ANTOLOGÍA EXEGÉTICA DEL PADRENUESTRO

Ofrecemos a continuación una selección antológica del Padrenuestro. En ella hemos incluido autores antiguos y modernos. La encabezan diez autores de la antigüedad patrística: había que comenzar escuchando algunos calificados representantes de la tradición cristiana, mediante la cual la iglesia no sólo «comprende cada vez mejor los libros sagrados» sino también «los mantiene siempre activos», siendo «el estudio de los Padres de la iglesia» valioso auxiliar en su «comprensión cada vez más profunda de la Sagrada Escritura»119. Dos comentarios representativos de la exégesis mística y catequética del siglo XVI—santa Teresa + Catecismo romano—enlazan aquellos antiguos comentarios con los cuatro—católicos + protestantes—representantes de la exégesis y teología hodiernas, a los que se suma nuestro comentario bíblico y catequístico. Esa antología incluye, pues, representantes principalmente de la exposición catequética (Tertuliano, Cirilo, Ambrosio, Teodoro Mopsuestia, Agustín, Catecismo romano) y homilética (Gregorio Niseno, Juan Crisóstomo, Agustín, R. Guardini), pero a la vez y también de la exégesis bíblica (Orígenes, Juan Crisóstomo, Agustín, H. van den Bussche, J. Jeremías), de la reflexión teológica (Cipriano, Origenes, Agustín, Catecismo romano, D. Bonhoeffer, R. Guardini) y mística (Origenes, San Gregorio Niseno, San Agustín, Santa Teresa). Los dos autores protestantes—D. Bonhoeffer y J. Jeremías—representan en nuestra antología el comentario de la «oración del Señor» por la teología (D. Bonhoeffer) y exégesis bíblica (J. Jeremías) de «los hermanos separados» de occidente, en cuya tradición teológica y litúrgica el padrenuestro ocupa un puesto de singular relieve120, y cuyo «constante y solícito estudio de la Biblia» fue reconocido y encomiado recientemente por el más alto magisterio de la iglesia121.

1) Tertuliano, el gran apologista nordafricano (155-220), fue el primer comentarista del «padrenuestro». Lo hace en el contexto de su obra Sobre la oración122, el primer catecismo teológico y disciplinar sobre la misma de la edad patrística, escrito para los catecúmenos de su iglesia, siendo aún católico (198-200), con el fin de iniciarles en la práctica de la oración cristiana. Más que un tratado teológico es, pues, esa obra una catequesis catecumenal. Tras la breve introducción123, en la que resalta la importancia de esa «nueva forma de oración» (=el padrenuestro), que condensa «todo el evangelio», sigue el comentario catequético a la oración del Señor según el texto mateano124, para exponer luego una enseñanza práctica sobre la plegaria cristiana125. El comentario ocupa, pues, la parte central de esa obra catequética tertulianea.

2) Más amplia y también teológicamente más profunda es la explicación de san Cipriano en su obra Sobre la oración del Señor126, escrita, como explicación homilética para los neófitos (252), bajo el evidente influjo de su maestro Tertuliano. Una introducción general sobre la oración127 precede al homilético comentario del «padrenuestro» a raíz del texto mateano128, concluido por una enseñanza práctica, que completa la temática general sobre la plegaria de la introducción129.

3) A Orígenes se debe el primer comentario científico, exegético y teológico, del «padrenuestro». Lo aborda en su magnífico tratado Sobre la oración cristiana130, compuesto (233) a ruegos de dos cristianos amigos suyos y en respuesta a dificultades sobre la esencia y necesidad de la plegaria, por aquellos planteadas131. A la introducción general132 del tratado siguen las tres partes centrales del mismo133, en las que el ilustre catequista y teólogo alejandrino, tras abordar la temática sobre la oración en general—vocabulario bíblico, necesidad, clases, etc. - 134, emprende el comentario al «padrenuestro»135. En este amplio contexto, el Alejandrino aborda—¡por vez primera él! - , ante todo, el análisis del problema sobre las diferencias entre las formas textuales de Mt y Lc136, optando por la solución más fácil, generalizada luego en el medievo y compartida por escasos exegetas modernos: se trata—concluye—de «dos oraciones distintas, aunque con ciertas partes comunes»137. Seguidamente analiza el contexto inmediato anterior al texto de Mt138, por él adoptado139, para abordar luego su amplio y teológicamente rico comentario140. Finalmente, complementa, en un tercer momento, la primera parte141, cerrando con una conclusión final su obra142. El comentario a la oración del Señor ocupa, pues, un puesto de honor en este tratado, que constituye, sin duda, una de las más preciadas joyas del rico y multiforme cofre origeniano.

4) CIRILO DE JERUSALEN: Durante la cuaresma del año 350 predicó el insigne obispo jerosolimitano san Cirilo, en la iglesia del Santo Sepulcro, sus famosas veinticuatro catequesis143, otro inestimable tesoro de la antigua literatura cristiana, dirigidas a «los iluminados» o catecúmenos144 y a «los neófitos»145 de su iglesia. Estas cinco últimas «catequesis mistagógicas» tratan sobre el bautismo146, la confirmación147, la eucaristia148 y, como «corona del edificio espiritual» de los recién bautizados», la santa misa149. En el contexto de esta última150, con la brevedad y claridad del experto catequista, explica san Cirilo «la oración que el Señor transmitió a sus discípulos»151.

5) En incierta fecha, pero posterior a la del catequista jerosolimitano, dedicó el teólogo y místico San Gregorio Niseno a la explicación del «padrenuestro» cinco homilías152, en las que, tras una introducción general sobre la oración153, se detiene en el comentario místico y moral de «la oración del Señor»154.

6) Hacia el año 390 dirigió el obispo milanés san Ambrosio a los neófitos de su iglesia una serie de catequesis mistagógicas Sobre los sacramentos155 del bautismo156, confirmación157 y eucaristía158. En el contexto de estas últimas ofrece dos comentarios a esa «oración (=el padrenuestro) corta pero llena de todas las cualidades»159: muy breve el segundo160, más amplio e interesante el primero161, en el que la exégesis teológica y moral del «padrenuestro» se conjugan y armonizan.

7) Siendo aún probablemente presbítero, el futuro obispo y eminente exegeta antioqueno Teodoro de Mopsuestia dirigió (388-392) a los catecúmenos y neófitos de su iglesia dieciséis Homilías catequéticas162, de las cuales las diez primeras exponen para los catecúmenos el «Símbolo de la fe» según el «Credo niceno», mientras que las seis últimas ofrecen a los neófitos la explicación del «padrenuestro»163, así como de la liturgia bautismal164 y eucarística165. El comentario a «la oración transmitida por nuestro Señor»166, introducido por consideraciones generales sobre la plegaria167, aborda la explicación teológica y moralizante168 del padrenuestro, propia del catequista convencido de que en la «Oración dominical» se encuentra «toda la perfección moral»169, no consistiendo, por lo demás, «la oración en palabras sino en costumbres, amor y aplicación al bien»170; una convicción, que la exhortación final171 sintetiza.

8) En la línea de Teodoro se sitúa su amigo y elocuente orador san Juan Crisóstomo, quien explicó «el padrenuestro» en su Comentario al evangelio de Mateo172, compuesto a raíz de varias homilías pronunciadas (390) en Antioquía y dirigidas a los fieles de esa comunidad eclesiástica, en las que la elocuencia del predicador se armoniza con la instrucción del pastor.

9) Al obispo hiponense san Agustín corresponde el honor de ser el máximo comentarista del «padrenuestro» en la edad patrística. Siete veces emprendió esa tarea. Lo hizo por vez primera en su Comentario al sermón de la montaña173, escrito (393-394) siendo aún presbítero de Hipona. Su explicación, que refleja ya la profundidad del exegeta-teólogo y la intuición del místico, tiene el mérito de recoger la principal y multiforme tradición patrística- nordafricana, alejandrina, antioquena y «romana»- precedente. Cuatro veces más comentó el ya obispo hiponense (410-412) la «Oración dominical» en otras tantas catequesis ad competentes174, los cuales, tras la devolución del Credo (=«redditio Symboli»), recibían la Oración del Señor (=«traditio Orationis dominicae»), para aprenderla de memoria y poder recitarla durante la celebración eucarística de la gran vigilia pascual, en la que por vez primera participaban después de haber recibido el bautismo. La reflexión teológica así como la instrucción moral práctica encuentran, en esos comentarios catequísticos al «padrenuestro» realizados por el gran maestro de catequistas (=¡De catechizandis rudibus!), lograda síntesis. Finalmente Agustín lo comentó en su Ep. a Proba (411-412) y (428-429) su obra Sobre el don de la perseverancia175. En todos esos comentarios como, en general, en toda la obra literaria agustiniana, caminan de la mano como inseparables hermanas la reflexión del teólogo y pastor con la piedad del místico, prueba evidente de que Agustín—sus soliloquios y confesiones lo atestiguan—oraba cuando hacia teología, porque hacia teología cuando oraba.

10) A ruegos de las carmelitas de San José (Avila) y por orden del teólogo dominico Domingo Báñez, escribió santa Teresa de Jesús (1564-1567), la primera mujer recientemente declarada por el magisterio supremo (Pablo Vl) «doctora de la iglesia» (1970), su obra Camino de perfección176, que, en opinión de un especialista, constituye el «más ascético, práctico y asequible» de sus tratados espirituales. La explicación del «padrenuestro» ocupa la mitad177 de ese clásico tratado sobre la oración, por ella galantemente designado «el librito» y, también, «el Paternoster». Esta designación autógrafa refleja ya la importancia asignada por la ilustre mística española al comentario sobre la Oración dominical, introducido por una exhortación a rezarla bien, como «guía segura» de oración vocal y contemplativa178, y concluido por una consideración sobre la excelencia —previamente delineada179—de la misma180.

11) El año 1566 promulgaba el papa san Pío V el Catecismo romano181, elaborado por mandato de los padres conciliares de Trento como «formulario seguro, método fácil y presentación eficaz de las doctrinas fundamentales del cristianismo», en el cual encontrarán «normas seguras... para la formación cristiana de las almas» cuantos «en la iglesia tienen una misión docente»182. Esa función desempeñó ese catecismo efectivamente en los siglos siguientes. Y puede seguir desempeñándola hoy, si se tiene en cuenta que, aunque «la época tridentina de la iglesia ha pasado definitivamente, la fe tridentina permanece fe de la iglesia»183. Queda, pues, justificada su selección en nuestra antología. Corroborada también por el amplio espacio dedicado en ese documento—cristalización y epítome catequético de la teología tridentina— a la explicación del «padrenuestro»: de las cuatro partes que lo integran, las tres primeras exponen la enseñanza cristiana sobre el credo (primera parte), los sacramentos (segunda parte) y los mandamientos (tercera parte), dedicando toda la cuarta parte a la explicación catequético-teológica de esa «fórmula divina», que condensa en «preciosa síntesis qué y cómo debemos orar»184. Esa explicación se abre con una introducción sobre «los principios generales de la teología católica sobre la oración»185, seguida por el comentario exegético y patrístico, teológico y catequístico a cada una de las partes del «padrenuestro»186.

12) El pastor y teólogo protestante Dietrich Bonhoeffer (1906-1945) encabeza, por orden cronológico, la selección antológica de autores modernos. Una selección justificada, si se tiene en cuenta el denso y actual pensamiento teológico de quien, durante su estancia en Roma, «este trozo de tierra que tanto quiero», asistía a los oficios litúrgicos de semana santa en las basílicas de San Juan de Letrán y de San Pedro, leyendo luego en la cárcel de Berlín-Tegel (1943) «con gran interés a Tertuliano, Cipriano y otros padres de la iglesia», por él considerados «en parte más actuales que los reformadores», y, a la vez, sólida «base para el diálogo entre protestantes y católicos»187. En el contexto de la explicación teológica al «sermón de la montaña» se inserta su comentario al «padrenuestro»188, esa «oración por excelencia», mediante la cual Jesús nos «conduce hacia la claridad perfecta de la oración»189. Un comentario breve, sencillo y, a la vez, profundo, testimonio de una vida iluminada con la luz del evangelio y premiada por el Señor con el martirio, ejecutado por las balas nazis (9 de abril 1945) en Flossenbürg.

13) En los años que siguieron a la segunda guerra mundial, el insigne humanista, filósofo y teólogo católico Romano Guardini (1885-1968) pronunció en la iglesia de San Luis (Munich), para estudiantes universitarios, una serie de homilías dominicales sobre diversos textos bíblicos. Varias de ellas se centraron sobre el comentario al «padrenuestro»190, cuyas diversas partes explica con la profundidad y claridad características del autor, a quien el texto bíblico brinda frecuentemente la ocasión para el profundo análisis y exposición brillante de otros temas afines y esenciales, siempre nuevos, en un esfuerzo por iluminar, con la luz de la revelación cristiana, costados sombríos de la existencia humana.

14) La exégesis católica moderna está representada en nuestra antología por el biblista belga H. van der Bussche (1920-1965), cuyas publicaciones exegéticas vétero y neotestamentarias, especialmente su comentario al cuarto evangelio, le han merecidamente asignado un puesto de honor. No cede en mérito su explicación al «padrenuestro»191: introducida por un estudio preliminar sobre su importancia, doble tradición literaria (Mt + Lc) y circunstancia de su enseñanza192, el comentario a cada una de sus partes integrantes constituye el grueso de esos densos análisis, dominados por el esfuerzo de facilitar la comprensión de los principales vocablos, a la luz de su transfondo bíblico, vétero y neotestamentario.

15) Cierra nuestra selección antológica el exegeta protestante Joachim Jeremías (1900-1979), mundialmente conocido por sus publicaciones sobre el antiguo y—principalmente—nuevo testamento, cuyos estudios sobre el mensaje prístino de Jesús así como su análisis de teología bíblica neotestamentaria, todos ellos penetrados de profunda piedad cristiana, constituyen una difícilmente superable cima en la actual exégesis bíblica. No cede en profundidad y altura su estudio sobre el significado original del «padrenuestro»193, claro y substancial «compendio de la predicación de Jesús»194, cuyos extractos antológicos el lector puede leer y meditar—creemos—con provecho.

16) El comentario que, tras esa antigua y moderna antología, ofrecemos personalmente a la Oración dominical, intenta situarse—de forma más modesta—en la misma línea de nuestros ilustres predecesores. Aun presuponiendo el rápido estudio histórico-tradicional del padrenuestro, previamente delineado (cf. supra), prescindimos intencionadamente del minucioso análisis filológico y literario, propio de una exégesis para especialistas y eruditos. Hemos ofrecido en nuestra reciente monografía ese detenido estudio histórico-tradicional195, tras haber expuesto la historia de su interpretación antigua y moderna196. El que ahora ofrecemos, sin embargo, no pretende ser eso. Como en el prólogo anunciábamos, nuestra exposición exegética quiere ser principalmente teológica y, desde luego, catequética: accesible a la fácil comprensión del lector no especializado, del simple fiel. Evitaremos, por lo demás, repetir los análisis de quienes nos precedieron. ¡Hay que dar un paso más! Eso pretende nuestro estudio. Para ello, nos situaremos solamente al nivel de las redacciones literarias de los evangelistas Mateo197 y Lucas198. Y, a la luz del inmediato o remoto contexto evangélico, nos esforzaremos por desvelar su respectiva concepción teológica, poco o superficialmente delineada por los comentaristas del padrenuestro, intentando actualizarla con la ayuda de los principales documentos ofrecidos por el magisterio. Con ello, pero siempre «muy atentos a no hacer pasar» por cierto lo que sólo es opinable o discutible «entre expertos» pretendemos contribuir a la formación de «cristianos firmes en lo esencial y humildemente felices en su fe»199, ayudándoles a la comprensión y vivencia de la literariamente más bella y teológicamente más rica plegaria de todos los tiempos, la cual, enseñada por Cristo, fue, es y será la oración por excelencia del cristiano. 

SANTOS SABUGAL
EL PADRENUESTRO EN LA INTERPRETACIÓN
CATEQUÉTICA ANTIGUA Y MODERNA
SIGUEME. SALAMANCA 1997.Págs. 37-46

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119. Cf. Concilio Vaticano II, Constit. DV II, 8; lll, 23.

120. Cf. E. von Goltz, o. c., 71-125; O. Dibelius, o. c., 73-125; K. Aner, Das Vaterunser in der Geschichte der evangelischen Frommigkeit, Halle 1924; W. Jannasch, Vaterunser, en RGG 3VI, 1237 s; J. D. Bendit, Le Notre Pere daos le culte et la priere des églises protestantes: MaiDieu 85 (1966) 101-116; S. Sabugal, Abba..., 61-70 (bibliogr.). Una tradición, que se remonta a la primera explicación (1519) del «padrenuestro» ofrecida por M. Lutero, Auslegung deutsch des Vateranser für die einfaltigen Laien, en Luthers Werke II, Weimar 1884, 74-130. Sobre la exégesis del padrenuestro por Lutero asl como por los otros reformadores y primeros teólogos protestantes, cf. S. Sabugal, o. c., 53-54-70 (fuentes bibliogr.).

121. Conc. Vat. II, Decr. De oecumenismo, lll, 21.

122. Tertuliano, De oratione, CC 1, 255- 274.

123. De orat., I, 1-6.

124. De orat., II, I-IX, 3. Sobre este comentario tertuliano, cf.; E. von Goltz o. c., 279- 282; G. Loeschke, o. c., passim; J. Moffat, art. cit., 24-41; R. H. Hoyle art. cit., 217-219; O. Schaffer, Das Vateranser, das Gebet des Christen. Fine ascetische Studie nach Tertullians «De oratione»: ThG1 35 (1943) 1-6; A. Hamman, o. c. 709-13 V. Grossi, o. c., 36-57; J. Quasten, Patrología 1, Madrid 21-968, 594-96 (bibliogr.); S. Sabugal, Abbá..., 83 s (bibliogr.+sintesis).

125. De orat., X-XXVIII.

126. San Cipriano, De dominica oratione, CSEL lll. I, 265-294; traducción española: J. Campos, Obras de san Cipriano, Madrid 1964, 199-229 (hemos usado esta traducción). Sobre el comentario de san Cipriano, cf. E. von Goltz, o. c., 283-287; G. Loeschke, o. c. (passim); J. Moffat, an. cit., 176-189; A. Hamman, o. c., 714-718; V. Grossi, o. c., 82-85. 95-115; J. Quasten, o. c., 1, 648-650 (bibliogr.); S. Sabugal, Abbá..., 84 s (bibliogrf + síntesis).

127. De dom. orat., 1-7.

128. De dom. orat., 8-27.

129. De dom. orat. 28-36.

130. Origenes, Peri euchês, en Origenes Werke II1 (CGS), Leipzig 1899, 297-403); traducción española: F. Mendoza Ruiz, Origenes. Tratado sobre la oración, Madrid 1966, 134-136 (hemos usado esta traducción).

131. Cf. o. c., II, 1; V, 1.6; XXXIV.

132. Cf. o. c., I-II.

133. Cf. o. c., III-XXXIII.

134. Cf. o. c., III-XVII.

135. Cf. o. c., XVIII-XXX. Sobre el comentario del Alejandrino, cf. F. H. Chase, o. c. (pássim); E. von Goltz, o. c., 266-278; O. Dibelius, o. c., 33-45; G. Walter, o. c., 4-22, H. Pope, Origen 's treatise on the proyer: AER 60 (1919) 533-549; A. Hamman, o. c., 741-748; J. Quasten, o. c. 1, 379-82 (bibliogr.); S. Sabugal, Abbá..., 85-88 (bibliogr.+exposición sintética).

136. Cf. o. c., XVIII, 2-3.

137. Cf. o. c., XVIII, 3.

138. Cf. o. c., XIX, I-XXI, 2.

139. Cf. o. c., XVIII, 2.

140. Cf. o. c., XXII, I-XXX, 3.

141. Cf. o. c., XXXI-XXXIII.

142. Cf. o. c., XXXIV.

143. San Cirilo Jeros., Cathecheses, PG 33, 331-1128: 1117-1123. Traducción española: A. Ubierna, San Cirilo de Jerusalén. Las Catequesis, Madrid 1946; J. Solano, Textos eucarísticos primitivos I, Madrid, 1952, 322-337 (hemos usado esta traducción).

144. Proto-catequesis+Cat. 1-18.

145. Cat. 19-23.

146. Cat. 19-20.

147. Cat. 21.

148. Cat. 22.

149. Cat. 23.

150. Cat 23, 11-18. Cf. G. Walter, o. c., 22-31; R. B. Hoyle, art. cit., 223-224; S. Sabugal, Abbá..., 89-90 (bibliogr. +sintesis). Abundante bibliografía sobre las catequesis del obispo jerosolimatano: J. Quasten, o. c. Il, Madrid, 1962, 383 s.

151. Cat. 23, 11.

152. San Gregorio Nis., De oratione dominica l-V (PG 44, 1120-1193); cf. a este respecto: O. Dibelius, o. c., 45-50; G. Walter, o. c., 31-49; R. B. Hoyle, art. cit., 224; S. Sabugal, Abbá..., 89-90 (bibliogr. +sintesis). Sobre esa obra del Niseno, cf. J. Quasten, o. c. 11, 280-282 (bibliogr.).

153. Cf. o. c., Hom. I.

154. Cf. o. c., Hom, 2-5.

155. San Ambrosio, De sacramentis, V 4, 18- 30: CSEL 73, 65-72. Traducción española: Cl. Basevi, San Ambrosio. La iniciación cristiana, Madrid 1977, 41-117 (hemos tenido en cuenta esta traducción).

156. Cf. o. c., Libr. 1-2.

157. Cf. o. c., Libr. 3.

158. Cf. o. c., Libr. 4-6.

159. Libr. 5, 18.

160. Libr. 6, 24.

161. Libr. 5, 18-29. Sobre el comentario ambrosiano, cf. A. Paredi, La liturgia di Sant'Ambrogio, en Varios, Sant'Ambrogio, Milano 1940, 69-157; B. Arezzo, La catechesi di Sant'Ambrogio, Genova 1957, 59-71; S. Sabugal, Abbá..., 90-91 (bibliogr.+exposición sintética).

162. Descubiertas (1932) y publicadas (texto siriaco+traducción inglesa) por vez primera por A. Mingana, Commentary of Theodore of Mopsuestia on the Nicene creed, Cambridge 1932; Id., Commentary of Theodore of Mopsuestia on the Lord's proyer and on the sacramente of baptism and the eucharisty, Cambridge 1933. Todas las homilías han sido publicadas (texto siriaco+traducción francesa) más recientemente por R. Tonneau-R. Devresse, Les homélies catéchétiques de Theodore de Mopsueste, Ciudad del Vaticano 1949, 281-321 (=coment. al padrenuestro). Sobre las catequesis teodosianas, cf. J. Quasten, o. c. 11, 427- 429 (bibliogr.).

163. Hom. 11.

164. Hom. 12-14.

165. Hom. 15-16.

166. Hom. 11, 1.

167. Hom, 11, 1-5.

168. Hom. 11, 7-18: cf. S. Sabugal, Abbá , 94-96 (bibliogr. +exposición sintética).

169. Hom. 11, 19.

170. Hom. 11, 3.

171. Hom. 11, 19.

172. San Juan Cris., In Mathenum Hom. XIX 4-6 (PG 57, 277-82); traducción española: D. Ruiz Bueno, Obras de san Juan Crisóstomo. Homilías sobre el evangelio según san Mateo, Madrid 1955, 398-407 (hemos usado esta traducción). El insigne predicador comentó una vez más el padrenuestro: Oratio Dominica eiusque explicatio (PG 51, 44-48). Sobre el comentario de Crisóstomo, cf. G. Walter, o.c., 49-72; R. B. Hoyle, art. cit., 224 s; S. Sabugal, Abbá..., 93-94 (biliogr.+exposición sintética).

173. San Agustín, De sermone Domini in monte, 114, 15-9, 35: PL 35, 1275-85=CC 35, 104-126. Traducción española: F. García, Sermón de la montaña, en Obras de san Agustín Xll, Madrid 1954, 776-995 (hemos usado esta traducción).

174. San Agustín, De oratione dominica ad competentes, Serm. 56, 57, 58, 59: PL 38, 377-402; traducción española: L. Alvarez, Los sermones de san Agustfn II, Madrid 1926, 68-102 (hemos usado esta traducción para los Serm. 57 y 58); A. del Fueyo, Homilías, en Obras de san Agustín X, Madrid 1952, 79-115 (=Serm. 57, 58, 59); Id., Sermones, en Obras de san Agustín VIl, Madrid, 1950, 585-607 (=Serm. 56: hemos usado esta traducción).

175. San Agustín, Carta 130: A Proba, X1 21, en Obras de san Agustín Xl, Madrid 1953, 73-75; De dono perseverantiae II 4-V 9. Sobre el rico y múltiple comentario agustiniano al padrenuestro, cf. J. Moffat, art. cit., 259-272; R. B. Hoyle, art. cit., 221 s; G. Pia Coasolo, Le preghiera del Signore in S. Agostino, Fossano 1962; Th. Hand, St. Augustin on proyer, Dublín 1963, 95-117; S. Poque, Agustín d'Hippone. Sermons sur la Pfique (SChr, 116), Paris 1966, 65-69; V. Capánaga, Agustín de Hipona, Madrid 1974, 367 s; V. Grossi, o. c., 125-179; S. Sabugal, Abbá..., 96-104 (bibliogr.+amplia exposición sintética).

176. Santa Teresa de Jesús, Camino de perfección (editado por vez primera en Evora [1583], fue reeditado luego [1588] en Salamanca por el insigne biblista y literato agustino fray Luis de León), en Obras completas, Madrid 1974, 291-382 (hemos usado esta edición).

177. Cf. o. c., cap. 27-42.

178. Cf. o. c., cap. 24-26.

179. Cf. o. c., cap. 37.

180. Cf. o. c., cap. 42.

181. Cf. texto latino, versión española, introducciones y notas por P. Martin Hernández, Catecismo romano, Madrid 1956, 867-1019 (hemos usado, frecuentemente revisada, esta traducción).

182. O. c., Pról. 8.

183. H. Jedin, Geschichte des Konils von Trient IV.2, Freiburg i. Br. 1975, 258. ése lapidario aserto del recientemente fallecido (1979) ilustre historiador católico de la iglesia, renombrado especialista precisamente en el periodo tridentino (además de la voluminosa obra citada, cf. Id., Origen y penetración de la reforma católica hasta 1563, en Manual de historia de la iglesia V, Barcelona 1972, 594-679), está corroborado por el Conc. Vat. II, el cual «confirma los decretos» del concilio de Trento sobre «la revelación divina y su transmisión» (Const. DV, 1), «mantiene firme» sus «principios dogmáticos» obre la comunión eucarística (Const. SC, 11 55) y «continúa la obra iniciada» por aquél sobre la formación sacerdotal (Decr. OT, 22), citando reiteradamente asimismo los documentos del mencionado Concilio en sus «Constituciones» (cf. Const. LG, I 8; IIl 15.21.28; VII 50.51; VIII 22; Const. DV, II, 9; III 11; Const. SC, I 6.7.33; III 77) y «decretos»: cf. Decr. ChD, Il 1; PO I 2; II 4. El concilio de Trento está, pues, bien representado en el conc. Vat. II.

184. Cat. Rom., IV, intr. 1.

185. Cat. Rom., IV, intr. 1-9.

186. Cat. Rom., IV, 1, I-IX, 6.

187. D. Bonhoeffer, Resistencia y sumisión, Salamanca 1983, 103.

188. D. Bonhoeffer, El precio de la gracia, Salamanca 1968, 175-179.

189. Ibid., 176.

190. R. Guardini, Oración y verdad. Meditaciones sobre el padrenuestro, en Meditaciones teológicas, Madrid 1965, 271-482.

191. H. van den Bussche, El «padrenuestro», Bilbao 1963.

192. Cf. o. c., 7-33.

193. J. Jeremías, Das Vater-unser im Lichte der neueren Forschung, Sttutgart 3,1965, estudio recogido y ampliado en Id., Abba. Studien zur neatestamentlichen Theologie und Zeitgeschichte, Gottingen 1966, 152-171 (hemos traducido según esta última edición); cf. también Id., Teología del nuevo testamento I, Salamanca 5,1985, 227-238.

194. J. Jeremías. Abba, 171.

195. S. Sabugal, Abbá... La oración del Señor, Madrid 1985, 133 ss.

196. S. Sabugal. o. c., 17-131.

197. Una exposición más amplia ofrecemos en: art. cit. (supra, n. 87), 315-29; o. c., 152-95: 172 ss.

198. Para una exposición más amplia, cf. art. cit. (sufra, n. 69), 257-73, o. c., 195-239: 215 ss.

199. Juan Pablo II, Exh. apost. Catechesi tradendae VIII 61.