LAS CONSTELACIONES DE LOS JÓVENES
Síntomas, oportunidades, eclipses
Joaquín García Roca
A modo de intención
I. Sendas cortadas
II. Instantáneas de los jóvenes españoles
III. Las constelaciones socio culturales
1. La constelación del presente
2. La constelación del cuerpo
3. La constelación de la complejidad
4. La constelación de la identidad abierta
5. La constelación politeísta
IV. Epílogo para educadores
Bibliografía
Cuestionario para el diálogo
El presente Cuaderno recoge las ideas principales del Seminario
que su autor tuvo en Cristianisme i Justícia durante el curso 1992
1993. Joaquín García Roca es sacerdote de la diócesis de Valencia,
sociólogo, miembro del área teológica de Cristianisme i Justícia.
* * * * *
A MODO DE INTENCIÓN
1. Visión general
La intención de este documento no es escribir una mera crónica de
la juventud, sino más bien mostrar su itinerario socio cultural. Dotarse
de una visión general sobre los cambios acontecidos en el universo
vital de la juventud es una tarea necesaria para cuantos se proponen
orientar los procesos sociales.
La abundancia de datos y sondeos que hablan de los jóvenes no
mejora necesariamente nuestro conocimiento acerca de ellos, sino
que más bien nos introduce en una especie de torbellino. Vivimos en
una sociedad rica en informaciones y pobre en interpretaciones.
Mientras se enfatiza más y más la mirada televisiva, se descuida la
reflexión: en definitiva, carecemos del silencio necesario para
orientarnos en medio de ese torbellino. Por ello, la presentación de
una visión general inteligible de la juventud puede aportar ciertas
ventajas en aras de adquirir esa difícil orientación, sobre todo en el
terreno de la labor educativa.
En primer lugar, una visión de ese tipo puede constituir una especie
de "sismógrafo" que permita identificar los movimientos profundos de
transformación en el ámbito de la juventud y diferenciarlos de las
pequeñas vibraciones o de los atascos pasajeros. Cuando se
confunde un terremoto con el paso de un tren, o una tormenta con un
chubasco, todos los esfuerzos resultan desproporcionados. Es
necesario saber discernir lo principal de lo secundario y advertir que
no todas las batallas educativas tienen el mismo valor. De este modo,
seremos capaces de diferenciar lo que es la fisonomía de nuestro
tiempo de lo que son sus patologías.
En segundo lugar, una visión general de la juventud puede permitir
una ruptura de fragmentaciones, así como una vinculación de ciertos
fenómenos de la vida de los jóvenes a realidades económicas y
sociales. Y, sobre todo, una visión de ese tipo posee una función
profundamente liberadora: el hecho de prescindir de ella constituye
un elemento esencial de las condiciones inhumanas. Así, Primo LEVY
ha señalado que un componente básico de la violencia en los campos
de concentración era la carencia de una visión general, el hecho de
no estar en condiciones de valorar la magnitud de aquella
aniquilación: después de un viaje agónico y tortuoso en vagones
sellados, los deportados no sabían adónde llegaban, ni conocían la
existencia de otros campos, aun cuando éstos estuviesen a pocos
kilómetros de distancia.
2. Dinamismos sociales
Nos proponemos percibir los dinamismos sociales que operan en
los mundos juveniles como nuevas oportunidades, asomar la cabeza
para ver hacia dónde soplan las fuerzas sociales, sin dejar por ello de
sumergirnos en la acción cotidiana. La intención básica de estas
páginas consistirá, por tanto, en construir algunas referencias que
ayuden a comprender los dinamismos socio culturales que sostienen
los modos de vida y las prácticas de los jóvenes actuales.
La percepción de los dinamismos sociales posee al menos dos
ventajas. La primera consiste en el hecho de saber hacia dónde hay
que remar. Es importante conocer la dirección y la velocidad del
viento para poder medir los esfuerzos necesarios, e incluso conviene
averiguar si para lograr algún propósito educativo podremos contar
con el viento a nuestro favor o si más bien deberemos remar contra
él. No todo merece el mismo esfuerzo ni todo justifica la misma
preocupación: las ansiedades educativas no son en general un buen
camino. La segunda ventaja no es otra que el hecho de poder captar
señales a distancia. La violencia de la agenda y el ritmo acelerado de
lo cotidiano impiden percibir con nitidez los dinamismos que subyacen
a los desvelos educativos. 3. Reciclar energías
Finalmente, queremos contribuir a reciclar las energías que se
consumen diariamente en el encuentro con los jóvenes en función de
un proyecto humanizador que resulte liberador para educadores y
educandos. El acto ético por antonomasia, y a la vez el acto de
cortesía para con el educando, consiste en recrear las energías que
se consumen diariamente en la actividad educativa. Así como el
náufrago necesita levantar la cabeza por encima de las olas para
detectar la fuerza del viento, y en consecuencia orientar sus esfuerzos
y reciclar su reducida energía, así también el educador precisa
convertir las fuerzas históricas en oportunidades educativas.
I. SENDAS CORTADAS
El barómetro juvenil marca siempre "variable". Por tanto, el mundo
de los jóvenes no puede ser expresado con imágenes estáticas ni
medido con instrumentos fijos. Cualquier aproximación a la juventud
como realidad estática está abocada al fracaso; no hay una condición
juvenil única, ni una realidad común para todos los jóvenes. La
realidad de los jóvenes no es homogénea ni uniforme, sino diversa y
plural. En vez de hablar de "juventud", deberíamos hablar de
"jóvenes", pues quien busca la juventud, acaba encontrando sólo
jóvenes. Todo lo que nos parece representativo de la juventud será
siempre negado por un grupo juvenil u otro. No existe "el joven como
es debido", ni a nivel sociológico ni a nivel cultural.
1. La imposible frontera
La comprensión de los jóvenes se hace más difícil cuando se quiere
acotar el campo, porque la línea fronteriza que marca el lugar en el
que se pasa del joven al adulto se sitúa en una zona de penumbra.
Como categoría de edad, es habitual entre los organismos
internacionales extender el campo juvenil desde los 15 años hasta los
24. Sin embargo, en la autoimpresión que la sociedad tiene de sí
misma, la convicción de que el paso del joven al adulto se produce
antes de los 29 años es algo más frecuente entre los jóvenes (de 18 a
29 años) que entre los mayores, quienes tienden a establecer ese
paso después de los 29 años.
Si la juventud es una condición, no bastan encuestas, sondeos o
estadísticas. Se requiere penetrar en los entresijos de la persona por
la vía de la observación y de la introspección. Nada le sucede a la
juventud que le sea extraño al adulto. De ahí que la juventud no
pueda ser considerada como una realidad objetiva a la que alguien
pueda enfrentarse externamente como espectador. Sólo se entiende
verdaderamente la juventud que uno mismo ha sabido detectar en su
propio interior; dejamos de ser niños y jóvenes, pero el niño o el joven
que hay en nosotros emitirá siempre señales de pervivencia.
2. Ni la adulación ni el desprecio
Ni la adulación ni el desprecio son caminos adecuados para
adentrarse en los mundos juveniles. La adulación sólo lleva a la
idolatría del joven; y el desprecio, a la frustración de los educadores.
Ambos son pésimos servicios a la juventud.
* La adulación nunca ha sido un buen camino de comprensión, ni
puede ser considerada como parte de la acción educativa. El primer
servicio educativo consiste en acabar con la seducción por lo joven
que caracteriza a los productos culturales de nuestro tiempo. La
sociedad ha convertido a la juventud en imagen de marca, en un
producto patentado, en una instancia inapelable. Ese sello se
encuentra en todo tipo de productos culturales: la moda, el consumo,
la sensibilidad..., hasta convertirse en un objeto de deseo.
Dietrich BONHOEFFER, en la enumeración de culpas que deberían
proclamar las iglesias, formulaba la siguiente: "haber llevado a cabo la
tentativa demasiado terrena de ir con la juventud, y de ese modo [...
llegar a una] autodivinización de la juventud". Por ello los cristianos
han sido incapaces de enfrentarse con el "desprecio en que se tiene
a los ancianos y con la divinización de la juventud por miedo a perder
la juventud y con ella el futuro, ¡como si la juventud fuera su futuro!"
(Ética, p. 79)
* Tampoco el desprecio es un camino educativo. Ni el catastrofismo
ni la amenaza apocalíptica son itinerarios de transformación. Hay un
discurso alarmista que estigmatiza la quiebra de los valores entre los
jóvenes a quienes se atribuye el aumento de la delincuencia, la
adicción a la droga, la violencia callejera... Están en sendas cortadas
aquellos educadores que, obsesionados por la degeneración moral y
por los peligros que la sociedad actual encierra para los jóvenes, se
desviven en requisitorias hacia ellos.
* Pero tampoco se puede entender a los jóvenes desde aquella
visión redentora que los considera un grupo a ser salvado, como si
sobre ellos pesara una mayor oscuridad que sobre el resto de la
sociedad: en realidad, los jóvenes no son más frágiles que otros
hombres, ni necesitan mayores apoyos. Más bien da la impresión de
todo lo contrario, ya que mientras los adultos parecen exiliados en la
actual sociedad, los jóvenes se sienten en su propia casa. Es
significativo observar que en las últimas encuestas los jóvenes
afirman sentirse más felices que sus padres, y sólo un 4% dice
sentirse menos feliz que ellos (CIRES, p. 785). No han vivido el
franquismo, apenas la transición, y consideran la democracia como
algo dado y natural. La cuestión no es, por tanto, "qué hacer por los
jóvenes", sino "qué hacer conjuntamente con ellos ante los problemas
que tenemos planteados". No deberíamos estar preocupados por los
jóvenes, sino con los jóvenes por los problemas que afectan a todos
los hombres.
II. INSTANTÁNEAS DE LOS JÓVENES ESPAÑOLES
Los ensayos de elaboración de una tipología de la juventud han
acompañado siempre a la reflexión sociológica. Aunque fuera con la
sensación de "pintar a brocha gorda" (que difumina -si no oculta- lo
que hay en cada uno de los colectivos delimitados), nunca se ha
renunciado del todo a construir al modo ideal típico aquellos rasgos
más sobresalientes que permiten singularizar a los jóvenes (ELZO, p.
219). El mérito indiscutible de tales ensayos se reducía a la
constatación de lo difícil que resulta intentar comprender a la juventud
como una realidad homogénea. En cambio, en el "debe" de tales
ensayos se encontraba la falsa convicción de que a los jóvenes se
puede llegar a través de caminos previamente señalizados, o con
esquemas preestablecidos. En cuanto realidad fugaz en continua
transición, el mundo de los jóvenes debe ser recorrido con escasas
tipologías, las mínimas para tener algún apoyo en el interior del
mosaico que componen los mundos juveniles.
Coexisten actualmente distintos esfuerzos por ordenar las
complejas realidades juveniles atendiendo a distintos factores. Ciertos
rasgos permiten singularizar a los jóvenes en razón de la década o de
otras consideraciones cronológicas. Las más recientes y acreditadas
investigaciones sobre los jóvenes españoles de la Fundación Santa
María percibieron una cierta coherencia sociológica entre ocho
grupos juveniles actuales, según el criterio de los estilos de vida y los
valores que los sustentan. (GONZÁLEZ BLASCO, ANDRÉS ORIZO,
MARTÍNEZ CORTÉS).
Tipos según los estilos de vida
Los jóvenes "logromotivados" (17%), partidarios del éxito como
camino de la máxima integración, inclinados más a estudiar y a
trabajar que a disfrutar de la vida, buscan conseguir objetivos
concretos y tangibles; valoran que haya normas y leyes en el juego
social, y que sean respetadas; son capaces de sacrificios para labrar
un porvenir estable; son reformistas dentro de un cierto progreso
social, nada utópicos; desean afirmarse individualmente, pero dentro
del sistema. Están localizados mayormente entre la población urbana,
de clase media, ingresos altos y alto nivel educativo.
Los jóvenes conformados (12%), partidarios de las normas y la
autoridad, adaptados al medio social, dóciles y disciplinados,
respetuosos con la tradición, buscan la comodidad de lo ya conocido;
poco imaginativos, encuentran en el trabajo el camino de su
integración social, acatan el orden y gustan de la estabilidad social.
Están localizados en ciudades pequeñas, clase media, estudios
universitarios, posición política de derechas, predominancia femenina
y con cierta práctica católica.
Los jóvenes segregacionistas (14%), partidarios de las élites
sociales, valoran lo jerárquico y estiman el dinero como medida de
cosas, personas y camino de éxito; desean poseer cosas. No son
partidarios de la igualdad de derechos; estarían por la violencia para
mantener su orden, desarrollan un pragmatismo egoísta; antiliberales
en todos los sentidos posibles, desarrollan reacciones defensivas que
les llevan a ser "ultras". Están localizados en la clase media urbana,
preferentemente baja, de extrema derecha en política, también hijos
de padres obreros con frustraciones profesionales y bajos ingresos
familiares, hijos de campesinos en contextos rurales poco
desarrollados, pero en contacto con la sociedad de consumo.
Predominantemente población masculina.
Los jóvenes pasivos (12%), partidarios de la acomodación y del no
compromiso, reacios a la lucha y a crear vinculaciones, no poseen
motivaciones de logro, ni están dispuestos a aplazar gratificaciones.
Se acomodan fácilmente a la situación, poco dados al mundo de las
ideas y nada utópicos; no destacan por sus sentimientos cooperativos
ni por sus prácticas solidarias, escasamente sensibles. Su
personalidad les lleva a buscar lo superficial y lo más inmediato. Se
localizan en la clase baja urbana, bajos ingresos familiares, recursos
no abundantes, nivel educativo bajo.
Los jóvenes cooperadores (10%), partidarios de la igualdad de
oportunidades, idealistas, dan más importancia al ser que al tener,
deseosos de desarrollar su personalidad. Preocupados por su futuro,
confían en el trabajo, con sentido del interés general y de la
solidaridad, dispuestos a la cooperación, disciplinados y aptos para
trabajar en equipo. Se localizan en la clase media y media alta,
habitan en núcleos urbanos, preferentemente grandes, nivel
educativo alto, buen porcentaje femenino.
Los jóvenes simbolistas (10%), partidarios de los negocios, les
atraen los empresarios, les interesa ser alguien incluso más que tener
cosas. Partidarios de la libertad individual, contra la disciplina y el
orden, no aceptan normas jerárquicas y desconfían de las
instituciones, desean arriesgarse y no eluden aventurarse. Poseen un
marcado sentido estético de la vida; más o menos ácratas y
libertarios, desconfían de la tecnología y de la utopía científica,
partidarios de una mayor libertad sexual, se preocupan por el
desarrollo de su personalidad. Están localizados en la clase media y
en la población urbana, nivel cultural alto, tanto mujeres como
varones, con tendencia a la izquierda.
Los jóvenes utilitaristas (12%), partidarios del individualismo y del
pragmatismo funcional, les importa lo útil y se relacionan con las
personas y las cosas por las funciones que pueden hacer. Enfatizan
el provecho personal, con una buena dosis de hedonismo;
funcionalistas y antiestetizantes, sin sentido del riesgo y de la
aventura, motivados para obtener cosas, creen en el mundo
tecnológico. Se localizan en la clase media y baja de carácter urbano,
hijos de padres obreros, nivel educativo no elevado, situación
económica ascendente.
Los jóvenes libredisfrutadores (11%), partidarios de buscar y de
obtener placer aquí y ahora, con un "yo" fuerte y egoísta. Les importa
lo cotidiano, se instalan en lo efímero, chocan con las normas y las
jerarquías sociales y con todo lo que limite sus objetivos de pasarlo lo
mejor posible. Inconformistas pero sin idealismos, partidarios de la
libertad sexual. Se localizan entre las clases trabajadoras, y entre los
habitantes de pequeños núcleos urbanos, hijos de padres obreros,
indiferentes religiosamente, posiciones de izquierda.
III. LAS CONSTELACIONES SOCIO CULTURALES
Si el universo físico es un conjunto de constelaciones en perpetuo
movimiento de expansión, la realidad social puede representarse
como una configuración de instituciones, prácticas, ritos, creencias e
ideas que se despliegan en forma de constelaciones. La comprensión
de la juventud en base a constelaciones es un instrumento adecuado
para adentrarse en el mundo valorativo, precisamente por razón de su
gran carga metafórica. La imagen de la constelación sirve para dar
cuerpo a una realidad fugitiva y evanescente que está
permanentemente en situación de emergencia.
Astros fijos y estrellas fugaces
La constelación evoca igualmente la existencia de unos astros fijos
y de unas estrellas fugaces; en torno a los astros se despliegan
cascadas de síntomas que a su vez se disipan rápidamente. En el
mundo de la juventud hay también valores centrales y estallidos
momentáneos (un centro y una periferia, una realidad
sobredimensionada y unos elementos especulares). Aunque estos
últimos son los que finalmente más nos afectan, son aquéllos los que
determinan sustantivamente sus formas de amar, de esperar y de
desear. Importa, en consecuencia, identificar los valores centrales que
inventan en su entorno nuevas configuraciones, que cristalizan en las
tendencias socio culturales que mueven a multitud de jóvenes. Y en
ello encontraremos erupciones que acaban afectando a los mayores.
La constelaciones permiten entender el mundo de la juventud como
una realidad articulada por fuerzas de atracción.
En un momento histórico concreto no existen sólo posibilidades,
sino auténticas tramas que POPPER ha identificado como
propensiones para significar el carácter físico de la posibilidad. Cada
tiempo tiene sus propias rutas por donde transitan las existencias
individuales y las opciones colectivas. Hemos de intentar comprender
por qué la presencia continua de un grupo de jóvenes en un paisaje
urbano lo convierte en "una ruta del bacalao", que es algo más que
una posibilidad de viajar o que una excursión, para convertirse en una
especie de santuario que será frecuentado casi mecánicamente por
los jóvenes. Hay tropismos que empujan a la gente a obrar de una
cierta manera. Cada tiempo sitúa en el interior de la cultura una
especie de líneas magnéticas. De este modo es posible identificar los
dinamismos sociales que van "de suyo" y aquellos que habrá que
empujar si queremos que nazcan.
El análisis a través de constelaciones subraya las conexiones entre
el mundo de la juventud y la sociedad en su conjunto. Entre las
distintas variables hay pasadizos que conducen de una realidad a
otra, como una especie de vasos comunicantes. Las culturas de los
jóvenes están vinculadas a la realidad socio económica y política a
través de puentes que no son elevadizos.
Las crisis sociales y los simples atascos
El análisis por constelaciones permite diferenciar lo que son crisis
sociales de los atascos pasajeros. Resulta finalmente liberador poder
averiguar si el llamado resurgimiento religioso en la juventud
responde a un estadio de madurez de la conciencia religiosa o es un
simple estallido cultural; su significación dependerá de su enmarque
en el interior de una u otra constelación. Un diagnóstico sólo se
sostiene en el interior de una constelación.
Horizonte y propensiones
En el análisis por constelaciones, resulta esencial el concepto de
"horizonte". En cada momento hay un horizonte implícito que resulta
tan esencial como la información sociológica disponible. Walter
BENJAMIN solía hablar de la "flecha del tiempo" para significar que el
tiempo tiene también unos vectores. El horizonte es la confluencia de
unas experiencias y de unas propensiones. Importan entonces la
experiencia de una generación, pero no una experiencia cualquiera,
sino aquella que configura la manera de sentir o de estar en la vida.
Asimismo, las expectativas son parte esencial de las constelaciones,
pues delimitan los deseos y las imaginaciones; pero no sirve cualquier
fabulación, sino aquella expectativa que imagina lo que ya es posible
esperar.
1. LA CONSTELACIÓN DEL PRESENTE
La experiencia del tiempo constituye un elemento esencial para
comprender los mundos vitales de los jóvenes. Conforme varía esta
vivencia, se modula la condición humana. La centralidad del presente
marca todos sus productos y expresiones culturales.
1.1. Síntomas
Después de haber vivido varias décadas adheridos al futuro,
asistimos a la experiencia insólita de una pérdida del futuro y, en
consecuencia, a un cambio radical en las expectativas temporales de
los jóvenes. En su lugar nacen otros astros y otras estrellas. El
instante y el ahora se convierten en el tiempo por antonomasia, en la
nueva estrella que se anuncia de muchas maneras en el horizonte
cultural de los jóvenes.
a) Entre los jóvenes, el futuro ha dejado de ser un objeto de deseo
o un lugar de promesa para convertirse en una especie de amenaza
que suscita incertidumbre, preocupación y miedo. Según la Encuesta
Europea de Valores, el 37% de los jóvenes europeos considera que el
futuro empeorará las cosas, el 36% cree que seguirá igual, y sólo el
10% cree que mejorará. El futuro, en consecuencia, ha dejado de
vincularse a la esperanza de un tiempo mejor, y el presente pierde su
condición de tránsito hacia algo que será espléndido. En Francia, el
INSEE indica que sólo un 7% de los jóvenes entre 15 25 años espera
encontrar un empleo adecuado; el 93% restante tiene miedo. La
incertidumbre de no saber qué será de ellos mañana se ha convertido
en santo y seña de una generación.
La centralidad del futuro estuvo sostenida por la certeza de una
meta que quizá "nadie llegará a ver, pero que era necesario que
llegara a ser". No sólo había meta, sino que era posible
respresentarla como un proceso ascendente y casi mecánico;
bastaría emplearse a fondo (especialmente por el camino de la
política) para alumbrarla. El futuro sería más espléndido que el
presente y ciertamente traería bienes para todos nosotros. En este
horizonte temporal, se explica que se creyera en la política y en la
acción colectiva. En la actualidad, por el contrario, la política es objeto
de desprecio y la acción colectiva se evita como si de una peste se
tratara. Según los datos del CIRES, referidos a junio de 1993, se
observa que dos tercios de los jóvenes nunca han participado en un
acto de protesta política o laboral, lo que denota un bajo nivel de
movilización social (p. 775). La centralidad del presente ha sacudido
todos los códigos, y en lugar de la certeza se ha impuesto la
perplejidad: no logramos saber cómo seremos dentro de cinco años.
b) Con el debilitamiento del futuro, asistimos a la vigencia del
pragmatismo, así como al abandono del idealismo que había
caracterizado culturalmente al mundo de los jóvenes. Hay una
sensación masiva de que "no todo es posible", y de que en
consecuencia "hay lo que hay". Incluso se puede optar por el menos
malo de los sistemas o de los gobernantes. La índole de la protesta
juvenil ha sufrido un cambio profundo de orientación: en lugar de
desear lo imposible, ahora los jóvenes prefieren gestionar lo real. Ya
no se pide el cambio de sociedad, sino la calidad de los beneficios del
propio sistema. Mientras en el 68, según el vocabulario en vigor, los
jóvenes tenían miedo de ser "ahogados por el sistema", ahora tienen
miedo de ser excluidos de él. Consecuentemente, ellos han alterado
la orientación misma del horizonte y de las expectativas.
Las preocupaciones de los jóvenes han cambiado de dirección, de
modo que redundan en las condiciones de su presente. De ahí que su
primera preocupación sea el acceso al trabajo y que los conceptos en
que los jóvenes gastan su dinero sean principalmente diversiones
(28%) y ropa (13%), mientras que sólo el 1% dice ahorrar.
c) La devaluación del futuro ha comportado igualmente el
agotamiento de ciertos símbolos que poseían fuerza movilizadora. Los
yacimientos simbólicos que motivaban a los jóvenes de ayer han
perdido magnetismo hoy; de este modo se ha producido una especie
de enfriamiento de la utopía. Lo importante ya no es la inviabilidad del
sueño comunista o del sueño americano: lo decisivo es que resulta
imposible soñar. Se ha constatado, incluso en el cine, que se ha
invertido el sentido de la utopía a favor de una utopía triste. Se
anuncia un hombre víctima de su propio poder, aplastado por los
artefactos que él mismo ha construido.
d) Las significaciones de la constelación socio cultural del presente
se condensan simbólicamente en la noche, que se ha convertido en
algo más que una realidad para convertirse en un potencial
movilizador en los distintos sectores juveniles. La noche, para los
jóvenes, es la propia escenificación del presente, en la que se
suspende el tiempo: en ella se experimenta una especie de salida del
calendario y del reloj. El joven no mira la hora ni atiende a disciplina
alguna; le seduce que no haya un principio convencional ni un fin
reglado. Volverá a casa cuando le lleve la propia fuerza de la noche,
pero no será partidario de asumir compromisos horarios con nadie, y
menos con su familia.
Como exaltación del presente, la noche tiene un elemento de
transgresión, ya que no sólo suspende el tiempo, sino que también
suspende el control social: no resulta indiferente que la noche
empiece precisamente cuando los adultos se acuestan, y que los
jóvenes regresen a casa cuando sus padres están a punto de
levantarse.
Como símbolo de la constelación, la noche vivida por los jóvenes
actuales tiene algunos elementos mágicos de carácter compulsivo ya
que tienen que gozarlo todo simultáneamente: peregrinan de un lugar
a otro sin apenas permanecer en ningún sitio, como si el tiempo fuera
corto para experimentarlo todo y a la vez.
1.2. Oportunidades históricas
La dignificación del presente ha creado las condiciones necesarias
para que el educador pueda recuperar el valor del realismo, para
recrear el valor de la vida cotidiana y para producir inmunizaciones
contra los mesianismos históricos.
Las diferencias sociológicas entre la revuelta de Mayo del 68 y los
acontecimientos protagonizados por los jóvenes en Marzo del 94
marcan el tenor de las oportunidades históricas que se abren en el
interior de las transformaciones que sufre la experiencia del tiempo.
Los analistas sociales han observado que mientras Mayo del 68 fue la
revuelta de la esperanza, en la que toda una generación dijo "no" a
un tipo de sociedad y, de este modo, anunció la agenda de
preocupaciones que guiaría el programa de los veinte años
siguientes, Marzo del 94 fue, por el contrario, la revuelta de la
desesperación. En 1968 surgió una generación moral, motivada por lo
que todavía no existía, mientras que en un futuro próximo puede
aparecer una generación social que exija solidaridad, igualdad de
oportunidades y rechazo de la exclusión (Le Nouvel Observateur,
marzo 1994). Ciertamente que para el nacimiento de una generación
social será necesario unos fórceps educativos que sean capaces de
recrear aquello que más estiman los jóvenes: la solidaridad.
El debilitamiento del mesianismo histórico no merece ser lamentado
por el educador. El mesianismo introduce un elemento pasional a la
esperanza, que no siempre es humanizador. Lo único que se constata
es el final de una forma de fabular el futuro que sobrevaloraba el
poder del cambio social y hacía de la escisión entre el ser y el deber
su propia sustancia. Al constatar que la revolución es una divinidad
que resulta ajena a las expectativas de los jóvenes actuales, el
educador ha de concluir que la generación actual circula por caminos
distintos a los de generaciones anteriores. Cuando se evaporan los
grandes proyectos metahistóricos, no surge la nada, sino el
fortalecimiento de los caminos modestos. El futuro que se muestra
reacio a convertirse en presente interesa poco a los jóvenes. La
utopía necesaria no es una fuga de la realidad hecha de quimeras y
espejismos, sino un medio para enfrentarse a ella.
El realismo que debe recrearse no hará de la política la única
pasión, ni del radicalismo la suprema virtud, sino que ayudará a
recuperar los materiales de lo cotidiano: las acciones insignificantes,
las ocasiones sociales, lo imperceptible, lo trivial, lo latente. Asistimos
de este modo a la dignificación de la tarea educativa como camino de
transformación después de haber pasado un tiempo focalizados en la
dimensión política. Considerar como importantes los aspectos más
rutinarios de la vida, que son también los menos relevantes, es la
oportunidad educativa por excelencia.
1.3. Eclipses
La potencia del presente ha debilitado las otras dos dimensiones
del tiempo: el pasado y el futuro, y consecuentemente se produce una
especie de desresponsabilización del presente. Veamos la lógica del
proceso.
Los jóvenes viven una auténtica revolución en los modos de ejercer
la memoria y en sus modos de relacionarse con el pasado. Parece
que los jóvenes se hayan quedado sin lugares de memoria. ¿Qué
sucede en la educación cuando se pierde o se oscurece la memoria?
Es sabido que de la memoria colectiva proceden los gritos y los
murmullos que estimulan la libertad y la crítica, y que desde ella
surgen nuevos combates y se establecen los lugares de resistencia.
Su desconfianza en la acción colectiva y en el asociacionismo es
revelador de un eclipse fundamental.
Ante este eclipse es necesario que el educador despierte la
memoria, y que esa liberación no se detenga en Franco ni evite a
José Antonio; una fuerte tentación de los jóvenes frente a la
incertidumbre del mañana consiste en agarrarse a figuras o a
movimientos pasados. Se alimentan entonces de la nostalgia, y
postulan desde ellos nuevas certezas. El atractivo que en ciertos
medios tienen los movimientos fascistas arranca de esta
neutralización de la memoria y se legitiman en las trampas de la
memoria. Es tarea primordial de la acción educativa corregir las
mentiras históricas, romper los silencios oficiales que han fabricado
una memoria falsa. En la agenda del educador debe figurar un
combate por la memoria.
Frente a la memoria manipulada, el educador debe buscar y
conservar aquello que permite construir desde la perspectiva de la
verdad; frente a la memoria borrada, debe disipar las falsas leyendas,
negras o doradas, enfrentarse a los tabúes, reconocer la pluralidad
de las memorias legítimas. Ante los síntomas de racismos y de
fascismos que tanto duelen a los educadores, sólo cabe la búsqueda
de la verdad y la exigencia de autenticidad.
El debilitamiento del futuro ha fragilizado el valor de la disciplina: si
no sabemos adónde vamos, ¿de qué sirve ir juntos? El eclipse de la
disciplina ha ido acompañado de unas sombras que preocupan a
diario a los educadores: la imposibilidad de los compromisos, la
veleidad de las decisiones, el imperio de los caprichos, el
debilitamiento de la personalidad, y sobre todo la fractura de los
compromisos a largo plazo, con los consiguientes procesos de
trabajo. Hoy se le impone al educador la necesidad de remar a favor
del valor de la disciplina, ciertamente no de aquella disciplina que
viene de fuera, sino de aquella que se impone como condición de
posibilidad del valor mismo. Como recordaba SABATER en su Ética
para Amador, Esaú perdió la primogenitura porque le apetecían las
lentejas. Entre heredar en el futuro y saborear las lentejas del
presente, prefirió esta segunda posibilidad: el "aroma de las lentejas"
rompe las vinculaciones y debilita los compromisos.
Sin los amarres del pasado y del futuro, el presente también pierde.
Como ha subrayado el pensamiento post moderno, una vez
renunciado al ideal de "subir, producir y ahorrar" queda el sueño del
consumo, el goce de la buena mesa, las vacaciones de lujo, el
culturismo. De este modo, también se eclipsa el presente a través de
la constelación del cuerpo, que vamos a exponer enseguida.
2. LA CONSTELACIÓN DEL CUERPO
La centralidad del cuerpo en los mundos juveniles es un hecho
determinante que marca todos sus productos y adquiere un peso
decisivo en la nueva sensibilidad, en sus prácticas y en sus
ideologías.
2.1. Síntomas
El cuerpo se ha convertido en objeto de construcción, de
comunicación, de trabajo, de protección y de vigilancia. La lista de
cambios en la sensibilidad hacia lo corporal sería muy larga. Basta
aludir a los más significativos para mostrar el nuevo poder de la
revalorización de la corporalidad.
a) En primer lugar, el cuerpo se ha convertido en objeto de atención
y de superación. Lo poseemos como una especie de capital físico que
debe explotarse y transformarse, pero sobre todo apropiarse. La
optimización de las fuerzas corporales es un referente esencial en la
cultura joven, en la que se está desarrollando una serie de
actividades orientadas a descubrir el propio potencial, a la auto
construcción a la carta sin otro objetivo que ser más él mismo y
valorar su cuerpo. Sin duda, confirman esta dimensión el éxito de la
gimnasia, del cuidado corporal, de ciertos deportes "autistas" (esto es,
aquellos ejercicos físicos que invitan a la cerrazón sobre sí mismo y al
olvido del mundo exterior).
b) En segundo lugar, la expresión corporal se ha convertido en un
medio esencial de comunicación humana. Prácticamente todo en la
juventud es una aventura corporal.
c) En tercer lugar, el cuerpo es objeto de construcción y de trabajo.
Desde esta perspectiva, la actividad deportiva se ha metamorfoseado
en la juventud. Después de haberse planteado como un agente de
regeneración moral que los adultos aplicaban para conseguir ciertos
valores morales (el esfuerzo, el desinterés, el equipo, la lealtad...), la
juventud se lo ha apropiado como un capítulo más de la centralidad
del cuerpo, más unido a la forma física que a la moral. El cuerpo es un
espacio de trabajo como lugar de experimentación de sensaciones, de
emociones corporales. El éxito del footing o de la bicicleta todo
terreno muestra que los jóvenes buscan más la sensación física que
el trofeo, más el placer que el entrenamiento duro, más la diversión
que la moralidad.
d) En cuarto lugar, las prácticas sociales dominantes sobresalen
por la variedad, profundidad y sutileza de la protección del cuerpo. El
auge del higienismo entre la juventud que cristaliza en cruzadas anti
tabaco, anti -duping, obsesiones por la salud, son exponentes de la
nueva sensibilidad hacia el cuerpo. Ha crecido el sentido de una salud
más integral y más atenta a las diferentes dimensiones de la persona:
se estima como nunca la salud física, psicológica y mental. Esta
pasión por el cuerpo se traduce en un cuidado de la forma física y de
la línea corporal, en la centralidad del ejercicio y en la importancia
creciente de los regímenes dietéticos.
Igualmente, el cuerpo se ha convertido en objeto de reparación
como corresponde a cualquier objeto apreciado. La condición de
objeto-capital impone la ley de la optimización a través de la forma
física y de la salud. De ahí que el cuerpo haya llegado a ser un objeto
privilegiado de vigilancia: tests, controles sanitarios, seguimiento
científico.
e) Finalmente, las significaciones de la constelación socio cultural
del cuerpo se condensan y simbolizan en la música, tal y como es
vivida y ejecutada por los jóvenes actuales. La música se sitúa en el
intersticio entre el cuerpo y el alma, allí donde las antinomias se ven
superadas. La música es concebida como un espectáculo total. El
joven canta y escucha la música como una aventura corporal que
afecta tanto al espíritu como a los sentidos.
La música es un ejercicio de comunicación; cuando hay música, las
palabras resultan inútiles: la expresión musical es a la vez vehículo y
contenido. Su alto volumen no niega la comunicación, sino que
declara a la música misma como mensaje, como comunicación con
amplificador. Incluso el mundo de la música tiene ya un carácter de
identificación: los grupos juveniles definen sus sensibilidades a través
de mecanismos de identificación con los distintos géneros musicales,
que marcan su pertenencia a una tribu determinada. La música es
una representación integral, inseparable del gesto y del movimiento,
que va asociada a una serie de rituales corporales con vestidos y
peluquería adecuados.
2.2. Oportunidades históricas
El reconocimiento y dignificación del cuerpo han sido las
condiciones básicas para lograr tres grandes conquistas culturales: la
cultura de los derechos humanos, la cultura de la salud y la cultura de
la recreación del amor.
Hay una conexión íntima y causal entre la dignificación del cuerpo y
la afirmación de los derechos humanos. Por el cuerpo, la persona
humana adquiere sus perfiles de individualidad y se experimenta
como valioso e irrepetible, es decir como persona. Con el cuerpo
amanece la posibilidad social de la persona como realización histórica;
la exacerbación del cuerpo ha abierto la puerta a la afirmación sobre
el valor de la persona, afirmación que está en el centro de las
convicciones de la juventud.
Desde el punto de vista educativo, hemos encontrado el lugar social
para recuperar el espíritu. Si el alma ha de reaparecer culturalmente,
lo hará sólo dentro del cuerpo. Así situados, podemos hacer que el
cuerpo, sin dejar de ser cuerpo, se vuelva alma. Es una buena
oportunidad el hecho de que el cuerpo posea hoy en la cultura de los
jóvenes atributos que antes fueron del alma. De este modo, los
derechos humanos ganan terreno en el ámbito de la juventud. Los
jóvenes reaccionan vigorosamente contra la pena de muerte, la
tortura, los malos tratos o cualquier atentado que degrade la dignidad
del cuerpo. Un alto índice de jóvenes se opone a la mercantilización
de órganos humanos. Se ha producido una profundización cultural en
los derechos de la persona, tales como el derecho a disponer de la
propia identidad sexual, el de proteger a los individuos contra las
diferentes formas de esclavitud y explotación.
La centralidad del cuerpo es una oportunidad histórica para
recuperar una experiencia más integral de la salud. Al atenuarse las
fronteras entre el alma y el cuerpo, la relación de los jóvenes con su
propio cuerpo se percibe como un componente esencial de la calidad
de vida y de la salud. Este descubrimiento ha hecho crecer en la
cultura de los jóvenes la calidad de vida que se ha convertido en la
nueva meta del individuo en sociedad, en un principio dinamizador
que posibilita una voluntad humanizadora de desarrollo de una vida
digna para todo ser humano.
Existe igualmente una vinculación íntima entre el reconocimiento del
cuerpo y la nueva cultura del amor. El hecho de que el cuerpo haya
dejado de constituir la mitad inferior, meramente animal, del ser
humano ha asentado las bases para reinventar el amor. Éste es a la
vez una atracción involuntaria y al mismo tiempo una elección: el
destino y la libertad se cruzan en el amor. Es un extraño magnetismo
que transforma el objeto erótico en un sujeto libre y único. Se advierte
el triunfo de una nueva y mas libre relación con el propio cuerpo que
llevará finalmente a una intensa recuperación del erotismo, el cual
experimenta igualmente una transformación en dirección a la
corporalidad: esa atracción pasional que sentimos hacia una persona
entre muchas. Como ha visto Octavio PAZ: "sin erotismo -sin forma
visible que entra por los sentidos- no hay amor, pero el amor traspasa
al cuerpo deseado y busca al alma en el cuerpo y, en el alma, al
cuerpo, a la persona entera" (p. 33). Quizás el educador deba advertir
que difícilmente puede ser pecado lo que es santo para los jóvenes.
2.3. Eclipse
El descubrimiento del cuerpo ha sido tan intenso que ha producido
sus propias sombras. Un reconocimiento cultural tan profundo ha
desplegado sus propios eclipses. Las sombras y los eclipses se han
producido por la conjunción de varios factores, especialmente por la
exacerbación cultural de un descubrimiento que ha abierto las puertas
a la comercialización del propio cuerpo.
La lógica del mercado se ha extendido sistemáticamente al cuerpo
como un "bien" que posee una alta cotización social. Esto ha
engendrado nuevas formas de esclavitud que amenazan gravemente
las conquistas del descubrimiento de la corporeidad, como puede
percibirse en algunos frentes concretos. Las primeras ilustraciones de
esta nueva esclavitud pueden observarse en el tratamiento que se da
al propio cuerpo joven y seductor que no ha podido vencer fácilmente
las plagas del mercantilismo y de la publicidad. Particularmente
sensible es el cuerpo femenino: la mujer, después de haberse ganado
con sudor y lágrimas su independencia, ha sido más libre para
cortarse el pelo y enseñar el cuerpo que para ganarle la partida a la
vulgar instrumentalización económica de su cuerpo. La
desmercantilización del cuerpo (sobre todo del cuerpo femenino)
sigue siendo una batalla indefinidamente aplazada. Mientras no se
gane, ni la igualdad de derechos ni el reconocimiento jurídico y social
estarán logrados; mientras el cuerpo de hombres y mujeres sea
objeto de comercialización, mantendremos una peligrosa vía de agua
abierta en el barco de nuestra civilización. Lo que era una espléndida
victoria cultural (el fin del desprecio del cuerpo, la superación de
tabúes ancestrales) se ha acabado transformando en un simple
instrumento de la publicidad y en una rama más del comercio.
Las dimensiones actuales de la prostitución, que afecta ya incluso
al cuerpo del niño, no hacen más que indicar la fuerza actual del
eclipse cultural que produce la centralidad del cuerpo. También aquí
la extensión de la lógica mercantil invade torpemente el bien más
preciado.
Además, la exaltación del cuerpo se desliza hacia una permisividad
generalizada que ha originado el laxismo de las sociedades liberales
de Occidente. Como ha observado Octavio PAZ, cuando el cuerpo
transgrede sus límites y lo invade todo, mina los elementos
espirituales de la experiencia corporal. Sin alma, el amor regresa al
mero erotismo. "El gran ausente de la revuelta erótica de este fin de
siglo ha sido el amor" y una vez debilitado a causa de su
agrandamiento, "hemos dejado que la libertad erótica haya sido
confiscada por los poderes del dinero y la publicidad" (p. 153 y 157).
Una vez desacralizado el cuerpo, la publicidad hizo el resto y sacó las
consecuencias: el capitalismo ha convertido a Eros en un empleado
de Mammon (p.149). Se ha producido de este modo la degradación
del cuerpo. La pornografía no es más que una pequeña expresión (y
la libertad sexual, la máscara) de la esclavitud de los cuerpos. Un
fenómeno así puede resecar las sensibilidades de los jóvenes y
corromper su imaginación. Su última expresión se encuentra en el
consejo que un intelectual español daba desde las páginas del
periódico El Mundo: "lo que te pide el cuerpo es verdad, no lo
traiciones nunca" (UMBRAL).
3. LA CONSTELACIÓN DE LA COMPLEJIDAD
3.1 Síntomas
La cultura actual de los jóvenes ha creado igualmente una forma
propia de percibir la realidad, que ha afectado al estatuto mismo de lo
real y, en consecuencia, a la mentalidad a través de la cual percibe
los acontecimientos. En la configuración actual de la sociedad destaca
la complejidad como un rasgo sustantivo de la percepción de lo real y
de la mentalidad generacional. Vemos reconocido el valor de aquello
que es radicalmente otro.
Nace de este modo una nueva lógica de lo social que caracteriza la
forma mental de pensar de los jóvenes y un nuevo estatuto lógico de
lo social en la cultura de éstos. Se puede constatar el profundo grado
de incertidumbre que sufren los jóvenes cuando se enfrentan a los
acontecimientos actuales, ya sean mundiales o locales, políticos o
sociales, económicos o culturales. Ante el torbellino de cambios,
sienten una profunda desorientación teórica, una generalizada
sensación de desasosiego y, en muchos de los casos, un cierto
desconcierto vital. Cuatro tipos de referentes e indicaciones pueden
observarse analíticamente para identificar la configuración social de la
complejidad.
a) Hay síntomas abundantes de una mentalidad que está saliendo
de un estado simple para introducirse en la naturaleza esencialmente
compleja de las realidades sociales. Se sienten dependientes unos de
otros, no siéndole indiferente a cada uno lo que les ocurra a los
demás. Se asiste al tránsito de la sociedad simple hacia formas
socialmente interdependientes que ven en la interconexión la realidad
misma de los problemas sociales. La cultura de los jóvenes es
sensible a esta transformación y se observan abundantes fenómenos
vinculados a la nueva percepción de la realidad social.
La permanente invocación al "depende" que el alumno esgrime ante
el profesor que intenta reducirle la complejidad, expresa la dificultad
de optar por respuestas simples. "Complejidad" se opone de este
modo a "simplificación". La encuesta sobre "Los nuevos valores de los
españoles" (Andrés ORIZO, 1991) es elocuente sobre el grado de
confusión que viven los jóvenes: sólo un 26% cree que existen líneas
claras sobre lo que es el bien y el mal; y el 59% cree que nunca
puede haber directrices absolutamente claras sobre lo que es el bien
y el mal, sino que depende completamente de las circunstancias del
momento. El mundo de los jóvenes ya no está poblado de nociones
completamente antagónicas que antaño se excluían recíprocamente.
b) La complejidad se opone a la idealización, es decir a aquella
operación que cree que la realidad cabe en lo que pensamos de ella.
En su lugar, la realidad es representada como una trama
sobrecargada de dificultades. Los jóvenes son hoy más conscientes
que ayer de que los cambios necesarios no siempre son los cambios
posibles. De ahí que hayan cambiado las propias formas de soñar e
idear la sociedad alternativa. La complejidad en los jóvenes marca los
límites de una abstracción universalista que eliminaba la singularidad,
la localidad y la temporalidad. Lo cual se refleja en el consiguiente
vacío ideológico: ya no tienen certezas políticas en las que creer y a
las que querer defender. La posición mayoritaria de los jóvenes ante
la política indica este vacío: ha disminuido sustancialmente el interés
por la política y ha aumentado el numero de los que ahora adoptan
una postura de indiferencia.
c) En la cultura de los jóvenes, pierden legitimidad las explicaciones
centrales y únicas acerca de los fenómenos, y en su lugar se ha
impuesto un alto grado de diferenciación. Se invocan con la misma
legitimidad razones económicas o psicológicas, íntimas o públicas,
sociales o personales. "Complejidad" se opone de este modo a
"reducción". En consecuencia, la constelación de la complejidad emite
síntomas inequívocos que anuncian el fin de la simplificación a favor
de la interconexión, de la idealización a favor de la densidad de lo
real, de la racionalización reductora a favor de la diversificación de las
explicaciones.
d) El "zapping" es potencial simbólico de la constelación de la
complejidad. El zapping es algo más que el simple hecho de ver
simultáneamente distintos programas de televisión. Constituye el
símbolo de una realidad fragmentada que se compone de distintos
trazos y que se elige constantemente entre muchas opciones. La
televisión ocupa un lugar central en el mundo de los jóvenes, como
creador de sus intereses y de sus pautas de identificación. Se trata de
una identificación provisional, cuyos productos son deslumbrantes
pero efímeros, que ha sustituido a las grandes historias y narraciones
por los pequeños relatos de la televisión.
Gracias a la televisión, las cosas son reales porque se pueden
convertir en imagen. Pero el estatuto de la imagen es la
provisionalidad, la ligereza, la rapidez. Todo puede ser vivenciado
simultáneamente a través del zapping, que confiere la misma
importancia a los culebrones que a los concursos, a los reportajes
sobre el hambre en el mundo que a los programas gastronómicos.
3.2. Oportunidades históricas
La constelación de la complejidad ha creado las condiciones socio
culturales necesarias para la emergencia de nuevas oportunidades
históricas.
a) En primer lugar, se han creado las condiciones para una
sociedad intercultural. En el mundo de la juventud, el encuentro entre
culturas acontece a diario como un hecho natural que abre
posibilidades a la intervención educativa. Con el fin de convertirlo en
oportunidad educativa conviene propiciar tres experiencias básicas: a
nivel personal, a nivel grupal y a nivel colectivo.
A nivel personal, los jóvenes se sienten hoy mayoritariamente como
un espacio de intersección entre distintas tradiciones culturales, una
especie de conglomerado de civilizaciones y de tradiciones. Cada
joven ha de saber auscultar en sí mismo las distintas voces de las
culturas que le habitan. Este conglomerado va resolviéndose
vitalmente por medio de un compromiso, de una reconciliación
personal, de un diálogo o de una ruptura. La interculturalidad empieza
siendo un hecho biológico que tiene una dimensión estrictamente
personal, en la medida en que cada sujeto es resultado de la ruptura
de tabiques interiores a su persona.
A nivel grupal, es fundamental advertir que la experiencia
mayoritaria de los jóvenes es la diversidad: se practican distintas
religiones y se poseen diversas motivaciones. No obstante, en la vida
cotidiana nos tratamos como individuos, y no como ejemplares de una
especie o de un grupo determinado.
A nivel colectivo, ir por una ciudad significa experimentar la
convivencia pacífica entre culturas que se han ido plasmando en
diversas cristalizaciones artísticas, urbanísticas, simbólicas: cristiana,
ilustrada, musulmana, judía.
Desde esta triple experiencia, es posible valorar el fenómeno del
mestizaje como origen y como destino: vamos hacia un mayor
mestizaje cultural. Las cosas se mezclan por dentro y por fuera, se
cruzan fronteras y se derrumban barreras. Si cada individuo es ya de
suyo el resultado de una "des tabicación", aún más lo será la cultura
que siga mezclándose inexorablemente con otras. Ninguna cultura
podría negar actualmente su componente poliétnico o multirracial, sus
influencias y su mestizaje original. La grandeza del mundo reside en
su polifonía, y no en una cacofonía terrorífica. La creatividad cultural
viene siempre de la intensificación del diálogo, y cuando una sola
cultura resulta dominante, produce efectos de sobredosis tóxica de
culturas. Lo recordaba recientemente el poeta antillano Derek
WALCOTT (Premio Nobel de Literatura de 1992): "soy heredero de
todas las literaturas de la gente de mi isla; basta arañar la superficie
para encontrar esas culturas originales, se trata de una influencia
orgánica que fluye por mis venas" (LA VANGUARDIA, 10 junio 1994).
Las principales instituciones en las que habitan los jóvenes son
también el resultado de un mestizaje. No conozco ninguna institución
social que se haya podido mantener incontaminada ante la presión de
otras culturas, ni siquiera aquellas instituciones que podrían aparecer
más reacias al contagio. La misma institución escolar se ha
configurado como el producto de una mezcla y de un compromiso
cultural. Como ha mostrado Julio CARABAÑA, la escuela actual es el
resultado de una lucha entre concepciones culturales diversas.
El encuentro entre culturas no es la simple relación entre lo justo y
lo injusto, ni entre lo verdadero y lo falso, sino entre lo justo y lo justo.
La reivindicación de esencias absolutas en el ámbito de la cultura sólo
conduce a la limpieza étnica.
b) En segundo lugar, la emergencia social del multiproblema abre
importantes oportunidades educativas. No existe actualmente ninguna
situación que pueda ser atribuida a una única causa. Este tipo de
percepción de los jóvenes se ha convertido en un hallazgo cultural
importante. La droga o el fracaso escolar, el desempleo o la
delincuencia, son realidades complejas que no permiten interpretarse
desde un único registro. Se rechaza de este modo el discurso lineal
que ante un problema busca una causa y un remedio: no hay una
línea directa entre la causa, el problema y el remedio.
El educador está en condiciones óptimas para descubrir el valor de
la paradoja y de los laberintos a los que se creía sin salida. Allí donde
se piensa que la educación es el resultado de un número incalculable
de interacciones, una nueva libertad amanece para el educador.
Pensar que el laberinto pueda ser un círculo creador no es un mal
servicio de nuestro tiempo a la educación. Convencerse de que en un
estercolero puede nacer un jardín, o que el hijo de la prostituta puede
ser un santo, o que el fracasado escolar puede dar lecciones de
humanidad al resto de la clase, es una lección definitiva de la actual
cultura de la complejidad. La simplicidad de los análisis y la carencia
de sentido de lo paradójico llevan a que algunos educadores sólo
entiendan que las cosas malas resultan de las malas condiciones, con
lo cual se borra la posibilidad de que el mal surja de cosas tenidas por
buenas, y el bien, de cosas tenidas por malas.
En su constelación, la complejidad no es un elemento a eliminar,
sino una parte de la problemática de fondo, que es a su vez parte de
la solución. Mientras el educador vinculó la complejidad a la incerteza,
al desorden o a la contradicción, la complejidad fue una dificultad a
eliminar. Hoy, la intervención educativa ya no consiste en eliminar la
paradoja, sino en trabajar con ella, con su incertidumbre y su
desorden.
c) En tercer lugar, se han creado las condiciones sociales
adecuadas para superar el etnocentrismo. El educador ha de saber
que la constelación de la complejidad ha diluido la vieja convicción
que representaba a la realidad social tejida por un centro y una
periferia. Ya no es posible leer la historia como el doble relato de un
pueblo central, portador de civilización, y de unos grupos indígenas,
nacidos en la periferia de aquél. Así lo recordaban recientemente
representantes de pueblos del Sur con motivo de la celebración del
descubrimiento de América. Frente a los que creían que aquellos
humanos existieron cuando los descubrimos, o que se civilizaron
cuando los conquistamos, se trata más bien de hablar de encuentro
entre culturas, de enriquecimiento mutuo.
En cuanto al origen se refiere, toda sociedad es resultado de
mezclas. No hay un punto cero que tuviera un derecho patrimonial.
Todo está contaminado, desde el lenguaje hasta las divinidades: el
mestizaje no es simple desgarro (aunque pueda tener un principio
difícil), sino (a la larga) enriquecimiento. Y en cuanto al destino, las
sociedades modernas están sometidas a la movilización interna y
externa, del campo a la ciudad, de un país a otro país. Esta movilidad
supone una nueva estructuración de la identidad en base a la
interpretación de sus diversas culturas, fruto del intercambio y de la
ósmosis fecundados por el contacto con hombres y mujeres de
horizontes diversos.
El educador adopta un compromiso con lo universalizable a través
del uso compartido de la razón. Pero ciertamente, el hecho primario
reside en que la sociedad actual contiene patrimonios culturales
diferentes que impiden confundir la universalización con la
homogeneización. ¿Existe hoy algo que pueda ser universalizable?
Se han universalizado las preocupaciones. Las amenazas se
vivencian como comunes en la medida en que exigen una
corresposabilidad común: retorno del racismo, xenofobia,
particularismo excluyente, destrucción de la naturaleza, persistencia
de la pobreza, contaminación atmosférica... Hay una clara
corresponsabilidad colectiva en los problemas de la humanidad,
puesto que "la soledad, la angustia de la existencia y finalmente la
muerte -es decir, los grandes y últimos atributos de la condición
humana- son comunes a todos los hombres" (SÁBATO, EL PAÍS, 2
enero 1992).
3.3. Eclipse
En las sociedades complejas, la plausibilidad de los valores y de las
tradiciones religiosas se ve amenazada desde dentro de la
conciencia. Un signo importante de este fenómeno es el relativismo
moral que brota con fuerza entre los jóvenes. Así, el 72% de los que
tienen 18 24 años reconoce confundir el bien y el mal.
No cabe duda de que el relativismo moral refuerza algunas virtudes
sociales, como por ejemplo la tolerancia, pero ciertamente ha tenido
un efecto perverso en la indiferencia. No deja de ser curioso que,
entre las cualidades a inculcar a los niños, dejemos para el final
(según las encuestas) las que podríamos denominar virtudes fuertes:
fe, determinación, perseverancia, abnegación. Lo cual ha permitido
decir a BAUDRILLARD que "las grandes pulsiones o impulsos
positivos, electivos, atractivos, han desaparecido. Ya sólo deseamos
débilmente y nuestros gustos están cada vez menos determinados.
Tanto las constelaciones del gusto, del deseo, como la de la voluntad,
se han deshecho gracias a algún efecto misterioso... Sólo los
rechazos son violentos; los proyectos ya no lo son" (p. 80)
La transformación del realismo en pragmatismo supone uno de los
eclipses mayores que afectan a la intervención educativa. Una cosa
es que el joven descubra que "hay lo que hay", y otra bien distinta es
que se resigne a creer que "sólo lo que hay es real".
Las soluciones de problemas complejos suelen contribuir a paralizar
la acción, y es fácil explicar el brote de fundamentalismos entre los
jóvenes como una reacción a la excesiva complejidad de los
problemas vividos. ¿Podrán vivir los jóvenes sin alguna certidumbre
ideológica y desasistidos por las convicciones? Los huérfanos de
certezas protagonizan hoy algunos eclipses particularmente graves. El
horror al vacío ha generado una renacimiento de actitudes
fundamentalistas o incluso nihilistas que intentan paliar esa sensación
de vacuidad.
4. LA CONSTELACIÓN DE LA IDENTIDAD ABIERTA
Un elemento central de toda configuración socio cultural está
constituido por la manera de crear la identidad personal, o de recrear
los mecanismos por los que esa identidad se sostiene y se alimenta.
¿Cómo construyen los jóvenes su identidad propia? ¿Ha habido
alguna novedad perceptible? Los analistas sociales han tipificado los
actuales modos de identidad como propios de un nuevo ciclo
individualista. La Encuesta Europea de Valores arroja un hecho clave:
la sociedad que estamos viendo nacer es una sociedad de individuos
en la que se reconoce el valor de lo privado y de lo singular. Hoy, el
perfil medio es subjetivo, confuso, aspirante a una felicidad teñida de
bienestar y ciertamente hedonista. La individualidad -que no el
individualismo-, dada la prioridad que se le asigna, constituye un dato
clave para interpretar la sociedad española de nuestro tiempo
(ORIZO).
4.1. Síntomas
Ante el nuevo estatuto de lo social, las señas tradicionales de
identidad personal se ven alteradas, y se configura la nueva
constelación del individuo con tres procesos característicos.
a) En primer lugar, resultan decisivas las transformaciones
demográficas, que han tenido efectos significativos sobre la familia y
otras unidades de convivencia. La familia se apoya cada vez más en
los vínculos afectivos y se sostiene por la libre decisión de sus
componentes. Así, la familia adopta cada vez más una debilidad
esencial. Sin disminuir su grandeza, la familia actual es fruto tanto de
una voluntad humana como de una situación social inevitable que
impele a los jóvenes a permanecer más años de su vida en el hogar
familiar. Por ello, no es extraño que un 70% de los jóvenes españoles
de 18 a 29 años viva con sus padres.
b) En segundo lugar, el proceso de diferenciación es a la vez un
proceso social, cultural, y un rasgo definitorio de la personalidad. En
cuanto social, supone el final de la sociedad tradicional, mucho más
orgánica e integrada que la nuestra. Todo lo que en aquella sociedad
estaba unido aparece ahora disociado en territorios diferenciados:
Iglesia y Estado, comunidad política y sociedad civil, cargos y
propiedades, vida pública y privada. La sociedad moderna nació de
un trazado de líneas y fronteras que marcó el final de la integración.
La cultura de los jóvenes advierte la decepción de la diferenciación y,
en su lugar, asiste a un proceso de integralidad, que se expresa en la
búsqueda de formas pre modernas de integración. Se abre una época
propicia para los servicios de proximidad, para las comunidades
reducidas, para los grupos de encuentro.
c) Y en tercer lugar, han aumentado decisivamente los factores de
movilidad espacial y temporal. La experiencia cotidiana de los jóvenes
se apoya en la diversidad de identidades, cimentada sobre dos
hechos sociales importantes: la promiscuidad del espacio, que rompe
los criterios de estratificación, y la ampliación del mundo propio, como
resultado del contacto con otras culturas.
Contemplar la vida nocturna de una ciudad significa adentrarse en
una experiencia original de tiempo y espacio. A esas horas, la ciudad
se ve poseída por una especie de tribus urbanas que rompen las
barreras tradicionales de la estratificación social. Un ejército de
jóvenes se traslada de un lugar a otro con la misma disciplina de los
antiguos ejércitos, que se desplazaban ordenadamente a la conquista
de nuevos territorios. Llegar a un bar, a una discoteca o a una calle
determinada a ciertas horas supone entrar en un lugar simbólico
constituido por una red de significaciones compartidas.
Igualmente, la ampliación del mundo se ha producido a través de la
dimensión tiempo. Todavía vive la generacion que, en sus estudios,
concebía una antigüedad del mundo de unos 6.000 años. Hoy todo
niño sabe que ha habido millones de años de vida en el planeta. En
cuanto a las alteraciones en lo espacial, basta recordar que desde
1989 han aparecido en el mundo al menos 23 nuevos países, para
gloria y desazón de los cartógrafos, que no alcanzan a dibujarlos en el
mapa. Así, la ampliación espacial y temporal del mundo ha permitido
experimentar un mundo sin confines ni fronteras, donde el viaje no
sólo es una posibilidad, sino un signo sacramental de una nueva era.
4.2. Oportunidades históricas
La construcción de una identidad abierta presenta grandes
oportunidades para la acción educativa, en la medida en que ha
suscitado tres imaginarios sociales que dominan las culturas de los
jóvenes:
a) El valor del reconocimiento. Los jóvenes han intensificado la
exigencia de reconocimiento personal y el rechazo de los signos de
humillación más o menos tolerados en otras épocas. En toda forma de
humillación hay una desvalorización del individuo. El joven quiere ser
considerado una persona plena, con derecho de palabra y de
respuesta, y con derecho a ser respetado por otros. Los jóvenes han
extendido el deseo de reconocimiento social y moral a todos los
rincones de la existencia: los modos de trabajo, de vestido, de
expresión, las formas de discapacidad, las minorías sociales.
Dentro del reconocimiento, constituye un capítulo importante el
hecho de "ser escuchados y valorados". Como puede observarse en
las encuestas, el ascenso de los valores post materialistas es notable
entre los jóvenes, con el consiguiente descenso de valores
materialistas. El primer objetivo postmaterialista es "tener más en
cuenta la opinión de la gente sobre cómo se hacen las cosas en su
trabajo y en su comunidad" (35%) y "avanzar hacia una sociedad
menos impersonal y más humana" (30%). Los valores que suben son
la vida sencilla y natural, la vida familiar, el desarrollo del individuo y la
menor importancia al dinero. Y, por el contrario, pierden fuerza el
respeto a la autoridad, la tecnología y la importancia del trabajo. Se
da menos relieve al dinero o a los bienes materiales, mientras que la
realización personal o el desarrollo de la propia individualidad colman
la pirámide escalonada de impulsos, aspiraciones y necesidades del
individuo. El área de lo espiritual, lo simbólico y lo estético se
recupera.
b) La flexibilidad frente a la obligación. La identidad de los jóvenes
tiene un rasgo distintivo en la flexibilidad. Ésta no es sólo un desafío,
sino una oportunidad para reorientar los esfuerzos educativos hacia
las motivaciones y la responsabilidad, y no tanto hacia la imposición
de deberes. Se acabó la obligación y el mando autoritario. Se
revaloriza cada vez más la capacidad de decidir autónomamente. El
eje articulador de la personalidad ya no es el deber ni la obligación
categórica, sino la experimentación. Asistimos a una figura de la
identidad que está basada en el reciclaje, la polivalencia, la
adaptación. El joven disciplinado, especialista, ha dejado de
responder a las necesidades de la sociedad posindustrial, y en su
lugar emerge la figura del joven polivalente, con una identidad abierta.
La apelación a las circunstancias domina el tablero moral, y los juicios
de valor moral ceden paso a una ética de corte existencialista o
situacionista, que constituye el polo opuesto de un código
prescriptivo.
Actualmente, las ciudades modernas a manos de los jóvenes dejan
de ser simples espacios geográficos definidos por sus fronteras para
convertirse en espacios simbólicos de la conciencia colectiva,
caracterizados por la promiscuidad, la flexibilidad, la labilidad. Si los
asentamientos humanos diseñaron la ciudad en grupos sociales
estables que podían representarse casi como países de un mapa, la
movida de los jóvenes semeja más al espacio meteorológico que se
mueve en forma de torbellino.
c) El derecho a la diferencia. El contacto con otras culturas ha
permitido valorar la diferencia de modos de vida. A través de esta
experiencia, los jóvenes han adquirido un conocimiento mayor de
culturas diversas y han aprendido a apreciar lo que es diferente:
nadie afirma que esas otras culturas carezcan de valor.
Se han abandonado los esquemas simples. Ya nadie cree hoy que
se pueda funcionar con esquemas como el de "nosotros verdaderos /
ellos falsos": se vive en la presencia simultánea de mundos
discrepantes, a través de los cuales se puede transitar. A diario un
joven mantiene un contacto habitual con quienes no creen lo mismo
que él, con quienes adoptan significaciones, valores y creencias
diferentes a las suyas, cuando no contradictorias. Con ello se llega al
final de las contraposiciones simples. Los jóvenes se encuentran
molestos con ciertas tipificaciones que proceden de épocas pasadas:
derecha izquierda, público privado, formal informal... Cada vez más la
sensibilidad de la juventud renuncia a los standares y protesta contra
los intentos de eliminación de lo extraño, lo irreductible, lo otro. El
derecho a la diferencia se ha impuesto como un imperativo moral en
la cultura de los jóvenes.
La época del deber impersonal y distante ha tocado a su fin. En su
lugar, ha llegado el tiempo de la pasión por la innovación, de la
emoción del dinamismo y del entusiasmo de la comunicación. De ahí
las dos grandes expectativas que tienen los jóvenes en los servicios
de proximidad y de solidaridad.
Los servicios de proximidad, que fueron siempre un baluarte de la
protección, viven actualmente un serio debilitamiento. La lógica misma
del Estado de Bienestar, con la institucionalización de la solidaridad,
ha roto las formas tradicionales de responder ante la necesidad.
Los jóvenes han descubierto la solidaridad como un valor central,
pero ciertamente lo han hecho desde la óptica de la identidad abierta.
La novedad cultural del descubrimiento de la solidaridad en el mundo
de los jóvenes ha consistido en vincular esa solidaridad al interés
personal. El individuo responsable descubre como interés propio la
solidaridad, ya que ella es parte de la responsabilidad individual.
Nunca como hoy habíamos asistido a una eclosión de solidaridad en
el mundo de los jóvenes, y nunca como ahora a una oposición tan
decidida a las formas de exclusión o de humillación. Las acciones que
en 1990 se justifican menos que en 1981 -según la Encuesta Europea
de Valores- están relacionadas con la moral sexual familiar, con la
disposición o manipulación de la propia persona, y sobre todo con la
insolidaridad cívica o ciudadana (por ejemplo, engañar en el pago de
impuestos, no informar de los desperfectos provocados
accidentalmente, comprar algo robado, o conducir un vehículo que
pertenece a un desconocido). Tan significativo es este cambio que
ciertos ideólogos empiezan a lamentar la ausencia de ambición en la
juventud: "Se han reducido los valores públicamente estimados a un
número tan escaso, como el poder o el dinero, que existe el peligro de
que esos muchachos menosprecien la ambición de triunfar en las
ciencias, el arte, la creación o el deporte, donde pueden encontrar
grandes satisfacciones personales e incluso celebridad" (ORTEGA
SPOTTORNO).
4.3. Eclipse
La identidad de los jóvenes y los mecanismos que la sostienen han
hecho aumentar los factores de vulnerabilidad a causa de algunos
elementos básicos, que conforman el perfil de la vulnerabilidad. Por
ejemplo, se ha transformado la índole de los riesgos. De una
"sociedad de peligros" hemos pasado a una "sociedad de riesgos".
Mientras los peligros (como, por ejemplo, las quiebras, las catástrofes
o las guerras) eran concretos, previsibles y fácilmente identificables,
los riesgos (deterioro del medio ambiente, inseguridad, desempleo)
son difícilmente detectables, aun cuando puedan ser atribuidos a una
causa conocida. Ante decisiones económicas, químicas, genéticas,
nucleares, informáticas, resulta imposible observar con precisión en
qué sentido podemos errar (BECK, 1993; RODRÍGUEZ IBÁÑEZ, 1993;
GIDDENS, 1992).
La batalla del joven individuo contra la sociedad es desigual, y
puede resolverse de dos maneras típicas: o bien triunfa la sociedad,
haciendo del joven un producto útil y adaptado a las exigencias del
modelo social dominante, o bien es expulsado el individuo a esa zona
de vulnerabilidad y de precariedad donde habitan tantos jóvenes hoy.
Cada vez es mayor el segmento de juventud que está instalado en la
precariedad tanto social como laboral y profesional. Se han fragilizado
de este modo las redes tradicionales que sostenían las existencias
vulnerables. Los intentos de tantos jóvenes de perdurar en la familia
responden a esa necesidad de encontrar amortiguadores ante el
impacto del desvalimiento y la precariedad.
5. LA CONSTELACIÓN POLITEÍSTA
El universo religioso de los jóvenes está siendo reconstruido con
múltiples materiales que proceden del mundo de sus sentimientos, de
sus necesidades primarias, de su posicionamiento ante las
instituciones, así como de rasgos y estilos de vida que les son
propios. Todos esos itinerarios de reconstrucción de lo religioso que
coexisten actualmente constituyen una nueva constelación que
denominamos politeísta, para mostrar que no nos encontramos ante
la crisis de lo religioso entre los jóvenes, sino más bien ante una
hemorragia de religiosidad difusa. ¿Qué características tiene la actual
reconstrucción de lo religioso en el mundo de los jóvenes y cómo se
condensa en forma de constelación socio cultural?
5.1. Síntomas
a) Es sabido que la población española se declara
mayoritariamente católica, a pesar de que en los últimos años haya
aumentado el grupo de los que afirman no pertenecer a ninguna
religión. El porcentaje de "no creyentes" era del 2% en 1970, y en
1990 ya alcanzaba el 26%, que corresponde en buena medida al
sector de los jóvenes. Tres de cuatro jóvenes se dicen católicos, y
uno de cada cinco se reconoce católico practicante. Un 70% de
jóvenes, aunque con intensidades diversas, afirma creer en Dios
(CIRES, Fundación SANTA MARÍA).
Sin embargo, la práctica religiosa dominical ha disminuido tanto
entre los jóvenes como entre los adultos: un 20% de los jóvenes
cumple con el precepto dominical y va a misa al menos una vez a la
semana; alrededor de la mitad sólo van en ocasiones especiales, y
una quinta parte no suele ir nunca. La asistencia a la iglesia parece
ser algo más frecuente entre las mujeres, y está directamente
relacionada con la clase social (CIRES, 1994, pp. 778 779). Asimismo
los jóvenes de 18 a 24 años de edad presentan porcentajes inferiores
a los de la población general en lo referente a prácticas religiosas.
Incluso puede afirmarse que para los jóvenes la práctica religiosa no
es precisamente un valor muy estimado: se consideran religiosos el
46% de jóvenes, mientras que esa convicción alcanza al 63% de la
población general. (CIRES, 1994, pp. 45, 778 779).
Hay un aumento ininterrumpido del grupo de agnósticos e
indiferentes, que son los grandes triunfadores de la crisis del universo
católico español en los últimos años. Sin embargo, no parece que la
indiferencia sea la estación término del universo religioso de los
jóvenes, sino que más bien nos encontramos en el principio de otro
viaje que se dirige hacia otras formas de creencias y hacia otras
prácticas de matriz religiosa, lo que indica que la demanda religiosa
no ha desaparecido, sino que se reorienta. ¿Qué caracteriza la nueva
matriz religiosa de los jóvenes?
b) Uno de cada dos jóvenes (el 48%) ha tenido la experiencia de
fascinación ante la grandeza y la belleza de la naturaleza. Un primer
itinerario de reconstrucción del universo religioso de los jóvenes se
hace con elementos cósmicos vinculados a la ecología. Así, ha
disminuido la fe en un Dios personal en beneficio de la creencia en
alguna clase de espíritu o fuerza vital. Aumenta igualmente la creencia
en el destino (39% de los jóvenes varones y 53% de las mujeres
jóvenes) y en el horóscopo (22% y 36%, respectivamente).
Según la Encuesta Europea de Valores, el 21% de los jóvenes cree
en la reencarnación. Aumenta el número de jóvenes que cree que la
muerte es un paso hacia otra existencia (37%), aunque un 51% no
sabe si hay algo después. Según concluye ELZO, la creencia en los
dogmas centrales del cristianismo, como puede ser la resurrección, no
alcanza más allá de la quinta parte de la juventud. Y para esta quinta
parte, la creencia no se limita al mero acto cognoscitivo, sino que
tiene una profunda dimensión vivencial (1994, p.145).
En lo que se refiere a las prácticas religiosas, disminuyen aquellas
que están asociadas a instituciones (sacramentos de la eucaristía, de
la reconciliación...), para recuperar, no obstante, una serie de rituales
y prácticas pre cristianas, como son las fiestas populares y las
celebraciones naturales del nacimiento, la muerte o el matrimonio, que
tienen que ver con los ajustes existenciales.
c) La situación espiritual de los jóvenes no viene caracterizada por
la indiferencia ante la religión, sino más bien por un nuevo itinerario
espiritual. Itinerario que no es ajeno al retorno general de lo sagrado
por la vía de la naturaleza, a la vigencia de la dimensión existencial
por la vía de la mística y al reclamo de unidades de pertenencia a
través de pequeñas comunidades.
La forma de religiosidad de los jóvenes se presenta compatible con
un alto grado de confianza en los métodos del curanderismo, el
horóscopo, la astrología o los médium. No resulta indiferente que
(según datos de la Fundación SANTA MARÍA) el 42% de los jóvenes
crea que hay algo verdadero en las prácticas pararreligiosas. Y en
cuanto a las sectas se refiere, el 6% de jóvenes las considera como
una forma válida de religiosidad. Su proliferación, aunque
cuantitativamente sea un hecho reducido, revela las inflexiones que
se están produciendo en el mundo de los jóvenes.
El sentimiento religioso que ahora emerge no es propiamente una
vuelta a la forma pre moderna de lo sagrado, ni siquiera a la
restauración de sus formas institucionales que se expresan en las
iglesias, sino que más bien es una manifestación no estructurada del
sentido de trascendencia que potencia sobre todo los aspectos
existenciales. Así, la ola de búsqueda de lo mísitico se manifiesta en el
mayor conocimiento de las grandes corrientes de espiritualidad y en
una cierta fascinación por las tradiciones orientales. Pero esa ola se
expresa también a través de la creencia en fuerzas poco definidas
que rigen el destino de los seres humanos, creencia que conlleva con
frecuencia expresiones esotéricas y ocultistas: tarot, cartomancia,
espiritismo, numerología, creencia en extraterrestres.
5.2. Oportunidades históricas
La reconstrucción de la religiosidad que protagonizan los jóvenes
abre importantes oportunidades a la acción educativa, al menos en
tres direcciones significativas. En cualquiera de ellas, ya no es
legítimo hablar de irreligiosidad como rasgo característico de los
jóvenes. Más bien han cambiado las condiciones de producción del
universo religioso, y ellas pueden representar una contribución
importante a la profundización de la religión.
a) El universo religioso de los jóvenes no se sostiene sobre el peso
institucional de la Iglesia o sobre determinadas normas sociales o
códigos de conducta, sino que se vincula cada vez más a demandas
de sentido y a preguntas fundamentales sobre la vida humana. Los
jóvenes ya no viven en un mundo estructuralmente impregnado de lo
sagrado, ni lo religioso constituye ya una fuente de inteligibilidad, ni
las Iglesias forman el cimiento interno del orden social. A pesar de
ello, no se han acallado las cuestiones sobre el sentido. Nadie duda
que exista actualmente entre los jóvenes una demanda urgente de
sentido, de respuesta a cuestiones fundamentales del ser humano.
Todo ello hace pensar que se produce el cansancio de una
determinada civilización y que hay una necesidad de encontrar
caminos de integración y de armonía interna ante la fragmentación
contemporánea.
La demanda de sentido responde a un cierto agotamiento de una
civilización hegemónica que ha obstruido las cuestiones del sentido en
función de una racionalidad técnica e instrumental. Los jóvenes viven
una saturación de ese universo simbólico que ha servido para
sustentar una civilización de instrumentos y de consumos, pero ha
dejado huérfanas las cuestiones básicas de la existencia humana. Se
les hace necesario encontrar caminos de integración personal a
través de formas de comunicación, meditación y oración.
b) Junto a las cuestiones sobre el sentido, se abre la oportunidad
de aproximar la experiencia religiosa a los valores ecológicos. Los
jóvenes han abierto la experiencia religiosa a la dimensión cósmica,
incluso aquellos que se consideran agnósticos. A la cultura actual de
los jóvenes pertenece la creencia mayoritaria en fuerzas y energías
superiores que rigen la naturaleza, así como la representación de la
naturaleza como lugar sagrado.
c) El factor existencial resulta definitorio en la producción social de
la religiosidad. La experiencia religiosa ha desplazado los
componentes institucionales, y en su lugar se ha constatado una
fuerte presencia de elementos estrictamente personales: el
sentimiento de culpa, la vivencia de una presencia trascendente, la
preeminencia de un ser superior, el misterio de la muerte como
frontera de la vida, la experiencia de la comunicación mística.
Estos elementos no pueden ser infravalorados por el educador por
razón de afirmaciones dogmáticas u ortodoxas (si se salva o no la
objetividad de la verdad o la trascendencia de lo sagrado). Esos
elementos deben ser más bien una oportunidad de sacar algún
provecho humano del fenómeno de la individualización de lo religioso.
Así, esta nueva perspectiva, que podríamos denominar "experiencial",
ofrece actualmente una alternativa al tipo de aproximación que
normalmente ha caracterizado a los educadores y que podríamos
denominar "exclusivamente culturalista".
5.3. Eclipse
La primacía del individuo, sujeto de opciones y decisiones
personales, debe estimarse como el lugar natural de la creencia
religiosa: el individuo (en sociedad, como diremos en seguida)
constituye la auténtica realidad humana, de la cual surgen
gradualmente las instituciones sociales, políticas o eclesiales.
¿Cuántas oportunidades se abrirían si el individuo fuera el centro de
la escuela, de la parroquia, de la Iglesia o del barrio? La afirmación
del individuo es primariamente una forma de comprender el acto de fe
y de colaborar en un proyecto humanizador de Iglesia. Ya no es
posible pertenecer al grupo sin participar en él, de suerte que la
pertenencia a la Iglesia debe recrearse para un colectivo que ha
hecho suya la entrega condicional y voluntaria, la distancia crítica y la
elección.
Se entiende fácilmente cómo esta oportunidad se puede convertir
en una actitud antisocial, antipolítica y antieclesial cuando se afirma
en contraposición al grupo y a la comunidad. Incluso aceptando esta
posibilidad de eclipse, no parece que ello les preocupe a los jóvenes,
ya que valoran la presencia y la interrelación de acogida y de ayuda
mutua de las personas, y buscan el clima personalizador y
socializador frente al anonimato y al individualismo.
El universo religioso de los jóvenes se caracteriza por su talante
crítico frente a las manifestaciones institucionales de la religión, y por
su aceptación de una religiosidad difusa, que ciertamente abre
oportunidades para la experiencia mística, pero produce dos eclipses
que el educador deberá amortiguar: el regreso de lo irracional y el
debilitamiento del compromiso.
La reivindicación de lo mágico, la vigencia de las sectas y un cierto
misticismo constituyen las tres heridas del universo religioso de los
jóvenes, que en muchos casos llega a identificarse con la experiencia
religiosa misma. Los tres eclipses nacen allí donde se había
violentado alguna experiencia fundante: la reivindicación de lo mágico
como protesta a la racionalidad instrumental, la vigencia de las sectas
como reivindicación ante la burocratización de las Iglesias, y el
misticismo como negación de un exceso de expresión. Igualmente, la
reacción neo mística entre los jóvenes se produce a costa del
compromiso socio político. Si, en décadas anteriores, la fe religiosa
estuvo básicamente vinculada a la ética y a la transformación,
actualmente lo está a la estética y al espíritu de convivencia.
IV. EPÍLOGO PARA EDUCADORES
Cada tiempo lleva en su seno pasiones y tendencias opuestas que
coexisten y se confrontan en forma de contradicciones socio
culturales. La perspectiva educativa no valora en la misma medida
oportunidades y eclipses, sino que se caracteriza por situarse del lado
de las oportunidades.
El concepto de "oportunidad social" ha sido el hilo conductor de
este escrito: su única idea y su único compromiso. Ahora bien, para
que las oportunidades sociales se conviertan en oportunidades
educativas se requiere la voluntad del educador para valorarlas y
reconocerlas como tales. No basta que las posibilidades estén ahí; el
recurso educativo nace de una combinación con la voluntad. Por ello,
un recurso educativo será constituido y articulado en la medida en
que se proyecte a través de la creatividad, de la organización y de la
acción.
Al confiar en las potencialidades, el educador amplía el concepto
tradicional de la intervención educativa, que se resuelve siempre a
favor de las posibilidades que encierra una situación. Posibilidades
tangibles e intangibles, físicas y espirituales, formales e informales.
Para el educador tiene un valor especial la fisiología de nuestro
tiempo, ya que, al situarse de parte de las oportunidades, mira a su
presente como un tiempo germinal. Y de este modo, incluso lo
improbable se convierte en un camino a seguir; cuando la
corresponsabilidad o la solidaridad no sean probables, la verdad
educativa brotará de lo improbable.
El educador no se enfrenta ante las iluminaciones y los eclipses
como si se tratara de dos vías ante las cuales debe elegir, como quien
se encuentra en el cruce de dos caminos. Transformar un eclipse en
una oportunidad, una hendidura social en una ocasión de crecimiento,
una caída en un vuelo, la oscuridad en independencia moral e
intelectual, es el aporte fundamental de la educación. Para esta
mutación, el educador necesita de unos equipajes permanentes.
¿Con qué instrumentos se puede pensar la incertidumbre? ¿Qué
brújulas utilizar? ¿Qué acciones promover? El equipaje de la crítica
resultará esencial en esta tarea, como brújula moral para desactivar
eclipses culturales, para desenmascarar falsas oportunidades
sociales y para denunciar sus atropellos.
El educador ha de situarse más allá de la perplejidad que paraliza la
convicción, y más acá de la certeza que impide la búsqueda. Ambas
amputaciones impiden la intervención educativa: lo primero supone un
ritmo tan vertiginoso que no permite asumir la perplejidad; lo segundo
aporta certezas que nunca llegan a ser del todo nuestras. Frente a la
perplejidad, la convicción humilde; frente a la certeza, la pregunta
permanente.
Será necesario evitar las hondas lamentaciones contra nuestro
tiempo y los memoriales de agravios contra los jóvenes, ya que ambas
cosas impiden percibir los latidos más profundos y recoger el rumor
de fondo olvidado, donde anidan las oportunidades. No conozco nada
grande en el ámbito educativo que haya nacido de la apocalíptica, ni
nada positivo que sea generado por la desesperanza. La apocalíptica,
como talante educativo, agranda la sobrecarga del educador, activa
las minas intelectuales y morales de los alumnos y, sobre todo, impide
caminar a los débiles. ¡Hacer camino con un educador
desesperanzado es la peor desgracia que le puede suceder a un
sujeto frágil! Aunque las oportunidades de un momento concreto haya
que descubrirlas a través del ojo de una cerradura, el educador
tendrá que recordar que "por causa de los desesperanzados se nos
entregó la esperanza" (BENJAMIN).
Es cierto que en la acción educativa, como en toda acción
creadora, acontece una progresiva pérdida de sustancia que requiere
realimentarse. Miguel DELIBES lo advertía recientemente en el
discurso pronunciado con motivo del Premio Cervantes. En el aliento
hacia otras existencias hay siempre un interesado desprendimiento,
que se despliega por una parte en desgaste gratuito y por otra en
reencuentro interesado. Dar la vida para ganarla es la expresión
evangélica de esta divina paradoja.
Cuando alguien emprende la creación narrativa de otras vidas, se
enajena a sí mismo para vivir las de sus personajes: la existencia del
narrador transcurre inventándose otros "yos", desdoblándose en
otros seres, actuando por ellos hasta el punto que su verdadera
existencia se diluye y en cierta medida deja de tener sentido para él.
El educador, como el creador, siente de este modo una doble
dinámica: por una parte, la ampliación de su existencia, como
enriquecimiento por la apertura de nuevos horizontes, y por otra, el
desgaste existencial que se produce en cada desdoblamiento, ya que
"ellos iban redondeando sus vidas a costa de la mía, en buena parte
ellos me habían vivido la vida, me la habían sorbido poco a poco". El
educador se ha dejado sorber la vida y, como Delibes, cuando quiere
darse cuenta de este despojo, su espalda ya se ha encorvado
definitivamente.
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CUESTIONARIO PARA EL DIÁLOGO
0. Quizás la lectura de este Cuaderno ha suscitado en nosotros
respuestas diferentes: de disconformidad, de aprobación, incluso de
perplejidad...
- Comentemos las principales reacciones que su lectura ha
suscitado
1. En la "constelación del presente", el autor habla del futuro como
amenaza, de la vigencia del pragmatismo, del enfriamiento de la
utopía. Al mismo tiempo, muestra las oportunidades nuevas que esa
constelación abre ante nosotros.
- A partir de nuestra experiencia, ¿cuáles son esas
oportunidades?
2. En la "constelación del cuerpo", el autor nos expone nuevas
formas de vivenciar nuestra realidad corporal: la cultura de la salud, la
afirmación de los derechos humanos, la recreación del espíritu y del
amor...
- ¿Cómo influye todo ello en nuestra vida? ¿Qué oportunidades
presenta?
3. La "constelación de la complejidad" abre nuevas oportunidades
(la de una sociedad intercultural, la de una sociedad intercausal...),
pero al mismo tiempo puede ser también peligro de incertidumbre y
desasosiego.
- ¿Cómo acompañar estos momentos educativos?
4. En la "constelación de la identidad abierta", el autor nos habla del
valor del reconocimiento, de la responsabilidad mayor, de la
diferencia.
- ¿Qué amenazas y qué oportunidades presenta esta
constelación?
5. El universo religioso de los jóvenes no se sostiene sobre el peso
institucional de la Iglesia o sobre determinadas normas sociales o
códigos de conducta, sino que más bien se ve vinculado a demandas
de sentido.
- ¿Consecuencias de este fenómeno para la transmisión de la fe?
6. Después de la lectura del Cuaderno, se puede esbozar
personalmente o en grupo una especie de "Epílogo", situándose
principalmente en el terreno de las "oportunidades educativas".
Joaquín García Roca
CRISTIANISME 55