CÓMO TRABAJAR CON EL PUEBLO


Clodovis Boff


1 INTRODUCCION: EL ARTE DEL TRABAJO POPULAR

Procuramos explicitar en este folleto las condiciones y orientaciones 
concretas que ayuden en el trabajo popular. No pretendemos dictar 
los mandamientos o recetas de cómo trabajar con el pueblo en forma 
concreta. Se trata simplemente de examinar cómo se está dando hoy 
este trabajo y exponer las indicaciones o tendencias más fecundas 
que la propia práctica está sugiriendo.
Es evidente que esto no se hace sin análisis y crítica. Intentaremos 
organizar las principales lecciones que se pueden sacar de la 
experiencia de trabajo junto al pueblo.
Nada de lo que aquí se dice debe entenderse en forma dogmática. 
Y esto sobre todo porque el trabajo popular es un arte y no una 
ciencia. Y un arte se va aprendiendo en la práctica. Tanto más cuanto 
que se trata aquí de una de las artes más difíciles: la de lidiar con la 
gente. Por eso se presentan aquí sin ninguna pretensión, indicaciones 
prácticas sobre cómo hacer trabajo popular. Ellas se deberán 
completar y corregir con otras experiencias y otras reflexiones sobre 
estas experiencias.
Sócrates, uno de los más grandes educadores de occidente, tenía 
tal conciencia de la dificultad de educar, que decía que no pretendía 
ser maestro de nadie ni tener discípulos, sino más bien amigos.


Asumir el riesgo
No existe propiamente reglas fijas para trabajar con el pueblo. Lo 
que existe son sólo pistas, líneas indicadoras. Cada uno tiene que 
asumir el riesgo, pues el riesgo hace parte de todo aprendizaje que se 
funda principalmente en la experiencia. Se acierta en el trabajo 
popular a través de " tentativas y errores ". Es imposible acertar 
siempre. En ningún lugar quizás más que aquí vale lo que se dice, que 
haciendo es como se aprende. De ahí la importancia del proceso 
como tal. "En el camino se acomodan las cargas". "Se hace camino al 
andar".
Esto no quiere decir que se deba proceder sin criterios o 
precauciones; que se deba simplemente ir hacia adelante, de acuerdo 
con la conocida afirmación: "se va a la lucha, después se verá". No. 
Aquí no se permite ningún tipo de pragmatismo frívolo o activismo 
grosero. Todo lo contrario: cuanto más delicada es la tarea, mayor 
atención, vigilancia y seriedad se ha de tener, tanto en la práctica 
como en la comprensión de la práctica. Pues si "la experiencia 
enseña", hay que oír y aprender las lecciones de la experiencia. Y 
esto no es posible sin una reflexión cuidadosa de la propia 
experiencia. Asumir el riesgo, si, pero el riesgo calculado.
Agreguemos en este punto, que hay distintas corrientes de trabajo 
popular. Algunas dan mayor importancia al papel del agente, y otras 
por el contrario destacan la importancia de las "bases" o de los grupos 
populares. Y también las hay que quieren encontrar un "justo 
equilibrio" entre estas dos tendencias fundamentales.
Por nuestra parte, nos referimos de modo especial al campo de 
nuestra propia experiencia que es el de la pastoral popular. Pero es 
preciso decir que tal campo entra frecuentemente en la vasta área del 
trabajo popular en general. De hecho una pastoral liberadora procura 
favorecer toda forma de afirmación y promoción popular: educativa, 
sindical, partidaria, etc.

A quién se destina este trabajo
Nos dirigimos aquí al agente del trabajo popular: educador, 
profesional, técnico, político, sindicalista, sacerdote, etc. Tenemos en 
mente principalmente el llamado "agente externo" - la persona o grupo 
de agentes que "va" a trabajar junto al pueblo. Pero lo que se dice 
vale también para el " agente interno ", el "agente popular mismo", es 
decir aquel que surge del propio pueblo y allí ejerce un papel 
educativo o político.
En realidad la distinción entre "agente externo" y "agente interno" se 
debilita y casi desaparece en la medida en que el "agente externo" se 
inserta en el universo popular, volviéndose "pueblo" y en la medida en 
que el "agente interno" o "popular" crece en experiencia y calificación 
en su trabajo. Por lo demás, es la propia dinámica del trabajo popular 
la que lleva a esta aproximación progresiva.
Así, a partir de cierto momento de la marcha, es pequeña la 
diferencia que separa a un "agente externo inserto" o "popularizado" a 
un "agente interno experimentado" o "popular". Sin embargo siempre 
perdura la diferencia imborrable del propio pasado u origen de clase.
Si aquí conservamos la distinción entre "agente externo" y "agente 
interno" es para tener en cuenta los problemas específicos que cada 
uno de ellos tiene, sobre todo el primero, en el comienzo del trabajo 
con el pueblo.
Notemos también que en este texto hablaremos normalmente de 
"pueblo", comprendiendo en este término el conjunto de las clases 
oprimidas o subalternas. Entenderemos siempre "pueblo" no en el 
sentido "clásico" (de "nación"), sino en el sentido "clasista" (de "clases 
populares"). De hecho la gente misma acostumbra autodenominarse 
como "pueblo" en los grupos de trabajo popular. A veces "pueblo" 
querrá decir simplemente la comunidad popular con la cual se está 
trabajando. En este caso, aunque el sentido (conceptual) sea distinto, 
el significado (objetivo) es el mismo: nos referimos a la misma cosa.

Una caja de herramientas y no un recetario
Las posiciones e indicaciones aquí expresadas quieren ser claras y 
prácticas. Es la propia naturaleza del trabajo la que exige esto, como 
también los destinatarios. Estos, en efecto, buscan directivas 
concretas fundadas en la acción y reflexión con miras a mejorar su 
propio trabajo.

Este librito no debe utilizarse como recetario, sino como una caja de 
herramientas. En él se encuentran instrumentos de toda clase, unos 
más útiles que otros,. Ahora bien, de una caja de herramientas se 
toma lo que se necesita para el propio trabajo. Lo importante aquí no 
es la herramienta, sino su uso; y, más que el uso, lo importante es el 
propio pueblo y su liberación.



2. CONVERSION DE CLASE DEL AGENTE

Situación inicial: una sociedad dividida
Este es el gran dato de entrada que siempre se debe tener en 
cuenta en el trabajo popular: la división social del trabajo: en trabajo 
intelectual (decisión) y trabajo manual (ejecución) y la división de 
clases: en clases dominantes y clases dominadas. Esta situación real - 
aquí apenas indicada - ha de permanecer como telón de fondo en 
todo el trabajo popular. Este en realidad arranca de ella (en cuanto a 
su forma de organización) y va en la línea de su superación (sociedad 
igualitaria).
Esta verificación elemental y general ya proporciona la línea de 
base del trabajo popular: reforzar la posición del pueblo ( su saber y 
poder). Porque no es verdad que la existencia y la conciencia del 
pueblo sean simplemente la de sus dominadores (alienación 
absoluta). No. El pueblo tiene una existencia y conciencia propias, 
aunque dominadas, reprimidas, controladas desde fuera y desde 
dentro (introyección), precisamente por las clases dominantes.

La necesaria conversión de clase
Saquemos ahora las consecuencias de la situación global de la 
división de la sociedad (de trabajo y de clases) en cuanto al agente 
del trabajo popular.
En primer lugar, el agente externo debe reconocer su situación de 
clase y el modo de su pensar y de su actuar.
Y esto sin disfraces, con toda honestidad. Ser de una u otra clase, 
pertenece al destino histórico de cada uno. No depende de una 
opción voluntaria. Y esta pertenencia marca la conciencia y el modo 
de vida de cada uno. Es falso decirse uno igual al pueblo, identificado 
con él, desde el momento en que se es de otra clase. Esta actitud 
mistifica la relación con el pueblo y lleva a la dominación so pretexto 
de igualdad.
Por otra parte, este reconocimiento debe hacerse sin masoquismo 
ni mala conciencia, sin satanizar la propia situación social ni canonizar 
la del pueblo. Hay ventajas y desventajas específicas en cada una de 
ellas.
Por eso mismo - y es el segundo punto- el agente externo necesita 
de una "conversión de clase" . Lo que importa sobre todo no es dónde 
se está, sino de qué lado se lucha. Lo que cuenta no es el origen de 
clase ni la situación de clase, sino la posición, opción y práctica de 
clase. Se trata aquí de "pasar hacia el pueblo", de situarse a su lado 
en la lucha por una sociedad nueva.
Sin embargo esto tiene su precio. Pues implica, en primer lugar, 
romper con los intereses y la mentalidad de la propia clase. E implica 
también guardar ciertos valores, desarrollarlos y pasarlos al pueblo. 
¿Qué guardar y qué dejar?

Lo que se debe dejar: la ideología
Comencemos por lo que el agente externo debe rechazar en su 
relación con el pueblo. Digamos que el agente debe romper con la 
ideología típica de su clase y con los intereses que ella expresa. 
Entendemos aquí ideología tanto las ideas como las actitudes y 
comportamientos propios de una clase.
Fijémonos en el agente de "clase media", que es de donde 
provienen la mayoría de los "agentes externos". Porque esta clase no 
constituye una clase esencial en nuestra sociedad y porque no 
constituye una clase definida, su ideología lo mismo que sus 
intereses, tampoco son definidos. Ella se define solamente a partir de 
la ideología de las otras clases fundamentales, con las cuales coincide 
en determinados momentos o según determinadas fracciones suyas. 
Por eso la definición ideológica de la "clase media" es esencialmente 
su indefinición. He aquí unos rasgos "característicos" de su 
ideología.

1. Posición encima del muro, que puede ser expresada en las 
siguientes actitudes:
. oscilación ora a la derecha, ora a la izquierda, y de ahí la poca 
firmeza de sus compromisos;
. oportunismo, que hace tomar la posición más conveniente al 
momento;
. pretensión de neutralismo político;
. creencia en las soluciones negociadas a cualquier precio 
(colaboracionismo de clase).

2. Gusto por teorías abstractas, que se expresa en:
. disputas de ideas y no de prácticas (para huir del compromiso);
. tendencia a la intelectualización de los problemas, a huir hacia las 
nubes, a adoptar un universalismo vacío, a desmaterializar las cosas;
. revolucionarismo retórico, sin mayores consecuencias;
. sectarismo político con rasgos de fanatismo y resentimiento;
. pretensión intelectualista de dirigir el proceso histórico y de guiar 
al pueblo;
. moralismo en la comprensión y solución de las cuestiones 
sociales.

3. Individualismo, manifestado en:
. aislamiento social e ideológico ("cuantas cabezas, tantas 
opiniones);
. egoísmo de intereses ("cada cual para sí..."');
. falta de espíritu de cuerpo, de clase (ya que no existe como clase 
definida);
. privatismo en la solución de los problemas ("depende de cada 
uno");
. interiorización espiritualista de los conflictos en la forma de "crisis 
existenciales", etc.

Pues bien, es de toda esta mentalidad, y de los intereses que ella 
esconde/ manifiesta, de los que el agente - clase - media debe 
despojarse si quiere aproximarse a las clases populares para 
servirles. En realidad, más que de una conversión, se trata de una 
definición de clase. Es claro que esta definición sólo se puede hacer 
en el proceso mismo con el pueblo, pues allí es donde se pueden 
identificar y superar las propias alienaciones de clase. Evidentemente, 
la disposición para esto debe ser previa en cuanto representa una 
apertura al cuestionamiento y al cambio. Sin esta disposición de 
fondo, no existe trabajo popular que transforme a la persona. 

Lo que hay que conservar: valores universales
Hemos visto lo que el agente debe abandonar; pero ¿qué es lo que 
debe conservar para pasarse al pueblo?
Debe conservar todos los valores humanos y culturales que son 
útiles para la lucha y la liberación del pueblo. En realidad no todo lo 
que es de la clase media es de clase media. Es decir: no todo lo que 
vive o adopta la clase media es característico de ella. No se puede 
confundir la naturaleza de ciertos valores, que por sí mismo son 
universales, aunque monopolizados injustamente por una clase, y su 
utilización o función ideológica. Así pues, tenemos que distinguir lo 
que es propio de la clase (clasista) y lo que es humano y universal y 
que ha sido apropiado ilegítimamente por ella. Aquí sucede en el 
orden de los valores y habilidades varias lo que sucede con los 
medios de producción: éstos son propiedad privada, pero su destino 
es colectivo. La cuestión no es, pues, destruirlos, sino apropiarse de 
ellos, no sin antes reorganizarlos profundamente.
Ahora bien, entre los valores de la clase (sin ser de clase) que el 
agente de clase media debe conservar, se pueden enumerar:
o habilidades técnicas útiles a todo el pueblo: leer, escribir, contar, 
curar, escribir en máquina, encaminar un proceso, etc.;
o informaciones de carácter histórico y de actualidad;
o capacidad teórica para analizar la realidad y sistematizar los 
conocimientos;
o valores de carácter humano, como el cultivo de la sujetividad, que 
en la clase media sólo tiene viciado su lado exclusivo y excluyente), 
etc.
Todos estos valores representan riquezas que no se deben 
abandonar, so pena de dejar al propio pueblo privado de aquello a 
que tiene derecho y que necesita conquistar. Por tanto, estos valores 
deben ser pasados, comunicados al pueblo y en cierto modo 
democratizados o socializados.

Cómo transmitir al pueblo valores de origen no popular
Naturalmente, la socialización de estos valores no se produce sin 
más. Ella supone en primer lugar una relación pedagógica correcta, 
que determine el momento, la medida y el modo de su comunicación. 
Nada, pues, de ir arrojando encima del pueblo "nuestras riquezas", sin 
más, con el pretexto de que el pueblo ha estado privado de ellas por 
mucho tiempo y que ahora ha llegado el momento de recibirlas.
En segundo lugar, es necesario refundir esos valores, que vienen 
siempre revestidos de una forma de clase ("burguesa"). Por eso es 
necesario purificarlos e inclusive convertirlos, para que puedan ser 
asimilados provechosamente por las clases populares. Esto es 
evidente, por ejemplo respecto a la ciencia, que, aunque tenga 
vocación universalista, fue creada y elaborada por la burguesía y lleva 
en su expresión cultural (lenguaje, instrumentos de producción 
científica, etc.), las marcas de nacimiento (inclusive la teología y el 
marxismo).
En realidad , "todo lo que se recibe, se recibe al modo de quien lo 
recibe" -decían los maestros medioevales. Así, valores universitarios, 
vividos hasta entonces por una clase, sólo pueden enriquecer a otra 
clase cuando son recibidos y asimilados según los esquemas de esa 
otra clase. Valores universales, de los cuales fueron portadores y 
beneficiarias las clases dominantes, sólo puede ser vividos 
correctamente por el pueblo al modo de éste, es decir, popularmente. 
Y esto vale tanto para el tener como para el poder, el saber, e 
inclusive el creer. Donde se ve que no es sólo el agente es quien 
debe convertirse, sino que también se debe convertir la riqueza que él 
lleva consigo en su trabajo popular.

¿Conversión del agente interno?
La cuestión del cambio ideológico y político (conversión o definición 
de clase) se ha referido aquí al agente externo. Pero el agente interno 
también puede ser llamado a la conversión, justamente en la medida 
en que tiene introyectado al opresor dentro de sí y por eso piensa y 
actúa según los dirigentes de las asociaciones populares de todo 
género.
En este caso, el propio agente oprimido necesita de conversión: 
conversión a la propia clase y a su liberación colectiva. Evidentemente 
el proceso de conversión aquí obedece a una dinámica propia. Es la 
dinámica del propio trabajo popular de que estamos tratando aquí. Es 
decir: en el proceso de la reflexión/acción es donde el agente popular 
alienado puede convertirse (sobre todo si es apenas ingenuo) o 
revelarse y desenmascararse (si es malintencionado). Pero todo esto 
se verá mejor más adelante.



3. EL PAPEL PARTICULAR DEL AGENTE


El agente externo no es sólo diferente del pueblo por su extracción 
y su situación de clase, sino también por su posición en el proceso o 
marcha de liberación. En realidad él es un agente y como tal tiene un 
papel más que especial. Y esto vale también para el agente popular.
Este papel puede ser político, técnico, pastoral, educativo. A falta 
de un término mejor y más apropiado podríamos quizás hablar de 
función pedagógica, para englobar todas las funciones de crecimiento 
integral de la comunidad o del pueblo. 
Importa que el agente, a más de reconocer su carácter de clase, 
reconozca y asuma su posición específica junto al pueblo. Tal posición 
puede ser designada como alteridad o diferencia pedagógica
De hecho es una ilusión decirse o pretenderse "igual al pueblo". El 
igualitarismo como tentativa e inclusive como apariencia o impresión 
de puro achatamiento entre el agente y el pueblo, debe ser 
desenmascarado como una farsa.
La igualdad entre el agente y el pueblo se da en otro nivel, más 
profundo que el de la mera copia o máscara. Cómo veremos luego, la 
igualdad consiste en la identificación en una misma causa o proyecto 
fundamental, en una misma práctica o lucha y finalmente, y en cuanto 
es posible, en un mismo universo cultural.
Si alguien es o se vuelve agente es porque tiene algo que ofrecer al 
pueblo, tiene una contribución particular para darle a su marcha. El 
agente es agente porque es diferente. Y esto es lo que tiene que 
verse y asumirse.
Ahora, el hecho de ser diferente no coloca de por sí al agente fuera 
o por encima del pueblo. Se trata por el contrario de un servicio que 
debe ser prestado sin arrogancia y casi por imposición histórica. Antes 
que ser un título de gloria o mérito, es una obligación ética y una 
misión social objetiva. "¡Ay de mí si no trabajo con el pueblo!" -podría 
decir el agente, parodiando a S. Pablo.
Por esto, sólo quien no entiende su posición real en el proceso de 
crecimiento popular puede pretender o dirigir al pueblo o ser 
absolutamente igual a él. Aparecer por encima del pueblo o 
desaparecer en medio del pueblo no interesa al final de cuentas al 
pueblo. Esto sería no ayudarle. Se trata de estar al lado o en medio 
del pueblo, siendo lo que se es, sin fantasías o máscaras, y haciendo 
de su diferencia un servicio.

Cómo caracterizar al agente
Podríamos aquí, más que definir, describir o caracterizar la función 
propia del agente en su diferencia pedagógica (siempre en el sentido 
amplio de la paidéia griega, como función integral). Vamos a 
caracterizar la función del agente por medio de un esquema que 
hablará por sí mismo.

Dos modelos de agente o educador
[Cuadro]

Observemos aquí que las figuras del agente o educador como 
partero, agricultor y médico nos vinieron entre otras menos felices 
(alfarero, domador), de la tradición griega, y fueron utilizadas 
especialmente por Platón, en general en boca de Sócrates. Conviene 
anotar que son simples comparaciones, que, como tales, siempre 
claudican por una o varias partes, en especial aquí la del médico. 
Esas figuras pueden evidenciar una alteridad pedagógica 
exagerada si las tomamos como profesiones. Pero indican 
correctamente la especificidad de la acción pedagógica -trabajo a 
partir de dentro- si nos fijamos en la función o práctica concreta de 
esos tres personajes. Se trata ahí, en verdad, de una distinción de 
funciones y no de una división de categorías o personas. 
De hecho, ser agente no es una cualidad ligada a la persona, sino a 
su función. Por lo demás, el agente no es sólo ni siempre agente. En 
la base de todo, es persona humana. El agente es también accionado. 
Su lugar o función diferencial es una exigencia del grupo y no un 
predicado de su persona.
Por eso la función pedagógica (como también la función política) es 
absolutamente relativa. Por lo tanto, el agente verdadero actúa, sí, y 
con todo su vigor propio, pero siempre con la máxima discreción y 
haciéndose notar lo menos posible, sea por los títulos, sea por la 
publicidad. Es porque la modestia es intrínseca al cargo de agente.
Así, la alteridad que debe reconocer y asumir el agente, es la 
alteridad de una función propia dentro y al servicio del grupo y no una 
alteridad de distancia o de superioridad.

Autonomía del pueblo: objetivo del trabajo popular
Sí, porque el proceso educativo tiene como objetivo esencial la 
autonomía del educando. Autonomía como autodeterminación o 
autodirección, y no propiamente como independencia absoluta, pues 
el hombre vive necesariamente en situación de dependencia mutua 
debido a su carácter social.
Esto significa que el agente, como figura educativa, está destinado 
a ir desapareciendo, hasta dejar por completo de ser indispensable. 
Pues importa que el pueblo llegue a "caminar con sus propios pies", 
libre de cualquier tutela.
Evidentemente el trabajo de un agente en el proceso popular lleva 
inicialmente al pueblo a una cierta dependencia del agente. Tal 
dependencia se da precisamente en aquello que el agente trae de 
nuevo: una competencia, una capacidad de convocación, una 
contribución técnica o cultural, etc. Tal dependencia inicial es 
absolutamente natural y pertenece a la dialéctica del proceso 
educativo. La verdadera cuestión es el proceso: ¿para dónde lleva?
En efecto, la realidad es que el pueblo vive en una situación 
objetiva de opresión y alienación, o sea, de dependencia y sujeción 
frente a las clases dominantes. Cierto, el pueblo resiste, lucha y ataca. 
Pero sin el "salto" de la conciencia crítica, para lo cual es 
indispensable la presencia de una mediación educativa, la reacción 
popular permanece en el nivel elemental, fragmentario, 
desorganizado.
La valorización del pueblo y de su potencial cultural y político no 
debe hacer olvidar la situación dominante que él vive y sufre, y que es 
justamente la dominación de clase. Si no fuera por eso el pueblo ya 
estaría en el poder y no tendría mayores problemas. Sin duda, aquí y 
allá el pueblo consigue imponerse, pero en el conjunto está oprimido 
(hasta el punto de que " clases populares" significa" clases 
subalternas").
Por esto mismo todo el esfuerzo del agente es reforzar el poder del 
pueblo hasta que éste alcance su autonomía o autogestión entendida 
como control de sus propias condiciones de vida. De allí que la gran 
cuestión del agente educador es si su acción lleva al pueblo al 
crecimiento y a la libertad cada vez mayor, o a lo contrario. Esto 
supone que la interferencia del agente externo va disminuyendo en 
proporción inversa, hasta que el pueblo pueda organizarse solo.

Etapas de crecimiento de una comunidad
Se podría decir que esta marcha hacia la autonomía pasa por tres 
fases:
1. Inicialmente el agente trabaja para el pueblo. Es como si lo 
cargara, lo llevara.
2. Después el agente trabaja con el pueblo. Es como si lo amparase 
para que intente caminar con sus propios pies.
3. Finalmente, el agente trabaja como el pueblo. Es como si el 
pueblo ya pudiera caminar por propia cuenta.
En este punto el agente no sale del escenario; solamente cambia de 
papel; continúa siendo parte viva de la marcha, pero ya sin la función 
del principio, pues ésta ya ha sido incorporada por el pueblo o por 
gente del pueblo. En este sentido es como el educador desaparece 
como educador, no naturalmente como persona.
Evidentemente, para que tal proceso de autonomía llegue a 
suceder, es preciso que el propio agente haga el camino inverso: el 
de su identificación y educación progresiva a partir del pueblo. En 
realidad, el proceso pedagógico es doble: consiste en el encuentro 
recíproco de la gente y su saber con el pueblo. Y esto sucede en 
contexto de reciprocidad, diálogo y coparticipación vital. Solamente en 
el intercambio de saberes se desarrolla el proceso educativo, sea del 
lado del agente, sea del lado del pueblo.
Todo esto vale para el agente en la medida en que es educador y 
no en la medida en que es dirigente. Pues aquella función es por 
naturaleza pasajera (aunque haya siempre una "educación 
permanente", siguiendo, sin embargo, otra dinámica), en cuanto que 
esta última es permanente. En cuanto a la función de dirección, ella 
también deberá ser incorporada de modo creciente por el pueblo, 
hasta que éste produzca sus propios dirigentes. Este es un elemento 
fundamental para la autonomía popular



4. INSERCION: CONDICION PREVIA INDISPENSABLE


Se piensa a partir de los pies y de las manos
Vimos que la situación de partida del trabajo popular es la división 
social del trabajo y de clase. Vimos también que la función 
fundamental del agente es situarse en medio del pueblo para 
contribuir, desde dentro, a su autoliberación. Decimos además que 
todo eso supone una conversión de clase, conversión esta que se 
expresa en el compromiso o empeño con las clases populares.
Ahora bien, para que todo esto se pueda realizar, es absolutamente 
necesario que el agente se inserte en el ambiente popular. Cuando se 
habla aquí de inserción, se entiende por ese concepto una presencia 
o contacto físico con el universo popular. Se trata de participar 
concretamente en la vida del pueblo, de convivir con él, de establecer 
con él un lazo orgánico.
Sin esta inserción real el agente;
-no tendrá condiciones objetivas de deshacerse de sus tareas de 
clase;
-no podrá evitar el autoritarismo o relaciones de dominación en el 
ejercicio de su papel pedagógico;
-y tampoco tendrá condiciones de asumir una mística y una 
metodología realmente liberadoras - como también lo veremos más 
adelante.
Si la conciencia se nutre de las experiencias concretas (como lo 
vieron los filósofos, de los griegos hasta Marx, pasando por los 
escolásticos), si se piensa a partir de los pies (lugar social) y de las 
manos (prácticas), es indispensable que se entre en contacto vivo y 
participante con la vida del pueblo si es que se quiere entenderla y 
trabajarla.
Es evidente que la inserción física, local inclusive, no basta. Pero es 
una condición indispensable y fundamental.

La lección de una experiencia importante
Es el campo de la pastoral popular donde más se ha avanzado en 
ese sentido. No hay agencia educativa en la sociedad brasileña que 
haya llevado más en serio la necesidad de la inserción y encarnación 
concreta de los ambientes populares que la Iglesia. Fue todo un 
movimiento que agitó el cuerpo entero de la Institución eclesial en una 
línea de "pasar hacia el pueblo", "moverse hacia la periferia", 
"insertarse en los barrios populares", etc. Esta tendencia llevó a 
obispos a dejar sus palacios para instalarse en casas populares en 
las regiones pobres de la ciudad; condujo a sacerdotes a recorrer las 
favelas y las áreas rurales, antes abandonadas; arrastró a laicos 
cristianos a lanzarse en medio de los pobres en frentes de opresión y 
crisis particulares; envolvió sobre todo a las congregaciones religiosas 
en el sentido de dejar las "grandes obras" e ir a vivir en los barrios 
pobres para trabajar allí con el pueblo; obligó inclusive a los teólogos 
y a otros intelectuales cristianos a asumir compromisos concretos con 
grupos populares.
A diferencia de lo que sucedió en otras instituciones y corrientes, 
inclusive partidistas, este movimiento general y creciente de inserción 
fue favorecido por la movilización de toda la Institución eclesial, que 
garantizó así la continuidad y organicidad del movimiento; y también y 
sobre todo por una mística de conversión, encarnación y kénosis 
(despojamiento) que lanza sus raíces en lo más profundo de la propia 
fe cristiana.
Esta experiencia llevó a la convicción (y ésta puede servir de lección 
general para el trabajo popular) de que sin inserción concreta no 
puede haber un trabajo popular correcto. Es por tanto una condición 
previa básica, indispensable, aunque insuficiente, que el agente se 
identifique lo más posible con el pueblo mediante un contacto vivo con 
éste. La fecundidad pastoral y política de esta experiencia representa 
una convicción ya hoy indiscutible y un logro definitivo del trabajo 
popular.

Tipos de inserción
Sin embargo, las formas objetivas o expresiones concretas de 
inserción pueden ser mayores o menores. Ellas admiten grados 
distintos. Podemos indicar aquí esos grados o formas crecientes de 
inserción:

1. Contactos vivos
Es la forma más elemental de sentir la realidad del pueblo. Se trata 
aquí de una presencia pasajera y discontinua con el mundo de la 
pobreza y opresión. Este es el nivel mínimo necesario para poder 
asumir realmente la causa del pueblo y realizar el propio compromiso 
por su liberación. Pues inclusive viviendo en un lugar social no 
popular como sería el de la propia clase, es posible colocarse 
políticamente al lado del pueblo. Pero este compromiso puede 
mantenerse en forma correcta y continuada solamente con la 
condición de que exista una vinculación orgánica mínima del agente 
con el pueblo. Por otra parte, la .limitación de este mínimo, expresado 
por contactos no continuos, es esta: no permitir una real inmersión 
cultural en el mundo popular, con el peligro de volverse simplemente 
una especie de turismo.

2. Participación continuada
Tenemos aquí ya un modo de inserción más avanzado. En este se 
escoge una comunidad de referencia o de incardinación, cuya vida se 
acompaña en forma constante o en cuyas prácticas concretas 
(pastoral, sindical, etc.) se toma en forma continuada.

3. Vivienda
Morar en un barrio popular es una forma de sumergirse más a 
fondo en las condiciones de vida de los oprimidos por efectos de la 
impregnación que él permite. Por lo demás, es a esta forma particular 
a la que se hace alusión hoy cuando se habla de inserción en los 
ambientes populares.

4. Trabajo
He aquí un modo exigente de compartir la experiencia de vida de las 
clases populares. Se trata de una inserción en su mundo de trabajo 
(productivo), que marca toda su existencia de modo determinante. La 
inserción aquí es tanto más fecunda cuanto más decisiva y rica es la 
esfera en que se da.

5. Cultura
La inserción supone, en este nivel, que se incorpore el estilo de 
vida del pueblo en la línea de la vivienda, del hablar, del vestir, comer, 
pensar, e inclusive de orar y de creer.

Estos son los diferentes grados de inserción. Pero se pueden 
establecer también formas diversas, no escalonadas, de identificarse 
con el pueblo. Se adopta esta o aquella forma en función de las 
condiciones objetivas y de las disposiciones subjetivas de cada uno.
Sin duda el propio proceso del trabajo popular comprende una 
dinámica que lleva al agente a aproximarse en forma creciente al 
pueblo y a sus condiciones de existencia.
Objetivamente no todas las formas son equivalente: ofrecen, unas 
más, otras menos condiciones para realizar un trabajo popular 
liberador. Sin embargo desde el punto de vista subjetivo, una forma 
produce más o menos frutos también en función de la intensidad 
personal con que es asumida. Así, puede suceder que una comunidad 
de agentes, aunque more y trabaje en el mundo del pueblo, venga 
concretamente a hacer muchos menos que otra, que sólo tiene con él 
relaciones funcionales en torno a un proyecto concreto, pero que se 
empeña en él más a fondo. 

Insertarse para compartir y finalmente liberar
También es necesario decir que la inserción no es todo. Es sólo el 
punto de arranque para algo que viene después y que ella posibilita. 
Por eso la inserción no puede ser idealizada como la panacea del 
trabajo popular. Ella no es fin: es medio. Ella mira a buscar la alianza 
concreta y práctica del agente con el pueblo y del pueblo con el 
agente, siempre en favor del pueblo. Ella tiene sentido en la medida 
en que permite la participación y el intercambio de las riquezas y de 
los servicios mutuos con miras a la liberación. Pues es a partir de la 
inserción como el agente podrá descubrir su propio carácter de clase, 
y de convertirse, comprender realmente las condiciones de existencia 
y conciencia del pueblo y contribuir afectivamente a su crecimiento. 
Por otra parte, es también a partir de la inserción del agente en el 
pueblo como éste podrá elevar su nivel de conciencia, organización y 
lucha.
En realidad, el objetivo concreto más alto tanto de la inserción como 
del compartir es realizar el proyecto común de una sociedad liberada 
e igualitaria, en la cual la asimetría estructural agente-pueblo sea 
finalmente superada. Tal es el proyecto y al mismo tiempo el proceso 
de la relación agente-pueblo.
Así, la inserción sólo puede entenderse próximamente dentro de la 
perspectiva de la alianza o diálogo agente-pueblo y, más 
remotamente, dentro de la perspectiva más amplia de la liberación 
social.

¿El agente popular también debe insertarse?
Para el agente popular la cuestión se plantea, de modo distinto. La 
necesidad de inserción corresponde para él a la participación en las 
luchas del pueblo. Es a partir de allí como el agente popular se califica 
como tal.
Otra cuestión del agente popular es, una vez en funciones, no 
desligarse de la base, sino continuar enraizado e inserto en ella. 
Pues, como estamos viendo, tal es la condición previa para un 
correcto trabajo popular.


5. LA MISTICA DEL TRABAJO POPULAR

En la raíz del trabajo popular y de la propia inserción encontramos 
un conjunto de convicciones y motivaciones fundamentales que 
animan el compromiso del agente con el pueblo.
Aquí tocamos una zona de profundidad que raras veces es 
explicitada, pero que subyace en la raíz de la práctica de todo agente. 
¿Cómo llamar ese nivel profundo, oscuro, en que la práctica histórica 
echa sus raíces? A falta de otra palabra mejor, llamémosla mística. 
Ideología, filosofía de trabajo, ética o concepción de vida serían otras 
designaciones, pero menos adecuadas para lo que aquí queremos 
explicitar.
Sin mística, cualquier método de trabajo popular se convierte 
fácilmente en técnica de manipulación y las reglas metodológicas 
acaban transformándose en fórmulas rígidas y sin alma.
Describimos aquí los principios de vida o las actitudes de fondo que 
presiden el método de acción con el pueblo y que pueden reunirse 
bajo el nombre de mística del trabajo popular.

1. Amor al pueblo
Pueblo tiene aquí un significado concreto de conjunto de personas. 
Es el personal, la gente, la comunidad. No es un conjunto de 
entidades abstractas y anónimas, que, naturalmente, sería imposible 
amar.
Sin amor al pueblo, sin simpatía y buena voluntad para con las 
personas del pueblo, no se puede realizar un trabajo liberador. Para 
eso se necesita un contacto vivo con el pueblo. Sólo a partir de allí se 
puede establecer con él una " conexión sentimental" que sea 
fecunda.
No raras veces se encuentran agentes, inclusive religiosos, que 
alimentan muchas veces inconscientemente un profundo desprecio 
por los oprimidos, inclusive cuando los ayudan con gran dedicación. 
Pero lo hacen por consideración, viendo en el otro un simple objeto de 
su generosidad.
Sólo la compasión como sentimiento de identificación afectiva y 
efectiva profunda, en el sentido etimológico del término, ve en el otro 
al sujeto de un derecho, del cual fue injustamente privado, y reivindica 
al otro como igual a sí mismo. La conmiseración da con arrogancia, 
mientras la compasión ofrece como pidiendo perdón.
No es muy difícil percibir cuándo un agente quiere realmente al 
pueblo y es, a su vez, querido por él: cuando las relaciones entre uno 
y otro son de igualdad fundamental. La señal más evidente de esto se 
encuentra en la libertad de palabra que tiene el pueblo frente al 
agente. El hablar franco e inclusive crítico es índice de una relación 
fraterna y madura.
Pasemos por encima del agente autoritario, que odia y desprecia al 
pueblo (hasta su olor). Evidentemente, ante él, el pueblo tiene la 
palabra prisionera. Pero con el agente paternalista, que parece amar 
al pueblo y ser querido por él, las cosas no suceden de modo muy 
diferente. La actitud del pueblo frente a él es de expectativa, de 
gratitud servil y de dependencia. Y la señal más clara de esta 
dependencia es la palabra - eco, la palabra - reflejo: el pueblo dice lo 
que el agente espera que diga y no lo que él mismo realmente 
piensa.
Amar al pueblo es amar al "pueblo-sujeto" y jamás al pueblo-objeto. 
Es amarlo en razón de fin y nunca de medio, aunque sea para la 
"revolución" o la "sociedad nueva".
Querer bien al pueblo es querer su bien. Es luchar por su igualdad 
(opta aequalem: Agustín). Es, en suma, buscar su autonomía. Pero 
más que una regla, es el criterio del amor verdadero: si vuelve 
autónoma o esclava, o libera o somete.
Cuando hablamos aquí de amor al pueblo, abarcamos en esta 
actitud de fondo una carga inclusive afectiva. En verdad, si en la base 
de la relación pedagógica (siempre en el sentido de la paideia ) no 
hay esa raíz de afecto y ternura, no se va muy lejos. "Hay que 
endurecerse, pero sin perder la ternura jamás" (Che).
El trabajo popular ha de ser un "acto amoroso" (P Freire). O mejor, 
ha de desarrollarse dentro de un "espacio amoroso". Sin esta actitud 
espiritual, toda metodología cae en el behaviorismo, transformándose 
en tecnología de la estimulación.

2. Confianza con el pueblo
Esta motivación fundamental es consecuencia de la anterior. Pues 
amar al otro como sujeto es amar sus posibilidades y su futuro. Es 
amar lo que él es, para que llegue a ser lo que puede y debe ser.
El agente ama al pueblo, no porque éste es oprimido. Sería 
pietismo. El agente lo ama porque, siendo libre, está oprimido. Lo ama 
porque debería ser reconocido y se encuentra humillado.
En realidad, la pobreza del pueblo es empobrecimiento. Su 
debilidad es debilitamiento, su ignorancia es desconocimiento. No es 
que el pueblo haya sido alguna vez rico, fuerte y sabio, no. Lo que 
sucede es que a él se le prohibió desarrollarse, se le impidió crecer, 
se le reprimió en sus potencialidades y se le cohibió en sus 
aspiraciones.
Por eso mismo, todo trabajo popular es un trabajo de liberación: 
quitar la obstrucción, quitar el impedimento que obstaculiza la vida y el 
desarrollo.
Ahora bien, creer en las potencialidades del pueblo y en su destino 
histórico hace parte de las convicciones más profundas del agente 
realmente popular. Y si a esta convicción vienen a añadirse 
motivaciones de orden religioso (el pueblo como Pueblo de Dios, etc.), 
entonces ella se potencializa hasta el extremo.
Por eso, en el trabajo popular debe haber esa confianza básica en 
el pueblo. Confianza en su sabiduría y capacidad de comprensión, 
confianza en su generosidad y capacidad de lucha, confianza en su 
palabra.
Evidentemente, la confianza en el pueblo no es ingenuidad e 
irresponsabilidad. Existen las preparaciones y precauciones 
necesarias. Pero todas esas providencias pedagógicas ocupan lugar 
dentro de esa actitud primera: confiar en el pueblo como sujeto 
principal de la historia. Lo contrario de eso es el miedo. El miedo al 
pueblo sólo lo tienen los déspotas, por su fuerza, y los dirigentes 
paternalistas por su pretendida debilidad.
Por lo tanto, más que una fuerza actual, el pueblo posee un 
potencial, una fuerza en reserva, a la espera de su activación y lista 
para su eclosión. Se trata de un "potencial político". Y también de un 
potencial evangelizador (Puebla 1147).
Esta confianza básica en la fuerza (potencial) del pueblo da al 
trabajo popular un tono de esperanza e inclusive de alegría 
fundamental.

3. Aprecio a lo que es del pueblo
Apreciar las cosas del pueblo tiene aquí el sentido, de observar con 
simpatía, mirar disfrutando lo que se está viendo.
Aquí no se trata de una observación curiosa y egoísta, sino de una 
atención afectiva e interesada hacia las cosas de la vida del pueblo. 
Es percibir y valorizar las manifestaciones positivas de la cultura 
popular.
De antemano lo popular merece ser considerado con simpatía. 
Utilizar aquí sistemáticamente la presunción de la alienación, es 
falsear toda relación del agente con los modos de vida del pueblo.
Sabemos que el discurso del pueblo es el discurso de la propia vida 
y que es más de gestos que de palabra. Por eso mismo es preciso 
sobre todo observar. Y también escuchar. Pero escuchar con un 
tercer oído, intentando percibir bajo el discurso manifiesto el discurso 
latente. Lo que el pueblo dice interesa menos que aquello que quiere 
decir.
De hecho, el carácter metafórico o transferencial es característico 
del lenguaje popular; el pueblo dice una cosa para significar otra. Esto 
hace parte de su maña o táctica astuta. Ingenuo sería el agente que 
interpreta todo literalmente, declarando luego desde lo alto de su 
cátedra pretendidamente "crítica", que el pueblo está del todo 
alienado...
Es preciso pues observar con cuidado los modos y gestos del 
pueblo. Más aún, es preciso conocer la historia de las luchas de la 
comunidad en el seno de la cual se trabaja. De hecho, la intervención 
del agente se da dentro de un proceso de lucha que ya desde 
siempre ha sido iniciado por el pueblo. El agente no es un 
inaugurador, sino un continuador. No es un fundador, sino un 
seguidor. No un padre, sino un hermano. No un señor, sino un 
compañero.
Por lo tanto es a partir, en la base y en la prolongación de la 
marcha del pueblo, desde siempre ya en curso, donde se coloca la 
contribución propia del agente. Desconocer la lucha de la comunidad 
es muchas veces colocar la propia contribución en lo aéreo de los 
propios proyectos abstractos. La historia no comienza con el agente, 
sino con el pueblo. Con el agente puede dar un paso adelante, a 
veces decisivo, pero siempre a partir de etapas anteriores.
Ciertamente es necesario tener un conocimiento crítico y global del 
sistema social en que se inserta una comunidad. Pero tal saber 
permanece abstracto si no sirve para interpretar correctamente el 
sufrimiento y la lucha del pueblo en cuestión.
Este entendimiento crítico de la realidad popular permite también 
discernir entre lo que es propio del pueblo o apropiado por él en 
función de sus intereses, por una parte, y lo que es antipopular, 
disfuncional y alienante. Pero tal discernimiento se hace a partir de la 
valorización anterior y de fondo de lo que es del pueblo.
En suma, un trabajo popular sólo es radicalmente liberador cuando 
arranca de esta raíz; una actitud acogedora y positiva para toda 
manifestación del espíritu del pueblo: modos de hablar, de morar, de 
educar a los hijos, de vestir, de cocinar, de comer, de arreglar la casa, 
de divertirse, de trabajar, de amar, de cuidar la salud, de tratar a los 
ancianos, de relacionarse con los poderosos, de imaginar a Dios y a 
los Santos, de rezar, etc.
Porque a través de su cultura y de su horizonte mayor el pueblo 
busca su afirmación social e histórica.

4. Servicio al Pueblo
El agente que va al pueblo sólo puede ir motivado por un espíritu de 
servicio, en el sentido de colocarse a la disposición del pueblo y de 
sus verdaderos intereses.
Esta actitud implica asumir una posición hétero, centrada, es decir: 
vuelta hacia el otro y a su liberación. Servir significa asumir un papel 
subalterno, colocándose, no al frente, sino al lado o en medio del 
pueblo. Sin una actitud personal y profunda de servicio toda ley o 
mecanismo implica la manipulación del pueblo por parte del agente.
Servir jamás puede significar una relación de condescendencia, la 
cual muchas veces esconde un desprecio sutil e inconsciente para 
con el pueblo. Servir es más trabajar con el pueblo que para el 
pueblo.
En realidad entre la disposición subjetiva, generosa y seria, de 
servir y la realización objetiva de la misma hay mil trampas. Servir al 
pueblo fácilmente toma la forma de servirse del pueblo. Vivir para el 
pueblo muchas veces no pasa de un vivir del pueblo. Y aquí aparece 
el vicio del paternalismo.
Sin embargo, hay un criterio infalible para deshacer todos los 
equívocos del servicio: si con él se crea más autonomía o más 
dependencia; si libera o amarra.
Existe un auténtico trueque de servicios (en el saber, poder y tener) 
entre el agente y la comunidad. Pero este trueque - y esto es 
importante notarlo- no se da entre dos términos homogéneos. Pues 
agente y pueblo no son entidades con la misma posición y por tanto 
con el mismo peso histórico. Se trata, por consiguiente, de un trueque 
desigual. El agente coloca sus capacidades al servicio de un proyecto 
mayor, que es el del pueblo. No es el pueblo el que entra en el 
proyecto del agente, sino que es éste quien entra en el del pueblo. lo 
que más importa no es el agente, sino el pueblo. El pueblo no fue 
hecho para el agente sino el agente para el pueblo.
Con la disposición ética y espiritual del servicio, el agente coloca al 
pueblo en el centro de sus atenciones. Pero se trata, una vez más, del 
pueblo- sujeto y no del pueblo - objeto. Y colocar al pueblo-sujeto en 
el centro es considerarlo dueño de su destino y artífice de su camina. 
Es tomar en serio su libertad y su autonomía, su potencialidad y su 
esperanza.
No es que se exija aquí la entrega de la personalidad del agente 
(sacrificium personnae), sino justamente su incorporación en el 
proceso de liberación a título de miembro vivo y actuante, que sirve 
afirmándose y se afirma sirviendo.

5. Respeto a la libertad del Pueblo
Considerar al pueblo como sujeto, confiar en él y en su potencial 
histórico implica respetar al pueblo en cuanto a su palabra, a su 
marcha y a su iniciativa.
En primer lugar, el pueblo debe ser respetado en su palabra. Diga 
lo que diga, alienado o conservador inclusive, el pueblo debe ser oído 
con atención y respeto.
Nada más deseducativo que expresar con palabras o gestos, 
desdén, aborrecimiento o aversión respecto a la opinión - cualquiera 
que sea- de alguien del pueblo. Tal actitud inhibe a la persona, la 
reduce al mutismo y la aparta del trabajo común.
No es que este respeto implique automáticamente aprobación. Sino 
que cualquier crítica que se pueda o deba hacer a una palabra del 
pueblo sólo será constructiva en la base y a partir de una actitud 
fundamental de respeto y escucha anteriores.
De hecho, la concientización es un proceso de autoconcientización, 
o mejor, de interconcientización. No es inculcación doctrinal o 
manipulación. Ella se da en el diálogo entre todos, agenciado por el 
agente. Por eso mismo la palabra del pueblo debe decirse y oírse en 
plena libertad.
En este sentido, la "parresía" que reinaba en las asambleas 
políticas griegas y en el anuncio de los primeros cristianos (Hech 4, 13 
etc) o sea, el hablar franco, señal de ambiente de libertad, exige, en 
contrapartida, escuchar respetuosa y atentamente.
En segundo lugar, respeto a la historia del pueblo y a su práctica en 
curso.
Sabemos que el pueblo no es un espacio virgen, sino un terreno 
marcado por acciones pasadas y presentes. Pues bien, es de la 
mayor importancia reconocer y valorizar al máximo ese capital de 
luchas y de saber (inclusive religioso) acumulado por el pueblo. Sólo 
así es posible eventualmente reaprovechar ese capital en las 
prácticas y propuestas que avancen hacia la liberación o de reforzar 
su marcha con la contribución propia del agente.
En tercer lugar, respeto por la iniciativa del pueblo. Se alude aquí a 
las propuestas o sugerencias del pueblo (de la base) y a su acción 
creativa y espontánea.
Ahora bien, el pueblo es, en última instancia (no en primera) juez de 
sus intereses y él es también el agente principal (no único) de su 
ejecución.
No es que el agente no deba plantear problemas e inclusive 
personalmente desaprobar iniciativas populares, sino que, para tener 
ese derecho, debe comenzar por respetar la libertad de iniciativa del 
pueblo y su decisión final.
Evidentemente, junto con el respeto, y más todavía en la base, es 
importante nutrir una actitud de escucha, una disposición al 
aprendizaje, a la crítica y a la corrección por parte del agente. Todo 
esto significa humildad, kénosis (despojamiento, vaciamiento) y 
apertura a la metanoia (conversión). Pues en este suelo profundo es 
donde echan sus raíces las prácticas y las estructuras de dominación 
del hombre por el hombre. Y aquí es preciso ser radical. Y la raíz del 
hombre es su corazón, o sea su libertad.

Mística de la liberación integral
He aquí algunas actitudes fundamentales que están detrás del 
trabajo popular y que configuran una especie de mística de este 
trabajo. Nos damos cuenta de que, en el fondo, se trata de una 
espiritualidad, aunque con trazos seculares. Efectivamente, aquí es el 
espíritu el que está en cuestión.
Y tal cuestionamiento alcanza su radicalidad máxima cuando reviste 
la forma religiosa, como pudimos intuir a lo largo de la exposición 
anterior, en particular en el último punto. Por eso, la mística que 
presentamos sólo alcanza su expresión plena como mística religiosa, 
especialmente como mística evangélica.
La propia mística del trabajo popular se funda en una visión general 
del mundo y de la historia. La visión propuesta aquí es la de un 
mundo y una historia abiertos a lo trascendente. Es la de un 
humanismo radical, la de una liberación integral. Por eso el trabajo 
popular, para ser verdaderamente político, tiene que ser más que 
simplemente político: tiene que ser radicalmente humano y por esto 
también religioso. Tal es el presupuesto fundamental de todo lo que 
aquí se dice en cuanto al trabajo popular de contenido 
prevalentemente (aunque no exclusivamente) político.


6. ACCION - RELFEXION: METODODEL TRABAJO POPULAR

Tomamos aquí como método el conjunto de reglas o directrices 
prácticas que sirven para orientar la acción concreta, en el caso, el 
trabajo del pueblo.
Esta intención es quizás demasiado ambiciosa. Por eso sería mejor 
hablar de líneas de acción, pistas o simplemente de indicaciones o 
puntos prácticos para la acción concreta.
Lo que aquí se va a exponer proviene de la experiencia y reflexión 
del trabajo popular. Es esta experiencia misma reflexionada lo que 
sustenta y legitima las indicaciones que aquí se van a dar.
Nuestro esfuerzo será solamente el de recoger estas lecciones de la 
práctica, explicitarlas y organizarlas.
Es preciso también decir que el trabajo popular tiene aquí un 
carácter decididamente político. Hablando más claramente, él mira a la 
transformación de la sociedad. No es que la política sea todo, pero sí 
es el más apremiante desafío histórico (aunque ciertamente no el 
único ni el principal en sí) que está viviendo hoy el pueblo oprimido.
Trataremos en seguida del trabajo popular en general, dejando 
para más tarde la cuestión de la pastoral popular.
¿Cómo se da el trabajo popular? Se da dentro de este cuadro 
general: la combinación entre acción y reflexión. Se habla también de 
la dialéctica praxis/teoría. De hecho, las cuestiones sociales se 
resuelven mediante la práctica y la comprensión de la práctica.
Por tanto, en esta articulación entre las manos (actuar) y la cabeza 
(pensar) es donde se da el trabajo con el pueblo en el sentido de 
cambiar las relaciones sociales. Esta es la yunta que impulsa al carro 
de la historia. La unión de la práctica y de la teoría es la relación 
motora del trabajo popular. Una práctica sin teoría es una práctica 
ciega, o, a lo sumo, miope,. No ve bien, o no ve lejos. Orienta los pies 
por las manos, y no llega a la raíz de los problemas. Es decir, se 
degrada en el activismo y, en la mejor de las hipótesis, en reformismo 
(cambia cosas del sistema, pero no cambia el sistema mismo).
No se resuelve los problemas solamente con el esfuerzo, la lucha y 
el compromiso, "enfrentamiento", "votando para quebrar". Se necesita 
la inteligencia de la situación para ver las posibilidades de acción. En 
caso contrario, lo que se hace es "dar puñetazos en la punta del 
cuchillo". Es lo que se llama "voluntarismo". Ahora bien, no todo 
depende de la buena voluntad o de la fuerza de voluntad.
Es evidente que es menos posible todavía resolver los problemas 
quedándose en discusiones interminables y propuestas "radicales". 
Pues nada sustituye a la acción directa y concreta. De hecho, una 
teoría sin práctica es ineficaz para cambiar el mundo. Es como tener 
ojos y no tener manos. Es la sola práctica como acción concreta, la 
que transforma el mundo. Y la teoría existe en función de la práctica. 
Esta debe tener siempre la primacía sobre toda reflexión.
Por lo tanto, todo el trabajo popular necesita de estos dos 
elementos, ligados entre sí: teoría (reflexión, estudio, análisis, 
comprensión) y la praxis (práctica, acción compromiso, lucha).
Se trata más exactamente de dos momentos de un mismo proceso o 
de dos tiempos de una misma marcha liberadora. Es importante que 
estos dos momentos estén siempre articulados o interligados entre sí. 
Así la acción debe estar siempre iluminada y orientada por la reflexión 
y la reflexión vinculada y referida a la acción (hecha o por hacer).
En resumen, se puede decir que todo el trabajo popular, como 
trabajo político, se ejecuta dentro de la dialéctica teoría - praxis. 
Comprende la formación de la conciencia y la formación de la 
experiencia o acción. Acción lúcida y lucidez activa.


7. COMO INICIAR UN TRABAJO CON EL PUEBLO

He aquí una pregunta concreta y frecuente. Van aquí algunas 
sugerencias indicada por la práctica.

1. Participar de la marcha
Antes de cualquier trabajo con el pueblo, es importante y 
conveniente repetirlo aquí - estar, en una u otra forma, inserto en el 
medio del pueblo. Es preciso estar participando de su vida, y no 
solamente por contactos y visitas. Es sólo la participación en la vida y 
en la lucha del pueblo lo que da base a una persona o grupo de 
agentes para comenzar un trabajo junto a él. Pues sólo de esta 
manera es como una persona alcanza la confianza del pueblo y 
adquiere poder de convocación y movilización popular.
Es este el primer momento del trabajo popular: tomar piso en la 
realidad, bañarse en el ambiente. Este paso puede tomar la forma 
más elaborada de un sondeo en torno a algún problema (salud, 
religión, etc.) sentido por la comunidad en cuestión. Conviene empero 
que tal empresa envuelva en cuanto sea posible y desde el principio, 
la participación de gente de la propia comunidad.
Es evidente que las cosas son más fáciles cuando alguien entra en 
un trabajo ya iniciado por otros, pues allí basta acompañar por un 
tiempo a los que ya están absorbidos en él.

2. Partir de los problemas reales
Los problemas sentidos por la comunidad aparecen como 
particularmente reales cuando toman la forma de un conflicto, de una 
necesidad apremiante, de un anhelo o demanda, de un interés 
concreto. Del suelo de la realidad, especialmente de la realidad 
contradictoria, es de donde puede nacer un trabajo popular 
promisorio. Pues es en torno a las necesidades o intereses vitales 
como el pueblo se puede mover, y no a partir de esquemas y 
propuestas de arriba o de fuera, por muy buenas que sean.

3. Encajarse lo más posible en la marcha del pueblo
La acción del agente busca insertarse en las iniciativas, luchas e 
inclusive acciones embrionarias ya en curso. De allí la importancia de 
descubrir, ya desde el primer paso, el modo cómo el pueblo está 
reaccionando a los problemas que tiene. No se trata, pues, de crear 
cosas paralelas a las del pueblo o de comenzar todo del cero 
absoluto, cuando ya existen respuestas o elementos de respuesta 
para el problema planteado. En cuanto sea posible hay que 
aprovechar siempre lo que ya existe, y a partir de dentro, dan vida ese 
primer embrión. Puede tratarse de una acción llamada espontánea 
porque ha sido poco o nada organizada. Puede ser un grupo ya 
existente, una asociación determinada, con sus dirigentes populares 
propios.
Es evidente que, respecto a éste o a aquél trabajo, es posible que 
no haya realmente nada en una comunidad definida (alfabetización, 
guardería, sindicato, comunidad eclesial de base, etc.). Entonces es 
preciso comenzar, pero siempre a partir de algún punto de inserción, 
sobre el cual se inserta la propia propuesta.

4. Convocar a la comunidad
Es preciso, finalmente, tomar la iniciativa y llamar al pueblo para un 
encuentro. Nada excusa del llamamiento a la reunión. Es la 
experiencia la que lo dice. Alguien debe comenzar a levantar la voz. Y 
esto puede hacerlo sólo quien ve el problema en cuestión y logra 
expresar claramente lo que un grupo siente indistintamente. Este es el 
animador y no quien se da por tal (por eso, esta competencia se gana 
en el proceso).
Reunidas estas condiciones, y reunido finalmente el grupo en torno 
a un problema definido, está desencadenado el trabajo popular. Es 
preciso todavía ver cómo proseguirá. Es el tema de los dos puntos 
siguientes.


8. (II) METODOLOGIA DE LA EDUCACION POPULAR: 
CONDICIONES INTERNAS

Decíamos que el trabajo popular se realiza en dos momentos: 
reflexión y acción. El primer momento (reflexión) tiene un cuño 
esencialmente educativo. Consiste realmente en una actividad teórica, 
que mira a la comprensión de la realidad, a la concientización. Es 
esencialmente un "acto de conocimiento". Se trata aquí de la 
educación popular. Más adelante abordaremos el segundo momento - 
la acción directa - de cuño esencialmente práctico y a veces político 
("acto político").
Indudablemente el primer momento incluye también una dimensión 
práctica (e inclusive política) y el segundo, a su vez, es actuar, 
aunque se reflexiona a partir y en función de la acción. Igualmente, 
actuar no es reflexionar, aunque se actúa a partir de la reflexión y se 
actúa pensando.
Algunos elementos componen el contexto de la parte propiamente 
educativa del trabajo popular. Son las condiciones que acompañan y 
encuadran el proceso de la educación popular.

1. Diálogo
Toda educación tiene lugar en una dinámica de diálogo. No es 
preciso aquí retomar toda la doctrina de Paulo Freire, sino recordar 
algunos puntos importantes.
En primer lugar, hay que evitar todo adoctrinamiento, que es llenar 
la cabeza del pueblo con sistemas de ideas o esquemas de acción ya 
montados. Educar no es adoctrinar. Evitar, pues, todo autoritarismo 
pedagógico. Esta forma de educación que consiste en transferir el 
conocimiento del agente al pueblo, fue llamada "concepción bancaria" 
de la educación. Esta "conduce forzosamente a la división de la 
sociedad en dos partes, una de las cuales está por encima de la 
sociedad". Es, por tanto, una forma autoritaria de educación, pues 
supone que una parte sepa, hable y enseñe y la otra ignore, escuche 
y aprenda.
El papel del agente aquí es animar el debate y estimular la 
participación de todos en el mismo. Es facilitar que la palabra corra 
libre y suelta como la bola en un partido de fútbol bien organizado.
El diálogo se aprende. Está situado entre la conversión informal 
(como la que tiene lugar en una familia o en una cafetería), y el 
discurso (de un político o de un profesor). El diálogo exige una cierta 
disciplina: la de escuchar y hablar (sin interrumpirse unos a otros) y la 
de centrar el debate en torno a un problema delimitado, definido (sin 
hacer digresiones). De allí la importancia del papel del animador o 
coordinador.
Nótese que el diálogo se hace en torno a la práctica. La práctica es 
la referencia constante del diálogo y no ideas o ideales. Cuando 
decimos práctica decimos "realidad" o "vida" del pueblo. "La vida 
social es esencialmente práctica".
La práctica es mediación pedagógica. El pueblo aprende haciendo, 
pues, saca las lecciones de la vida. Para la mayor parte del pueblo, el 
aprendizaje no pasa por los libros, sino por la realidad vivida. La 
mediación no es cultural (escuela biblioteca, lecturas, etc), sino 
práctica. No es tanto por "El Capital" de Marx por lo que el trabajador 
sabrá lo que es explotación, sino sobre todo por su propia experiencia 
de fábrica y su lucha en el sindicato. No simplemente por argumentos 
se convence el pueblo, de que tiene fuerza y puede liberarse, sino 
más bien por su acción concreta y efectiva (una huelga, una 
manifestación callejera, etc). "En la práctica es donde el hombre tiene 
que demostrar la verdad, es decir, la realidad, el poder, la concretez 
de su pensamiento.
Educar no es convencer. Es pensar la propia praxis. No es con 
razones como se podrá probar al pueblo quiénes son los opresores, 
sino con acciones concretas y con reflexiones sobre ellas.
Es claro que la acción por sí sola, sin reflexión, no educa. Para ser 
educativa, la acción necesita ser digerida, asimilada. Y esa es la 
función de la reflexión, pero de una reflexión "en grupo", o sea 
dialogada.
Este lazo de la reflexión con la acción no debe entenderse de modo 
rígido. Esta relación vale en general, de modo que la referencia a la 
acción debe ser la práctica pedagógica normal en el trato con el 
pueblo. Pero sin duda el pueblo puede también aprender con la 
experiencia histórica y social de los otros (y no sólo de la propia), 
proyectar una práctica (y no sólo pensarla a posteriori), hacer 
deducciones lógicas (y no sólo inducciones ) etc.
Sea como fuere, una idea sólo se fija en el alma del pueblo cuando 
se enraíza en el surco de su propia vida. Si este surco no está 
preparado, poco se saca con sembrar.
Digamos también, para evitar toda confusión, que cuando hablamos 
aquí de praxis como mediación pedagógica se trata de una praxis 
hablada y reflexionada. No se trata en este momento de la praxis 
concreta como tal. Pues una cosa es la praxis como objeto de 
reflexión y otra la praxis como acción directa. Es esta ambigüedad es 
donde cabe la expresión: "La educación se da en la praxis". Pues en 
el momento educativo que es el de la reflexión, la praxis aparece 
evidentemente como tema de conversación. Esto supone 
necesariamente un distanciamiento de la praxis directa como tal. En 
este primer momento se habla acerca de la praxis, pero no se 
"practica" todavía concretamente. Sin embargo, esta conversación 
sobre la praxis permite dar a la praxis directa un contenido y una 
dirección consciente.

2. Participación
Nunca se hará suficiente hincapié en la importancia de la 
participación viva de todos en la reflexión. Vivir en comunidad o 
sociedad es participar. Política es básicamente participación.
Todo comienza con la participación en la palabra, en el diálogo, en 
las decisiones. En una reunión de reflexión no hay solamente un 
entrenamiento o preparación para la vida política. Allí mismo se da ya 
una vida política en la medida en que tiene lugar la participación del 
saber, del pensamiento y de los proyectos.
Independientemente de los contenidos (si son directamente políticos 
o no), una reunión debe mostrar, por su dinámica participatoria, que 
se trata de democracia, del poder popular. Y esto, inclusive cuando se 
trata de programar una procesión o un pic-nic.
De hecho, la lucha no es solamente contra los agentes de la 
opresión, externos al pueblo, sino también contra las relaciones de 
opresión, internas al pueblo, a su conciencia y a su práctica diaria. 
Política es participar, es luchar contra toda opresión, sea encarnada 
en agentes concretos, sea en comportamientos determinados. Por 
eso, la política se da también en la vida diaria, desde una 
conversación hasta la organización de una sala.
Desde este punto de vista, es preciso prestar mucha atención a la 
contradicción que ocurre frecuentemente entre una propuesta 
liberadora y un proceso autoritario que mira a implementarla; entre 
una meta democrática y un método impositivo.
Ahora bien, debe haber homogeneidad o coherencia entre una 
cosa y otra: entre contenidos y formas, proyectos y procesos, metas y 
métodos. Es imposible hacer la democracia "agarrando y reventando". 
La liberación se realiza en el camino o no es liberación. La igualdad 
comienza ya o nunca va a tener lugar.
De donde se ve que la política como participación es una dimensión 
interna de toda práctica colectiva: familiar, religiosa, etc. Sin embargo 
esto no elimina, sino que completa la cuestión de la práctica política 
específica, con contenido , formas y objetivos propios. Pues esta es la 
gran cuestión y la causa principal de la educación de hoy.

3. Comunidad
La educación se da en el contexto de la comunidad. Esta es el 
espacio del diálogo. Espacio y sujeto. La comunidad es como un 
"intelectual colectivo". Es junto como el pueblo se educa. Uno es 
profesor del otro, uno es alumno del otro. En el grupo se da la 
coparticipación de las experiencias y de las lecciones que ha 
enseñado la vida. Como el pueblo es " sujeto histórico " del poder, así 
también es el "sujeto colectivo" del saber.
El grupo de reflexión es como una "escuela popular" en que la 
gente del pueblo es al mismo tiempo educador y educando. El texto 
del aprendizaje es el libro de la vida. Por eso el diálogo se da en torno 
a la vida (problemas y luchas).
Allí el agente es parte del proceso, y una parte específica del 
mismo. El tiene el papel particular de facilitar la coparticipación o la 
socialización del saber popular. El agente es un dinamizador de la 
palabra colectiva. El es un articulador: coordina las personas entre sí 
y las personas con el tema de la vida (o de la praxis).
Sin duda el agente puede provocar a la comunidad a dar un salto 
adelante. Haciendo parte del grupo y de su caminar, él puede y debe 
contribuir al crecimiento de la comunidad a través de lo que él mismo 
ve y sabe. Esta función se ejerce especialmente en el momento de la 
decodificación o comprensión crítica y sistemática de la realidad, como 
veremos más adelante.
Por tanto, para el trabajo popular, la comunidad aparece como la 
gran mediación pedagógica como espacio y como instrumento-. De 
hecho, ella es la mediación:
-de concientización: en ella y por ella se logra una conciencia cada 
vez mayor y más crítica de la realidad;
-de participación: en ella y por ella se aprende a entrar en el juego 
de dar y recibir, de hablar y escuchar, de actuar y ser movido 
(accionado), en fin de asumir el propio lugar y el papel en la 
transformación colectiva de la realidad;
-de solidaridad: en ella y por ella se adquiere conciencia de clase y 
se construye la unión en torno a un mismo proyecto de base;
-de movilización: en ella y por ella se descubren, se asumen y se 
enfrentan los desafíos comunes, etc.
De donde se puede aprender la importancia del grupo como unidad 
pedagógica, al mismo tiempo palco y actor de la propia conciencia, 
como ha de serlo de la propia existencia


9. METODO DE REFLEXION CON EL PUEBLO

Primer tiempo: Ver

Utilizamos aquí los tres tiempos del método de la reflexión: ver, 
juzgar, actuar. Este método comenzó con la Acción Católica pero 
actualmente es usado más o menos sistemáticamente en los 
documentos episcopales latinoamericanos. en la "Teología de la 
Liberación" y en la pastoral popular (CEBs, etc.).
Se trata de un método sencillo, práctico y ya ampliamente difundido. 
En realidad, a más de su empleo pastoral o católico, expresa el 
movimiento mismo de la concientización. Además, traduce 
convenientemente los logros concretos de la reflexión sobre la 
educación popular y tiene la virtud de disciplinar, sin forzar, el diálogo 
popular en el grupo.
El primer tiempo de la reflexión en grupo (ver) corresponde 
justamente a la necesidad de "partir de la realidad". La reflexión 
entronca exactamente allí, en lo concreto de la vida.
El diálogo arranca, pues, de las "cuestiones", "problemas", 
"desafíos", en fin de la "vida concreta" del pueblo. Por otra parte ésta 
es la práctica de la educación popular. Se parte siempre de la 
cuestión: "¿Cuál es el problema"?, "¿Cuáles son los mayores desafíos 
sentidos por el pueblo del lugar? "¿Cuáles las luchas?", etc.
El método aquí parte "de abajo", "de las bases". También se habla 
de "método inductivo", porque arranca más bien de hechos que de 
doctrinas.
Esta prioridad de los "problemas", "hechos", o "vida" es una 
prioridad puramente metodológica y no moral o religiosa. Lo primero 
en la reflexión o en la acción no es necesariamente lo primero en la 
intención o en el deseo.

Realidad: ni objetivismo ni subjetivismo
"Partir de la realidad" parece más claro de lo que es. ¿Qué es esa 
"realidad" de que se debe partir y en torno a la cual se va a dialogar? 
Es la realidad del pueblo, es decir, la realidad tal como la vive y la 
siente el pueblo.
Por tanto, no se trata en primer lugar de una realidad bruta y 
extrema, tal como un analista de fuera pudiera captarla, o tal como el 
agente externo la entendiera. No, se trata de la realidad que envuelve 
al pueblo y en la cual el pueblo está envuelto. Aquí conviene evitar la 
ilusión del objetivismo, que entiende la realidad como algo meramente 
objetivo, exterior, al pueblo.
Tampoco se trata de la realidad tal como se expresa en los deseos 
que se manifiestan en las expectativas manifiestas y en los intereses 
inmediatos del pueblo. La cuestión de donde arranca el proceso de la 
reflexión concientizadora no es: "¿Qué es lo que ustedes quieren?. Si 
se comienza por allí, se cae en el subjetivismo, donde se mueven las 
ideas alienadas del pueblo, sus sueños utópicos y sus deseos 
falseados.
Es claro , si el grupo manifiesta un deseo o una espectativa 
determinada debe ser respetado y tomado en serio. Pero el agente 
tiene el deber de cuestionar tal deseo, de problematizar tal 
espectativa. Evidentemente hay que partir de allí en cuanto punto de 
partida táctico o didáctico. Es posible que, en la discusión 
cuestionadora, tal expectativa se muestre insistente y consistente. 
Entonces hay que tomar aquel punto como punto de arranque 
metodológico.

Realidad: problemas y luchas del pueblo
"Partir de la realidad" es en primer lugar, partir de situaciones que 
afectan la vida del pueblo. Se trata aquí de problemas que son 
sentidos como "desafíos" y que piden solución. Se trata 
particularmente de "conflictos" que tocan a la vida del pueblo y exigen 
una toma de posición;
"Partir de la realidad' 'es también partir de las respuestas que el 
pueblo está dando a los problemas y conflictos. Son sus luchas: de 
fuga, resistencia o avance. Aquí se tienen en cuenta las prácticas 
concretas del pueblo. Se trata de percibir el aspecto positivo de la 
realidad: las reacciones del pueblo ante sus dificultades reales.
Por la reflexión de las prácticas y luchas del pueblo se puede captar 
tanto el nivel de conciencia como el estado de existencia en que se 
halla una comunidad determinada. Pues es en la práctica donde se 
revela y se da la unión entre el aspecto subjetivo (intención, saber, 
significado) y el aspecto objetivo (circunstancia, condiciones, 
situación) de la "realidad concreta" en que vive el pueblo.
Es preciso por tanto no olvidar incluir en la "realidad del pueblo" la 
componente importante que es su práctica: reacciones , respuestas y 
luchas del pueblo. No fijarse, pues, solamente en las situaciones 
objetivas. Por lo demás, para un grupo que ya tiene una cierta 
"marcha, caminada", las prácticas ya hacen parte integrante y hasta 
principal de la propia situación. Pues allí la situación no es ya tanto la 
opresión sufrida ("problemas"), sino la reacción activa ante la opresión 
("luchas").
Y esto es tanto más importante cuando se quiere caminar en línea 
de continuidad con lo que ya existe, así sea germinalmente, en la 
marcha del pueblo.

Revisión de un trabajo
"Partir de la realidad" puede ser, en ciertos casos, partir de una 
acción determinada en términos de revisión o evaluación. En ésta se 
toma una operación bien definida para someterla a la crítica y al 
discernimiento.
La importancia de evaluar un trabajo es situarlo dentro de una 
trayectoria o de un proyecto más amplio. Pues es allí dentro donde él 
adquiere un sentido: si significa un avance, un desvío , o quizás, un 
retroceso. Sin eso el trabajo corre el peligro de perderse como algo 
aislado y anecdótico.
La revisión debe evidentemente hacerse en conjunto, con todos los 
implicados, inclusive para percibir cómo se dio el desarrollo de cada 
parte (comisiones varias, etc.) en el todo
A más de esto la evaluación tiene la virtud de rescatar 
retroactivamente los errores cometidos en la ejecución. Pues un error 
reconocido y corregido es un acierto. Un fracaso asumido ya es un 
paso adelante. Nada hay irreversible y definitivamente perdido en 
términos de proceso histórico.
Naturalmente, los errores no basta asumirlos moralmente. Es 
preciso también y sobre todo, descubrir racionalmente sus causas. 
Sólo así se podrá sacar de ellos lecciones para evitarlos en el futuro.
En verdad, el error no debe entenderse como contrario a la marcha, 
sino como parte integrante e inevitable de la misma. Imposible que 
haya un recorrido sin accidentes u obstáculos. El realismo manda 
contar con ellos y no decepcionarse o desesperarse cuando tiene 
lugar.
Esta concepción del error vale sobre todo para el agente externo, 
especialmente religioso. De hecho el agente externo tiene dificultad 
para acostumbrarse al hecho de que el pueblo vive en la opresión; 
que es continuamente reprimido; que su condición dominante es la de 
ser constantemente derrumbado al suelo aunque se levante siempre; 
que vive siendo derrotado aunque no destruido.
Y esto vale más todavía para el agente pastoral. Pues éste parece 
tener más dificultades para admitir el peligro (por exceso de 
"prudencia") y en absorber el error (por celo exagerado de "pureza").
Pero esta parte negativa es apenas un aspecto de la revisión. Hay 
que percibir también y más allá los puntos de luz, las señales de vida y 
las fuerzas de esperanza, por pequeñas que sean, dentro de la 
marcha mayor.
Del resto, tal es el descubrimiento ulterior que hace el agente 
externo cuando vive con el pueblo. Superado el choque inicial a la 
vista de la opresión permanente del pueblo, él se da cuenta de que el 
pueblo oprimido tiene una intensidad de vida impresionante. Esto 
puede notarlo en la capacidad de sufrimiento, en la generosidad en la 
lucha, en las amistades, en las relaciones familiares y amorosas, en 
las fiestas y devociones, etc. Verá entonces que todo esto revela una 
fuerza y un vigor que dejan atrás, a años luz, la vacuidad, la frivolidad 
y la superficialidad de la vida burguesa y de sus manifestaciones.
Una condición importante en cuanto a las revisiones es que el 
agente (pero esto no vale para todos) mantenga a todo precio la 
solidaridad con el pueblo, también y sobre todo en los momentos de 
fracaso. Inclusive en el error, la presencia del agente es fundamental, 
no ciertamente para solidarizarse con el error, sino para ayudar a la 
comunidad a asumirlo y rescatarlo. Sólo en este sentido y con esta 
intención tiene valor el dicho: "Es preferible errar con el pueblo que 
acertar sin él".
En este contexto tiene lugar también la autocrítica, en la medida en 
que sea sincera y libre, y la heterocrítica, en la medida en que sea 
fraterna y respetuosa.

10. Segundo tiempo: juzgar

Lo que decíamos hace poco sobre la evaluación de un trabajo ya se 
había anticipado a este segundo tiempo: el juzgar. Pero en esto no 
hay problema. El ritmo en tres tiempos: ver, juzgar, actuar, no debe 
aplicarse de modo rígido. Las más de las veces estos tres momentos 
se superponen en las diferentes intervenciones. Y esto no sólo no 
tiene inconveniente, sino que es oportuno. La importancia de la 
distinción no está en su sucesividad (que puede tener una utilización 
práctica, o mejor, pragmática, tal como organizar y disciplinar el 
desarrollo de un encuentro), sino en indicar, si no los tiempos, por lo 
menos los elementos o niveles esenciales de una reflexión: los datos o 
descripciones de una situación (ver), su análisis (juzgar) y la acción 
que se impone en consecuencia.
"Juzgar" en este segundo momento (o elemento) equivale a 
analizar, examinar, reflexionar lo que hay "detrás" de lo que aparece, 
lo que hay "por debajo" de lo que está sucediendo.
Esta tentativa de superar las apariencias es lo que define la 
"conciencia crítica". Se trata de ver y captar las causas o "raíces" de 
la situación.
Esto es necesario porque la realidad social, a partir de la cual se 
arranca, no es simple y transparente, sino compleja, contradictoria y 
opaca.
Esta tarea se realiza, como siempre, en conjunto. Pero no es 
simplemente la fuerza de reflexionar cómo se llega a las razones de 
los problemas. A más del diálogo se necesita dialéctica. El paso 
"transitivo" de la "conciencia ingenua" a la "conciencia crítica" no se 
da espontáneamente. De allí el papel indispensable del agente. Pues 
sin teoría crítica no hay praxis transformadora.
El agente tiene una función particularmente importante en el 
momento exacto de la explicación o comprensión del asunto 
planteado: una situación o una lucha. Aquí no basta "intercambiar 
ideas". Se necesita estudiar y aprender.

El grado de conciencia posible
En términos metodológicos, se trata de pasar de la "conciencia real" 
a la " conciencia posible". Es decir, lo que importa es ver cuál es el 
paso que la comunidad debe dar adelante para verlo mejor y más 
claramente posible. Se habla aquí también de "elevar el nivel de 
conciencia" del pueblo.
La noción de "conciencia posible" o del "nuevo paso" o "nueva luz" 
en el proceso de concientización, es importante para hacer frente a 
toda tentativa de doctrinarismo que quiere meter en la cabeza del 
pueblo todo un sistema teórico, una ideología prefabricada. Una teoría 
social global (como el análisis dialéctico) se transforma en dogmatismo 
cuando se utiliza de esa manera, de modo catequético y dogmático.
Es claro que el agente tiene la obligación de ofrecer al pueblo o 
colocar a su disposición instrumentos teóricos de interpretación social. 
Pero esto se debe hacer pedagógicamente, es decir, según el interés 
del pueblo y al modo de él. Así, la popularización del análisis crítico de 
la realidad social debe seguir los intereses, el ritmo y la cultura (o 
modo de ser y pensar) del pueblo. En el fondo, la cuestión de la teoría 
crítica de la sociedad no es actualmente el qué, sino el cómo. No es 
tanto cuestión de ciencia, cuanto de pedagogía y metodología.
Es evidente que el "grado de conciencia posible" va junto con el 
"grado de acción posible". Es preciso, pues, proporcionar el grado de 
conciencia a las exigencias de la propia realidad y práctica.
Ahora bien, si el agente acelera artificialmente la formación de la 
conciencia, con relación al proceso de la práctica concreta, se 
produce un desacompasamiento peligroso, una especie de 
contradicción entre la cabeza y las manos, entre la teoría y la práctica. 
Este desfase lleva a las formas estériles de radicalismo: 
revolucionarismo, conspiracionismo, revuelta, utopismo, etc.

Percepción crítica del sistema como un todo
En término de método, quizás se deba aquí tener más en cuenta la 
diferencia entre las dos fases fundamentales de la conciencia: la 
ingenua y crítica, con sus respectivas dinámicas.
Porque hay que notar que el "nuevo paso" no significa simplemente 
saber alguna cosa más acerca de la propia realidad. Esto vale en una 
primera fase, hasta que se dé el salto cualitativo de la "conciencia 
crítica". Esta, ya en posesión de una visión general de la sociedad, 
pasa a cuestionar todo el sistema.
A partir de entonces, el "nuevo paso" es una nueva luz y una 
comprensión mayor del mismo sistema en su globalidad.
Por eso mismo nada impide que pueda haber un estudio más 
sistemático y orgánico de la sociedad, especialmente para gente del 
pueblo ya más experimentada y en un contexto más libre de formación 
teórica.
Por lo demás, cursos de esta índole se van viendo necesarios a 
partir de ciertos momentos de la marcha popular, en función de la 
misma práctica que se va asumiendo. Pero aquí la teoría crítica o 
dialéctica de análisis social necesita redefinirse dentro del universo de 
la cultura y el lenguaje del pueblo, y más todavía, debe ser 
redescubierta y recreada a partir de su propia experiencia y práctica. 
Sólo así mantiene ella su vitalidad y su carácter de instrumental. Es 
decir: sólo así podrá ser controlada por el pueblo y sometida a sus 
intereses más altos.

El "juzgar" religioso de la pastoral popular
Digamos además, que en los medios cristianos (pastoral popular), el 
momento del "juzgar" coincide normalmente con la iluminación de fe 
sobre el problema en cuestión. Se trata de un "juzgar" religioso, que 
puede ser moral, bíblico, teológico, etc.
Este momento, que es el de la Palabra de Dios, es esencial para la 
pedagogía de la fe y la pastoral. No se coloca en el lugar ni al lado de 
lo que ya se vio antes: el "ver" y el "juzgar" analítico. El solamente 
sitúa todo esto dentro de un horizonte más amplio - el de la fe 
justamente - donde la realidad, vista y juzgada teóricamente, gana 
una profundidad y peso absolutamente propios y únicos - su sanción 
radical y última.
De esta manera, en el campo de la metodología pastoral, el "ver" 
debe ya incluir el "juzgar" analítico. Es entonces un "ver" crítico, que 
en epistemología teológica se llama convencionalmente "mediación 
socio-analítica". Ya el "juzgar" representa entonces un momento 
especial y propio, que no encuentra correspondiente adecuado en la 
metodología de reflexión popular común. Pero volveremos todavía 
sobre las cuestiones específicas que plantea el método de la pastoral 
popular. 
Por ahora baste notar la diferencia de terminología e inclusive de 
momentos (o elementos) en los diferentes trabajos populares. Sin 
embargo esto no viene a quebrar la dinámica metodológica como tal: 
ésta se verifica aquí y allá bajo formas distintas pero dentro de un 
mismo movimiento.

11. Tercer tiempo: actuar

El diálogo ha de llevar al compromiso, a la acción de 
transformación. Non evidentemente que tal cosa deba tener lugar en 
cada encuentro, pero sí en el proceso de la reflexión.
Cuando aquí se habla de "actuar", se trata naturalmente de 
propuestas de acción y no todavía de la acción concreta como tal.

El paso posible
Para actuar es de la mayor importancia el atenerse a la regla de la 
"acción posible", o del "paso posible". De otra manera: hay que 
percibir cuál es el "histórico viable". No lo que se "quiera", hacer. No lo 
que se "debiera" hacer, sino lo que se "puede" efectivamente hacer.
Querer hacer más de lo posible es como querer "dar un paso más 
grande de la pierna". Es quemar las etapas. Ahora bien, en este 
peligro es donde puede caer el agente, más tentado de idealismo (o 
irrealismo) que el pueblo en general.
Querer "forzar la barra" puede ser contraproducente y resultar 
retroceso. Aquí el revolucionarismo tiene el mismo efecto que el 
reaccionarismo: los extremos se tocan. Esto sucede cuando no se 
analizan correctamente las posibilidades de la situación, o sea, las 
condiciones concretas de lucha.
Son conocidos los dos errores en este sentido:
a) El voluntarismo, cuando sólo se cuenta con la disposición 
subjetiva del pueblo, sin tener en cuenta las condiciones reales de la 
acción y la correlación de las fuerzas presentes;
b) el espontaneísmo, cuando se confía que el proceso va a llevar 
por sí solo a la lucha de modo determinístico.
Para encontrar el camino cierto de la acción no se puede ni 
superestimar ni subestimar las dificultades del pueblo y la fuerza de 
sus adversarios. La apreciación concreta de las relaciones de fuerzas 
en juego debe ser obra de los que están en cuestión. Por eso en este 
tercer tiempo el trabajo del agente externo debe quedarse más atrás.
En particular, en una situación en que la correlación de fuerzas es 
extremadamente desigual o desfavorable, tomar la ofensiva y atacar 
es temeridad. Signifca buscar el fracaso. Y empujar al pueblo hacia 
allá es una irresponsabilidad. En estas condiciones, sostener las 
posiciones ya conquistadas, resistir, no ceder, o en la peor de las 
hipótesis, retroceder un poco para no ceder del todo, es decir, 
adoptar una posición de conversar cuanto sea posible los pasos 
dados, significa ya una victoria. Calificar todo como tradicionalismo o 
conservadurismo, es fruto de una cabeza idealista, que toma sus 
sueños como realidad.
Cuál sea el paso posible, no se sabe por el solo análisis, sino 
también por experiencia y por tacto político. Por eso, nada hay que 
dispense del riesgo. En ocasiones que parecen oportunas, es preciso 
intentar. Hay oportunidades que se pierden y no vuelven más. Así hay 
posibilidades históricas que sólo se vuelven tales a partir de la 
confianza y de la osadía de quienes se empeñan en ellas. Es el 
sentido del "hacer la hora sin esperar el acontecer".

Para dar un paso adelante
La marcha del pueblo puede ser acelerada en primer lugar por 
estas ocasiones u oportunidades históricas (Kairós). Se trata de 
conyunturas ricas en que se da una especie de condensación 
histórica. Es una crisis, un hecho que marca, una elección, una 
persecución, etc. Si se aprovecha, estos momentos pueden ser una 
ocasión propicia para que la comunidad dé un salto cualitativo.
Existe un segundo elemento que favorece la aceleración de la 
conciencia y organización del pueblo. Es el contacto con la 
experiencia o práctica viva de otros grupos más avanzados. Tal 
contacto puede darse en la misma práctica o inclusive en encuentros 
de reflexión. Estos marcan para muchos un punto de arranque o un 
salto decisivo. En realidad, pueblo no es solamente el pueblo con que 
se trabaja. Es una entidad social mayor con la cual se mantienen lazos 
históricos.
En tercer lugar, lo que favorece la marcha del pueblo es el ambiente 
social que se crea y que impregna en cierta manera a todos. Es lo que 
sucede en las áreas ya más trabajadas por todo un proceso de lucha 
y en algunas iglesias que tienen una pastoral de conjunto asumida, de 
corte popular.
De todos modos, importa guardar el ritmo de la marcha, sin quemar 
etapas. Esta cuestión toca sobre todo al agente, por la facilidad y 
tendencia que tiene a totalizar el proceso histórico de su propia 
cabeza. Al contrario del pueblo, que realiza su totalización a partir de 
las experiencias y de las proyecciones que ellas permiten. Es decir, a 
partir de las manos y de lo que ellas plasman.
Forzar el paso sólo puede llevar a iniciativas sectarias y a la división 
en medio del pueblo. En realidad la precipitación artificial y sectaria de 
la lucha sólo puede ser asumida por pocos, con resistencia por parte 
de la gran mayoría por cuestiones de simple sentido común.
Así, pretender desde el primer encuentro que un grupo se 
comprometa en la política directa, es la más de las veces, poner al 
grupo a perder. " Es mejor dar un paso con mil personas que mil 
pasos con una sola". Por eso importa sobre todo que la discusión 
llegue a un consenso fundamental, si no a la unanimidad, cuando se 
trata de comprometer a todo el grupo en una acción vital.

Etapas y tipos de acción
Es claro que para organizar concretamente un trabajo, para su 
preparación inmediata es conveniente distribuir las varias tareas y 
formar una comisión o grupo especial para viabilizar las decisiones 
colectivas.
En términos de las etapas de la marcha, la experiencia muestra que 
un grupo va normalmente de las tareas de nivel comunitario (ayuda 
mutua), pasando por las luchas de barrio (mejoras), llegando a las de 
sindicato hasta la cuestión del sistema político global (partido, etc).

En cuanto a los tipos de acción concreta se sabe que existen:
a) acciones autónomas del pueblo (asambleas, etc);
b) Acciones reivindicativas (memoriales, manifestaciones, etc.)
c) y acciones de organización, sea para fundar o para recuperar 
algún órgano popular (sindicatos, asociaciones, etc).

Sólo el discernimiento colectivo podrá decidir si tal o cual mejora 
debe ser exigida a las autoridades competentes o debe ser asumida 
por la propia comunidad. La regla, sin embargo, parece ser: lo que un 
órgano público puede y debe dar, sea exigido a él, y el pueblo asumir 
solamente lo que no hay otra forma de alcanzar.
En cuanto a las acciones de organización, ellas tienen la virtud de 
permitir al pueblo la continuidad y la cohesión de su marcha. Puesto 
que se refieren justamente a los instrumentos de lucha del pueblo y 
no a las luchas parciales. Estas, una vez determinadas, pueden hacer 
decaer el proceso. Con la organización no se tiene solamente los 
huevos, sino también una gallina ponedora de huevos. Así, mediante 
la organización, siempre unida a una reflexión permanente, se puede 
mantener la continuidad y el crecimiento del trabajo. De ahí su 
importancia fundamental. 


12. (II) METODOLOGIA DE LA ACCION DIRECTA: 

1º ACTUAR CONJUNTAMENTE

Daremos aquí algunas indicaciones concretas para el momento de 
la práctica directa. Son algunas sugerencias sueltas, que enseña la 
experiencia.
Estas indicaciones normalmente son tenidas en cuenta en el 
momento anterior - el de la reflexión, particularmente a la hora del 
"actuar", o sea, de la elaboración de las propuestas de acción. Por 
eso, podrían haber sido colocadas allí, pues allí es donde ellas deben 
ser enjuiciadas. Pero puesto que deben ser tenidas en cuenta en el 
proceso mismo de la acción, vamos a colocarlas en esta sección.
Esta parte - la de la acción directa- depende mucho más del tacto, 
de la habilidad (la metis griega) y por eso de la experiencia, que de 
estudios y reflexiones. Si la educación ya es un arte (un saber-hacer), 
la política (entendida aquí como toda forma de acción colectiva) lo es 
más todavía.
Es evidente que la experiencia histórica ofrece lecciones para 
todos. Pero la experiencia de los otros no dispensa de que, en 
nombre propio, cada uno haga la suya. La experiencia como tal es 
intransmisible, aunque sí lo sean su relato y sus enseñanzas.

Agente: actuar junto
Evidentemente la primera cualidad de una acción colectiva es su 
cohesión o entroncamiento interno. El imperativo de la unión vale para 
todos, pero más todavía para el agente. En el momento de la acción, 
el agente, inclusive y sobre todo el externo, debe estar junto con el 
pueblo.
Si la reflexión se hace juntos, en términos de diálogos y 
participación de la palabra, la acción también debe ser ejecutada 
conjuntamente. Por lo tanto importa acompañar al pueblo en su 
marcha.
En efecto, el agente, aunque venga de fuera, hace parte del 
proceso y del pueblo. El asumió la causa de los oprimidos y su 
marcha. Por lo tanto debe acompañarlos y asumir con ellos.
Pero ¿cuál es el lugar del agente en el proceso vivo de la acción? 
Es claro, el agente no puede sustituir al pueblo, adelantarse y tomarse 
como representante del pueblo. Esto sólo es posible al agente interno, 
realmente popular, o al agente externo que está física y 
orgánicamente inserto en medio del pueblo, sea por la habilitación, 
sea por el trabajo.

Lugar de la dirección en la acción directa
El agente externo no debe normalmente tener el liderazgo de la 
acción popular. Pero esto no quiere decir que no pueda y deba ir 
junto, participar, acompañar, en fin, hacer acto de presencia. Claro, se 
trata siempre de una presencia cualificada - el pueblo lo sabe, lo 
mismo que todos los que están eventualmente confrontados con dicha 
acción, como los opresores.
Por su parte, la dirección o coordinación de una iniciativa popular, 
también ella debe estar bien situada. Jamás actuar solo. Tampoco se 
trata de estar necesariamente al frente, en el proscenio del teatro. 
Una visibilidad ostensiva puede perjudicar la acción colectiva. Primero, 
porque revela el carácter dirigista de una acción: ésta aparecerá 
como controlada por cúpulas. Segundo, porque expone a la dirección 
a la mirada de los ataques adversarios, comprometiendo así toda la 
acción. El pueblo camina como la tortuga: con la cabeza protegida.
Así, la acción popular debe ser y, por esto mismo, aparecer una 
acción colectiva, asumida por todos. Por eso el lugar normal de la 
dirección no es atrás, protegida de las balas, pero tampoco al frente, 
expuestas fácilmente al ataque, sino en medio del pueblo. Claro, no 
para defenderse, sino para animar la lucha.

13. 2º Valorar cada paso dado 

La idea de "política", "revolución", "historia" y "praxis" suscitan 
imágenes de grandeza y excelencia inalcanzables. Ellas llevan una tal 
connotación de sueño y utopía que condensan todo el deseo de 
plenitud de una existencia alienada. El agente, por ser un intelectual, 
es particularmente vulnerable a esta seducción idealista. Es que se da 
allí más importancia al proyecto que al proceso. Sí, el cambio del 
sistema: es lo que se quiere, pero es más todavía lo que se hace.
Es indudable que hay momentos de ruptura, de saltos adelante. 
Pero éstos sólo acontecen después de un largo período de 
"acumulación política". Es ésta la que crea las condiciones de una 
"revolución".
Por eso mismo, es preciso comenzar y seguir adelante. Y se 
comienza siempre con la semilla. Todos los comienzos verdaderos son 
comienzos de humildad. Una comunidad crece a partir de los 
pequeños problemas que siente y tiene la posibilidad de solucionar 
("paso posible").
Ahora bien, los " pequeños problemas" no se oponen a los "grandes 
problemas". En la dialéctica social los "pequeños problemas" no son 
tanto parte de los grandes - los únicos dignos de atención. Son más 
bien reflejo y traducción de los grandes.
De hecho, para poder entender correctamente cualquier problema, 
por más pequeño que sea, es necesario situarlo dentro de su contexto 
social más amplio. Por ejemplo, cuando se toma la cuestión de la 
familia, de la escuela o de la salud, se acaba siempre planteando el 
problema del sistema social vigente. Sea cual fuere la puerta de 
entrada, se llega siempre al núcleo de la cuestión, que es el modo de 
organización social. Quiere decir que un problema particular es 
camino del universal.
Es claro que esta vinculación (que da el significado político de un 
problema determinado) puede ser mayor o menor. Ciertamente ella no 
agota el sentido de aquel problema (la política no es todo), pero indica 
hoy su sentido dominante.
Por todo esto, el agente ha de estar extremadamente atento a cada 
paso, a cada pequeña lucha del pueblo, desde una reunión 
participada, hasta una marcha, pasando por una acción de mutua 
ayuda o realización de un proyecto de promoción social.
Basta que aquí se sigan dos criterios básicos:
a) que aquella acción vaya en la buena dirección, es decir, que 
signifique un paso adelante en la línea del cambio de sistema;
b) que la acción sea asumida por el pueblo como sujeto 
posiblemente protagónico de la misma.
Valorizar las pequeñas luchas no es complacerse en ellas, sino 
considerarlas dinámicamente como grados necesarios para una 
ascensión mayor. Justamente porque la marcha es larga y la meta 
luminosa, por eso cada paso, por pequeño que sea, posee su valor 
propio.

14. 3º Articular los pasos con el objetivo final

Niveles de acción
En toda acción popular hay que tener en cuenta estos tres niveles:
1. el objetivo final, que es concretamente la transformación de la 
sociedad, el surgimiento de una nueva sociedad. Este objetivo puede 
ser más o menos definido. Puede tener rasgos todavía utópicos (idea 
de una sociedad reconciliada) o ya políticos (como el proyecto 
"socialista"). La definición del objetivo o ideal histórico depende del 
propio proceso de crecimiento de la conciencia y de las luchas de un 
pueblo.
2. las estrategias, que constituyen las grandes líneas de acción, 
que trazan el camino para llegar al objetivo final;
3. las tácticas, que son los pasos concretos dados dentro de las 
estrategias para llegar a la meta u objetivo. En este sentido importa 
valorizar las "astucias" que el pueblo adopta para poder sobrevivir y 
burlar a sus opresores. Este "arte de los débiles" espera todavía un 
mayor reconocimiento y aprovechamiento pedagógico y político.
En cuanto sea posible es preciso ser claro en los objetivos, firme en 
las estrategias y flexible en las tácticas. Flexible en las tácticas 
significa que se puede y se debe a veces alterar la táctica y hasta dar 
marcha atrás cuando las circunstancias lo exijan. En particular es 
preciso tener una gran sensibilidad en el sentido de acompañar y 
respetar la dinámica viva de la acción popular en el momento en que 
ella se procesa (en una manifestación, por ejemplo). Allí los dirigentes 
tienen que unir hábilmente la firmeza de la estrategia con la 
elasticidad y permitir así que el pueblo se afirme y avance.
Estos tres niveles se reproducen en escala menor para cualquier 
proyecto social aunque sea parcial.

El paso vale por su orientación
Lo importante es que cualquier acción se mantenga orientada en la 
dirección de su objetivo final. Pero orientada dialécticamente, como un 
camino de montaña, que, a pesar de todas sus curvas (tácticas), va 
fundamentalmente (estrategia) hacia la cumbre (objetivo). O como el 
río, que rodeando montañas o saltando en cascadas (táctica), sigue 
firme (estrategia) en la dirección del mar (meta final).
Entonces lo que cuenta no es el paso como tal, sino su orientación, 
es decir, su articulación con el proyecto global de la acción. Una 
acción recibe su peso de su rumbo o dirección.
En ese sentido es falsa la disyuntiva sumaria: reforma o revolución. 
Pues una reforma puede tener contenido revolucionario. Eso sucede 
cuando toma una orientación revolucionaria, o sea, cuando significa 
un paso más en la línea de la transformación social. La disyuntiva real 
es: reformismo versus revolución, pues ahí la reforma no apunta a la 
creación de una nueva sociedad, sino a la simple continuidad 
(mejorada) de la actual. 
Por otro lado, la fuerza transformadora de una acción puede ser 
naturalmente mayor o menor. Eso depende de los criterios ya 
mencionados: cuánto avanza en la dirección de una nueva sociedad, 
cuestionando necesariamente la actual, y cuánto es asumida la acción 
por los oprimidos, criterio éste que no es sino una misma cosa con el 
anterior, como su condición esencial. 

Para que la lucha no decaiga después de una victoria
La articulación paso-objetivo no es todavía entre acciones diversas, 
como veremos en el próximo punto, sino entre una acción material y 
su objetivo ideal, que aquella acción va encarnando. La relación es, 
pues, entre una instancia real y una instancia de representación (un 
proyecto, un horizonte, etc.). De allí la importancia de lo ideológico 
(teoría y proyecto) para lo práctico.
La articulación paso-objetivo es una síntesis práctico-teórica: es un 
acto práctico porque se da en la acción, pero es también algo teórico 
porque esta acción se debe situar dentro de un proyecto, lo que 
solamente es posible a través de la reflexión.
Por eso para mantener la continuidad de un trabajo, que corre el 
peligro de satisfacer con sus conquistas parciales, es necesario:
1. un proyecto histórico, que se va definiendo en forma creciente y 
que constituya la meta de la marcha como el destino del viaje para el 
viajero;
2. una reflexión, que va midiendo continuamente la distancia entre 
lo que está allí y el destino final;
3. finalmente una organización, que lleve adelante en forma 
constante la marcha, actuando y reflexionando.
Si falta uno de estos tres elementos, la lucha "cae".

La instancia utópica
El proyecto histórico adquiere un perfil concreto en el seno de la 
utopía, del ideal o del sueño. Entonces la "sociedad justa" alcanza los 
rasgos de un " socialismo" bien determinado.
Sin embargo la instancia utópica o escatológica no desaparece. Ella 
inspira la creación de proyectos históricos y alimenta la esperanza 
dentro de la marcha concreta. "Ay de las revoluciones que no 
sueñan"(P. Freire).
A condición de que sea un viaje al futuro a partir del presente y en 
función de él, el sueño utópico da salud y vigor a la práctica. De ahí la 
importancia de que la comunidad viva momentos de poesía y 
celebración del futuro absoluto. Para esto la religión ofrece recursos 
sin igual y una "esperanza contra toda esperanza".
Motor de la historia es la lucha por la justicia, si, pero animada por 
el deseo, por la fantasía y por el canto!

15. 4º Sumar fuerzas

Para que una comunidad avance, a más de unir las fuerzas de 
dentro, es necesario unirse con otras fuerzas de fuera de ella. Esto se 
da en varias direcciones.
1. Multiplicar los grupos que tienen el mismo objetivo, sea el 
religioso, sindical, partidario, cultural, etc. Grupos homogéneos tienen 
más facilidad de unirse y luchar por objetivos comunes. Así sucede 
con una red de CEBs, una Federación sindical, etc.
2. Ligarse a otros grupos populares; asociaciones de vivienda, 
clubes de madres, sindicatos, CEBs, etc. Naturalmente tal unión sólo 
se puede dar en torno a objetivos bien concretos, como una lucha de 
interés común.
3. Abarcar todo el barrio o inclusive el municipio rural en alguna 
acción colectiva de interés común.
4. Incorporar en el propio grupo o movimiento fracciones del pueblo 
que hayan quedado por fuera, así: las mujeres en el movimiento 
sindical, los hombres en las actividades religiosas, parte de la gran 
masa de los olvidados y anónimos en el movimiento popular, etc.
5. Abarcar personas o fracciones de otras clases en el propio 
movimiento, sea en términos de incorporación plena, sea en términos 
de alianza o acuerdo.
Una cuestión delicada es quién articula, o sea: la dirección de estas 
fuerzas conjuntas. Evidentemente, es preciso que la coordinación sea 
representativa de las fuerzas en cuestión. Ahora bien, la dirección se 
determina a partir de la propia acción, como también de la elección 
por parte de todos los implicados.
En particular, en los acuerdos con otras clases, o con el gobierno, 
importa al pueblo "salir ganando". Para ello es preciso ser fuerte y 
poder discutir, negociar y controlar la propuesta planteada para el 
provecho propio.,

16. 5º Formar animadores

Nuevo tipo de dirigente (popular)
En los trabajos que se realizan dentro del Movimiento Popular está 
surgiendo un nuevo tipo de "dirigente". Es el "coordinador" y no el 
"ordenador"; es el "animador" y no el "líder". Esta nueva figura ejecuta 
su papel como servicio y no como dominación o paternalismo. Se trata 
de un dirigente no dirigista, que trabaja más con el pueblo que para el 
pueblo.
En el trabajo popular la prioridad cabe a la formación no de 
"cuadros" sino de la comunidad. Se trata de crear comunidades 
participantes, corresponsables, autogobernadas. Y sólo en el seno de 
ellas y en función de las mismas, es cuando se ha de tener también la 
preocupación por formar los "cuadros" o los "animadores".
Dar prioridad a los "liderazgos" sobre las comunidades es caer en el 
cupulismo o dirigismo. Esta es otra tentación de los agentes externos 
(la primera es el doctrinarismo- la de anteponer la teoría a la 
práctica).
Para evitar el cupulismo como primacía de los "líderes" sobre la 
"base" son necesarias algunas precauciones:
1. Es preciso que los animadores surjan y se formen en la propia 
práctica . En la medida de su participación es donde alguien muestra 
que tiene cualidades de "animador". Esta no es una función 
administrativa que pueda fundarse en una base burocrática. Es en las 
luchas donde alguien puede ganar tal competencia. En este sentido 
es importante reconocer los "liderazgos" populares ya existentes en el 
seno del pueblo. Respetarlos, valorarlos y reforzarlos.
2. También importa que el "animador" nunca llegue a desarraigarse 
de un surco de clase y de sus bases. Para esto es preciso que su 
función sea renovable o rotativa. Aquí importa más la función de 
"animación" que el portador de la misma. Pues lo que interesa aquí no 
es tanto la persona individual del "animador" cuanto su trabajo en 
favor del pueblo.

Para preparar un animador
Por otra parte, ejerciendo su función específica (y no especial), el 
"animador" necesita también de un proceso de formación igualmente 
específico (pero no especial). ¿Cómo se da la formación de un 
"animador"?
El proceso de formación de un "animador" puede describirse así:
1. hacer primeramente que el nuevo "animador" trabaje con los 
animadores más experimentados. Así, a partir de la práctica, va 
aprendiendo a asumir su función propia;
2. dejar en seguida que el "animador" asuma delantera, pero 
acompañarlo de cerca, trabajando y reflexionando con él su práctica 
dentro del propio proceso;
3. finalmente, propiciar algún entrenamiento particular a partir de la 
experiencia anterior y de la nueva tarea que ha de asumir.
Siempre existe el peligro de que el "animador" se desligue de la 
base. Esto se debe a su preparación técnica o teórica mayor, al 
crecimiento y complejidad de las tareas del grupo y a la articulación de 
éste con otras instancias (gobierno, etc). Pero, para hacer frente a 
esto es preciso cuidar para que la comunidad toda crezca al mismo 
tiempo en conciencia, participación y espíritu crítico.

Controlar el ejercicio del poder
El poder tiende naturalmente a concentrarse. Contra esto es 
necesario:
1. una ética personal de servicio, autocrítica y autocontrol;
2. mecanismos instituidos por consenso para el control colectivo del 
poder: elecciones, sumisión a un reglamento escrito, división de las 
tareas, rendición de cuentas, hétero-crítica, reconocimiento de 
contrapoderes, rotatividad de los cargos, prohibición de privilegios, 
honores y mayordomías, etc.
Se trata, en fin, de crear una mentalidad nueva en el ejercicio del 
poder y también comunidades nuevas que sepan autogestionarse 
como también resistir, criticar y cambiar a los responsables del poder 
(inclusive entendido como "coordinación").
La formación de "animadores" populares es uno de los aspectos 
más importantes para la autonomía del pueblo. Pues mientras los 
dirigentes del pueblo no sean populares (o por lo menos 
popularizados), el pueblo estará siempre mal representado: acaba por 
ser primero sustituido, después olvidado y finalmente sojuzgado por 
sus pretendidos "líderes".

17. PASTORAL POPULAR: CONFRONTACIÓN RELIGION/VIDA

La fórmula general teoría/praxis se traduce en términos pastorales 
en la fórmula fe/ágape. en la "pastoral social" se habla más 
comúnmente de evangelio /vida o religión/compromiso.
En particular, en nuestro contexto latinoamericano de hoy, esta 
fórmula general se concientiza en fe/política. Y para designar el 
método de unir estos dos términos se habla de "comparación", 
"interpelación", "confrontación", "correlación" y hasta de "dialéctica".
¿Cuál es el punto de partida de la pastoral popular? Es el punto de 
partida común a todo trabajo popular: la realidad del pueblo. Esto se 
puede ver en la práctica pedagógica de Jesús. (parábolas, milagros, 
etc.), como también en la mejor tradición pastoral de la iglesia.
Sin embargo, la realidad del pueblo es la realidad del pueblo y no 
necesariamente la del agente. Ahora bien, desde el punto de vista 
pastoral, la realidad del pueblo puede ser tanto un problema material 
(enfermedad, empleo, etc.), como una cuestión religiosa (un bautismo, 
una bendición, etc.). Esto depende del tipo de comunidad y de su 
grado de conciencia.
De todos modos, sea que se entre por lo religioso o por lo social, lo 
importante es que ligue siempre una cosa con la otra: que lo religioso 
lleve hasta lo social y que lo social pase por lo religioso. En esta 
dialéctica es donde se desarrolla la pastoral popular.
Pero como la práctica en este campo suscita algunas cuestiones 
particulares y sugiere algunas orientaciones, queremos aquí 
detenernos en algunos puntos. 
En efecto, hasta ahora explicitamos la metodología del trabajo 
popular en general, independientemente de sus contenidos 
específicos: sindical, partidario, sanitario, pastoral, etc. Ahora tenemos 
que detenernos un poco en la metodología de la pastoral popular en 
función de su contenido propio: la vivencia de la fe por el pueblo.

18. COMO VINCULAR FE Y POLITICA

¿El pueblo siempre une fe y vida?
Por una parte se plantea frecuentemente la cuestión: ¿cómo llevar 
un grupo que "sólo se queda en rezar", a que se comprometa 
activamente en las cuestiones sociales? Esta es verdaderamente una 
pregunta objetiva.
Por otra parte, se dice que la vinculación fe/política es un problema 
de agentes intelectuales, ya que el pueblo, por el contrario, siempre 
liga fe y vida.
En esta última posición hay un equívoco. En efecto, la fe está 
siempre ligada a la vida. Pero la cuestión es: ¿cómo? De hecho las 
más de las veces, en la religión popular, la vinculación fe/vida es más 
conservadora que transformadora. En una visión más positiva, se 
trata de una vinculación de resistencia más que de movilización. Y 
esto sin duda se explica por las propias condiciones de vida (oprimida) 
del pueblo.

Sugerencias para unir activamente la fe a la vida
Para llevar un grupo a comprometerse activamente en la 
problemática social es preciso hacer una reflexión de la fe sobre los 
problemas de la vida (conflictos y prácticas). Quiere decir: a partir de 
dentro de la fe es como se va desarrollando la dimensión política que 
le es connatural. He aquí algunas sugerencias nacidas de la práctica:

a) Partir de la Biblia, sobre todo de algunos textos que tienen un 
poder de inducción política mayor: el Exodo, los Profetas, los 
Evangelios, el Apocalipsis.
b) Convidar a los participantes a traer hechos de vida relacionados 
con el texto bíblico leído.
c) Aprovechar ocasiones propicias (casos sucedidos en la 
comunidad, situaciones problemáticas, testimonios de participantes, 
etc. ) para reflexionar en torno a ellas y proyectar sobre ellas la luz de 
la Palabra.
d) Rezar a propósito de problemas y luchas del pueblo.
e) Hacer dramatizaciones de estos problemas y luchas, 
relacionándolos con algún pasaje bíblico o con la visión general de la 
fe.
f) Celebrar (en misa, vigilia, etc.) los eventos comunitarios que 
tienen mayor contenido social y político, etc.

Lo importante en todo esto es que no se pierda la relación entre la 
fe (palabra, oración, celebración, etc.) y vida (problemas, conflictos, 
luchas, etc.), sea cual fuere el punto de partida- la fe o la vida-. 
Evidentemente a medida que una comunidad se va comprometiendo 
en las cuestiones sociales, más fácil se vuelve la síntesis 
transformadora entre fe/política o evangelio/vida.

Contra el riesgo opuesto de desligar la vida de la fe
Sin embargo hay siempre el riesgo de que la práctica social y 
política sean tan envolventes, que lleven a un grupo a debilitar e 
inclusive a perder su relación con el polo " fe" y con la comunidad de 
fe -la iglesia. La pastoral popular debe estar atenta a esto. Así, 
inclusive cuando de entrada se arranca de las cuestiones sociales 
concretas es preciso que se llegue siempre al momento del " juzgar " 
estas cuestiones "a la luz de la fe".
En esta hora, es importante que la referencia indispensable a la 
Palabra de Dios (por un abordaje bíblico o teológico) sea orgánica y 
no superficial. Para esto se exige seriedad y el tiempo necesario. a fin 
de que haya una verdadera impregnación de la comunidad en las 
fuentes de la fe.
El descuido de este punto lleva a destruir la pastoral como práctica 
específica, disminuir la confianza del pueblo en los agentes de iglesia 
y a privarse -el agente y el pueblo- de una fuente de inspiración y 
animación privilegiada que lleva a la fe verdadera.

19. COMO RELACIONAR ORGANIZACION ECLESIAL 
Y ORGANIZACION SOCIAL DEL PUEBLO

Cuando se habla de "práctica" se entiende normalmente la práctica 
concreta (social o política). En este caso decimos aquí que la fe se 
desdobla (no se transforma) en práctica social o política. Y esto sin 
rupturas.
Sin embargo, más allá de las prácticas sociales en que la fe se 
desarrolla, existen las prácticas religiosas o eclesiales. Estas son 
específicas. Se trata de las prácticas de culto (misa, bautismo, 
procesión, rosario, etc. ), enseñanza (catequesis, etc.) y de 
organización (CEBs, etc.).
Hay, pues, dos esferas distintas: la esfera eclesial y la esfera social, 
ambas con sus prácticas propias, aunque relacionadas entre sí. Por 
eso, la cuestión, en este nivel, no es separar, sino más bien combinar 
las dos esferas, o sea: la comunidad eclesial y otras asociaciones del 
pueblo.
En este sentido la pastoral popular debe tender hacia algunos 
puntos importantes si quiere organizar al pueblo tanto eclesial como 
socialmente:

1. Es preciso, en primer lugar, garantizar la realización de la esfera 
eclesial. Y esto en sus tres niveles: de doctrina (catequesis, cultura 
bíblica y teológica. etc.), de la celebración (prácticas sacramentales y 
devocionales) y de la organización (comunidades, ministerios, etc.).
Así, "partir de la realidad" puede significar, por ejemplo, partir de la 
realidad de celebraciones muertas. "Partir de la práctica" puede ser 
partir de la práctica bautismal, etc. Es preciso tomar en serio esta 
"realidad" específica (problemas o prácticas) como parte esencial de 
la pastoral popular. Considerar todo esto como mera ocasión para 
pasar a la "realidad" que única y realmente interesaría, (la social) 
significaría manipular a la comunidad y su fe.

2. Es preciso, por otra parte, adecuar convenientemente el modo de 
estructuración de la esfera eclesial (su doctrina, sus prácticas 
religiosas y su organización comunitaria) su misión, o sea, las 
exigencias auténticas de la esfera social.
Así, en términos de metodología de la pastoral popular, es 
necesario:
. que la comunidad participe activa y creativamente de las 
actividades intraeclesiales (dimensión de una "política democrática" 
interna a la iglesia);
. que la comunidad se abra al compromiso social, etc.

3. Finalmente importa desarrollar de modo simultáneo y combinado 
la esfera religiosa y la esfera social.
En efecto, sucede muchas veces que la organización social del 
pueblo esté más avanzada que su organización religiosa. Este 
desacompasamiento se puede verificar también en el nivel de la 
conciencia y de las prácticas.
Por eso, al mismo tiempo que crece el compromiso político, debe 
crecer también el compromiso eclesial. Y esto en todos los niveles:

a) de conciencia: el conocimiento bíblico y teológico debe ir a la par 
con una conciencia social y política más avanzada;
b) de práctica: las prácticas de culto, las sacramentales, han de 
combinarse con las sindicales, políticas, etc.
c) de organización comunitaria: la participación en la vida eclesial, 
especialmente por los ministerios, debe acompañar a la participación 
en la vida social, inclusive en los puestos de dirección.

Sin esta adecuación o armonía estructural entre organización 
eclesial y organización social del pueblo, habrá, en la mejor de las 
hipótesis, mera yuxtaposición, con el constante peligro de 
contradicción y ruptura, para perjuicio del propio pueblo, sea en el 
nivel religioso, sea en el político.

20. TECNICAS DEL TRABAJO POPULAR

Las diversas técnicas sólo funcionan bien cuando traducen una 
metodología. Y ésta igualmente sólo es bien aplicada cuando está 
inspirada por una mística y por una concepción general previa de la 
realidad.
En cuanto a las técnicas del trabajo popular, obsérvense 
principalmente los dos criterios siguientes:

1. si el pueblo participa de su elaboración y aplicación, y esto de 
modo creciente (en la confección de los boletines, en las 
celebraciones, etc.);
2. si llevan a la comunidad a la autonomía o sea: si aprovechan el 
crecimiento del grupo; de allí la necesidad de su revisión, siempre 
junto con los interesados -el pueblo.

Vamos ahora a exponer brevemente los principales tipos de 
recursos, mecanismos y acciones directas.

A. Recursos
1. Guiones. Son instrumentos o subsidios para la reflexión. Han de 
ser flexibles y abiertos, como también, adecuados al grado de 
desarrollo del grupo. El lenguaje debe ser naturalmente popular.
2. Cartillas. No son recetarios, sino cajas de herramientas. Procuran 
reunir en forma más o menos orgánica un patrimonio de conocimiento 
y cultura ya adquirido (salud popular, política, partidaria, leyes sobre 
el trabajo, etc.).
3. Boletines. Pueden incluir un contenido muy variado, desde 
material de reflexión hasta cartas y otras informaciones. 
Es bueno que sean hechos a dos manos: agente del pueblo y 
agentes; y con material de "doble mano": transmitiendo algo nuevo y 
recogiendo la reacción de las bases.
4. Cantos. Aprovechar el caudal de la cultura popular (folclor), 
inclusive en los métodos de creación (improvisaciones, etc.). 
Evidentemente el pueblo puede apropiarse cantos hechos por otros. 
Pero es preciso que sean comprensibles y tengan un contenido 
auténtico o verdadero. En arte, nada peor que el mal gusto, el 
moralismo o el didactismo.
5. Pancartas, carteleras. Tienen la virtud de ser sintetizadoras e 
inspiradoras de ideas o propuestas.; Por ellas el pueblo tiene la 
oportunidad de manifestar su creatividad tanto en los diseños como 
en las leyendas.
6. Material audiovisual. Cuyo principal provecho está en la reflexión 
colectiva que puede permitir inmediatamente.

B. Mecanismos
1. Dinámica de grupo. Naturalmente en el proceso de la educación 
popular se utilizan más variadas dinámicas, como el cuchicheo, la 
reflexión en círculos, la discusión en plenario, la dramatización, el 
panel, etc. Lo que más importa en todo esto es la participación de 
todos, la relación de las dinámicas con la vida (problemas y prácticas) 
y la reflexión dialogada y profundizadora que provocan. Señalemos el 
valor pedagógico - popular de las dramatizaciones.
2. Visitas. Son útiles para iniciar un trabajo y también para mantener 
la cohesión del grupo y la continuidad de la marcha. Las visitas entre 
grupos para intercambio de experiencias favorecen el aprendizaje 
colectivo, elevando el nivel de conciencia del pueblo a partir del 
intercambio de las propias luchas. Pero para que sean fructuosas, las 
visitas deben ser programadas y buscar un objetivo (lo que no impide 
evidentemente las visitas gratuitas, de pura amistad o solidaridad 
humana).
3. Entrenamientos. Encuentros de estudio y preparación de varios 
días rinden en la medida en que están ligados a una práctica (por lo 
menos proyectada) . Aquí también es importante la participación de 
los presentes en la elaboración y dirección del entrenamiento o 
cursos. A este respecto hay todo un saber acumulado (un arte) que 
aquí es imposible explicitar; bástenos recordarlo.
4. Celebraciones. Que pueden ser religiosas (vigilia, procesión, etc.) 
o de la cultura popular (fiesta de matrimonio, de aniversario, etc).
Son momentos donde prevalece la exaltación gratuita, 
realimentando así la esperanza y congraciando psicosocialmente al 
pueblo. No deben ser, fuera del propósito, instrumentalizadas para 
fines didácticos o políticos inmediatistas.
5. Juegos. No se ha de olvidar en el trabajo popular el poder 
desinhibidor e integrador de los juegos. Ellos preparan un ambiente 
propicio para la reflexión y el compromiso comunes, cuando ya no 
vehiculan contenidos pedagógicos explícitos.

C. Acciones directas
Contentémonos aquí con presentar la lista de algunas acciones 
populares concretas:
- memoriales, manifiestos de solidaridad, etc.;
- marchas, caminatas;
- huelgas, paros, etc.;
- comicios, concentraciones y otras manifestaciones 
públicas;
- celebraciones de protesta, reivindicación o victoria;
- ocupación de espacios (calles, edificios, fábricas,
etc.).
- boicoteos (de reuniones, productos, acciones);
- convites y otras acciones de ayuda mutua, etc.

Cada una de estas operaciones implica un arte propicio, que se 
adquiere ante todo por la experiencia.
Recordemos siempre que la calidad de estas acciones debe ser 
juzgada por los criterios principales ya citados: el grado de 
participación o implicación del pueblo y el efecto de autonomía 
producida.


EPILOGO

Al terminar este trabajo queremos evocar la memoria de aquel que 
entre todos fue el que mejor supo relacionarse con el pueblo oprimido 
y que más quiso y buscó en este mundo la venida del Mundo Justo, 
que llamó Reino. El adoptó como proyecto de vida y como método de 
trabajo una antigua profecía, donde se habla de la misión, del 
servicio, del anuncio de la justicia al pueblo, de la discriminación en el 
trabajo, del rescate de la más pequeña centella de vida, de la 
perseverancia en el largo caminar, y de la esperanza en el triunfo del 
Derecho (Mt. 12, 18-21 - Is. 42, 1-4). Este programa -que sigue siendo 
"el espejo de vida" de todo agente del pueblo- lo cumplió él de modo 
insuperable: 

"He aquí mi Siervo a quien yo escogí;
mi elegido en quien se complace mi alma.
He puesto mi espíritu sobre él;
dictará la ley a las naciones;
No vociferará ni alzará el tono,
y no hará oír en la calle su voz.
Caña quebrada no partirá,
y mecha mortecina no apagará.
Lealmente hará justicia;
no desmayará ni se quebrará
hasta implantar en la tierra el derecho,
y en su nombre depositarán los pueblos
su esperanza".
·Boff-Clodovis