POR QUÉ SE HABLA HOY TANTO DE LOS ÁNGELES?


GIANDOMENICO MUCCI, S.J.

 

Quienes leen habitualmente diarios y revistas comprobarán con sorpresa que los ángeles han regresado a la ciudad. La sorpresa se debe al hecho de que el interés en los ángeles no ha renacido en la ciudad preindustrial, sino en la tecnópoli de fin de siglo, en esta ciudad que Georg Heym (1887-1912), uno de los primeros expresionistas alemanes, ya había visualizado como un “inmenso mar de cemento” donde se divisan “como faroles nocturnos las grandes chimeneas[1]“; una ciudad petrificada, inmóvil, amenazante, una fría inmovilidad no resuelta[2]. Al interior de sus muros vive una humanidad al parecer más bien indiferente en cuanto a su propia salvación sobrenatural. Hace muchos años, al respecto Charles Moeller se refería a “la insularidad de la Iglesia en un mundo pluralista[3]” y a “esos nuevos diezmos de humanidad que salen de las fábricas y oficinas, corriendo y precipitándose por los corredores y compartimientos de la ciudad, con el cuerpo cansado y el alma vacía[4]”. En los países occidentales se encuentra una humanidad harta de bienes materiales, escéptica y desilusionada de los grandes proyectos filosóficos y políticos, que reacciona huyendo hacia las aberraciones del esoterismo, la magia y el satanismo, con escasa sensibilidad ante las múltiples formas de evangelización. Sin embargo, ¡en esta tecnópoli han regresado los ángeles!

El revival
No nos detengamos en las crónicas que entregan noticias risibles a los lectores. Es el caso del “erudito” alemán, que en una isla siberiana en pleno Océano Glacial Ártico se empeña en fotografiar unos ángeles aparecidos en el lugar, que él ha “visto”, pero en la película sólo queda registrado el desolado paisaje polar[5]. Es el caso de los fundadores de la Asociación Romana, promotora de cursos y seminarios para aprender no sólo a comunicarse con los ángeles, sino también a reconocer su lengua[6]. Es el caso de Dacia Maraini, que escucha el ruido de pasos del ángel; de Giuseppe Conte, que encuentra sus plumas esparcidas por su casa; de Ornella Vanoni, que lo ve “como un muchachito de once años”; de otras personas, a las cuales se presenta con una sencilla túnica blanca, un halo dorado, una transparencia de arcoiris o incluso, en Estados Unidos, en blue jeans[7]. Se trata ciertamente de fantasías, proyecciones síquicas, restos de sugestiones mentales infantiles o incluso efectos de la gran tradición pictórica cristiana.
En todo caso, es un hecho el revival de los ángeles en Estados Unidos, Gran Bretaña, Suiza y Holanda, sobre todo del ángel de la guarda, a partir de 1990, y han surgido centenares de clubes de fieles, librerías especializadas y negocios para coleccionistas de artículos de tipo “angelical”: videos, catálogos para compras por correspondencia, reproducciones de cuadros célebres, estatuillas, corbatas, aros, T-shirt. Los ángeles están de moda.
Italia no ha quedado atrás. “Si bien a fines de los años 80 un sondeo aseguraba que únicamente el 8 por ciento de los italianos creía “aún” en los guardianes celestiales y apenas el 2 por ciento invocaba su protección, en la actualidad habría que revisar estos porcentajes. Las tendencias cambian como los vientos. Así, en los estantes de las librerías han aparecido entretanto (y con éxito) decenas de volúmenes adornados con nubecillas y mullidos como almohadones, por no mencionar la investigaciones, las canciones, las películas inspiradas en las huestes celestiales y los avisos de la televisión, que la publicidad literalmente ha recogido “al vuelo”. El tema tampoco ha quedado fuera de los círculos intelectuales, despertando el interés de filósofos como Massimo Cacciari, que han dedicado estudios al Ángel necesario[8]“.
Los ángeles han tenido éxito, sobre todo en la cinematografía, “desde el dulcísimo Pibe de Charlie Chaplin o el Angel de Ernst Lubitsch (1937), tan carnal como para ser nada menos que Marlene Dietrich, hasta Casiel y Damiel, los ángeles materializados por el director alemán Wim Wenders en el Cielo sopra Berlino (Cielo sobre Berlín) (1987) y en Così Lontano, così vicino (Tan lejos, tan cerca) (1993), e incluso los Angels (1995) de los estudios de Walt Disney. Curiosamente, si hojeáramos un diccionario del cine, nos impresionaría el revoloteo de tantos ángeles en los títulos de las películas. Encontramos el ángel de la guarda y el ángelus novus, los angelitos negros, dos “ángeles negros”, cuatro “ángeles blancos”, tres “ángeles perdidos”, dos “ángeles azules” y una serie enorme, que incluye el ángel rubio, sucio y con el rostro sucio, escarlata, abandonado, desencadenado, exterminador, caído e incluso killer y ebrio. Encontramos el ángel en la tierra, hay dos “sin paraíso” y uno “sin cielo”, el ángel con las manos vendadas, el ángel en la barra o en nuestra mesa, con pistola, en el exilio, en medio de la multitud, sin felicidad, en lucha con Satanás o el demonio e incluso un ángel para Ribot y uno descendiendo en Brooklyn[9]“.
Y con Brooklyn nos encontramos nuevamente en Estados Unidos. El observador italiano advierte con parpadeante humorismo que “en este momento (los ángeles) eligen preferentemente Norteamérica, tal vez para seguir demostrando que la vida en los States sigue siendo de todas maneras maravillosa, a pesar del hecho que este esplendor sea diariamente obscurecido y acechado por legiones de demonios anidados en todas partes, por los bombed quarters de la ciudad, teatro de degradación común, en las discotecas, donde en la suciedad reina el crack, en las sedes secretas de los miles de sectas siniestras. El optimismo del Gran País es bien visto en las esferas angelicales y corresponde darle una mano”. En realidad, “de costa a costa, a lo ancho y a lo largo del país hay un gran deseo en las personas de ser consoladas y tranquilizadas. Sin los ángeles, el cielo está desesperadamente vacío sobre Nueva York, Toronto y los pueblos de Montana y Dakota[10]“.

Las razones del fenómeno
¿Cuánto tiene de New Age este revival de los ángeles? ¿En qué medida obedece a cierto gnosticismo oculto, que propone un cristianismo reducido únicamente a la dimensión espiritual? Ravasi ha hablado del gusto por lo esotérico y lo exótico, que “arrastra consigo el desorden mítico-místico del New Age, el folklore nacional-popular y la magia, precipitándose con rapidez del cenit angelical al nadir demoníaco. La misma bibliografía angelical, que ha llegado a ser abundante en estos años, incluye decenas de títulos, rara vez dotados de rigor y valor teológico”. Y advierte: “Es fácil llenar el cielo de deliciosos angelillos, y aún más fácil juguetear con las “misteriosas presencias” y espiritualmente con una mezcolanza de misticismos. Es peligroso internarse en el mundo angelical con tentativas esotérico-mágicas porque en el peor de los casos se cae en la idolatría cuando no en la estupidez propia de la ingenuidad supersticiosa. El ángel es señal del único ser al cual debemos adorar: Dios[11]“.
En todo caso, una vez advertidos los riesgos y peligros, entre las causas o condicionamientos probables del fenómeno no podemos excluir perentoriamente la soledad en la cual precipita la tecnópoli a tantos náufragos de la vida, que se aferran a una luz de esperanza y la encuentran, con Ungaretti, ahí “donde el vivir es calma, y sin muerte[12]“. Tal vez el éxito alcanzado en estos años por los ángeles está indicando esta confusa aspiración que es por lo demás, como muy bien lo ha dicho recientemente Giorgio Rumi, la aspiración de salvación de quien se siente oprimido por la soberbia tecnológica y la insignificancia existencial. “Es un Dios en gran medida desconocido aquel que se busca a tientas, tal vez en un relajado panteísmo o en sucedáneos éticos y sapienciales[13]“. Y aquí el discurso sobre las causas del revival de los ángeles encuentra un punto de contacto con el discurso sobre las causas del revival mágico-ocultista, punto de contacto vinculado obviamente con el estudio de las causas extrínsecas de los respectivos fenómenos y no con su objeto específico. En efecto, no puede existir punto de contacto alguno entre la realidad angelical y la realidad demonológica en sí mismas, pero es posible que una misma cultura determine el interés actual por una u otra o influya en dicho interés. Por consiguiente, no nos parece fuera de lugar citar, como explicación del revival de los ángeles, el texto con el cual el Obispado toscano explica la gran actividad mágico-ocultista de nuestra época, en la cual estamos presenciando en Occidente un desarrollo sumamente rico del pensamiento científico (Ver HUMANITAS N° 9, enero-marzo 1998, pág. 76).
“El crecimiento del fenómeno puede asociarse, al menos en términos generales, con instancias existenciales, tales como la necesidad de concepciones totalizadoras de la vida que puedan dar cuenta del misterio que la envuelve, la necesidad de liberación del dolor, el mal y el miedo a la muerte, la búsqueda de elementos de apoyo que permitan superar situaciones de aflicción y temor, las incertidumbres ante el futuro y la necesidad de puntos de referencia, sobre todo con posterioridad a la caída del mito iluminista del progreso y el fracaso de las ideologías populistas y burguesas. Son instancias reales y dramáticas, que llevan a algunas personas a optar por un atajo consistente en volverse hacia formas o personas que se presentan con la apariencia de lo “sobrenatural”, esperando de éstas la solución a las interrogantes y dificultades del presente. En esta dirección apunta la confusa búsqueda de “hechos extraordinarios y milagrosos”, fácil de detectar incluso en el ambiente cristiano, búsqueda fundada a veces en un falso misticismo o en fenómenos de “revelaciones privadas” y otras veces apoyada sin más en referencias demonológicas, sin comprobación razonable alguna y al margen de una auténtica madurez en la fe[14]“.

La doctrina de la Iglesia
El fenómeno del cual estamos hablando nos presenta una oportunidad de meditar nuevamente sobre la doctrina de los ángeles de la Iglesia, meditación necesaria incluso para los católicos más fieles, bombardeados como estamos por gran cantidad de escritos y espectáculos banales, que en algunos casos suelen poner en peligro la pureza y sobriedad de la fe. La exposición más reciente de esa doctrina por parte del Magisterio se encuentra en el Catecismo de la Iglesia Católica (nn.325-336), texto del cual la recogemos, sintetizándola y omitiendo las numerosas citas bíblicas y patrísticas. El centro de la angelología de la Iglesia es el único Dios creador, y con Él, enviado por Él como el Magisterio se encuentra el mediador de salvación, Cristo Nuestro Señor. De acuerdo a la fe de la Iglesia, definida en el Concilio Ecuménico Lateranense IV, Dios creó a partir de la nada dos órdenes de criaturas -el espiritual y el material-, es decir, los ángeles y el mundo terrenal, y luego creó al hombre, casi partícipe de ambos órdenes por cuanto está compuesto de alma y cuerpo. Por consiguiente, la existencia de los ángeles es una verdad propia del patrimonio de la fe.
Los ángeles son seres espirituales, incorpóreos, dotados de inteligencia y voluntad. Son criaturas personales e inmortales, que superan en perfección a toda criatura visible. Son servidores y mensajeros de Dios, “poderosos ejecutores de sus órdenes, prontos a la voz de su palabra (Sal103, 20). Creados por medio de Cristo y en consideración al mismo, son mensajeros de su designio de salvación, cuya realización anuncian, encontrándose al servicio de la misma. En la Sagrada Escritura existen numerosos testimonios de este servicio de los ángeles a lo largo de toda la historia de la salvación, que han prestado al mismo Verbo encarnado, desde la Encarnación hasta la Ascensión, y prestarán el día del juicio universal.
La Iglesia se une con los ángeles para adorar al Dios Uno y Trino y celebra la divina liturgia invocando su asistencia y recordando en particular a algunos de ellos (Miguel, Gabriel, Rafael, los ángeles de la guarda). Ella cree en su poderosa y misteriosa ayuda. Desde el comienzo al fin, la vida humana goza de su protección e intercesión. Nos es grato señalar que la doctrina de la Iglesia sobre la relación existente entre los ángeles y cada una de las vidas humanas y cristianas se encuentra ejemplificada en la experiencia mística que han tenido muchos santos con los ángeles, destacando entre ellos santa Gemma Galgani (1878-1903) tanto por la simplicidad como por la profundidad[15]“.

“S'aperse in nuovi amor l'etterno amore”
(Se abrió en nuevos amores el eterno amor)
El Purgatorio y el Paraíso de Dante constituyen un maravilloso comentario sobre angelología, en el cual la verdad de la fe está revestida de belleza. A nadie debe sorprender el hecho de que un poeta sea citado como testimonio de la fe de la Iglesia y casi como una de las voces de su tradición histórica. Dante no es un poeta cualquiera dentro de esta tradición. No es producto del azar que entre todos los artistas del mundo de todos los tiempos el Magisterio haya dedicado una encíclica completa únicamente a su memoria[16], para hacer recordar a toda la Iglesia al genio que concibió la Comedia inspirado en las verdades reveladas, en la sabiduría cristiana y en el esplendor del arte. Con el poeta convive en su espíritu el hombre dotado de fe, que tuvo una penetración poco común del misterio cristiano y tal vez también una experiencia mística personal del Amor increado[17].
Los ángeles dantescos, creados en estado de perfección, ayudan a los hombres en la tierra y contribuyen a su bienaventuranza en el cielo. En el Purgatorio, reino de los sentimientos apacibles y los afectos amables, mundo de la concordia donde los versos “se vuelen milagrosamente ligeros y estáticos” y las criaturas brillan con “un candor castísimo y risueñamente giottesco[18]“, cada uno de los ángeles está ocupado en su propia función, representado en forma virginal, como una anticipación de la bienaventuranza perfecta, en una visión musical. Son discretos, silenciosos y elegantes, y si hablan, su voz es alegre[19]“.
En el Paraíso, se describe la creación de los ángeles en el empíreo, en un estado de absoluta bondad moral, cuando aún no había comenzado el tiempo, que tuvo su inicio entonces con la creación simultánea del mundo material. Dios los creó para el amor puro. Él no tenía necesidad alguna de incrementar su bienestar y los creó espontáneamente para hacer felices a otros seres con su alegría, es decir, con su existencia.
En Dios, el Ser es Amor que crea. Y la alegría trinitaria arrebató y fijó la naturaleza angelical en la eterna contemplación:
En las dos últimas cántigas de la Comedia, tiene especial brillo la verdad de los ángeles como mensajeros de la voluntad divina. Estas criaturas, que en Dios encuentran su bien supremo y definitivo, están dispuestas a propagar su bondad en la tierra y de alguna manera son solidarias con la vida del universo y los hombres. En su incesante visión beatífica, ejercen el ministerio de la gloria Dei. Así, la angelología se convierte en revelación del sentido más íntimo de la vida cristiana. Imitando a los ángeles, el cristiano también es llamado a partir de su bautismo a una contemplación y satisfacción cada vez más profunda ante la belleza divina que resplandece en el rostro de Cristo, y mientras. más se interne en el dinamismo del amor divino, superando una y otra vez todo tipo de idolatría, más deseará que la imagen y el culto de Dios resplandezcan plenamente en la tierra. No han faltado aquellos teólogos que aun cuando tienen muy presente la diferencia entre la naturaleza angelical y la naturaleza humana, han visto en los ángeles una forma de ejemplificación del comportamiento del cristiano[20]. Damos la bienvenida al revival de los ángeles si a pesar de todas las tonterías que lo acompañan, puede constituir una ocasión para renovar, con la justa doctrina angelológica, pensamientos y propósitos de vida cristiana seria.
















[1] G.HEYM, Umbra vitae, Turín, Einaudi, 1970, 27-29. Textos citados: Berlín I (Dem Reisensteinmeer zu) y Berlin II (In dem Idylle/sahn wir der Riesenschlote Nachtfanale).
[2] Cfr. P. CHIARINI, “Prefazione”, ivi,21.
[3] CH.MOELLER, L’uomo moderno di fronte alla salvezza, Turín, Borla, 1967, 22.
[4] Ivi, 19.
[5] Cfr A.VENTURINI, “Gli angeli esistono ma non si possono fotografiare” (Los ángeles existen, pero no se pueden fotografiar), en Corriere de la Sera, 5 de diciembre de 1995, 9.
[6] Cfr “Nota Associazione che aiuta a comunicare con l’angelo custode” (Conocida Asociación que ayuda a comunicarse con el ángel de la guarda), en Il Messaggero, 4 de enero de 1996, 27.
[7] Cfr M. BRUNELLI, “Angeli dalla faccia nota” (Ángeles de rostro conocido), en il Giornale, 19 de octubre de 1995, 14.
[8] R.BERETTA, “Angelo: il custode vola alto” (Ángel: el de la guarda vuela a gran altura” en Avvenire, 1° de abril de 1997, 17.
[9] G.RAVASI, “Tornano gli Angeli. Ma chi li conosce?” (Vueven los Ángeles. ¿Pero quién los conoce?), en Corriere della Sera, 28 de enero de 1996, 21.
[10] D.CARAFOLI, “Boy scout con le ali” (Boy scout con las alas), en il Giornale, 22 de marzo de 1995, 16.
[11] G:RAVASI, “Tornano gli Angeli. Ma chi li conosce?” (Vuelven los Ángeles. ¿Pero quién los conoce?), cit.
[12] G:UNGARETTI, “Gridasti: Soffoco” (Gritaste: Opresión), en L.PICCIONI (ed.), Per conoscere Ungaretti, Milán, Mondadori, 1971, 191.
[13] G.RUNI, “La lunga navigazione del Novecento in alcune parole-chiave” (La larga navegación del siglo XX en algunas palabras claves), en Oss.Rom., 17 de mayo de 1998, 3.
[14] CONFERENZA EPISCOPALE TOSCANA, Nota pastorale a proposito di magia e di demonologia, HUMANITAS N°9, págs. 76-97.
[15] Cfr T.P.ZECAA, Così lontani così vicini. Gli angeli nella vita e negli scritti di Gemma Galgani, Milán, Paoline, 1998.
[16] BENEDICTO XV, Carta enc. In praeclara summorum (30 de agosto de 1921). Cfr Civ.Catt.1921 II 289-301. El documento celebra el sexto centenario de la muerte de Dante.
[17] Cfr F.VANDERBROUCKE, La spiritualità del Medioevo (XII-XVI secolo). Nuovi ambienti e problemi, Bolonia, Ed. Dehoniane, 1991-200-209; M.Petrocchi, Storia della spiritualità italiana, vol.I. Roma, Storia e Letteratura, 1978, 82-85.
[18] C.ANGELINI, “Temi e motivi nella poesia del Purgatorio” (Temas y motivos en la poesía del Purgatorio”, en ID., Vivere coi poeti, Milán, Fabbri, 1956, 105.
[19] Cfr ivi, 103s.
[20] Cfr M.FLICK – Z.ALSZEGHY, Il Creatore. L’inizio della salvezza, Florencia, LEF, 1964, 647-649; 725-731.