"Los Evangelios Gnósticos"
Nag Hammadi
Unos años antes de los descubrimientos de Qumran, en diciembre
de 1945, dos hermanos, campesinos egipcios, en un lugar del Alto
Egipto llamado Nag Hammadi, donde el Nilo hace una curva en su
cause, se encontraban buscando fertilizante para cultivar. Uno de ellos,
llamado Muhammad Alí, cavando, pego con su pala contra un objeto
duro, perfectamente oculto entre unas piedras. Al retirar la tierra y las
rocas, se encontró con una tinaja de terracota cuidadosamente
cerrada con una especie de plato. Al principio, Muhammad dudó en
abrirla por la superstición de que pudiera contener a un genio y éste
pudiera dañarlo. Más tarde, dándose valor ante la esperanza de
encontrar oro, la abrió, pero en lugar del precioso metal había unos
libros encuadernados en piel de gacela.
El lugar preciso del descubrimiento era conocido en la antigüedad
con el nombre de Chenoboskeion ("pastizal de gansos"). En la zona,
San Pacomio fundó el primer monasterio cristiano del Alto Egipto en el
año 320 d.C. Unos años después, en 367 d.C., los monjes locales
copiaron más de 45 escrituras religiosas cristianas y paganas en 13
códices (libros encuadernados en cuero). Al modo de Qumran, toda
esta colección fue sellada dentro de tinajas y resguardada en las
cercanías por temor a la persecución a la que los gnósticos eran
sujetos por esa época.
Los libros eran de al menos 1600 años de antigüedad y eran en su
mayoría cristianos, pese a que, entre ellos, se encontraba una copia
de "La República" de Platón y otros textos clásicos. Estaban escritos en
copto, una lengua todavía sobreviviente y que era una derivación de la
hablada por los faraones en su etapa helenística (s. IV al I a.C.). Todos
eran traducciones de originales griegos al idioma local. La colección
constaba de un total de aproximadamente 1100 páginas.
A diferencia de la de Qumran, los mismos eran de singular relevancia
para el esclarecimiento de los orígenes del Cristianismo y de las
directas enseñanzas de Jesús. Esto fue entendido desde un primer
momento por los estudiosos, pero "increiblemente", todavía hoy, luego
de más de 50 años, el tema no ha sido tratado con seriedad y
profundidad por las autoridades religiosas y por la opinión pública en
general.
Unos de estos códices contenía al escrito que ocupa nuestra
atención, un "Evangelio" atribuido al Apóstol Tomás, que recopilaba
una serie de proverbios que Cristo había sentenciado durante sus
años de prédica.