CAPÍTULO
5
En
que se dicen algunos avisos para cosas de oración y revelaciones. Es muy
provechoso para los que andan en cosas activas (1).
1.
No es mi intención ni pensamiento que será tan acertado lo que yo dijere aquí
que se tenga por regla infalible, que sería desatino en cosas tan dificultosas.
Como hay muchos caminos en este camino del espíritu, podrá ser acierte a decir
de alguno de ellos algún punto. Si los que no van por él no lo entendieren,
será que van por otro. Y si no aprovechare a ninguno, tomará el Señor mi
voluntad, pues entiende que, aunque no todo he experimentado yo, en otras almas
sí lo he visto.
2.
Lo primero quiero tratar, según mi pobre entendimiento, en qué está la
sustancia de la perfecta oración. Porque algunos he topado que les parece está
todo el negocio en el pensamiento, y si éste pueden tener mucho en Dios, aunque
sea haciéndose gran fuerza, luego les parece que son espirituales; y si se
divierten (2), no pudiendo más, aunque sea para cosas buenas, luego les viene
gran desconsuelo y les parece que están perdidos. Estas cosas e ignorancias no
las tendrán los letrados, aunque ya he topado con alguno en ellas: mas para
nosotras las mujeres, de todas estas ignorancias nos conviene ser avisadas. No
digo que no es merced del Señor quien siempre puede estar meditando en sus
obras, y es bien que se procure; (3) mas hase de entender que no todas las
imaginaciones son hábiles de su natural para esto, mas todas las almas lo son
para amar. Ya otra vez escribí las causas de este desvarío de nuestra
imaginación, a mi parecer; (4) no todas, que será imposible, mas algunas. Y
así no trato ahora de esto, sino querría dar a entender que el alma no es el
pensamiento, ni la voluntad es mandada por él, que tendría harta mala ventura;
por donde el aprovechamiento del alma no está en pensar mucho, sino en amar
mucho.
3.
¿Cómo se adquirirá este amor? Determinándose a obrar y padecer, y hacerlo
cuando se ofreciere. Bien es verdad que del pensar lo que debemos al Señor y
quién es y lo que somos, se viene a hacer una alma determinada y que es gran
mérito, y para los principios muy conveniente; mas entiéndese cuando no hay de
por medio cosas que toquen en obediencia y aprovechamiento de los prójimos.
Cualquiera de estas dos cosas que se ofrezcan, piden tiempo para dejar el que
nosotros tanto deseamos dar a Dios, que a nuestro parecer es estarnos a solas
pensando en El y regalándonos con los regalos que nos da. Dejar esto por
cualquiera de estas dos cosas, es regalarle y hacer por El, dicho por su boca:
Lo que hicisteis por uno de estos pequeñitos, hacéis por mí. Y en lo que toca
a la obediencia, no querrá que vaya por otro camino que El, quien bien le
quisiere: obediens usque ad mortem (5).
4.
Pues si esto es verdad, ¿de qué procede el disgusto que por la mayor parte da,
cuando no se ha estado mucha parte del día muy apartados y embebidos en Dios,
aunque andemos empleados en estotras cosas? A mi parecer, por dos razones: la
una y más principal (6), por un amor propio que aquí se mezcla, muy delicado;
y así no se deja entender que es querernos más contentar a nosotros que a
Dios. Porque está claro que, después que una alma comienza a gustar cuán
suave es el Señor, que es más gusto estarse descansando el cuerpo sin trabajar
y regalada el alma.
5.
¡Oh caridad de los que verdaderamente aman este Señor y conocen su condición!
¡Qué poco descanso podrán tener si ven que son un poquito de parte para que
una alma sola se aproveche y ame más a Dios, o para darle algún consuelo, o
para quitarla de algún peligro! ¡Qué mal descansará con este descanso
particular suyo! Y cuando no puede con obras, con oración, importunando al
Señor por las muchas almas que la lastima de ver que se pierden. Pierde ella su
regalo, y lo tiene por bien perdido, porque no se acuerda de su contento, sino
en cómo hacer más la voluntad del Señor. Y así es en la obediencia. Sería
recia cosa que nos estuviese claramente diciendo Dios que fuésemos a alguna
cosa que le importa, y no quisiésemos, sino estarle mirando, porque estamos
más a nuestro placer. ¡Donoso adelantamiento en el amor de Dios! Es atarle las
manos con parecer que no nos puede aprovechar sino por un camino.
6.
Conozco a algunas personas que de vista (dejado, como he dicho (7), lo que yo he
experimentado), que me han hecho entender esta verdad, cuando yo estaba con pena
grande de verme con poco tiempo, y así las había lástima de verlas siempre
ocupadas en negocios y cosas muchas les mandaba la obediencia; y pensaba yo en
mí, y aun se lo decía, que no era posible entre tanta baraúnda crecer el
espíritu, porque entonces no tenían mucho. ¡Oh Señor, cuán diferentes son
vuestros caminos de nuestras torpes imaginaciones! (8) ¡Y cómo de un alma que
está ya determinada a amaros y dejada en vuestras manos, no queréis otra cosa
sino que obedezca y se informe bien de lo que es más servicio vuestro, y eso
desee! No ha menester ella buscar los caminos ni escogerlos, que ya su voluntad
es vuestra. Vos, Señor mío, tomáis ese cuidado de guiarla por donde más se
aproveche. Y aunque el prelado no ande con este cuidado de aprovecharnos el
alma, sino de que se hagan los negocios, que le parece conviene a la comunidad,
Vos, Dios mío, le tenéis y vais disponiendo el alma y las cosas que se tratan
de manera que, sin entender cómo, nos hallamos con espíritu y gran
aprovechamiento, que nos deja después espantadas.
7.
Así lo estaba una persona que ha pocos días que hablé, que la obediencia le
había traído cerca de quince años tan trabajado en oficios y gobiernos, que
en todos éstos no se acordaba de haber tenido un día para sí, aunque él
procuraba lo mejor que podía algunos ratos al día de oración y de traer
limpia conciencia. Es un alma de las más inclinadas a obediencia que yo he
visto, y así la pega a cuantas trata. Hale pagado bien el Señor, que, sin
saber cómo, se halló con aquella libertad de espíritu tan preciada y deseada
que tienen los perfectos, adonde se halla toda la felicidad que en esta vida se
puede desear; porque, no queriendo nada, lo poseen todo. Ninguna cosa temen ni
desean de la tierra, ni los trabajos las turban, ni los contentos las hacen
movimiento. En fin, nadie la puede quitar la paz, porque ésta de sólo Dios
depende. Y como a El nadie le puede quitar, sólo temor de perderle puede dar
pena, que todo lo demás de este mundo es, en su opinión, como si no fuese,
porque ni le hace ni le deshace para su contento. ¡Oh dichosa obediencia y
distracción por ella, que tanto pudo alcanzar!
8.
No es sola esta persona, que otras he conocido de la misma suerte, que no las
había visto algunos años había y hartos; y preguntándoles en qué se habían
pasado, era todo en ocupaciones de obediencia y caridad. Por otra parte,
veíalos tan medrados en cosas espirituales, que me espantaban. Pues ¡ea, hijas
mías!, no haya desconsuelo cuando la obediencia os trajere empleadas en cosas
exteriores; entended que si es en la cocina, entre los pucheros anda el Señor
ayudándoos en lo interior y exterior.
9.
Acuérdome que me contó un religioso que había determinado y puesto muy por
sí que ninguna cosa le mandase el prelado que dijese de no, por trabajo que le
diese; y un día estaba hecho pedazos de trabajar, y ya tarde, que no se podía
tener, e iba a descansar sentándose un poco, y topóle el prelado y díjole que
tomase el azadón y fuese a cavar a la huerta. El calló, aunque bien afligido
el natural, que no se podía valer; tomó su azadón, y yendo a entrar por un
tránsito que había en la huerta (que yo vi muchos años después que él me lo
había contado, que acerté a fundar en aquel lugar una casa), se le apareció
nuestro Señor con la cruz a cuestas, tan cansado y fatigado, que le dio bien a
entender que no era nada el que él tenía en aquella comparación.
10.
Yo creo que, como el demonio ve que no hay camino que más presto lleve a la
suma perfección que el de la obediencia, pone tantos disgustos y dificultades
debajo de color de bien. Y esto se note bien y verán claro que digo verdad. En
lo que está la suma perfección, claro está que no es en regalos interiores ni
en grandes arrobamientos ni visiones ni en espíritu de profecía; sino en estar
nuestra voluntad tan conforme con la de Dios, que ninguna cosa entendamos que
quiere, que no la queramos con toda nuestra voluntad, y tan alegremente tomemos
lo sabroso como lo amargo, entendiendo que lo quiere Su Majestad. Esto parece
dificultosísimo, no el hacerlo, sino este contentarnos con lo que de en todo en
todo nuestra voluntad contradice conforme a nuestro natural; y así es verdad
que lo es. Mas esta fuerza tiene el amor, si es perfecto, que olvidamos nuestro
contento por contentar a quien amamos. Y verdaderamente es así que, aunque sean
grandísimos trabajos, entendiendo contentamos a Dios, se nos hacen dulces. Y de
esta manera aman los que han llegado aquí, las persecuciones y deshonras y
agravios. Esto es tan cierto y está tan sabido y llano, que no hay para qué me
detener en ello.
11.
Lo que pretendo dar a entender es la causa que la obediencia, a mi parecer, hace
más presto, o es el mayor medio que hay para llegar a este tan dichoso estado.
Es que como en ninguna manera somos señores de nuestra voluntad, para pura y
limpiamente emplearla toda en Dios, hasta que la sujetamos a la razón, es la
obediencia el verdadero camino para sujetarla. Porque esto no se hace con buenas
razones; que nuestro natural y amor propio tiene tantas, que nunca llegaríamos
allá. Y muchas veces, lo que es mayor razón, si no lo hemos gana, nos hace
parecer disparate con la gana que tenemos de hacerlo (9).
12.
Había tanto que decir aquí, que no acabaríamos de esta batalla interior, y
tanto lo que pone el demonio y el mundo y nuestra sensualidad para hacernos
torcer la razón.
¿Pues
qué remedio? Que así como acá en un pleito muy dudoso se toma un juez y lo
ponen en manos las partes, cansados de pleitear, tome nuestra alma uno, que sea
el prelado o confesor, con determinación de no traer más pleito ni pensar más
en su causa, sino fiar de las palabras del Señor que dice: A quien a vosotros
oye, a mí me oye (10), y descuidar de su voluntad. Tiene el Señor en tanto
este rendimiento (y con razón, porque es hacerle señor del libre albedrío que
nos ha dado), que ejercitándonos en esto, una vez deshaciéndonos, otra vez con
mil batallas, pareciéndonos desatino lo que se juzga en nuestra causa, venimos
a conformarnos con lo que nos mandan, con este ejercicio penoso; mas con pena o
sin ella, en fin, lo hacemos, y el Señor ayuda tanto de su parte, que por la
misma causa que sujetamos nuestra voluntad y razón por El, nos hace señores de
ella. Entonces, siendo señores de nosotros mismos, nos podemos con perfección
emplear en Dios, dándole la voluntad limpia para que la junte con la suya,
pidiéndole que venga fuego del cielo de amor suyo que abrase este sacrificio,
quitando todo lo que le puede descontentar; (11) pues ya no ha quedado por
nosotros, que, aunque con hartos trabajos, le hemos puesto sobre el altar, que,
en cuanto ha sido en nosotros, no toca en la tierra.
13.
Está claro que no puede uno dar lo que no tiene, sino que es menester tenerlo
primero. Pues, créanme que, para adquirir este tesoro, que no hay mejor camino
que cavar y trabajar para sacarle de esta mina de la obediencia; que mientras
más caváremos, hallaremos más, y mientras más nos sujetáremos a los
hombres, no teniendo otra voluntad sino la de nuestros mayores, más estaremos
señores de ella para conformarla con la de Dios.
Mirad,
hermanas, si quedará bien pagado el dejar el gusto de la soledad. Yo os digo
que no por falta de ella dejaréis de disponeros para alcanzar esta verdadera
unión que queda dicha, que es hacer mi voluntad una con la de Dios. Esta es la
unión que yo deseo y querría en todas, que no unos embebecimientos muy
regalados que hay, a quien tienen puesto nombre de unión, y será así siendo
después de ésta que dejo dicha. Mas si después de esa suspensión queda poca
obediencia y propia voluntad, unida con su amor propio me parece a mí que
estará, que no con la voluntad de Dios. Su Majestad sea servido de que yo lo
obre como lo entiendo.
14.
La segunda causa (12) que me parece causa este sinsabor, es que como en la
soledad hay menos ocasiones de ofender al Señor (que algunas, como en todas
partes están los demonios y nosotros mismos, no pueden faltar), parece anda el
alma más limpia; que si es temerosa de ofenderle, es grandísimo consuelo no
haber en qué tropezar. Y, cierto, ésta me parece a mí más bastante razón
para desear no tratar con nadie que la de grandes regalos y gustos de Dios.
15.
Aquí, hijas mías, se ha de ver el amor, que no a los rincones, sino en mitad
de las ocasiones. Y creedme que, aunque haya más faltas y aun algunas pequeñas
quiebras, que sin comparación es mayor ganancia nuestra. Miren que siempre
hablo presuponiendo andar en ellas por obediencia o caridad; que a no haber esto
de por medio, siempre me resumo en que es mejor la soledad, y aun que hemos de
desearla, aun andando en lo que digo; a la verdad, este deseo él anda continuo
en las almas que de veras aman a Dios. Por lo que digo que es ganancia, es
porque se nos da a entender quién somos y hasta dónde llega nuestra virtud.
Porque una persona siempre recogida, por santa que a su parecer sea (13), no
sabe si tiene paciencia ni humildad, ni tiene cómo lo saber. Como si un hombre
fuese muy esforzado, ¿cómo se ha de entender si no se ha visto en batalla? San
Pedro harto le parecía que era, mas miren lo que fue en la ocasión; mas salió
de aquella quiebra no confiando nada de sí, y de allí vino a ponerla en Dios y
pasó después el martirio que vimos.
16.
¡Oh válgame Dios, si entendiésemos cuánta miseria es la nuestra! En todo hay
peligro, si no la entendemos. Y a esta causa nos es gran bien que nos manden
cosas para ver nuestra bajeza. Y tengo por mayor merced del Señor un día de
propio y humilde conocimiento, aunque nos haya costado muchas aflicciones y
trabajos, que muchos de oración. ¡Cuánto más que el verdadero amante en toda
parte ama y siempre se acuerda del amado! Recia cosa sería que sólo en los
rincones se pudiese traer oración. Ya veo yo que no puede ser muchas horas;
mas, ¡oh Señor mío!, ¡qué fuerza tiene con Vos un suspiro salido de las
entrañas, de pena por ver que no basta que estamos en este destierro, sino que
aun no nos den lugar para eso que podríamos estar a solas gozando de Vos! (14
17.
Aquí se ve bien que somos esclavos suyos, vendidos por su amor de nuestra
voluntad a la virtud de la obediencia, pues por ella dejamos, en alguna manera,
de gozar al mismo Dios. Y no es nada, si consideramos que El vino del seno del
Padre por obediencia, a hacerse esclavo nuestro. ¿Pues con qué se podrá pagar
ni servir esta merced? Es menester andar con aviso de no descuidarse de manera
en las obras, aunque sean de obediencia y caridad, que muchas veces no acudan a
lo interior a su Dios. Y créanme que no es el largo tiempo el que aprovecha el
alma en la oración; que cuando le emplean tan bien en obras, gran ayuda es para
que en muy poco espacio tenga mejor disposición para encender el amor, que en
muchas horas de consideración. Todo ha de venir de su mano. Sea bendito por
siempre jamás.
NOTAS
CAPÍTULO 5
1
En que se dicen algunos avisos para cosas de oración y revelaciones, era el
título que escribió la Santa. Luego -probablemente en vista de que en todo el
capítulo no había tratado de las segundas-, tachó y revelaciones, y completó
el epígrafe.
Se
divierten: se distraen.
3
Gracián quiso dar claridad a la frase, reformándola en el autógrafo mismo:
"poder siempre tener ocupado el pensamiento pensando en El".
4
En Vida, c. 17, nn. 5-7; Camino, c. 31, n. 8: Moradas IV, c. 1, n. 8.
5
Mt 25, 40 y Fp 2, 8.
6
La segunda razón, en el n. 14.
7
Alude a lo dicho en el n. 1. - La frase podría ordenarse: "conozco de
vista algunas personas que..."
8
Torpes: tachado en el autógrafo, quizá por la Santa.
9
Frase obscura; la Santa había escrito: si lo hemos gana, nos hace parecer
disparate la gana que tenemos de hacerlo. Para aclararla, ella misma añadió no
(si no la hacemos g.) y con (con la gana...), pero sin gran éxito.
10
Lc 10, 16.
11
Alusión a 3 Reg. 18, 38.
12
Véase el contexto y la primera causa en el n. 4.
13
A su parecer: lo agregó entre líneas ella misma.
14
Muy a su placer apostilló Gracián este pasaje en el autógrafo: "¡Buen
consuelo para los ocupados en obras de caridad!".
Avisa
los daños que puede causar a gente espiritual no entender cuándo ha de
resistir al espíritu. Trata de los deseos que tiene el alma de comulgar. El
engaño que puede haber en esto. Hay cosas importantes para las que gobiernan
estas casas (1).
1.
Yo he andado con diligencia procurando entender de dónde procede un
embebecimiento grande que he visto tener a algunas personas a quien el Señor
regala mucho en la oración, y por ellas no queda el disponerse a recibir
mercedes. No trato ahora de cuando un alma es suspendida y arrebatada de Su
Majestad, que mucho he escrito en otras partes de esto (2), y en cosa semejante
no hay que hablar, porque nosotros no podemos nada, aunque hagamos más por
resistir, si es verdadero arrobamiento. Hase de notar que en éste dura poco la
fuerza que nos fuerza a no ser señores de nosotros. Mas acaece muchas veces
comenzar una oración de quietud, a manera de sueño espiritual, que embebece el
alma de manera que, si no entendemos cómo se ha de proceder aquí, se puede
perder mucho tiempo y acabar la fuerza por nuestra culpa y con poco
merecimiento.
2.
Querría saberme dar aquí a entender, y es tan dificultoso, que no sé si
saldré con ello; mas bien sé que, si quieren creerme, lo entenderán las almas
que anduvieren en este engaño. Algunas sé que se estaban siete u ocho horas, y
almas de gran virtud, y todo les parecía era arrobamiento; y cualquier
ejercicio virtuoso las cogía (3) de tal manera que luego se dejaban a sí
mismas, pareciendo no era bien resistir al Señor; y así poco a poco se podrán
morir o tornar tontas, si no procuran el remedio. Lo que entiendo en este caso
es, que como el Señor comienza a regalar el alma y nuestro natural es tan amigo
de deleite, empléase tanto en aquel gusto, que ni se querría menear ni por
ninguna cosa perderle. Porque, a la verdad, es más gustoso que los del mundo, y
cuando acierta en natural flaco o de su mismo natural el ingenio (o por mejor
decir, la imaginación) no variable, sino que aprehendiendo en una cosa se queda
en ella sin más divertir, como muchas personas, que comienzan a pensar en una
cosa, aunque no sea de Dios, se quedan embebidas o mirando una cosa sin advertir
lo que miran: una gente de condición pausada, que parece de descuido se les
olvida lo que van a decir; así acaece acá, conforme a los naturales o
complexión o flaqueza, o que si tienen melancolía, harálas entender mil
embustes gustosos (4).
3.
De este humor hablaré un poco adelante; (5) mas aunque no le haya, acaece lo
que he dicho, y también en personas que de penitencia están gastadas, que como
he dicho en comenzando el amor a dar gusto en el sentido, se dejan tanto llevar
de él, como tengo dicho. Y a mi parecer, amarían muy mejor no dejándose
embobar, que en este término de oración pueden muy bien resistir. Porque como
cuando hay flaqueza se siente un desmayo que ni deja hablar ni menear, así es
acá si no se resiste; que la fuerza del espíritu, si está flaco el natural,
le coge y sujeta.
4.
Podránme decir que qué diferencia tiene esto de arrobamiento, que lo mismo es,
al menos al parecer. Y no les falta razón, mas no al ser (6). Porque en
arrobamiento o unión de todas las potencias como digo dura poco y deja grandes
efectos y luz interior en el alma con otras muchas ganancias, y ninguna cosa
obra el entendimiento, sino el Señor es el que obra en la voluntad. Acá (7) es
muy diferente; que, aunque el cuerpo está preso, no lo está la voluntad, ni la
memoria ni entendimiento, sino que harán su operación desvariada, y por
ventura, si han asentado en una cosa, aquí darán y tomarán (8).
5.
Yo ninguna ganancia hallo en esta flaqueza corporal que no es otra cosa, salvo
que tuvo buen principio; mas sirva para emplear bien este tiempo, que tanto
tiempo embebidas; mucho más se puede merecer con un acto y con despertar muchas
veces la voluntad para que ame más a Dios, que no dejarla pausada. Así
aconsejo a las prioras que pongan toda la diligencia posible en quitar estos
pasmos tan largos; que no es otra cosa, a mi parecer, sino dar lugar a que se
tullan las potencias y sentidos para no hacer lo que su alma les manda; y así
la quitan la ganancia que, andando cuidadosos, le suelen acarrear. Si entiende
que es flaqueza, quitar los ayunos y disciplinas (digo los que no son forzosos,
y a tiempo puede venir que se puedan todos quitar con buena conciencia), darle
oficios para que se distraiga (9).
6.
Y aunque no tenga estos amortecimientos, si trae muy empleada la imaginación,
aunque sea en cosas muy subidas de oración, es menester esto, que acaece
algunas veces no ser señoras de sí. En especial, si han recibido del Señor
alguna merced trasordinaria (10) o visto alguna visión, queda el alma de manera
que le parecerá siempre la está viendo, y no es así, que no fue más de una
vez. Es menester quien se viere con este embebecimiento muchos días, procurar
mudar la consideración; que, como sea en cosas de Dios, no es inconveniente
más que estén en uno que en otro, como se empleen en cosas suyas, y tanto se
huelga algunas veces que consideren sus criaturas y el poder que tuvo en
criarlas, como pensar en el mismo Criador.
7.
¡Oh desventurada miseria humana, que quedaste tal por el pecado, que aun en lo
bueno hemos menester tasa y medida para no dar con nuestra salud en el suelo de
manera que no lo podamos gozar! Y verdaderamente conviene (11) a muchas
personas, en especial a las de flacas cabezas o imaginación, y es servir más a
nuestro Señor y muy necesario entenderse. Y cuando una viere que se le pone en
la imaginación un misterio de la Pasión o la gloria del cielo o cualquier cosa
semejante, y que está muchos días que, aunque quiere, no puede pensar en otra
cosa ni quitar de estar embebida en aquello, entienda que le conviene distraerse
como pudiere; si no, que vendrá por tiempo a entender el daño, y que esto nace
de lo que tengo dicho: o flaqueza grande corporal, o de la imaginación, que es
muy peor. Porque así como un loco si da en una cosa no es señor de sí, ni
puede divertirse ni pensar en otra, ni hay razones que para esto le muevan,
porque no es señor de la razón, así podría suceder acá, aunque es locura
sabrosa, o que si tiene humor de melancolía, puédele hacer muy gran daño. Yo
no hallo por dónde sea bueno, porque el alma es capaz para gozar del mismo
Dios. Pues si no fuese alguna cosa de las que he dicho (12), pues Dios es
infinito, ¿por qué ha de estar el alma cautiva a sola una de sus grandezas o
misterios, pues hay tanto en que nos ocupar? Y mientras en más cosas
quisiéremos considerar suyas, más se descubren sus grandezas.
8.
No digo que en una hora ni aun en un día piensen en muchas cosas, que esto
sería no gozar por ventura de ninguna bien; que como es (13) cosas tan
delicadas, no querría que pensasen lo que no me pasa por pensamiento decir, ni
entendiesen uno por otro. Cierto, es tan importante entender este capítulo
bien, que aunque sea pesada en escribirle, no me pesa, ni querría le pesase a
quien no le entendiere de una vez, leerle muchas, en especial las prioras y
maestras de novicias que han de guiar en oración a las hermanas. Porque verán,
si no andan con cuidado al principio, el mucho tiempo que será después
menester para remediar semejantes flaquezas.
9.
Si hubiera de escribir lo mucho de este daño que ha venido a mi noticia, vieran
tengo razón de poner en esto tanto. Una sola quiero decir y por ésta sacarán
las demás: están en un monasterio de éstos una monja y una lega (14), la una
y la otra de grandísima oración, acompañada de mortificación y humildad y
virtudes, muy regaladas del Señor, y a quien (15) comunica de sus grandezas;
particularmente tan desasidas y ocupadas en su amor, que no parece, aunque mucho
las queramos andar a los alcances, que dejan de responder, conforme a nuestra
bajeza, a las mercedes que nuestro Señor les hace. He tratado tanto de su
virtud, porque teman más las que no la tuvieren. Comenzáronles unos ímpetus
grandes de deseo del Señor, que no se podían valer. Parecíales se les
aplacaba cuando comulgaban, y así procuraban con los confesores fuese a menudo,
de manera que vino tanto a crecer esta su pena, que si no las comulgaban cada
día, parecía que se iban a morir. Los confesores, como veían tales almas y
con tan grandes deseos, aunque el uno era bien espiritual, parecióle convenía
este remedio para su mal.
10.
No paraba sólo en esto, sino que a la una eran tantas sus ansias, que era
menester comulgar de mañana para poder vivir, a su parecer; que no eran almas
que fingieran cosa, ni por ninguna de las del mundo dijeran mentira. Yo no
estaba allí y la priora (16) escribióme lo que pasaba y que no se podía valer
con ellas, y que personas tales decían que, pues no podían más, se remediasen
así. Yo entendí luego el negocio, que lo quiso el Señor; con todo, callé
hasta estar presente, porque temí no me engañase, y a quien lo aprobaba era
razón no contradecir hasta darle mis razones.
11.
El era tan humilde, que luego como fui allá y le hablé, me dio crédito. El
otro (17) no era tan espiritual, ni casi nada en su comparación; no había
remedio de poderle persuadir. Mas de éste se me dio poco, por no le estar tan
obligada. Yo las comencé a hablar y a decir muchas razones, a mi parecer
bastantes para que entendiesen era imaginación el pensar se morirían sin este
remedio. Teníanla tan fijada en esto, que ninguna cosa bastó ni bastara
llevándose por razones. Ya yo vi era excusado, y díjeles que yo también
tenía aquellos deseos y dejaría de comulgar, porque creyesen que ellas no lo
habían de hacer sino cuando todas; que nos muriésemos todas tres, que yo
tendría esto por mejor que no que semejante costumbre se pusiese en estas
casas, adonde había quien amaba a Dios tanto como ellas, y querrían hacer otro
tanto.
12.
Era en tanto extremo el daño que ya había hecho la costumbre, y el demonio
debía entremeterse, que verdaderamente, como no comulgaron, parecía que se
morían. Yo mostré gran rigor, porque mientras más veía que no se sujetaban a
la obediencia (porque, a su parecer, no podían más), más claro vi que era
tentación. Aquel día pasaron con harto trabajo; otro, con un poco menos, y
así fue disminuyendo de manera que, aunque yo comulgaba, porque me lo mandaron
(que veíalas tan flacas que no lo hiciera), pasaba muy bien por ello.
13.
Desde a poco, entendieron ellas y todas la tentación y el bien que fue
remediarlo con tiempo; porque de aquí a poco más sucedieron cosas en aquella
casa de inquietud con los prelados (no a culpa suya; adelante podrá ser diga
algo de ello), que no tomaran a bien semejante costumbre, ni la sufrieran.
14.
¡Oh, cuántas cosas pudiera decir de éstas! Sola otra diré. No era en
monasterio de nuestra Orden, sino de bernardas (18). Estaba una monja, no menos
virtuosa que las dichas; ésta con muchas disciplinas y ayunos vino a tanta
flaqueza, que cada vez que comulgaba o había ocasión de encenderse en
devoción, luego era caída en el suelo, y así se estaba ocho o nueve horas,
pareciendo a ella y a todas era arrobamiento. Esto le acaecía tan a menudo, que
si no se remediara, creo viniera en mucho mal. Andaba por todo el lugar la fama
de los arrobamientos; a mí me pesaba de oírlo, porque quiso el Señor
entendiese lo que era, y temía en lo que había de parar. Quien la confesaba a
ella era muy padre mío, y fuémelo a contar. Yo le dije lo que entendía y
cómo era perder tiempo e imposible ser arrobamiento, sino flaqueza; que la
quitase los ayunos y disciplinas y la hiciese divertir. Ella era obediente;
hízolo así. Desde a poco que fue tomando fuerza, no había memoria de
arrobamiento; y si de verdad lo fuera, ningún remedio bastara hasta que fuera
la voluntad de Dios; porque es tan grande la fuerza del espíritu, que no bastan
las nuestras para resistir, y como he dicho (19) deja grandes efectos en el
alma; esotro, no más que si no pasase, y cansancio en el cuerpo.
15.
Pues quede entendido de aquí que todo lo que nos sujetare de manera que
entendamos no deja libre la razón, tengamos por sospechoso y que nunca por
aquí se ganará la libertad de espíritu; que una de las cosas que tiene es
hallar a Dios en todas las cosas y poder pensar en ellas. Lo demás es sujeción
de espíritu y, dejado el daño que hace al cuerpo, ata al alma para no crecer;
sino como cuando van en un camino y entran en un trampal o atolladero, que no
pueden pasar de allí, en parte hace así el alma, la cual, para ir adelante, no
sólo ha menester andar sino volar; o que cuando dicen y les parece andan
embebidas en la divinidad y que no pueden valerse, según andan suspendidas, ni
hay remedio de divertirse, que acaece muchas veces.
16.
Miren que torno a avisar que por un día ni cuatro ni ocho no hay que temer, que
no es mucho un natural flaco quede espantado por estos días. (Entiéndese
alguna vez). (20) Si pasa de aquí, es menester remedio. El bien que todo esto
tiene es que no hay culpa de pecado ni dejarán de ir mereciendo; mas hay los
inconvenientes que tengo dichos, y hartos más. En lo que toca a las comuniones
será muy grande, por amor que tenga un alma, no esté sujeta también en esto
al confesor y a la priora; aunque sienta soledad, no con extremos. Para no venir
a ellos, es menester también en esto, como en otras cosas, las vayan
mortificando, y las den a entender conviene más no hacer su voluntad, que no su
consuelo.
17.
También puede entremeterse en esto nuestro amor propio. Por mí ha pasado, que
me acaecía algunas veces que, en acabando de comulgar (casi que aun la forma no
podía dejar de estar entera), si veía comulgar a otras, quisiera no haber
comulgado por tornar a comulgar. Como me acaecía tantas veces, he venido
después a advertir (que entonces no me parecía había en qué reparar) cómo
era más por mi gusto que por amor de Dios; que como, cuando llegamos a
comulgar, por la mayor parte, se siente ternura y gusto, aquello me llevaba a
mí: que si fuera por tener a Dios en mi alma, ya le tenía; si por cumplir lo
que nos manda de que lleguemos a la sacra comunión, ya lo había hecho; si por
recibir las mercedes que con el Santísimo Sacramento se dan, ya las había
recibido. En fin, he venido claro a entender que no había en ello más de
tornar a tener aquel gusto sensible.
18.
Acuérdome que en un lugar que estuve, adonde había monasterio nuestro, conocí
una mujer, grandísima sierva de Dios, a dicho de todo el pueblo, y debíalo de
ser. Comulgaba cada día y no tenía confesor particular, sino una vez iba a una
iglesia a comulgar, otra a otra. Yo notaba esto, y quisiera más verla obedecer
a una persona, que no tanta comunión. Estaba en casa por sí, y a mi parecer
haciendo lo que quería; sino que, como era buena, todo era bueno. Yo se lo
decía algunas veces; mas no hacía caso de mí, y con razón, porque era muy
mejor que yo; mas en esto no me parecía errara. Fue allí el santo fray Pedro
de Alcántara; procuré que la hablase, y no quedé contenta de la relación que
la dio; (21) y en ello no debía haber más, sino que somos tan miserables, que
nunca nos satisfacemos mucho, sino de los que van por nuestro camino; porque yo
creo que había ésta servido más al Señor y hecho más penitencia en un año
que yo en muchos.
19.
Vínole a dar el mal de la muerte, que a esto voy; ella tuvo diligencia para
procurar le dijesen misa en su casa cada día y le diesen el Santísimo
Sacramento. Como duró la enfermedad, un clérigo harto siervo de Dios, que se
la decía muchas veces, parecióle no se sufría de que en su casa comulgase
cada día. Debía ser tentación del demonio, porque acertó a ser el postrero,
que murió. Ella, como vio acabar la misa y quedarse sin el Señor, diole tan
gran enojo y estuvo con tanta cólera con el clérigo, que él vino bien
escandalizado a contármelo a mí. Yo sentí harto, porque aun no sé si se
reconcilió; que me parece murió luego.
20.
De aquí vine a entender el daño que hace hacer nuestra voluntad en nada, y en
especial en una cosa tan grande; que quien tan a menudo se llega al Señor, es
razón que entienda tanto su indignidad, que no sea por su parecer, sino que lo
que nos falta para llegar a tan gran Señor que, forzado, será mucho, supla la
obediencia de ser mandadas. A esta bendita ofreciósele ocasión de humillarse
mucho, y por ventura mereciera más que comulgando, entendiendo que no tenía
culpa el clérigo, sino que el Señor, viendo su miseria y cuán indigna estaba,
lo había ordenado así, para entrar en tan ruin posada; como hacía una
persona, que la quitaban muchas veces los discretos confesores la comunión,
porque era a menudo; (22) ella, aunque lo sentía muy tiernamente, por otra
parte deseaba más la honra de Dios que la suya, y no hacía sino alabarle,
porque había despertado el confesor para que mirase por ella y no entrase Su
Majestad en tan ruin posada. Y con estas consideraciones obedecía con gran
quietud de su alma, aunque con pena tierna y amorosa; mas por todo el mundo
junto no fuera contra lo que la mandaban.
21.
Créanme, que amor de Dios (no digo que lo es, sino a nuestro parecer) que menea
las pasiones de suerte que para en alguna ofensa suya o en alterar la paz del
alma enamorada de manera que no entienda la razón, es claro que nos buscamos a
nosotros (23), y que no dormirá el demonio, para apretarnos cuando más daño
nos piense hacer, como hizo a esta mujer, que, cierto, me espantó mucho, aunque
no porque dejo de creer que no sería parte para estorbar su salvación, que es
grande la bondad de Dios; mas fue a recio tiempo la tentación.
22.
Helo dicho aquí, porque las prioras estén advertidas, y las hermanas teman y
consideren y se examinen de la manera que llegan a recibir tan gran merced. Si
es por contentar a Dios, ya saben que se contenta más con la obediencia que con
el sacrificio (24). Pues si esto es y merezco más, ¿qué me altera? No digo
que queden sin pena humilde, porque no todas han llegado a perfección de no
tenerla, por sólo hacer lo que entienden que agrada más a Dios; que si la
voluntad está muy desasida de todo su propio interés, está claro que no
sentirá ninguna cosa; antes se alegrará de que se le ofrece ocasión de
contentar al Señor en cosa tan costosa, y se humillará y quedará tan
satisfecha comulgando espiritualmente.
23.
Mas porque a los principios es mercedes que hace el Señor estos grandes deseos
de llegarse a El (y aun a los fines, mas digo a los principios porque es de
tener en más) y en lo demás de la perfección que he dicho (25) no están tan
enteras, bien se les concede que sientan ternura y pena cuando se lo quitare,
con sosiego del alma y sacando actos de humildad de aquí. Mas cuando fuere con
alguna alteración o pasión, y tentándose con la prelada o con el confesor,
crean que es conocida tentación, o que si alguno se determina, aunque le diga
el confesor que no comulgue, a comulgar. Yo no querría el mérito que de allí
sacará, porque en cosas semejantes no hemos de ser jueces de nosotros. El que
tiene las llaves para atar y desatar, lo ha de ser. Plega al Señor que, para
entendernos en cosas tan importantes, nos dé luz y no nos falte su favor, para
que de las mercedes que nos hace no saquemos darle disgusto.
NOTAS
CAPÍTULO 6
1
Consagrará casi todo el capítulo a desenmascarar cierta forma de oración de
apariencias místicas, pero que en resumidas cuentas es pura anomalía
psíquica, a la que ella llamará "embebecimiento" (n. 2),
"amortecimiento" (n. 6), "embobamiento" (n. 3.).
2
Cf. Vida, c. 20.
3
Las cogía, es decir las ocupaba. - Se dejaban a sí mismas: "dejarse"
o "abandonarse" era la actitud pasiva de quien anulaba la propia
actividad para dejarse accionar por impulsos divinos: de ahí el nombre de
"dejados" que fueron una suerte de "espirituales" o
"alumbrados" de aquel siglo.
4
La cláusula principal, demasiado cargada de incisos, es: el ingenio... no
variable... haráles entender mil embustes gustosos. - Ingenio en el léxico
teresiano, ora significa inventiva, ora el talento.
5
En el c. 7. - En seguida se remite a tres pasajes anteriores: al n. 2; al c. 5,
n. 4; y al c. 5, nn. 10 y 11.
6
Al parecer, mas no al ser; en la apariencia, no en la realidad.
7
Acá, en el embebecimiento pseudo-místico, por contraposición al arrobamiento.
8
Darán y tomarán: dar y tomar es altercar y discutir, parecido a nuestro
"andar en dimes y diretes". - En el contexto quiere decir, que
mientras la voluntad estará en éxtasis, el entendimiento y la memoria por
ventura andarán dando guerra con sus desvaríos.
9
Quitar los ayunos... darle oficios: son imperativos: "quítenle",
"denle".
10
Trasordinaria: extraordinaria.
11
Conviene, lo dicho al fin del n. 6.
12
Al fin del n. 6.
13
Es: son.
14
"Parece probable que la monja de que habla la Santa era la M. Alberta
Bautista, del convento de Medina del C., que murió santamente en 1583, a los 35
años de edad. La de velo blanco pudo ser la H. Inés de la Concepción, que
hizo su profesión en la misma casa el 13 de Nov. de 1570" (Silverio).
15
A quien: a quienes. Recuérdese que la Santa usa indiferentemente este relativo
para singular y plural, para cosas y personas. - La frase siguiente: andar a los
alcances, es ir en zaga, seguir de cerca.
16
Inés de Jesús.
17
"El uno" y el otro, a saber, los dos confesores que intervenían en el
caso.
18
"Tal vez se refiere aquí al convento de Sancti Spiritus de Olmedo
(Valladolid), donde la Santa paró muchas veces durante el período de sus
fundaciones" (Silverio).
19
Lo ha dicho en el n. 4. - Esotro, el embobamiento.
20
La frase entre paréntesis fue añadida por la Santa al margen del autógrafo.
Omitida en la edición príncipe, y borrada en la edición facsimilar del libro.
A ello se debe que la mayoría de las ediciones la la omitan.
21
La dio: probablemente quiso escribir que "no quedó contenta de la
relaciónque le dio" la mujer al Santo.
22
Era a menudo, es decir, comulgaba a menudo. Habla de sí misma (cf. Vida, c. 25,
n. 14 nota).
23
El sentido es: Créanme: amor de Dios (no real sino aparente) que menea las
pasiones de tal suerte..., es claramente amor propio.
24
Alude a 1 Sm 15, 22.
25
Alude a lo dicho en los cc. 4 y 5.
De
cómo se han de haber con las que tienen melancolía. Es necesario para las
preladas (1).
1.
Estas mis hermanas de San José de Salamanca adonde estoy cuando esto escribo me
han mucho pedido diga algo de cómo se han de haber con las que tienen humor de
melancolía. Y porque, por mucho que andamos procurando no tomar las que le
tienen, es tan sutil que se hace mortecino para cuando es menester y así no lo
entendemos hasta que no se puede remediar; paréceme que en un librico pequeño
dije algo de esto (2), no me acuerdo; poco se pierde en decir algo aquí, si el
Señor fuese servido que acertase. Ya puede ser que esté dicho otra vez; otras
ciento lo diría, si pensase atinar alguna en algo que aprovechase. Son tantas
las invenciones que busca este humor para hacer su voluntad, que es menester
buscarlas para cómo lo sufrir y gobernar sin que haga daño a las otras.
2.
Hase de advertir que no todos los que tienen este humor son tan trabajosos, que
cuando cae en un sujeto humilde y en condición blanda, aunque consigo mismos
traen trabajo, no dañan a los otros, en especial si hay buen entendimiento. Y
también hay más y menos de este humor. Cierto, creo que el demonio en algunas
personas le toma por medianero para si pudiese ganarlas; y si no andan con gran
aviso, sí hará. Porque, como lo que más este humor hace es sujetar la razón,
ésta obscura, ¿qué no harán nuestras pasiones? Parece que si no hay razón,
que es ser locos, y es así; mas en las que ahora hablamos, no llega a tanto
mal, que harto menos mal sería. Mas haber de tenerse por persona de razón y
tratarla como tal no teniéndola, es trabajo intolerable; que los que están del
todo enfermos de este mal, es para haberlos piedad, mas no dañan y, si algún
medio hay para sujetarlos, es que hayan temor (3).
3.
En los que sólo ha comenzado este tan dañoso mal, aunque no esté tan
confirmado, en fin es de aquel humor y raíz, y nace de aquella cepa; y así,
cuando no bastaren otros artificios, el mismo remedio ha menester (4), y que se
aprovechen las preladas de las penitencias de la Orden y procuren sujetarlas de
manera que entiendan no han de salir con todo ni con nada de lo que quieren.
Porque, si entienden que algunas veces han bastado sus clamores y las
desesperaciones que dice el demonio en ellos, por si pudiese echarlos a perder,
ellos van perdidos, y una basta para traer inquieto un monasterio; porque, como
la pobrecita en sí misma no tiene quien la valga para defenderse de las cosas
que la pone el demonio, es menester que la prelada ande con grandísimo aviso
para su gobierno, no sólo exterior, sino interior; que la razón que en la
enferma está obscurecida, es menester esté más clara en la prelada, para que
no comience el demonio a sujetar aquel alma, tomando por medio este mal. Porque
es cosa peligrosa, que, como es a tiempos (5) el apretar este humor tanto que
sujete la razón (y entonces no será culpa, como no lo es a los locos, por
desatinos que hagan; mas a los que no lo están, sino enferma la razón,
todavía hay alguna, y otros tiempos están buenos), es menester que no
comiencen en los tiempos que están malos a tomar libertad, para que cuando
están buenos no sean señores de sí, que es terrible ardid del demonio. Y
así, si lo miramos, en lo que más dan es en salir con lo que quieren y decir
todo lo que se les viene a la boca y mirar faltas en los otros con que encubrir
las suyas, y holgarse en lo que les da gusto; en fin, como quien no tiene en sí
quien la resista. Pues las pasiones no mortificadas y que cada una de ellas
querría salir con lo que quiere, ¿qué será, si no hay quien las resista?
4.
Torno a decir, como quien ha visto y tratado muchas personas de este mal, que no
hay otro remedio para él, si no es sujetarlas por todas las vías y maneras que
pudieren. Si no bastaren palabras, sean castigos; si no bastaren pequeños, sean
grandes; si no bastare un mes de tenerlas encarceladas, sean cuatro: que no
pueden hacer mayor bien a sus almas. Porque, como queda dicho (6) y lo torno a
decir (porque importa para las mismas entenderlo, aunque alguna vez, o veces, no
puedan más consigo), como no es locura confirmada de suerte que disculpe para
la culpa, aunque algunas veces lo sea, no es siempre, y queda el alma en mucho
peligro; sino estando como digo (7) la razón tan quitada que la haga fuerza,
hace lo que, cuando no podía más, hacía o decía. Gran misericordia es de
Dios a los que da este mal, sujetarse a quien los gobierne, porque aquí está
todo su bien, por este peligro que he dicho (8). Y, por amor de Dios, si alguna
leyere esto, mire que le importa por ventura la salvación.
5.
Yo conozco algunas personas que no les falta casi nada para del todo perder el
juicio; mas tienen almas humildes y tan temerosas de ofender a Dios, que, aunque
se están deshaciendo en lágrimas y entre sí mismas, no hacen más de lo que
les mandan y pasan su enfermedad como otras hacen, aunque esto es mayor
martirio, y así tendrán mayor gloria, y acá el purgatorio para no le tener
allá. Mas torno a decir, que las que no hicieren esto de grado, que sean
apremiadas de las preladas; y no se engañen con piedades indiscretas, para que
se vengan a alborotar todas con sus desconciertos.
6.
Porque hay otro daño grandísimo, dejado el peligro que queda dicho (9) de la
misma: que como la ven a su parecer buena, como no entienden la fuerza que le
hace el mal en lo interior, es tan miserable nuestro natural que cada una le
parecerá es melancólica para que la sufran; y aun en hecho de verdad se lo
hará entender el demonio así, y vendrá a hacer el demonio un estrago que
cuando se venga a entender sea dificultoso de remediar, e importa tanto esto,
que en ninguna manera se sufre haya en ello descuido; sino que si la que es
melancólica resistiere al prelado, que lo pague como la sana, y ninguna cosa se
le perdone. Si dijere mala palabra a su hermana, lo mismo. Así en todas las
cosas semejantes que éstas.
7.
Parece injusticia que, si no puede más, castiguen a la enferma como a la sana.
Luego también lo sería atar a los locos y azotarlos, sino dejarlos matar a
todos. Créanme que lo he probado, y que, a mi parecer, intentado hartos
remedios, y que no hallo otro. Y la priora que por piedad dejare comenzar a
tener libertad a las tales, en fin fin, no se podrá sufrir, y cuando se venga a
remediar, será habiendo hecho mucho daño a las otras. Si, porque no maten los
locos, los atan y castigan, y es bien, aunque parece hace gran piedad pues ellos
no pueden más, ¿cuánto más se ha de mirar que no hagan daño a las almas con
sus libertades? Y verdaderamente creo que muchas veces es como he dicho (10) de
condiciones libres y poco humildes y mal domadas, y que no les hace tanta fuerza
el humor como esto. Digo "en algunas", porque he visto que cuando hay
a quien temer, se van a la mano y pueden; pues ¿por qué no podrán por Dios?
Yo he miedo que el demonio, debajo de color de este humor como he dicho (11)
quiere ganar muchas almas.
8.
Porque ahora se usa más que suele, y es que toda la propia voluntad y libertad
llaman ya melancolía. Y es así que he pensado que en estas casas y en todas
las de Religión no se había de tomar este nombre en la boca, porque parece que
trae consigo libertad, sino que se llame enfermedad grave ¡y cuánto lo es! y
se cure como tal. Que a tiempos es muy necesario adelgazar el humor (12) con
alguna cosa de medicina para poderse sufrir; y estése en la enfermería, y
entienda que, cuando saliere a andar en comunidad, que ha de ser humilde como
todas y obedecer como todas; y cuando no lo hiciere que no le valdrá el humor;
porque, por las razones que tengo dichas conviene, y más se pudieran decir. Las
prioras han menester, sin que las mismas lo entiendan, llevarlas con mucha
piedad, así como verdadera madre, y buscar los medios que pudiere para su
remedio.
9.
Parece que me contradigo, porque hasta aquí he dicho que se lleven con rigor.
Así lo torno a decir: que no entiendan que han de salir con lo que quieren, ni
salgan, puesto en término de que hayan de obedecer; que en sentir que tienen
esta libertad está el daño. Mas puede la priora no las mandar lo que ve han de
resistir, pues no tienen en sí fuerza para hacerse fuerza; sino llevarlas por
maña y amor todo lo que fuere menester, para que, si fuese posible, por amor se
sujetasen, que sería muy mejor y suele acaecer, mostrando que las ama mucho, y
dárselo a entender por obras y palabras. Y han de advertir que el mayor remedio
que tienen es ocuparlas mucho en oficios para que no tengan lugar de estar
imaginando, que aquí está todo su mal; y aunque no los hagan tan bien,
súfranlas algunas faltas, por no las sufrir otras mayores estando perdidas,
porque entiendo que es el más suficiente remedio que se les puede dar, y
procurar que no tengan muchos ratos de oración, aun de lo ordinario; que, por
la mayor parte, tienen la imaginación flaca y haráles mucho daño, y sin eso
se les antojarán cosas que ellas ni quien las oyere no lo acaben de entender.
Téngase cuenta con que no coman pescado, sino pocas veces; y también en los
ayunos es menester no ser tan continuos como las demás.
10.
Demasía parece dar tanto aviso para este mal y no para otro ninguno,
habiéndolos tan graves en nuestra miserable vida, en especial en la flaqueza de
las mujeres. Es por dos cosas: la una, que parece están buenas, porque ellas no
quieren conocer tienen este mal; y como no las fuerza a estar en cama, porque no
tienen calentura, ni a llamar médico, es menester lo sea la priora; pues es
más perjudicial mal para toda la perfección, que los que están con peligro de
la vida en la cama. La otra es, porque con otras enfermedades o sanan o se
mueren; de ésta, por maravilla sanan, ni de ella se mueren, sino vienen a
perder del todo el juicio, que es morir para matar a todas. Ellas pasan harta
muerte consigo mismas de aflicciones e imaginaciones y escrúpulos, y así
tendrán harto gran mérito, aunque ellas siempre las llaman tentaciones; que si
acabasen de entender es del mismo mal, tendrían gran alivio, si no hiciesen
caso de ello.
Por
cierto, yo las tengo gran piedad, y así es razón todas se la tengan las que
están con ellas, mirando que se le podrá dar el Señor, y sobrellevándolas
sin que ellas lo entiendan, como tengo dicho (13). Plega al Señor que haya
atinado a lo que conviene hacer para tan gran enfermedad.
NOTAS
CAPÍTULO 7
1
Dedicará el capítulo entero a "las que tienen melancolía" y a
"las preladas" que han de ser médicos de esta enfermedad. Es
capítulo primoroso. - Advierte el lector que bajo el nombre de
"melancolía" o "humor de melancolía" entiende la Santa
toda una gama de anomalías difíciles de reducir a una determinada categoría.
El "homor de melancolía" era para los ilustres médicos de antaño,
uno de los varios humores fundamentales del intrigante compuesto humano, mezcla
de bilis negra y otros infundios. - En el lenguaje vulgar de hoy, podríamos
traducir la "melancolía" de la Santa por "neurastenia".
2
En el Camino de perfección, c. 24.
3
Que hayan temor, es decir, que tengan temor, infundírselo.
4
El mismo remedio: hacerles temer (cf. n. 2).
5
Como es a tiempos: a intervalos, o a veces (cf. c. 11, n. 2).
6
En los nn. 2-3.
7
Ibid.
8
En el n. 3.
9
Peligro para su salvación: n. 4 y cf. c. 3.
10
Como he dicho: en el n. 5.
11
En los nn. 3-4.
12
Adelgazar y delgado: son términos que frecuentemente usa la Santa en su sentido
clásico de "sutilizar" t "delicado". Adelgazar el humor:
medicinario para hacerle recuperar su temple natural. Expresión que supone y
refleja las teorías médicas del s. XVI.
13
En los nn. 8-9.
Trata
de algunos avisos para revelaciones y visiones (1).
1.
Parece hace espanto a algunas personas sólo en oír nombrar visiones o
revelaciones. No entiendo la causa por qué tienen por camino tan peligroso el
llevar Dios un alma por aquí, ni de dónde ha procedido este pasmo. No quiero
ahora tratar cuáles son buenas o malas, ni las señales que he oído a personas
muy doctas para conocer esto; sino de lo que será bien que haga quien se viere
en semejante ocasión, porque a pocos confesores irá que no la dejen
atemorizada; que, cierto, no espanta tanto decir que les representa el demonio
muchos géneros de tentaciones y de espíritu de blasfemia y disparatadas y
deshonestas cosas, cuanto se escandalizará de decirle que ha visto o habládola
algún ángel, o que se le ha representado Jesucristo crucificado, Señor
nuestro.
2.
Tampoco quiero ahora tratar de cuándo las revelaciones son de Dios (que esto
está entendido ya los grandes bienes que hacen al alma), mas que son
representaciones que hace el demonio para engañar, y que se aprovecha de la
imagen de Cristo nuestro Señor o de sus santos para esto (2). Tengo para mí
que no permitirá Su Majestad ni le dará poder para que con semejantes figuras
engañe a nadie, si no es por su culpa, sino que él quedará engañado (3).
Digo que no engañará si hay humildad; y así no hay para qué andar
asombradas, sino fiar del Señor y hacer poco caso de estas cosas, si no es para
alabarle más.
3.
Yo sé de una persona que la trajeron harto apretada los confesores por cosas
semejantes, que después, a lo que se pudo entender por los grandes efectos y
buenas obras que de esto procedieron, era de Dios; y harto tenía, cuando veía
su imagen en alguna visión, que santiguarse y dar higas, porque se lo mandaban
así. Después, tratando con un gran letrado dominico, el maestro fray Domingo
Báñez (4), le dijo que era mal hecho que ninguna persona hiciese esto, porque
adonde quiera que veamos la imagen de nuestro Señor, es bien reverenciarla,
aunque el demonio la haya pintado; porque él es gran pintor, y antes nos hace
buena obra, queriéndonos hacer mal, si nos pinta un crucifijo u otra imagen tan
al vivo, que la deje esculpida en nuestro corazón. Cuadróme mucho esta razón,
porque cuando vemos una imagen muy buena, aunque supiésemos la ha pintado un
mal hombre, no dejaríamos de estimar la imagen ni haríamos caso del pintor
para quitarnos la devoción. Porque el bien o el mal no está en la visión,
sino en quien la ve y no se aprovecha con humildad de ellas; que si ésta hay,
ningún daño podrá hacer aunque sea demonio; y si no la hay, aunque sean de
Dios, no hará provecho. Porque, si lo que ha de ser para humillarse viendo que
no merece aquella merced, la ensoberbece, será como la araña que todo lo que
come convierte en ponzoña; o la abeja, que lo convierte en miel.
4.
Quiérome declarar más: si nuestro Señor, por su bondad, quiere representarse
a un alma para que más le conozca o ame, o mostrarla algún secreto suyo, o
hacerla algunos particulares regalos y mercedes, y ella como he dicho (5) con
esto que (había de confundirse y conocer cuán poco lo merece su bajeza) se
tiene luego por santa y le parece por algún servicio que ha hecho le viene esta
merced, claro está que el bien grande que de aquí la podía venir convierte en
mal, como la araña. Pues digamos ahora que el demonio, por incitar a soberbia,
hace estas apariciones: si entonces el alma, pensando son de Dios, se humilla y
conoce no ser merecedora de tan gran merced y se esfuerza a servir más, porque
viéndose rica, mereciendo aún no comer las migajas que caen de las personas
que ha oído hacer Dios estas mercedes (quiero decir, ni ser sierva de ninguna),
humíllase y comienza a esforzarse a hacer penitencia y a tener más oración y
a tener más cuenta con no ofender a este Señor, que piensa es el que la hace
esta merced, y a obedecer con más perfección, yo aseguro que no torne el
demonio, sino que se vaya corrido, y que ningún daño deje en el alma.
5.
Cuando dice algunas cosas que hagan, o por venir, aquí es menester tratarlo con
confesor discreto y letrado, y no hacer ni creer cosa sino lo que aquél la
dijere. Puédelo comunicar con la priora, para que le dé confesor que sea tal.
Y téngase este aviso, que si no obedeciere a lo que el confesor le dijere y se
dejare guiar por él, que o es mal espíritu, o terrible melancolía. Porque,
puesto que el confesor no atinase, ella atinará más en no salir de lo que le
dice, aunque sea ángel de Dios el que la habla; porque Su Majestad le dará luz
u ordenará cómo se cumpla, y es sin peligro hacer esto, y en hacer otra cosa
puede haber muchos peligros y muchos daños.
6.
Téngase aviso que la flaqueza natural es muy flaca, en especial en las mujeres,
y en este camino de oración se muestra más; y así es menester que a cada
cosita que se nos antoje, no pensemos luego es cosa de visión; porque crean que
cuando lo es, que se da bien a entender. Adonde hay algo de melancolía, es
menester mucho más aviso; porque cosas han venido a mí, de estos antojos, que
me han espantado cómo es posible que tan verdaderamente les parezca que ven lo
que no ven.
7.
Una vez vino a mí un confesor, muy admirado, que confesaba una persona, y
decíale que venía muchos días nuestra Señora y se sentaba sobre su cama y
estaba hablando más de una hora y diciendo cosas por venir y otras muchas.
Entre tantos desatinos, acertaba alguno, y con esto teníase por cierto. Yo
entendí luego lo que era, aunque no lo osé decir; porque estamos en un mundo
que es menester pensar lo que pueden pensar de nosotros para que hayan efecto
nuestras palabras; y así dije que se esperase aquellas profecías si eran
verdad, y preguntase otros efectos y se informase de la vida de aquella persona.
En fin, venido a entender, era todo desatino.
8.
Pudiera decir tantas cosas de éstas, que hubiera bien en qué probar el intento
que llevo a que no se crea luego un alma, sino que vaya esperando tiempo y
entendiéndose bien antes que lo comunique, para que no engañe al confesor, sin
querer engañarle; porque si no tiene experiencia de estas cosas, por letrado
que sea, no bastará para entenderlo. No ha muchos años, sino harto poco
tiempo, que un hombre desatinó harto a algunos bien letrados y espirituales con
cosas semejantes, hasta que vino a tratar con quien tenía esta experiencia de
mercedes del Señor, y vio claro que era locura junto con ilusión, aunque no
estaba entonces descubierto, sino muy disimulado; desde a poco lo descubrió el
Señor claramente, aunque pasó harto primero esta persona que lo entendió en
no ser creída (6).
9.
Por estas cosas y otras semejantes, conviene mucho que se trate (7) claridad de
su oración cada hermana con la priora, y ella tenga mucho aviso de mirar la
complexión y perfección de aquella hermana, para que avise al confesor, porque
mejor se entienda, y le escoja a propósito, si el ordinario no fuere bastante
para cosas semejantes. Tengan mucha cuenta en que cosas como éstas no se
comuniquen, aunque sean muy de Dios, ni mercedes conocidas milagrosas, con los
de fuera, ni con confesores que no tengan prudencia para callar, porque importa
mucho esto, más de lo que podrán entender, y que unas con otras no lo traten.
Y la priora, con prudencia, siempre la entiendan inclinada más a loar a las que
se señalan en cosas de humildad y mortificación y obediencia, que a las que
Dios llevare por este camino de oración muy sobrenatural, aunque tengan todas
estotras virtudes. Porque si es espíritu del Señor, humildad trae consigo para
gustar de ser despreciada, y a ella no hará daño y a las otras hace provecho.
Porque, como a esto no pueden llegar, que lo da Dios a quien quiere,
desconsolarse hían para tener estotras virtudes; aunque también las da Dios,
puédense más procurar y son de gran precio para la religión. Su Majestad nos
las dé. Con ejercicio y cuidado y oración no las negará a ninguna que con
confianza de su misericordia las procurare.
NOTAS
CAPÍTULO 8
1
Tratará en este capítulo el tema anunciado en el c. 5. Véase la nota al
título de éste.
2
El sentido es: tampoco quiero... tratar de cuando las revelaciones son de
Dios..., sino de cuando son representaciones que hace el demonio y para
engarñar... se aprovecha de la imagen de Cristo...
3
Primero había escrito: "... engañe a nadie, sino que él quedará
engañado". Luego, entre líneas, completó la primera frase, añadiendo:
"si no es por su culpa". Y por fin añadió al margen: "Digo que
no engañará, si hay humildad". La edición príncipe omitió esta nota
marginal.
4
La aclaración "el maestro fray Domingo Báñez" fue añadida por la
Santa al margen del autógrafo. - Habla de sí misma: cf. Vida, c. 29, n. 5 y ss.:
y Moradas VI, c. 9, nn. 12-13.
5
En el n. 3.
6
Alude a un campesino avilés, por nombre Juan Manteca, con gran fama de
espiritual y místico por los años de 1565. Presentado a la Santa, hubo de
confesar sus embustes (cf. la deposición de Isabel de S. Domingo en el Proceso
de Zaragoza, 1595; B.M.C., t. 19, p. 81.
7
Se trate claridad: como tratar verdad, es "tener claridad de trato".
Los editores han corregido siempre: trate con claridad.
Trata
de cómo salió de Medina del Campo para la fundación de San José de Malagón.
1.
¡Qué fuera he salido del propósito! Y podrá ser hayan sido más a propósito
algunos de estos avisos que quedan dichos, que el contar las fundaciones.
Pues
estando en San José de Medina del Campo con harto consuelo de ver cómo
aquellas hermanas iban por los mismos pasos que las de San José de Avila, de
toda religión y hermandad y espíritu, y cómo iba nuestro Señor proveyendo su
casa, así para lo que era necesario en la iglesia, como para las hermanas,
fueron entrando algunas, que parece las escogía el Señor cuales convenía para
cimiento de semejante edificio, que en estos principios entiendo está todo el
bien para lo de adelante; porque, como hallan el camino, por él se van las de
después.
2.
Estaba una señora en Toledo, hermana del duque de Medinaceli, en cuya casa yo
había estado por mandado de los prelados, como más largamente dije en la
fundación de San José, adonde me cobró particular amor, que debía ser algún
medio para despertarla a lo que hizo; (1) que éstos toma Su Majestad muchas
veces en cosas que, a los que no sabemos lo por venir, parecen de poco fruto.
Como esta señora entendió que yo tenía licencia para fundar monasterios,
comenzóme mucho a importunar hiciese uno en una villa suya llamada Malagón. Yo
no le quería admitir en ninguna manera, por ser lugar tan pequeño que forzado
(2) había de tener renta para poderse mantener, de lo que yo estaba muy
enemiga.
3.
Tratado con letrados y confesor mío (3) me dijeron que hacía mal, que pues el
santo concilio daba licencia de tenerla, que no se había de dejar de hacer un
monasterio adonde se podía tanto el Señor servir, por mi opinión. Con esto se
juntaron las muchas importunaciones de esta señora, por donde no pude hacer
menos de admitirle. Dio bastante renta; porque siempre soy amiga de que sean los
monasterios, o del todo pobres, o que tengan de manera que no hayan menester las
monjas importunar a nadie para todo lo que fuere menester (4).
4.
Pusiéronse todas las fuerzas que pude para que ninguna poseyese nada, sino que
guardasen las Constituciones en todo, como en estotros monasterios de pobreza.
Hechas todas las escrituras, envié por algunas hermanas para fundarle, y fuimos
con aquella señora a Malagón, adonde aún no estaba la casa acomodada para
entrar en ella; y así nos detuvimos más de ocho días en un aposento de la
fortaleza (5).
5.
Día de Ramos, año de 1568, yendo la procesión del lugar por nosotras, con los
velos delante del rostro y capas blancas, fuimos a la iglesia del lugar, adonde
se predicó, y desde ahí se llevó el Santísimo Sacramento a nuestro
monasterio. Hizo mucha devoción a todos. Allí me detuve algunos días. Estando
uno, después de haber comulgado, en oración, entendí de nuestro Señor que se
había de servir en aquella casa (6). Paréceme que estaría allí aún no dos
meses, porque mi espíritu daba prisa para que fuese a fundar la casa de
Valladolid, y la causa era lo que ahora diré.
NOTAS
CAPÍTULO 9
1
Esta hermana de la Duquesa de Medinaceli es doña Luis de la Cerda a quien
asistió la Santa en 1562, y de quien habló "largamente en la fundación
de San José", o sea en Vida, c. 34.
2Forzado,
uno de los adjetivos usados por la Santa en sentido adverbial:
"forzosamente" (cf. c. 10, n. 3).
3
El P. Domingo Báñez (de quien hará mención explícitamente en seguida, c.
11, n. 3), que siempre se había opuesto al programa de pobreza absoluta (cf.
Vida, c. 36, n. 15). - Su objeción de ahora se fundaba en el Decreto De
Regularibus del Concilio de Trento, sesión 25, c. 3; cf. Fund. 20, 1).
4
Se dotó la fundación, además de otros fondos estables, con la cantidad de
8.500 ducados de a 11 reales cada uno (cf. B.M.C., t. 5, pp. 375-382).
5
También este tercer monasterio se fundó bajo la advocación de San José, como
los de Avila y Medina. - Por fundadoras llevó la Santa dos monjas de Medina y
cinco de la Encarnación de Avila. - Estuvieron 8 ó 10 días en "la
fortaleza" o castillo de doña Luisa, en Malagón. El 11 de abril
inauguraron la nueva fundación. No poseemos datos muy seguros sobre el
itinerario y diario de la Santa: sale de Medina a fines de 1567 o principios de
1568, pasa por Madrid (¡visita a la Corte!), se detiene en Alcalá de Henares
(convento de La Imagen, cf. Vida, c. 36, n. 28) y en Toledo en casa de doña
Luisa; llega a Malagón el 1 ó 2 de abril y parte definitivamente el 19 de
mayo.
6 Se había de servir en aquella casa: mucho, se lee al margen, no escrito por la Santa sino por un corrector, a lo que parece.