Edith Stein,

Razonabilidad y su Fundamento

Peter Schulz

Distinguidos señoras y señores:

leer el manuscrito. Esto exige naturalmente por su parte una mayor paciencia, que no me querría pedirles. Pero otras vías quizá no hubiesen resultado más fáciles.

 

Cuando decidimos el tema de mi conferencia con los organizadores, nos vino a la mente lo que posiblemente caracteriza la mayor parte de la vida y obra de Edith Stein: se podría describir, con sus mismas palabras, de la manera siguiente: "en toda mi vida", escribe ella mirando atrás en su autobiografía, "siempre se ha tratado de la verdad". En ésta, como en otras caracterizaciones semejantes de sí misma, viene a expresarse lo que se podría denominar el nivel del sentido religioso de la vida. Es la aspiración a un cum-plimiento total de la propia vida, como le ocurre a cada uno de nosotros, por oculta que pueda estar. El sentido religioso acompaña lo que distingue de una manera especial tanto la vida como la obra filosófica de Edith Stein, es decir, el intento de llegar a ser también consciente de este sentido religioso en todos sus aspectos, en todas sus implica-ciones, como afloran en la relación del hombre con la realidad.

No se describiría correctamente esta búsqueda permanente si se la atribuyera al he-cho de que Edith Stein como filósofa ya se veía obligada a ello por su profesión. Preci-samente el mayor modelo en la filosofía para Edith Stein, Edmund Husserl, el fundador de la Fenomenología, una de la escuelas filosóficas más importantes de nuestro siglo, tenía, después de todo, una concepción de la filosofía netamente contraria. Cuando se enteró por oídas de la inminente conversión a la Iglesia católica de su antigua alumna y asistente, Edith Stein, el fundador de la fenomenología escribió, visiblemente afligido, a su alumno, el filósofo polaco Roman Ingarden: "Desgraciadamente está en marcha un gran movimiento de conversión, una muestra de la miseria interior de las almas. Un filósofo verdadero sólo puede ser libre: la esencia de la filosofía es la autonomía más radical".

Y precisamente fue su dedicación a la filosofía en general y a la autonomía del hombre en particular, la que, según sus propias palabras, condujo en 1922 a la Iglesia a Edith Stein, hija de una familia judía de comerciantes de Breslau. Su vida, como relata-ban sus contemporáneos, fue siempre una búsqueda impetuosa de lo verdadero, un ca-mino hacia la verdad. Y tanto en su conversión como en la profundización subsiguiente de su pertenencia a la Iglesia, Edith Stein no aflojó de ninguna manera, sino que, preci-samente en su encuentro con la vida de la Iglesia, vio el origen y la fuente de su "auto-nomía radical", por emplear la expresión de Husserl. A continuación vamos a ocuparnos de la vida y la obra de esta apasionada buscadora de la verdad, que quería encontrar a Dios no sólo con el corazón, sino también con la razón.

Quisiera a continuación presentar en un primer momento la vida de Edith Stein, entrando especialmente en aquellos acontecimientos y hechos que están relacionados con su carrera académica. En una segunda parte entraré brevemente en algunos pasajes de la obra filosófica de Edith Stein, en los que llega a hablarse de aquello que Stein lla-ma el "sentido de la existencia humana". Vayamos pues a la vida de Edith Stein.

Era la menor de once hijos de padres germano-judíos y nació hace más de cien años, un 12 de octubre de 1891, en Breslau, la antigua capital de Silesia y por entonces centro económico y cultural del Este alemán. Educada en el judaísmo alemán ilustrado y patriótico de la "Época de la Asimilación", dotada de gran talento, deja de asistir a la escuela con catorce años. Como explicaría después, las preguntas ideológicas la lleva-ron a dar ese paso. Renunció a la fe de sus antepasados, de modo totalmente consciente y por decisión propia, como escribe en su autobiografía, que todavía hoy es digna de leerse y que se titula "De la vida de una familia judía". Aprueba lo que hoy llamaríamos selectividad, y empieza sus estudios en la Universidad de Breslau. Durante cuatro se-mestres se ocupará de Psicología y de Filosofía, y asistíó a clases de Filología alemana e Historia. Junto a las actividades sociales y políticas militó en una "Asociación prusiana para el sufragio femenino" en favor de la igualdad de derechos políticos de la mujer.

Fascinada por las "Investigaciones lógicas" de Edmund Husserl se trasladó en 1913 a la universidad de Gotinga, donde él enseñaba, y se sumergió en la escuela de pensa-miento de la Fenomenología. El cambio de estudios a Gotinga conlleva una conversión filosófica. Lo que por entonces la atrae de la Fenomenología es su "Trabajo de Aclara-ción", porque "aquí se forja desde el principio y desde uno mismo el bagaje de conoci-mientos mentales, que uno necesita". Sobre todo estaba fascinada por la pretensión de la Fenomenología de observar todas las cosas libre de prejuicios, de desprenderse de todo tipo de anteojeras que puedan impedir la contemplación del fenómeno.

Quisiera presentar en este contexto, al menos con una pocas palabras, la peculiari-dad de la Fenomenología. Desde el principio, para Husserl, fundador de la Fenomeno-logía, no se trata de erigir un sistema filosófico, como habían hecho muchos de sus an-tepasados, es decir, construir un orden de pensamiento, en el que para cada pregunta filosófica se puede encontrar una respuesta. En sus estudios académicos, que por cierto empezó como matemático, Husserl hizo el descubrimiento de que entre la Matemática formal y la Lógica formal existían relaciones muy cercanas. De esta manera llegó a ocuparse de las cuestiones lógicas. En el primer tomo de sus "Investigaciones lógicas", la obra que movió a Edith Stein a ir a Gotinga, Husserl hace cuentas con la concepción de la lógica psicologista, dominante por entonces. Husserl caracteriza la lógica con fuerza convincente como un ámbito compuesto por verdades objetivas. Y en el segundo tomo de las "Investigaciones lógicas" Husserl se dedica a la observación de algunos problemas fundamentales. A propósito de ello habría que decir qué es lo que caracteriza al "método fenomenológico": en el tratamiento de su objeto parte en primer lugar del significado de la palabra, para separar después con esmero los distintos significados que reciben las palabras en el lenguaje coloquial. Al resaltar el sentido preciso de una pala-bra avanza hacia las cosas mismas: este es un paso que resulta necesario porque noso-tros sólo podemos delimitar de una forma precisa los significados de las palabras en la medida en que conseguimos situar las cosas mismas, que se quieren decir con las pala-bras, en un ámbito claro y evidente. Las "cosas mismas", que sin embargo se deben en-contrar a través del significado de las palabras, no son cosas particulares de la experien-cia, sino, al igual que el significado de la palabra, algo general: la "Idea" o la "esencia de la cosa".

Esta metodología fue empleada por Husserl y por sus alumnos tanto para aclarar nociones fundamentales de la ciencia como para las relaciones de la vida cotidiana. Por poner un ejemplo, sobre el que volveré después: la historia trata de "personas", "pue-blos", "países", "estados", etc... pero presupone que se sabe lo que es una persona, un pueblo, etc... Y justamente la Fenomenología se quería dedicar a este "Trabajo de Acla-ración". En esto la Fenomenología se diferencia especialmente de las orientaciones filo-sóficas de la época, porque no se orienta a los métodos de las ciencias individuales, sino que se orienta hacia las cosas mismas, para así poder encontrar el método correcto. Por esto, se ha calificado de "giro hacia el objeto" la transformación que la Fenomenología introdujo, así como su peculiaridad. Frente al "empirismo", que se quiere basar en la mera experiencia sensible, la Fenomenología se caracteriza como la "Ciencia de la esencia", que justamente quería avanzar hacia la esencia de la cosa. Debido a esta postu-ra aparecerá ante los contemporáneos como una vuelta a las tradiciones más antiguas de la Filosofía: Platón, Aristóteles, la Escolástica.

Quizá me perdonarán el hecho de que no haya querido renunciar a una breve des-cripción de la Fenomenología, cuando entramos ahora en otros aspectos de la vida de la Edith Stein, por los que ella se apartó de la Fenomenología de Husserl. Mientras cursa-ba su semestre en Gotinga comenzó la primera guerra mundial, que llevó al frente a muchos de los colegas de Edith Stein en esa Universidad. La patriota convencida que era Stein siguió con atención el desarrollo de la guerra e interrumpió la tesis doctoral ya iniciada para prestar su contribución a su "querida Prusia" en el Hospital militar de contagiosos en Märisch-Weisskirchen, en lo que hoy es Eslovaquia. Tras licenciarse va a Friburgo, donde Edmund Husserl había obtenido una cátedra en 1915. Se doctora en 1916 con la máxima nota, siendo una de las primeras mujeres que se doctora con un tema propriamente filosófico. Poco después empezará a ser la asistente privada de Ed-mund Husserl, poniendo en orden un caos de innumerables fragmentos de pensamiento, que el maestro -como Edith Stein llamaba a Edmund Husserl con cariño y respeto- ha-bía escrito en miles de hojas manuscritas en una taquigrafía especial. Consiguió prepa-rar para la imprenta diversas obras fundamentales de Edmund Husserl. Sin embargo, se quedaron de momento sin acabar porque Husserl se había dedicado a otros temas. Sólo después Martin Heidegger publicará sin alteraciones estas obras bajo su nombre.

Además del trabajo de clasificar y ordenar para su "maestro", a Edith Stein apenas le quedaba tiempo para su actividad científica independiente. Por este motivo ella, que quería emprender la carrera científica, se despidió de su profesor Husserl después de dos años de trabajo conjunto. Ciertamente permaneció en una relación muy cordial con Ed-mund Husserl, y Stein salió en su defensa más tarde contra todo tipo de ataques y críti-cas. Le escribe a su íntimo amigo de estudios, Roman Ingarden: "es tan imponente lo que uno le tiene que agradecer, tan incalculable, que comparado con ello no puede pre-valecer ninguna ofensa personal. Para mí será siempre el maestro, cuya imagen no pue-de enturbiar ninguna debilidad humana".

Ella escribe este juicio aunque en el entretanto se ha separado del todo de Husserl a propósito de un punto decisivo de la concepción de la Fenomenología, y ha seguido otros caminos. Como consecuencia del desarrollo de la Fenomenología, Husserl pasó al llamado "giro trascendental". Esto significa, dicho de una manera muy breve, que de forma progresiva se fue interesando por la pregunta de cómo el "mundo objetivo" le aparece al sujeto. Con toda la estima que Stein sentía por estas reflexiones, ella era del parecer -como también otros alumnos de Husserl- de que lo que se podría nombrar co-mo "mundo objetivo" no se puede atribuir exclusivamente a cuál sea su realidad para el sujeto, tal y como Husserl lo veía. Para Edith Stein la concepción de Husserl era el pre-cio que se pagaba por aquel giro hacia el objeto, en el que originariamente había visto un gran mérito de Husserl. Después de todo ella quedó impresionada por el modo en el que los Fenomenólogos podían dedicarse a una investigación de la "estructura esencial del mundo objetivo" sin anteojeras. En su autobiografía hay un pasaje que muestra de la siguiente manera su entusiasmo por el modo en el que Max Scheler, asimismo un feno-menólogo, trata también preguntas de la vida religiosa: "esto me abrió un ámbito de fenómenos frente a los cuales ya no podía pasar a ciegas. No en vano nos fue inculcado que nosotros concebimos todas las cosas sin prejuicios en los ojos, que debemos arrojar todo tipo de anteojeras".

A continuación Edith Stein aspira a la carrera universitaria, algo que por entonces presuponía el grado académico de la "habilitación". Sin embargo, las circunstancias de la época hacían imposible tal pretensión para las mujeres. Husserl le escribió por cierto un certificado espléndido y la recomendaba para la oposición a una cátedra universita-ria, "en el caso de que se abriese la carrera académica para las mujeres". Sin embargo el camino quedará cerrado en la época de Edith Stein. Primero, en Gotinga, lo impidió la Facultad de Filosofía que no llegó ni a considerar su largo trabajo científico imprescin-dible para obtener la habilitación (Habilitationschrift), ya que "la oposición a cátedras universitarias para las mujeres creaba todavía muchas dificultades". Más tarde, en la universidad de Hamburgo, será rechazada también por su procedencia judía.

Lo que hizo famosa a Edith Stein en el mundo católico no fue, sin embargo, tanto su actividad filosófica cuanto su conversión a la Iglesia católica. Algunos libros y en-cuentros indican ciertamente que en los años anteriores se ocupaba de preguntas religio-sas. Le cautivaban las lecturas cristianas, ya fuesen ejemplos de la filosofía como Kier-kegaard o Pascal; y le fascinaban los ejemplos de las creencias vividas. Ahora bien, su conversión pareció suceder en una sola noche. Durante una estancia con unos amigos en Bergzabern, como ella misma relata, cogió casualmente un libro sobre la "vida de Santa Teresa de Ávila". Lee hasta bien entrada la madrugada, y se compra después un misal y un catecismo. Poco después solicita el bautismo, que recibió en el año 1922.

El profundo pesar de su severa madre judía le refrenó de momento en sus intencio-nes originales de ingresar en un convento. También sus amigos, entre ellos el abad be-nedictino Walzer, el filósofo Erich Przywara y Peter Wust la disuadieron, porque espe-raban otra cosa de ella, es decir una participación de Edith Stein en la vida pública. Stein acepta un puesto como profesora de alemán e historia en el seminario de Pedago-gía y en la escuela para mujeres Santa Magdalena con las dominicas en Speyer, donde trabajó durante ocho años, desde 1923 a 1931. Al mismo tiempo comenzó una actividad de conferenciante cada vez más extensa en asociaciones de profesoras y en casas de formación católicas. En sus discursos defendía la responsabilidad con los mismo dere-chos para ambos sexos. Más tarde se la asignará, por este motivo, un lugar en el mundo católico como una moderna defensora de los derechos de la mujer. Sin embargo su pen-samiento sobre el papel de la mujer está condicionado por la época y no tiene precisa-mente una originalidad duradera y eficaz. Algunos intentos actuales para conceder a Edith Stein un lugar destacado en la galería de los pioneros parece artificial. Lo que más bien impresionó a sus oyentes fue su manera sencilla, directa y franca a la hora de tener presentes verdades fundamentales y decirlas.

A instancias del importante filósofo y jesuita Erich Przywara, que no quería ver como se desperdiciaba el talento de Edith Stein en una escuela, comenzó al mismo tiempo con el estudio de las obras de John Henry Newman y Tomás de Aquino. A con-tinuación emprenderá la traducción de "Las Cuestiones sobre la verdad" de Tomás, del escrito "De la idea de la universidad" de Newman, así como sus "Cartas antes de la con-versión". Su traducción del escrito de Tomás de Aquino le mereció un gran elogio por parte de algunos especialistas, y también una áspera crítica por parte de otros. Ya ense-guida se advirtió que su original acceso a Tomás desde Husserl no fue precisamente apreciado por algunos tomistas.

Desde lejos observaba todavía con atención la actuación de los fenomenólogos de Friburgo y se hacía contar los pormenores más pequeños por sus amigos. Cada vez pa-saba más al primer plano de su investigación la relación entre la filosofía medieval y la teoría del conocimiento moderna. Una contribución sobre este tema, que aportó al libro de homenaje con motivo del 70 cumpleaños de Edmund Husserl, presenta una gran ori-ginalidad. Este eco positivo le anima a atreverse una vez más e intentar opositar a una cátedra universitaria (Habilitation) en Friburgo. Sin embargo, el intento fracasa tam-bién esta vez por la intensa competencia entre los aspirantes a la cátedra del filósofo de Friburgo Honecker. Asumió entonces un puesto de profesora en el instituto alemán para Pedagogía científica en Münster.

Sin embargo Stein pudo exponer sus reflexiones sobre la imagen cristiana del hom-bre a esas futuras profesoras durante poco tiempo, exactamente dos semestres. Un año después le harán imposible cualquiera actuación pública con la ley del "restablecimien-to" del funcionariado profesional, con el cual los nacionalsocialistas depusieron de las universidades y escuelas superiores a los judíos y a los alemanes de origen judío. Ingre-sará entonces en el discreto convento de las carmelitas descalzas en Colonia, siendo consciente de que este paso hacia la oscuridad en un convento de clausura al inicio de las persecuciones contra los judíos les parecería a sus parientes una huida de los aconte-cimientos adversos. Así escribía en este tiempo a un amigo de estudios, que difícilmente comprenía este paso: "quien entra en las carmelitas no se ha perdido para los suyos, sino que en realidad la han ganado, puesto que nuestra vocación es estar delante de Dios en favor de todos".

El acontecimiento largamente anhelado se convertirá en una gran celebración. La oración incesante no será para ella ninguna carga. Y justamente experimentará el Car-melo como una escuela para algo nuevo: ella, que en la vida que había llevado hasta entonces había sido rigurosa consigo misma, pone ahora su vida bajo el mandamiento de una disponibilidad completa dentro de una comunidad, lo que desde un principio implica asumir reglas que no son sólo las de la vida individual de cada uno. Con todo, parece que vive hasta el final como un ser humano feliz. Por encargo de la Provincial elabora su escrito científico para opositar a la cátedra, que se convertirá en uno de sus mayores estudios ontológicos: "Ser finito y ser eterno -intento de ascender hasta al sen-tido del ser". Algunas editoriales renombradas, que antes habían estado muy interesa-das, no querrán imprimir ya este escrito en los años treinta. Se publicará, como otros escritos que Stein escribió al amparo de las carmelitas de Colonia, en los años posterio-res a la guerra.

Desde muy pronto Edith Stein se dio cuenta de los peligros que se avecinaban con el nacionalsocialismo. Ella tenía ante los ojos el ejemplo bíblico de Esther, que preservó de la destrucción a su pueblo gracias a sus intervenciones personales ante los poderosos. Por los días en los que empezó el "progrom" antijudío de abril de 1933, que tendría consecuencias muy graves contra los judíos, dirigió al Papa Pío XI una llamada de soco-rro urgente para que promulgara una encíclica a favor de los judíos perseguidos y pro-testara con toda la autoridad de su cargo contra la segregación, la destrucción económi-ca y la expulsión de los no arios. Ella misma se ofreció delante de la cruz al Señor como víctima. Y ciertamente era lo suficientemente cristiana como para saber que su propio sacrificio voluntario no podía producirlo ella misma. Por eso consintió a la propuesta de una hermana de trasladarse por su propia seguridad de las carmelitas de Colonia a Echt en Holanda. En lo que Esther fracasó, fracasó también Edith Stein. Ella había esperado que por ser religiosa de una orden podría conseguir antes la influencia de las autoridades de la Iglesia con el fin de moverlas contra el antisemitismo enfurecido. La audiencia privada que había solicitado antes de ingresar en las carmelitas no llegó a tener lugar, y la esperada encíclica contra la persecución de los judíos no fue escrita.

Es sabido que Teresa Benedicta de la Cruz -como se llamó Edith Stein al ingresar en el Carmelo- fue detenida tres años después, un 2 de agosto de 1942, por dos hombres de las SS y llevada junto a su hermana a la cámara de gas de Auschwitz. Son también conocidas las palabras que dirigió en aquel momento a su hermana: "vayamos por nuestro pueblo". Menos familiares son las circunstancias que le obligaron a ello. En las iglesias neerlandesas de todas las confesiones se dio lectura el 26 de julio a un escrito de protesta contra la deportación de las familias judías -y en las comunidades católicas se completó con una carta pastoral, que no se retiró a pesar de la orden del comisario del Reich, a diferencia de las iglesias protestantes. La consecuencia fue que sólo una sema-na después todos los judíos católicos en los Países Bajos -aproximadamente mil dos-cientos- fueron detenidos.

Edith Stein y su hermana Rosa fueron llevadas junto a otros católicos judíos a un campo en Westerbork. Un colaborador judío le preguntará allí si debe hacer algo para salvarla. Ella lo rechaza: "No haga eso, ¿por qué debo yo ser una excepción? ¿No con-siste la justicia en que yo no pueda sacar ninguna ventaja de mi bautismo? Si yo no puedo compartir el destino de mis hermanas y hermanos, mi vida estaría como destro-zada". El 9 de agosto llega el transporte a Auschwitz. El mismo día se pierde el rastro de su vida en las cenizas de Auschwitz.

Hubo pocos hombres que estuvieron tan cerca de Edith Stein como el citado Erich Przywara. Unos años después de su muerte escribió en una necrológica poco conocida: "Edith Stein quedó en el fondo como una extraña entre aquellos que se habían converti-do en suyos, mientras que curiosamente fueron precisamente los alumnos no creyentes de Husserl los que nunca perdieron la veneración por Edith Stein. Sólo la deportación a Polonia y su muerte la conviertieron en una de las figuras verdaderas del mundo católico alemán, y no tanto por su grandeza espiritual y su obra, sino en cuanto símbolo de la compasión con los judíos asesinados en la época del nacionalsocialismo".

No hay duda de que el filósofo Erich Przywara tenía razón en su juicio hasta nues-tros días. Primero la beatificación, y luego la rápida canonización han confirmado que Edith Stein ocupa un lugar de gran importancia en la relación entre cristianismo y ju-daísmo, que a menudo estaba minusvalorada y sobre la que en nuestros días se ha vuelto a tomar conciencia. Así, en la beatificación en mayo de 1987, Juan Pablo II habló de Edith Stein como la "gran hija de Israel y del Carmelo".

Sin embargo, el que su obra filosófica no se haya tenido tanto en cuenta obedece a diversas razones. Su relación original entre la Fenomenología y la obra de santo Tomás de Aquino les resultó a los tomistas demasiado poco escolástica. Los intérpretes moder-nos del doctor communis intentaron más bien reconciliar a Kant con Tomás o incluso bautizar la filosofía de Martin Heidegger.

Hoy existen más de cien biografías de la nueva santa de la Iglesia. A menudo no se habla en ellas de algo que Edith Stein también fue: una figura situada en el punto de intersección de los movimientos filosóficos más importantes de este siglo y que desde allí ha llevado a cabo una aportación original y valiosa a la historia espiritual de nuestro tiempo. Para concluir voy a entrar brevemente en este último aspecto.

La obra principal de Edith Stein, "Ser finito y ser eterno", se ocupa desde el princi-pio hasta el final siempre del ser humano, que se entiende como imagen del ser divino. La investigación toma como punto de partida el propio ser del hombre, que se limita en primer lugar a la vida del yo consciente, siguiendo el camino de Agustín, Descartes y Husserl. ¿Qué significa entonces que el propio yo es el acceso privilegiado al ser? A ésta se ligan otras dos preguntas cercanas: "¿Qué es el ser del que yo estoy hecho en mi interior?" y "¿qué es el yo, que está hecho interiormente de ser?". Por lo que respecta a la primera pregunta, mi propio ser interior muestra de forma inmediata una doble faceta: el yo no consiste en sí mismo, sino que parece "fluir" entre el ser y el no ser, tal y como Stein lo formula. Esto significa que el yo se autoexperimenta en el tiempo, sólo en el punto presente entre lo que se ha ido y lo que viene. Y justo en este punto el hombre topa en si mismo con la separación del ser temporal y el ser eterno, del no ser y el ser. Este estado del yo en medio del fluir temporal revela desde sí mismo la "idea del ser puro que no tiene nada del no ser en sí mismo". Como consecuencia filosófica queda establecido que el ser humano, observado hasta su fundamento, no no está hecho por sí mismo, ni tampoco es autosuficiente ni cabe darlo por supuesto. Por mucho que se quie-ra, nunca se posee a sí mismo, es siempre un ser recibido. En esta característica reside la tragedia del hombre, que querría agradecer su propio ser a sí mismo. Precisamente esta presunción no coincide con "la peculiaridad sorprendente del ser humano -como Stein lo formula-: lo enigmático de su "de dónde" y su "hacia dónde", los huecos incolmables en su pasado, su imposibilidad para llamar su propio ser por sus propias fuerzas al ser y mantenerlo en él".

Sobre este principio filosófico hay un paralelismo muy instructivo en el punto de partida de la famosa obra de Heidegger "Ser y Tiempo". También Heidegger escribe que el hombre (Dasein) es arrojado, y que no tiene la posibilidad de escapar a este "ser- arrojado". El principio teórico es semejante, y sin embargo sus desarrollos posteriores se diferencian en un punto central. Mientras que Heidegger habla del "ser-arrojado" del hombre, rechaza en las consecuencias la suposición de que en realidad pueda haber al-guien que arroje de tal modo la existencia del hombre. En cambio, según Edith Stein, que, en mi opinión, describe esta experiencia del hombre de una manera más fiel, el hombre "retrocede ante la nada y anhela no sólo una continuación indefinida de su ser, sino también la plena posesión del ser". Por lo tanto, el hombre anhela, a diferencia de lo que dice Heidegger, desde sí mismo la plenitud, y no permanece solo en la experien-cia de la nada. El pensamiento humano puede presentir la idea de un ser tan elevado, aunque no lo entienda o lo llegue a abarcar por sí mismo. Como Edith Stein escribe con referencia a Agustín, es el presentimiento de algo incomprensible e inconcebible, y sin embargo es éste justamente el horizonte, dentro del cual debe situarse toda filosofía de la persona humana.

Habría que añadir todavía muchas cosas. En especial habría que mostrar cómo Stein desarrolla desde este punto de partida su reflexión posterior para desarrollar una teoría de la identidad del hombre, que es comparable absolutamente con las teorías de modernos pensadores de la identidad como George H. Mead y otros. Llegados a este punto debería haber sido suficiente para transmitirles al menos un pequeño anticipo de lo que les espera si, por casualidad, alguna vez tuvieran que ocuparse a fondo de Edith Stein.

Les agradezco su paciencia, de la que ya he abusado.