Gentileza de http://www3.planalfa.es/mu/saes.htm
para la BIBLIOTECA CATÓLICA DIGITAL

 

EL FENÓMENO DEL SECTARISMO MODERNO

1. Introducción al sectarismo actual. Actualidad del tema

En prácticamente todos los países aparece, en mayor o menor intensidad, el fenómeno sectario moderno, visible en infinidad de grupos que disputan el espacio de la fe a las religiones e Iglesias establecidas, no sin graves escándalos de todo tipo en numerosas ocasiones. El fenómeno preocupa y suscita el justo interés de políticos, jueces, legisladores, policías, sociólogos, psicólogos, pastores, en una síntesis, de profesionales y estudiosos de las cuestiones sociales y humanas.

En la década de los ochenta, en Europa, un intelectual y escritor francés, alertó sobre los peligros reales de unos llamativos y exóticos grupos que parecían dar risa cuando no recabar el apoyo unánime de amplias capas sociales e incluso religiosa: las sectas. Pues bien, este pensador francés, Roger Ikor, dirigió al entonces presidente de la república francesa, Giscard d'Estaing, un libro que llevaba por título Je porte plainte contre les sectes.

«El 30 de diciembre —decía en el libro— el más joven de mis hijos se suicidó. A pesar de las ayudas que se le prestaron inmediatamente, no pudo recuperar totalmente la salud. Si su cuerpo volvió a revivir, no consiguió recobrar el conocimiento. Durante ocho meses más continuó teniendo una existencia meramente física, pero todos ellos los pasó en coma. Ahora acaba de morir completamente....

Una tragedia como ésta generalmente se vive y se guarda en el secreto de la familia. Pero yo me atrevo, como simple ciudadano y totalmente consciente del respeto que debo a las autoridades de mi país, a interpelarle a usted pública y solemnemente en cuanto que desempeña el cargo de Presidente. Para obrar de este modo tengo tres razones; las tres fuertes, no lo dude usted.

La primera (y las otras se derivan de ésta) es que el caso de mi hijo no es un caso aislado. Usted está mejor informado que nadie. Los suicidios de jóvenes se han multiplicado tanto estos últimos años que han llegado a convertirse en una auténtica epidemia, con una extensión verdaderamente virulenta. Yo no me había preocupado demasiado hasta que la llama llegó a mi propio hogar.

Luego, por una especie de descubrimiento cruel y misterioso, me he ido dando cuenta de que son muchos los jóvenes que, como mi hijo, han decidido quitarse la vida. Y tenga en cuenta, Sr. Presidente, que es a lo más granado de nuestra juventud, a quienes ataca esta enfermedad, porque se hallan cansados de esta civilización que ha llegado a cegar las fuentes del idealismo».

En su alegato Ikor se preguntaba qué es lo que las autoridades públicas pueden y deben hacer contra las sectas, que es lo mismo que decir en favor de la sociedad y sus libertades y la salud pública. Y habla en concreto de las tres grandes tentaciones actuales:

Tres hermanas, unidas por una misma y única realidad, la de la destrucción y la muerte, bajo una falsa capa de felicidad.

El hijo de Ikor pertenecía al «Zen macrobiótico», más que un grupo sectario un régimen alimenticio en el que se excluye toda carne y grasas y en donde se somete el practicante a ayunos muy prolongados, al tiempo que se inocula una filosofía contraria a los valores y sociedad reinantes.

Hemos traído este caso a modo de ejemplo, pero sin duda se podrían traer a colación infinidad de ellos, que nos hablan del fuerte impacto del sectarismo en nuestra sociedad y familias.

Se trata de un fenómeno que se observa en prácticamente todos los rincones geográficos. Son legión los predicadores de nuevas doctrinas, anunciadores del fin del mal y del mundo, de nuevas promesas de cambio y progreso para la humanidad. La mayoría dicen hundir sus raíces en las fuentes más genuinas del cristianismo mediante una relectura de la Biblia y la práctica de un cristianismo más auténtico. Se proclaman los únicos detentadores de la verdad, a la que dicen someterse. Pretenden tener dones divinos de sanación, de profecía, de liderazgo. Ellos seducen por la fuerza de sus convicciones, por la simplicidad de su doctrina al tiempo que suscitan un rosario de interrogantes que preocupan a todos.

Centrándonos en las Iglesias cristianas las sectas plantean problemas pastorales de gran envergadura.

Algunos especialistas no ven en este fenómeno más que la manifestación de una crisis de civilización, de cambio cultural y/o religioso.

Pero los líderes y pastores religiosos se sienten fuertemente interpelados ante el mismo, pues la mayor parte de la clientela sectaria proviene de personas que han abandonado su fe para dar su nombre a estos grupos.

¿Por qué tienen éxito las sectas, sobre todo en sectores en donde a las Iglesias parece fracasar?.

Con razón se ha hablado del fenómeno como «signo de los tiempos» en cuanto nos remite a vernos tal como somos ahora mismo, a interpelarnos en nuestra actual situación evangelizadora. Las sectas, para las Iglesias, entonces se convierte en un reto, un desafío de cara a encarnar el Evangelio de Jesús en toda su profundidad, un desafío que nos tiene que mover a una necesaria preparación en la fe para poder dar respuesta de nuestra esperanza a los demás, un reto que nos obliga a descubrir el rostro de Dios en el rostro del pobre, un reto que anima a la Iglesia a presentarse ante el mundo y el hombre como fiel servidora, como anticipo del Reino de Dios ganado por Jesucristo, desafío y reto de cara a la unidad visible de los cristianos, con una sola alma, una sola voz, un solo cuerpo. En este sentido quisiera recordar el pensamiento sectario africano que obedece a la siguiente consigna: «Si los cristianos occidentales tienen tantas Iglesias y están tan divididos en múltiples confesiones ¿con qué derecho y fuerza moral nos impedirán hacer nuestra propia Iglesia, establecer nuestro propio Credo?»

Hagamos memoria de la historia. Ella nos enseña que la problemática sectaria no es nada nueva. Ya en el cristianismo naciente Pablo tuvo que responder y buscar soluciones a este problema tras comprobar la existencia de escisiones y enfrentamientos en las comunidades por él establecidas. La segunda carta de Pedro coloca al fiel en guardia ante las «sectas corruptoras». Lo mismo se pude decir del evangelista Juan ante el naciente gnosticismo.

La Iglesia de los Santos Padres tiene que hacer frente a múltiples herejías y cismas. Ellos escriben gran parte de su obra en defensa de la fe ortodoxa, principalmente en relación a la doctrina cristológica y trinitaria.

Otro tanto sucede en la llamada Edad Media con los cátaros, patabinos, joaquimistas, husitas,... que rompen la unidad de la Iglesia y crean un clima de enfrentamiento y violencia. Todo ello nos indica que, al menos por lo que se refiere al sectarismo de impronta cristiana, existe una línea de continuidad dentro de la tendencia separacionista y sectaria, que ha llegado hasta nuestros días con inclusión de elementos destructivos mediante el empleo de técnicas y métodos de control mental, así como con la utilización y explotación de las personas.

En diversas ocasiones he apuntado la dificultad de establecer los parámetros diferenciadores entre secta, religión e Iglesia, señalando que es difícil establecerlos. También muchas veces he hecho mención a la falta de acuerdo en el alcance de la palabra secta. Su actual carga valorativa la invalida. El relativismo acompaña al término y su definición. A estas dificultades se añade el problema de las actitudes personales -y grupales- sectarias que se desarrollan en los movimientos considerados sectarios como en las iglesias y religiones instituidas.

Dada la complejidad apuntada aquí no entraré, ni tan siquiera de manera concisa, en las cuestiones conceptuales que doy por sentado. Al hilo de las razones de la difusión de estos grupos o movimientos que apunta el Informe progresivo Vaticano, quiero fijar mi atención en ellas, atendiendo después a los elementos de la Nueva Evangelización que inciden, explican o pueden reconvertir estas razones, para finalmente ofrecer algunas pistas y sugerencias pastorales desde el empeño evangelizador de la Iglesia, que sirvan de posibles respuestas de cara al problema que nos ocupa.

En primer lugar destaco un hecho que me parece revelador de las sectas en cuanto desafío y reto pastoral. No todas las personas que entran a formar parte de estos grupos lo hace como resultado de la aplicación de técnicas de control mental o de persuasión engañosa; en función de promesas sociales, económicas o de cualquier otro tipo que le beneficien; porque atraviesen por circunstancias personales o familiares negativas; o bien como fruto del adoctrinamiento intensivo y manipulador.

Conviene que lo digamos con claridad. En el proceso de incorporación el engaño, la aplicación de métodos y técnicas que atentan contra las personas, no es el factor decisivo. El factor ideológico, el doctrinal, pesa igual que el de las conductas y, la mayoría de las veces, es el determinante del ingreso en las filas sectarias. Es decir, en las sectas no se entra por malas razones. En las sectas también se dan, en un elevado número, incorporaciones que obedecen a una decisión voluntaria, querida, con motivaciones que descansan en la conversión, en el seguimiento sincero de una enseñanza, un líder, una fe.

A menudo especialistas y Centros dedicados al fenómeno sectario no dan la importancia que merecen las ideas y creencias, atendiendo sólo a los procesos metodológicos de propaganda y adoctrinamiento. Esto conduce a un vacío en los análisis y estudios de la problemática sectaria que, a mi juicio, repercute negativamente en su tratamiento.

Entre las necesidades y aspiraciones humanas que parecen satisfacer las formaciones sectarias solamente hago referencia a las que pueden ser catalogadas como espirituales o religiosas.

Un tipo de persona que se acerca a la secta es la que han sido calificada como "buscador espiritual". En su sed de trascendencia, de búsqueda de respuestas últimas y definitivas, la secta parece ofrecerle un encuentro con la Palabra revelada; un sentido de salvación; un lugar de meditación y realización espiritual; una guía y orientación a través de unos líderes carismáticos y cercanos. Como contrapartida se da una fuerte sumisión de la figura del maestro o líder, una devoción patológica, un empleo de la Biblia carente de raciocinio y fanático, un emocionalismo efectivista, una trascendencia lejana y dura para con el hombre.

Otro tipo de persona que accede como resultado de una opción personal lo hace porque sus necesidades y aspiraciones no han tenido suficiente respuesta en la Iglesia. Esto pone al descubierto las fallas de nuestra fe sociológica y de nuestras propias estructuras eclesiales y pastorales. El sentido de pertenencia no apagado en el hombre moderno parece encontrarse con fuerza en las sectas a través del estímulo, la ayuda y el reconocimiento en pequeñas comunidades, el compartir, el compañerismo, la atención a la persona, etc.

Asimismo, un tercer grupo de personas ingresan en las sectas buscando respuestas fiables y de peso. Las sectas les ofrecen soluciones simples, confeccionadas para los problemas y situaciones complicadas; versiones parciales o manipuladas de la verdad; un mensaje religioso triunfante, pragmático; una "nueva verdad", única, completa, que anula y supera a las anteriores.

Finalmente, otro grupo lo constituyen los buscadores de compromiso y participación. A estos las sectas le ofrecen un lugar concreto, un puesto desde donde poder participar y sentirse útil, una misión concreta.

Como resumen apuntamos lo dicho por el Informe progresivo Vaticano:

"las sectas parece que viven lo que creen, con una fuerza (frecuentemente magnética), con convicción, devoción y compromiso, saliendo al encuentro de la persona para llevarla a donde ellas están, afectuosa, personal y directamente, sacando al individuo del anonimato, promoviendo la participación, la espontaneidad, la responsabilidad, el compromiso... y practicando un intenso seguimiento mediante múltiples contactos, visitas a las casas y continua asistencia y guía. Ellas ayudan a reinterpretar la propia experiencia, a considerar de nuevo los propios valores y a llegar a las últimas consecuencias en un sistema que comprende todo. De ordinario hacen un convencido uso de la palabra: predicación, literatura, medios de comunicación (para los grupos cristianos, una insistencia particular en la Biblia). Frecuentemente están convencidas también del misterio de la salvación. En una palabra, se presentan a sí mismas como la única respuesta, la "buena nueva" en un mundo católico" (IPV, II.1,i).

Termino señalando lo que los técnicos dicen de que las sectas vienen a llenar vacíos que, por distintos motivos, dejan las iglesias. No olvidemos que las sectas, sobre todo las de impronta cristiana, pululan más óptimamente en los ambientes cristianos o, mejor dicho, descristianizados.

Estas "carencias pastorales" hunden sus raíces en el excesivo elitismo y sentido corporativo de gran parte del clero y jerarquía; en la desorientación postconciliar que la necesaria renovación eclesial provocó en determinados ámbitos de creyentes; en la endémica falta de preparación religiosa y bíblica de nuestros fieles; en la escasa participación o excesivo tutelaje del seglar en las tareas pastorales y organizativas de la Iglesia; en la despreocupación ecuménica por parte de todos los miembros de la comunidad cristiana; en la excesiva burocratización e institucionalización de nuestros centros y parroquias; en el desproporcionado interés por el compromiso temporal y político de la fe con exclusión de la dimensión orante, contemplativa, en una palabra, espiritual.

2. Génesis y desarrollo de las sectas

Por lo general en el origen de una secta suele haber una protesta religiosa. Su génesis obedece a cierta lógica de evangelismo, en virtud del cual se llega a la convicción de que hay una necesidad de ruptura total con la entidad eclesial mayoritaria.

El primer paso es contraponer a una manifiesta decadencia del espíritu evangélico una vuelta a los orígenes. Se sobrevalora así un determinado aspecto de la verdad que queda, en muchos casos, aislada del conjunto de la enseñanza bíblica.

A partir de este momento la nueva entidad comienza su andadura consciente de que con su misión se preserva la verdad de Dios en medio de un mundo adverso y con unas iglesias apóstatas.

El diálogo ecuménico, el estudio comparativo, la búsqueda de la verdad y servicio a la humanidad aparece como algo superfluo cuando no negativo. Subsiste un latente peligro. La menor desviación del espíritu inicial puede producir un cisma dentro de la misma secta. Además, cuando ésta deja su radicalidad y se instala en la urdimbre social entonces aparecen síntomas de su transformación en otra realidad distinta y nueva en relación a la anterior sectaria.

3. El fenómeno de las sectas dentro del llamado «despertar religioso»

Los estudiosos de la religión enmarcan el hecho dentro del nuevo despertar religioso. Se trata de un fenómeno común a las religiones que en un determinado momento de su existencia da lugar a personas y grupos que se proclaman inspirados, con propuestas de vuelta al fervor y pureza originales, originando así un movimiento contrario a lo institucional y jerárquico al entender vivir el aspecto espiritual de la religión.

El término despertar nos remite aquí a la dimensión religiosa del hombre. En relación a ella decimos nuevo en cuanto al ambiente de secularismo que no concuerda con la aparición de lo sagrado, que ya se suponía extinguido.

En la actualidad nos encontramos con verdaderos focos de atracción espiritual, de renovación en la vida de fe. Se trata de lugares de acogida que se convierten en auténticas escuelas de oración y solidaridad, basadas en la enseñanza que se desprende del testimonio. Existen en este sentido lugares modélicos en donde el encuentro con Dios y con el hermano es una realidad esperanzadora por el contenido de unidad que conlleva: cito a Taizé, Silos, El Espinar, Pomeyrol...

Por otra parte el Espíritu no ha dejado de soplar y otorgar sus carismas. Contemplamos sus efectos: renovación en la vida contemplativa y comunitaria; retorno a la Biblia; acogida fraterna y cálida; comunidades comprometidas con su ámbito existencial; evangelización por la solidaridad y la comunión de bienes; diálogo interreligioso; grupos de oración y praxis ecuménica....

No obstante lo anterior, tenemos también espacios en donde lo sagrado se manifiesta si bien desde una vivencia patológica como es la sectaria. Aparece así numerosas formaciones que invierten en este despertar religioso tratando de ganar adeptos para su causa. En primer lugar apuntamos a las sectas de origen o impronta cristiana como Testigos de Jehová, Mormones, Moonis, Comunidades Neoapostólicas, Vida Universal, Iglesia de Dios Universal, El Camino, etc. La mayor parte de estos grupos proceden del protestantismo de corte milenarista y mesiánico de los Estados Unidos. Se trata de grupos muy cerrados en torno a sus dirigentes y doctrinas; en su seno sólo admiten a adultos a los que rebautizan; son contrarios a las Iglesias, sus instituciones y pastores.

Unos grupos que están alterando el mapa sectario y avanzando en este terreno de manera cuantitativa son los que manan del sincretismo religioso en maridaje con el esoterismo. Aquí habría que mencionar a la Sociedad Teosófica, la Antroposofía, los rosacruces, el fenómeno de la Nueva Era o Era de Acuario, las llamadas Iglesias gnósticas, los nuevos templarios, los satanistas,...

Otros movimientos tratan de beber de la tradición religiosa oriental, rescatando sus elementos más principales, haciéndolos fácilmente digeribles y atractivos para el hombre occidental al tiempo que son manipulados. Son Hare Krisna, Misión de la Luz Divina, Meditación Trascendental, Osho Rajnees, Ananda Marga,...

Lo oculto e irracional está impactando de manera importante. Está muy de moda todo lo relacionado con la magia (tanto negra como blanca) y la brujería, el espiritismo o canalismo, la ufología, las mancias (astrología, cartomancia, quiromancia, tarot...), la utilización de los ángeles, la demonología,... Esto denota que el hombre no ha dejado de ser un buscador espiritual, un buscador de respuestas vitales y plenas de sentido.

Todo ello nos conduce a la contradicción interna de nuestra sociedad. Es decir, los herederos directos de la denominada «muerte de Dios», de la secularización, desmitologización, desacralización y desmagización, resulta que son precisamente los portavoces y consumidores de falsas respuestas religiosas, de los mitos y de los fanatismos más radicales y atroces, seguidores de las patologías religiosas más perversas. Es como una reacción contra la vaciedad de una vida sin orientación, desarrollada en medio de una sociedad competitiva y salvaje, como es la sociedad neocapitalista liberal, basada en el consumo y en el divertimento, en el egoísmo y la pereza espiritual.

4. Las sectas y el desplazamiento de «lo sagrado»

Este despertar del sentimiento religioso, del mundo de lo sagrado, constatable como hemos apuntado en múltiples de respuestas no siempre acertadas, es objeto de reflexión y análisis.

Algunos autores lo califican despectivamente de involucionismo. Otros, por el contrario, celebran ruidosamente su venida. Pero juntamente con lo legítimo religioso sobreviene el confusionismo espiritual y su mercantilización. En el contexto eclesial puede haber mayor religiosidad sin que necesariamente haya mayor fe y vida cristiana.

Se observa, eso sí, un desplazamiento de lo sagrado. Sería equivocado deducir de la aparición de lo sagrado un resurgimiento de lo cristiano, pues ese «Dios sin rostro» nada tiene que ver con el Dios de Jesucristo.

Contemplado el problema desde otra perspectiva podemos afirmar que la tan utilizada irreligiosidad quizá no sea más que aparente descristianización. Personas que no son ya cristianas, no por ello se convierten en irreligiosas. Esto nos indica que hay que andar seguro al valorar el hecho del reavivamiento religioso que se observa en la sociedad actual.

Cara y cruz del despertar religioso. Dentro de éste, las sectas no es más que uno de los aspectos del fenómeno y tal vez no el más importante. Pero es el que llama más poderosamente la atención y el que más está recabando una respuesta pronta y eficaz.

5. Aproximación a una definición de «secta»

Es sumamente difícil el proponer una definición de secta, como también el delimitar la frontera entre Iglesia y secta desde una perspectiva sociológica. La carga peyorativa que comporta el término obliga a utilizar otras palabras para dar cuenta de su realidad. Además, topamos con el problema de la movilidad social de los grupos catalogados de sectas que, con el discurrir histórico, pueden convertirse en realidades de otra naturaleza. En este sentido los bautistas fueron durante bastante tiempo tachados de secta y dejaron de serlo cuando de ellos salieron los adventistas, a los cuales ahora numerosos especialistas no los encuadran como tal. Un cierto relativismo está siempre presente en la aplicación del término secta.

En su raíz parece indicar seguimiento o separación radical. Desde la sociología la secta se refiere a un grupo con creencias estrictas al que se une voluntariamente; es expresión de un desafío al mundo o bien de un apartamiento del mismo; autosuficiente no desarrolla contactos ni diálogos con el mundo exterior al que anatemizan; con una fuerte cohesión interna basada en la seguridad que proporciona la guía o revelación del líder; y un factor de rigorismo doctrinal, disciplinar y moral que les separa de toda otra realidad.

Otro problema añadido lo proporciona la comprensión social del término. En general, en la sociedad se entiende por secta un grupo que emplea sofisticados métodos de manipulación y coerción, que atentan contra los derechos del individuo. Es decir, que lo que determina a un grupo como secta no es tanto la doctrina que profese o la ideología que lo sustente, sino más bien los medios que posee y el cómo los utiliza. Esta definición es la que ofrece el Congreso de Wisconsin y la Resolución del Parlamento Europeo al hablar de sectas destructivas.

Una secta destructiva se caracteriza, según dicho Congreso, por ser un movimiento totalitario caracterizado por la adscripción de personas totalmente dependientes de las ideas del líder y de las doctrinas del grupo dirigidas por el líder, que puede presentarse bajo la forma de entidad religiosa, asociación cultural, centro científico o grupo terapéutico y que utiliza las técnicas de control mental y de persuasión coercitiva para que todos los miembros dependan de la dinámica del grupo, y pierdan así su estructura y su idea de pensamiento individual, en favor de la idea colectiva y del grupo, creándose, muchas veces, un fenómeno de epidemia psíquica y un fenómeno de pensamiento colectivo, sin que tenga que ver la personalidad propia del individuo. Por su parte, el Parlamento Europeo explica la secta destructiva diciendo que son nuevas organizaciones que operan bajo la cobertura de la libertad religiosa, que atenta contra los derechos civiles y contra los derechos humanos del hombre, comprometiendo la situación social de las personas afectadas.

6. Criterios de discernimiento

Para una mayor aproximación a la definición de secta hay que tener en cuenta una serie de criterios tomados de las ciencias humanas a los que se tendrían que añadir los propios del terreno religioso. Es evidente que no todos los criterios se pueden aplicar a todas las sectas, ni con la misma intensidad, ni a cada una de ellas.

Criterio histórico

Desde la dimensión histórica la secta se presenta como una rama desgajada de un árbol. En el caso de las sectas religiosas éstas se han originado como reacción y protesta ante la institución religiosa. Esto mismo se da con el nacimiento del cristianismo respecto del judaísmo (Hch 24,5). También en sus orígenes el protestantismo aparecía como una secta surgida de las filas católicas. Siempre parecen darse las mismas consideraciones: vuelta a las fuentes y purificación doctrinal y moral hasta que el grupo selecto sufre la erosión del tiempo, pierda su radicalidad y se convierta así en otra realidad de la que también podrán nacer grupos sectarios.

Criterio sociológico

En la sociología se presenta con mayor agudeza la oposición entre iglesia y secta. La iglesia aparece como institución que se coloca al servicio incondicional de todos los hombres. Un espacio sagrado con una estructura abierta y con una autoridad central. La secta en cambio la compone un grupo reducido de personas, en torno a la figura de un líder carismático, con una férrea estructura cerrada y controlada. Sin interés universalista y situada al margen e incluso enfrentada al mundo.

Criterio psicológico

En general, las sectas se presentan en un mercado donde abundan las personas sugestionables, inestables, desprovistas de sentido crítico y de libertad de pensamiento. Los grupos sectarios vienen a remediar ciertas necesidades humanas sin cubrir suficientemente. El empleo abusivo de métodos de adoctrinamiento en donde se utilizan las armas de la persuasión sutil y de las técnicas de control mental son indicadores psicológicos que denuncian a tal o cual grupo e calidad de secta, independientemente de su ortodoxia doctrinal.

Criterio jurídico

Las sectas, en países donde se respeta y se protege el pluralismo religioso e ideológico, desarrollan sus labores proselitistas sin ninguna clase de traba o condicionamiento, excepto el respeto al imperio de la ley. Las sectas pueden desarrollar sus actividades sin ninguna clase de trabas. Pero si violan derechos fundamentales de la persona y de la comunidad es claro que deberán ser controladas y sancionadas por la autoridad judicial.

Conforme al derecho de la Iglesia recordar que todo bautizado que se adhiere voluntariamente a una secta es considerado, ipso facto, como infame y, en cuanto tal, pierde sus derechos eclesiales.

Criterio social

La radical separación que los grupos sectarios introducen en relación al mundo y al conjunto de la humanidad les mantiene alejados de la problemática humana y social de su entorno. Además suelen guardar ciertos comportamientos sociales que discrepan del mantenido por la mayoría de los ciudadanos: negación a la prestación del servicio militar o el civil sustitutorio; formas especiales de vestir e incluso de comer; dejación de sus deberes más elementales como ciudadanos; insolidaridad frente a los no miembros; etc.

Criterio eclesial y ecuménico

Las sectas de origen cristiano rechazan el bautismo y sólo admiten el que proporcionan por inmersión. Se consideran a sí mismos como una comunidad de elegidos, de puros, de separados por Dios de cara al futuro de su Reino. El ecumenismo no aparece en su horizonte comunitario, y menos aún las relaciones interreligiosas.

Criterio misional

Las sectas, en especial las de impronta cristiana, medran en mayor cuantía en ambientes de antigua cristiandad. No se emplean en la captación de indiferentes o increyentes. Cuando se trata de sectas escatológicas sienten un impulso especial y una marcada urgencia proselitista ante la inminencia del fin del mundo. Ello nos señala que la motivación evangelizadora es distinta en las sectas a la de las iglesias.

Criterio bíblico

Muchas sectas están en la creencia de que las iglesias han perdido el sentido genuino de la Biblia. Por ello suelen atacar a las iglesias por haberse dejado llevar de la exégesis crítica en aras del verdadero sentido de la Palabra de Dios.

Hacen una lectura literal y fundamentalista del texto bíblico. Suelen consagrar gran parte de su tiempo al estudio y difusión de la Biblia pero colocan al mismo nivel los escritos del fundador de la secta que, en algunos casos, la Palabra de Dios es interpretada y admitida a la luz de esa otra revelación dada por el líder. Para ellos la revelación no ha terminado con la muerte del último apóstol, sino que continúa abierta.

La Biblia es también utilizada por estos grupos como recetario de soluciones de problemas y dudas. Igualmente utilizan los textos sacados de sus contextos, a los que cargan con un significado distinto al que realmente tiene dentro del conjunto. Extorsionan y deforman palabras y frases enteras para acomodarlas al contenido específico de sus doctrinas, como es el caso de Mormones, Moonis y Testigos de Jehová, entre otros.

7. Tipologías más comunes

El catálogo del sectario en sus formaciones no es tarea fácil pues la estructura de este tipo de grupo es múltiple desde perspectivas diversas. Agrupar las formaciones sectarias será siempre una tarea aproximativa y de referencia. Hoy día nos encontramos con diversos criterios de clasificación, atendiendo al número, al dato religioso, sociológico o geográfico, entre otros.

Atendiendo a una tipología meramente descriptiva, el francés Jean Vernette habla de sectas de los movimientos del despertar; sectas curanderas; milenaristas; sincretistas y orientales.

Desde el ámbito de la sociología Bryan Wilson las cataloga en sectas conversionistas (que inciden sobre la conversión personal); revolucionarias (que afirman que el mundo va a cambiar drásticamente por una acción directa de Dios); introversionistas (buscan la salvación al interior de su propia entidad rompiendo totalmente con el mundo y la sociedad); manipuladoras (que buscan medios sobrenaturales u ocultos para conseguir la salvación; taumatúrgicas (que esperan la salvación y la sanidad a partir de un acto salvador de Dios directo y milagroso); reformistas (que proponen una reforma del mundo mediante la reforma voluntaria de la conciencia); y utópicas (que esperan la reforma del mundo como consumación de una reforma de la sociedad).

En la actualidad parece primar una clasificación dicotómica (sectas y sectas destructivas) en función de la peligrosidad o conflictividad, manifiesta o no. Este es un criterio fácilmente asumible por personas que tienen un conocimiento que emana de las informaciones de los medios de comunicación, en ocasiones alarmistas y sesgadas, pero también asumido por no pocos especialistas. El límite entre secta y secta destructiva no está bien especificado por lo que es fácil incorporar aquí, en función de métodos, técnicas y estructuras organizativas, a grupos y movimientos que pertenecen al ámbito de las religiones y de las Iglesias. Las denuncias de los ex-adeptos está siempre en la base de la catalogación de muchos y legítimos grupos como sectas. A este respecto cabe indicar lo que Jean Vernette dice sobre las acusaciones de los antiguos miembros:

"Los testimonios de los antiguos adeptos pueden ser válidos, porque hablan de la experiencia, pero no habrá que olvidar la posible dosis de autojustificación o el intento de arreglar cuentas por problemas personales. Los testimonios de los profesionales, se trate de psicólogos, sociólogos o psiquiatras, aportan indudablemente estimables datos dignos de tener en cuenta, pero siempre que no rechacen por principio las ‘dimensiones y búsquedas religiosas’ que pueden darse en los adeptos. La información de los medios de comunicación social, son susceptibles de exageraciones, ya que por principio presentan los aspectos más sensacionalistas y que mejor ‘se venden’"

Basta hojear algunos catálogos de sectas o ver algunos artículos o reportajes periodísticos para darse cuenta de lo afirmado. Esta manera de tratar el fenómeno sectario ha dado por resultado incluir incluso grupos católicos en el rosario sectario, o bien determinar tal o cual experiencia religiosa o vocacional como sectaria, llegándose así a un callejón sin salida con organizaciones que tratan de meter en el saco sectario destructivo a todo aquello que tenga un mínimo de espiritualidad y organización religiosa.

En mi exposición la tipología sectaria sigue un doble criterio -y se ajusta al cuadro que el SAES presenta en estas páginas WEB-. Por una parte el geográfico, siguiendo la propuesta de Vermander; y por otra el criterio ideológico-religioso, ambos unidos en un único criterio de presentación, ajustado todo ello a criterios pedagógicos y exposición visual armónica y sencilla. Así tenemos la siguiente tipología: sectas de origen/impronta cristiana; sectas de origen/impronta oriental; sectarismo filosófico/esotérico y del desarrollo del potencial humano; sectarismo satánico/brujeril y sectarismo social/comercial.

8. Personas víctimas de las sectas

¿Por qué se entra en una secta?. La respuesta no es nada fácil. Pero si que hay que ser muy conscientes de que estos grupos tienen éxito porque encuentran un terreno abonado para tenerlo. A la hora de analizar el ingreso en una formación sectaria el investigador se encuentra con una doble motivación: subjetiva y objetiva. En la primera hay que destacar la necesidad que tiene el hombre actual de vida comunitaria, cargada de relaciones humanas gratificantes y de reconocimiento en la pertenencia, como reacción a una sociedad que despersonaliza masificando. En segundo término el hombre moderno y técnico es también un buscador espiritual, un conquistador de misterio y absoluto.

En nuestro contexto hay que indicar la existencia de amplias capas de cristianos que viven una grave decepción respecto de la Iglesia institución: unos la concretizan en la pérdida de pureza evangélica, un tanto mítica ciertamente; a otros se les derrumba seguridades establecidas al no digerir la necesaria reforma eclesial; para muchos la Iglesia ya no responde a los verdaderos problemas y retos humanos alejándose así del hombre concreto.

También el sentimiento de marginación y soledad ha adquirido proporciones alarmantes. Crece la indiferencia, la insolidaridad, el pasotismo. Con la huida son muchos los que quedan atrapados en las sutiles redes sectarias. La atracción que ejerce un estilo de vida distinto y sin igual es suficiente reclamo de atención y entrada en el mundo sectario.

Nadie debe sentirse excluido de la posibilidad cierta de ser impactado por el sectarismo. Ningún tipo de persona queda fuera de su influencia en razón a su posición económica, social o personal, si bien los marginados, las personas con problemas afectivos y familiares, sean los más propensos a la captación e ingreso en las filas sectarias.

Por sectores de edades sin duda que son los jóvenes los más afectados por ser ellos los que mejor se adaptan al ideario sectario. Los jóvenes que siguen las sectas hoy van en búsqueda de identidad y de una realidad espiritual que les proporcione respuestas válidas para las preguntas que el mundo les hace. La metodología para la captación de las personas sigue, en líneas generales, el siguiente esquema:

1. Proceso de conversión partiendo del principio de que existen mayores probabilidades de encontrar adeptos entre viajeros y personas que viven alejadas de su entorno familiar y social, sujetos que experimentan procesos desestructurantes y jóvenes sin especiales vínculos. Estos recibirán el ataque proselitista sectario allí en donde se encuentran. Los buscadores de nuevos devotos están bien entrenados para ponderar la situación y lograr el objetivo que persiguen: la atención y conversión de un nuevo adepto.

2. Persuasión se llama a este proceso. Así, una vez identificado al posible aspirante, el miembro de la secta emplea una táctica estudiada para atraer la atención   del futuro adepto. Esto lo hace mediante una separación controlada, mediante muestras especiales de acogida y amistad, mediante un ofrecimiento en el compartir, mediante la disposición de ayuda y la entrega gratuita de materiales, etc.

Durante estos contactos iniciales los reclutadores hacen todo lo posible para que la nueva comunidad le resulte al recién llegado la más atractiva de todas. De tal forma puede quedar impactado que voluntariamente decide volver, o recibir un programa especial, o unas charlas de introducción, o asistir a una convivencia, etc.

De esta manera se introduce al neófito en la conversión. El recién llegado continúa prestando atención y participando en la medida de sus posibilidades en una serie de actividades impuestas por la secta para provocar, sin saberlo él, su debilitamiento y confusión mental, que será debidamente canalizada en favor del grupo.

La conversión aparece así como un proceso personalizado, preparado de antemano por las sectas, y en el que emplean métodos y técnicas de programación y de control mental, además de la utilización de la falsedad y manipulación de la verdad.

Gracias a ello el adepto se convierte en una persona muy influenciable, abandona la molesta libertad de elección que tenía antes de ingresar en la secta y está dispuesto a aceptar los preceptos de ésta completa e incondicionalmente, aunque en ello le vaya su libertad personal y su propia vida.

A partir de aquí la secta establece un perfecto plan de adoctrinamiento a fin de producir una profunda transformación en el nuevo adepto que le capacite a su vez como reclutador proselitista, lo que significa que es un miembro plenamente convencido y dependiente totalmente del grupo. Ese será su nuevo mundo y nueva familia.

9. Actitudes ante las sectas

No podemos olvidar que nadie entra por malas razones en un grupo considerado sectario. Como tampoco el hecho cierto de que no todos los ingresos son debidos a procesos más o menos elaborados de captación. Mucha personas son atraídas por estos grupos porque verdaderamente para ellos ofrecen alternativas serias, porque han encontrado en ellos y sólo en ellos la respuesta a sus perentorias necesidades espirituales y personales, a sus interrogantes más hondos y humanos. Las sectas también tienen su parte positiva o elementos humanizadores. Además, en muchos sitios han venido a cubrir espacios abandonados por la Iglesia institucional o insuficientemente tratados por ella. Por eso, como decía al principio, las sectas más que una amenaza de la que defenderse, constituye un desafío al que responder adecuadamente. Una interpelación a todo cristiano para que adopte una actitud de conversión permanente, una vivencia sincera y constante del Evangelio. Sí, definitivamente el mapa sociológico y geográfico de las sectas tiende a calcar el otro mapa de las debilidades y ausencias que se dan en nuestras comunidades cristianas.

En realidad, si examinamos las causas que pueden motivar el actual aumento de las sectas, aparece como si ellas vinieran a cubrir los fallos que se han experimentado últimamente en la práctica del Evangelio por parte de las iglesias. Quizá nuestras iglesias no sean auténticas comunidades fraternas, en las que haya lugar y acogida para todos. Cada uno tendrá que responderse desde su propia responsabilidad eclesial y vocación cristiana.

También es conveniente tener en cuenta un necesario discernimiento, por amor a la verdad y al hermano. En este sentido no podemos tratar del mismo modo a todos los grupos, ni meterles en el mismo saco, pues son muy distintos unos a otros y con diversos grados tanto en su peligrosidad como en su nocividad.

Tenemos, pues, que evitar el fácil confusionismo que en este terreno se da por un tratamiento apresurado y poco riguroso, atendiendo sólo a los medios de comunicación o a los rumores, propensos siempre al sensacionalismo y la falsedad.

Se impone, además, una distinción neta entre la sinceridad personal de los seguidores, reconociendo en ellos su lealtad y compromiso y sus cualidades morales, que en muchos casos les adornan, de las motivaciones ocultas y bastardas de sus líderes.

Hay también que distinguir entre los objetivos que dicen perseguir, de los fines y métodos que emplean para su consecución. En todo caso, nuestra actitud debe estar siempre presidida por la serenidad, el respeto y la precaución. El apóstol Pablo ya nos enseñó a contemplar con ojos providenciales el fenómeno sectario. A los cristianos de Corinto les dice: «Es conveniente que haya divisiones entre vosotros, para que quede claro quiénes son los que salen airosos de la prueba». San Agustín hablaba del problema invitando a los sectarios a buscar juntos la verdad, «como si fuera algo que todavía no hemos alcanzado ni los unos ni los otros. Solamente de este modo podremos conseguirla con amor y con serenidad, si no tenemos la necia pretensión de haberla descubierto ya y de poseerla...».

Es cierto que la inmensa mayoría de los fieles católicos no están preparados para abordar el diálogo con las sectas. La falta de preparación religiosa más bien les convierte en objetivos fáciles de conseguir. Por ello hay que desaconsejar el diálogo doctrinal y dejarlo sólo a los especialistas.

Por su parte los pastores deben tener en cuenta, ante el problema sectario dado en su zona, una revisión de la praxis pastoral en relación a los ambientes más alejados de la parroquia. La experiencia indica que gran parte de los captados proceden de ambientes donde abundan los alejados, desorientados, desatendidos y marginados. Tiene que tener en cuenta la oportuna revisión de los métodos catequéticos que emplea. Los testimonios recogidos entre los conversos a las sectas coinciden en estos puntos: escuchan gustosos la predicación de sus líderes porque es clara y sencilla, poblada de referencia bíblica; porque está amenizada con cantos con mensaje; porque notan cierto estilo profético. También la revisión de las estructuras parroquiales fomentando la creación de pequeños grupos al interior de la parroquia, para que ésta sea comunidad de comunidades, sin anclarse en una sola dirección teológica o pastoral. Concluimos con el testimonio que aduce al hablar de este tema el padre Chéry:

«No me quejo de la presencia de las sectas, decía un vicario de pastoral; veo en ello una señal del Señor, una llamada a una mayor exigencia, a una mayor profundización en la fe, a una mayor entrega a mi ministerio y a un mayor compromiso por parte de toda la parroquia».

En definitiva, la verdadera, la única respuesta a la interpelación y reto del sectarismo moderno debe ser preventiva, por una parte; y por otra, testimonial, a nivel individual y a nivel de iglesia local.

Julián García Hernando