TEXTOS

 

1.

EUCARISTÍA
Las comidas de Jesús

Un tema importante en la vida de Jesús fueron sus comidas. Jesús comió habitualmente con publicanos, pecadores y prostitutas. Las comidas de Jesús con estos marginados son también signo del Reino de los Cielos.

Podemos decir que esas comidas de Jesús son una parábola realizada, una parábola viva, en lugar de una parábola narrada. Las comidas de Jesús son la imagen del banquete celestial y, por tanto, anuncio de la llegada inminente del Reino de Dios.

A ese Reino de Dios están llamados todos, preferentemente los pobres, los marginados, las prostitutas, los publicanos, etc. Así pues, Jesús hace ya presente ese Reino, que predica como inminente, cuando come con todos aquellos que están dejados de la mano de Dios. Comiendo con los marginados, Jesús muestra el amor incondicionado de Dios, hasta el punto de que ellos son los preferidos de Dios, pues «los publicanos y las prostitutas os precederán en el Reino de los Cielos» (cf. Mt 21,31).

De alguna de esas comidas se ha guardado un recuerdo maravilloso de fraternidad y de abundancia. A pesar de la escasez de alimentos con que empezó la comida, la palabra de Jesús invitando a compartir lo que cada uno tenía logró que hubiera para todos y aun sobrara. Evidentemente, cada uno que contó a otro el episodio lo fue narrando de una manera más maravillosa.

Más tarde, en la comunidad primitiva el relato adquirió dimensiones eucarísticas que ya no reflejaban sólo la anécdota ocurrida, sino la misma presencia de Jesús en la primitiva comunidad cristiana (Mc 6,30-44 y 8,1-10).

Entre estas comidas del Señor hubo una -la más importante, sin duda-, la última comida de Jesús (Lc 22,14-20), en la que él, ante su muerte inminente, prevista y asumida, se despidió de los pocos que todavía creían en su anuncio y le seguían -porque la mayoría, a estas alturas, ya le habían abandonado, al ver que, en lugar de un reino, se les venía encima una persecución-, diciendo: «ya no beberé más del fruto de la vid hasta que lo beba en el Reino de mi Padre». Con ello, Jesús ofrecía su vida en servicio al Reino por él anunciado.

La Eucaristía es para los cristianos la reiteración de esa comida última de Jesús. Es su memorial, precisamente porque en ese banquete tenemos la quintaesencia de lo que fue su mensaje y su vida. Lo esencial de su mensaje quedó plasmado en la Eucaristía, porque con sus comidas, de las que nadie era excluido -al contrario de lo que ocurría en la comunidad escatológica y santa de Qumran, o en los círculos fariseos cumplidores de la ley-, Jesús mostraba cómo era Dios, que acoge en su amor a todos, también a los pecadores. La quintaesencia de su vida fue el haber estado entregada al anuncio del amor incondicionado de Dios, anuncio que de tal manera las estructuras de pecado del mundo no pueden soportar que le costó la vida.

JOSE RAMON BUSTO SAIZ. CRISTOLOGIA PARA EMPEZAR
EDIT. SAL TERRAE COL. ALCANCE 43 SANTANDER, págs. 61-63


JESÚS, META DE LA HISTORIA
"El Señor es el fin de la historia humana, punto de convergencia hacia el cual tienden los deseos de la historia y de la civilización, centro de la humanidad, gozo del corazón humano y plenitud total de sus aspiraciones... Vivificados y reunidos en su Espíritu, caminamos como peregrinos hacia la consumación de la historia humana, la cual coincide plenamente con su amoroso designio: Restaurar en Cristo todo lo que hay en el cielo y en la tierra. (/Ef/01/10). He aquí que dice el Señor: Vengo presto, y conmigo mi recompensa, para dar a cada uno según sus obras. Yo soy el alfa y la omega, el primero y el último, el principio y el fin (/Ap/22/12-13)". (_VAT-II.Gaudium et Spes, 45)




FE EN JESÚS

1. CREDO/LANZA-VASTO
Creemos y esperamos en Jesús de Nazaret,
el hombre resucitado,
el hombre verdadero,
libre.
Predicador de la libertad,
liberador del mal y de la muerte.

El nos dijo que quien quiera
salvar la vida, la pierde:
que no temamos
a quienes sólo
pueden matar el cuerpo;
que valemos mucho más que los pájaros del campo,
a los que el Padre del cielo, del aire y del pan,
cada día alimenta;

En su nombre y con su fuerza
hablamos libremente
cuando nos preguntan en las comisarías,
en los tribunales;
cuando nos denuncian por la espalda y por dinero.

Por él sabemos
que el mayor de entre nosotros
debe hacerse el menor,
y el que manda
lo mismo que el que sirve.

Creemos en Jesús, hombre sereno,
paciente, entregado, disponible,
valiente y audaz,
que limpia a los enfermos de sus males,
del odio a los oscuros enemigos,
a los judíos del peso plomizo de la Ley,
y a todos de un dios que no sea Padre.

Haced obras de paz,
y dejaos perseguir por la justicia.
Entrad así hoy en el Reino de los Cielos.
Lanza-DEL-Vasto
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2. J/ABISMO-LUZ
«¿Y Cristo?». Kafka bajó la cabeza y contestó: «Es un abismo lleno de luz. Hay que cerrar los ojos para no despeñarse».
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3. ARBELOA

Pero aquel Cristo a quien dije Sí,
porque le oí, muy dentro, que insistente me llamaba,
aquél, que me invitó a seguirle a donde fuera,
aquél, que me sedujo locamente,
por quien dejé mis redes soñadoras,
es hoy también el mismo en el que creo,
el mismo en quien confío y a quien sigo,
a pesar de mil dudas y quebrantos,
de cansancios oscuros,
tropiezos y reservas.

Creo en Jesús, mi impulso y mi destino,
mi punto de partida, mi horizonte,
mi sueño y mi término seguro.

Nadie como tú me ha convencido.
Nadie como tú marcó mi vida:
ni héroe, ni sabio,
ni líder, ni poeta.

Ni libros ni teatros,
ni historias ni películas
ni crisis ni aventuras,
ni viajes ni retornos,
ni gritos ni blasfemias,
ni horrores ni desgracias,
ni chistes ni sarcasmos,
ni burlas ni silencios,
ni luces ni luceros,
ni gozos ni delirios
me apartaron de ti.

A ti me arrimo.
Te conozco.
Te quiero y necesito.
Te espero y acompaño.
De ti me fío.
A ti me entrego.
Y me unges de nuevo
la vida con tu gracia.
V. M. ·Arbeloa