LA FIEBRE DEL ORO Y EL HOMBRE "LIGHT"


PEDRO MIGUEL LAMET
Periodista. Madrid


DINERO/OBSESION SOCIEDAD/ANALISIS
España estrena opulencia. A pesar de sus más de ocho millones de 
pobres y de otros muchos que pasan apuros, da la impresión 
colectiva de que todos nadamos en la abundancia. "Este es un país 
de nuevos ricos", señala el economista y ex-ministro Enrique Fuentes 
Quintana. "Tenemos más renta, pero no más cultura para emplearla". 
Preocupado por el "consumismo desbocado, que da al traste con el 
ahorro", el veterano profesor se pregunta incluso "si se consume por 
alegría propia o por tristeza ajena, para presumir ante López".
El fenómeno de los nuevos protagonistas y la forma de enjuiciar el 
dinero es vista así por el presidente de los empresarios españoles, 
José María Cuevas: "En los últimos doce años la visión crítica del 
dinero ha sufrido un cambio radical. Actualmente, no sólo no está mal 
visto tener dinero o intentar conseguirlo, sino que algunos de los 
poseedores de grandes entidades han pasado a formar parte del 
protagonismo social más relevante".
Los líderes de los sindicatos acusan el mismo problema desde la 
perspectiva obrera. El ugetista Apolinar Rodríguez afirma que "el 
Gobierno, con su política económica, es responsable de que se hayan 
ahondado las desigualdades sociales". "No sólo hay dos Españas 
-sentencia Antonio Gutiérrez, líder de CC.OO.- que avanzan a 
distintas velocidades económicas, sino que hay dos planos que cada 
vez se separan más".
Pero los obreros no se ven libres de la obsesión del dinero. El 
obispo de Huesca, Javier Osés, detecta el cáncer también en la clase 
obrera, en donde se extiende como "una marea negra": "Aunque, en 
virtud de la vigente ley del más fuerte, los que tienen en sus manos 
los recursos económicos más abundantes, al tener por ellos más 
poder, si abusan de él, abusan y explotan en mayor escala; mientras 
que el consumismo y abuso del trabajador es en escala menor, de 
obrero". De esta manera no sólo se olvidan los compromisos de clase, 
sino que este sector de la sociedad menos favorecido es también el 
campo más abonado para la explotación de todo tipo.
Al mismo tiempo, son cada vez menos las voces que denuncian 
valientemente esta situación. Parece como si el becerro de oro 
hubiera narcotizado a todos. Los profetas se han callado. Se diría que 
hasta la misma Iglesia se preocupa ahora más de moral familiar o de 
la defensa de la vida no nacida que de esta nueva idolatría del 
dinero.

Del ojo de la cerradura al "boom" consumista
REVISTAS-DEL-CORAZON: La nueva fiebre del oro explica que los que no tienen se asomen a contemplar por el ojo de la cerradura a los que lo tienen todo, o se entretengan con las peripecias de los ricos sobre papel couché.
Revistas, telefilmes, novelas y bestsellers aparecen invadidos de 
amores y millones. Las aventuras de financieros y bellas, las historias 
de "amor y lujo" son los espectáculos más apetecidos por la sufrida 
clase media, que sigue bebiéndose Dalias, Falcon Crest y las crónicas 
reales de banqueros destronados y amores de alto standing. La 
razón la apunta Jesús M. López, director de una de las muchas 
revistas del corazón, Diez Minutos: "Al público le gusta ver ese espejo, 
aunque en general no esté a su alcance". Una mezcla de curiosidad 
muy celtibérica unida a la necesidad de salir de la rutina viviendo 
vidas transferidas.
Doce millones de españoles se alimentan de estos folletones, que 
se convierten en comidilla de todas las conversaciones en la 
peluquería, el mercado o la antesala del médico. La literatura y el cine 
de calidad parecen haber despertado y denuncian la situación. Pero 
la sensibilidad a esta locura es siempre minoritaria. Sirva de ejemplo 
La guerra de los Rose, un film que plantea la tragicomedia de una 
creciente batalla conyugal a medida que una pareja, originariamente 
enamorada, se deteriora con la ambición del dinero y el síndrome del 
consumo.
Los datos hablan por sí solos. Según un informe de Cambio 16, se 
cuadruplican los gastos de publicidad en un solo año, se multiplica por 
34 la contratación bursátil, se duplica el consumo privado, aumenta en 
un 60% la venta de coches de importación y en un 40% la importación 
de champagne francés, crecen las ventas de pieles en un 20% anual 
desde 1985, y en otro 20%, igualmente anual, los perfumes de 
marca.
El hispanista irlandés que dejó su cátedra para lanzarse a la 
aventura de investigar sobre García Lorca, lan Gibson, afirmaba al 
respecto: "El consumismo es la nueva religión española... Desde 
arriba ¿no podrían proponernos un modelo más alentador? Es 
triste".
Es sintomático que hasta un José María Cuevas, que como 
empresario no está descontento de este crecimiento, cite la famosa 
sentencia de Anatole France: "La riqueza constituye uno de tantos 
medios para vivir feliz, pero algunos hombres la han convertido en el 
fin único de la existencia".
LUJO/CONSUMO: Por su parte, el catedrático de Derecho, Alejandro Nieto, añadía: "Para ser un país pobre, como al parecer somos, el lujo es ostentoso y el nivel de consumo elevadísimo. Los restaurantes caros, que florecen en cada esquina, son inaccesibles para quien no ha reservado su mesa con antelación. Tampoco hay entradas para los espectáculos, masivos o selectos, sin que nadie se preocupe de su precio: cuanto más caros, más llenos".
"Las tiendas rebosan de mercancías exquisitas traídas de lugares 
lejanos. Los anuncios ofrecen el escaparate de bienes y servicios 
propios de una sociedad refinada: coches, joyas, lugares de veraneo, 
objetos sofisticados. En España se gasta, a partir de las nueve de la 
noche, más que en otros países de Europa durante las 24 horas del 
día. Esto parece el reino de Jauja, donde el ocio es dilatado y no hay 
otra ocupación que la de gastar y consumir..."Entre enero y marzo de 
1985, los hogares hispanos consumían por valor de 3,6 billones de 
pesetas. Cuatro años después, en el mismo período de 1989, la cifra 
se elevaba a 5,5 billones. El tercer trimestre del año pasado, el gasto 
se situó en 5,9 billones, según la Encuesta Continua de Presupuestos 
Familiares que elabora el Instituto Nacional de Estadística.
De acuerdo con los datos del INE, desde 1983 han crecido en 
mayor proporción las rentas que los precios. En 1988 la renta anual 
bruta disponible por habitante era de 1.016.024 pesetas. Había 
crecido en un 9% con respecto al año anterior, en tanto que la 
inflación se había situado en torno al 5%. Pero esto no basta. Se 
consume, sobre todo, a crédito, y la deuda de consumo privado ronda 
ya los 20 billones de pesetas.
No es extraño que ·Solchaga advirtiera en 1987: "España es el 
país donde uno se puede hacer más rico en menos tiempo". Baste, 
como otro dato revelador, citar las cifras de automóviles. En 1980, 
cuando más golpeaba la crisis económica, se matricularon 27.195 
coches nuevos de importación. En 1989 la cifra ascendía a 370.000, 
excluida Canarias. Para este año se espera un 3% más. El coche no 
se compra sólo como medio de transporte: está claro que se trata de 
un signo externo. El gran despegue lo dan los coches de marca 
"mito", como Mercedes, BMW, Jaguar y Volkswagen Golf, otro 
automóvil emblemático del triunfo, que en los últimos cinco años ha 
pasado, de vender 3.453 coches, a 42.773 unidades. Y si tiene 
teléfono, más. El año pasado eran 30.000 los abonados al teléfono 
móvil. Para este año la Telefónica tiene prevista la instalación de 
55.000 nuevas líneas de un instrumento a medio camino entre el lujo 
y la necesidad. "Hemos cambiado todos -concluye el sociólogo 
Francisco Andrés Orizo-, y ahora dinero equivale a éxito. Ya no hay 
otras formas de triunfar socialmente. Vivimos tiempos de hedonismo y 
consumo". En su estudio "Jóvenes españoles 89", explica Orizo: "En 
los años 80 se ha producido una desideologización y una primacía de 
lo privado sobre lo público. Frente a la década anterior, se registra 
una legitimidad social de las actividades económicas y del hecho de 
ganar dinero. Además, hay menos prejuicios para valorarlo, y por eso 
no hay complejo de mostrarlo". ·Marcuse acuñó la ecuación que da 
la clave de esta situación: Consumismo más despilfarro, igual a 
obscenidad.

El hombre "light'
H/LIGHT/PERFIL: Esta fiebre tiene una clara repercusión axiológica. 
El mundo de los valores está evolucionando. Aparece en primer lugar 
el yuppy, que el catedrático de Sociología de la Universidad de 
Barcelona define como "ejecutivo, agresivo, amoral y que posee una 
escenografía sintomática: piso de paredes blancas con cierto tipo de 
cuadros, pocos tapices, alguna reproducción de artistas 
posmodernos, aire acondicionado y pocos libros. Posee además sus 
propios fetiches audiovisuales, es proclive a la adoración del cuerpo, 
es decir, a la sacralización de lo profano. Se complace en su 
amoralidad".
El catedrático de Psicología Enrique Rojas ha encontrado una 
nueva formulación: el hombre light. Al final de una civilización -igual 
que se ha impuesto el consumo de ciertos productos, como el tabaco 
o algunas bebidas o alimentos en forma "Iigth", es decir, ligeros, 
atemperados en su fuerza-, aparece en los últimos años "el hombre 
light".
Rojas traza así su perfil psicológico: "Se trata de un hombre 
relativamente bien informado, pero con escasa formación 
humanística, muy entregado al pragmatismo por una parte y a 
bastantes tópicos por otra. Todo le interesa, pero es en tono 
epidérmico. No es capaz de hacer la síntesis de todo lo que le llega y, 
en consecuencia, se ha convertido en un sujeto trivial, ligero, con 
poca consistencia, frívolo, que lo acepta todo, pero sin tener unos 
criterios en su conducta. Todo se torna en él etéreo, leve, volátil..., 
banal, permisivo. Ha visto tantos cambios, tan rápidos y en un tiempo 
tan corto, que empieza a no saber a qué atenerse o, lo que es lo 
mismo, se instala en la afirmación de que "todo vale", o "qué más da", 
o "las cosas han cambiado".
La era del plástico ha transformado al ser humano en un ser 
acostumbrado a usar y tirar. El mando a distancia le hace pasar como 
gato sobre brasas, rápida y nerviosamente, por todos los canales. No 
puede digerir tanta información. La cultura pasa a un segundo 
término. Se busca lo más fácil, lo más placentero, lo que se puede 
conseguir al instante con sólo blandir la tarjeta de crédito.
Ya no queda ni rastro del mayo francés del 68, de los líderes y 
profetas que marcaban una cierta austeridad de vida y compromiso 
colectivo. Como dice Rojas, "el hombre light no tiene referente, ha 
perdido el punto de mira alto y está cada vez más perdido ante los 
grandes interrogantes de la existencia". Es un ser a la deriva, incapaz 
de llevar adelante cualquier compromiso serio, víctima de su propia 
inmadurez.
VALORES/BANCARROTA: Por otra parte, en la bancarrota de 
valores, muchos se alegran de la caída del comunismo tras la ruptura 
del muro y el estallido de la perestroíka. Pero olvidamos que el 
marxismo, junto a sus tremendos errores, aportaba una cierta mística 
de la sobriedad y un contrapeso al individualismo competitivo made in 
USA, medio algo salvaje para el triunfo socioeconómico.
La Asociación de Estudios de Mercado, desde un nivel más a ras de 
la calle, detectó en Europa en 1987 siete tipos o estilos de vida: 
V/TIPOS-O-ESTILOS

-Los jóvenes lobos: lanzados al éxito profesional, agresivos, 
ambiciosos, inestables, de vida familiar turbulenta, inconformistas, 
amorales.
-Los rebeldes: universitarios inconformistas, desilusionados con la 
política actual, antiutópica, despreocupados de su salud y de su 
imagen.
-Los aventureros: egocéntricos, perseguidores del dinero, poco 
disciplinados, con mucho "estilo" y bastante despreocupación por el 
vestido y por la alimentación.
-Los nuevos puritanos: gente adinerada y aferrada a sus éxitos 
profesionales, pero conformistas, al menos en apariencia, y 
preocupados por su salud y por el ahorro, desde una postura básica 
de conservar.
-Los padres de familia: tradicionalistas, poco ambiciosos, bien 
instalados en "su" vida...
-Los hombres grises: satisfechos con su trabajo, moderados en 
todo -en sus éxitos amorosos y monetarios en especial-, bien 
instalados en la vida social.
-Los metódicos instalados: La clase media de siempre, con 
actitudes sociales moderadas, enamorados del orden y de la 
seguridad, con esquemas vitales muy sencillos e "itinerarios vitales" 
simplistas.
-Los hombres sin brújula: Parados en su mayoría, sin metas 
profesionales, ni horizontes especiales.

En el fondo de todos los representantes de esta variada tipología, 
que seguramente cambia cada año, hay un "telón" que se repite: la 
preocupación por el dinero.

Los nuevos valores
VALORES-NUEVOS: El "poderoso caballero" de don Francisco de 
Quevedo y Lucientes se ha convertido en el protagonista casi 
omnímodo de nuestra sociedad. Pero, junto al derrumbamiento de 
una vieja cultura, que arrastra consigo sus propios ideales, emergen 
también los nuevos valores del mundo que vendrá.
Entre ellos cabe señalar los siguientes:

-Autenticidad: el hombre de hoy necesita autorrealizarse, 
autoexpresarse, rompiendo con lo estandarizado. Esta autenticidad 
supone de alguna manera un modo de despertar de la gran droga 
consumista, que se caracteriza precisamente por la multitud de 
hombres copias" frente a los hombres "originales".
El cine y la literatura muestran esta emergente necesidad de 
autenticidad. Woody Allen, por ejemplo, es uno de los "antihéroes" 
que rompen con la adoración a los "guapos" de los años 50. Filmes 
recientes como La caja de música de Costa Cavras, Paseando a Miss 
Daisy o Mentiras, sexo y cintas de video, reflejan esta apremiante 
necesidad.
-Humanismo ecológico: reacción contra el hiperdesarrollo, el 
consumismo desaforado y la burocracia rígida, que defiende una 
vuelta a lo natural y un reencuentro con la vida espontánea y sana, 
comenzando por poner fin al deterioro del medio ambiente.
-Nueva solidaridad: frente al individualismo y la autonomía 
insolidaria ("ande yo caliente y ríase la gente", del pagano refrán 
español), se percibe una necesidad de idealismo colectivo que, tras la 
caída del marxismo, parece mantenerse en pie sólo desde las 
opciones de fe de movimientos como los cristianos de América Latina, 
con recientes mártires, o los grupos antirracistas de Mandela en 
Suráfrica.
-Nueva libertad: frente al dinero como único camino para "ser 
libres", reaparece en algunos sectores la libertad "de los pobres" que 
saben que lo son, en el sentido evangélico. Esta corriente es aún más 
minoritaria y tiene que luchar en la estacada no sólo contra el dios 
dinero, sino contra el "dios seguridad", del que no se libra tampoco la 
propia Iglesia católica.

En este amplio mercado de valores, la fe tiene, sin duda, una nueva 
oportunidad. Pero el problema es que las grandes religiones, 
asustadas por el terremoto axiológico, se están refugiando, como 
criterio generalizado, en los cuarteles de invierno y se ven atenazadas 
por el síndrome del miedo. En vez de lanzarse a la calle con la 
creatividad que dan los valores inmutables, que no dependen de 
normas ni de coyunturas -amor, justicia, fraternidad, sencillez, 
apertura-, se parapetan en las formas anquilosadas de ortodoxia, que 
se identifican con valores. Y vuelven, patrocinados por algunos 
movimientos neoconservadores, el dualismo, las condenaciones de un 
"mundo malo" de por sí, los rituales y el doctrinarismo, para alcanzar 
confortable seguridad. Se da el caso de los nuevos ricos que quieren 
también alcanzar el "alto standing" religioso, la garantía de salvación, 
para lo cual están dispuestos incluso a condenarse a sí mismos, a "no 
pensar" y a ser custodiados en auténticas "guarderías de adultos".
El Evangelio no puede ser ofrecido, en medio de este cambio, como 
una normativa rígida, pasada por el Código de Derecho Canónico o 
las amenazas de ultratumba y la resurrección del demonio. Más que 
nunca, el Evangelio exige un riesgo: vivirlo a la intemperie y sin 
pretensiones de "mesianismos sociopolíticos". El peligro de un 
neoconfesionalismo, que pretende bautizar de una forma más sutil a 
la sociedad secular, es que se confunde, una vez más, con los 
esquemas del poder y, en definitiva, del dinero, la palanca engañosa 
con la que no pocos en la Iglesia siguen creyendo que vamos a poner 
los "medios eficaces".
Cuando socialistas y sindicalistas, marxistas y anarquistas parecen 
haber tirado la toalla, ¿qué queda, sino una respuesta cristiana, libre 
y solidaria, que no pretenda sacar "ganancias espirituales" del apoyo 
a los más débiles, sino quererlos y ayudarlos por sí mismos? 
El Reino de un Dios inaudito, Padre de Jesucristo, que trae su vida 
al hombre, y con ella la fraternidad, como anticipación de una plenitud 
que vendrá como don absoluto al final de los tiempos, exige una 
cosmovisión distinta. "Dios invita a todos a este Reino -afirma Javier 
Osés-, a justos y pecadores, a ricos y pobres. Pero sólo quien se 
convierte al Evangelio, entra en él. Más aún, Jesús opta claramente 
en su vida, mensaje y acción, a favor de los pobres y oprimidos, se 
solidariza con ellos en la realidad de su marginación y proclama 
enérgicamente las exigencias de la justicia... Contribuimos a la tarea 
del Reino desde la solidaridad con la clase obrera y con los otros 
hombres, sobre todo con las clases más desfavorecidas, y la defensa 
de los derechos, igual que Jesús". O, como decía Ignacio Ellacuría, 
recientemente martirizado por esta causa en El Salvador: "La fe 
cristiana tiene como condición indispensable, aunque no suficiente, su 
confrontación con la justicia. A su vez, la justicia buscada queda 
profundamente iluminada desde lo que supone la fe vivida en unión 
preferencial con los pobres. Para nosotros no son dos realidades 
autónomas, voluntarísticamente entrelazadas, sino dos realidades 
mutuamente referidas o respectivas, que forman o han de formar una 
única totalidad estructural, tal como repetidamente se ha expresado 
en la teología de la liberación y en otros movimientos afines".
En una palabra, que sólo un Evangelio que se identifique con la 
causa de los pobres y despierte al hombre dormido resituará el dinero 
en su dimensión colectiva y de medio, y no de fin, para la realización 
de la persona, aquí y en el Tercer Mundo. Y sólo el hombre que 
abandone la obsesión del enriquecimiento como meta podrá alcanzar 
una vida cabalmente humana, intensa y, al mismo tiempo, feliz. 
Necesitamos volver a recuperar la capacidad de ensueño, la fuerza de 
la utopía. Pues la fiebre del oro ni siquiera llega a ser fiebre. 
Desemboca en ese descafeinado y aburrido "hombre light" que no es 
sino un autómata más de una sociedad estandarizada que está 
perdiendo hasta el gusto mismo de vivir.

Lamet, Pedro Miguel
SAL TERRAE 1990/06.Págs. 425-433