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¿Participación o sumisión? |
La presencia del laico en la Iglesia. |
Preocupado,
como otros muchos laicos, por la Iglesia y en concreto por nuestra Iglesia
Diocesana, me atrevo a exponer unas cuantas ideas, por si pudieran ser
útiles. Son la consecuencia de experiencias vividas en el campo de la
Catequesis de Adultos y del voluntariado de Caritas.
Acertadas o no, reflejan de alguna manera el sentir de una buena parte de
los fieles respecto a nuestra participación en el caminar de la Iglesia. No es
un problema exclusivo de la Iglesia, sino que se da también, y mucho,
en la política y en el terreno empresarial. Tampoco es un problema de
organizaciones, sino de la condición humana.
Este escrito fue originalmente redactado en enero de 1999. Parece
no haber perdido vigencia, y tras pequeñas modificaciones, consideramos
preferible conservar su sentido original.
En
general, tras el Concilio Vaticano II, y en particular tras el Sínodo Diocesano
en la provincia de Badajoz (España) ha calado honda la idea de la participación
de los fieles en la Iglesia.
Poco
a poco, a veces con tensiones y dificultades, sacerdotes y laicos nos vamos
compenetrando y ocupando cada uno el puesto que nos corresponde. Tras la notable
experiencia del Sínodo, y la incorporación a las diferentes actividades
parroquiales de numerosos laicos, se van detectando algunos fallos, lógicos y
naturales, que podrían frenar seriamente esa
deseada participación en algunas parroquias. Consideremos algunos casos:
No
hay duda de que los párrocos, los
sacerdotes, lo han sido todo en “sus” Parroquias. Sin ellos no se hacía
nada. Lo que ellos no hacían, se quedaba sin hacer. Si algo emprendía un laico
era bajo la total sumisión a las directrices del cura correspondiente. En
abstracto, estos siempre necesitan y desean ayuda. Sin embargo, a la hora de
ceder parte de sus atribuciones, algunos piensan que se están invadiendo sus
competencias exclusivas. Surgen roces, abandonos, discrepancias, etc. cuya única
razón es, casi siempre, la vanidad o el orgullo herido de uno o de otro. En
definitiva, se confunde colaboración con sumisión.
Los
sacerdotes, sobre todo los de cierta edad,
han sido formado y han trabajado en un entorno social que ha variado
espectacularmente en muy poco tiempo. Se encuentran con laicos, muchos
universitarios, de gran preparación que le superan en algunos campos, y eso
nadie lo soporta con gusto. Los curas tampoco. Es, por tanto, natural y lógica
la actitud de recelo de algunos. Esta situación es incluso positiva pues
plantea problemas que hasta hace poco eran impensables. “Rogar al dueño de la
mies que mande obreros a su mies...” Y el dueño los manda; pero el
“manigero” ,de vez en cuando, no los sabe poner a trabajar. En cualquier
reunión es rarísima la menor contradicción
a las directrices o comentarios del sacerdote, incluso en materias muy
opinables. Somos los fieles del Amén y sí Señor. Así nos luce el pelo.
Por
otra parte, algunos laicos, al integrarse en grupos de trabajo parroquiales nos
pasamos de rosca, formando
capillitas, encerrándonos en nosotros mismos e impidiendo la incorporación de
otros fieles a la tarea. En ocasiones, terminamos siendo “más papistas que el
Papa” creyendo poder prescindir de todas las directrices y orientaciones del párroco.
Casi siempre consideramos a los sacerdotes hombres perfectos, ángeles, sin
tachas ni faltas. Olvidamos que los hombres perfectos no existen en esta vida y
que debemos trabajar - hasta ciertos límites - con los que hay con sus defectos
y virtudes.
Curas
y fieles volcados en tareas de apostolado, olvidamos con frecuencia algunas
cosas: En primer lugar, que la proporción de
católicos practicantes, comprometidos y bien formados es
escandalosamente baja. En
segundo lugar, es verdad que unos 4.000 laicos - 400 grupos - están
interviniendo activamente en la Iglesia de Badajoz; pero también es verdad que
no lo hacen unas 596.000 personas, pues en la provincia de Badajoz somos unas
600.000. O sea una de cada 150 personas aproximadamente están preocupadas de
forma activa por la Iglesia .Lo más penoso es que las personas activas son las
de siempre. En misa diaria y en todo tipo de reuniones o actividades, siempre
estamos los mismos: diez o quince mujeres por cada hombre y casi ningún joven.
Otro tema muy preocupante es la escasez de catequistas aceptablemente
preparados, no sólo para los catecúmenos que hay; sino para los que debería
haber. La juventud brilla por su ausencia. Teniendo en cuenta todo esto
sugerimos algunas posibles soluciones:
a.-
En cada catequesis o grupo de trabajo, junto al sacerdote o catequista, debería
sentarse uno o más laicos, preparándose para ocupar puestos de dirección y de
catequista, además de aquellos que ya reciban una formación específica. Hoy día,
hay una gran proporción de bachilleres y universitarios que, aproximadamente en
un año, deberían estar suficientemente formados para ser catequistas o hacer
de motor en más de una actividad.
b.-
Los laicos catequistas o jefes de grupos deberían actuar frecuentemente solos,
sin la presencia constante, a veces atosigante del sacerdote. Hay que dejar que
la gente se equivoque. Nunca se equivocan los que nunca hacen nada. Otra cosa es
que el sacerdote esté “a mano” para consultarle las inevitables dudas que
irán surgiendo. Los laicos solos, hablan de distinta forma y con diferente
talante que con el cura delante, éste no puede seguir mediatizando “todas”
las reuniones y todos los temas. Todo profesional tiene una “deformación
profesional”, y es peligroso dejarles actuar sin algún tipo de contrapeso.
Puede que esta sea una de las causas de que el catolicismo español esté donde
está y como está.
c.-
Como en cualquier actividad humana, en la Iglesia hay curas y laicos buenos,
regulares y malos, “profesionalmente” hablando. Las personas ineptas son
detectadas por todos inmediatamente. A estas hay que separarlas inmediatamente
de los puestos de responsabilidad para los que han mostrado no ser aptos, y
asignarles otra actividad donde puedan producir frutos positivos. Sacerdotes y
laicos por acción u omisión somos corresponsables del daño, muy grave daño a
veces, que estas personas producen en la Iglesia. En cualquier empresa a los
ineptos de les pone rápidamente de patitas en la calle. En la empresa de la
salvación de almas ¿vamos a ser menos rigurosos?. Cuantas sinrazones para
justificar nuestra tibieza. ¿No hay también un cierto olor a
“corporativismo” trasnochado entre los sacerdotes?
d.
Los que estamos involucrados en los problemas de la Iglesia no podemos dejar de
constatar que tanto en la misa diaria como en las diferentes actividades, como
dijimos antes, estamos siempre los mismos. Los sermones, conferencias y escritos
están dirigidos fundamentalmente a ellos. A los alejados de la Iglesia, todas
estas actividades le suenan a música celestial. Simplemente, no les dice casi
nada, no les atrae. Cristo no vino
a curar a los sanos , sino a los enfermos, y
estos, los enfermos son hoy los alejados, los que no entran en el templo.
¿No sabemos presentarles el mensaje de Cristo? El Espíritu Santo no
abandona a la Iglesia; pero quizá nosotros colaboramos tan poco con El que
podamos tenerle bastante aburrido.
e.
No podemos seguir esperando a “que vengan” los hermanos alejados, tenemos
nosotros que salir a buscarlos. Cuando entren ,hay que tener todo organizado
para que puedan empezar a trabajar. ¿Cuántas personas se ofrecen para cooperar
y, o no reciben contestación, o se les deja aparcados por no saber que hacer
con ellos o se les evita porque dan trabajo? Reconocemos que cuando en una
parroquia se trabaja bien nadie tiene tiempo para nada; pero se olvida muchas
veces que el que manda no está para hacerlo él todo, sino para que todo lo que
haya que hacer sea hecho con previsión y con orden entre todos. Quizá uno de
los defectos más acusados del ibérico sea la falta de previsión y la
incapacidad para organizar bien incluso los actos más elementales. Detectado
este fallo, bueno será ponerse a buscar esa persona organizadora - siempre
existe - que necesita cada parroquia. Seamos humildes, esa persona en más de
una ocasión no es el párroco.
f.
Hagamos algunas pruebas con personas normales, sensatas, bien formadas
culturalmente y más o menos alejadas de la Iglesia: Pongamos en sus manos
algunos de los folletos semanales de la Catequesis de Adultos o del excelente
semanario “Iglesia en Camino”. Todas mis experiencias al respecto han sido
frustrantes. Estas hojas no les dicen nada. Las contestaciones más corrientes
han sido:
-
“No esta mal”
-
“Esto es un rollo macabeo”
-
“Aquí todo es perfecto y donde no hay fallos humanos se miente en todo lo que
se oculta”
-
“Se sigue hablando de forma dogmática incluso en temas muy discutibles”
-
“Estos Srs. no tienen ni una sola
duda en nada. Donde no hay dudas no hay avances”
-
“Se habla, como en los partidos políticos, todo en la Iglesia está bien ,no
se hace nada mal”, etc. (En estos meses últimos el Papa ha pedido perdón en
nombre de la Iglesia por hecho ocurridos hace tiempo. No sólo no ha pasado
nada, sino que su figura humana, y la Iglesia toda,
han salido ennoblecidos)
-
La mayor parte de las respuestas son anodinas, sin interés , aunque lo
realmente grave no es que se esté más o menos de acuerdo; sino que pasan de
religión, no interesa el tema. El lenguaje del Papa, obispos y párrocos está
muy bien para personas que están dentro de la Iglesia; para los alejados, todo
eso es música celestial. Hay que traducírselo al idioma de la calle, de sus
vidas. A Cristo le entendía todo el mundo porque hablaba con el lenguaje de la
calle, y de los problemas de sus oyentes..
g.
Muchos católicos nos seguimos comportando con una extraña cobardía en
nuestras actuaciones sociales. Nos seguimos avergonzando de llamarnos católicos
y actuar como tales. Esta actitud repele a los alejados, que ven en nuestra
“humildad y prudencia” una justificación a nuestra falta de valor y coraje.
Humildad, sí, pero ante Dios. Ante los hombres tenemos que mostrarnos
orgullosos de ser Hijos de Dios, hijos del Rey de Reyes.
¿Hasta
que punto algunos podrían tener razón? Para nosotros son, en general, buenos
escritos, buenos sermones, actividades adecuadas, etc.. Quizá, nuestras voces
se están dirigiendo a los que desde antiguo viven en el hogar del Padre, gozan
de su intimidad y se sientan a su mesa. Los
otros, aquellos que adormecidos en el error y enredados en el mundo ni nos oyen,
ni escuchan, necesitarán ser despertados con otros gritos y de otras formas. ¿Cuales?
Yo no lo sé, aunque esté haciendo esfuerzos por encontrarlos. Además, creo
que en este asunto somos los laicos los más llamados a intervenir.En el nº 44
del semanario “Iglesia en camino” pág. 8 se dice: “Pensamos que hoy día
hay dos objetivos prioritarios muy claros: por una parte los pobres - materiales
y espirituales - y por otra la participación y corresponsabilidad del seglar en
la vida de la Iglesia. La verdad es que los laicos no contamos en la Iglesia
todo lo que debiéramos y eso nos duele”.
h.
Tenemos buenas armas ,las de siempre: El Evangelio, la Cruz y el Amor.
Quizá tengamos que buscar nuevos
modos de hacer apostolado cada uno en nuestro propio ambiente ,con nuestro
ejemplo de santidad, utilizar el lenguaje de nuestra vida de hoy. Bueno será
que, para empezar, intentemos detectar estas situaciones. Por esas
596.000 personas alejadas también murió Cristo, y Cristo nos pedirá
cuenta de ellas. Estoy seguro que están en la mente y en las oraciones de todos
nosotros, religiosos y laicos. La duda no está en lo que se está haciendo en
nuestra provincia, que es - salvo pocas excepciones - mucho y muy bueno; sino en
lo que no hacemos y que podríamos hacer. No creo que sea cuestión de trabajar
más, sino de trabajar mejor, con más orden, con más puntualidad, incorporando
más personas al apostolado, y sobre todo, orando y sacrificándonos un poco más
por todos nuestros hermanos.
Leyendo
al padre Antonio Aradillas en “Iglesia 2001” me encuentro frases como estas:
-Pregunta al cardenal Tarancón:
¿Cree que la Iglesia se democratiza hoy de verdad?. Responde: “La Iglesia no
es una sociedad puramente democrática. No lo quiso así su fundador. Pero el
espíritu democrático es cien por cien evangélico y muy utilizable en no pocos
planteamientos eclesiásticos, en tanto que se recaba y exige en ellos la
colaboración y participación de
cuantos más hombres mejor... Un sacerdote o un obispo que no logre conectar
directamente con los seglares en la verdad de su vida, vivirán de espaldas o al
margen de la realidad del mundo.” En
pág. 205. “En el fondo este país nuestro tan clerical, no se librará del
clericalismo, a menos que sus sacerdotes carezcan de tiempo para preocuparse de
aquello que sólo le compete a los seglares y no a ellos. Los sacerdotes siguen
todavía suplantando a los laicos en España” .... “El silencio del clero y
de los seglares perjudica a la Iglesia, cuando deben hablar por su bien”
... Deseo que haya iniciativas porque el Espíritu Santo vibra en todos
los corazones, difunde abiertamente sus carismas e impulsa a la Iglesia desde
todas partes.....no es de extrañar que muchos sacerdotes y seglares sugieran fórmula
nuevas y realicen tanteos en medio de riesgos y complicaciones. Si esta
multiplicidad de experiencias fuera alentada, estudiada y dirigida por la
jerarquía, tendría la Iglesia menos peligro
de desviación y padecería menos riesgos de confusionismos”
CRITERIOS
PARA LA FORMACIÓN DE LOS LAICOS
Consejo Pastoral de la Archidiócesis
de Mérida-Badajoz
Boletín Oficial del Arzobispado de Mérida Badajoz Vol. CXLV
No
hay duda de que en una parte de
sacerdotes y religiosos no ha calado aún el espíritu del Concilio Vaticano II
en lo referente al papel de los laicos ; pero también es cierto, que sí ha
calado y preocupa en las altas jerarquías de la Iglesia. Basta leer los párrafos
siguientes de los criterios antedichos:
pág.
375. ...superar los viejos planteamientos discriminatorios
de la condición laical y las concepciones que definían al laico por lo
que no es (el que no es clérigo ni religioso). Los laicos no sólo están en la
Iglesia, sino que son Iglesia
pág.
376 “la formación de los laicos es una prioridad de máxima urgencia para
toda la Iglesia”
pág.
377. El laico...se inhibe, a veces, con escasa capacidad de iniciativa; en
parte, por falta de claridad en su misión y, en parte, porque su inhibición es
fruto de un cierto protagonismo del clero
pág.
378. (Al laico) le parece que existen bastantes dificultades prácticas para que
los laicos sean tomados en cuenta, como miembros activos de las comunidades
parroquiales, por una cierta autosuficiencia del clero. Así como a la mujer
laica, siendo numéricamente la más activa, no siempre se le facilita el acceso
a servicios de responsabilidad en la comunidad (...) está surgiendo un nuevo
laico, disponible, inquieto, comprometido, con deseos de formación, y viviendo
a fondo su pertenencia eclesial
pág.
395.(2) Impulsar la aparición de un laicado formado, corresponsable y
comprometido, capaz de evangelizar el medio en que vive. (17) La Iglesia no está
plenamente constituida si, junto a los Obispos, sacerdotes y religiosos no
existe un laicado adulto y corresponsable
En
el Catecismo de la Iglesia Católica
conviene releer el tema “LOS
FIELES LAICOS” números, 897 a
913. Entre ellos el 907 nos recuerda que “ Tienen el derecho y a veces incluso
el deber, en razón de su propio conocimiento, competencia y prestigio, de
manifestar a los pastores sagrados su opinión sobre aquello que pertenece al
bien de la Iglesia y de manifestarla a los demás fieles, salvando siempre la
integridad de la fe y de las costumbres y la reverencia hacia los pastores,
habida cuenta de la unidad común y de la dignidad de las personas”
(CIC can.212,3).
Está
claro que todo cristiano tiene el
“deber” de llamar la atención a las autoridades eclesiásticas, con todo
respeto y reverencia, pero también con toda firmeza, sobre todo lo que pueda
producir daño a la Iglesia. Caso contrario, podríamos hacernos cómplices con
nuestro silencio por ayudar a perpetuar situaciones , a veces graves, que
inciden en la comunidad cristiana.
Mérida
, 8 de octubre de 1999
Parroquia de Santa María la Mayor
alefer@retemail.es