JESÚS MESÍAS
MESIANISMO:
Jesús empezó su predicación anunciando que El era el Mesías
prometido: venía del desierto, de las tentaciones del demonio y de
la lucha victoriosa contra ellas; enseñaba "impulsado por el Espíritu
Santo"; era alabado por todos. El sábado entró en la sinagoga,
según su costumbre: "Le entregaron un libro del profeta Isaías y,
desenrollándolo, dio con el pasaje donde está escrito: "El Espíritu
Santo está sobre mí, porque me ungió para evangelizar a los
pobres; me envió a predicar a los cautivos la libertad; a los ciegos,
la recuperación do la vista; para poner en libertad a los oprimidos;
para anunciar un año de gracia del Señor." Y enrollando el libro se
lo devolvió al servidor y se sentó. Los ojos de cuantos había en la
sinagoga estaban fijos en El. Comenzó a decirles: "Hoy se cumple
esta escritura que acabáis de oír" (/Lc/04/14-21; Mt/13/53-58;
Lc/01-6; cfr. Is. 61, 1-2). Ha llegado el tiempo de alegrarse como en
un día de bodas (Mc. 2, 18-19). De los que pudieron ver aquel día
se dice: "Dichosos los ojos que ven lo que vosotros véis, porque Yo
os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros
véis, y no lo vieron, y oír lo que oís, y no lo oyeron" (Lc. 10, 23-24;
cfr. Mt. 13, 16-17).
Pero ocurrió lo admirable: había llegado la hora esperada por los
siglos; los oyentes de Cristo, sin embargo, no le entendieron.
Tenían del Mesías una imagen distinta de la que veían en Jesús, A
consecuencia del sometimiento secular por distintos estados
extranjeros, la mayoría de los judíos habían situado su esperanza
mesiánica en el plano político. Se esperaba del Mesías la liberación
del dominio de Roma (Mc. 12, 13-17). Cristo defraudó esta
esperanza de sus contemporáneos. Prometía y traía libertad, pero
no de la esclavitud política y externa, sino del pecado, que es una
esclavitud mucho más fuerte y profunda (Mt. 6, 13; Mc. 1, 15; lo. 8,
33-37).
La masa del pueblo no llegó a entender así el mesianismo. Los
fariseos rechazaron el mesianismo, de forma que Cristo no pudo
hablar con ellos más que discutiendo. Valiéndose de una astuta
propaganda política impulsaron a las masas contra Jesús. Estaban
tan convencidos de ser los elegidos, por pertenecer a la estirpe de
Abrahám, que la sospecha de que tuvieran necesidad de ser
liberados de la esclavitud del pecado les parecía una argucia
satánica (lo. 8, 48). Eran prisioneros de sus ideas naturales y
políticas. Hasta a los mismos discípulos fieles a Jesús les fue difícil
entender su mesianismo espiritual, invisible y apolítico. Se confiesan
a El cuando vuelven desde Betsaida hacia la región de Cesárea de
Filipo, y Jesús les preguntó: "¿Quién dicen los hombres que soy
yo? Ellos le respondieron, diciendo: Unos, que Juan Bautista; otros,
que Elías, y otros, que uno de los profetas. El les preguntó: Y
vosotros, ¿quién decís que soy? Respondiendo Pedro, le dijo: Tú
eres el Cristo" (Mc. 8, 27-30; cfr. Mt. 16, 13-16).
Pero, poco después, Jesús tuvo que decirles otra vez que sus
esperanzas mesiánicas eran falsas, ya que estaban pensando en
un poderoso reino de este mundo en el que querían tener los
primeros puestos. (Mc. 10, 35-45). Como las esperanzas
mesiánicas se habían deslizado totalmente hacia lo político, Cristo
no podía hablar claramente de su misión de Mesías "sin dar ocasión
a una falsa interpretación no religiosa y al peligro de provocar un
movimiento político o un ataque contra los romanos" (J. Schmid,
Das Evangelium nach Marklls, 1938, 104-107). Por eso manda
callar a los que conocían su dignidad de Mesías (Mc. 1, 24-25, 34,
44-45; 3, 11-12 5, 43- 7, 35-36; 8, 29-30; 9, 9 y textos paralelos) y
se llama a Sí mismo Hijo del Hombre en vez de Mesías.
TEOLOGIA DOGMATICA III
DIOS REDENTOR
RIALP. MADRID 1959.Pág. 244 s.