ORIGINALIDAD DEL JUDEO-CRISTIANISMO Y SU MISIÓN
Frente a las demás religiones, el judeo-cristianismo tiene su
originalidad en la historización de la salvación, en el hecho de que la
salvación del hombre no se realiza en una forma vertical, a través de
una relación ahistórica y acósmica con la divinidad.
Todas las categorías esenciales de la Biblia hacen referencia al
cambio y a la movilidad histórica hacia adelante: Éxodo, camino a la luz
de las promesas, mesianismo, salir de su patria. Hoy diríamos
"desinstalación" constante. Es la característica de la misión de
Abraham y Moisés; es la insistencia fundamental de los profetas. De
ahí la importancia que reviste el tema del desierto y del exilio. Cuando
el pueblo de Israel cae en la tentación de instalarse, los profetas lo
reubican en la perspectiva de caminar en la historia.
La visión bíblica de Dios es la del Emmanuel, un Dios que marcha
con su pueblo; un Dios de radical inmanencia en la temporalidad
histórica. Su trascendencia reside en el hecho de ser el "oculto", el
"mayor", el Dios al frente de nosotros en las fronteras del futuro
histórico. Los profetas son quienes leen los llamamientos de Dios a
través de los hechos históricos y políticos.
D/PROVOCADOR: El Dios de la Biblia es un Dios provocador, esto
es, un Dios que llama hacia adelante en la historia. Exige una
constante fuga del mundo, en el sentido de "fuga hacia adelante" y no
«fuga hacia afuera del mundo». Exige una ruptura del presente en
dirección al futuro. La visión griega del mundo (cosmos) era inmovilista,
mientras que la visión bíblica es dinámica.
BI/SECULARIZACION: La Biblia siendo profundamente
anti-inmovilista es también desacralizada. La profecía que envía hacia
adelante desacraliza las fijaciones que pretenden objetivar e
institucionalizar a Dios en el pasado. Dios no está en la naturaleza, que
debe ser des-divinizada; sí, en el movimiento histórico de apropiación
de la naturaleza que la transforma en un mundo en evolución para el
hombre. Lo sagrado no está en las cosas (fórmulas, palabras, objetos),
sino en el movimiento de humanización de la historia por la dominación
y transformación de la naturaleza.
CV/RD:RD/CV: Conversión al reino como conversión a la historia
en movimiento
No estamos llamados a convertirnos a un Dios "allá arriba" y «allá
afuera», sino al Dios de la Historia de Salvación; no al Dios de los
filósofos y de los sabios, sino al Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob,
al Dios de la Encarnación en Cristo.
Cristo inicia su predicación con una llamada a la conversión al Reino
«que viene», inminente e inmediato. Ese Reino se instaura con el
anuncio de la liberación de los cautivos (cf. /Lc/04/16 y siguientes,
Jesús en la sinagoga de Nazaret). El Evangelio es la Buena Noticia
para los esclavizados y dominados. Anuncio que provoca la conversión
para la revolución histórica, como antes en Egipto.
Un rasgo esencial de esa historicidad concreta del movimiento
judeo-cristiano es la adhesión y la inserción en el proceso histórico de
camino hacia adelante, y nunca alienación de la historia. Tal adhesión
e inserción reviste dos aspectos:
-Por un lado, la adhesión al proceso histórico concreto y actual, en la
ruptura del hoy para el mañana, en la entrada en el misterio del Paso
(Pascua), que Cristo realiza en su entrega hasta la muerte. En el
misterio pascual, la realización de ese Paso por Cristo, tiene
connotación histórico-politica.
-Pero por otro lado, la apertura de horizontes, esto es, al Reino
último y definitivo.
Se trata, pues, de la inserción en el Reino inmediato y en el Reino
definitivo; en el aquí y ahora, y con el horizonte siempre abierto delante
de nosotros; inmersión-conversión al proceso ahora, y reubicación
constante hacia adelante hacia un futuro aún mejor, en dirección al
futuro último. El cristiano es el hombre de la revolución constante, que
jamás se fija en un orden establecido; vive «desinstalado».
CV/A-H:A-H/CV:Conversión a Dios en la conversión al hombre
La conversión al Dios del Reino «quod instat» que es inmediato e
histórico, es evidentemente conversión al proceso histórico humano. Es
aquí donde se revela la fuerza y significación de la paradoja cristiana
de la radical unidad del amor a Dios y del amor al prójimo. Dios es
amado cuando se ama al prójimo. Se quiebra la lógica griega: Ya que
Dios así nos amó. también nosotros debemos amar... a Dios, diría la
lógica griega. «Amarnos mutuamente», dice Juan (cf. /1Jn/04/09 y
sgs.). Los exegetas nos explican que es, precisamente contra la
proyección de Dios fuera de la historia, por lo que San Juan insiste: «A
Dios nadie lo vio jamás, cuando nos amamos El permanece en medio
de nosotros» (/1Jn/04/12). Esta es una paradoja de tremenda
significación; para convertirse a Dios y a las llamadas de su Reino, es
necesario convertirse, aquí y ahora, al hombre y a su historia. En la
lucha de la liberación del hombre es donde se objetiva y materializa el
amor de Dios (cf. Mt 25, juicio final).
CR/HUMANISTA/DIFES CRMO/HUMANISMO
Distinción entre el cristiano y el simple humanista
El cristiano es alguien que:
a) elimina realmente toda fe en un Dios ahistórico para tomar en
serio al prójimo como «lugar en el que se ilumina su existencia
humano-divina» y como "punto originario de su experiencia" (K.
Rahner);
b) descubre y se adhiere a Cristo aquí y ahora. Este es además el
principal sentido de la expresión: "Cristo histórico", esto es, Cristo en la
historia actual;
c) a partir de esa adhesión radical al prójimo, el hombre descubre la
dimensión personal del encuentro, ya que el prójimo tomado en serio y
que nos toma en serio es el punto originario del misterio de la
comunicación personal;
d) a partir de ese descubrimiento (en la vivencia-compromiso) de un
misterio interpersonal, el cristiano descubre el Tú fundamental, el Otro
implicado en ese encuentro, esto es, Dios como Dios personal;
e) hecho este descubrimiento, adquiere sentido mirar hacia atrás en
la historia, hacia la cadena testimonial de los hechos cristianos
(Tradición) y descubrir la identidad entre el Cristo actualizado aquí y
ahora en el encuentro y el Cristo de antes, el Cristo que murió y
resucitó como hombre por los otros, revelando así el misterio más
profundo del hombre que es el misterio del propio Dios en Cristo, como
fundamento y posibilidad de todos los encuentros humanos de
compromiso recíproco.
Lo que importa notar es que cualquier Cristo, a priori, antes del
acontecimiento salvífico vivido en la historia, puede fácilmente ser un
Cristo prefabricado, poseído de antemano, por tanto, anterior a los
hechos, lo que significa, pura y simplemente, no real. Como puede
notarse, la expresión "Cristo histórico" tiene dos aspectos:
descubrimiento de su realidad histórica como misterio actual hoy y, sólo
a través de eso, "memorial del Señor", o sea, descubrimiento de su
historicidad anterior.
f) Pero hay aún otro aspecto en el que el cristiano se distingue del
puro humanista, en relación a lo antes mencionado de la identificación
del Dios personal en Cristo. Ese otro aspecto lo descubrimos en la
propia idea de Reino de Dios con sus dos llamamientos: llamamiento
inmediato, llamamiento a la constante apertura hacia el Reino ulterior y
definitivo. Esto proporciona un criterio de movilidad histórica, de
dinamismo constante, de antiinmovilismo radical. El cristiano jamás
debe confundir el Reino de Dios con la revolución, aunque el Reino
sea la propia dinámica constante de la revolución en marcha.
RD/REVOLUCION
CRMO/IDEOLOGIA: Cristianismo e ideología
En vista de lo expuesto, el Cristianismo jamás debe, pura y
simplemente, ser identificado con una ideología. Naturalmente -y
conviene subrayarlo bien- tampoco puede ser identificado con la
ideología del "status quo", con la ideología del orden de dominación
existente. "El Reino de Dios no es de este mundo", esto es, no es
inmovilista. Pero, por otro lado, el Reino de Dios es también una
llamada a que, sin identificación inmovilista e inmovilizadora, realmente
se asuma la ideología entendida como arma de lucha y de movilización
histórica. En este sentido, ideología se convierte en instrumento
provisorio de acción profética.
Cristianismo como movimiento religioso y no como religión:
CRMO/RELIGION: En el sentido socio-cultural del término
"religión", el Cristianismo efectivamente es movimiento religioso y no
religión. Tal distinción tiene una profunda significación real. Se trata de
superar la primacía del aspecto institucional que inmovilizó durante
siglos al cristianismo, y lo hizo sacralizador del "status quo".
El cristiano necesita vivir siempre de nuevo una superación de su fe
en Dios, cuando éste -por función de expresión del propio lenguaje que
"expresa" las estructuras de los hechos- se ha transformado en ídolo.
Israel nos da un ejemplo en este sentido, cambiando varias veces su
modo de llamar a Dios y conservando nítida la conciencia de no tener
imágenes definitivas de Dios. Así también, el cristiano debe, siempre de
nuevo, vivir un momento irreligioso o arreligioso, esto es, un momento
de superación de la «religión» como expresión socio-cultural.
Debemos consecuentemente distinguir, principalmente en nuestro
contexto socio-cultural de América Latina, entre "expresión religiosa"
-de tendencia inmovilista, retrospectiva-, y expresión de fe -dinámica,
prospectiva.
El reino de Dios en las estructuras del mundo
El Reino de Dios jamás se identifica con las estructuras del mundo,
pero se inserta y desenvuelve en ellas como un proceso. La noción de
proceso nos permite visualizar mejor el principio de Encarnación
esencial del Cristianismo. La expresión "consecratio mundi", por
ejemplo, puede ser entendida de un modo peligrosamente reaccionario
si alguien la entiende como consagración de las estructuras existentes,
como por otra parte, advierte Chenu. Por tanto, es necesario entrar
como proceso en esas mismas estructuras para poder romperlas en un
juego dinámico hacia adelante.
La noción de "cultura" -uno de los conceptos básicos del Método
"Paulo Freire", no en el sentido de "saber" simplemente, sino en el
sentido sociológico de acción del hombre en relación a la naturaleza-
es igualmente importante en este contexto. En las más avanzadas
civilizaciones de bienestar, tipo USA, el hombre puede ser objeto, en
vez de sujeto, en medio de las estructuras. Ahora bien, hacer cultura
es precisamente actuar con una transitoriedad crítica y creadora sobre
la "naturaleza". Y esa naturaleza, por extraño que parezca, puede ser
el inmovilismo de las dominaciones en un mundo supertecnificado en el
cual no hay realmente proceso cultural de cambio al servicio del
desarrollo integral del hombre, como sujeto histórico.
La noción de Reino de Dios como proceso dinámico en el corazón de
las estructuras es contraria a todos los inmovilismos y, por tanto,
profundamente histórico-revolucionaria. Es lo que acentúan con vigor
los teólogos y exegetas de hoy.
Micro y macro-proceso histórico: prójimo-individuo,
projimo-masas humanas.
FE/PRIVATIZACION: El Cristianismo le cabe acentuar vigorosamente
la connotación personalista y dialogal de la historia humana. Y lo
realiza a partir de un compromiso personal (relación yo-tú) llevado a
términos de experiencia tan profunda que alcance una resonancia
existencial hablar de un Dios personal, descubierto como fundamento y
exigencia indispensable de ese diálogo fraternal.
Sin embargo, hay que subrayar que la visión personalista de la fe
corre serio peligro de quedar presa en micro-procesos de encuentro
interpersonal, sin llegar a la verdadera sociabilidad del proceso
histórico. Se cae, entonces, en una concepción de la fe que posee
apenas una historicidad inicial, pero que no tiene en cuenta que el
encuentro interhumano no se produce a través del intercambio de
rectas intenciones, sino de una realidad estructural amplia.
Ya no podemos decir que exista peligro de individualismo porque, al
observar que la fe es una "alianza", una relación dialogal "yo-tú",
vemos se superó la visión individualista. Pero puede quedarse en una
"privatización de la fe", al verla especialmente expresada en los
momentos de encuentro entre dos, en el diálogo de una pareja, en las
horas de descanso y meditación.
Contra la amenaza de semejante privatización de la fe, se levantan
serias críticas de los teólogos más abiertos a lo social. Aun
reconociendo que la fe es diálogo interpersonal histórico, si no se llega
a una visión de la característica "política" de la existencia cristiana, el
personalismo se quedará a medio camino.
A-H/MASAS MASAS/PROJIMO: Tomando en
serio la historia, como macro-proceso, encarando de frente al
fenómeno de socialización, importa revisar la teología del amor al
prójimo. El prójimo no es simplemente el individuo en su dignidad
personal. Sólo estaremos amando al individuo si lo tenemos en cuenta
seriamente dentro de su amplio contexto histórico. De ahí surge hoy el
tema "masas humanas-mi prójimo".
Sobre todo en el contexto del mundo subdesarrollado, donde se
imponen nítidas precondiciones políticas para que el desarrollo pueda
desencadenarse, el tema del macro-proceso histórico y del amor al
prójimo entendido como amor a las "masas humanas" es urgente.
PUEBLO/INDIVIDUO INDIVIDUO/PUEBLO: Dentro de un mundo que
se socializa cada vez más, estamos llamados a retomar la primacía
bíblica del pueblo sobre el individuo. El prójimo a concientizar, o mejor,
a conducir a su autoconcientización, es también evidentemente el
individuo con un nombre propio y único, con originalidad personal e
insustituible. Pero está también esa dimensión nueva del prójimo en un
mundo socializado, El prójimo son las masas. No hay posibilidad de ser
prójimo del individuo, sin ser el prójimo de las masas humanas, en su
liberación, en un proceso histórico amplio y global.
Reino de Dios y proyecto revolucionario RD/REVOLUCION
REVOLUCION/RD:
El Reino de Dios no es un nuevo orden histórico que se pueda
planear detalladamente. El Reino de Dios es un proceso, es la
constante dinámica del proceso histórico. Como proceso precisamente,
no coincide con ningún proyecto, con ninguna alternativa histórica
concreta. Se sitúa siempre dentro, y siempre más allá. La revolución
también es un proceso antes que nada. Pero ella, en sus pasos
concretos, se convierte en proyecto y alternativa, a veces en la única
alternativa que se puede elegir plausiblemente. Todo proceso
revolucionario sufre la tentación de institucionalizarse de tal forma que
pierde su movilidad procesal. Se convierte así en una especie de
"religión".
En el plano de las alternativas históricas, o sea de la explicitación de
los proyectos revolucionarios, el cristiano apenas se encuentra en una
tarea común con los no-cristianos que luchan por la liberación de los
"cautivos de Egipto", pero no posee siquiera "fuentes propias" para un
proyecto cristiano único. Está, en este punto, en el mismo lugar que los
demás hombres: crear con perspicacia terrena el abanico de las
alternativas. Pero para optar, y aquí está el punto neurálgico, el
cristiano posee un impulso más radical: él sabe, en la fe, que lo que
está en juego es una llamada de Dios. De este modo el paso volitivo de
la opción revolucionaria, aunque no exista un proyecto revolucionario
propio del cristianismo, recibe un impulso más radical. Además de eso
la idea del Reino inmediato y con todo siempre abierto hacia adelante,
prohíbe al cristiano la identificación de cualquier proyecto
revolucionario concreto con el Reino en sí. Esa apertura
revolucionaria, esa trascendencia constante a la llamada de Dios
siempre hacia adelante de nosotros, constituye uno de los aspectos
fundamentales de la contribución cristiana a la Revolución: a su
constante futurización.
El inmovilismo religioso de las estructuras mentales de los
cristianos
FE/MOTOR-HT: ¿Cuál es la razón de que los cristianos, a lo largo de
la historia, hayan demostrado tan pocas veces aquella característica
que hace original el movimiento judeo-cristiano: la dinamización de la
historia? ¿Lo que hace que los cristianos se revelen normalmente
como sacralizadores del "status quo"?
Leyendo la Biblia encontramos, ya en el Antiguo Testamento, una
respuesta inicial. El judaísmo veterotestamentario caía siempre en la
tentación de dar más importancia a la instalación institucional que a la
llamada de la alianza mesiánica de caminar a la luz de las promesas de
Dios, rumbo al futuro. Toda la tensión dialéctica entre institución y
profetismo es reveladora en este sentido.
En la medida en que el Cristianismo se transformó en religión (en el
sentido socio-cultural), dando énfasis primordial a los aspectos
institucionales y jurídicos, en detrimento de la agilidad y movilidad
profética, se volvió inmovilista o reaccionario. El gran paso de la
eclesiología del Vaticano II está en haber resituado la primacía del
elemento profético y carismático en relación a lo institucional. El
aspecto institucional es siempre necesario, pero debe saberse siempre
provisorio y secundario. La verdadera constante del cristianismo es su
dinámica profética.
Profetismo y dinamismo pascual del Cristianismo
Existe del conservador una definición banal pero contundente: aquel
que tiene algo que conservar a cualquier precio. Nos dice San Pablo
que Cristo no fue conservador, no juzgó mejor retener avaramente su
propia divinidad, sino que se anonadó. Pascua y paso a través de la
muerte, de la entrega total, para llegar a la vida. El profetismo es un
llamamiento a la superación del presente, es invitación a la "krisis"
(juicio) y a una ruptura en la conversión (metanoia). Esto implica el
abandono de la propia tierra de las seguridades, a imagen de
Abraham. Es lanzarse al riesgo y a la inseguridad.
Son dos elementos de esa actitud profética: denuncia (crisis, palabra
que juzga) y gesto o acción de ruptura (praxis). Basta recordar los
profetas de Israel para descubrir siempre e indisolublemente unidos los
dos elementos. La pura denuncia puede ser una forma sublimada de
alienación y falta de coraje histórico. Sintetizando, importa destacar dos
cosas:
a) el profetismo, como aspecto fundamental del cristianismo, es la
garantía de su capacidad de "pasar", esto es, garantía de su
dimensión pascual;
b) los profetas acostumbran a asumir en su propia vida, también
dentro de la Iglesia, la tarea de dar el ejemplo de entrega: es de
tradición inmemorial que los profetas sean liquidados lenta o
cruelmente. El misterio de la Cruz, como misterio profético de victoria,
es enteramente esencial al Cristianismo. Pero no en los términos de
visión dolorista o casi masoquista, sino en una línea de pascua
profética. Una Iglesia que no se despoja hasta la muerte pierde su
«verbo» histórico-dinámico.
CECHIN-ASSMAN
CATEQUESIS Y MUNDO DE HOY
CELAM-CLAF. MAROVA
MADRID-1970.Págs. 161-170