PSICOLOGÍA INFANTIL Y CONFESIÓN


Juan J. Grinda*
en FE Y REALIDADES HUMANAS


Se suele oír que la ciencia psicológica moderna desaconseja la 
Confesión de los niños porque se traumatizan. El Magisterio de la 
Iglesia anima, sin embargo, a ello. ¿Estarán en contra la ciencia 
psicológica moderna y el Magisterio de la Iglesia? Algunos, 
excesivamente asustadizos, se inhiben y los que pagan los platos 
rotos son los niños que se quedan sin confesar por aquello del 
trauma. A los timoratos les puede interesar el último grito en 
Psicología: el descubrimiento de Massachusetts.

El descubrimiento

Quizá sea terrible para aquellos que apoyados en la Psicología y 
dejando de lado, aunque sea de momento, el Magisterio de la Iglesia, 
retrasan o suprimen la Confesión de los niños. Ahora resulta -la 
ciencia psicológica avanza- que familiarizar a los niños con el 
confesionario, a partir de los 5 años es algo sanísimo. Este cambio de 
mentalidad -verdaderamente revolucionario-, se puede apoyar, 
aunque no hiciera falta, en el descubrimiento de Massachusetts. 
Consiste en lo siguiente: a partir de los 5 años, a los niños, les 
encanta que se les hable bajito. Los investigadores, con muchas 
palabras excelentes describen al niño de 5 años -si sintetizamos para 
facilitar la comprensión-, como un «trasto». Y el niño de 5 años es, 
lógicamente, día tras día, gritado y abroncado por sus padres, 
parientes y vecinos. El niño de 5 años anhela palabras bajistas. Si no 
las escucha -como por ejemplo en el confesonario-, quizá, el día de 
mañana, será un neurótico notable.

He comprobado personalmente ese descubrimiento. Se me acercó 
una niña de 5 años. No venía por supuesto a confesarse, sino «a 
hablar». Primero llegó cautelosa, luego entabló animada 
conversación. No debería estar al tanto, porque evidentemente era 
una chica moderna, de aquellas antiguas teorías sobre el 
confesionario como algo terrible y traumatizante. Pertenecía ya, por lo 
visto, a la nueva generación de Massachusetts. Me dio la impresión de 
que incluso le gustaba hasta la «casita» y mucho más con alguien 
dentro. Y por supuesto, lo que más la entusiasma, ahora que viene a 
charlar amistosamente con frecuencia, es la rejilla. La encanta hablar 
por la rejilla. Y, como debe sentir esa necesidad de la que hablan los 
psicólogos de Massachusetts, le dice a su madre: «Vamos a 
confesar». (Verdaderamente revolucionario). Deben tener razón los 
psicólogos, porque después de charlar se la ve -incluso- más 
animada. Eso sí; quizá traumatice al sufrido sacristán que la ve, 
temeroso, saltar y brincar. No parece muy ardua la tarea de 
prepararla, en su día, para la primera Confesión.

Hay que estar al día

El niño de 5 años si es llevado a una iglesia por su madre no sufrirá 
ningún trauma. Al contrario. Irá recibiendo una educación en la fe 
verdaderamente viva: ¡Que cosas más grandes debe haber aquí para 
que hasta mi madre me hable bajito!, pensará asombrado.

Puestos a quitar factores traumáticos: que se supriman las 
peluquerías, las clínicas dentales o incluso, si no están al día, los 
gabinetes psicológicos, ¡pero los confesionarios...! si son casi la única 
tabla de salvación y de esperanza para unos niños que esperan 
anhelantes unas palabras bajistas... y el perdón de sus pecados, en 
su caso, pequeños niños son pequeños pero no tontos. Los niños 
están deseando contarles a alguien, que sobre todo no hable mucho 
ni grite, las cosas emocionantes que les pasan. «Y entonces, yo le 
aticé a Emilín y Emilín que es un... vino a protestar llorando con su 
padre y entonces yo, que aquella noche había soñado...». No tienen 
ninguna dificultad con la especie y no digamos con el número: «He 
pegado a mi hermano el pequeño, a mi hermana, a Federico. He 
desobedecido a mi padre, a mi madre, a la abuela, a mi tía...». Nada. 
No se traumatizan. Y tienen una idea bastante clara, de lo que está 
bien y lo que está mal. Y si no la tienen se le aclara con cariño. Menos 
mal que ahora, incluso en Massachusetts, se han dado cuenta de algo 
que la Iglesia Católica viene diciendo desde hace XX siglos, porque 
defiende a los niños como Jesucristo.
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J.J. Grinda, desde 1961 ejerció la medicina (Psiquiatría) hasta 1971 
que se ordenó Sacerdote, desde entonces ejerce su ministerio en las 
Islas Canarias - España