Por GERARD J. M. VAN DEN AARDWEG
Gerard J. M. van den Aardweg es un acreditado
psicólogo holandés, catedrático desde hace más de treinta años, casado, padre de
siete hijos, que ha dictado cursos en Estados Unidos, Canadá y Brasil. Autor de
numerosos libros, ensayos y artículos sobre la homosexualidad, aborda en este
artículo las causas y las posibles soluciones de una de la variantes de la
homosexualidad.
Homosexualidad es la atracción sexual hacia personas del propio sexo. En
cromosomas, hormonas sexuales y constitución física los homosexuales son
normales. Hubo un tiempo, el de Freud, en que se pensó que se debía a factores
hereditarios, pero esta hipótesis hoy ha sido científicamente desechada. Los
homosexuales son biológicamente normales, lo que no es normal es el ejercicio de
la homosexualidad. Es de advertir que el homosexual tiene instintos
heterosexuales; lo que ocurre es que se le bloquean por alguna razón, que puede
ser un complejo de inferioridad. Quienes de verdad se empeñan en luchar contra
ese complejo, aun en casos de transexualidad, en uno o dos años acaban con sus
obsesiones. Para dar la impresión de normalidad, hay quien asegura que quizá uno
de cada cinco hombres tiene «tendencias» homosexuales, pero las estadísticas lo
desmienten y ponen de manifiesto que en realidad no pasan de un uno o dos por
ciento.
El movimiento mundial para la emancipación de los homosexuales trata de eludir
cuestiones fundamentales, se sirve de medias verdades y de falsedades totales y
maneja el concepto de discriminación para suscitar compasión. Hace del
homosexual una víctima.
UNA CAUSA: LA FALTA DE MADUREZ
En la pubertad, puede tratarse de un fenómeno transitorio. Hay casos en que la
homosexualidad arraiga en los primeros años de juventud. Este hecho ha llevado a
algunos a pensar que no tiene sentido procurar desarraigarla. La teoría más en
boga es que la homosexualidad se basa en una perturbación del llamado «sentido
de identidad sexual». La realidad demuestra que los homosexuales están afectados
no sólo en su faceta sexual, sino en todo su mundo emotivo. Su vida emotiva
coincide mucho, por ejemplo, con la de tipo ansioso, compulsivo o depresivo,
caracterizada por depresiones, nerviosismo, problemas relacionales y
psicosomáticos. No son capaces, en determinados aspectos de su vida emotiva, de
madurar y de ser adultos y, pese a querer aparentar jovialidad y alegría no son
felices interiormente. La causa no está en la discriminación de la que se quiere
acusar a la sociedad que les haría «víctimas» de ella, sino en fuerzas que
actúan en el interior mismo de los interesados (...)
¿SE PUEDE CURAR LA HOMOSEXUALIDAD?
Mucha gente no sabe que la génesis psíquica de esta condición sexual carece en
absoluto de misterio y que su terapia es posible. El método que he utilizado
consta de dos partes: la primera consiste en hacer adquirir al interesado una
visión clara de la propia identidad y de su propio mundo afectivo; la segunda,
en afrontar esa situación. Llevamos a las personas a reírse de sí mismas (el
humorismo puede ser muy saludable) y a la adquisición de hábitos positivos:
valentía, honestidad consigo mismo, autodisciplina, capacidad de amar a los
demás; así, hasta lograr que el homosexual pierda sus hábitos neuroinfantiles.
Es esencial neutralizar la autoconmiseración crónica. Es obligado decir que:
- En un treinta por ciento de los casos, la curación es completa: acaban
desarrollando actitudes y hábitos sexuales normales y afectivos y una vida
emotiva adulta. Por supuesto, una curación sólo sexual no sería una curación
completa.
- Otro treinta por ciento de personas cambia más o menos gradualmente, pierde
sus obsesiones homosexuales y asume una actitud emotiva nueva, aunque no lo
suficiente para poder hablar de curación completa.
- Hay otros que progresan con extremada lentitud por su estado neurótico grave,
pero también éstos, si son ayudados por una asistencia y un tratamiento
constructivos, adquieren fuerza y coraje y poco a poco van perdiendo sus
depresiones, nerviosismos y ansiedades.
RESPONSABILIDAD DE LOS EDUCADORES
Los complejos homosexuales se pueden evitar educando a un muchacho como muchacho
y a una chica como tales. No se pueden intercambiar y mezclar las cosas. Una
total identificación, la total identidad de roles que quiere cierto feminismo
exacerbado es absurda. Los sacerdotes y educadores tienen un papel
importantísimo cuando aportan al crecimiento psicológico una contribución mucho
mayor de la que a veces son conscientes. Cuidado con creer que todo «amor» es
bueno; hay formas de amor compasivas y neuróticas que revelan una personalidad
dividida en sí misma y que necesitan una guía moral firme y segura. Los
pacientes que viven su fe de manera positiva tienen las mayores esperanzas de un
cambio radical en su homosexualidad: ésta es mi experiencia de años.
El problema de la homosexualidad es presentado en una injustificada atmósfera de
fatalismo. La homosexualidad sigue siendo vista por la mayoría de la gente a la
luz de prejuicios e ideas preconcebidas, infundadas y superadas de las que, por
desgracia, no están ausentes profesionales (médicos, sociólogos, psicólogos,
sacerdotes, periodistas). Si a ello añadimos la falta de puesta al día de la
Psiquiatría y de la Psicología, se crea una situación de la que se aprovecha la
estrategia de la emancipación de homosexuales militantes, flanqueada por el «establishment
progre» occidental que pretende hacer creer que la homosexualidad es una
variante normal de la sexualidad humana, que homosexual se nace y que no se
puede cambiar. A todos ellos no les vendría mal una mejor información.
LA FALACIA DE LA RESIGNAClÓN
Los responsables mejoran poco a poco las situaciones concretas. Hay directores
espirituales que animan correctamente a los homosexuales a vivir la castidad y
el dominio de sí mismos, pero de hecho consideran que es imposible
desarraigarla. Es muy equivocada la actitud de no pocos hombres de Iglesia que,
de buena fe, pero víctimas probablemente de la escasa difusión de las
experiencias terapéuticas, consideran que el mejor modo de ayudar a los
homosexuales es enseñarles la resignación y la aceptación del sacrificio que
supone su situación, en lugar de animarles y ayudarles a salir de ella, con
paciencia y perseverancia.
Además de ignorancia, demuestran ingenuidad, ya que es dificilísimo, por no
decir imposible, convivir con las propias tendencias homosexuales sin dejarse
arrastrar por ellas. El camino de la curación de los homosexuales no pasa por la
compasión y mucho menos por la aceptación de su situación como «normal». Es
impresionante y doloroso constatar cuántos médicos, terapeutas, sacerdotes,
psicólogos ignoran el deseo de cambiar que tienen muchas personas con tendencias
homosexuales. La afectividad desviada no es más que un aspecto de una
personalidad inmadura. La terapia debe apuntar a enseñar al paciente a reconocer
y combatir toda una gama de expresiones de ego-centrismo infantil, de temores,
complejos de inferioridad, reacciones consolatorias, afectaciones y
autocompasiones. En la esfera afectiva crecemos cuanto mayor es la confianza en
nosotros mismos como hombres o como mujeres con plenitud y felicidad. Un
psiquiatra holandés que militaba en el movimiento de emancipación homosexual
cuenta la curación de una lesbiana gracias a un sacerdote dotado de buen sentido
psicológico, que le dijo: «¡Si es que tú te has quedado en cuando eras una niña
... ! ». Su proceso de cambio duró un tiempo, pero acabó reconociendo ante el
psiquiatra que su problema había desaparecido «como una pierna amputada, que no
vuelve».
(Publicado en Mundo Cristiano)