Cómo hacer oración con la Biblia
El cardenal Martini explica, paso a paso, la práctica de la lectio divina
Si la oración ha de formar parte siempre del caminar cristiano, en el tiempo de Cuaresma
ocupa un primer plano en su quehacer y constituye, junto al ejercicio penitencial y de la
caridad, uno de los tres pilares fundamentales que marcan este periodo de preparación de
la Pascua.
La mejor manera de dialogar con Dios eso es la oración es hacerlo guiados por la
Sagrada Escritura. Es precisamente lo que, en un texto tomado de unas meditaciones para
jóvenes (Ed. Sal Terrae), nos propone, al comentar el método de la lectio divina, la pluma
autorizada de uno de los grandes maestros actuales de los estudios bíblicos, que une a ello
su condición de pastor. Nos referimos al cardenal Carlo Maria Martini, actual arzobispo de
Milán y antiguo rector de la Universidad Gregoriana y del Pontificio Instituto Bíblico de
Roma.
El Espíritu Santo el que habló por los profetas e inspiró la Escritura nos sigue hablando
hoy a nosotros. La educación en la escucha del Maestro interior tiene que pasar por el
ejercicio de la meditación orante sobre la Palabra de Dios, por la práctica de la lectio divina
que es un acercamiento gradual al texto bíblico y se remonta al antiguo método de los
Padres de la Iglesia, que a su vez son herederos del uso rabínico. ()
El método patrístico de la lectio divina es simplicísimo y se lo recomiendo siempre a los
jóvenes para entrar en oración. Fundamentalmente comprende tres grandes pasos o
momentos sucesivos:
- La lectio (lectura) consiste en leer y releer la página de la Escritura, poniendo de relieve
sus elementos fundamentales. Para ello aconsejo leer con la pluma en la mano, subrayando
las palabras que me impresionan o bien marcando con signos gráficos los verbos, las
acciones, los sujetos, los sentimientos expresados o la palabra clave. De esta forma se
estimula nuestra atención y se ponen en movimiento la inteligencia, la fantasía y la
sensibilidad, haciendo que un trozo, considerado quizá como muy conocido, se nos muestre
como nuevo Este primer trabajo puede ocupar bastante tiempo si estamos abiertos al
Espíritu: se coloca el relato leído en el contexto más amplio, bien sea de los trozos próximos
a él, bien del conjunto de un libro, bien de toda la Biblia, para comprender qué es lo que
quiere decir.
- La meditatio (meditación) es la reflexión sobre los valores perennes del texto. Mientras
que en la lectio asumo las coordenadas históricas, geográficas y hasta culturales del
pasaje, ahora se plantea la pregunta: Qué me dice a mí? Qué mensaje referido al aquí y
ahora, propone este pasaje con la autoridad que le da el ser Palabra del Dios vivo?
- La contemplatio (contemplación) resulta difícil de expresar y de explicar. Se trata de
detenerse con amor en el texto; más aún, de pasar del texto y de su mensaje a la
contemplación de Aquel que habla en cada página de la Biblia: Jesús, hijo del Padre, dador
del Espíritu.
La contemplatio es adoración, alabanza, silencio ante Aquel que es sujeto último de
oración, el Cristo Señor, vencedor de la muerte, revelador del Padre, mediador absoluto de
la salvación, dador de la alegría del Evangelio. En la práctica los tres momentos no son
rigurosamente distintos, pero la subdivisión es útil para los que necesitan comenzar o
reanudar esta práctica. Nuestra oración es como un hilo que va enlazando nuestras
jornadas.
Pasos progresivos
Sin embargo, esta triple distinción sólo expresa bastante rudimentariamente el dinamismo
de la lectio divina Una amplitud que, de hecho, prevé ocho pasos progresivos: lectura,
meditación, oración, contemplación, consolación, discernimiento, deliberación, acción.
Creo que sería oportuno una breve alusión a cada uno de ellos:
- La oración (oratio) es la primera plegaria que nace de la meditación: Señor! hazme
comprender qué valores permanentes de este texto me faltan. Hazme captar cuál es tu
mensaje para mi vida! Y en un momento determinado, esta plegaria se concentra en
adoración y en contemplación del misterio de Jesús, del rostro de Dios. La oratio puede
expresarse también en petición de perdón y de luz, o en ofrecimiento.
- La consolación (consolatio) es muy importante para nuestro camino de oración, y san
Ignacio de Loyola habla muchas veces de ella en su libro de los Ejercicios Espirituales. Sin
este elemento la oración pierde sal, gusto. La consolación es el gozo de orar, es el sentir
íntimamente el gusto de Dios, de las cosas de Cristo. Es un don que ordinariamente se
produce en el ámbito de la lectio divina, aunque evidentemente el Espíritu Santo es libre de
concederlo a quienquiera. Solo de la consolación brotan las opciones valientes de pobreza,
castidad, obediencia, fidelidad, perdón, porque es el lugar y la atmósfera propia de las
grandes opciones interiores
- El discernimiento (discretio) manifiesta con mayor claridad aun la vitalidad de la
consolación. Mediante el gusto del Evangelio, a través de una especie de olfato espiritual
para las cosas de Cristo, nos hacemos sensibles a todo lo que es evangélico y a lo que no
lo es. Se trata, por tanto, de un discernimiento importante, porque no estamos llamados tan
sólo a observar los mandamientos en general, sino a seguir a Jesucristo. Y el seguimiento
no conlleva una evidencia inmediata en las opciones de cada día si no hemos entrado, por
así decirlo, en la mente de Jesús, si no hemos saboreado su pobreza, su cruz, la humildad
de su nacimiento, su perdón.
Esta capacidad de discernir la marca evangélica en las emociones ordinarias y en los
movimientos del corazón es un don tan grande que san Pablo lo pedía para todos los fieles:
"Que recibáis abundancia de sensibilidad para que podáis distinguir siempre lo mejor, lo
que agrada a Dios y lo que es perfecto (Filp 1, 9-10; Rom 12,2).
Hoy la Iglesia tiene una enorme necesidad de discretio, ya que sus opciones decisivas no
se refieren tanto al bien o al mal (no matar, no robar), sino a lo que es mejor para el camino
de la Iglesia, para el mundo.
- La deliberación (deliberatio) es un paso sucesivo. De la experiencia interior de la
consolación o de la desolación aprendemos a discernir y a decidir, según Dios.
Si analizamos atentamente las opciones vocacionales, nos damos cuenta de que siguen,
aunque sea inconscientemente este proceso. La vocación es, efectivamente, una decisión
tomada a partir de lo que Dios ha hecho sentir y de la experiencia que de ello se ha tenido
según los cánones evangélicos.
- Finalmente, la acción (actio) es el fruto maduro de todo el camino. Por eso la lectura
bíblica y la acción, no son ni mucho menos dos vías paralelas. No leemos la Sagrada
Escritura para conseguir la fuerza que nos permita realizar lo que hemos decidido! Más bien
leemos y meditamos para que broten las debidas decisiones y para que la fuerza de
consolación del Espíritu nos ayude a ponerlas en práctica. No se trata, como muchas veces
pensamos, de orar más para obrar mejor, sino de orar más para comprender lo que debo
hacer y para poder hacerlo a partir de una opción interior.
CARDENAL
CARLO MARIA MARTINI
Arzobispo de Milán