LA POSTMODERNIDAD


Carlos Tartaj Sánchez


La réplica a la Modernidad viene ya de lejos. Comienza con el 
Romanticismo, un movimiento que apuesta por la nostalgia ya que no 
pretende superar al modernismo hacia adelante sino la vuelta a 
tiempos pasados, la Edad Media. 
Es en nuestro siglo cuando la reacción antimodernista va a tomar 
un cariz más frontal y con cierta notoriedad. Se inicia con el 
protagonismo de un grupo de escritores, J. Joyce, E. Ionesco, T. Eliot 
y S. Beckett. El vacío espiritual, el sin sentido, la vulgaridad, la miseria 
humana, el cambio de una vida del bien-ser por la del bien-estar que 
nos está proporcionando el vivir moderno, son temas constantes y 
repetidos en sus diferentes escritos y alegatos. 
Numerosos filósofos de esta época describen el mundo moderno 
como un mundo sin rumbo. E. Mounier declara que su momento 
histórico coincide con el final de un «ciclo de civilización». Los 
beneficios de la Modernidad no han compensado los prejuicios. 
Vivimos en un mundo en el que «nadie sabe a donde va, se ha 
confundido la libertad con la insolidaridad con los demás».
R. Guardini denuncia que «el hombre moderno está desalojado del 
centro del ser». Las ciencias intentan continuamente introducirle en 
categorías mecánicas, biológicas, psicológicas y sociológicas que no 
le pertenecen. El resultado es claro, «se habla del hombre, pero no se 
le ve; se va hacia él, pero no se llega; se le encierra en estadísticas, 
se le enmarca en organizaciones, se le manipula para ciertos fines, 
pero siempre se asiste a un extraño y grotesco espectáculo cuyo 
protagonista es un fantasma». 
También en la calle está presente la desconfianza y la crítica al 
mundo moderno. Su manifestación es nueva y provocadora. Hippies, 
beatniks, provos y, sobre todo, los estudiantes de Paris en el Mayo del 
68, son los protagonistas de esta contestación. Coinciden en el 
desprecio a un mundo que no les gusta, vacío y sin encanto, falto de 
calor humano, sin referencias. Algunos filósofos jóvenes escriben 
sobre «la pérdida metafísica de hogar» en la que el hombre moderno 
se encuentra. 
Muchos sociólogos del momento, al hacer análisis descriptivos y 
comparativos de las encuestas, coinciden en afirmar que, en el 
ciudadano de cualquier país moderno, pertenezca a uno u otro ámbito 
político, con muros o sin muros, existe una tremenda desconfianza 
frente al papel del Estado. Éste no sirve al ciudadano de a pie, más 
bien, oprime y explota. Se le siente lejano e insensible a los problemas 
de cada día. Se le teme como controlador por sus reglamentaciones, 
voraz en sus impuestos. Se le ve como ojo vigilante que le dicta 
normas, lo que tiene que hacer, pensar y hasta el modo de divertirse.
Hoy la contestación a la Modernidad la protagoniza la 
Postmodernidad. Este movimiento se ha convertido en un talante de 
época, ha invadido todos los sectores de vivir y sentir. Todo es y se 
dice postmoderno aunque lo dicho y su aplicación sean 
compIetamente distintos. 
En lo que coincide toda Postmodernidad es en la crítica y rechazo 
de la Modernidad. Las raíces de la razón moderna son puestas al 
descubierto y se detecta que en su racionalidad existe una tremenda 
irracionalidad; que el fundamento del progreso está viciado; que las 
esperanzas e ilusiones que propone la época moderna están 
cimentadas en el engaño. 
Este rechazo general tiene modalidades, enfoques y perspectivas 
muy diferenciadas. Esto hace que sea muy difícil catalogar los 
movimientos postmodernos. Yo me voy a limitar a describir la 
Postmodernidad del desencanto o la post-ilustración de los 
postmodernos. Es el movimiento de autores como Lyotard, Vattimo, 
Lipovetski y Rorty entre otros. Dividiré el estudio en tres partes: en la 
primera, describiré las características de la Modernidad; en la 
segunda, la crítica que de ella hace la Postmodernidad; y en tercer 
lugar, el hombre y la sociedad que aparece en la Postmodernidad del 
Desencanto. 


1. Características de la Modernidad

1.1. La razón subjetiva nuevo centro explicativo de la 
realidad
MODERNIDAD/CATAS: Con el «cogito ergo sum» de Descartes, la 
interpretación tradicional del mundo sufre una transformación total. Ya 
no son como antaño el arjé, ni Dios, los centros donadores de sentido. 
El nuevo eje, quicio, desde el que se explica la realidad va a ser la 
razón. Puedo decir que las cosas son porque las pienso y son porque 
puedo pensarlas. La ley de las cosas es la razón. La razón es la que 
decide el existir de las cosas. 
Hay un nuevo Señor y Legislador: el Pensamiento. Es el dador de 
sentido, el que pone reglas y orden, el que decide lo que es y lo que 
no es en las diversas esferas del vivir humano. Para hablar del 
mundo, de la sociedad, del hombre y de Dios hay que hacerlo desde 
la racionalidad, ella es la garantía de realidad y el criterio de verdad. 
Kant va a decirle al hombre moderno: «Atrévete a usar la razón». 
Es el único modo de salir de la «minoría de edad» en la que el ser 
humano ha permanecido durante tanto tiempo. «La máxima de pensar 
por sÍ mismo: eso es la llustración». 
Toda su investigación filosófica, la crítica a la razón, el análisis de 
los juicios, están afirmando algo muy sencillo, el noúmeno es 
incognoscible, el fenómeno sí. El objeto en sí no es objeto de 
conocimiento sino en cuanto se provee de las condiciones del 
conocimiento y, como estas condiciones las aporta el sujeto, es éste el 
que hace que la cosa en sí se convierta en objeto de conocimiento. 

1.2. La razón científico-técnica
La razón tiene sus razones y métodos diversos pero una de ellas 
va a imponerse por encima de todas ellas. La razón moderna por 
excelencia va a ser la Razón Científico-Técnica. La nueva tarea del 
hombre moderno es llevar este tipo de razón científico-técnica, como 
única razón, a todos los campos del pensar y el hacer. 
Eficacia y utilidad son los símbolos modernos. Planificación, control 
social, burocracia, significan racionalidad y logro humano. 

1.3. El progreso
El hombre pre-moderno pensaba que la historia se sostenía y 
cobraba sentido en el acto creador e institucional, el fondo fundaba y 
explicaba el futuro. El hombre moderno, en cambio, defiende que es el 
futuro el que explica el presente. Todo está por hacer. Concordet dirá: 
«Habrá un tiempo en que el sol brillará en una tierra de hombres libres 
que no tendrán más guía que la razón»,. Esto es el Progreso. 
Desde esta perspectiva progresista todo cambia. La historia es una 
historia lineal, de lento pero inexorable avance. Es una historia de 
emancipación humana individual y colectiva, de victoria sobre la 
ignorancia, la enfermedad y todo tipo de explotación. Con un 
protagonista único, el hombre. El trabajo dirigido por la ciencia será el 
medio de realización de este progreso. El estado el garante de este 
desarrollo racional y armónico. 
Las discusiones del «cómo» llegar a ello serán interminables y 
contrarias, principalmente entre las teorías marxistas y las burguesas 
capitalistas, pero en todos ellos existe la convicción clara del «que se 
puede». Todos los hombres modernos, sean del signo que sea, se 
sienten incorporados con entusiasmo a la gran marcha de la Historia. 



2. Crítica de la Postmodernidad a la Modernidad

La critica postmoderna va dirigida contra todo aquello que da 
sentido a la Modernidad, el modelo de razón utilizado, los valores, el 
tipo de hombre y sociedad que defiende. Pone en solfa los logros 
materiales alcanzados en esta época. 

2.1. Progreso como explotación
PROGRESISMO/CRITICA: La Modernidad ha vivido en la 
exaltación y en la mitificación del progreso. Ciertamente, las 
sociedades modernas, por medio de los adelantos científicos y la 
planificación económica, han logrado un alto nivel de bienestar pero a 
costa de la explotación de hombres y países. ¿Qué queda del 
optimismo histórico del progreso frente a la tremenda crisis 
económica? ¿Garantizan la ciencia y la tecnología una vida segura en 
medio de la carrera armementística y los desastres ecológicos e 
industriales? ¿Qué tiene que decir el ideal de Fraternidad en una 
situación de guerras mundiales, de campos de exterminio, de racismos 
Y nacionalismos fundamentalistas? 
El hombre moderno ha vivido en el engaño y en el cinismo ya que 
defendía valores como la justicia, la solidaridad, pero no le importaba 
traicionarlo todo en función de vender o comprar al precio que fuese. 
No importaban los medios si se conseguía el fin. 
Y la verdad es que el progreso que se defendía no era tan 
desinteresado, ni la razón tan objetiva. En el fondo, todo era 
dominación. La razón que pretendía ser la «diosa razón», liberadora 
del hombre, acaba dominándolo. 
La historia no ha tenido el final feliz esperado, ha sido una historia 
manipulada y manipuladora. El protagonista de esta historia se ha 
convertido en un sujeto pasivo y alienado, no importa el ser sino el 
éxito y el triunfo, la apariencia y el poder. El trabajo lo único que ha 
producido ha sido competencia y paro, abuso y división. El estado ya 
no es garante del orden sino símbolo de burocracia, nepotismo y 
tráfico de influencias. 
VALORES/CRISIS: Nos hemos quedado sin valores. Con una 
sociedad en la que unos pocos luchan por mantener su saciamiento y 
otros muchos por alcanzar las migajas sobrantes. 

2.2. La razón totalizante
La razón moderna ha sido la culpable de esta situación. De 
liberadora se ha convertido en la gran enemiga del hombre. Desde 
ella se ha querido fundamentar todo. Lo que se ha conseguido con 
esta razón disfrazada de ciencia, ideología y poder es el triunfo de los 
totalitarismos de todo tipo. Han sido los metarrelatos los que 
justificaban y legitimaban tal orden de cosas. La razón moderna ha 
originado el gran discurso monocorde, dogmático e intransigente. 
De este tipo de razón hay que librarse. Estamos en un tiempo 
nuevo, tiempo de pequeños relatos, de contratos temporales, de 
pequeñas palabras, de discursos débiles, de errar incierto. Frente a la 
razón legitimadora y objetivadora hay que defender la razón 
paralógica, plural, local, pequeña y cercana. 
AGUILA/GORRION: La razón moderna se parecía al águila que con 
su vuelo amplio y magnifico lo ve todo desde lo alto. Es una 
contemplación totalizante y unitaria ya que todo lo ve en su sitio y 
relacionado. 
La razón postmoderna quiere ser más cotidiana y vulgar pero, a la 
vez, más cercana y vital. Su símbolo es el gorrión. La vida de un ser 
pegado a una rama cualquiera en una calle cualquiera y preocupado 
simplemente con ir tirando de la miga de pan o la simiente que se ha 
perdido no se sabe como. Vida cutre, pero real y concreta. Nada de 
transformar la realidad sino aceptarla y vivirla en su presentismo. 


3. La sociedad y el hombre postmodernos

Si se les pregunta a los postmodernos sobre el proyecto de hombre 
y sociedad que presentan, van a decir que eso es volver a caer en el 
metarrelato y en la palabra con mayúscula. No existe tal definición. 
Esto no excluye que estudiando sus críticas y deseos aparezca un tipo 
de hombre y sociedad que resumo en estos puntos. 

3.1. Desencanto de la razón
La razón moderna con su defensa de la objetividad, de lo 
incondicionado y absoluto ha tiranizado la vida. Por eso hay que 
cambiar el rumbo. Hay que descubrir la subjetividad como guía, la 
fragmentariedad como criterio. La verdad no es verificación sino algo 
tan débil como el «Yo, aquí y ahora, digo esto». 
El sentimiento y no la razón unilateral debe orientar el tiempo 
nuevo. Hay que seguir a A. Findielkraut cuando dice: «Vivimos en la 
hora de los sentimientos; ya no existe verdad ni mentira, estereotipo ni 
invención, belleza ni fealdad, sino una paleta infinita de placeres, 
diferentes e iguales. La democracia que implica el acceso de todos a 
la cultura, se define ahora por el derecho de cada cual a la cultura de 
su elección». El sentimiento significa expresión, aceptación de 
pequeñas verdades no por su objetividad sino por consentir. 
RAZON/DESENCANTO: Hay que celebrar el desencanto de la 
razón moderna. Hay que sacar con alegría el pañuelo y despedir un 
tiempo de búsqueda orgullosa e infructuosa. Tiene razón Lipovetsky 
cuando dice: ««Dios ha muerto, las grandes finalidades se apagan, 
pero a nadie le importa un bledo: esta es la gran novedad». 
Se acabó felizmente la búsqueda casi neurótica de la verdad. Nos 
hemos librado con ello del peligro que significaba la imposición 
totalitaria del pensador o científico de turno que creía haberla 
encontrado. Renunciar a las grandes verdades, a las palabras con 
mayúscula es volver a gozar del politeísmo de experiencias e 
interpretaciones. Nada ni nadie es imprescindible. Ahora, lo mejor 
posible. 

3.2. La desfundamentación
Los metarrelatos dadores de sentido son falsos. Sólo cabe el vacío, 
el caos, la dispersión y la falta de fundamento. 
La Historia con mayúscula es un engaño. Ha sido inventada por los 
historiadores para justificar y dar coherencia a los acontecimientos. 
Solamente existen historias pequeñas y sin rumbo. No hay gran 
marcha sino vagabundeo, pequeños caminos de seres pequeños que 
caminan como buenamente pueden. No se sabe hacia donde se 
camina pero al menos no hay alienación y engaño.

3.3. La estetización general de la vida 
Si el pasado no tiene relevancia y el futuro es sombrío lo único que 
cuenta es el hoy. Fallaron los modernos al sacrificar su presente 
preparando el futuro. El postmoderno es presentista. Estamos en el 
tiempo del «ya», del «carpe diem». La Felicidad futura, el Progreso, Ia 
Revolución y otros lemas similares son agua pasada. 
Como no hay compromiso ni con el pasado ni con el futuro, como 
no hay vinculación alguna con nada ni con nadie es natural que la 
ética dé paso a la estética. Se acabaron los compromisos con 
mayúscula. Nada está prohibido. Hay que transformar los deseos de 
cambiar el mundo por los de dedicarse a cantar la alegría de vivir «No 
hay nada que hacer; por tanto, no hagamos nada». 
En lo único que vale la pena perder energías es en la realización 
personal. El culto al cuerpo, el sentirse a gusto en la propia piel, lo 
guapo, el pasarlo bien, lo novedoso se convierte en algo fundamental. 
Estamos en la obsesión por lo personal. La juvenilización, los viajes, 
las terapias, las dietas, el fin de semana frenético y agotador han 
sustituido al compromiso y a la preocupación del ser auténtico. Ahora, 
a vivir. Al otro, que le parta un rayo. 
3.4. El individuo fragmentado 
Si el sentimiento es lo que priva y la razón es rechazada como 
dogmática y totalitaria, el individuo postmoderno va a dejarse guiar 
por la desintegración y la fragm~ntación. 
Su proyecto vital no obedecerá a una coherencia sino a una 
conveniencia. Todo debe ser débil. Hay que huir de todo compromiso 
que pueda engendrar dolor y dependencia. El amor duradero mata al 
amor. Los compromisos fuertes hacen vulnerables a las personas. El 
individuo tiene al grupo no el grupo al individuo, cuando aquel no 
interese, lo mejor es marcharse. 
El hombre moderno se identificó con Prometeo, el que robó a los 
dioses el fuego para entregarlo a los hombres. El fuego nuevo era la 
ciencia que permitiría al hombre ser dueño del universo. 
Los existencialistas prefieren a Sísifo. Condenado por los dioses a 
subir una enorme piedra a la cima de una montaña, veía como la 
piedra volvía a rodar de nuevo al fondo cada vez que intentaba 
subirla. De este modo se sentía el europeo de postguerras al 
reconstruir, una y otra vez, su vida y su casa. 
Narciso será el personaje mítico postmoderno. Simboliza la 
juventud, la felicidad inmediata, la vida a tope. ¿Para qué soñar 
futuros vanos y subir esfuerzos que son fracasos? Dejemos la piedra 
en su sitio, que se queden los dioses con su fuego Y que nos dejen 
vivir en paz. 

3.5. Religiosidad a la carta
Una de las características de la Modernidad era el olvido, la muerte 
de Dios. El hombre se bastaba a sí mismo. Frente a la Providencia 
pondría la producción; frente a la oración, el trabajo. 
La Postmodernidad, en su oposición a la Modernidad va a defender 
el retorno de lo religioso de una manera ostentosa, pero especial. 
En las librerías postmodernas van a alternarse los libros sobre el 
cuidado personal, las técnicas sexuales, los amuletos, las pócimas, los 
calendarios astrales, barajas adivinatorias, santos protectores. Las 
viejas estampas con la tela tocada por alguien especial van a 
combinarse con piedras extraídas de lugares telúricos y 
fundamentales. Cualquier hierba es perfectamente combinable con el 
incienso. Es época de sectas, de adoraciones, de experiencias 
pseudo-místicas. 
Y es que el Dios que defiende el Postmodernismo está en 
consonancia con su sentido narcisista. Es un «Dios débil» en una 
religión descafeinada. La religión para el Narciso postmoderno es 
defendida no por Dios sino por él mismo, significa relajación, 
experiencia de otros mundos para el propio yo. Lo sagrado es vivido 
como problemático, misterioso, fascinante, algo «guay». Dios, por otra 
parte, es algo cálido y emotivo, y eso interesa. 
Un Dios así no es exigente, sino confortable, a la medida, a la 
carta. Es un Dios de bolsillo que ni compromete ni exige. 

C. Tartaj Sánchez
ARAGONESA/02. Págs. 31-37

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Bibliografía
LYOTARD J.F., La condición postmodema, Madrid, 1984. 
LYOTARD J.F., La postmodernídad, Barcelona, 1987
VATTIMO G., El fin de la modernidad, Barcelona, 1986. 
GONZÁLEZ-CARVAJAL L., Ideas y creencias del hombre actual, 
Santander, 1981. 
MARDONEs J.M., Postmodernidad y cristianismo, Santander, 
1988.