del ídolo, y esto trae como resultado un
desorden personal y social. En tercer lugar, el uso correcto de la
tecnología significa que debemos además contrarrestar sus
atracciones. La tecnología de las comunicaciones atañe al apetito más
fundamental del hombre, el apetito de su auto-realización por medio
del conocimiento. Sin embargo, la mera cantidad de información
puede distraernos del conocimiento que tiene verdadero valor. La
actitud más peligrosa es la de aquél que se sienta ante el televisor o
la computadora sin una actitud crítica. Puesto que la máquina está
encendida, éste adopta una postura pasiva y receptiva. Las prácticas
cristianas del ayuno y la abstinencia son tal vez fácilmente
comparables con la limitación consciente de nuestro uso de los
medios, y ésta es necesaria para la salud mental y moral.
·Hugh-McDonald
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[1] Los luditas recibieron ese nombre por el legendario personaje Ned Ludd,
conocido como el Rey Ludd. Ya sea que el Rey Ludd haya existido o no, los
luditas, hábiles trabajadores textiles ingleses que perdieron su empleo debido a
la difusión de la maquinaria, destruyeron las máquinas, a las que culpaban de
su miseria. Las revueltas, llevadas a cabo entre 1811 y 1816, terminaron cuando
fueron reprimidos por la fuerza y regresó la prosperidad.
[2] Ver Aristóteles, Metafísica, I, i. 980b 25-30.
[3] Ver Santo Tomás de Aquino, Summa contra gentiles, II, 68: Inde est quot anima
intellectualis dicitur esse quasi quidam horizons et confinium corporeorum et
incorporeorum, inquantum est substantia incorporea, corporis tamen forma.
[4] Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, I, q. 77, a. 2, c.: Est et alia ratio
quare anima humana abundat diversitate potentiarum: videlicet quia est in
confinio spiritualium et corporalium creaturarum, et ideo concurrunt in ipsa
virtutes utrarumque creaturarum.
[5] Ver Franþois Ponchaud, Cambodia: Year Zero, Holt, Rinehart and Winston, Nueva
York 1978.
[6] Ver Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, q. 93, a. 2.
[7] Ver Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, q. 93, a. 3, c.
[8] Ver S.S. Juan Pablo II, Laborem exercens, 25.
[9] Ver Bruce R. Powers y Marshall McLuhan, The Global Village: Transformations in
World Life and Media in the 21st Century, Oxford University Press, Oxford - Nueva
York 1989. Cap. 1: "The Resonating interval". (Trad. al castellano: La Aldea global:
Transformaciones en la vida y los medios de mundiales en el siglo XXI, Gedisa,
Barcelona 1990.)
[10] Ver Sb 14-15; Sal 115.
[11] Ver Marshall McLuhan, Understanding Media, McGraw-Hill, 1964, cap. 4, "The
Gadget Lover". (Trad. al castellano: Comprender los medios de comunicación:
Las extensiones del ser humano, Paidós, Barcelona 1996.)
[12] Ver Hans Selye, Stress without Distress, J.B. Lippincott Co., New York 1974.
(Trad. al castellano: Tensión sin angustia, Guadarrama, Madrid 1975.)
[13] Ver Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, q. 19, a. 10, c.: Respondeo
dicendum quod liberum arbitrium habemus respectu eorum quae non
necessario volumus, vel naturali instinctu. Non enim ad liberum arbitrium pertinet
quod volumus esse felices, sed ad naturale instinctum.
[14] Ver Marshall McLuhan, The Gutenberg Galaxy, University of Toronto, 1962. (Trad.
al castellano: La Galaxia Gutenberg. Génesis del "Homo Typographicus", Aguilar,
Madrid 1969.)
[15] Letters of Marshall McLuhan, seleccionadas y editadas por Matie Molinaro,
Corinne McLuhan, William Toye; Oxford University Press, 1987. El trasfondo
tomista y aristotélico del trabajo de McLuhan es tratado brevemente en Brigid
Elson, In Defence of the Human Person: The Christian Humanism of Marshall
McLuhan, en The Canadian Catholic Review, mayo de 1994.
[16] Ver Santo Tomás de Aquino, De veritate, q. 18, a. 1, ad 1.
[17] Ver Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, q. 93, a. 7, ad 4.; ver también de
él mismo, Expositio super librum Boetii de Trinitate, q. 1, a. 3.: Santo Tomás
enseña que los medios en el acto de conocer no están en sí mismos, aparte de
los demás objetos, abiertos a la inspección directa. Nadie entiende que entiende
a menos que primero entienda alguna otra cosa que es inteligible. No podemos
conocer acerca de la luz de nuestra mente a menos que primero estemos viendo
algo más en esa luz.
[18] Ver Platón, Fedro, 274-275.
[19] Ver Santo Tomás de Aquino, Expositio super librum Boetii de Trinitate, q. 2, a. 4.
[20] Ver Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, III, q. 42, a. 4.
[21] Ver Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, I-II, q. 106, a. 1.
[22] Ver Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, I-II, q. 91, a. 2.
[23] Ver Josef Pieper, Las virtudes fundamentales, Rialp, Madrid 1976
[24] Ver Santo Tomás de Aquino, Summa contra gentiles, III, c. 25-37; Summa
theologiae, I-II, q. 1-4; Aristóteles,
[25] Ver Aristóteles, Metafísica, I, i. 980a 22 - 980b 1.
[26] Ver San Agustín, Confesiones, VI, 8.
[27] P. Karol Wojtyla, Elementarz Etyczny [Introducción a la +tica], Znak, Cracovia 1979,
una colección de artículos que aparecieron en el Tygodnik Powszechny
[Semanario Católico] entre 1957 y 1958. La traducción al inglés es del autor.
[28] Ver Aristóteles, De Anima, II, ix-x. 422a 20 - 424a 35; McLuhan, Understanding
Media, cap. 4 "The Gadget Lover".
[29] Ver Aristóteles, Ética a Nicómaco, VI, xiv. 1154b 6-10.
[30] Ver Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, I, q. 65, a. 2.
[31] Ver Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, I, q. 84, a. 8, ad 1.
[32] Ver Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, I, q. 84, a. 8, ad 2.
[33] Ver Aristóteles, De somniis, I, 458b 15-20.
[34] Ver Barrington Nevitt y Maurice McLuhan (eds.), Who Was Marshall McLuhan,
Comprehensivist Publications, Toronto 1994, p. 63.
[35] Ver Letters of Marshall McLuhan, seleccionadas y editadas por Matie Molinaro,
Corinne McLuhan, William Toye; Oxford University Press, 1987: "Letter to Hugo
McPherson, Professor of English at McGill", 1970. En la carta, McLuhan se refiere
a descubrimientos que fueron publicados luego en el Journal of Advertising
Research, Vol. II, n. 1, febrero de 1971, "Brain Wave Measurement of Media
Involvement".
[36] Ver The Global Village, cap. 3 "Plato and Angelism".
[37] Ver Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, II-II, q. 15, a. 1-3; q. 46, a. 1-3.
[38] Ver Aristóteles, De anima, III, v-vi, 430a 10-20.
[39] Ver Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, I, q. 84, a. 4.
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