LOS AGENTES DEL CAMBIO EN EL
MUNDO RURAL
José Guarc Pérez
¿Qué entendemos por mundo rural?
Si bien es cierto que el mundo rural ha saltado hoy día a los
medios de comunicación y sus noticias ocupan a diario páginas fijas
en la prensa; si bien es cierto que temas tan ligados al mundo rural
como la preocupación por el agua, sus usos y destino, son temas
centrales, no lo es menos que el mundo rural sigue apareciendo con
ciertas connotaciones negativas en una sociedad donde el modo de
vida ciudadano lo ha invadido todo.
Ante el mundo rural se dan dos actitudes contrapuestas. Por un
lado es objeto de deseo para el hombre de la ciudad: es la
actualización contemporánea del antiguo rure redire, volver al campo,
de los clásicos. Por otro lado siguen existiendo prevenciones ante él y
los que lo habitan. La misma palabra rural sigue cargada de estas
connotaciones negativas, frente a lo refinado y ciudadano.
Si señalamos todo esto es porque, a nuestro parecer, tiene
repercusiones en la misma opinión que sobre sí mismos tienen los
habitantes de los principales núcleos rurales (se sienten molestos
ante la idea de formar parte del mundo rural y les halaga la idea de
que su pueblo es una «cludad»), así como en la misma pastoral
desarrollada por la Iglesia. Ejea, Alcañiz, Tarazona, Monzón,
Barbastro, Jaca... ¿son o no son mundo rural? ¿basta para no serlo el
poseer el antiguo titulo de villa o ciudad? (Civitas, civis, derechos de
ciudadanía, derechos civiles..., son en realidad algo común a todo
ciudadano, a toda persona).
AGRARIO/RURAL: Lo rural no es equivalente a lo agrario. Como lo
urbano, en cuanto lugar habitacional, no es coextensivo con la
mentalidad y costumbres «modernas». El mundo rural tiene unas
características fundamentales que van más allá de la posible
dedicación, de los que lo habitan, al trabajo agrícola. El mundo rural
no es equivalente con el sector primario.
El mundo rural (y lo de menos es el nombre con el que designemos
esta realidad) se caracteriza por un determinado tipo de relaciones
humanas: un modo de transmisión oral de las noticias y sucesos, un
conocimiento personal y familiar de la mayoría de los miembros del
colectivo; apodos, motes. Unas determinadas costumbres. Todo ello
constituye como el «alma» del colectivo del que todos, más o menos
conscientemente, participan.
Otra característica fundamental del mundo rural es un determinado
tipo de organización social basada en la cercanía, el no anonimato.
Esta característica tiene repercusiones importantes en la vida de los
pueblos y en sus organizaciones: de jóvenes y mayores; de
agricultores (sindicatos, cooperativas, regantes, etc.) y trabajadores
de la industria o servicios; de tiempo libre (cazadores, cuadrillas,
bodegas) y religiosas.
En el mundo rural cada persona es alguien a quien se conoce, con
un nombre y una historia. Existen unos centros de reunión (plaza,
bares). Existe una mayor cercanía y solidaridad ante las desgracias
(muerte, funerales).
Estos hechos nos plantean si las diversas instituciones
relacionadas con el mundo rural: iglesia, enseñanza, sanidad, etc.
tienen suficientemente en cuenta esta especificidad. Un hecho tan
determinante para las personas, como es el medio en que viven, a
menudo pasa de largo en los planes de estudio de enseñantes,
sanitarios o sacerdotes.
El cambio en el mundo rural un proceso ya en marcha
Para nadie es un secreto que en los últimos lustros, la sociedad en
general pero el mundo rural más en particular, ha sufrido un proceso
de transformación que podemos definir como de paso de una
sociedad tradicional a una sociedad técnica o tecnificada.
Ha cambiado la relación del hombre con la naturaleza y la misma
representación que se tenía del mundo. Las relaciones con la
naturaleza han dejado de ser pasivas; con la introducción de la
técnica se rompen los ritmos de la naturaleza y cambia la manera de
situarse frente a ella.
Los avances técnicos no sólo han transformado el trabajo y los
instrumentos empleados en él sino que han roto la misma unidad
social. Ya no son significativos los consejos, palabras y sentencias de
los ancianos, ni las antiguas costumbres, sino que quedan
trasnochadas, sin que se haya intentado reemplazarlas
adecuadamente por otras. Si algo se intenta recuperar son los
elementos más folklóricos de ellas.
Todo lo domina la razón científico-técnica. El mundo de lo sagrado
queda desacralizado. Se ha extendido una nueva concepción de la
vida y surge el interrogante de cómo dar respuesta a los nuevos
interrogantes que se plantean. Son los valores de la modernidad que,
por especiales circunstancias de todos conocidas, llegaron a nuestra
sociedad más tarde que al resto de Europa. Modernidad que a su vez
está sufriendo ya las críticas de la llamada postmodernidad.
Todo ello hace que se sienta como problemática y llena de
dificultades una presencia activa y transformadora en el mundo rural.
No vamos a detenernos en este artículo en un análisis de la pastoral
rural, ni tampoco de los movimientos de Iglesia que en él puedan
darse. Vamos a situarnos en lo que consideramos una tarea previa:
en los sujetos de esta presencia activa y transformadora del mundo
rural y en las características de dicha presencia.
a) Los sujetos de una presencia activa y transformadora en el
mundo rural
El mero hecho de estar y vivir en un pueblo no supone sin más una
presencia adecuada en él. Una presencia adecuada en el mundo de
hoy supone una previa toma de conciencia.
Las personas, porque tenemos conciencia, podemos crear y
recrear continuamente. La conciencia no es algo distinto de la vida,
sino la vida misma que se ilumina, se hace consciente en nosotros
para que la recreemos y la podamos vivir libre y responsablemente.
Las personas vivimos, en definitiva, desde la conciencia que tenemos.
No es tarea fácil para el hombre y la mujer de nuestro tiempo vivir
«en estado de conciencia». Desterrados de nuestro mundo Prometeo
y Sísifo, es Narciso el que ocupa hoy la escena de las conciencias. De
este modo es imposible una presencia activa y, lo que es más
importante, transformadora en el mundo. Como certeramente
señalaba Carlos Tartaj (ver ·TARTAJ-SANCHEZ-C LA POSTMODERNIDAD),
ésta es la apuesta que ha hecho el hombre de nuestro tiempo:
«Dejemos la piedra en su sitio, que se queden los dioses con su
fuego y que nos dejen vivir en paz».
Desde el ángulo que nos ocupa, una presencia activa y
transformadora en el mundo rural, exige tener una conciencia rural.
Es decir, hacer nuestros sus problemas, sus aspiraciones, sus luchas,
sus logros. Vivir toda la vida rural desde nuestra encarnación en ella.
La conciencia es quien da unidad a las diversas dimensiones de
nuestra vida: sentimientos, pensamientos y acción. Estos son los tres
aspectos que componen nuestra conciencia: nuestro sentir, nuestro
pensar y nuestro actuar. Para actuar y transformar, para vivir en un
medio adecuadamente, hace falta ««adquirir conciencia» de él. Para
estar de forma adecuada en el mundo rural necesitaremos una
««conciencia rural». Nuestra conciencia rural dará unidad a nuestro
sentir, pensar y actuar en medio del mundo rural.
Pero debemos dar un paso más. Los cristianos vivimos desde
nuestra conciencia cristiana. Vivir desde nuestra conciencia cristiana
es vivir nuestra opción fundamental desde el encuentro con Jesucristo
vivido en comunidad, en Iglesia. De esta forma nuestra fe integrada
en nuestra conciencia, dará forma a todo: a nuestra sensibilidad, a
nuestro modo de pensar y a nuestro modo de actuar.
Construir en nosotros nuestra conciencia rural cristiana es
situarnos en la vida de un modo peculiar y original. Desde un modo de
sentir, pensar y actuar rural cristiano.
Situarnos así en el mundo rural nos hace tomar conciencia de que
somos agentes (provocadores) del cambio, no sólo pacientes
(sufridores) de este cambio. Por otra parte nos hace conscientes de
que el protagonista del cambio y transformación del mundo rural es el
mismo mundo rural. Abiertos por tanto y unidos a todos aquellos que,
desde sensibilidades distintas a la nuestra, trabajan por su
transformación.
Una de las claves para vivir con paz, operatividad y presencia
misionera nuestra realidad de Iglesia en el mundo de hoy, y por tanto
en el mundo rural de nuestros dias, es a nuestro parecer, la
aceptación de los otros, de lo distinto a nosotros y situarlo y situarnos
no como competidores sino como compañeros (hermanos decimos
nosotros) en el proceso de transformación del medio.
En este orden de cosas, qué necesario sería que se transformara
en consecuencias operativas el acertado documento del Consejo
Diocesano de Pastoral de la diócesis de Zaragoza sobre la
«Presencia y acción de los católicos en la vida pública», pues en
definitiva «los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de
los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de
cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias
de los discípulos de Cristo» (Concilio Vaticano II. Gaudium et Spes.
Introducción, 1).
b) Características de una presencia activa y transformadora
en el mundo rural
Por un desarrollo comunitario integral
Una presencia activa y transformadora en el mundo rural exigirá
como paso previo una apuesta por el modelo de desarrollo rural que
se pretende.
Existen dos modelos diferenciados de desarrollo comunitario.
- El modelo que podemos llamar de «arriba hacia abajo». Este
modelo está basado en la distinción entre los promotores y dirigentes
de los cambios que se pretenden conseguir y los beneficiarios de
dichos cambios. Se trata de un desarrollo inducido desde fuera de la
comunidad que se pretende transformar.
En este modelo se programa, se planifica desde fuera de la misma
comunidad local, sin partir desde los intereses que ella tiene, con lo
que a menudo se inician unos procesos que no responden a las
necesidades de la población y por lo tanto tienen poco futuro. Es un
modelo de desarrollo heterónomo.
- El modelo de «abajo hacia arriba» o de desarrollo autónomo. Este
modelo responde a un proceso educativo en el que se trata de que la
comunidad se cuestione su situación a fin de que las decisiones que
tome acerca de su propio desenvolvimiento sean decisiones propias,
autónomas y no dependientes de otros que las promuevan.
Hablamos de desarrollo comunitario integral. Es decir, que alcance
a todos los aspectos de la vida del pueblo: económicos, sociales,
politicos, ecológicos, culturales, religiosos, ya que la organización de
la economía y la convivencia ciudadana dentro del pueblo, la
participación en las instituciones del municipio y en las asociaciones
que en él se encuentran; el respeto a la naturaleza como fuente de
vida y riqueza y la recuperación de la propia entidad como pueblo y
de sus raíces históricas son los elementos que conforman un
desarrollo integral.
Trabajar desde dentro, trabajar a largo plazo
A menudo, cuando nos planteamos cualquier trabajo sea en el
ámbito que sea, andamos preocupados por adquirir una preparación
adecuada y unos conocimientos que nos dirijan y ayuden a tener una
visión general de la situación de que se trate. Y esto sin duda es muy
importante.
Sin embargo nada hay más operativo y eficaz que introducirse en
la vida y sus problemas y desde dentro buscar la solución adecuada,
dotándonos de los medios adecuados que tengamos a nuestro
alcance. Claro que esta actitud lleva un problema que debe ser
evitado y es el de perder la visión de conjunto, el que «el árbol no nos
deje ver el bosque».
La «profesionalización» ha invadido también las conciencias de
los que desarrollan su actividad en el mundo rural. A menudo
profesores, sanitarios, técnicos, etc. cumplen su horario de trabajo en
el pueblo y luego desaparecen de la vida del mismo. En este aspecto,
tendríamos que decir que afortunadamente es la Iglesia quien
mantiene una presencia más permanente en él aunque, a nuestro
parecer, no suficientemente lúcida ni con un discernimiento de los
momentos que corren.
Los trabajos más profundos y eficaces entre las gentes de los
pueblos y sus problemas no se pueden encasillar en horarios de
oficina. Compartir la vida de la calle, entrar en las casas, ir a los
lugares de encuentro, participar en las organizaciones que el mundo
rural se va dando a sí mismo, es condición imprescindible para
intervenir positivamente en la vida rural.
Las transformaciones profundas son lentas y no perceptibles de
inmediato, como el crecer de los árboles de nuestros campos. A
menudo buscamos el éxito inmediato y los resultados palpables. Un
largo plazo en los pueblos no es uno, dos, cuatro años. Es necesario
tiempo para ganar la confianza y cercanía, para vencer los recelos,
descubrir los problemas y situarse y aportar savia nueva en los
ámbitos de que se trate, incluida la comunidad de fe. Estabilidad en el
trabajo y duración de los programas son requisitos indispensables
para una presencia activa y transformadora en el mundo rural.
Trabajar desde los centros de interés
Estamos viviendo en un mundo cada vez más desmotivado. A
veces nos invade la sensación de que la mayoría de las personas del
mundo actual, son incapaces de otras preocucaciones que no sean
las más prosaicas, inmediatas e individualistas.
Esta constatación no puede hacernos creer que en la vida del
mundo rural no existen resortes y situaciones que puedan hacer
aflorar los problemas, inquietudes y necesidades del mismo.
Es necesario comenzar el trabajo por aquello que a la gente le
interesa, por lo que motiva al colectivo en el que nos movemos, que
en ocasiones no coincidirá con lo que a nosotros nos parece más
importante.
Tomar contacto, entusiasmar a un grupo de personas no es tarea
fácil. Se puede empezar por reunirse para analizar un problema que a
todos interesa y que todo el mundo percibe y siente o para hacer una
relación de problemas que ellos sienten como urgentes (que hay que
resolver pronto), o importantes (que pueden esperar, pero que tienen
más importancia o mayor calado).
Saber combinar lo urgente y lo importante es condición para
avanzar por el buen camino. Hay problemas que son capaces de
movilizar a pueblos enteros. Cuando lo urgente es también lo
importante la presencia de las personas en la búsqueda de
soluciones se hace patente. Pensemos en las movilizaciones recientes
en algunos pueblos de Aragón, por el problema del traslado de los
niños a centros situados en otros lugares para cursar la primera etapa
de la Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO), que lleva consigo el
desarraigo de los niños de sus pueblos de origen en muy temprana
edad y los riesgos añadidos de los traslados a los centros donde se
imparte.
Hay que señalar la importancia que la comarca tiene en el
desarrollo rural. Igual que el cambio individual necesita ir acompañado
del cambio de la comunidad, la transformación de un pueblo debe
situarse en el ámbito de la comarca a la que pertenece. De ahí la
importancia de todas las iniciativas que están surgiendo en el ámbito
comarcal, mancomunidades, etc.
Trabajer desde y con un grupo organizado
Una tarea transformadora del mundo rural no puede ser fruto de
personas individuales. Es el mismo pueblo el protagonista y dentro de
él serán imprescindibles las tareas desarrolladas por personas
agrupadas y organizadas.
Es importante saber diferenciar a los corredores de velocidad que
andan mucho en poco tiempo, de los corredores de fondo, cuyo
trabajo es más lento pero con mayor visión de futuro y con menos
riesgos de cansancio.
El trabajo al interior del grupo exigirá un temple esperanzado y
paciente, para profundizar en los problemas, corregir los caminos
emprendidos, consolidar la conciencia personal de cada uno y del
grupo, encontrar vías de solución y para nosotros cristianos vivir y
celebrar la fe y la presencia de Jesús en todo este proceso.
El trabajo en grupo abre el abanico de posibilidades de presencia
activa y transformadora en el mundo rural. Son muchos los aspectos a
tener en cuenta en este trabajo al interior y al exterior del grupo.
Cuidar las relaciones interpersonales y la función que realiza cada
uno; cuidar la conexión del grupo con el resto del pueblo para que no
se convierta en una élite aparte; analizar los problemas, proponerse
objetivos con los medios adecuados, repartir responsabilidades,
evaluar los resultados obtenidos.... y volviendo a comenzar de nuevo.
Con todo esto se va a posibilitar la conexión de las gentes del
pueblo con sus problemas, buscando los métodos más adecuados
para ayudar a la participación popular, vertebrar el Queblo v conectar
las diversas acciones que se vayan realizando.
El protagonismo del pueblo
El pueblo será el protagonista de su propia transformación en la
medida en que, también él, vaya tomando conciencia de su propia
realidad.
Querer al propio pueblo, a sus gentes, a sus lugares, a sus modos
de vida, a su cultura. No se trata de un simple «gusto» por el pueblo
para ir allí a pasar las vacaciones o a trabajar, sino de vivir en él día a
dia. Hay que valorar al mundo rural en el que se vive y valorarse a sí
mismo.
Estar presente en la vida del pueblo 1. He aquí una serie de
características importantes de esta presencia mediante las cuales el
pueblo irá desarrollando su protagonismo:
CREATIVIDAD a la hora de animar y empujar, de estar en las
diversas organizaciones, no como mero entretenimiento sino para ir a
la raíz de los problemas y buscarles solución.
GRATUIDAD, sin dejarse llevar por los propios intereses, sino por
lo que interesa a la mayoría y sobre todo a los más necesitados, sin
esperar ningún beneficio o privilegio a cambio.
SENCILLEZ, sin envidias ni complejos de inferioridad, con
naturalidad, hasta donde se pueda llegar con las propias fuerzas.
ESPIRITU DEMOCRÁTICO Y TOLERANCIA, no rehuyendo los
conflictos inevitables por comodidad, pero resolviéndolos en positivo y
en respeto mutuo.
POTENCIANDO EL ASOCIACIONISMO en todas sus formas
posibles. No basta la buena voluntad ni la improvisación. Hay que
juntarse, organizarse y planificar acciones para conseguir las metas
propuestas.
DISPONIBILIDAD Y CONSTANCIA, respetando siempre los ritmos
lentos de la vida, evitando el cansancio y la desilusión.
Hay hombres que luchan un día y son buenos,
hay hombres que luchan un año, esos son mejores.
Hay hombres que luchan toda una vida, esos son los
imprescindibles.
Mercedes Sosa
c) Lectura creyente de la realidad del cambio en el mundo
rural
«Esperábamos el cambio, y con lo único que nos hemos
encontrado ha sido con las resistencias al cambio, y con las
dificultades para cambiar» 2. Si esta frase se podía afirmar hace ya
doce años, el grado de desencanto a que ha llegado la sociedad
española en general y el mundo rural en particular la hacen mucho
más actual.
Las dificultades para el cambio en el mundo rural se ven
aumentadas por un hecho tan concreto como el cada vez mas escaso
número de personas que lo habitan. El gran peligro no obstante, es
que el cansancio y el desencanto nos invadan de un modo definitivo.
Y sin embargo, en toda ocasión el cristiano ha de ver la realidad
con los ojos de la fe, para hacer el desierto fértil, para inundar de
esperanza las situaciones sin salida: «Alumbraré ríos en las dunas; en
medio de las vaguadas manantiales; pondré en el desierto cedros,
acacias, mirtos y olivos» (Is 41,17-20).
¿De dónde ha de nacer la necesidad de participar en la tarea del
cambio social en nuestro mundo rural?
Todo cambio necesita unas técnicas políticas, socioeconómicas,
etc., y en éstas los cristianos no tenemos más instrumentos que el
resto de las personas, ni ninguno que se derive directamente de
nuestra fe. La gran aportación cristiana al cambio se dirige a la raíz
del cambio: Jesucristo es la fuente de una serie de valores que son la
negación de toda otra serie de valores que esta sociedad preconiza.
¿Por qué participar en esta tarea, como agentes del cambio en el
mundo rural?
Por fidelidad a la colaboración a la que Dios nos llama para la
re-creación del mundo.
El amor de Dios es la fuente de nuestro compromiso para el
cambio. No nos enrolamos en él porque existan condiciones
favorables u objetivas, sino a semejanza de quien «no tomó como
privilegio su condición divina, sino que tomó la condición de esclavo»
(Fil 2,5-9).
Al cumplir el mandato evangélico de ser «sal de la tierra», y «luz
del mundo», realizamos las señales del Reino. «Los ciegos ven, los
cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los
muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Noticia» (Lc
7,24-26).
Así se produce la adoración al Dios de la creación y de la
resurrección, mediante la transformación de la tierra, sacramento y
signo de su presencia 3.
José
Guarc Pérez
ARAGONESA/03. Págs. 79-86
....................
1. Pistas para el Diálogo. N°100. Hojas mensuales editadas por el Movimiento
Rural Cristiano de La Rioja. Apartado 57 - 26200 Haro (La Rioja).
2. Rafael DIAZ SALAZAR. Cambio de valores socio-religiosos en el Mundo Rural.
Movimiento Rural Cristiano. Madrid. 1983.
3. Pierre TEILHARD DE CHARDIN. La misa sobre el mundo. «Himno del Uníverso»,
Taurus. Madrid. 1967.