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LA «FILOSOFÍA DE LA VIDA» DE JESÚS DE NAZARET


JOSÉ I. GONZÁLEZ FAUS


J/ETICA-MORAL: El intento de este artículo es probablemente 
descabellado. Espero que se justifique porque es también un intento 
seductor: se trata de sacar de las parábolas evangélicas algo así como 
una sistematización del modo de pensar y de ver la vida, de la 
cosmovisión o "la filosofía" de Jesús de Nazaret. El empeño es tan 
utópico que la mejor introducción será tratar de responder a las 
objeciones que lógicamente suscita.

Primera objeción: si a duras penas logramos establecer como "auténtica" 
una palabra, una frase o una acción de Jesús, ¿cómo vamos a 
presentar toda una síntesis vital con garantías de historicidad? La 
objeción es seria, pero se la puede suavizar un tanto: con frecuencia 
es más fácil trazar una pintura histórica de los rasgos generales, del 
proyecto o "la pretensión" de Jesús, que de cada uno de los trazos 
concretos que encarnaban ese proyecto vital. Pues bien, el objetivo de 
este artículo se acerca más al primer intento que al segundo: a través 
de algunos trazos inseguros o aproximados, quizá puede dibujarse con 
suficiente nitidez lo que parece ser una "filosofía global de la vida", 
característica del Jesús de Nazaret que presentan los Evangelios.

Segunda objeción: las parábolas han sido muy reelaboradas al quedar 
escritas en los evangelios, porque la iglesia del Nuevo Testamento tuvo 
que ir leyéndolas en una situación diferente de la predicación de Jesús: 
la espera de un final inminente tenía que ser leída ahora como 
paciencia histórica; palabras con que Jesús criticó a las autoridades 
religiosas del judaísmo se aplicaban ahora a los responsables de la 
naciente Iglesia; la interpelación escatológica del Reino había de 
convertirse ahora en lección parenética... Y la Iglesia primitiva, 
probablemente, añadió conclusiones a las parábolas, empalmó algunas 
de ellas y retrabajó otras hasta convertirlas en alegorías... Todo esto 
es verdad. Pero no empaña el dato innegable y comúnmente aceptado 
de que en las parábolas es donde se ha conservado más material 
jesuánico auténtico. Y, según los técnicos, algunas de sus pinceladas 
(como el hecho de sembrar antes de arar, o el retraso del novio ... ) 
reproducen tan exactamente los colores de la vida palestiniana del s. I 
que uno cree casi factible el intento de acercarse a los ojos que 
miraban aquellos colores.

Ultima objeción (last but not least!): la crítica está de acuerdo en que las 
parábolas son enseñanzas ocasionales, vinculadas a la circunstancia 
de algún momento concreto: a la conversación o a la polémica, por 
ejemplo. Pero no son capítulos de ningún tratado que pudieran 
ordenarse sistemáticamente. Todo esto es mucha verdad. Sin 
embargo, tal como están, late en casi todas ellas una misma chispa, un 
mismo corazón, unas pocas intuiciones repetidas, a través de las 
cuales quizá pueda uno sospechar que se acerca al brillo de los ojos 
de Jesús. En todo caso, y aun reconociendo todos estos y otros 
riesgos, el intento es demasiado seductor como para renunciar a él, y 
uno prefiere correr el riesgo y ver si no se justificará quizá por el 
resultado.
PARA/FILOSOFIA-VITAE: Vamos a intentarlo, pues. Y sin más 
preámbulos, digamos que las parábolas evangélicas, tomadas tal como 
están, y sin distinciones de fuentes ni de redacciones últimas, entran 
con relativa facilidad en una triple clasificación. Un grupo de parábolas 
habla simplemente de la vida, y casi todas van introducidas por la 
clásica referencia al Reino (que suele ser un giro preferentemente 
mateano): "el Reino de los cielos se parece a...... Otro grupo de 
parábolas trata de visibilizar la bondad de Dios. Su incomprensible 
Misericordia que desborda las capacidades humanas de comprensión. 
Finalmente, un tercer grupo (el más numeroso) se caracteriza por 
contraponer dos comportamientos humanos, de tal modo que aquel 
que, a primera vista, parecería más "sensato" o digno de aprobación, 
es el que acaba siendo desautorizado en la conclusión de la parábola. 
Tenemos así un filosofía de la vida, una ventana abierta hacia Dios, y 
una ética "subversiva", si se me permite la expresión. Vamos a ver 
estos tres capítulos, advirtiendo que es posible y normal que una 
misma parábola entre a la vez en varios de ellos.

1. La dureza y la esperanza de la vida
Aunque no de manera exclusiva, la visión de la vida de Jesús parece girar alrededor de la analogía del campo, de la tierra. Otras imágenes como las de la levadura, la perla o la red, no desfiguran esta analogía 
fundamental. Ello puede plantear un primer problema cultural de 
acercamiento: probablemente cualquier hombre moderno haría girar su 
filosofía de la vida mucho más en torno a la analogía de la empresa 
que no a la del campo. Por supuesto, la trasposición puede ser legítima 
y aun necesaria: pues parece obvio suponer que Jesús, hoy en día, no 
narraría las mismas parábolas de antaño, ni tal como las narró hace 
veinte siglos. Pero esta trasposición, sin embargo, no debería perder 
los rasgos de interpretación de la vida humana, que Jesús encontró en 
la experiencia del campo.
Y el primero de esos rasgos es el de un realismo poco esperanzado, de 
ojos muy abiertos y aspiraciones muy modestas. Según Jesús, lo que 
cae en el campo se pierde en sus tres cuartas partes. Pisoteado por la 
convivencia humana, ahogado por las espinas del deseo, o 
simplemente porque no ha encontrado una tierra bastante rica. Pero el 
hecho es que el sembrador ha de contar con que una gran parte de su 
siembra va a ser estéril. Jesús trabaja y actúa desde ese 
presupuesto.1
Por si esto fuera poco, incluso aquella labor que fructifica en tierra buena se encuentra inesperadamente combatida por una cizaña que pugna por crecer en el mismo terreno. Aunque la parábola de la cizaña 
habremos de comentarla en nuestro tercer capítulo, porque contrapone 
programáticamente la actitud propugnada por los discípulos y la 
defendida por Jesús, sin embargo, no cabe duda de que la alusión a la 
cizaña viene a poner otra nota de pesimismo en la visión jesuánica de 
la vida. El hombre debe saber que la mayoría de su trabajo "por el 
Reino" es infecundo, y aun la parte que fructifica está seriamente 
amenazada 2. 
Ante esta constatación, la sabiduría humana aconsejaría desentenderse 
del trabajo por el mundo y "trabajar para sí" (expresión que volveremos 
a encontrar también en nuestro capítulo tercero). Y aquí es donde la 
filosofía de Jesús vuelve a desmarcarse de nuestra lógica: a pesar de 
todo ese realismo, sigue siendo cierto que la vida y la realidad están 
trabajadas por una fuerza discreta e imparable, que es semejante a la 
de la levadura cuando fermenta una masa, o a la fuerza de una semilla 
muy pequeña pero capaz de crecer hasta convertirse en el más grande 
de los arbustos 3. A pesar de sus acres pinceladas realistas, Jesús 
cuenta con que esa fuerza vital de la semilla actúa por sí sola, tanto si 
el sembrador duerme como si mira el campo. Tiene sus ritmos y sus 
horas que no pueden ser forzados (o sólo pueden serlo dentro de 
ciertos límites). Pero su fuerza es infalible y se convierte en la mejor 
aliada del agricultor 4. Ello es lo que posibilita una mirada esperanzada 
a la vida, aun en medio de todo el realismo descrito. Esa esperanza 
toma cuerpo en la imagen de un tesoro escondido en el campo de la 
vida: el tesoro tiene que ser descubierto, porque no es visible; pero 
compensa con creces todos los esfuerzos invertidos en el inhóspito 
trabajo del campo. O con otra pincelada (que quizás estira un poco la 
parábola hasta lo alegórico, pero que está expresamente subrayada 
por los tres evangelistas): la escasa cuarta parte de la semilla que 
fructifica produce un fruto inesperado: cualquier agricultor de la época 
se habría contentado con un ocho o doce por ciento; Jesús, en cambio, 
anuncia un 30, un 60 o incluso un ciento por ciento 5. Jesús parece 
tomar muy en serio que un grano de amor verdadero tiene más peso 
ante Dios que todo un saco de maldad o de pecado: porque ese grano 
de amor es de condición divina, como la teléiosis (la bondad plena) del 
Padre, de la que habla Mt 5,48.
En resumen, pues, el primer capítulo de la filosofía vital de Jesús parece 
estar en esa dialéctica tan difícil de absoluto realismo e inagotable 
esperanza, de unos ojos brutalmente abiertos que no logran empañar, 
sin embargo, la ilusión de la mirada. Notemos simplemente que esa 
misma dialéctica está testificada fuera de las parábolas, en el conjunto 
del material evangélico: Jesús, que "no se fiaba de los hombres, 
porque sabía lo que hay en el hombre" (cf. Jn 2,25), y que llama a los 
hombres simplemente "malos" (cf. Mt 7,11), es el que les propone como 
proyecto antropológico la Bondad absoluta del Padre Celestial (Mt 
5,48). Y notemos también que, para Jesús, el segundo elemento 
parece intrínsecamente vinculado al primero: las analogías de que 
echa mano son situaciones vitales bañadas por la idea del riesgo, de la 
paciencia, de la esperanza, en lugar de la planificación, la exactitud o el 
cálculo. Y quizás esto explica su preferencia por el recurso a la imagen 
del campo. Pues, aunque es verdad que Jesús no vive en una época 
industrial, sin embargo, debió conocer suficientemente las empresas 
constructoras de los palacios de Herodes, de Pilatos, o del mismo 
Templo, así como el montaje (impresionante para su época) de todo el 
comercio de aceites, o de animales para el Templo, etc. Sin embargo, 
este tipo de situaciones nunca le suministró material para explicar lo 
que es una vida verdaderamente humana, dedicada al servicio de esa 
comunidad humana que Jesús llamaba "Reinado de Dios".6

2. La bondad de Dios
J/REVELADOR-DE-D GRATUIDAD/EFICACIA: Lo que fundamenta para 
Jesús esa obstinada esperanza es la bondad del Padre, la Misericordia 
incomprensible de Dios. Otro grupo de parábolas, como ya es sabido, 
tiene a Dios como tema. Pero Jesús no habla de Dios definiéndolo, 
porque es indescriptible, ni calificándolo, porque a Dios no le cuadra 
ninguno de nuestros calificativos, ni aun de los más grandes. Jesús 
habla de Dios describiendo una conducta. Y lo que tienen en común 
todas estas parábolas (las de la oveja y la dracma perdidas, la del hijo 
pródigo, los trabajadores de la viña, la de los dos deudores, o la del 
juicio final de Mateo) 7, lo que tienen en común todas ellas es que 
describen unas conductas que no parecen humanamente viables. 
Dejar las 99 ovejas, darle al hijo menor la parte de su herencia, pagar 
lo mismo a todos los obreros independientemente de las horas 
trabajadas, o perdonar por las buenas una deuda de millones..., todo 
eso no parecen conductas demasiado practicables para nosotros. Pero 
Jesús no pretende dar, en este momento, ninguna lección de 
pedagogía familiar o de deontología laboral, sino sólo que la sensación 
de "inviable" que provocan esas conductas descritas nos acerque a la 
incomprensible gratuidad de Dios, que se justifica sólo por ella misma y 
que no puede ser clasificada ni medida por nosotros, porque siempre 
se desmarca de nuestros cánones de eficacia. La única razón para 
estas conductas reside en las palabras que el propio Jesús pone en 
labios del dueño de la viña: «¿por qué miras con malos ojos que yo sea 
bueno?" (/Mt/20/15).
PARAS-APOCRIFAS: Algunas de estas parábolas las he comentado un 
poco más en la Cristología. Por eso voy a ser aquí más rápido, 
destacando sólo un par de cosas de las allí dichas. En primer lugar, de 
alguna de estas parábolas se nos conserva otra versión no evangélica 
(o al menos no canónica), ya sea en escritos del judaísmo o en algún 
evangelio apócrifo; pues bien, lo característico de estas versiones no 
evangélicas es que en ellas todo está perfectamente clarificado: la 
oveja que se había perdido era la preferida del pastor; el obrero que 
sólo trabajó dos horas había hecho en ese tiempo todo el trabajo de un 
día, y además no llegó tarde al trabajo. Esta necesidad de clarificar las 
cosas, de hacerlas digeribles, muestra por contraste cómo, para Jesús, 
el punto central de la comparación es eso que hemos calificado como 
"no viabilidad humana" de las conductas allí descritas.
En segundo lugar, merece destacarse la finura psicológica con que se 
utiliza el amor del hombre a las riquezas, como término de comparación 
para acercarnos al amor de Dios a los hombres: las riquezas las 
queremos todas, nunca creemos tener ya bastante. Y el Señor que 
tiene, no diez ovejas o diez dracmas, sino diez fábricas o diez paquetes 
de acciones, y que pierde uno de ellos por una de esas veleidades del 
índice Down Jones, ahora tan de moda, no se siente contento con lo 
mucho que le queda, sino que esperará y buscará la forma de reponer 
lo perdido. Pues bien, viene a decir Jesús: algo de eso es lo que le 
ocurre a Dios con los hombres. Precisamente por eso, Jesús utiliza 
algunas de estas parábolas para hacer comprensible su opción por los 
marginados y su conducta "parcial" para con ellos: ellos son el millón 
perdido que es el que más nos ocupa a los hombres. Y en este 
contexto se comprende lo más novedoso de estas parábolas: varias de 
ellas terminan con una alusión al gozo de Dios (cf. Lc 15,7.10.32). Es 
novedoso que la enseñanza de Jesús sobre Dios no hable de sus 
atributos metafísicos, sino de dónde está su gozo. La razón humana 
aspiraba más bien a conocer lo primero, pero nadie se atrevía a 
pretender investigar lo segundo. Sobre todo, porque la enseñanza de 
Jesús resulta bien desconcertante: no dice que ese gozo de Dios esté 
en la paz del cielo, sino en la humanidad del hombre en la tierra. Aquí 
enseña Jesús a los hombres un camino sobre el gozo, semejante al de 
la dicha en las Bienaventuranzas. Y aquí se abre la clave de 
comprensión de nuestro siguiente capítulo: la moral "subversiva" de 
Jesús se explica porque a quien comparte el gozo de Dios ya no le 
importa demasiado la irritación de los poderes (económicos, políticos, 
culturales o religiosos) de la tierra.
En conclusión: aunque el hombre es libre, y el mundo tiene su autonomía y está puesto en manos del hombre, sin embargo, la vida humana está envuelta en esa incomprensible Bondad de Dios, discreta como los rayos del sol lejano, los cuales no eliminan la necesidad de mil fuegos y mil luces concretas aquí y allá, pero envuelven toda la tierra en una luz y un calor que hacen posibles la vida. Esa Bondad de Dios, para Jesús, hace posible la esperanza, en medio del absoluto realismo que 
expusimos en el apartado anterior.
Pero, por eso mismo, hace también posibles otra serie de conductas 
humanas, que son las que se reivindican en el tercer grupo de 
parábolas que nos queda por comentar.

3. Una moral «subversiva»
MORAL-CRA/SUBVERSIVA: El grupo mayor de parábolas de Jesús, es el 
que se limita a contraponer dos conductas humanas, pero de tal 
manera que resulta desautorizada aquella conducta que, en una 
valoración convencional o ambiental, sería la "buena" y la alabada por 
los hombres. Sin pretensiones de exhaustividad, porque la cosa es 
suficientemente perceptible, vamos a enumerar algunos ejemplos de 
esta serie.

- /Mt/21/28ss transmite la parábola de "los dos hijos", que encarnan dos 
modos de comportarse con Dios: el que dice y no hace, y el que dice 
que no, pero luego actúa. La sociedad y las religiones establecidas 
acaban siempre por valorar más el decir que el hacer: pues, a través 
de la complicada red de mediaciones de la convivencia, el decir resulta 
siempre más audible y más perceptible, mientras que el hacer es más 
difícil de medir. La parábola de Jesús reduce el problema a un 
esquema mínimo (un padre y dos hijos), para que la contraposición se 
haga más patente. Y nos avisa que así es como juzga Dios: que ante 
Dios no vale el decir "soy cristiano" o católico, porque hay muchos que 
no lo son, pero que trabajan por el Reino de Dios más que los 
creyentes.

- De modo parecido, en la parábola del buen samaritano (Lc 10,30 ss) se 
contraponen la "dignidad" que no se mancha con el amor que se 
mancha o se aventura; o quizá la contraposición reside en las 
obligaciones para con Dios y los deberes para con los hombres. En 
cualquier caso, la conducta que resulta vindicada por Jesús, es 
siempre la segunda de las enunciadas.

- La parábola de los talentos (a pesar de las llamativas diferencias entre 
Mateo (/Mt/25/14ss) y Lucas [/Lc/19/11ss]) es una de las más "puras" 
y más características de este grupo. Hay en ella dos rasgos 
sorprendentes y hasta, si se quiere, irritantes: a) no se dice que el que 
es castigado haya malgastado o dilapidado alegremente la riqueza del 
Señor: pero es que, en la lógica del Reino 8, no hacerla fructificar ya 
equivale a derrocharla. Y b) ni siquiera se acepta la hipótesis de un 
dinero que, por haber querido invertirlo, se pierda en la operación: en 
la lógica del Reino parece como si esto no ocurriese nunca. Y, por eso, 
en la lógica de Jesús el riesgo siempre es preferible a la seguridad 
tranquila 9.

- Complemento dialéctico de la anterior puede ser la parábola llamada de 
las "diez vírgenes" (/Mt/25/1ss), no siempre bien leída por nosotros, 
porque la palabra "vírgenes" genera otros universos de significado 
ajenos a la parábola. Tal como antes he insinuado, el retraso del novio 
es una eventualidad con la que es preciso contar, porque en la 
sociedad de Jesús no era una práctica infrecuente: cuando se 
producía, la gente interpretaba que las negociaciones sobre la dote de 
la novia habían sido largas y difíciles. Lo cual era una manera de 
valorar a la novia o a sus familiares, que habían bregado por 
defenderla bien. Esta es, al menos, la interpretación de J. Jeremías y, 
de acuerdo con ella, la insensatez de las necias radica en no haber 
tenido en cuenta este dato habitual de su vida cotidiana: con la alegría 
de la fiesta creen que todo es fácil, descuidan el equiparse y olvidan 
que el camino es largo y que pueden llegar el cansancio o el sueño o la 
falta "de gasolina". La actitud sensata es aquella que, incluso en la 
perspectiva de la fiesta, cuenta con la necesidad de esfuerzo y de 
equipamiento, o con la posibilidad del obstáculo y del retraso.

- Parecidas contraposiciones encontramos en las parábolas del fariseo y 
el publicano (Lc 18, 9ss: la autoseguridad hinchada frente a la 
desconfianza abierta en uno mismo). O en la del siervo despiadado (Mt 
18,23ss: la eficacia exigente frente al perdón gratuito). O también en la 
parábola llamada "del administrador infiel" (Lc 16, 1ss), donde Jesús 
valora la creatividad de los malos frente a la desesperanza de los 
buenos, y lamenta que el amor no nos aguce el ingenio tanto como el 
hambre. O, finalmente, en la parábola de los dos deudores que Jesús 
le propone al fariseo Simeón para justificar su postura ante la 
Magdalena (/Lc/07/41ss), y en la que el Señor valora más un camino 
tortuoso, pero que ha acabado por producir mucho amor, que no un 
expediente impoluto, pero que no ha sido capaz de generar amor. 
Valoración que se repite con frecuencia: en el hermano mayor del 
pródigo, en el fariseo frente al publicano, etc. Y que resulta de lo más 
subversivo del Evangelio, pero, a la vez, de lo más típico de Jesús.
Otras veces, finalmente, parece que la comparación que Jesús establece 
no recae tanto en las conductas cuanto en las situaciones. Ejemplo 
privilegiado es la parábola de Epulón y Lázaro (/Lc/16/19ss): no se 
dice que Epulón fuera malo, ni se le presenta maltratando 
expresamente a Lázaro, sino sólo "haciendo su vida" ajeno a él. 
Tampoco se dice que Lázaro fuera un escriba piadoso (como afirma 
otra versión extraevangélica de la parábola), sino sólo que pasaba 
hambre. Las situaciones condicionan ya el juicio de Dios casi antes de 
las conductas. Y algo parecido ocurre en la parábola del banquete 10: 
la posición cómoda (campos, bueyes ... ) engendrada por la posesión 
genera, a su vez, una falta de libertad que busca excusas. Mientras 
que la posición incómoda del pobre se revela como una fuente de 
apertura y de libertad.
Esta sería, a grandes rasgos, la contraposición de conductas que Jesús 
se entretiene en ir llevando a cabo. Y con esta rápida evocación ya 
podríamos dar por acabado el presente capítulo. Pero es posible que 
brote en nosotros todavía una cuestión ulterior, que cabe formular así: 
supuesta la variedad y la amplitud de ejemplos propuestos por Jesús, 
¿cabría encontrar uno o dos principios que vertebren toda esa 
dispersión, una sola actitud o dos que puedan dar raíz de toda esa 
amplia gama de ejemplos?
Es evidente que la respuesta a esa pregunta sólo puede ser asunto de 
gustos u opciones personales. En todo caso, en los evangelios no 
habría otro principio estructurador de las parábolas que el Reino de 
Dios y la polémica que por ese Reino entabló Jesús con la institución 
religiosa de su tiempo. No obstante, y supuesta la "locura" del presente 
artículo, me voy a atrever (para terminarlo) a sugerir dos conductas 
que están representadas en otras tantas parábolas, pero que 
aparecen además expresamente formuladas por Jesús al narrar la 
parábola.
Quizá, pues, podamos decir que hay dos actitudes que son como la clave 
que configura al hombre del Reino y que permite comprender todas las 
demás conductas defendidas por Jesús. Los evangelios las describen 
como "no atesorar para sí" y "no arrancar el trigo". Y han dejado un 
breve desarrollo de ellas en la parábola del rico insensato 
(/Lc/12/16-21ss) y en la parábola de la cizaña (/Mt/13/24ss). La 
primera configura un talante de desprendimiento servicial. La segunda 
un talante de paciencia convivencial y esperanzada. Ambos son, quizá, 
los dos talantes más difíciles al hombre. Pero también los más 
humanos.

Primera raíz: no vivir «atesorando para sí»
SOLIDARIDAD/CARTA: La parábola del rico insensato es uno de los 
pocos textos evangélicos en que Jesús no habla contra la riqueza en 
tonos "proféticos", sino con un estilo más bien "sapiencial": lo malo de 
este rico no es que haya sido inmoral, es que ha sido simplemente 
estúpido. En los evangelios está muy claro que, para Jesús, ambas 
dimensiones coinciden. Pero coinciden en el fondo último de la 
realidad, o en el nivel de nuestra experiencia cotidiana, donde tantas 
veces la inmoralidad parece la mayor sabiduría.
Este tono sapiencial nos obliga a leer la parábola como dirigida a algo 
más amplio que la pura riqueza material: ésta puede ser un ejemplo 
privilegiado de la actitud que Jesús combate, pero no es el único 
ejemplo. Lo que Jesús desautoriza es ese talante vital de vivir 
"atesorando para sí". Y esto puede hacerse con riquezas, con poder, 
con sabiduría.. La riqueza económica será, por lo general, la raíz de 
todo vivir para sí; pero no es, por desgracia, el único camino posible 
para ello. "Este trasplante de la parábola desde el campo de la riqueza 
material hasta otros que parecerían muy ajenos a él, permite captar 
mejor la conclusión que Jesús añade a esta parábola y que generaliza 
su ejemplo: "así es todo el que acumula para sí" (Lc 12,21). A mi modo 
de ver, hay aquí una profunda sabiduría. Pues en casi toda vida 
humana se presenta un momento en que al hombre se le abren los 
ojos, y se dice a sí mismo con enorme vértigo: "en realidad, no he 
hecho más que vivir para mí". Con las riquezas, con los cargos, con los 
escritos o con lo que sea, el hombre ha vivido acumulando "para sí", y 
ahora esa forma de vivir se le revela como estúpida e infecunda. Es 
este un momento que puede ser muy duro, pero que puede ser 
también muy fecundo en la vida del hombre si éste logra salir del bache 
por la seguridad en la acogida de Dios y en que la mano de Dios habrá 
sabido sacar, de su pasta egótica, alguna pequeña melodía de 
desinterés y de fraternidad. Y después de esa experiencia podrá seguir 
sacando mucho más en lo sucesivo.
LIMOSNA/PRESTAR-DEO: En mi opinión, la parábola lucana apunta 
hacia esa situación "última" de la experiencia humana. Apunta a ella a 
través de su forma más elemental y menos sutil. Y le ofrece redención 
a través de esa otra conducta a la que el hombre teme tan 
profundamente: ser rico para los demás: que lo propio sea servicio y 
no propiedad, que no sea tesoro sino don. Y, porque el hombre teme 
tan visceralmente a esta conducta, Jesús se la reformula otra vez, en 
tono sapiencial, desde su significado más profundo: ella equivale a "ser 
rico para con Dios" (Lc 12,21). Uno recuerda aquí aquellas gráficas y 
agudas paráfrasis de los Padres de la Iglesia, cuando formulaban 
diciendo que dar a los demás equivale a "prestar a Dios" (y prestarle, 
además, "a interés"). No se trata aquí, evidentemente, de que el 
hombre atesore méritos para sí (¡pues esto sería recaer en la actitud 
criticada por la parábola!). Se trata sólo de expresar, sin ningún 
masoquismo y sin ninguna exageración autopunitiva, pero también sin 
falsos apegos ni justificaciones mezquinas, que el don tiene más 
consistencia ontológica que la acumulación. Y precisamente porque 
llega hasta ahí, esta parábola puede convertirse en uno de los 
principios vertebradores de esa moral "subversiva" que se traslucía en 
todas las demás parábolas de actitudes contrapuestas. Pero es un 
principio vertebrador que sólo puede brotar de la experiencia de los 
dos capítulos anteriores: de la seguridad confiada en la bondad 
increíble de Dios y en que la semilla del Reino trabaja silenciosamente, 
y casi imperceptiblemente, esta realidad dura y negativa.

No arrancar el trigo inconscientemente
BIEN/LIBERTAD: Si la parábola del rico insensato es, en definitiva, la Carta de la solidaridad, la parábola de la cizaña parece ser el más utópico Canto de la libertad. Lo que importa para nuestro objetivo es solamente la razón que aduce el dueño del campo para no eliminar la cizaña: "no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis juntamente con ella el trigo" (Mt 13,29) 12. Algún comentarista insinúa que la cizaña tiene fuertes raíces y que se entrelazan con las del trigo, lo que ayudaría a comprender por qué es imposible eliminar lo malo sin daño de lo bueno 13. Si esto es así, ayudará a comprender la profunda intuición antropológica de la parábola: el bien moral es algo tan grande, tan frágil y tan gratuito que sólo puede brotar de la libertad. La libertad, por eso, podrá ser educada y ayudada y liberada, pero no puede ser suprimida (o sólo puede serlo en situaciones-límite): el "cinturón de castidad", paradójicamente, no "garantiza" la castidad, sino que la hace radicalmente imposible. Lo que brote de ahí ya no será castidad, sino otra cosa. Además de eso, el bien moral es de tal calidad y tan superior al mal que, aunque pueda ser "cuantitativamente" impedido por la presencia del mal, es cualitativamente superior a éste, porque el mal se quema a sí mismo, mientras que el bien tiene asegurada su perduración definitiva.
Creer esto no es fácil. Vivimos además una cultura donde los 
"sustitutivos" (el pan bimbo, la hamburguesa, las flores de plástico y los 
vinos o los sabores "de laboratorio") son más fáciles y más rápidos de 
producir que las realidades auténticas. Ello, a la larga, nos estraga el 
paladar y nos hace incapaces de distinguir una castidad que brota de 
la fidelidad y el amor, de otra que brota del "cinturón"; incapaces de 
distinguir una entrega absolutamente libre de una entrega que derive 
del precio o de la imposición. Por eso la argumentación de la parábola,. 
al igual que en el caso anterior, acaba siendo también de tono 
"sapiencial". Jesús reivindica la calidad divina del Bien y nos avisa del 
peligro de que, queriendo hacer imposible la existencia del mal, 
hagamos imposible la calidad del bien; de que, queriendo hacer un 
socialismo a fuerza de dictaduras, hagamos un "socialismo real".
LBT/PARA-OTRO: Pero, a la vez, la parábola permite adivinar lo 
"subversivo" de la acción de Jesús, porque no realiza una 
reivindicación "liberal" de la libertad. La parábola reclama la libertad 
para el otro (aun cuando me parezca cizaña), no meramente la libertad 
para mí. Esto es lo que, otra vez, la desmarca de nuestros 
planteamientos convencionales, por cuanto lo típico de nuestro mundo, 
de todas las personas y de todas las instituciones sociales, políticas y 
religiosas, es la reivindicación de la libertad "propia". Aquí, en cambio, 
no se trata de eso, sino de que la libertad es la única tierra posible 
para el bien que Dios busca. Mientras que el celo "violento" de casi 
todos los defensores de la moral acaba por producir un bien "de 
plástico", para decirlo con una expresión de hoy, que quizá traduzca lo 
que Jesús llamaba "arrancar el trigo". Baste con pensar -para no 
criticar a otros- en nosotros, los eclesiásticos, que llevamos más de dos 
siglos arrancando trigo de la historia, aun cuando lo hayamos hecho 
con la buena voluntad de arrancar de ella la cizaña (que además, 
quizá, es lo más visible del campo de la historia). Y que no hemos 
aprendido la lección, puesto que, con la actual restauración eclesial, 
estamos volviendo a querer arrancar la cizaña. Sentimos que nos 
hundimos en aquel milagroso caminar "del anatema al diálogo", y 
estamos regresando "del diálogo al anatema". Hasta que nos 
encontremos con un campo yermo, sin cizaña, pero también sin trigo 
(o, en todo caso, con un trigo "de plástico"), con una palabra muda de 
tan segura, un orden estéril de tan ordenado, y una paz de cementerio 
que han dejado bajo mínimos nuestra credibilidad ante los hombres.
Y al escribir esto no pienso que Jesús reivindique unilateralmente eso 
que hoy se llama "una ética de las convicciones" pura y simple, frente a 
la otra "ética de las responsabilidades" 14. Jesús conoce tan bien como 
el que más la dureza de la vida, como intentó mostrar la primera parte 
de este trabajo. Las duras invectivas del cap. 23 de San Mateo, como 
las escenas provocativas de curaciones en sábado 15, muestran 
gráficamente cómo Jesús sabe bien que a veces la responsabilidad 
hacia los demás obliga a combatir "la cizaña" inmediatamente.
Cómo se combinan ambas posturas queda ya para una casuística ética 
que no es materia del presente artículo. Pero a primera vista se percibe 
fácilmente que en la parábola de la cizaña el señor está hablando del 
campo propio, mientras que en los conflictos aludidos Jesús está 
defendiendo a los otros maltratados. Se percibe también que para 
combatir "la levadura de los fariseos" Jesús no cuenta con más arma 
que su palabra y su verdad ("¿es lícito o no es lícito hacer el bien en 
sábado?"), mientras que nosotros solemos recurrir con preferencia a la 
denuncia anónima, la manipulación o la imposición. Y se percibe, 
finalmente, que el elemento de "responsabilidad" nunca implica para 
Jesús una dirección contraria respecto al elemento de "convicción", 
como ponen muy de relieve los contenidos mismos de todas esas 
escenas en las que Jesús parece atacar "la cizaña" del campo fariseo, 
que además llevaba nombre de trigo...

Y debo concluir aquí, porque, si no, este artículo tomaría la forma de una discusión casuística, que le alejaría de su objetivo primario. Lo 
importante de esta breve nota sobre las parábolas evangélicas era 
subrayar que la ética anticonvencional que ellas parecen propugnar 
sólo es comprensible desde la fe en los otros dos puntos que 
constituían la filosofía de Jesús: a) que esta realidad desastrosa está, 
a pesar de todo, trabajada por la semilla de algo Maravilloso (el "Reino 
de Dios"), aunque esa semilla conviva con otra de mal, y se dilapide en 
buena parte como el polen de las plantas, y tenga además sus ritmos 
que nosotros no podemos forzar 16. Y b) que lo anterior sólo se 
sostiene desde la fe en la increíble Bondad de Dios. Aquí se ve cómo 
fe y obras nunca han sido para Jesús realidades enfrentadas y cómo 
todas las discusiones de la teología posterior sobre esta cuestión 
arrancaban en realidad de un planteamiento equivocado: el 
planteamiento que identifica fe con pura creencia intelectual, y que 
identifica obras con obras de la Ley.

J. I. GONZALEZ FAUS
SAL TERRAE 1988/04. Págs. 275-289

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1. Cf. Mc 4,35ss. Mt 13,3ss; Lc 8,4ss. En este caso se trata de una de las pocas 
parábolas comunes a todos los sinópticos y que en los tres inaugura la 
enseñanza en parábolas que substituye o sigue al anuncio entusiasta del Reino.
2. Cf. Mt 13,26ss. La misma lección que de la cizaña parece desprenderse de la 
parábola de la red: los peces buenos y los malos no se separan hasta el final y, 
para poder pescar los buenos, hay que cogerlos todos.
3. Cf. Mt 13,31 y 33ss.
4. Cf. Mc 4,30ss. Esta parábola está sólo en Marcos, aunque es también parábola 
del Reino. Cabe pensar, pues, que la paciencia con los ritmos de crecimiento de 
la semilla equivale a la paciencia con la cizaña.
5. Lucas aquí es el más optimista y sólo admite unos frutos del cien por cien.
6. En realidad, sí que hay por lo menos una ocasión en que Jesús eche mano de 
este tipo de situaciones: las rápidas imágenes de Lc 14,28 y 31ss en que habla 
del hombre a punto de edificar o el rey a punto de entrar en guerra. Pero lo curioso 
es que, en este caso, Jesús se pone, por así decir, en la "óptica del débil" que no 
podrá soportar aquella guerra y al que, por tanto, le resulta más sensato enviar 
una embajada de Dios. La visión jesuánica de la vida es todo lo contrario de 
prometeica. Pero lo curioso es que esa falta de "hybris" encierra más esperanza y 
más confianza en la vida que todos los prometeísmos.
Finalmente, otra alusión (tampoco parábola en sentido estricto) a este tipo de 
situaciones, y ahora con una valoración positiva, la encontramos en la clausura del 
sermón del Monte en Mateo. Pero la alusión no puede ser más llamativa, puesto 
que el que edifica en terreno firme y sólidamente es precisamente aquel que 
acoge y pone en práctica todo el programa de gratuidad (y tan poco eficaz 
aparentemente) que compone el sermón de la montaña (Cf. Mt 7,24ss).
Estas breves observaciones quizá basten para confirmar que el recurso a la 
analogía del campo, en las parábolas y en la "filosofía" de Jesús, no es simple 
necesidad cultural, sino expresión de una óptica valoral.
7. Las tres primeras, como es sabido, se encuentran en el cap. 15 de Lucas. Las 
otras tres son de Mateo (20,1ss; 18,23ss; y 25,31ss).
8. Es importante notar que tanto en Mt como en Lc (ver 19,11) esta parábola va 
introducida por una alusión al Reino, cosa menos frecuente en este grupo.
9. Aunque "riesgo" no equivalga, por supuesto, a insensatez ni a estupidez, tal como 
explicaba la nota 6.
10. Mt 22,1ss y Lc 14,15ss también con una alusión (indirecta en Lucas) al Reino.
11. Lo cual no quita, evidentemente, que sea ése en realidad el camino más 
frecuente. Y en este sentirlo se hace necesario evocar (y remitir a) la magnífica 
homilía de San Basilio sobre esta parábola (PG 31, 261-277), que debería ser uno 
de los textos "base" para toda formación cristiana.
12. Los exegetas discuten si Mt conoció y omitió expresamente la otra parábola de la 
semilla que crece por si sola, y que es la que Mc 4 pone a continuación de la del 
sembrador. Y, caso de que Mt haya actuado así, qué es lo que pretendía con ello: 
sustituir o completar aquella otra parábola. Son detalles importantes, porque 
ayudarían a contextuar nuestro texto. Pero no son seguros. Y tampoco son 
imprescindibles para nuestro objetivo. Como tampoco lo es la posterior 
interpretación de la parábola de la cizaña (Mt 13,36ss), que probablemente ya no 
es palabra de Jesús.
13. Cf. J. MATEOS, F. CAMACHO, El evangelio de San Mateo, Madrid 1981, p. 137.
14. Además, el mismo Max Weber, que es el autor de esta distinción, acaba diciendo 
que ambas éticas no debían ser contrapuestas, sino conjugadas. Y para poner en 
práctica eso han ido apareciendo después la "ética argumentativa" y la noción de 
"idea regulativa", etc. (Cf. ADELA CORTINA, Razón comunicativa y responsabilidad 
solidaria, Salamanca 1985).
15. Cf. por ejemplo Mc 3, 1ss; Lc 13,10ss.
16. Jesús es incluso más pesimista que nosotros en este punto, puesto que, para 
El, las dificultades de la semilla buena no proceden sólo de la dureza de lo real o 
de la pequeñez de los hombres (como nosotros tendemos a decir), sino del 
"Enemigo" con mayúsculas.