LA MITAD DE LA VIDA COMO TAREA ESPIRITUAL

LA CRISIS DE LOS 40-50 AÑOS


por ANSELM GRÜN,O.S.B.


Imaginémonos la escena: En un monasterio benedictino situado 
en la Franconia, entre Würzburg y Bamberg y que se levanta en el 
pueblo de Müssterschwarzach, nombre de no fácil pronunciación 
para los principiantes en alemán, había por los años de 1968 y 
siguientes una magnifica promoción de monjes cargados de 
promesas y esperanzas.
Hasta allí, hasta el rincón monacal apacible llegaban las noticias 
del mayo francés y posteriormente la de la invasión de 
Checoslovaquia. Los casi doscientos monjes no interrumpieron su 
horario en el que se alternaba rítmicamente la oración y el trabajo.
Ya se percibían entonces los primeros síntomas de una crisis, de 
una interrogación y se esperaba también una respuesta de nuevas 
actitudes. El monasterio se ampliaba con nuevas dependencias y su 
palpitar misionero, pues este monasterio es misionero y con 
fundaciones lejanas en África, América, etc... tampoco disminuía.
Vinieron después años en que bastantes monjes dejaron el lugar 
protector e incitante tras haber permanecido en él durante el tiempo 
de su primera y segunda juventud. Y de entre aquel grupo 
prometedor que llamaba la atención al final de los años sesenta 
hubo unos monjes que fueron ocupando los puestos de más 
responsabilidad en el monasterio. De entre aquellos que eran 
esperanza salió el que iba a ser Padre Hospedero, cargo 
benedictino si lo hay. También se perfilaron los animadores y 
creadores del canto, las figuras de estudio y las personalidades 
especialmente orantes, alguno conocido hoy en casi todo el mundo. 
De entre ellos, por fin, habría de salir el actual Abad.
¿Cuál es la escena, dentro de este contexto que nos hemos de 
imaginar? La del encuentro de estos monjes ante un hecho grave 
como el que estaban presenciando: la salida sucesiva de 
numerosos hermanos que por su cantidad y por su gran valor 
hacían esta ruptura especialmente dolorosa. Y en el encuentro 
surge la pregunta: ¿Qué pasa al llegar a cierta edad? Y empiezan a 
desfilar las hipótesis, las conjeturas amasadas por una noble 
inquietud de buscar la verdad y la razón de una vida que es la 
monacal.
Y aquí algo muy interesante y que es lo que ha hecho que estas 
páginas se escribieran, que estas páginas se tradujeran y que 
desde lejos y desde cerca se perciba que aquellos «diálogos de 
benedictinos» planteen una cuestión que rebasa con mucho la vida 
de un monasterio y el caso particular de unas vocaciones 
interrumpidas. Aquellos monjes se plantean ni más ni menos la 
pregunta de la vida y de su continuidad, de su sentido y de su 
drama.
Y... quizá sin darse cuenta aportan con su reflexión una ayuda 
brillante y profunda a todo aquél, sea cual sea su situación vital, 
que quiera tener más constancia de este quehacer que se llama 
vivir.
Las páginas que siguen son la reflexión que unos monjes han 
hecho sobre la vida y, por tanto, han de leerse haciendo que cada 
uno que a ellas se acerque realice su propia reflexión sobre su 
propia vida. Por ello la lectura que se ofrece aquí es una invitación y 
un material para el autoanálisis. No se trata pues ni de una lectura 
de distracción ni de información sino de radical confrontación.
Aunque breves son «trabajosas» y no porque sean difíciles sino 
porque son sugestivas y piden un diálogo interior de extrema 
sinceridad. El lector ha de poner su propia vida sobre las páginas 
que tiene delante y rellenar con sus casos, circunstancias y 
experiencias las alusiones que va encontrando.
Se debe comenzar por hacer consciente el hecho de que la vida, 
mi vida, la de cada cual es una sucesión de nacimientos y muertes, 
o si se quiere suavizar, de transformaciones. Y cada momento de mi 
vida tiene la misma realidad y la misma exigencia de aceptación.
Esta simple verdad no aparece normalmente con fuerza y 
urgencia conmovedoras. El discurrir de los días y de los años va 
creando lentamente las nuevas situaciones y las transformaciones 
son apenas registradas. Así el niño va creciendo y no se da cuenta 
(ni él ni los demás) que se «hace mayor» por la sencilla razón de 
que un niño no «se hace mayor» sino que 
«está-haciéndose-mayor» lentamente. Pero llega un momento en 
que ese proceso lento se declara en explosiva manifestación. 
Igualmente podría decirse de cualquier otra etapa de la vida.
Cuando surge la notoriedad del cambio -que tampoco es 
instantánea- aparece un claroscuro incierto y prometedor que 
produce una situación intermedia azorante. Es lo que llamamos 
«crisis». Crisis de la adolescencia, crisis juvenil, crisis de entrada en 
la edad adulta, crisis de la mitad de la vida, crisis de la vejez y última 
crisis.
Los autores de estas páginas se han fijado en el tránsito o crisis 
de la mitad de la vida, es decir, de la peculiar situación que se da en 
la época que acaba la firmeza de lo adquirido y logrado hasta los 
cuarenta años (las cifras deben ser consideradas con bastante 
flexibilidad) y comienza otra etapa con perspectivas y posibilidades 
diferentes.
CRISIS/40-50-AÑOS: Que esta crisis es crucial no hace falta 
argumentarlo. Se trata del paso de la autoafirmación y espera en 
las propias fuerzas a la «aceptación» y nacimiento de la esperanza 
que consiste en confiar no ya en las propias fuerzas, sino en 
fuerzas no propias. Aquí aquella famosa distinción entre espera y 
esperanza tiene una máxima vigencia. El alemán no confunde nunca 
estas dos situaciones porque para cada una de ellas tiene palabra 
distinta. No es lo mismo «Warten» que «Hoffnen», como en francés 
no es lo mismo «attente» y «espoir». En español nos hemos de 
ceñir a la «espera» y la «esperanza».
La crisis de la mitad de la vida es la coyuntura de la esperanza y 
esto representa una «apretura», una conmoción y una perplejidad 
que puede llegar a la angustia. El tema es apasionante y nos afecta 
a todos de manera insoslayable. Es una situación limite de nuestra 
existencia.
ESPERA-EP/CRISIS: Pero hay más y por eso esta reflexión se 
transciende a si misma y le da una validez más amplia. Toda 
situación limite de la vida humana consiste en lo mismo: el paso de 
la espera a la esperanza. Por ello la lectura de estas páginas es útil, 
imprescindible para todo aquél, esté en la edad que esté, que se 
enfrenta con una situación limite. Quizá pudiera decirse que esta 
crisis es el modelo de toda crisis vital, de todo cambio, de toda 
muerte-renacimiento.
Deténgamonos, pues, en esta «mitad de la vida» y luego 
veremos lo que nos enseña para afrontar cualquier coyuntura 
decisiva.
Si ejercemos la observación-reflexión nos damos cuenta de que 
lo primero que se nos presenta son unos datos que convertimos en 
síntomas con los que podemos elaborar un diagnóstico. Y el 
diagnóstico nos demanda urgente y perentoriamente una terapia. 
Esto dicho así y que parece perogrullesco tiene unos supuestos 
que son los que el lector ha de tener presentes para convertir la 
lectura en trabajo y creación personales.
V-MITAD/CRISIS: La mitad de la vida es un trance tremebundo e 
impreparado. Es un trance en el que si no se hubiera descubierto el 
inconsciente sería la ocasión para descubrirlo, porque en él opera 
este inconsciente de manera extraordinaria. Es una lucha con las 
fuerzas ocultas que estando presentes y actuantes no han sido 
registradas debidamente. Y esto le pasa a todo el mundo aunque 
no lo sepa.
Durante la primera mitad de la vida todo el mundo sabe que «la 
gente se muere». Lo sabe por el común asentimiento, por las 
noticias diarias y por los huecos que quedan a su alrededor. 
También sabe que a partir de cierta edad no podrá hacer muchas 
cosas que ahora hace y por ello tiene que aprovechar el tiempo y 
labrarse un porvenir, adquirir unas potencias, ejercitarse en unas 
virtudes o valores.
Pero todavía no «sabe» que él se va a morir, que él no podrá 
realizar una serie de cosas que ahora hace. Tiene de la muerte y de 
la limitación un concepto, pero no una vivencia directa. Tiene cerca 
la vivencia de asistir a la muerte de otros, a la limitación de otros, a 
la jubilación de otros.
En un momento dado, la mitad de la vida, pasa a tener al menos 
los barruntos de su propia limitación y la vivencia de su caducidad, 
de su temporalidad. Hasta entonces ha estado en el tiempo. De 
ahora en adelante se siente temporal. Y esta nueva vivencia le 
coloca en situación azorante.
Para esta nueva situación a la que se llega por el simple paso 
del tiempo no hay resortes pedagógicos ni escuelas o universidades 
si se exceptúan los medios de salvación que ofrecen las religiones. 
Esto lo afirma con toda radicalidad el psicólogo Jung sin el menor 
afán apologético.
CV/SEGUNDA: La mitad de la vida es, pues, la gran coyuntura 
de llamada religiosa incluso en el caso de que ya se «viva» en una 
religión determinada. Porque esa religión vivida hasta el momento 
de la crisis que nos ocupa está normalmente todavía apoyada en la 
esperanza de lo que nos pueden dar las propias fuerzas por mucho 
que se afirme que «todo es gracia y donación». Salvo casos 
excepcionales la religión es vivida y practicada muy juvenilmente 
(como principiantes dirían los maestros espirituales) y se hace 
necesaria lo que se ha llamado con todo acierto la «segunda 
conversión».
No hay que decir aquí que esa religión juvenil es buena y 
auténtica. No hay que invalidar lo realizado en ese primer modo de 
ejercitar la fe. Pero ha llegado la hora de perfeccionar lo hecho o de 
transfigurarlo de acuerdo con la nueva situación real biográfica. Así 
llegamos a una conjunción verdaderamente creativa de lo religioso 
y de lo psicológico. Y esto es lo que hacen las páginas que siguen.
Desde el plano psicológico la mitad de la vida pide una madurez 
que conduce a la salud, desde el plano religioso la mitad de la vida 
pide una purificación y una profundización que conduce a un nuevo 
estadio espiritual.
Por eso ha sido un acierto magnifico el que unos monjes 
benedictinos alemanes se hayan puesto a reflexionar desde el 
drama de sus vidas sobre un místico, Tauler, y sobre un psicólogo, 
Jung. Es tal el acierto de la elección y conjunción de estas dos 
figuras que me atrevo a advertir al lector que puede leer una parte 
o la otra del presente trabajo indistintamente, primero la una o 
primero la otra.
Pero en ningún caso ha de olvidar el lector poner en juego su 
propia vida durante la lectura. Quiero decir que ejerza 
verdaderamente su función de lector que es entrar en diálogo con 
quien escribe. En este caso con Tauler, con Jung y con sus 
reflexivos comentaristas.
Pero antes de dejar la palabra a estas sugestivas 
reflexiones-aviso me permito poner unas notas que no son sólo «de 
traductor» sino de quien ha pasado varias coyunturas de «crisis» y 
mitad de la vida cobijado (in der Geborgenheit) y amparado por 
claustros benedictinos alemanes.
Fue en el monasterio de Niederaltaich, al borde del Danubio, 
donde tuve un contacto profundo con Tauler. El padre Emmanuel 
Jungcaussen estaba ocupado con «el descubrimiento del mundo 
interior según Tauler» (Entdeckung der inneren Welt nach Tauler). 
No había aparecido aún su libro «Der Meister in dir», pero ya lo 
había entregado a la imprenta. En las meditaciones y 
conversaciones con él surgieron las preguntas que después habría 
de leer desde lejos. Era el ano 1975.
«¿Quién era Johannes Tauler?», «¿Por qué leemos de nuevo a 
Tauler?», «¿Cómo entendemos hoy a Johannes Tauler?». Estas 
preguntas centran la figura de Tauler para los que no le conozcan o 
lo conozcan poco. Porque Tauler ha sido un redescubrimiento en 
nuestros días.
Tauler fue un dominico nacido hacia 1300 y muerto el 16 de junio 
de 1361. Aunque su centro conventual fue Estrasburgo no dejó de 
recorrer distintos monasterios de la región renana donde, como en 
Estrasburgo, ejercía su vocación de padre predicador. Discípulo de 
Eckart pertenece al movimiento místico del centro y norte de Europa 
y está emparentado espiritualmente con Suso y Ruysbruco. Su obra 
no es sistemática sino que va exponiendo su experiencia y su 
doctrina a lo largo de sus sermones. La traducción de sus sermones 
al latín tuvieron influencia en toda Europa y llegaron a España 
tiempo después. Tauler es, al usar la lengua vernácula, uno de los 
constructores del idioma alemán.
La gran tarea del cristianismo es llegar a tocar «el fondo del 
alma» donde por la fidelidad se alcanza «el nacimiento de Dios» en 
ella. Desde este fondo se percibe al maestro interior y la vida queda 
transfigurada. Por eso nos preguntamos también por qué leemos 
hoy de nuevo a Tauler. Y es que el movimiento meditativo 
contemporáneo ha encontrado en él un maestro. Se trata del 
movimiento que ha vuelto a descubrir la profundidad de la mística 
cristiana occidental que habla sido olvidada en gran parte, aunque 
nunca desapareció su influencia. La mística alemana y su 
revalorización actual merecen una especial atención que 
intentaremos reflejar en subsiguientes traducciones de las cuales 
este librito es la primera prueba.
Cuando como en nuestros días se vuelve al «camino interior», a 
la profundización hasta el «fondo del ser», Tauler es una referencia 
como lo es Juan de la Cruz en el que, sin duda alguna influyó a 
través de las traducciones latinas.
«En primer término -escribe el Padre Emmanuel Jungclaussen- 
debemos afirmar que de los grandes místicos alemanes ninguno ha 
sido tan leído y ha tenido tanta influencia como Johannes Tauler, si 
exceptuamos el Librito de la eterna sabiduría de Suso».
Como hemos dicho, su traducción (la de Laurentios Surius de 
1548) llegó a España y fue leída por Juan de la Cruz. También 
influyó en el ámbito protestante «comenzando por Lutero y llegando 
al místico Gerhard Tersteegen (1697-1769). Tauler fue 
«redescubierto» en el siglo XIX y precisamente por protestantes. 
Esto le da un sentido ecuménico a su lectura actual. Y es que el 
verdadero punto de encuentro ecuménico dentro de los cristianos y 
en el diálogo de las religiones en general es la experiencia mística.
Las fuentes en que bebió Tauler como es Dionisio Aeropagita le 
ponen en la onda que puede establecer el puente con el lejano 
oriente. Sus expresiones, actitudes y pedagogía sobre la 
experiencia del «fondo del alma» colocan a Tauler en sintonía con 
experiencias extracristianas de la India o de los maestros Zen del 
budismo japonés.
El entusiasmo meditativo de hoy que ha vuelto a abrir las puertas 
de la interioridad superando excesivos intelectualismos, encuentra 
en Tauler un maestro de primera fila. Descender hasta el fondo del 
ser y tener así una experiencia única que, por otro lado, es una 
experiencia que se ha tenido en todos los tiempos y religiones, es 
una de las grandes perspectivas de nuestro tiempo.
Descubrir el mundo interior es la gran tarea que, especialmente 
en la juventud, se barrunta e intuye. Cuando una época, final de 
una era grande, se debate entre amenazas del sinsentido, de la 
marginación, de las enormes desigualdades continentales, del 
aburrimiento en los países prósperos, de la vida infrahumana en los 
países pobres, del abandono de los ancianos, de las ansias de 
placer y de la falta de entereza ante las cuestiones fundamentales... 
entonces vuelven a resonar en el hombre las llamadas olvidadas y 
de entre todas la cuestión última del fondo del ser.
La situación del hombre actual tantas veces denunciada tiene 
solamente una salida también milenariamente proclamada. Si es 
verdad, como se ha dicho, que a pesar de toda la técnica y de todo 
el racionalismo vigentes, el invierno seguirá siendo invierno y el 
arquetipo de la noche seguirá conmoviendo la intimidad del hombre, 
la última verdad es que a través de ese mundo tan alejado del ser 
se comienza a percibir la nostalgia y el intento de llegar a ese 
«hombre interior» tan disfrazado y degradado por innumerables 
«distracciones>.
La rebeldía o el escepticismo de la juventud, sus desviaciones y 
su no aceptación tienen unas causas más profundas de lo que los 
«conservadores» y dogmáticos creen. Lo que sucede es que los 
educadores, terapeutas, directores espirituales y desde luego los 
hombres dirigentes no están preparados para los problemas que se 
les plantean.
De ahí las catastróficas consecuencias del paro juvenil, de la 
droga y de la delincuencia. Y ante estos hechos son insuficientes 
los parches tradicionales y las «llamadas al orden». No basta con 
tratar de ofrecer cauces para tener o para saber, sino que es 
preciso el camino para enseñar lo que ha de ser.
SB/H-INTERIOR: Hay otra sabiduría distinta de la del logro, de la 
técnica y de la competividad. Es la del «hombre interior» que sabe 
afrontar todas las situaciones con entereza cabal. Ninguna técnica, 
ninguna razón pueden ayudar ante las situaciones limites, las 
estrictas e ineludiblemente humanas como son el paso del tiempo, 
el dolor patológico, la soledad y la muerte. En un mundo como el 
llamado «desarrollado» todo está resuelto menos lo esencial: la 
realidad de la vida en cuanto tal.
Tauler, para esto, es un guía actual porque nos enseña a 
descubrir la interioridad salvadora, el Maestro interior que está en el 
«fondo del alma», y que según su fe cristiana es el Espíritu que 
desencadena el «nacimiento de Dios» en ti.
Por eso leemos hoy de nuevo a Tauler y vemos en él una de las 
grandes llamadas para la recuperación del hombre total, orientado 
en el ser en paralelo con los grandes videntes de todos los tiempos 
y culturas. Le vemos, en este caso en las páginas siguientes, como 
el orientador en la crisis tan humana, tan universal e insoslayable 
como es la de la mitad de la vida. Un hambre en la mitad de su vida 
no es «consolado» por éstos o los otros recursos de tipo inmediato 
o evasivo. Es salvado por un encuentro. El encuentro a que invita 
Tauler.
Si Tauler es el motivo de reflexión de la primera parte, la 
segunda tiene como objeto reflexionar (y resumir sobre) lo que C. 
G. Jung ha expuesto tocante a la «segunda mitad de la vida» y la 
crisis que la abre.
Las coincidencias -verdaderamente llamativas- con Tauler las 
debe percibir y meditar por su propia cuenta el lector. Esto le llevará 
a comprender qué es la intersección del punto de vista psicológico y 
del religioso.
Aquí importa tan solo hacer una pequeñísima presentación de C. 
G. Jung. ¿Quién es Jung y por qué lo leemos hoy? podría ser la 
paralela pregunta.
En primer lugar, Jung es un hombre del hoy reciente ( 1875-1961 
) y psiquiatra de profesión que nos ha dejado una extensa obra 
escrita, amén de su trabajo ejercido como médico. Por ello no 
ofrece las dificultades de los textos medievales de Tauler.
En segundo lugar, Jung habla desde la psicología estricta y no 
como teólogo ni como creyente de determinada confesión, pero sí 
desde su experiencia personal del misterio. El misterio se le ha 
hecho experiencia y, por caminos diversos al del creyente estricto, 
analiza el proceso religioso.
Jung es un psicólogo que acentúa hasta el extremo lo que es la 
experiencia de lo interno. Un texto suyo a propósito de la 
proyectada redacción de su autobiografía, dice: «El destino quiere 
ahora -como siempre ha querido- que, en mi vida, lo externo sea 
accidental, y sólo lo interno rija como sustancial y determinante». 
Toda su obra escrita no es otra cosa -nos dice en otro lugar- sino la 
expresión objetivada de su experiencia interna.
Así pues, Jung, con su propia vida nos da el testimonio de la 
importancia del recurrir a la interioridad. ¿No es éste ya un motivo 
importante para leer a Jung? Dada la falta de cultivo interior que el 
hombre de hoy tiene (y la nostalgia que de ello se deriva) el 
acercarse al interior lleva consigo acercarse al ser, a lo que se es, 
superando la distancia o la «distracción» del hacer.
La pregunta que le dominó a lo largo de su vida fue ésta: «¿Qué 
es el mundo y qué soy yo?». Y a pesar de la intensa curiosidad que 
le llevaba hacia la realidad exterior tuvo la intuición de que era 
dentro donde se encontraba la respuesta. Desde esta actitud 
«agustiniana» viene la gran decisión: confrontarse con el 
inconsciente.
INDIVIDUACION/QUE-ES: (La confrontación con el inconsciente, 
la asunción del inconsciente (individual y colectivo) lleva a una 
madurez que Jung llama «individuación». El mismo dice: 
«Individuación significa: llegar a ser un individuo y, en cuanto por 
individualidad entendemos nuestra peculiaridad más interna, última 
e incomparable, llegar a ser uno mismo. Por ello se podría traducir 
«individuación» también por «mismación» o «autorrealización».
V/ACEPTACION/SV: ACEPTACION-DE-SI: El tema o tarea del ser 
sí mismo, del llegar a ser el que se es, lleva consigo la empresa 
dramática, aventurera y esperanzadora de la aceptación. El hombre 
se rebasa a sí mismo, se trasciende y se salva (salvarse es ser 
maduro y sano) en y con la aceptación de todas las realidades de 
su vida.
Aceptar la luz y la sombra sin asustarse, sin huir. Aceptar lo 
femenino y lo masculino, aceptar las edades de la vida con sus 
peculiaridades reales y así sucesivamente. El hombre así se 
convierte en un consciente ser hospitalario. Ni Prometeo, ni Fausto, 
ni Zaratustra, sino benevolente hospedero de la realidad.
Este proceso de aceptación tiene unos medios de ejercicio. Estos 
medios son la ascética, la meditación, todo lo que las religiones han 
ofrecido a los hombres desde milenios.
No cabe duda que la neurosis, la obsesión y la evasión son 
consecuencia de una falta de confrontación o de una confrontación 
mal hecha. Y en la mitad de la vida se nos exige una auténtica 
confrontación y hace falta una radical transparencia para seguir con 
salud el camino otoñal del atardecer de la vida. En una 
confrontación seria y serena se descubre que toda edad tiene la 
misma realidad y exige la misma aceptación. Esto es no sólo un 
postulado religioso sino que es una fidelidad al proceso psíquico.
Sin salirnos del plano científico-natural en el que se afirma Jung 
(y prescindiendo de últimas valoraciones especificas de su obra) 
podemos decir que también Jung es un puente con el oriente. Han 
sido discípulos de Jung los que con bagaje jungiano han sabido 
acercarse a los procesos de interiorización de la India y del Zen 
japonés.
Amplia es la bibliografía al respecto. Estas páginas que siguen 
son una aportación al movimiento meditativo actual que ha 
establecido nuevas posibilidades y horizontes para el hombre de 
hoy que busca encontrarse. El hombre que «ha perdido su alma» y 
que sólo por una tarea de interiorización puede salvarse en la mitad 
de la vida y en cualquier situación limite.

CARLOS CASTRO-CUBELLS


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Como introducción
La salida del monasterio de monjes, muchos de los cuales tenían 
más de cuarenta años, produjo una fuerte impresión en nuestra 
comunidad. Buscando la causa de este abandono que se dio 
después de más de veinte años de vida monástica nos encontramos 
con el fenómeno de la «crisis en la mitad de la vida».
VOCA/CRISIS: Una ojeada dada a la bibliografía sobre el tema 
nos mostró cómo la «crisis de la mitad de la vida» no sólo afecta.a 
numerosos sacerdotes y religiosos que están entre los cuarenta y 
cincuenta años sino que es una crisis existencial que puede llevar al 
abandono de la vocación. El cambio de edad plantea a muchas 
personas también un problema que pone en crisis la vida llevada 
hasta ese periodo. Cambio, abandono de las circunstancias 
habituales, separación matrimonial, depresiones nerviosas, 
trastornos psicomáticos diversos, son los síntomas de una crisis no 
superada de la mitad de la vida.
Nuestra comunidad tomó como punto de partida el hecho de la 
salida de algunos de sus miembros para meditar en unas jornadas 
teológicas de trabajo sobre el problema de la «mitad de la vida» y 
su posible superación. Dos ponencias perfilaron el marco para un 
diálogo general e intercambio de experiencias personales en 
grupos.
El P. Fidelis Ruppert expuso el pensamiento del místico alemán 
Johannes Tauler (1300-1361) que presenta la crisis de la mitad de 
la vida como una ocasión para el crecimiento y maduración 
espirituales. Se nos hizo patente que la crisis en el medio de la vida, 
entre nosotros, monjes, debe ser superada primariamente en forma 
religiosa. Sin embargo, no se pueden descuidar los presupuestos 
antropológicos y psicológicos. Para completar el esclarecimiento 
religioso de Tauler yo expuse sobre el mismo tema su aspecto 
psicológico según C. G. Jung.
El vivo interés que despertaron los pensamientos de Tauler y 
Jung entre los monjes y otros religiosos justifica el que mediante 
este pequeño libro se quiera ampliar el número de los que puedan 
acceder a ellos. La parte sobre Tauler reproduce las exposiciones 
del P. Fidelis ampliadas. El artÍculo sobre Jung apareció en la 
revista monástica «Erbe und Auftrag», 54 (1978).
En la crisis de la mitad de la vida no se trata simplemente de un 
situarse nuevo en circunstancias físicas o psíquicas cambiadas. No 
se trata solamente de un dar por terminado un periodo por la 
disminución de las fuerzas corporales y espirituales y plantear 
nuevos deseos y nostalgias que frecuentemente brotan en el 
cambio de edad.
Se trata más bien de una profunda crisis de la existencia en la 
que se plantea el sentido del todo: ¿Por qué trabajo yo tanto, por 
qué me ajetreo tanto, sin encontrar tiempo para mi? ¿Por qué, 
cómo, con qué fin, para qué, para quién? Estas preguntas surgen 
más frecuentemente en la mitad de la vida y provocan una 
inseguridad que afecta al concepto de la vida que hasta aquí se ha 
tenido.
La pregunta por el sentido es ya una pregunta religiosa. La mitad 
de la vida es esencialmente una crisis de sentido y por ello una 
crisis religiosa. Pero a la vez esconde latente la ocasión y 
posibilidad de encontrar un nuevo sentido para la vida.
CRISIS/ENCUENTRO-D: La crisis de la mitad de la vida 
conmueve, confundiendo, los diversos elementos de la existencia 
humana para separarlos y ordenarlos de nuevo. Desde el punto de 
vista de la fe, Dios mismo está en esta crisis presente y actuante. 
Moviliza el corazón humano para que se abra y se libere de todos 
los autoengaños. La crisis es obra de la gracia y este aspecto 
apenas aparece en la inmensa bibliografia sobre el tema. Y, sin 
embargo, es un aspecto decisivo.
La crisis de la mitad de la vida no es para el creyente algo que le 
adviene de fuera y para cuya superación ha de injertar la fe 
solamente como una «fuente de fuerza». En esta crisis más bien 
Dios toca al hombre y por ello la crisis es el lugar de un nuevo y 
fuerte encuentro con Dios y ocasión de experiencia de Dios.
Es una etapa decisiva en nuestro camino de fe, un punto en el 
que se decide si usamos a Dios para enriquecer nuestra vida y 
realizarnos a nosotros mismos o si estamos dispuestos, creyendo 
en Dios, a abandonarnos y entregarle nuestra vida.
Las ponencias sobre Tauler y Jung han nacido en primer lugar 
desde nuestra prospectiva de monjes. Sin embargo, la experiencia 
ha demostrado que aquí no se trata simplemente de una solución 
para monjes, sino que en toda persona la superación de la crisis de 
la mitad de la vida es cuestión religiosa y que no son suficientes y 
satisfactorios los métodos y ayudas psicológicas. C. G. Jung remite 
en tanto que psicólogo a caminos no psicológicos: a la práctica del 
ayuno, a la ascética, a la meditación, a la liturgia. Jung lamenta que 
la escuela de la religión no sea ya una ayuda para muchos en la 
superación de sus crisis personales. Este librito quisiera animar a 
descubrir de nuevo el camino religioso como un camino de curación, 
como un medio de sanación para las heridas con que la vida nos 
lacera y que precisamente en la crisis de la mitad de la vida tan 
dolorosamente aparecen. No hay ningún retroceso, ninguna 
negación de cualquier conocimiento que nos haya podido dar la 
psicología sino un avanzar por un camino en el que junto a toda la 
comprensión psicológica, sin embargo, en última instancia nos 
debemos dejar conducir por Jesucristo.
El camino de Cristo que por la cruz lleva a la nueva vida de la 
resurrección, es un camino por el cual también llegamos a ser 
humanamente más maduros y sanos. En este camino, sin embargo, 
no están en el centro nociones como realización del yo, desarrollo 
de todas las posibilidades sino que lo importante es darse a si 
mismo y la propia vida a Dios para que Dios obre en nosotros y 
podamos ser fuertes en nuestras debilidades. No se trata de la 
autorealización y de la autoglorificación del hombre, sino de que 
Dios sea glorificado en todo. Y una manera de glorificación de Dios 
es el hombre sano y maduro que muriendo es revestido con la 
nueva vida de la resurrección «para que la vida de Jesús se haga 
visible en nuestra carne perecedera» (2 Cor 4, 11).

ANSELM GRÜN
LA MITAD DE LA VIDA COMO TAREA ESPIRITUAL
LA CRISIS DE LOS 40-50 AÑOS
NARCEA, MADRID-1988. Págs. 7-106