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BREVE COMENTARIO BIBLIOGRÁFICO SOBRE EL DIABLO Y LAS POSESIONES DIABÓLICAS

Aunque una parte importante del clero sostiene abiertamente que las figuras de Satanás y los demonios son utilizadas por Jesús de un modo didáctico, esto es, para explicar su doctrina adaptándose a la mentalidad propia de su tiempo, en el que estos símbolos del mal aparecían como agentes de todo tipo de enfermedades, la Iglesia Católica (en las diversas iglesias protestantes no existe unanimidad de criterios) mantiene oficialmente inamovible su magisterio sobre Satanás y los demonios: son seres espirituales, personales, inteligentes, buenos por creación, pero pervertidos por un acto de rebeldía contra Dios (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 391 ss.). Con la misma claridad se manifiesta en sentido afirmativo con respecto a la posibilidad de que alguno de estos seres malignos pueda tomar posesión del cuerpo de una persona, si ésta se ha expuesto deliberadamente a su funesta influencia. En concreto, sobre la realización de exorcismos dice también el Catecismo en su artículo 1673:
 

   Cuando la Iglesia pide públicamente y con autoridad, en nombre de Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegido contra las asechanzas del maligno y sustraída a su dominio, se habla de “exorcismo”. Jesús lo practicó (cf Mc 1, 25 s;), de él tiene la Iglesia el poder y el oficio de exorcizar (Mc 3, 15; 6, 7. 13; 16, 17). En forma simple, el exorcismo tiene lugar en la celebración del Bautismo. El exorcismo solemne sólo puede ser practicado por un sacerdote y con el permiso del obispo. 

   En estos casos es preciso proceder con prudencia, observando estrictamente las reglas establecidas por la Iglesia. El exorcismo intenta expulsar a los demonios o liberar del dominio demoníaco gracias a la autoridad espiritual que Jesús ha confiado a su Iglesia. 


Portada del libro "Daemoniacum", del
sacerdote José A. Fortea.

    Muy distinto es el caso de las enfermedades, sobre todo psíquicas, cuyo cuidado pertenece a la ciencia médica. Por tanto, es importante asegurarse, antes de celebrar el exorcismo, de que se trata de una presencia del maligno y no de una enfermedad (cf CIC can. 1172).

     Curiosamente, la persistencia de la Iglesia Católica en la creencia en el Maligno como entidad personal que puede poseer, aunque raramente, el cuerpo de una persona contrasta con la escasez de exorcistas nombrados por la jerarquía eclesiástica para el desempeño de tal ministerio. Normalmente, los sacerdotes evitan hablar de este tema, unos por miedo al “qué pensarán de mí mis feligreses más progresistas, si explico clara y abiertamente la doctrina expuesta por el magisterio de la Iglesia sobre Satanás y los demonios”; otros porque están convencidos de que se trata de símbolos o personificaciones del mal; y otros porque, sencillamente, no tienen ni idea del asunto y, además, les da igual.

     Aún así, de cuando en cuando, suele surgir entre el clero alguna rara avis que tiene la valentía suficiente para defender abiertamente lo que dice sobre el Diablo la Iglesia que representa, no su propia opinión o la del teólogo de moda, pues, evidentemente, resulta mucho más cómodo “adaptarse a la mentalidad de los nuevos tiempos” que defender públicamente lo que todo el mundo sabe que piensa la Iglesia, aún a riesgo de ser tachado de retrógrado, conservador, carca, involucionista y otros calificativos por el estilo.

     Una de esas rarae aves es José A. Fortea, joven sacerdote aragonés, autor de un libro de moda sobre el tema en cuestión: Daemoniacum. Tratado de demonología, publicado por la editorial Belacqua en febrero de 2002. La aparición de este sacerdote en los medios ha vuelto a poner sobre el tapete un tema tremendamente delicado: la existencia real del Diablo y de los demonios y la posesión diabólica. La respuesta del autor a ambas cuestiones es, como casi todo el mundo sabe, afirmativa. El libro es, de hecho, un intento por argumentar desde la Teología y la propia experiencia del autor como exorcista la existencia de un mundo espiritual poblado, aparte de por ángeles buenos, por estos ángeles caídos que intentan seducir al hombre con sus artimañas para apartarlo de Dios y conducirlo al pozo de la desesperación.

    Es un libro que, en realidad, no aporta nada nuevo a la doctrina oficial de la Iglesia. Si acaso, resulta novedoso el relato por parte del autor de algunas de sus experiencias como exorcista. De una de ellas (no incluida en el libro) fue testigo de excepción un periodista del diario El Mundo, que, aunque acudió a la capilla donde tuvo lugar el ritual convencido de que iba a asistir a un espectáculo, salió, según él mismo contó en un artículo publicado en ese diario el pasado 23 de septiembre, hondamente conmocionado por lo que vio.

    Entre los capítulos más interesantes de Daemoniacum, yo destacaría los siguientes:
 

· La psicología de los demonios
· El proceso que lleva a convertirse en un adorador del Diablo
· El pacto con el Demonio
· Todos los dedicados al tema de la posesión
· Todos los dedicados al tema del exorcismo
· ¿Quién debe ejercer este ministerio?

    Se echa de menos un catálogo de la bibliografía utilizada por el autor y que podría ser interesante y útil para el lector que desee profundizar en esta temática.

    Pero, antes de la publicación del libro de Fortea, otros teólogos de contrastada solvencia han abordado el tema demoníaco con bastante profundidad, incluso mayor que la del autor de Daemoniacum. Uno de ellos es José Antonio Sayés, doctor en Teología dogmática por la Universidad Gregoriana de Roma y profesor de Teología fundamental en la Facultad de Teología del Norte de España (Burgos). Este eminente teólogo publicó en 1997, en la editorial San Pablo, El Demonio, ¿realidad o mito? El comentario de la contraportada resume a la perfección el contenido de la obra:

    Hablar hoy del demonio no es fácil. Mucha gente piensa que es una fantasía trasnochada, ajena al progreso. Pero la Biblia, la tradición y el magisterio de la Iglesia aluden a él con frecuencia, y el silencio actual de la Iglesia no ha detenido el continuo avance del satanismo. Sigue habiendo posesiones diabólicas y exorcismos, y se puede vislumbrar cierta influencia del diablo en el mundo. Sin embargo, este libro no obedece a un afán morboso o meramente informativo, va más allá al exponer de forma equilibrada la figura del demonio en el marco de la victoria de Cristo.

    Los capítulos generales de la obra son:
 

· El demonio en el Antiguo Testamento
· El demonio en el Nuevo Testamento
· La doctrina de los Padres
· La doctrina del Magisterio
· El argumento litúrgico
· La actividad demoníaca (incluye dos casos de posesión recientes)
· Contenido y significado de la revelación sobre el diablo.


    Por regla general, el estudio del Diablo divide a los exegetas en dos grupos:
 

· los que no lo aceptan como ser real e inteligente, sino como un símbolo del mal existente en el mundo, y, por tanto, niegan absolutamente la posibilidad de una posesión diabólica;
· y los que lo definen como ser personal capaz de poseer, en determinadas circunstancias, a un ser humano.


    Juan Bautista Cortés constituye una opción intermedia entre ambas posturas irreconciliables. Se trata de un jesuita nacido en España, pero residente en Estados Unidos desde 1955. Su currículum da una idea de su capacidad y competencia: licenciado en Filosofía por el Colegio de San Francisco de Borja (1951); doctor en Teología por el Boston College (1958); licenciado en Psicología clínica por Harvard University (1961). Desde 1962 trabaja como catedrático en Georgetown University, donde imparte clases de Psicología general, Criminología y Teorías de la Personalidad. Omito citar sus publicaciones porque se haría interminable.

    En su obra Proceso a las posesiones y exorcismos (Edic. Paulinas, Madrid 1978) realiza un elaborado análisis lingüístico, histórico, bíblico y psicológico sobre la figura del Diablo y los demonios, llegando en sus planteamientos a las siguientes conclusiones:
 

· El Diablo es un ser personal e inteligente, que, junto con los demonios, puede acosar a las personas desde fuera, nunca desde dentro.
· Las supuestas posesiones diabólicas descritas en los Evangelios, así como otras que se han presentado como tales en tiempos modernos, pueden ser perfectamente explicables desde la Psicología y la Psiquiatría. Por tanto, la posesión diabólica no existe.


    La obra es, en conjunto, de lo mejor que se ha publicado en español. Por destacar algunos capítulos, podría recomendar uno interesantísimo sobre la historia de la demonología y de la práctica de los exorcismos desde el animismo de la Antigüedad hasta la época moderna. De interés especial son los capítulos dedicados al análisis de la conducta de los posesos desde el punto de vista de la Psiquiatría. También merece la pena detenerse en la lectura de algunos casos famosos de posesión analizados por el propio autor, como el de Mount Rainier en St. Louis (1949) y el de la posesa de Piacenza, caso este último estudiado también, aunque con conclusiones opuestas, por el conocido demonólogo Corrado Balducci. Se agradecen enormemente las páginas finales dedicadas al comentario de una exhaustiva bibliografía acerca del Diablo y sus distintas manifestaciones.

    Presentar a René Laurentin como uno de los mejores expertos del mundo en demonología no es sino un simple ejercicio de justicia. No tenemos más que echar una ojeada a su libro El demonio, ¿símbolo o realidad? (Desclée De Brouwer, Bilbao 1998) para darnos cuenta de que estamos ante una verdadera autoridad en la materia. Exegeta, teólogo e historiador, participó como teólogo experto en el Concilio Vaticano II, es miembro de varias Academias Pontificias en Roma e imparte clases en distintas universidades de Francia, Italia y América. Según reza la contraportada del libro, «el padre Laurentin se ha relacionado con más de cincuenta exorcistas de diversos países y con los médicos que trabajan con ellos, y ha sido el teólogo y presidente de sus discretas reuniones internacionales. Además, ha participado en numerosos exorcismos, por lo que puede hablar de esta cuestión desde la experiencia, por encima de las ideologías y mitos». La lectura del libro supone un «itinerario apasionante» en el que «vemos cómo Satanás surge de las tradiciones folclóricas de la antigüedad a la luz de la revelación», y nos enseñará, asimismo, «por qué tantos cristianos, incluidos teólogos y exorcistas, ya no creen en el demonio… Comprenderemos también las cuestiones concretas: ¿Qué es la posesión? ¿Quién está poseído y por qué? ¿Qué son los exorcismos? ¿En qué van a ser reformados? ¿Cómo librarse de la influencia del príncipe de este mundo cuya mayor habilidad es la de hacer creer que no existe?» Las dieciséis páginas finales de bibliografía en varios idiomas dan fe del rigor y la profundidad del padre Laurentin en el tratamiento de tema tan serio y delicado.

    Otro demonólogo que ha saltado a la palestra en los últimos años es el padre Gabriele Amorth con su libro Habla un exorcista, editado por Planeta en 1999, aunque su edición original en italiano es de 1990. Se trata de un anciano sacerdote, exorcista de la diócesis de Roma, con una gran preparación teológica y una amplia experiencia en este campo. Como acertadamente dice su prologuista, «el libro del padre Amorth pone al lector directamente en contacto con la actividad del exorcista (…) Prefiere que hablen los hechos, poniendo al lector frente a aquello que un exorcista ve y hace». El autor se rebela expresamente contra los obispos y sacerdotes que desatienden este aspecto tan importante, a su juicio, para el ministerio pastoral. Así, en la página 57 dice: «Tampoco puedo callar cómo demasiados hombres de Iglesia se desinteresan totalmente de estos problemas, dejando a los fieles expuestos y sin defensas (…) Considero sobre todo una carencia imperdonable, de la cual acuso a los obispos, haber dejado que se extinguiese toda la pastoral exorcística: cada diócesis debería tener al menos un exorcista en la catedral, debería haber uno en las iglesias más frecuentadas y en los santuarios (…) La jerarquía católica debe entonar fuertemente el mea culpa».

     Entre sus capítulos más interesantes destaca el titulado La visión diabólica de León XIII.  Parece que el papa León XIII, durante la celebración de una misa, tuvo una espantosa visión que le impulsó a salir de la capilla en donde se encontraba y encerrarse en su despacho solo durante una media hora. Al cabo de ésta, hizo llamar al secretario de la Congregación de Ritos y, dándole escrita en una hoja la oración al arcángel San Miguel, le dio órdenes de que la enviara a todos los obispos del mundo. Se trata de una oración rezada al final de la misa, que contiene una invocación a este arcángel para que arroje de nuevo a Satanás al infierno.

     Otros capítulos interesantes pueden ser:
 

· Cómo se comporta el demonio
· El testimonio de un afectado
· Exorcismos de las casas
· El maleficio
· ¿Quién puede expulsar a los demonios?


    Para acabar, es imprescindible incorporar a una bibliografía básica sobre este tema a Corrado Balducci, el gran demonólogo y exorcista italiano, con dos libros fundamentales. El primero es La posesión diabólica, publicada por San Pablo en 1995, obra dedicada exclusivamente al análisis de este inquietante fenómeno. Balducci despliega en este libro todos sus conocimientos teológicos, psiquiátricos y parapsicológicos para desmenuzar, con una precisión asombrosa, todos los aspectos de la posesión diabólica. Empieza con varios capítulos dedicados a relatar algunos casos de endemoniados, como el de la posesa de Piacenza, en el que él mismo actuó como exorcista, y el de los hermanos Burner, en Ilfurt. Concretamente este último (muy documentado, por cierto) pone los pelos de punta.  Aunque el libro en conjunto no tiene desperdicio, son especialmente recomendables los capítulos en que analiza la posesión desde la perspectiva de la Psiquiatría y la Parapsicología. Las alucinaciones, las ideas delirantes, la melancolía, las enfermedades mentales, la psicastenia, la epilepsia y el histerismo son analizados en su relación con la posesión diabólica. Fenómenos físicos como los raps o golpes, fenómenos luminosos y eléctricos, variaciones de temperatura y de peso, la telecinesis, voces, aportes e infestaciones; fenómenos psíquicos como la telepatía, precognición, escritura automática, clarividencia, psicometría o retrocognición y xenoglosia, encuentran en las páginas de este libro una breve pero luminosa explicación, facilitada por el estilo directo, claro y sencillo de Balducci, que hacen fluida su lectura.

     El segundo libro de Balducci es, sin duda, uno de los más completos que existen sobre los endemoniados. Así reza precisamente le título, Los endemoniados, editado por Marfil en 1965. A lo largo de casi 500 páginas, Balducci toca en profundidad todos los aspectos relacionados con la posesión. Los fenómenos paranormales y los trastornos psicosomáticos que derivan de ella son analizados con mayor detenimiento que en el libro anterior, que es, en realidad, un resumen de éste. No falta la descripción de algunos casos reales de posesión en los que Balducci exhibe todo su conocimiento de exorcista muy experimentado. La fluidez, sencillez y claridad con que su autor se expresa a lo largo de toda la obra hacen agradable la lectura de un tema tan truculento.