Una nueva doctora para un nuevo milenio
Padre Jesús Marti Ballester
LA VISITA A ESPAÑA DE SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS, TRAERÁ UNA LLUVIA DE ROSAS
SOBRE NUESTRA PATRIA
Pedían a Dios la gracia de un hijo misionero. Admirable el poder de la oración
de la familia de tres generaciones. Con su oración perseverante han conseguido
que Teresita fuera misionera. Abuelos, padres, hermanitas, todos constantemente
se reúnen en oración para que el Señor les conceda un nieto, un hijo, un
hermano, misionero. La oración se intensifica cuando viviendo en los Buissonets
de Lisieux, se espera, después de cinco niñas, el nacimiento del misionero. Aún
no existen, por supuesto, las ecografías. Todos reunidos esperando la noticia
del médico, que anuncia a la familia expectante: "Será misionera". La familia ha
puesto la primera piedra de esta gran santa que vivió y murió enamorada de Dios
porque supo cuánto la amaba Dios. La familia primero y después los que se nos
acercan o a quienes nos acercamos y nos rodean, son el espejo donde vemos o no
el amor de Dios, que será el motor de nuestra vida o no, e influirá en la imagen
que nos hagamos de Dios. Teresita queda sin madre a los cuatro años. Su padre y
sus hermanas mayores se hacen cargo de que aquella tierna florecita no se sienta
huérfana y cumplen admirablemente el papel de madre. Y la ternura con que se
sintió amada repercutió en la imagen que se hizo de Dios Padre y en cuánto lo
amó, hasta morir amor. Muchas personas hoscas y difíciles para la alegría, secas
en su relación con Dios, vienen martirizadas por las exigencias y por el trato
que recibieron de escasa o ninguna aprobación o estímulo personal. Para ellas
Dios más que un papá es un padrastro exigente, que siempre examina hasta los
mínimos detalles, que nunca están a su gusto, porque siendo él tan perfecto,
nunca encuentra a su altura lo que hacen estas criaturas, llenas a veces de
buena voluntad, pero débiles y frágiles. Que no han comprendido la palabra
revelada “Que soy Dios y no hombre, enemigo a la puerta”. Que sienten a Dios
como quien no está interesado más que en vigilar y corregir y castigar, y no
como un padre, hermano, esposo y amigo, siempre atento a ayudar, fortalecer y
desbrozar el camino. No fue esta la situación de la pequeña florecita, que sabe
cuánto la ama Dios y cómo se le gana por el corazón, pues tiene dos lunares:
carece de memoria para recordar las faltas y no sabe de cálculo para contarlas.
Teresita vivirá en el Carmelo la confianza de su Fundadora, Santa Teresa de
Jesús, que decía: ”No es delicado mi Dios”. Esperemos que la flor que brotó en
aquel árbol frondoso que consagró a Dios a sus cinco hijas, recupere para España
la fecundidad humana que engendre vocaciones a la vida consagrada, como antaño.
UNA MONJA DE CLAUSURA, PATRONA DE LAS MISIONES
En el siglo XX, caracterizado por una transformación del mundo, una joven, que
vivió durante nueve años enclaustrada en un Carmelo desconocido, cuando ya san
Pío X, la había llamado «la santa más grande de los tiempos modernos», fue
proclamada por Pío XI, en 1927, Patrona de todas las misiones, junto con el
intrépido y activísimo jesuita, san Francisco Javier. Audacia y profecía de Pío
XI, al otorgar ese título a una monjita de clausura, que no salió nunca de su
monasterio. Con este gesto llamó la atención de que la fe se propaga, no sólo
por la actividad, sino también y fundamentalmente, por la contemplación. Y Juan
Pablo II confirma la doctrina al concederle el título de DOCTORA, en esta hora,
aún confusa a Santa Teresa del Niño Jesús. Como Patrona de las Misiones propicia
la acción evangelizadora; como Doctora, pone en orden la inteligencia y el
convencimiento, resalta el criterio y cataloga los valores, es Maestra. Su
doctorado versa sobre el AMOR. Y eso sólo ya lleva a la sencillez, que no
superficialidad, de su CAMINITO.
EL AMOR Y SUS CONSECUENCIAS
Si amo, tengo el deber de evitar cuanto pueda no sólo mis propios pecados, sino
también las obras malas de mis hermanos, que repercuten en todo el Cuerpo
Místico, corregir, aconsejar, dar buen ejemplo, orar mucho, sacrificarme para
que todas las obras de los hermanos lleven la luz de Dios y testimonien su
participación en la divina naturaleza, para que viendo todos sus frutos buenos
se den cuenta, de que Dios está en ellos, ya que, conociendo el árbol por sus
frutos, no pueden nacer de árbol malo, si son buenos, sino de la luz.
EL AMOR EN LA SICOLOGÍA Y EN LA TEOLOGÍA
La entrega de una persona no estará nunca motivada por leyes, sino por amor. Así
hemos comprobado el fracaso de la formación que se ha dado a base de órdenes y
mandatos, de prohibiciones y distingos; los así educados han caído en la
vulgaridad. Es necesario cuidar mucho de que nuestra teología y sicología no
siga los derroteros de la ley mosaica que fue perfeccionada por Jesús en el
Evangelio. Una espiritualidad basada limpia y genuinamente en el Evangelio será
mucho más cautivadora y eficaz. Y es porque el Evangelio se resume en el amor,
«la plenitud de la ley es el amor» (Rm 13, 10); por eso remontando la corriente
y poniendo en la base el amor, el ser humano respira hondo, da su mejor sonido y
está dispuesto a los más altos saltos, a las entregas más sacrificadas. Éste es
el caso de Teresa del Niño Jesús. Ella amó, hasta morir de amor. Comprendió lo
que desea Dios ser amado y se dio totalmente. No habría podido hacerlo esto un
mandato. Lo hizo el amor. «Soy de un carácter tal, que el temor me echa para
atrás, mientras el amor no sólo me hace correr, sino volar». «Amándole, no
temiéndole, ninguna alma llegaría a ofenderle» «El amor es lo único que me
atrae» "El amor es el único bien que deseo". Ni la Ley de Moisés ni en general
ninguna ley positiva y escrita, puede cambiar el corazón del hombre. Por esta
razón, cuando Jesús envíe a los discípulos en Pentecostés al Espíritu, no les
dará una ley exterior, sino una ley interior, que no está escrita en la piedra,
sino en los corazones. Será el cumplimiento de la profecía de Ezequiel: «yo les
daré un solo corazón y pondré en ellos un espíritu nuevo: quitaré de su carne el
corazón de piedra y les daré un corazón de carne, para que caminen según mis
preceptos, observen mis normas y las pongan en práctica, y así sean mi pueblo y
yo sea su Dios» (11,19). En la cruz, Jesús destruye el corazón de piedra de los
hombres. Cuando el Espíritu de Cristo penetra en el cristiano, en la medida en
que éste lo acoge, cambia y transforma el corazón de piedra en corazón de carne.
La nueva ley del Espíritu es el amor, que actúa no «por obligación», sino «por
atracción» hacia el bien. Sin el amor no se puede observar la ley. «Si uno me
ama, guardará mi palabra» (Jn 14,23). El amor se prueba en el cumplimiento de
los mandamientos: «En esto consiste el amor, en observar sus mandamientos» (2 Jn
6). Entre la ley y el amor se establece una colaboración y una sinergia. El amor
apoya la ley y la ley protege el amor. La ley se nos da para sostener nuestra
libertad, no para eliminarla, y para ayudarnos a comprender la voluntad de Dios.
¿Quién creyó nuestro anuncio? Teresita creyó el anuncio profético de Isaías en
su capítulo 53. “Te doy gracias, Padre, porque has ocultado estas cosas a los
sabios y las has revelado a los pequeños”. Contemplando Teresita una estampa de
Cristo en la cruz sangrando, comprende la necesida de orar y sufrir por los
pecadores, que es recoger la sangre de Cristo que chorrea, inmolarse por los
sacerdotes que han de convertir a esos pecadores y ayudarles a que salgan del
pecado.
TERESITA INTENTA DESCLAVAR A JESUS DE LA CRUZ
«Le llevaban rosas, que ella deshojaba sobre su crucifijo, acariciándole con
cada pétalo» Dice una hermana: «Un día que la vi tocando dulcemente la corona de
espinas y los clavos de su Jesús con la punta de los dedos, le dije: "¿Qué
hacéis?". Entonces, con un suave gesto de admiración ante mi sorpresa, me
confesó: "Estoy desclavándole y quitándole la corona de espinas". Escribe la
Santa: «Un domingo, contemplando una imagen de Nuestro Señor en la Cruz, quedé
profundamente impresionada al ver la sangre que caía de una de sus manos
divinas. Experimenté una pena inmensa al pensar que aquella sangre caía al suelo
sin que nadie se cuidara de recogerla; y resolví mantenerme constantemente en
espíritu al pie de la cruz para recibir el divino rocío que goteaba,
comprendiendo que luego tendría que derramarlo sobre las almas. "El grito de
Jesús en la cruz: "¡Tengo sed!", resonaba contínuamente en mi corazón. Aquellas
palabras encendían en mí un ardor muy vivo y desconocido. Deseaba dar de beber a
mí Amado. Yo misma me sentía devorada por la sed de almas. No eran todavía las
almas de los sacerdotes las que me atraían, sino la de los grandes pecadores. Me
abrasaba el deseo de librarlas del fuego eterno. Santo Tomás, comentando el
texto de Isaías: "Mirad y ved si hay dolor como mi dolor" (Is 1, 12), explica
por qué el dolor físico y moral de Cristo ha sido el Mayor de todos los dolores:
el dolor corporal fue acerbísimo, tanto por la generalidad de sus sufrimientos,
como por la muerte en la cruz. El dolor interno fue intensísimo, pues lo
causaban todos los pecados de los hombres, el abandono de sus discípulos, la
ruina de los que causaban su muerte y, por último, la pérdida de la vida
corporal, que naturalmente es horrible para la vida humana natural. Por causa de
la sensibilidad del paciente: el cuerpo de Cristo era perfecto, muy sensible,
como conviene al cuerpo formado por obra del Espíritu Santo. Al tener finísimo
sentido del tacto, era mayor el dolor. Lo mismo puede decirse de su alma: al ser
perfecta comprendía las causas de la tristeza. Porque el dolor asumido era
voluntario. Y así, por desear liberar de todos los pecados, quiso tomar tanta
cantidad de dolor cuanto era proporcionado al fruto. El dolor de Cristo ha sido
el mayor de cuantos dolores ha habido, dice Santo Tomás (Suma III, q 46, a 6).
Teresita se ha formado en la meditación de los padecimientos de Cristo. Viendo
cuánto nos amó Cristo, le fue fácil encenderse en su amor: "¿Quién no amará al
que nos amó de tal manera?. La Iglesia hoy cuenta con el testimonio del
Magisterio de Pablo VI: "Creemos que nuestro Señor Jesucristo nos redimió por el
sacrificio de la Cruz, del pecado original y de todos los pecados personales
cometidos por cada uno de nosotros, de modo que se mantenga verdadera la
afirmación del Apóstol: "Donde abundó el delito sobreabundó la gracia" (Rom
5,20) (El Credo del Pueblo de Dios, 17).
LOS FRUTOS DEL SUFRIMIENTO DE TERESITA
Teresita viene a visitar España. Cuando apenas podía caminar por el huerto
porque se lo había ordenado el médico, le dijo una hermana: ¿Pero no ve que eso
la fatiga más? –Ando por un misionero. Se ha comprobado que a la misma hora un
misionero lejano y enfermo, se había podido levantar de la cama para asistir a
un moribundo. Sus sufrimientos la traen ahora a España, después de haber
recorrido los cinco continentes a seguir haciendo el bien sobre la tierra y a
derramar una lluvia de rosas. Es el fruto que profetizó Isaías: “¿Quién creyó
nuestro anuncio? ¿A quién se reveló el brazo del Señor? Creció en su presencia
como brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza. El Señor quiso
triturarlo con el sufrimiento y entregar su vida como expiación; verá su
descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su
mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de
conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de
ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre.
Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él cargó
con el pecado de muchos e intercedió por los pecadores. Alégrate, estéril,que no
dabas a luz, rompe a cantar con júbilo la que no tenías dolores; porque la
abandonada tendrá más hijos que la casada. Ensancha el espacio de tu tienda,
despliego sin miedo tus lonas, alarga tus cuerdas, hinca bien tus estacas;
porque te extenderás a izquierda y derecha. Tu estirpe heredará las naciones y
poblará ciudades desiertas” (Is, 53-54).
LA FUERZA DEL AMOR
La fuerza del amor es inmensa. Por amor la madre se inmola día y noche. Por amor
el hombre deja a su padre y a su madre. Por amor el joven modifica su carácter a
voluntad de su amada. Por amor se realizan las más heroicas acciones, las gestas
más generosas. Dile a un niño que estudie. No lo hace. Propónle una motivación
de amor, que, desgraciadamente suele ser de amor propio, y ese niño, que no se
movió por la orden, se mueve y estudia para conseguir el premio que le han
propuesto conquistar; le mueve el amor del premio, del honor y del valor de lo
que piensa ganar. Y estamos aún en el terreno de sicología humana desnudamente.
Si a toda esa fuerza de amor, le añadimos la potenciación, que es el amor
divino, todo se ilumina con una luz nueva de poder y de altura incomparable. Es
que el ser humano ha entrado a participar en la fuerza de Dios; es la misma
acción de Dios la que el hombre posee. Se mueve desde Dios, en Dios, por Dios,
con los motivos de Dios, con sus propias fuerzas y ahora sí que es realidad la
expresión de Pablo: «Ya no soy yo, es Cristo quien vive en mí " (Ga 2,20). Ese
ser humano ahora ya es capaz de todo lo que antes le acobardaba. Comprendemos
ahora lo que les sucedió a los Apóstoles después de Pentecostés: gozosos salían
de las palizas recibidas; valientes predicaban el nombre de Jesús: "era
necesario obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hch 4, 19). Y eran los
mismos que antes se habían dado a la fuga y habían negado al Maestro, ¿quién
había intervenido para que se diera tal cambio? No era otro que el Espíritu, que
es Amor. No era otro que el Espíritu que derramó en sus corazones la caridad,
obra suya, por la que el hombre vive en Dios (2 Co 3,14; 1 Pe 4,6).
¡Misterio del Amor de Dios!
Misterio de su participación de su vida en nosotros... Si lo comprendiéramos
mejor, si lo reflexionásemos más, estimaríamos mucho más el crecimiento en el
amor que la salud, y el dinero y el amor humano. No hay nada que se pueda
comparar con este don sublime de la misma vida de Dios que nos diviniza y nos
hace poderosos en Dios y nos sumerge en el misterio de la Redención y nos da
eficacia en el orden santificador. Pensando en la realidad de un hombre que
muere por nosotros: "Me amó y se entregó a sí mismo por mí", San Pablo (Gal
2,20) quedaba abrumado y extasiado. Si esta verdad que está en nuestra cabeza,
llegara al corazón y experimentáramos el amor de Dios, nos dedicaríamos a las
buenas obras que él determinó que practicásemos, por amor suyo y sin atrevernos
a pasarle factura, como afirma la Nueva Doctora de la Iglesia, Santa Teresa del
Niño Jesús: "Después de haber recibido tantas gracias, ¿no puedo cantar con el
salmista "cuán bueno es el Señor, cuán eterna es su misericordia?". Creo que si
todos los hombres se dieran cuenta de tanto amor, nadie tendría miedo a Dios,
sino que le amarían inmensamente; nadie cometería nunca ni un solo pecado, por
amor y no por temor". Porque, como escribe San Ireneo, comentando al Aguila de
Patmos: "Dice Juan en el Apocalipsis: Era su voz como el estruendo de muchas
aguas. Pues muchas son las aguas del Espíritu de Dios, porque rico y grande es
el Padre". Se equivocaron tanto quienes creen que a la Iglesia sólo se la sirve
con actos humanos...Son los actos divinos los que cuentan y éstos no se realizan
sino en Dios, desde Dios, en su Corazón. En el Amor. Limitaron el poder humano
sobrenaturalizado, con mirada modernista.
Santa Teresa del Niño Jesús, Maestra del Amor.
Ella ha vivido con genial intuición, de la que no estaba ausente la gracia, la
espiritualidad del Evangelio, cuyo resumen es amor, como hemos dicho, pero
además ha captado la fuerza galvanizante del amor, aun del humano, lo que pasa
es que ella vio con una caridad impropia de sus años, aparte de que no había
experimentado desengaños que la amaestrasen, que las criaturas humanas la
dejaban con hambre. Escuchemos sus palabras:
«Necesito un corazón ardiente de ternura,
que sea mi apoyo para siempre;
que ame todo en mí, hasta mi debilidad,
que no me abandone ni de día ni de noche.
No he podido encontrar criatura alguna
que me amara siempre sin morir;
necesito un Dios que tome mi naturaleza,
que se haga mi hermano y pueda sufrir».
«Cuando en mi joven corazón se encendió
esta llama que se llama amor,..
viniste tú a reclamarla.
Y tú solo, oh Jesús, pudiste
Contentar mi alma.
Porque tenía necesidad de amar
hasta el infinito
Ella supo encontrar un Corazón capaz de saciar su hambre.
Y quiso enseñar ese camino a las almas para que no se dejen deslumbrar por
espejismos. Aprendamos sus lecciones y dejémonos influenciar por su acción
apostólica aún actual. Imposible escribir o hablar de Teresa del Niño Jesús,
pensar en ella o rezarle, sin verla totalmente penetrada de amor. Su vida, su
virtud, todo en ella parece la obra del Amor. El amor de Dios ha sido la fuente
de energía que fecundó toda su vida espiritual; este amor se ha explayado en la
práctica de todas las virtudes y valores humanos y en filigranas de delicadeza,
ha encontrado su perfeccionamiento en el espíritu de infancia y ha engendrado en
su alma ubérrimos frutos. En el alma de Teresa hay una disposición, que es la
primordial, y que siempre permanecerá como fundamental: el amor.
Pero este amor presenta dos caracteres complementarios
El Dios que Teresa ama no es un dios abstracto, el dios de los filósofos y de
los sabios; es el Dios hecho hombre, el Verbo encarnado. Es un amor vitalista el
suyo. El segundo carácter de este amor no es un sentimiento, una emoción, una
delicadeza del corazón que puede compaginar con todas las debilidades y
caprichos de la infancia. Su niñez se revela heroica: "Desde la edad de tres
años no he negado nada a Dios", nos confiesa. La historia de su alma no es, en
el fondo, otra cosa que el cumplimiento y la manifestación de lo que Dios puede
hacer cuando nada entorpece su libertad soberana. A sus catorce años y medio se
despertó en ella la pasión de la ciencia. ¿Será una intelectual? La cautivaban
la teología, la filosofía, las ciencias naturales. Pero la más grande santa de
todos los tiempos decidió dedicarse sencillamente a la ciencia del Amor. Estuvo
a punto de recibir lecciones de pintura junto con su hermana Celina, pero no
quiso insinuar a su padre que eso le gustaba, y por delicadeza sacrifica su
propio impulso. Por el amor teologal llamará a Dios mi Padre y será siempre su
hija. Pero esta filiación divina, tomada en el sentido más estricto de la
palabra. Ella tuvo un concepto de santidad bíblico, genuino y perfecto y fue
consciente de que tenía que enseñarlo al mundo. Escribe a Paulina: «La santidad
no consiste en ésta o la otra práctica, sino en una disposición del corazón que
nos hace humildes y pequeños entre los brazos de Dios, conscientes de nuestra
flaqueza y confiados hasta la audacia en su bondad de Padre». El amor para ella
será el ascensor para subir a Dios, al que verá significado en la madre que ve a
su pequeñín haciendo esfuerzos inútiles por subir los escalones uno a uno y a
gatas, y ante la impotencia del querido pequeño, la madre se abaja y coge a su
niño y lo sube en brazos. Dios Padre será el águila que remonta al pajarillo que
agita impotente sus alas intentando volar. Esta es la gran intuición de Teresa:
que el amor nos viene de Dios. Y dirá “lo propio del amor es agacharse”. Si Dios
no se hubiera agachado hasta aniquilarse, hasta ser aniquilado atrozmente en la
cruz y sepultado, le habría faltado algo para ser Dios, para ser el Amor. El
Amor es el deseo ardiente de querer todo el bien para el Amado. Quitar todo el
mal al Amado. Hacer feliz al Amado. Evitar disgustos al Amado. San Juan de la
Cruz dice que «amar es trabajar en despojarse y desnudarse por Dios de todo lo
que no es Dios". Aquí él se fija más que en el ser, en el obrar del Amor. Eso lo
hizo Teresa que no negó nada a Dios desde que tenía tres años. Así realizó Dios
con ella todo lo que quiso. Y la hizo la más grande santa de los tiempos
modernos, como afirmó Pío XI, que la llamaba también, la estrella de su
pontificado.
Su primer hijo
Aún vivía en su casa de Lisieux donde conoció la noticia: «Oí hablar de un gran
criminal que acababa de ser condenado a muerte en castigo de sus horribles
crímenes. Todo hacía creer que moriría impenitente. Me propuse impedir a toda
costa que cayera en el infierno. Para conseguirlo empleé todos los medios
imaginables.... Le dije a Dios que estaba segurísima de que perdonaría al pobre
desgraciado Pranzini, y que así lo creería aunque no se confesase ni diese
muestra alguna de arrepentimiento, ¡tanta era mi confianza en la misericordia
infinita de Jesús! Pero, que para animarme a seguir orando por los pecadores, y
únicamente para mi consuelo, le pedía sólo, "una señal" de arrepentimiento. Mi
oración fue escuchada al pie de la letra. Al día siguiente de su ejecución, cayó
en mis manos el periódico La Croix. Lo abrí apresuradamente, y... qué fue lo que
vi?.., ¡Ah! Las lágrimas traicionaron mi emoción, y hube de esconderme. Pranzini
no se había confesado. Había subido al cadalso, y estaba ya a punto de meter su
cabeza en el lúgubre agujero, cuando de repente, herido por una súbita
inspiración, se volvió, cogió el crucifijo que le presentaba el sacerdote, y
besó tres veces las sagradas llagas...Había, pues, obtenido "la señal" pedida».
AMOR PURO SIN ESPERAR RECOMPENSAS
Su gesto y actitud vital es un latigazo para nuestra sociedad de consumo, de
competitividad y de inexistencia de la gratuidad: «En el rezo de Sexta hay un
versículo que pronuncio siempre con repugnancia. Es éste: "Decidí en mi corazón
cumplir tu voluntad por la recompensa". Me apresuro a decir interiormente: "¡Oh,
Jesús mío, bien sabéis que no os sirvo por la recompensa, sino únicamente porque
os amo y por salvar almas!"» "Yo presentía ya lo que Dios reserva a los que le
aman... y viendo estas recompensas eternas desproporcionadas con los sacrificios
de esta vida quería amarle con pasión, darle mil muestras de ternura mientras
aún podía hacerlo”.
El amor la lleva A OFRECERSE VICTIMA DE AMOR
Yo soy sólo una niña impotente y débil; sin embargo mi misma debilidad me da la
audacia de ofrecerme como víctima de vuestro amor. Antiguamente sólo las hostias
puras y sin tacha eran aceptadas por el Dios fuerte y poderoso; para satisfacer
a la Divina Justicia eran necesarias víctimas perfectas. Pero a la ley del temor
ha sucedido la del Amor y el amor me ha escogido por holocausto, a mí, débil e
imperfecta criatura. ¿Esta elección no es acaso digna del amor?» . Yo creo que
si todas las almas recibieran tales favores (los que ella ha recibido), Dios no
sería temido por nadie.
Santa Teresa del Niño Jesús y su caminito.
Se llama caminito porque prescinde de los caminos extraordinarios, y demuestra
el estado de infancia ante Dios y porque es corto en cuanto renuncia a
distancias que se pueden medir. No es caminito porque es el que recorren las
personas imperfectas. La misión de santa Teresa del Niño Jesús será enseñar su
caminito: "Presiento que voy a entrar en el descanso, pero sobre todo presiento
que mi misión va a comenzar: la misión de hacer amar a Dios como yo le amo, de
entregar mi caminito a las almas". El caminito de Teresa es el primer
mandamiento cumplido con toda verdad. Tras la anestesia puedes cortar lo que
quieras. El amor de Dios adormece los apetitos. Ella nos cuenta que cuando ve a
su Dios mendigo de amor no lo puede resistir. El crucifijo del patio le mendiga
sacrificios. Pero su amor es tan delicado que quiere ser "imitación de la
humilde violeta, que derrama su aroma sin que las criaturas sepan de dónde viene
el perfume. Lo ha aprendido en su Maestro y consanguíneo, San Juan de la Cruz.
Para no afligirle no llorará delante de Dios. «¿Llorar delante de Dios? No, para
no entristecerle». Por lo mismo sonreirá durante las disciplinas. Quiere coger a
Jesús por el Corazón. Si un niño se echa al cuello de su madre... todo lo
consigue. Y esto vale para todos, aunque fuera una gran pecadora como Magdalena
o el buen ladrón.
Santa Teresa del Niño Jesús y las necesidades de nuestro tiempo.
El Papa Pablo VI, en carta dirigida al obispo de Bayeux - Lisieux, con motivo
del Centenario del nacimiento de santa Teresa, quiso que el mensaje de la Santa
de Lisieux, fuera expuesto de acuerdo con las necesidades espirituales de
nuestro tiempo. "Formulando estos votos con un corazón ardiente, os alentamos,
querido hermano en el Episcopado, a emplear todos los medios para que el mensaje
de la Santa de Lisieux sea expuesto nuevamente, meditado, profundizado, de
acuerdo con las necesidades de nuestro tiempo... (Ecclesia, 20 enero 1973, pág.
11). Las necesidades de nuestro tiempo...unos se secularizan porque no
encuentran aún bastante clara la identidad del sacerdocio... Otros apenas si
tienen tiempo para las pequeñas tareas sin brillo, pensando que son ellos los
que forjan la historia de la Iglesia... Otros, en busca de novedades, resucitan
errores ya viejos en la historia multisecular de la Iglesia... Las necesidades
de nuestro tiempo... Lo que está necesitando la Iglesia de hoy es el programa
que Teresa del Niño Jesús nos propone: su caminito de infancia espiritual. A lo
que menos nos resignamos es a ser niños. Ya somos muy mayores. Y se proclamará
con voz ahuecada llena de soberbia que hemos llegado a la mayoría de edad. Con
tanto como hoy se sabe... Con las cumbres tan altas que ha alcanzado a estas
horas la inteligencia del hombre... hacernos niños... Y sin embargo Jesús nos
dice: "Si no os hiciereis como niños no entraréis en el Reino de los Cielos» (Mt
18,3). Pero hacernos niños supone dar un golpe mortal a la soberbia en que se
está destruyendo la vida humana. Dar valor a las cosas pequeñas. Porque no son
las cosas las que tienen valor sino el amor con que están vivificadas. Dios no
necesita nuestras deslumbrantes obras, nuestras retóricas huecas... Lo que Dios
busca es nuestro amor. Y el amor puro puede vivificarlo todo: desde las
recepciones de un Jefe de Estado hasta la acción tan trivial de pelar patatas en
la cocina. He ahí las necesidades de nuestro tiempo. Esta es la llaga que con
dedo certero señaló el Papa Pablo VI cuando pidió "que el mensaje de santa
Teresa fuera propuesto de acuerdo con las necesidades de nuestro tiempo". Es el
amor por lo pequeño, el cuidado de lo más opaco, la atención a las cosas más
insignificantes, que son las que constituyen en mayor número la vida humana, lo
que hay que hacer y además, hacerlo por amor de Dios. En eso es maestra Santa
Teresa.
RÁFAGAS DE SU VIDA
Su vida se desliza uniforme casi monótona, por claustros, celdas y oficinas. Por
la mañana trabaja en la ropería; barre la escalera y el dormitorio. Por la tarde
sale a arrancar hierbas en la huerta. Otra temporada se encarga del comedor:
prepara el pan, sirve el agua, distribuye la cerveza entre las hermanas. La
nombraron sacristana y con gozo manejaba los vasos sagrados. A veces pinta o
escribe poesías. Nada extraordinario. Dada su debilidad de enferma no puede
seguir todos los actos de comunidad ni practicar las penitencias de la Orden; y,
sin embargo, avanza velozmente hacia la santidad haciendo actos
extraordinariamente pequeños pero vivificados por un amor purísimo. Ese es el
secreto de su vida espiritual. Ese amor, que es confianza filial y
desprendimiento de sí misma, es el ascensor divino, que la eleva, sin esfuerzo
aparente, hasta los brazos de Dios. Este es el caminito suyo, el de su infancia
espiritual; programa de vida para las almas pequeñitas a los ojos de los
hombres; nuevo sistema, sin métodos complicados; santidad ingenua, sin
matemáticas y sin alardes. Es la pura doctrina evangélica, despojada de todo
aquello con que la habían ido recubriendo los hombres.
ABNEGACIÓN HEROICA
Una noche al salir del coro para ir a la celda se encuentra sor Teresa con que
su linterna no está en el anaquel. Alguien se la llevó equivocadamente. Si no la
reclama tendrá que estar en la celda a oscuras una hora. Y sin poder trabajar,
hoy precisamente que tenía mucho trabajo. Teresa calla. Se va a oscuras a la
celda, y a oscuras se pasa una hora, ofreciendo gustosa aquella privación que
ocasiona la pobreza. ¿Veis por qué he dicho antes que Papa Pablo VI señaló con
dedo certero las necesidades de nuestro tiempo? Cualquier joven de hoy creerá
que así no se realiza, que es hora de protestar y de contestar. La contestación
tan en moda, no entra en el camino sencillo, pero arduo, de la infancia
espiritual. Durante la oración de comunidad en el coro, al lado de Teresa una
hermana hace ruido molesto y persistente moviendo su rosario grande. Teresa, que
tiene un oído finísimo, afinado aún más por su enfermedad, se siente muy
molesta. Ha sentido muchas veces el impulso de volver la cabeza para llamar la
atención a la hermana del ruido, pero se ha dominado pensando que sufrir aquello
por amor de Dios y del prójimo, es mejor que gozar de un místico recogimiento y
se vence, aunque la violencia que tiene que hacerse le hace sudar copiosamente.
Y en vez de taparse los oídos, los aplica al ruido desagradable con el mismo
interés que si escucharía un concierto delicioso. Frente a sor Teresa, que lava
ropa, una hermana le salpica la cara con agua sucia de pañuelos. Siente el
impulso de alejarse limpiándose la cara, como una manera de advertir a la
hermanita su faena. Pero, no; aquellas gotas que son de agua sucia para el
cuerpo, pueden convertirse en perlas para el alma, Teresa aguanta con rostro
sereno, y hasta con espíritu gozoso, mientras el natural siente la repulsa de
aquella rociada desagradable. Algunos se resignan con pasividad; otros se
encierran en su egoísmo o en el goce inmediato; otros se endurecen o se rebelan;
otros, se desesperan. A unos y a otros Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz
enseña a no contar con solas sus fuerzas, ya se trate de la virtud o de la
limitación, sino con el amor misterioso de Cristo, el cual es mayor que nuestro
corazón, y nos asocia a la ofrenda de su Pasión y al dinamismo de su vida.
¡Ojalá pueda ella enseñar a todos el "pequeño camino real" del espíritu de
infancia, que es justamente todo lo contrario de la puerilidad, de la tristeza!
Crueles pruebas de familia, escrúpulos, temores y otras dificultades, incluso
parecía que iban a ser capaces de impedir su perfección; la enfermedad no
perdonó su juventud; y lo más duro, tuvo que experimentar profundamente la noche
de la fe. Y Dios le hizo encontrar en el fondo mismo de esa noche, el abandono y
el valor, la paciencia y la alegría y la verdadera libertad (Pablo VI).
Sembradora de amor
Santa Teresa del Niño Jesús sembró amor y cosechó amor. Amor hace falta ya,
ahora mismo. Cuando Pablo VI en la apertura de la cuarta y última sesión del
Concilio dijo: "éste ha sido un grande y triple acto de caridad hacia Dios, la
Iglesia, la Humanidad", (10 septiembre 1965) estaba dando la pauta de todo el
supremo quehacer del hombre y nos compendiaba que la orientación básica de toda
renovación posconciliar es el Amor, que por su propia naturaleza va dirigido
hacia Dios y hacia los hermanos. El teólogo converso del ateísmo Olivier Clément,
moldeado por la teología patriótica y muy conocedor de la literatura rusa, nos
ofrece una de sus más bellas páginas sobre el Amor de Dios "más fuerte que todo
el mal del mundo". "Hoy, quizás por primera vez en la historia, los cristianos
se van volviendo pobres y libres". El papel del cristianismo no es luchar contra
la secularización, que es un hecho, sino hacer que esta secularización llegue a
ser positiva, es decir que permita a la Iglesia ser un fermento y no un poder.
Hoy existe una apertura a lo pequeño, a lo sencillo, hay una vuelta a las cosas
esenciales".
DOCTORA DE LA IGLESIA.
El Pontífice Juan Pablo II declaró el 19 de octubre de1997 a Santa Teresa del
Niño Jesús, Doctora de la Iglesia. A algunos, los que no la conozcan mucho, les
habrá parecido excesivo. A los que la conocemos mejor nos parecía necesario, en
medio del espeso, confuso y enmarañado bosque en que se ha movido estos años
pasados y se sigue moviendo, el concepto de la extensión del Reino de Dios, el
Misterio de la Iglesia. Con esta proclamación, Teresa del Niño Jesús, ha entrado
en el rol de unos pocos santos designados doctores de la Iglesia por el volumen,
la calidad y la influencia, de la ortodoxia de su doctrina, basada en la Verdad
revelada de Dios, transmitida por la Escritura y por la Tradición y enseñada por
el Magisterio de la Iglesia Los primeros maestros ilustres de la fe, sucesores
inmediatos o casi inmediatos de los Apóstoles, reciben la calificación de Padres
apostólicos y son: Ignacio de Antioquia, Policarpo de Esmirna, los autores de la
Didajé y de la Didascalia, Clemente de Roma, Ireneo de Lyon y otros. La
generación siguiente, que incluye al grupo de apologistas como Tertuliano,
Orígenes, Justino, es llamada de los Padres de la Iglesia Son una pléyade
incalculable, cuya obra está presente en la colección monumental de Migne, que
contiene los numerosos volúmenes de padres griegos y latinos, desde el siglo III
al XII, a la que puso fin Pio XII designando a San Bernardo "el último de los
Padres de la Iglesia".
TERESA DE LISIEUX CON LOS DOCTORES
A partir del siglo IV brillan los llamados doctores de la Iglesia muchos de los
cuales forman parte también de los Padres de la Iglesia. Eran treinta y dos,
catalogados según el año de su muerte: Hilario de Poitiers; Basilio Magno;
Atanasio, Efrén; Gregório Nazianzeno; Cirilo de Jerusalén; Ambrósio de Milán;
Juan Crisóstomo; Jerónimo; Agustín de Hipona; Cirilo de Alejandria; Pedro
Crisólogo; León Magno; Gregorio Magno; Isidoro de Sevilla; Beda el Verable; Juan
Damasceno; Pedro Damiani; Anselmo; Bernardo de Claraval; Antonio de Pádua; Tomás
de Aquino; Buenaventura; Alberto Magno; Catalina de Sena; Teresa de Jesús; Juan
de la Cruz; Pedro Canisio; Lorenzo de Brindis; Roberto Belarmino; Francisco de
Sales y Alfonso María de Ligorio. Esta radiante corte de santos han sido
maestros de la interpretación de la Escritura, de teología dogmática, de
teología moral, de filosofía, de las ciencias naturales, de la oración, de la
espiritualidad y de la mística. La voz del papa ha unido a esas refulgentes
estrellas, a la humilde carmelita Teresa del Niño Jesús. Con ella el número de
Doctores llega a 33.
LA OBRA ESCRITA DE LA NUEVA DOCTORA
Su obra escrita de su doctrina, es modesta: sólo tres manuscritos
autobiográficos, dos, escritos por mandato de dos prioras, y uno en forma de
carta a una hermana; 274 cartas escritas a diversas personas a lo largo de sus
nueve años de vida monástica; un volumen de poesías religiosas, género literario
usado también por Juan de la Cruz y Teresa de Jesús; algunas obras teatrales
también de cuño religioso; otros textos esparcidos y las palabras recogidas
durante su larga agonía, por sus hermanas Paulina y Celina, monjas del mismo
Carmelo de Lisieux. Su obra, no se parece en nada a la gigantesca bibliografia
de San Agustín o de Santo Tomás de Aquino. Ni tiene pretensión magisterial o
pedagógica, ni afán académico. Es el reflejo de una joven monja, de origen
burgués, encerrada desde los 15 años en un Monasterio de Normandía, a finales
del siglo XIX. Pero ocurre que varios autores famosos vienen escribiendo libros
sobre ella, que ya constituyen una vasta biblioteca, para estudiar esta pequeña
colección de escritos espirituales de una profunda espiritualidad.
TERESA PROFETIZO SU DOCTORADO
Por inverosímil que parezca, la Santa lo había deseado, y hasta profetizado: «A
pesar de mi pequeñez, quisiera iluminar a las almas como los profetas y los
doctores», escribió en su Manuscrito. Cuando sor María de la Trinidad dijo a su
maestra, Teresa del Niño Jesús, las grandes semejanzas que encontraba entre el
«caminito» y la doctrina de un teólogo dominico, Teresa exclamó: ¡Qué alegría me
das! No puedes imaginártelo. Saberme apoyada por un sabio, por un teólogo
famoso, me produce una alegría incomparable».
HA ILUMINADO A MUCHOS TEOLOGOS
Numerosos teólogos se han dejado ya «iluminar» por Teresa. el Cardenal Urs von
Balthasar, ya en 1957 publicó su obra "Teresa de Lisieux. Historia de una
misión", editada en castellano por Herder. El ha demostrado que Teresa ha
fecundado y rejuvenecido la teología, y en su última gran obra, "Teología", cita
a santa Teresa de Lisieux junto a santa Catalina de Sena, para ilustrar cómo "el
Espíritu Santo se manifiesta en cada uno según las necesidades» de la Iglesia"
(1 Cor 12,7). «Cuando llegue a puerto, le enseñaré», escribía ella, ya
moribunda, al abate Belliére. El «maná escondido», el «alimento totalmente
espiritual» que Teresa soñaba con repartir ha alimentado y ha dado vida «a un
gran número de almas pequeñas, una legión de pequeñas víctimas». Ya son muchas
las personas que han experimentado y verificado en su propia existencia ese
«caminito muy recto, muy corto y totalmente nuevo» en el que Jesús había
instruido antes en secreto a la humilde carmelita. Desde la primera edición de
la "Historia de un alma", son innumerables los testimonios de que Teresa ha
enseñado el «camino de la confianza sencilla y amorosa» y «el del sufrimiento
unido al amor». Y lo ha enseñado tanto a los más cristianos corrientes, a los
papas, a multitud de hombres y mujeres de todas las culturas y de todas las
clases sociales, a muchos jóvenes sedientos de absoluto, tanto en las antiguas
Ordenes religiosas de diversas espiritualidades como en las nuevas comunidades y
movimientos cristianos nacidos después del Concilio.
TAMBIEN HA INFLUIDO EN PAPAS, FILOSOFOS, NOVELISTAS Y SANTOS
Uno de los que han gozado su influencia es el Papa Juan Pablo II. Surgen también
testigos de la presencia de Teresa entre los ortodoxos, los protestantes, e
incluso entre los musulmanes. Su alcance ecuménico y religioso universal, es
evidente. Ella está extendiendo su «doctrinita» hasta los confines de la tierra.
Juan Pablo II manifestó en Lisieux que el carisma de Teresa es a la vez «la
confirmación y la renovación de la verdad más fundamental y más universal» de la
Revelación. El genio de santa Teresa de Lisieux ha inspirado a novelistas, como
Bernanos, a filósofos, como Jean Guitton, quien ha escrito que «Teresa lleva el
sello de la modernidad» y a Edith Stein, fenomenóloga, ya canonizada, a
predicadores, a fundadores, a artistas, poetas, cineastas, pintores y
arquitectos. El Padre Léthel, en su trabajo sobre la Teología de los Santos,
llamó a la pequeña Teresa «el Doctor por excelencia del amor de Jesús". El Padre
María Eugenio escribe: «En cada momento crucial de la historia, en cada
civilización, el Espíritu Santo coloca un maestro encargado de dispensar su luz.
En los umbrales de este mundo nuevo que se anuncia, Dios ha colocado a Teresa
del Niño Jesús".
La doctrina de esta doctora FUE SU VIDA
La doctrina de Teresa es inseparable de su vida, pues su "doctrinita" brotó de
los acontecimientos de su corta existencia. No escribió ningún tratado
sistemático. El camino de la infancia espiritual, hunde sus raíces en el
Evangelio. Su único «Director» es Jesús. Aunque san Juan de la Cruz es su
consanguíneo y su padre espiritual, y Santa Teresa de Jesús su Madre, el camino
de sor Teresa del Niño Jesús fue un camino solitario, guiado por el Espíritu
Santo que la condujo a recorrer su «carrera de gigante», extraordinariamente
corta. Con la perspectiva de la historia, podemos hoy comprobar cómo un designio
de Amor dirigió su vida, cada día más interiorizada, y a la vez más difundida
por todo el universo. Ella estaba segura de la fecundidad que brotaría de su
vida escondida en el Dios escondido (Is 45,15).
ESCRIBIO POR OBEDIENCIA
Ya he dicho que sus páginas, auténtico «best-seller» mundial, no han sido
escritas con afanes literarios. Ella lo dijo: "no escribo para hacer una obra
literaria, sino por obediencia". Exactamente lo mismo ocurrió a su Madre, Santa
Teresa. Los Manuscritos autobiográficos sólo son unos «cuadernos de obediencia».
Las Poesías, la mayoría de las veces, se las encargaban las carmelitas, y el
"Teatro" va rimando las fiestas comunitarias para recreación de las hermanas.
Escribió muchas veces sus cartas de prisa. Pero, de esos borradores de
ortografía vacilante, y que no estaban destinados a la publicación, surge una
doctrina coherente y de una transparente sencillez que desafía el análisis de
los teólogos. La experiencia demuestra que muchos no asimilarán su lenguaje, que
es el del mundo religioso de finales del siglo XIX. Pero a las nuevas
generaciones, ávidas de autenticidad, ese lenguaje les brinda la exigencia de un
Amor único, el de Jesús, acrisolado en el fuego de la prueba de la fe y de la
esperanza.
EL HISTORIADOR Daniel Rops CON LOS PAPAS
En 1965, Daniel Rops concluía su Histoire de Eglise du Christ dedicándole
cincuenta páginas, pues la veía como un símbolo universal. Después del Concilio
Vaticano II, nos hemos percatado de que las intuiciones de Teresa, adelantándose
mucho a su tiempo, estaban muy próximas a los temas mayores del concilio. Pues
ella está presente en las grandes corrientes espirituales de este siglo y ha
inspirado a numerosos santos y beatos de los tiempos modernos. De Benedicto XV a
Juan Pablo II, todos los papas han sido, en mayor o en menor medida, teresianos:
el conjunto de sus declaraciones es una mina fecunda. Juan Pablo II, primer papa
que peregrinó a Lisieux, el 2 de junio de 1980, dijo en la homilía: «De Teresa,
podemos decir, convencidos, que el Espíritu de Dios permitió a su corazón
revelar directamente a los hombres de este tiempo el misterio fundamental, la
realidad del Evangelio: el hecho de que hemos recibido realmente un espíritu de
hijos adoptivos que nos hace exclamar “¡Abba! ¡Padre!”. El caminito es el camino
de la "santa infancia"». En la visita ad limina apostolorum de los obispos del
oeste de Francia, el 14 de febrero de 1992, el mismo Papa declaraba: “La santa
patrona de las misiones es de vuestra misma región. Desde Lisieux, Teresa del
Niño Jesús y de la Santa Faz, ha hecho irradiar en el mundo su ardor misionero.
Su enseñanza espiritual continúa llegando al corazón de los fieles de cualquier
condición”.