CAPÍTULO 28

La fundación de Villanueva de la Jara (1).

1. Acabada la fundación de Sevilla, cesaron las fundaciones por más de cuatro años (2). La causa fue que comenzaron grandes persecuciones muy de golpe a los Descalzos y Descalzas, que aunque ya había habido hartas, no en tanto extremo, que estuvo a punto de acabarse todo. Mostróse bien lo que sentía el demonio este santo principio que nuestro Señor había comenzado y ser obra suya, pues fue adelante. Padecieron mucho los Descalzos, en especial las cabezas, de graves testimonios y contradicción de casi todos los Padres calzados (3).

2. Estos informaron a nuestro reverendísimo padre General (4) de manera que, con ser muy santo y el que había dado la licencia para que se fundasen todos los monasterios (fuera de San José de Avila, que fue el primero, que éste se hizo con licencia del Papa), le pusieron de suerte que ponía mucho porque no pasasen adelante los Descalzos, que con los monasterios de las monjas siempre estuvo bien. Y porque yo no ayudaba a esto, le pusieron desabrido conmigo, que fue el mayor trabajo que yo he pasado en estas fundaciones, aunque he pasado hartos. Porque dejar de ayudar a que fuese adelante obra adonde yo claramente veía servirse nuestro Señor y acrecentarse nuestra Orden, no me lo consentían muy grandes letrados con quien me confesaba y aconsejaba, e ir contra lo que veía quería mi prelado, érame una muerte. Porque, dejada la obligación que le tenía por serlo, amábale muy tiernamente y debíaselo bien debido. Verdad es que aunque yo quisiera darle en esto contento no podía, por haber Visitadores Apostólicos a quien forzado había de obedecer (5).

3. Murió un Nuncio santo que favorecía mucho la virtud, y así estimaba los Descalzos (6). Vino otro que parecía le había enviado Dios para ejercitarnos en padecer. Era algo deudo del Papa, y debe ser siervo de Dios, sino que comenzó a tomar muy a pechos a favorecer a los Calzados; y conforme a la información que le hacían de nosotros, enteróse (7) mucho en que era bien no fuesen adelante estos principios, y así comenzó a ponerlo por obra con grandísimo rigor, condenando a los que le pareció le podían resistir, encarcelándolos, desterrándolos.

4. Los que más padecieron fue el padre fray Antonio de Jesús, que es el que comenzó el primer monasterio de Descalzos, y el padre fray Jerónimo Gracián, a quien había hecho el Nuncio pasado Visitador Apostólico de los del Paño (8), con el cual fue grande el disgusto que tuvo, y con el padre Mariano de San Benito. De estos Padres he dicho ya quién son en las fundaciones pasadas; otros de los más graves penitenció, aunque no tanto. A éstos ponía muchas censuras, que no tratasen de ningún negocio.

5. Bien se entendía venir todo de Dios y que lo permitía Su Majestad para mayor bien y para que fuese más entendida la virtud de estos Padres, como lo ha sido. Puso prelado del Paño, para que visitase nuestros monasterios de monjas y de los frailes; (9) que, a haber lo que él pensaba, fuera harto trabajo. Y así se pasó grandísimo, como se escribirá de quien lo sepa mejor decir; que yo no hago sino tocar en ello, para que entiendan las monjas que vinieren cuán obligadas están a llevar adelante la perfección, pues hallan llano lo que tanto ha costado a las de ahora; que algunas (10) de ellas han padecido muy mucho en estos tiempos de grandes testimonios, que me lastimaba a mí muy mucho más que lo que yo pasaba, que esto antes me era gran gusto. Parecíame ser yo la causa de toda esta tormenta, y que si me echasen en la mar, como a Jonás, cesaría la tempestad.

6. Sea Dios alabado, que favorece la verdad. Y así sucedió en esto que, como nuestro católico rey Don Felipe supo lo que pasaba y estaba informado de la vida y religión de los Descalzos, tomó la mano (11) a favorecernos, de manera que no quiso juzgase sólo el Nuncio nuestra causa, sino diole cuatro acompañados (12), personas graves y las tres religiosos, para que se mirase bien nuestra justicia. Era el uno de ellos el padre maestro fray Pedro Fernández, persona de muy santa vida y grandes letras y entendimiento. Había sido Comisario Apostólico y Visitador de los del Paño de la Provincia de Castilla, a quien los Descalzos estuvimos también sujetos, y sabía bien la verdad de cómo vivían los unos y los otros; que no deseábamos todos otra cosa, sino que esto se entendiese. Y así, en viendo yo que el Rey le había nombrado, di el negocio por acabado, como por la misericordia de Dios lo está. Plega a Su Majestad sea para honra y gloria suya.

Aunque eran muchos le señores del reino y obispos que se daban prisa a informar de la verdad al Nuncio, todo aprovechara poco, si Dios no tomara por medio al Rey.

7. Estamos todas, hermanas, muy obligadas a siempre en nuestras oraciones encomendarle a nuestro Señor, y a los que han favorecido su causa y de la Virgen nuestra Señora, y así os lo encomiendo mucho.

¡Ya veréis, hermanas, el lugar que había para fundar! (13) Todas nos ocupábamos en oraciones y penitencias sin cesar, para que lo fundado llevase Dios adelante, si se había de servir de ello.

8. En el principio de estos grandes trabajos (que dichos tan en breve os parecerán poco, y padecido tanto tiempo ha sido muy mucho), estando yo en Toledo, que venía de la fundación de Sevilla, año de 1576, me llevó cartas un clérigo de Villanueva de la Jara del ayuntamiento de este lugar, que iba a negociar conmigo admitiese para monasterio nueve mujeres que se habían entrado juntas en una ermita de la gloriosa Santa Ana que había en aquel pueblo, con una casa pequeña cabe ella, algunos años había, y vivían con tanto recogimiento y santidad, que convidaba a todo el pueblo a procurar cumplir sus deseos, que eran ser monjas. Escribióme también un doctor, cura que es de este lugar, llamado Agustín de Ervías, hombre docto y de mucha virtud (14). Esta le hacía ayudar cuanto podía a esta santa obra.

9. A mí me pareció cosa que en ninguna manera convenía admitirla por estas razones: la primera, por ser tantas, y parecíame cosa muy dificultosa, mostradas a su manera de vivir, acomodarse a la nuestra. La segunda, porque no tenía casi nada para poderse sustentar, y el lugar no es poco más de mil vecinos, que para vivir de limosna es poca ayuda; aunque el ayuntamiento se ofrecía a sustentarlas, no me parecía cosa durable. La tercera, que no tenían casa. La cuarta, lejos de estotros monasterios. Quinta (15), y que aunque me decían eran muy buenas, como no las había visto no podía entender si tenían los talentos que pretendemos en estos monasterios; y así me determiné a despedirlo del todo.

10. Para esto quise primero hablar a mi confesor, que era el Doctor Velázquez, canónigo y catedrático de Toledo, hombre muy letrado y virtuoso, que ahora es obispo de Osma; (16) porque siempre tengo de costumbre no hacer cosa por mi parecer, sino de personas semejantes. Como vio las cartas y entendió el negocio, díjome que no lo despidiese, sino que respondiese bien; porque cuando tantos corazones juntaba Dios en una casa, que se entendía se había de servir de ella. Yo lo hice así, que ni lo admití del todo ni lo despedí. En importunar por ello y procurar personas por quien yo lo hiciese, se pasó hasta este año de 80, con parecerme siempre que era desatino admitirlo. Cuando respondía, nunca podía responder del todo mal.

11. Acertó a venir a cumplir su destierro (17) el padre fray Antonio de Jesús al monasterio de nuestra Señora del Socorro, que está tres leguas de este lugar de Villanueva, y viniendo a predicar a él y el prior de este monasterio, que al presente es el padre fray Gabriel de la Asunción (18), persona muy avisada y siervo de Dios, venía también mucho al mismo lugar, que eran amigos del doctor Ervías, y comenzaron a tratar con estas santas hermanas. Y aficionados de su virtud y persuadidos del pueblo y del doctor, tomaron este negocio por propio y comenzaron a persuadirme con mucha fuerza con cartas. Y estando yo en San José de Malagón, que es 26 leguas y más de Villanueva, fue el mismo Padre Prior a hablarme sobre ello, dándome cuenta de lo que se podía hacer y cómo después de hecho daría el doctor Ervías trescientos ducados de renta, sobre la que él tiene de su beneficio; que se procurase de Roma.

12. Esto se me hizo muy incierto, pareciéndome habría flojedad después de hecho; que con lo poco que ellas tenían, bien bastaba. Y así dije muchas razones al Padre Prior para que viese no convenía hacerse y, a mi parecer, bastantes, y dije que lo mirasen mucho él y el padre fray Antonio, que yo lo dejaba sobre su conciencia, pareciéndome que con lo que yo les decía bastaba para no hacerse.

13. Después de ido, consideré cuán aficionado estaba a ello y que había de persuadir al prelado que ahora tenemos, que es el Maestro fray Angel de Salazar, para que lo admitiese; y dime mucha prisa a escribirle, suplicándole que no diese esta licencia, diciéndole las causas; y según después me escribió, no la había querido dar si no era pareciéndome a mí bien.

14. Pasaron como mes y medio, no sé si algo más. Cuando ya pensé lo tenía estorbado, envíanme un mensajero con cartas del ayuntamiento, adonde se obligaban que no les faltaría lo que hubiese menester, y el doctor Ervías a lo que tengo dicho (19), y cartas de estos dos reverendos Padres con mucho encarecimiento. Era tanto lo que yo temía el admitir tantas hermanas, pareciéndome había de haber algún bando contra las que fuesen, como suele acaecer, y también en no ver cosa segura para su mantenimiento, porque lo que ofrecían no era cosa que hacía fuerza, que me vi en harta confusión. Después he entendido era el demonio, que con haberme el Señor dado ánimo, me tenía con tanta pusilanimidad entonces, que no parece confiaba nada de Dios. Mas las oraciones de aquellas benditas almas, en fin, pudieron más.

15. Acabando un día de comulgar y estándolo encomendando a Dios, como hacía muchas veces, que lo que me hacía responderlos antes bien era temer si estorbaba algún aprovechamiento de algunas almas (que siempre mi deseo es ser algún medio para que se alabase nuestro Señor y hubiese más quien le sirviese), me hizo Su Majestad una gran reprensión, diciéndome que con qué tesoros se había hecho lo que estaba hecho hasta aquí; que no dudase de admitir esta casa, que sería para mucho servicio suyo y aprovechamiento de las almas.

16. Como son tan poderosas estas palabras de Dios, que no sólo las entiende el entendimiento, sino que le alumbra para entender la verdad, y dispone la voluntad para querer obrarlo, así me acaeció a mí; que no sólo gusté de admitirlo, sino que me pareció había sido culpa tanto detenerme y estar tan asida a razones humanas, pues tan sobre razón he visto lo que Su Majestad ha obrado por esta sagrada Religión.

17. Determinada en admitir esta fundación, me pareció sería necesario ir yo con las monjas que en ella habían de quedar, por muchas cosas que se me representaron, aunque el natural sentía mucho por haber venido bien mala hasta Malagón y andarlo siempre (20). Mas pareciéndome se serviría nuestro Señor, lo escribí al prelado para que me mandase lo que mejor le pareciese, el cual envió la licencia para la fundación y precepto de que me hallase presente y llevase las monjas que me pareciese, que me puso en harto cuidado, por haber de estar con las que allá estaban. Encomendándolo mucho a nuestro Señor, saqué dos del monasterio de San José de Toledo, la una para priora; y dos del de Malagón, y la una para supriora (21). Y como tanto se había pedido a Su Majestad, acertóse muy bien, que no lo tuve en poco; porque en las fundaciones que solas nosotras comienzan, todas se acomodan bien.

18. Vinieron por nosotras el padre fray Antonio de Jesús y el padre prior fray Gabriel de la Asunción (22). Dado todo recaudo del pueblo, partimos de Malagón, sábado antes de Cuaresma, a trece días de febrero, año de 1580. Fue Dios servido de hacer tan buen tiempo y darme tanta salud, que parecía nunca había tenido mal; que yo me espantaba y consideraba lo mucho que importa no mirar nuestra flaca disposición cuando entendemos se sirve el Señor, por contradicción que se nos ponga delante, pues es poderoso de hacer de los flacos fuertes y de los enfermos sanos. Y cuando esto no hiciere, será lo mejor padecer para nuestra alma, y puestos los ojos en su honra y gloria olvidarnos a nosotros. ¿Para qué es la vida y la salud, sino para perderla por tan gran Rey y Señor? Creedme, hermanas, que jamás os irá mal en ir por aquí.

19. Yo confieso que mi ruindad y flaqueza muchas veces me ha hecho temer y dudar; mas no me acuerdo ninguna, después que el Señor me dio hábito de Descalza, ni algunos años antes, que no me hiciese merced, por su sola misericordia, de vencer estas tentaciones y arrojarme a lo que entendía era mayor servicio suyo, por dificultoso que fuese. Bien claro entiendo que era poco lo que hacía de mi parte, mas no quiere más Dios de esta determinación para hacerlo todo de la suya. Sea por siempre bendito y alabado, amén.

20. Habíamos de ir al monasterio de nuestra Señora del Socorro, que ya queda dicho (23) que está tres leguas de Villanueva, y detenernos allí para avisar cómo íbamos, que lo tenían así concertado, y yo era razón obedeciese a estos Padres, con quien íbamos, en todo. Está esta casa en un desierto y soledad harto sabrosa; y como llegamos cerca, salieron los frailes a recibir a su Prior con mucho concierto. Como iban descalzos y con sus capas pobres de sayal, hiciéronnos a todas devoción, y a mí me enterneció mucho pareciéndome estar en aquel florido tiempo de nuestros santos Padres. Parecían en aquel campo unas flores blancas olorosas, y así creo yo lo son a Dios, porque, a mi parecer, es allí servido muy a las veras. Entraron en la iglesia con un Te Deum y voces muy mortificadas. La entrada de ella es debajo de tierra, como por una cueva, que representaba la de nuestro Padre Elías (24). Cierto, yo iba con tanto gozo interior, que diera por muy bien empleado más largo camino; aunque me hizo harta lástima ser ya muerta la santa por quien nuestro Señor fundó esta casa, que no merecí verla, aunque lo deseé mucho (25).

21. Paréceme no será cosa ociosa tratar aquí algo de su vida y por los términos que nuestro Señor quiso se fundase allí este monasterio, que tanto provecho ha sido para muchas almas de los lugares del rededor, según soy informada; y para que viendo la penitencia de esta santa, veáis, mis hermanas, cuán atrás quedamos nosotras, y os esforcéis para de nuevo servir a nuestro Señor; pues no hay por qué seamos para menos, pues no venimos de gente tan delicada y noble; que aunque esto no importe, dígolo porque había tenido vida regalada, conforme a quien era, que venía de los Duques de Cardona, y así se llamaba ella doña Catalina de Cardona (26). Después de algunas veces que me escribió, sólo firmaba "la Pecadora".

22. De su vida, antes que el Señor la hiciese tan grandes mercedes, dirán los que escribieren su vida, y más particularmente lo mucho que hay que decir de ella. Por si no llegare a vuestra noticia, diré aquí lo que me han dicho algunas personas que la trataban, dignas de creer.

23. Estando esta santa entre personas y señores de mucha calidad, siempre tenía mucha cuenta con su alma y hacía penitencia. Creció tanto el deseo de ella y de irse adonde sola pudiese gozar de Dios y emplearse en hacer penitencia, sin que ninguno la estorbase. Esto trataba con sus confesores y no se lo consentían, que, como está ya el mundo tan puesto en discreción y casi olvidadas las grandes mercedes que hizo Dios a los santos y santas que en los desiertos le sirvieron, no me espanto les pareciese desatino. Mas como no deja Su Majestad de favorecer a los verdaderos deseos para que se pongan en obra, ordenó que se viniese a confesar con un padre francisco, que llaman fray Francisco de Torres, a quien yo conozco muy bien, y le tengo por santo, y con grande hervor de penitencia y oración ha muchos años que vive y con hartas persecuciones. Debe bien de saber la merced que Dios hace a los que se esfuerzan a recibirlas, y así le dijo que no se detuviese, sino que siguiese el llamamiento que Su Majestad le hacía. No sé yo si fueron éstas las palabras, mas entiéndese, pues luego lo puso por obra.

24. Descubrióse a un ermitaño que estaba en Alcalá (27), y rogóle se fuese con ella, sin que jamás lo dijese a ninguna persona. Y aportaron (28) adonde está este monasterio, adonde halló una covezuela, que apenas cabía. Aquí la dejó. Mas ¡qué amor debía llevar, pues ni tenía cuidado de lo que había de comer, ni los peligros que le podían suceder, ni la infamia que podía haber cuando no pareciese! ¡Qué borracha debía de ir esta santa alma, embebida en que ninguno la estorbase de gozar de su Esposo, y qué determinada a no querer más mundo, pues así huía de todos sus contentos!

25. Consideremos esto bien, hermanas, y miremos cómo de un golpe lo venció todo. Porque aunque no sea menos lo que vosotras hacéis en entraros en esta sagrada Religión y ofrecer a Dios vuestra voluntad y profesar tan continuo encerramiento, no sé si se pasan estos hervores del principio a algunas, y tornamos a sujetarnos en algunas cosas de nuestro amor propio. Plega a la divina Majestad que no sea así, sino que, ya que remedamos a esta santa en querer huir del mundo, estemos en todo muy fuera de él en lo interior.

26. Muchas cosas he oído de la grande aspereza de su vida, y débese de saber lo menos. Porque en tantos años como estuvo en aquella soledad con tan grandes deseos de hacerla, no habiendo quien a ellos le fuese a la mano, terriblemente debía tratar su cuerpo (29). Diré lo que a ella misma oyeron algunas personas y las monjas de San José de Toledo, adonde ella entró a verlas, y como con hermanas hablaba con llaneza, y así lo hacía con otras personas, porque era grande su sencillez y debíalo ser la humildad. Y como quien tenía entendido que no tenía ninguna cosa de sí, estaba muy lejos de vanagloria, y gozábase de decir las mercedes que Dios la hacía para que por ellas fuese alabado y glorificado su nombre: cosa peligrosa para los que no han llegado a este estado, que, por lo menos, les parece alabanza propia; aunque la llaneza y santa simplicidad la debía librar de esto, porque nunca oí ponerle esta falta.

27. Dijo que había estado ocho (30) años en aquella cueva, y muchos días pasando con las hierbas del campo y raíces; porque, como se le acabaron tres panes que le dejó el que fue con ella, no lo tenía hasta que fue por allí un pastorcico (31). Este la proveía después de pan y harina, que era lo que ella comía: unas tortillas cocidas en la lumbre, y no otra cosa; esto, a tercer día (32), y es muy cierto, que aun los frailes que están allí son testigos, y era ya después que ella estaba muy gastada. Algunas veces la hacían comer una sardina, u otras cosas (33), cuando ella fue a procurar cómo hacer el monasterio, y antes sentía daño que provecho. Vino nunca lo bebió, que yo haya sabido. Las disciplinas eran con una gran cadena, y duraban muchas veces dos horas, y hora y media. Los cilicios tan asperísimos, que me dijo una persona, mujer (34), que viniendo de romería se había quedado a dormir con ella una noche, y héchose dormida, y que la vio quitar los cilicios llenos de sangre y limpiarlos. Y más era lo que pasaba según ella decía a estas monjas que he dicho (35) con los demonios, que le aparecían como unos alanos grandes, y se la subían por los hombros, y otras como culebras. Ella no les había ningún miedo.

28. Después que hizo el monasterio, todavía se iba, y estaba y dormía, a su cueva, si no era ir a los Oficios Divinos. Y antes que se hiciese, iba a misa a un monasterio de Mercedarios (36), que está un cuarto de legua, y algunas veces de rodillas. Su vestido era buriel y túnica de sayal (37), y de manera hecho, que pensaban era hombre.

Después de estos años que aquí estuvo tan a solas, quiso el Señor se divulgase, y comenzaron a tener tanta devoción con ella, que no se podía valer de la gente. A todos hablaba con mucha caridad y amor. Mientras más iba el tiempo, mayor concurso de gente acudía; y quien la podía hablar, no pensaba tenía poco. Ella estaba tan cansada de esto, que decía la tenían muerta. Venía día estar todo el campo lleno de carros casi. Después que estuvieron allí los frailes, no tenían otro remedio sino levantarla en alto para que les echase la bendición, y con eso se libraban.

Después de los ocho años que estuvo en la cueva, que ya era mayor, porque se la habían hecho los que allí iban, diole una enfermedad muy grande, que pensó morirse, y todo lo pasaba en aquella cueva.

29. Comenzó a tener deseos de que hubiese allí un monasterio de frailes, y con éste estuvo algún tiempo no sabiendo de qué orden le haría; y estando una vez rezando a un crucifijo que siempre traía consigo, le mostró nuestro Señor una capa blanca, y entendió que fuese de los Descalzos Carmelitas, y nunca había venido a su noticia que los había en el mundo. Entonces estaban hechos solos dos monasterios, el de Mancera y Pastrana. Debíase después de esto de informar, y como supo que le había en Pastrana y ella tenía mucha amistad con la Princesa de Eboli, de tiempos pasados, mujer del príncipe Ruy Gómez, cuya era Pastrana, partióse para allá a procurar cómo hacer este monasterio, que ella tanto deseaba.

30. Allí, en el monasterio de Pastrana, en la iglesia de San Pedro que así se llama tomó el hábito de nuestra Señora; (38) aunque no con intento de ser monja ni profesar, que nunca a ser monja se inclinó, como el Señor la llevaba por otro camino; parecíale le quitaran por obediencia sus intentos de asperezas y soledad. Estando presentes todos los frailes, recibió el hábito de nuestra Señora del Carmen.

31. Hallóse allí el padre Mariano de quien ya he hecho mención en estas fundaciones (39), el cual me dijo a mí misma que le había dado una suspensión o arrobamiento, que del todo le enajenó; y que estando así, vio muchos frailes y monjas muertos; unos descabezados, otros cortadas las piernas y los brazos, como que los martirizaban, que esto se da a entender en esta visión. Y no es hombre que dirá sino lo que viere, ni tampoco está acostumbrado su espíritu a estas suspensiones, que no le lleva Dios por este camino. Rogad a Dios, hermanas, que sea verdad y que en nuestros tiempos merezcamos ver tan gran bien y ser nosotras de ellas.

32. De aquí de Pastrana comenzó a procurar la santa Cardona con qué hacer su monasterio, y para esto tornó a la Corte, de donde con tanta gana había salido, que no le sería pequeño tormento, adonde no le faltaron hartas murmuraciones y trabajos; porque cuando salía de casa no se podía valer de gente. Esto en todas las partes que fue. Unos le cortaban del hábito, otros de la capa. Entonces fue a Toledo, adonde estuvo con nuestras monjas. Todas me han afirmado que era tan grande el olor que tenía de reliquias, que hasta el hábito y la cinta, después que le dejó, porque le dieron otro y se le quitaron, era para alabar a nuestro Señor el olor. Y mientras más a ella se llegaban, era mayor, con ser los vestidos de suerte con la calor, que hacía mucha, que antes le habían de tener malo. Sé que no dirán sino toda verdad, y así quedaron con mucha devoción.

33. En la Corte y otras partes le dieron para poder hacer su monasterio y, llevando licencia, se fundó. Hízose la iglesia adonde era su cueva, y a ella le hicieron otra desviada, adonde tenía un sepulcro de bulto y se estaba noche y día lo más del tiempo. Duróle poco, que no vivió sino cerca de cinco años y medio después que tuvo allí el monasterio, que con la vida tan áspera que hacía, aun lo que había vivido parecía sobrenatural. Su muerte fue año de 1577, a lo que ahora me parece (40). Hiciéronle las honras con grandísima solemnidad; porque un caballero que llaman fray Juan de León (41), tenía gran devoción con ella, y puso en esto mucho. Está ahora enterrada en depósito en una capilla de nuestra Señora, de quien ella era en extremo devota, hasta hacer mayor iglesia de la que tienen, para poner su bendito cuerpo como es razón.

34. Es grande la devoción que tienen en este monasterio por su causa, y así parece quedó en él y en todo aquel término, en especial mirando aquella soledad y cueva, adonde estuvo. Antes que determinase hacer el monasterio, me han certificado que estaba tan cansada y afligida de ver la mucha gente que la venía a ver, que se quiso ir a otra parte adonde nadie supiese de ella; y envió por el ermitaño que la había traído allí para que la llevase, y era ya muerto. Y nuestro Señor, que tenía determinado se hiciese allí esta casa de nuestra Señora, no la dio lugar a que se fuese; porque como he dicho (42) entiendo se sirve mucho allí. Tienen gran aparejo, y vese bien en ellos que gustan de estar apartados de gente; en especial el prior (43), que también le sacó Dios, para tomar este hábito, de harto regalo, y así le ha pagado bien con hacérselos espirituales.

35. Hízonos allí mucha caridad. Diéronnos de lo que tenían en la iglesia, para la que íbamos a fundar, que, como esta santa era querida de tantas personas principales, estaba bien proveída de ornamentos. Yo me consolé muy mucho lo que allí estuve, aunque con harta confusión, y me dura; porque veía que la que había hecho allí la penitencia tan áspera era mujer como yo, y más delicada, por ser quien era y no tan gran pecadora como yo soy; que en esto, de la una a la otra no se sufre comparación, y he recibido muy mayores mercedes de nuestro Señor de muchas maneras, y no me tener ya en el infierno, según mis grandes pecados, es grandísima. Sólo el deseo de remedarla, si pudiera, me consolaba, mas no mucho; porque toda mi vida se me ha ido en deseos y las obras no las hago. Válgame la misericordia de Dios, en quien yo he confiado siempre por su Hijo sacratísimo y la Virgen nuestra Señora, cuyo hábito por la bondad del Señor traigo.

36. Acabando de comulgar un día en aquella santa iglesia, me dio un recogimiento muy grande con una suspensión que me enajenó. En ella se me representó esta santa mujer por visión intelectual, como cuerpo glorificado, y algunos ángeles con ella. Díjome que no me cansase, sino que procurase ir adelante en estas fundaciones. Entiendo yo, aunque no lo señaló, que ella me ayudaba delante de Dios. También me dijo otra cosa que no hay para qué la escribir (44). Yo quedé harto consolada y con deseo de trabajar. Y espero en la bondad del Señor, que con tan buena ayuda como estas oraciones, podré servirle en algo.

Veis aquí, hermanas mías, cómo ya acabaron estos trabajos, y la gloria que tiene será sin fin. Esforcémonos ahora, por amor de nuestro Señor, a seguir esta hermana nuestra. Aborreciéndonos a nosotras mismas, como ella se aborreció, acabaremos nuestra jornada, pues se anda con tanta brevedad y se acaba todo.

37. Llegamos el domingo primero de la cuaresma, que era víspera de la Cátedra de San Pedro, día de San Barbaciani (45), año de 1580, a Villanueva de la Jara. Este mismo día se puso el Santísimo Sacramento en la iglesia de la gloriosa Santa Ana, a la hora de misa mayor. Saliéronnos a recibir todo el ayuntamiento y otros algunos con el doctor Ervías, y fuímonos a apear a la iglesia del pueblo, que estaba bien lejos de la de Santa Ana. Era tanta la alegría de todo el pueblo, que me hizo harta consolación ver con el contento que recibían la Orden de la sacratísima Virgen Señora nuestra. Desde lejos oíamos el repicar de las campanas. Entradas en la iglesia, comenzaron el Te Deum, un verso la capilla de canto de órgano, y otro el órgano. Acabado, tenían puesto el Santísimo Sacramento en unas andas y a nuestra Señora en otras, con cruces y pendones. Iba la procesión con harta autoridad. Nosotras, con nuestras capas blancas y velos delante del rostro, íbamos en mitad, cabe el Santísimo Sacramento, y junto a nosotras nuestros frailes Descalzos, que fueron hartos del monasterio, y los franciscos (que hay monasterio en el lugar, de San Francisco) iban allí, y un fraile dominico, que se halló en el lugar, que aunque era solo me dio contento ver allí aquel hábito. Como era lejos, había muchos altares. Deteníanse algunas veces diciendo letras de nuestra Orden, que nos hacía harta devoción y ver que todos iban alabando al gran Dios que llevábamos presente, y que por El se hacía tanto caso de siete pobrecillas Descalzas que íbamos allí. Con todo esto que yo consideraba, me hacía harta confusión, acordándome iba yo entre ellas, y cómo, si se hubiera de hacer como yo merecía, fuera volverse todos contra mí.

38. Heos dado tan larga cuenta de esta honra que se hizo al hábito de la Virgen para que alabéis a nuestro Señor y le supliquéis se sirva de esta fundación; porque con más contento estoy cuando es con mucha persecución y trabajos, y con más gana os los cuento. Verdad es que estas hermanas que estaban aquí los han pasado casi seis años; al menos más de cinco y medio que ha que entraron en esta casa de la gloriosa Santa Ana, dejada la mucha pobreza y trabajo que tenían en ganar de comer, porque nunca quisieron pedir limosna (la causa era porque no les pareciese estaban allí para que las diesen de comer), y la gran penitencia que hacían, así en ayunar mucho y comer poco, malas camas y muy poquita casa, que para tanto encerramiento como siempre tuvieron era harto trabajo.

39. El mayor que me dijeron habían tenido era el grandísimo deseo de verse con el hábito, que éste noche y día las atormentaba grandísimamente, pareciéndoles nunca lo habían de ver, y así toda su oración era porque Dios las hiciese esta merced, con lágrimas muy ordinarias. Y en viendo que había algún desvío, se afligían en extremo y crecía la penitencia. De lo que ganaban, dejaban de comer para pagar los mensajeros que iban a mí, y mostrar la gracia que ellas podían con su pobreza a los que las podían ayudar en algo. Bien entiendo yo, después que las traté y vi su santidad, que sus oraciones y lágrimas habían negociado para que la Orden las admitiese. Y así he tenido por muy mayor tesoro que estén en ella tales almas, que si tuvieran mucha renta, y espero irá la casa muy adelante.

40. Pues como entramos en la casa, estaban todas a la puerta de adentro cada una de su librea; porque como entraron se estaban, que nunca habían querido tomar traje de beatas, esperando esto, aunque el que tenían era harto honesto; que bien parecía en él tener poco cuidado de sí, según estaban mal aliñadas, y casi todas tan flacas, que se mostraba haber tenido vida de harta penitencia.

41. Recibiéronnos con hartas lágrimas del gran contento, y hase parecido no ser fingidas y su mucha virtud en la alegría que tienen y la humildad y obediencia a la Priora; y a todas las que vinieron a fundar no saben placeres que les hacer. Todo su miedo era si se habían de tornar a ir, viendo su pobreza y poca casa. Ninguna había mandado, sino, con gran hermandad, cada una trabajaba lo más que podía. Dos, que eran de más edad, negociaban cuando era menester; las otras jamás hablaban con ninguna, persona, ni querían. Nunca tuvieron llave a la puerta, sino una aldaba; ni ninguna osaba llegar a ella, sino la más vieja respondía. Dormían muy poco, por ganar de comer y por no perder la oración, que tenían hartas horas; los días de fiesta, todo el día. Por los libros de fray Luis de Granada y de fray Pedro de Alcántara se gobernaban.

42. El más tiempo rezaban el Oficio Divino, con un poco que sabían leer, que sola una lee bien, y no con breviarios conformes (46). Unos les habían dado de lo viejo romano algunos clérigos, como no se aprovechaban de ellos; otros, como podían. Y como no sabían leer, estábanse muchas horas. Esto no lo rezaban adonde de fuera las oyesen (47). Dios tomaría su intención y trabajo, que pocas verdades debían decir. Como el padre fray Antonio de Jesús las comenzó a tratar, hizo que no rezasen sino el oficio de nuestra Señora. Tenían su horno en que cocían el pan, y todo con un concierto como si tuvieran quien las mandara.

43. A mí me hizo alabar a nuestro Señor, y mientras más las trataba más contento me daba haber venido. Paréceme que por muchos trabajos que hubiera de pasar, no quisiera haber dejado de consolar estas almas. Y las que quedan de mis compañeras me decían que luego a los primeros días les hizo alguna contradicción, mas que como las fueron conociendo y entendiendo su virtud, estaban alegrísimas de quedar con ellas y las tenían mucho amor. Gran cosa puede la santidad y virtud. Verdad es que eran tales, que aunque hallaran muchas dificultades y trabajos los llevaran bien con el favor del Señor, porque desean padecer en su servicio. Y la hermana que no sintiere en sí este deseo, no se tenga por verdadera Descalza, pues no han de ser nuestros deseos descansar, sino padecer por imitar en algo a nuestro verdadero Esposo. Plega a Su Majestad nos dé gracia para ello, amén.

44. De donde comenzó esta ermita de Santa Ana, fue de esta manera: vivía aquí en este dicho lugar de Villanueva de la Jara un clérigo natural, de Zamora, que había sido fraile de nuestra Señora del Carmen. Era devoto de la gloriosa Santa Ana. Llamábase Diego de Guadalajara, y así hizo cabe su casa esta ermita, y tenía por donde oír misa; y con la gran devoción que tenía, fue a Roma y trajo una bula con muchos perdones para esta iglesia o ermita. Era hombre virtuoso y recogido. Cuando murió, mandó en su testamento que esta casa y todo lo que tenía fuese para un monasterio de monjas de nuestra Señora del Carmen; y si esto no hubiese efecto, que lo tuviese un capellán que dijese algunas misas cada semana, y que cada y cuando que fuese monasterio, no se tuviese obligación de decir las misas.

45. Estuvo así con un capellán más de veinte años, que tenía la hacienda bien desmedrada, porque, aunque estas doncellas entraron en la casa, sola la casa tenían. El capellán estaba en otra casa de la misma capellanía, que dejará ahora con lo demás, que es bien poco; mas la misericordia de Dios es tan grande que no dejará de favorecer la casa de su gloriosa abuela. Plega a Su Majestad que sea siempre servido en ella, y le alaben todas las criaturas por siempre jamás, amén.

NOTAS CAPÍTULO 28

1 Al reanudar el libro, omitió la numeración del capítulo, comenzando directamente con el título. - Recordamos al lector que con ocasión de la interrupción redaccional de las Fundaciones, entre el cap. precedente y éste insertó la Autora los "cuatro avisos a los Padres Descalzos". Los omitimos aquí, por ser ajenos a la presente obra.

2 La fundación de Sevilla fue hecha por la Santa en 1575 y 1576. Casi a la par llevaba a cabo Ana de San Alberto la fundación de Caravaca. La presente fundación de Villanueva de la Jara data de 1580: más de cuatro años de intervalo.

3 Las cabezas: ante todo, San Juan de la Cruz y el P. Gracián (cf. n. 4). - En la frase siguiente, el casi fue añadido entre líneas por la Santa, luego de tacharlo después de todos.

4 Juan Bautista Rubeo (cf. c. 2).

5 Alude a los PP. Pedro Fernández y Francisco Vargas, O.P. nombrados Visitadores del Carmen por San Pío V en 1569, y al P. Gracián, delegado por este último (1573) y confirmado en la función por el Nuncio Ormaneto /1574).

6 Era Nicolás Ormaneto, que murió en Madrid el 18 de junio de 1577. - Le sucedió en el cargo Felipe Sega, que llegó a Madrid el 30 de agosto de 1577, mal predispuesto contra la Santa (a quien motejó de "fémina inquieta y andariega") y su Reforma, a causa de los torcidos informes recibidos en Roma antes de su partida: era pariente del Cardenal Felipe Buoncompagni, Protector de los Carmelits y sobrino del Papa Gregoroio XIII. Por eso la Santa sice en sequida que Sega "era algo deudo del Papa".

7 Enteróse: en la acepción de estar entero, mantenerse firme.

8 Con data 3 de agosto de 1575. - Los del paño: Carmelitas Calzados. - Mariano de San Benito: cf. c. 17, nn. 6-16.

9 Sega sometió a los Descalzos a la autoridad de los Provinciales Calzados de Castilla y Andalucía, con Breve de 18 de octubre de 1578.

10 A algunas, escribi´la Santa. - Testimonio: término frecuentemente usado en la acepción de "falso testimonio".

11 Tomó de la mano: adelantarse, tomar la iniciativa.

12 Acompañados, equivale a consultores, consejeros. - Fueron D. Luis Manrique, capellán y limosnero mayor del Rey, fray Lorenzo de Villavicencio, agustino, y los dominicos Hernando del Castillo y Pedro Fernández. El 1 de abril 1579 anularon la autoridad de los Provinciales sobre los Reformados y nombraron en su lugar al P. Angel de Salazar.

13 El sentido de la frase es: ¡ya podéis imaginaros la oportunidad que había para dedicarse a fundaciones!

14 Fue canónigo de Cuena y luego párroco de la villa de San Juan de Rojas.

15 Quinta, fue escrito entre líneas por la Santa; a ello se debe la incorrección de la frase.

16 Alonso Velázquez fue confesor y consejero de la Santa en Toledo (1577), Obispo de Osma en 1578 y Arzobispo de Compostela en 1583. A él está dirigida la Relación VI, Cf. Fund. c. 30.

17 Su destierro: alude al castigo impuesto por Sega (cf. n. 4).

18 Gabriel de la A. (1544-1584) fue prior de la Roda de 1576 a 1580 (?). Fue asimismo director espiritual de Catalina de Cardona (cf. nn. 21 y ss.). La Santa hace su elogio en el n. 34. - Según este texto, el presente capítulo parece fue escrito el mismo año de la fundación de Villanueva.

19 Seobligaba a lo doicho en el n. 11.

20 Llegó a Malagón el 25/11/1579.

21 De Toledo, a María de los Mártires (para priora) y a Constanza de la Cruz; de Malagón, a Elvira de San Angelo (para supriora) y a Ana de San Agustín.

22 Gabriel de la Asunción, añadido entre líneas por la Santa. - Recaudo, equivale a provisión.

23 Cf. n. 11.

24 3 Reg. 19, 9.

25 El convento de la Roda (Albacete) fue fundado en abril de 1572 por Catalina de Cardona, que murió el 11 de mayo de 1577.

26 Son muy seguros los datos de la Santa: Caytalina de Cardona (1519-1577) había sido aya de D. Juan de Austria, hijo de Carlos V, y de D. Carlos, hijo de Felipe II. En 1563 se retiró a la soledad de la Roda, y en 1571 tomó el hábito de carmelita en Pastrana, con la capucha de fraile.

27 P. Piña, sacerdote ermitaño en el monte de la Vera Cruz (Alcalá).

28 Aportaron: arrivaron, hicieron puerto.

29 El sentido es: ... con tan grandes deseos de hacer vida áspera, no habiendo quién en ellos la retuviese...

30 Había escrito diez o y lo tachó.

31 Por nombre, Benítez.

32 A tercer día: cada 3 días.

33 U otras cosas: añadido por la Santa entre líneas.

34 Mujer: añadido al margen por la Autora.

35 A las carmelitas de Toledo, cf. n. 26. - Alanos: especie de perros.

36 Mercenarios, escribió la Santa. Eran, en cambio, los Trinitarios de la Fuensanta.

37 Y túnica de sayal: adición interlineal autógrafa.

38 Fue el 6 de mayo de 1571. Tomó hábito de religioso. Hizo de madrina la princesa de Eboli.

39 Cg. c. 17, nn. 6-15.

40 El 11 de mayo. - En la frase siguiente por aliteración escribió la Santa: hiciéronles honras...

41 Gracián tachó fray y escribió Don, y al margen anotó: "éste no es fraile, y creo lo ha de ser, pues la Madre le llamó así".

42 En el n. 20.

43Gabriel de la Asunción; cf. n. 11.

44 Probablemente son las palabras consignadas en la Rel. 23: "... ¿Ves toda la penitencia que hace? - En más tengo tu obediencia".

45 Era el 21 de febrero de 1580.

46 Con breviarios discrepantes.

47 En el autógrafo: oyose.

 

CAPÍTULO 29

Trátase de la fundación de San José de nuestra Señora de la Calle en Palencia, que fue año de 1580, día del Rey David (1).

1. Habiendo venido de la fundación de Villanueva de la Jara, mandóme el prelado (2) ir a Valladolid a petición del obispo de Palencia, que es don Alvaro de Mendoza, que el primer monasterio que fue San José de Avila admitió y favoreció (3,) y siempre, en todo lo que toca a esta Orden, favorece. Y como había dejado el obispado de Avila y pasádose a Palencia, púsole nuestro Señor en voluntad que allí hiciese otro de esta sagrada Orden.

Llegada a Valladolid, diome una enfermedad tan grande que pensaron muriera. Quedé tan desganada y tan fuera de parecerme podría hacer nada, que aunque la priora de nuestro monasterio de Valladolid (4), que deseaba mucho esta fundación, me importunaba, no podía persuadirme, ni hallaba principio; porque el monasterio había de ser de pobreza, y decíanme no se podría sustentar, que era lugar muy pobre.

2. Había casi un año que se trataba hacerle junto con el de Burgos, y antes no estaba yo tan fuera de ello. Mas entonces eran (5) muchos los inconvenientes que hallaba, no habiendo venido a otra cosa a Valladolid. No sé si era el mucho mal y flaqueza que me había quedado, o el demonio que quería estorbar el bien que se ha hecho después (6). Verdad es que a mí me tiene espantada (7) y lastimada, que hartas veces me quejo a nuestro Señor lo mucho que participa la pobre alma de la enfermedad del cuerpo; que no parece sino que ha de guardar sus leyes, según las necesidades y cosas que le hacen parecer.

3. Uno de los grandes trabajos y miserias de la vida me parece éste, cuando no hay espíritu grande que le sujete; porque tener mal y padecer grandes dolores, aunque es trabajo, si el alma está despierta, no lo tengo en nada, porque está alabando a Dios, y con considerar viene de su mano. Mas por una parte padeciendo y por otra no obrando, es terrible cosa, en especial si es alma que se ha visto con grandes deseos de no descansar interior ni exteriormente, sino emplearse toda en servicio de su gran Dios. Ningún otro remedio tiene aquí sino paciencia y conocer su miseria y dejarse en la voluntad de Dios, que se sirva de ella en lo que quisiere y como quisiere. De esta manera estaba yo entonces, aunque ya en convalecencia; mas la flaqueza era tanta, que aun la confianza que me solía dar Dios en haber de comenzar estas fundaciones tenía perdida. Todo se me hacía imposible, y si entonces acertara con alguna persona que me animara, hiciérame mucho provecho; mas unos me ayudaban a temer, otros, aunque me daban alguna esperanza, no bastaba para mi pusilanimidad.

4. Acertó a venir allí un padre de la Compañía, llamado el maestro Ripalda (8), con quien yo me había confesado un tiempo, gran siervo de Dios. Yo le dije cuál estaba y que a él le quería tomar en lugar de Dios, que me dijese lo que le parecía. El comenzóme a animar mucho y díjome que de vieja tenía ya esa cobardía. Mas bien veía yo que no era eso, que más vieja soy ahora y no la tengo; y aun él también lo debía entender, sino para reñirme, que no pensase era de Dios. Andaba entonces esta fundación de Palencia y la de Burgos juntamente, y para la una ni la otra yo no tenía nada; mas no era esto, que con menos suelo comenzar. El me dijo que en ninguna manera lo dejase. Lo mismo me había dicho poco había, en Toledo, un provincial de la Compañía, llamado Baltasar Alvarez (9), mas entonces estaba yo buena.

5. Aquello no bastó para determinarme, aunque me hizo harto al caso; no acabé del todo de determinarme, porque, o el demonio, o como he dicho (10) la enfermedad me tenía atada; mas quedé muy mejor. La priora de Valladolid ayudaba cuanto podía, porque tenía gran deseo de la fundación de Palencia; mas como me veía tan tibia, también temía.

Ahora venga el verdadero calor, pues no bastan las gentes ni los siervos de Dios; adonde se entenderá muchas veces no ser yo quien hace nada en estas fundaciones, sino quien es poderoso para todo.

[6]. Estando yo un día, acabando de comulgar, puesta en estas dudas y no determinada a hacer ninguna fundación, había suplicado a nuestro Señor me diese luz para que en todo hiciese yo su voluntad; que la tibieza no era de suerte que jamás un punto me faltaba este deseo. Díjome nuestro Señor con una manera de reprensión: ¿Qué temes? ¿Cuándo te he yo faltado? El mismo que he sido, soy ahora; no dejes de hacer estas dos fundaciones.

¡Oh gran Dios!, ¡y cómo son diferentes vuestras palabras de las de los hombres! Así quedé determinada y animada, que todo el mundo no bastara a ponerme contradicción, y comencé luego a tratar de ello, y comenzó nuestro Señor a darme medios.

7. Tomé dos monjas para comprar la casa (11). Ya, aunque me decían no era posible vivir de limosna en Palencia, era como no me lo decir; porque haciéndola de renta, ya veía yo que por entonces no podía ser; y pues Dios decía que se hiciese, que Su Majestad lo proveería. Y así, aunque no estaba del todo tornada en mí (12), me determiné a ir, con ser el tiempo recio; porque partí de Valladolid el día de los Inocentes, en el año que he dicho (13), que por aquel año que entraba, hasta San Juan, un caballero de allí nos había dado una casa que él tenía alquilada, que se había ido a vivir de allí.

8. Yo escribí a un canónigo de la misma ciudad, aunque no le conocía; (14) mas un amigo suyo me dijo que era siervo de Dios, y a mí se me asentó nos había de ayudar mucho, porque el mismo Señor, como se ha visto en las demás fundaciones, toma en cada parte quien le ayude, que ya ve Su Majestad lo poco que yo puedo hacer. Yo le envié a suplicar que lo más secretamente que pudiese me desembarazase la casa, porque estaba allí un morador, y que no le dijese para lo que era; porque, aunque habían mostrado algunas personas principales voluntad y el Obispo la tenía tan grande, yo veía era lo más seguro que no se supiese.

9. El canónigo Reinoso (que así se llamaba a quien escribí) lo hizo tan bien, que no sólo la desembarazó, mas teníamos camas y muchos regalos harto cumplidamente; y habíamoslo menester, porque el frío era mucho y el día de antes había sido trabajoso, con una gran niebla, que casi no nos veíamos. A la verdad, poco descansamos hasta tener acomodado adonde decir otro día misa; porque antes que nadie supiesen, estábamos allí; (que esto he hallado ser lo que conviene en estas fundaciones, porque si comienza a andar en pareceres, el demonio lo turba todo, aunque él no puede salir con nada, mas inquieta). Así se hizo, que luego de mañana, casi en amaneciendo, dijo misa un clérigo que iba con nosotras, llamado Porras, harto siervo de Dios, y otro amigo de las monjas de Valladolid, llamado Agustín de Victoria (15), que me había prestado dineros para acomodar la casa, y regalado harto por el camino.

10. Ibamos, conmigo, cinco monjas y una compañera que ha días que anda conmigo, freila, mas tan gran sierva de Dios y discreta, que me puede ayudar más que otras que son del coro (16). Aquella noche poco dormimos, aunque como digo había sido trabajoso el camino, por las aguas que había habido.

11. Yo gusté mucho se fundase aquel día, por ser el rezado del rey David (17), de quien yo soy devota. Luego esa mañana lo envié a decir al ilustrísimo Obispo, que aún no sabía iba aquel día. El fue luego allá con una caridad grande, que siempre la ha tenido con nosotras. Dijo nos daría todo el pan que fuese menester, y mandó al Provisor nos proveyese de muchas cosas. Es tanto lo que esta Orden le debe, que quien leyere estas fundaciones de ella está obligado a encomendarle a nuestro Señor, vivo o muerto, y así se lo pido por caridad. Fue tanto el contento que mostró el pueblo y tan general, que fue cosa muy particular, porque ninguna persona hubo que le pareciese mal. Mucho ayudó saber lo quería el Obispo, por ser allí muy amado. Mas toda la gente es de la mejor masa y nobleza que yo he visto, y así cada día me alegro más de haber fundado allí.

12. Como la casa no era nuestra, luego comenzamos a tratar de comprar otra, que aunque aquella se vendía, estaba en muy mal puesto, y con la ayuda que yo llevaba de las monjas que habían de ir, parece podíamos hablar con algo, que, aunque era poco, para allí era mucho; aunque, si Dios no diera los buenos amigos que nos dio, todo no era nada; que el buen canónigo Reinoso trajo otro amigo suyo, llamado el canónigo Salinas (18), de gran caridad y entendimiento, y entre entrambos tomaron el cuidado como si fuera para ellos propios, y aun creo más, y le han tenido siempre de aquella casa.

13. Está en el pueblo una casa de mucha devoción de nuestra Señora, como ermita, llamada nuestra Señora de la Calle. En toda la comarca y ciudad es grande la devoción que se le tiene y la gente que acude allí. Parecióle a Su Señoría y a todos, que estaríamos bien cerca de aquella iglesia. Ella no tenía casa, mas estaban dos juntas, que, comprándolas, eran bastantes para nosotras, junto con la iglesia. Esta nos había de dar el cabildo y unos cofrades de ella, y así se comenzó a procurar. El cabildo luego nos hizo merced de ella, y aunque hubo harto en qué entender con los cofrades, también lo hicieron bien; que, como he dicho (19), es gente virtuosa la de aquel lugar, si yo la he visto en mi vida.

14. Como los dueños de las casas vieron que las habíamos gana, comienzan a estimarlas más, y con razón. Yo las quise ir a ver, y pareciéronme tan mal, que en ninguna manera las quisiera, y a las que iban con nosotras. Después se ha visto claro que el demonio hizo mucho de su parte, porque le pesaba de que fuésemos allí. Los dos canónigos que andaban en ello, parecíales lejos de la iglesia mayor, como lo está, mas en donde hay más gente en la ciudad. En fin, nos determinamos todos de que no convenía aquella casa, que se buscase otra. Esto comenzaron a hacer aquellos dos señores canónigos con tanto cuidado y diligencia, que me hacía alabar a nuestro Señor, sin dejar cosa que les pareciese podía convenir. Vinieron a contentarse de una, que era de uno que llaman Tamayo. Estaba con algunas partes muy aparejadas para venirnos bien y cerca de la casa de un caballero principal, llamado Suero de Vega (20), que nos favorece mucho y tenía gran gana que fuésemos allí y otras personas del barrio.

15. Aquella casa no era bastante, mas dábannos con ella otra, aunque no estaba de manera que nos pudiésemos una con otra bien acomodar. En fin, por las nuevas que de ella me daban yo lo deseaba que se efectuase, mas no quisieron aquellos señores sino que la viese primero. Yo siento tanto salir por el pueblo, y fiaba tanto de ellos, que no había remedio. En fin, fui y también a las de nuestra Señora, aunque no con intento de tomarlas, sino porque al de la otra no le pareciese no teníamos remedio sino la suya, y parecióme tan mal como he dicho (21) y a las que iban allí, que ahora nos espantamos cómo nos pudo parecer tan mal. Y con aquello fuimos a la otra ya con determinación que no había de ser otra; y aunque hallábamos hartas dificultades, pasábamos por ellas, aunque se podían harto mal remediar, que para hacer la iglesia, y aun no buena, se quitaba todo lo que había bueno para vivir.

16. Cosa extraña es ir ya determinada a una cosa: a la verdad, diome la vida para fiar poco de mí, aunque entonces no era yo sola la engañada. En fin, nos fuimos ya determinadas de que no fuese otra y de dar lo que había pedido, que era harto, y escribirle, que no estaba en la ciudad, mas cerca.

17. Parecerá cosa impertinente haberme detenido tanto en el comprar de la casa, hasta que se vea el fin que debía llevar el demonio para que no fuésemos a la de nuestra Señora, que cada vez que se me acuerda me hace temer.

18. Idos todos determinados como he dicho (22) a no tomar otra, otro día en misa comiénzame un cuidado grande de si hacía bien, y con desasosiego que casi no me dejó estar quieta en toda la misa. Fui a recibir el Santísimo Sacramento, y luego en tomándole entendí estas palabras, de tal manera que me hizo determinar del todo a no tomar la que pensaba, sino la de nuestra Señora: Esta te conviene.

Yo comencé a parecerme cosa recia en negocio tan tratado y que tanto querían los que lo miraban con tanto cuidado.

Respondióme el Señor: No entienden ellos lo mucho que soy ofendido allí, y esto será gran remedio.

Pasóme por pensamiento no fuese engaño, aunque no para creerlo, que bien conocía en la operación que hizo en mí, que era espíritu de Dios. Díjome luego: Yo soy.

19. Quedé muy sosegada y quitada la turbación que antes tenía, aunque no sabía cómo remediar lo que estaba hecho y el mucho mal que había dicho de aquella casa, y a mis hermanas, que les había encarecido cuán mala era y que no quisiera hubiéramos ido allí sin verla, por nada; aunque de esto no se me daba tanto, que ya sabía tendrían (23) por bueno lo que yo hiciese, sino de los demás que lo deseaban: parecía me tendrían por vana y movible, pues tan presto mudaba, cosa que yo aborrezco mucho. No eran todos estos pensamientos para que me moviesen poco ni mucho en dejar de ir a la casa de nuestra Señora, ni me acordaba ya que no era buena; porque, a trueco de estorbar las monjas un pecado venial, era cosa de poco momento todo lo demás, y cualquiera de ellas que supiera lo que yo, estuviera en esto mismo, a mi parecer.

20. Tomé este remedio: yo me confesaba con el canónigo Reinoso, que era uno de estos dos que me ayudaban, aunque no le había dado parte de cosas de espíritu de esta suerte, porque no se había ofrecido ocasión adonde hubiese sido menester; y como lo he acostumbrado siempre en estas cosas hacer lo que el confesor me aconsejare, por ir camino más seguro, determiné de decírselo debajo de mucho secreto, aunque no me hallaba yo determinada en dejar de hacer lo que había entendido sin darme harta pesadumbre. Mas, en fin, lo hiciera, que yo fiaba de nuestro Señor lo que otras veces he visto, que Su Majestad muda al confesor, aunque esté de otra opinión, para que haga lo que El quiere.

21. Díjele primero las muchas veces que nuestro Señor acostumbraba enseñarme así y que hasta entonces se habían visto muchas cosas en que se entendía ser espíritu suyo, y contéle lo que pasaba; mas que yo haría lo que a él le pareciese, aunque me sería pena. El es muy cuerdo y santo y de buen consejo en cualquiera cosa, aunque es mozo; (24) y aunque vio había de ser nota, no se determinó a que se dejase de hacer lo que se había entendido. Yo le dije que esperásemos al mensajero (25), y así le pareció; que yo confiaba en Dios que El lo remediaría. Y así fue, que, con haberle dado todo lo que quería y había pedido, tornó a pedir (26) otros trescientos ducados más, que parecía desatino, porque se le pagaba demasiado. Con esto vimos lo hacía Dios, porque a él le estaba muy bien vender, y estando concertado, pedir más no llevaba camino.

22. Con esto se remedió harto, que dijimos que nunca acabaríamos con él, mas no del todo; porque estaba claro que por trescientos ducados no se había de dejar casa que parecía convenir a un monasterio. Yo dije a mi confesor que de mi crédito no se le diese nada (27), pues a él le parecía se hiciese; sino que dijese a su compañero que yo estaba determinada a que cara o barata, ruin o buena, se comprase la de nuestra Señora. El tiene un ingenio en extremo vivo, y aunque no se le dijo nada, de ver mudanza tan presto, creo lo imaginó, y así no me apretó más en ello.

23. Bien hemos visto todos después el gran yerro que hacíamos en comprar la otra, porque ahora nos espantamos de ver las grandes ventajas que la hace, dejado lo principal, que se echa bien de ver se sirven nuestro Señor y su gloriosa Madre allí y que se quitan hartas ocasiones. Porque eran muchas las velas de noche, adonde, como no era sino sola ermita, podían hacer muchas cosas que el demonio le pesaba se quitasen, y nosotras nos alegramos de poder en algo servir a nuestra Madre y Señora y Patrona. Y era harto mal hecho no lo haber hecho antes, porque no habíamos de mirar más. Ello se ve claro ponía en muchas cosas ceguedad el demonio, porque hay allí muchas comodidades que no se hallaran en otra parte y grandísimo contento de todo el pueblo, que lo deseaban, y aun los que querían fuésemos a la otra, les parecía después muy bien.

24. Bendito sea el que me dio luz en esto, para siempre jamás; y así me la da en si alguna cosa acierto a hacer bien, que cada día me espanta más el poco talento que tengo en todo. Y esto no se entienda que es humildad, sino que cada día lo voy viendo más: que parece quiere nuestro Señor conozca yo y todos que sólo es Su Majestad el que hace estas obras, y que, como dio vista al ciego con lodo, quiere que a cosa tan ciega como yo haga cosa que no lo sea. Por cierto, en esto había cosas como he dicho (28) de harta ceguedad, y cada vez que se me acuerda, querría alabar a nuestro Señor de nuevo por ello; sino que aun para esto no soy, ni sé cómo me sufre. Bendita sea su misericordia, amén.

25. Pues luego se dieron prisa estos santos amigos de la Virgen a concertar las casas, y, a mi parecer, las dieron baratas. Trabajaron harto, que en cada una quiere Dios haya qué merecer en estas fundaciones a los que nos ayudan, y yo soy la que no hago nada, como otras veces he dicho, y nunca lo querría dejar de decir, porque es verdad. Pues lo que ellos trabajaron en acomodar la casa y dando también dineros para ello, porque yo no los tenía, fue muy mucho, junto con fiarla; que primero que en otras partes hallo un fiador, no de tanta cantidad, me veo afligida; y tienen razón, porque si no lo fiasen de nuestro Señor, yo no tengo blanca. Mas Su Majestad me ha hecho siempre tanta merced, que nunca por hacérmela perdieron nada, ni se dejó de pagar muy bien, que la tengo por grandísima.

26. Como no se contentaron los de las casas con ellos dos por fiadores, fuéronse a buscar el Provisor, que había nombre Prudencio, y aun no sé si me acuerdo bien; así me lo dicen ahora, que, como le llamábamos provisor, no lo sabía (29). Es de tanta caridad con nosotras, que era mucho lo que le debíamos y le debemos. Preguntóles adónde iban; díjoles que a buscarle para que firmase aquella fianza. El se rió. Dijo: "¿pues a fianza de tantos dineros me decís de esa manera?". Y luego, desde la mula, la firmó, que para los tiempos de ahora es de ponderar (30).

27. Yo no querría dejar de decir muchos loores de la caridad que hallé en Palencia, en particular y general. Es verdad que me parecía cosa de la primitiva Iglesia, al menos no muy usada ahora en el mundo, ver que no llevábamos renta y que nos habían de dar de comer, y no sólo no defenderlo (31), sino decir que les hacía Dios merced grandísima. Y si se mirase con luz, decían verdad; porque, aunque no sea sino haber otra iglesia adonde está el Santísimo Sacramento más, es mucho. (32)

28. ¡Sea por siempre bendito, amén!, que bien se va entendiendo se ha servido de que esté allí y que debía haber algunas cosas de impertinencias que ahora no se hacen; porque, como velaban allí mucha gente y la ermita estaba sola, no todos iban por devoción. Ello se va remediando. La imagen de nuestra Señora estaba puesta muy indecentemente. Hale hecho capilla por sí el obispo Don Alvaro de Mendoza, y poco a poco se van haciendo cosas en honra y gloria de esta gloriosa Virgen y su Hijo. ¡Sea por siempre alabado, amén, amén!

29. Pues acabada de aderezar la casa para el tiempo de pasar allá las monjas, quiso el obispo fuese con gran solemnidad. Y así fue un día de la octava del Santísimo Sacramento (33), que él mismo vino de Valladolid, y se juntó al Cabildo con las Ordenes, y casi todo el lugar. Mucha música. Fuimos, desde la casa adonde estábamos todas, en procesión, con nuestras capas blancas y velos delante del rostro, a una parroquia que estaba cerca de la casa de nuestra Señora, que la misma imagen vino también por nosotras, y de allí tomamos el Santísimo Sacramento y se puso en la iglesia con mucha solemnidad y concierto. Hizo harta devoción. Iban más monjas, que habían venido allí para la fundación de Soria, y con candelas en las manos. Yo creo fue el Señor harto alabado aquel día en aquel lugar. Plega a El para siempre lo sea de todas las criaturas, amén, amén.

30. Estando en Palencia, fue Dios servido que se hizo el apartamiento (34) de los Descalzos y Calzados, haciendo provincia por sí, que era todo lo que deseábamos para nuestra paz y sosiego. Trájose, por petición de nuestro católico rey Don Felipe, de Roma, un Breve muy copioso para esto (35), y Su Majestad nos favoreció mucho en este fin, como lo había comenzado. Hízose capítulo en Alcalá (36) por mano de un reverendo padre, llamado fray Juan de las Cuevas, que era entonces prior de Talavera. Es de la Orden de Santo Domingo, que vino señalado de Roma, nombrado por Su Majestad, persona muy santa y cuerda, como era menester para cosa semejante. Allí les hizo la costa el Rey, y por su mandato los favoreció toda la Universidad. Hízose en el Colegio de Descalzos que hay allí nuestro, de San Cirilo, con mucha paz y concordia. Eligieron por provincial al padre maestro fray Jerónimo Gracián de la Madre de Dios.

31. Porque esto escribirán estos Padres en otra parte como pasó, no había para qué tratar yo de ello. Helo dicho, porque estando en esta fundación acabó nuestro Señor cosa tan importante a la honra y gloria de su gloriosa Madre, pues es de su Orden, como Señora y Patrona que es nuestra; y me dio a mí uno de los grandes gozos y contentos que podía recibir en esta vida, que más había de 25 años que los trabajos y persecuciones y aflicciones que había pasado, sería largo de contar y sólo nuestro Señor lo puede entender. Y verlo ya acabado, si no es quien sabe los trabajos que se ha padecido, no puede entender el gozo que vino a mi corazón y el deseo que yo tenía que todo el mundo alabase a nuestro Señor y le ofreciésemos (37) a este nuestro santo rey don Felipe, por cuyo medio lo había Dios traído a tan buen fin. Que el demonio se había dado tal maña, que ya iba todo por el suelo, si no fuera por él.

32. Ahora estamos todos en paz, Calzados y Descalzos. No nos estorba nadie a servir a nuestro Señor. Por eso, hermanos y hermanas mías, pues tan bien ha oído sus oraciones, prisa a servir a Su Majestad. Miren los presentes que son testigos de vista, las mercedes que nos ha hecho y de los trabajos y desasosiegos que nos ha librado; y los que están por venir, pues lo hallan llano todo, no dejen caer ninguna cosa de perfección, por amor de nuestro Señor. No se diga por ellos lo que de algunas Ordenes, que loan sus principios. Ahora comenzamos y procuren ir comenzando siempre de bien en mejor. Miren que por muy pequeñas cosas va el demonio barrenando agujeros por donde entren las muy grandes. No les acaezca decir: "En esto no va nada, que son extremos". ¡Oh hijas mías, que en todo va mucho, como no sea ir adelante!

33. Por amor de nuestro Señor les pido se acuerden cuán presto se acaba todo y la merced que nos ha hecho nuestro Señor a traernos a esta Orden, y la gran pena que tendrá quien comenzare alguna relajación. Sino que pongan siempre los ojos en la casta de donde venimos, de aquellos santos Profetas. ¡Qué de santos tenemos en el cielo que trajeron este hábito! Tomemos una santa presunción, con el favor de Dios, de ser nosotros como ellos. Poco durará la batalla, hermanas mías, y el fin es eterno. Dejemos estas cosas que en sí no son, si no es las que nos allegan a este fin que no tiene fin, para más amarle y servirle, pues ha de vivir para siempre jamás, amén, amén.

A Dios sean dadas gracias.

NOTAS CAPÍTULO 29

1 Al título precede el anagrama JHS. Omitió la numeración del capítulo. Escribió primero: ...San José de Palencia, tachando en seguida esta palabra, para dar atildadamente el título patronal de la fundación. Semejante modo de combinar el patronato de San José con el de la Virgen puede verse en los epígrafes de los cc. 21 ("San José del Carmen"), 22 ("San José del Salvador"), 23 ("San José del Carmen"), y otra combinación en el c. 31: "San José de Santa Ana".

2 El Prelado: Angel de Salazar (cf. c. 28, n. 6 nota).

3 Cf. Vida c. 36, n. 2.

4 María Bautista de Ocampo, la de la famosa velada de la Encarnación (Vida c. 32, n. 10).

5 Era, escribió la Santa.

6 El 20/3/1580 salió la Santa de Villanueva de la Jara. Hacia el 26 llegó a Toledo, donde cayó gravemente enferma pocos días después, víctima del llamado "catarro universal" que asoló España aquel año. Hacia el 7 de junio salió de Toledo, por Madrid y Segovia, camino de Avila, Medina y Valladolid, donde llegó el 8 de agosto recayendo gravísimamente en la enfermedad de Toledo. Emprendió el viaje a Palencia en pleno invierno: 28/12/1580.

7 Por nuevo error material, escribió espantado.

8 El mismo que intervino en la redacción de esta obra (pról., n. 2).

9 Muerto poco antes, el 25 de julio de 1580.

10 En el n. 1.

11 Cf. n. 10.

12 No del todo tornada en mí: sana.

13 El 28/12/1580. Hasta San Juan (24 de junio de 1581) les cedió la casa el canónigo Serrano.

14 Jerónimo Reinoso (1546-1600), en adelante amiguísimo de la Madre.

15 El primero, Porras, confesor de las Carmelitas de Valladolid; el segundo, insigne bienhechor del Carmelo vallisoletano, donde tuvo una hija carmelita: María de San Agustín. - De Valladolid a Palencia acompañó también a la Santa el P. Gracián.

16 Era esta leguita la beata Ana de San Bartolomé, enfermera y a veces secretaria de la Santa a partir de la nochebuena de 1577, en que ésta se lesionó el brazo izquierdo. Las otras cuatros fueron: Inés de Jesús (Tapia, prima de la Madre), Catalina del Espíritu Santo, María de San Bernardo y Juana de San Francisco.

17 El 29 de diciembre.

18 Martín Alonso Salinas, gran amigo de la Santa.

19 En el n. 11.

20 Suero de Vega, hijo de Juan de Vega, que fue Virrey de Navarra y Siciia y presidente del Consejo Real. Uno de sus hijos, Juan de la Madre de Dios, fue Carmelita Descalzo.

21 En el n. 14.

22 En los nn. 15-16.

23 Tendría, escribió la Santa.

24 Reinoso (1546-1600 contaba a la sazón 35 años.

25 Que esperásemos al mensajero, enviado al dueño para contratar (cf. n. 16).

26 Tornó a pedor el dueño...

27 O sea: que nada le importase de mi crédito o buen nombre. - Que dijese a su compañero: el canónigo Salinas (cf. nn. 12-13).

28 En el n. 23, y nn. 14-15.

29 El Provisor del Obispo era D. Prudencio Armentia (cf. n. 11).

30 Es de ponderar fue añadido por la Autora entre líneas.

31 Defenderlo: impedirlo.

32 En buen orden: aunque no sea sino haber otra Iglesia más adonde esté el SS. Sacramento, es mucho.

33 El 26 de mayo de 1581.

34 Apartamiento: separación.

35 El breve "Pia consideratione", de Gregorio XIII, del 22 de junio de 1580.

36 A partir del 3/3/1581. El día 4 fue elegido Provincial Gracián, y San Juan de la Cruz Definidor.

37 Ofreciésemos: encomendásemos.