8. El Verbo Encarnado I
Por Pbro. Dr. Pablo Arce Gargollo
8.1 EL MISTERIO DE LA ENCARNACION: CRISTO ES
PERFECTO DIOS Y PERFECTO HOMBRE
8.1.1 Enunciación del Misterio
El misterio de la Encarnación nos enseña que la Segunda Persona de la
Santísima Trinidad, o sea el Hijo, se encarnó y se hizo hombre en las
purísimas entrañas de la Virgen María.
Encarnar significa hacerse carne, esto es, hacerse hombre. Cuando
decimos que el Hijo de Dios se encarnó, queremos expresar que se hizo
hombre, tomando un cuerpo y un alma como los nuestros.
Cristo es pues, Dios y hombre verdadero. Hay en El dos naturalezas, la
divina y la humana, cuya unión forma una sola persona que es la divina.
8.1.2 Errores. Defensa de los Concilios de Nicea, Efeso y Calcedonia
Hay tres clases de errores sobre este misterio: unos niegan en Cristo la
naturaleza divina; otros la naturaleza humana; y otros, en fin, yerran
sobre el modo como se unieron ambas naturalezas.
lo. De los que niegan a Cristo su naturaleza divina el principal es
Arrio (S.IV). Niega que Jesucristo sea Dios. Afirma que es una criatura
perfectísima ; pero no admite que sea de una misma Naturaleza o
Substancia con el Padre. Fue solemnemente condenado por el Concilio de
Nicea (a. 325), el cual definió que el Hijo es consubstancial al Padre.
Muchos protestantes de nuestros días niegan también la divinidad de
Cristo (Bultmann, Bonhoffer, etc.).
2o. Niegan la naturaleza humana los gnósticos y algunos otros herejes:
rechazaban que Cristo fuera verdadero hombre; y admitían que su cuerpo
no era real sino ficticio, y de apariencia como un fantasma.
3o. Los que yerran sobre el modo de unirse las dos naturalezas en una
persona:
a) Nestorio (S.V) enseñó que en Cristo había dos personas, una para
cada naturaleza. Y, como consecuencia, que María Santísima no podía
llamarse Madre de Dios (teotokós), porque no era madre sino de la
persona humana (antropotokós). Fue condenado por el Concilio de Efeso
(a. 43l).
b) Eutiques profesó el error opuesto, a saber, que en Cristo no había
sino una sola naturaleza, porque la naturaleza humana había sido
absorbida por la divina, como el océano absorbe una gota de agua. Esta
herejía conocida como monofisismo fue condenada por el Concilio de
Calcedonia (a. 451).
Otros herejes enseñaron que aunque en Cristo había dos naturalezas,
sin embargo, no tenía sino una sola voluntad (monotelismo).
No es lícito separse de las nociones para exponer el misterio de la
encarnación. En concreto las nociones de "naturaleza" y
"persona" indican realmente quién es Jesucristo. Por eso
"son claramente opuestas a esta fe las opiniones (. . .) según las
cuales no sería revelado y conocido que el Hijo de Dios subsiste desde
la eternidad, en el misterio de Dios, distinto del Padre y del Espíritu
Santo- e igualmente las opiniones según las cuales debería abandonar
la noción de la única persona de Jesucristo, nacida antes de todos la
naturaleza humana y, finalmente la afirmación según la cual la
humanidad de Jesucristo existiría. no como asumida con la persona
eterna del Hijo de Dios, sino, más bien, en sí tiría, no como asumida
con la persona eterna del Hijo de Dios, sino, más bien, en sí misma
como persona humana y, en consecuencia, el misterio de Jesucristo
consistiría en el hecho de que Dios, al revelarse, estaría de un modo
sumo presente en la persona humana de Jesús". S.C. para la
doctrina de la Fe, Decl. 21-11-1972 (para defender la fe contra algunos
errores actuales acerca de los misterios de la Encarnación y de la Santísima
Trinidad), AAS 64 (1972), pp. 237 núm. 3.
8.2 LA UNION HIPOSTATICA
8.2.1 En Cristo hay dos naturalezas
En Jesucristo hay dos naturalezas: una divina, porque es Dios; y otra
humana, porque es hombre.
a) Su naturaleza divina
Jesucristo es Dios desde toda la eternidad, puesto que es la Segunda
Persona de la Santísima Trinidad. Y es hombre desde la Encarnación, es
decir, desde que unió a su Persona la naturaleza humana, en el seno
virginal de María Santísima.
En el primer capítulo de su Evangelio, nos enseña San Juan esta doble
verdad: (y nos dice que): "En el principio era el Verbo, y el Verbo
era Dios"; y que "El Verbo se hizo carne y habitó entre
nosotros" (Jn. 1, 1; 1, 8).
Puesto que en Jesucristo hay dos naturalezas, habrá que decir que
aquello que pertenece a la naturaleza en Jesucristo será doble: hay en
El, pues, dos entendimientos, uno que corresponde a la Naturaleza divina
y otro a la humana. Por la misma razón hay también en El dos
voluntades.
Respecto a su Naturaleza divina basta decir que tenía todas las
perfecciones propias de la divinidad: hablemos de su naturaleza humana.
b) Sunaturaleza humana
En la naturaleza humana de Cristo, podemos distinguir dos elementos: el
cuerpo y el alma.
1o. El cuerpo de Cristo es: a) real: "Palpad, decía a sus apóstoles
después de su resurrección, y considerad que un espíritu no tiene
carne ni huesos como vosotros veis que yo tengo" (Lc. 24, 39). b)
Delicado y perfectísimo, aunque sujeto al dolor, a las necesidades y a
la muerte, porque venía a expiar nuestros pecados.
2o. El alma de Cristo es, como la nuestra, un espíritu creado por Dios
para animar su cuerpo. Es, si, infinitamente más perfecta, ya en sus
facultades naturales, ya en sus dones sobrenaturales.
b. 1 Facultades naturales
Digamos algo de sus facultades naturales; entendimiento y voluntad.
lo. Su entendimiento estaba dotado de excelentes conocimientos.
""En él, nos dice San Pablo, estaban encerrados todos los
tesoros de ,la sabiduría y ciencia de Dios" (Col. 2, 3)
El entendimiento humano de Jesús estuvo dotado de tres clases de
ciencias: la infusa, esto es, infundida directamente por Dios sin
necesidad de imágenes ni raciocinios; la beatífica, o contemplación
de la divina esencia; y la adquirida por medio de los sentidos y la razón.
Las dos primeras le venían a causa de su unión con el Verbo; la
tercera la adquirió con el paso del tiempo, en primer lugar de San José
que le enseñó su oficio, de su Madre Santísima, del conocimiento
sensible, de las enseñanzas de la Escritura y de los maestros de
Israel.
2o. La voluntad humana de Cristo era perfectísima, dotada de eminente
poder y santidad, y de perfecta libertad. "Soy dueño de dar mi
vida y dueño de recobrarla", decía el Salvador (Jn. 10, 18).
Tenía la voluntad de Cristo dos eximias perfecciones, de que carece la
nuestra: la impecabilidad (no podía pecar, ni sentía inclinación al
mal); y la integridad (en él no había concupiscencia, sino que el
apetito estaba perfectamente sometido a la razón, puesto que en Cristo
no existía el pecado original, ni aquellas de sus consecuencias que
envuelven imperfección moral). Había también en Cristo perfecto
acuerdo entre su voluntad humana y la divina.
En su voluntad humana se daba principalmente un amor tiernísimo para
con sus padres; y de amor, misericordia y mansedumbre con los hombres.
"Mi comida es hacer la Voluntad del que me ha enviado ".
"Venid a mí todos los que estáis agobiados por el sufrimiento,
que yo os aliviaré". "Aprended de mí que soy manso y humilde
de corazón" (Jn. 4, 34 - Mt. 11, 28, 29).
En Cristo hubo pasiones; y así leemos en la escritura que amó con
predilección a San Juan, lloró ante la tumba de Lázaro, y se llenó
de angustia, tedio y tristeza al pensamiento de su pasión. Sus
pasiones, sin embargo, se diferenciaban de las nuestras en que nunca
tendieron a un fin malo, y siempre obedecían la dirección rectísima
de su voluntad.
b.2 Dones sobrenaturales y preternaturales
Cristo estuvo adornado con la plenitud de la gracia, virtudes y dones
del Espíritu Santo; y no podía ser de otra manera dada su unión íntima
y personal con la divinidad.
"Hemos visto su gloria, lleno de gracia y de verdad. De su plenitud
todos hemos recibido" (Jn. 1, 14, 16).
Respecto a los dones preternaturales ya hemos indicado que tuvo la
ciencia y la integridad; más no la inmunidad ni la inmortalidad, pues
quiso expiar nuestros pecados sometiéndose al sufrimiento y a la
muerte.
8.2.2 En Cristo no hay sino una persona: la Divina
Las dos naturalezas de Cristo están unidas en una sola persona, que es
la divina, a quien llamamos Jesucristo.
El Verbo divino no se unió a una persona humana, sino a una naturaleza
humana; y así la persona divina hace las veces de persona no sólo para
la Naturaleza divina, sino también para la naturaleza humana, a la cual
se unió.
Nuevamente aquí se encuentra nuestra inteligencia frente a un misterio.
Podemos comprobar que en esta unión no hay contradicción, pero no
podemos comprender a fondo cómo se hace. Creemos sí con absoluta
firmeza en él, porque Dios nos lo reveló en forma que nos brinda plena
certidumbre.
Así como dijimos que en Jesucristo todo lo que se refiere a la
naturaleza es doble -dos inteligencias, dos voluntades-, todo lo que se
refiere a la persona será único: y así, no adoro en El dos seres,
sino uno solo, no actúan dos individuos sino uno solo, etc.
8.2.3 La unión hipostática: Noción
La unión de las dos naturalezas en Cristo se llama hipostática o
persona, porque ambas están unidas en una sola Persona: la del Verbo.
Hipóstasis es el sustantivo griego que corresponde al sustantivo
castellano persona, e hipostático el adjetivo que corresponde al
adjetivo personal.
Las dos naturalezas de Cristo se mantienen íntimamente unidas, pero sin
confundirse; como el cuerpo y el alma en el hombre están en íntima unión,
pero sin confundirse el uno con la otra.
La unión de las dos naturalezas en Cristo es perpetua. El Verbo tomó
la naturaleza humana para siempre. Por eso en la Eucaristía y en el
cielo su divinidad permanece unida a su cuerpo y a su alma.
8.3 ALGUNAS CONSECUENCIAS DE LA UNION HIPOSTATICA
Esta unión tiene consecuencias importantes: a) todos los actos de
Cristo tienen valor infinito; b) su humanidad; c) hay comunicación
merece adoración de propiedades entre las dos naturalezas.
8.3.1 Valor infinito de sus actos
La persona, en general, tiene la propiedad de ser centro de atribución
de todos los actos del individuo; de modo que todo lo és baga se
atribuye a su persona.
Por ejemplo, no se dice: mi garganta canta, mi voz habla, mi cerebro
siente; sino, yo canto, yo hablo, yo siento; atribuyendo al mismo
"yo" todas mis acciones.
Lo mismo pasa en Cristo. Todas sus acciones, así las de su Naturaleza
divina como las de la humana, se refieren a su persona.
Así decimos que Cristo creó el mundo (obra propia de Dios), y que
padeció (obra propia del hombre).
De esta doctrina se saca la consecuencia importantísíma que todas las
acciones de Cristo, aun las propias de su naturaleza humana tienen valor
infinito por atribuirse a la persona divina del Verbo.
Esta doctrina nos permite también ilustrar la Redención:
En efecto, si hubiera en Cristo dos personas, una divina y otra humana,
la Redención no hubiera podido verificarse; pues la persona divina no
hubiera podido padecer ni morir; y la persona humana hubiera podido
padecer y morir, pero sus acciones no tendrían valor infinito, por no
proceder de una persona divina.
Por el contrario, en la doctrina católica se ilustra la Redención;
porque Cristo padece en cuanto hombre, esto es , en su naturaleza
humana; pero sus padecimientos tienen valor infinito por la unión
personal entre la naturaleza humana y la Persona divina.
"En efecto, amó Dios tanto al mundo, que le dio a su unigénito
Hijo. Así como en el hombre-Adán este vínculo quedó roto, así en el
hombre-Cristo ha quedado unido de nuevo" (Juan Pablo II, Enc.
Redemptor Hominis, 4-11-1979, Núm. 8), (cfr. Puebla, n. 400).
8.3.2 Su Humanidad merece adoración
La Humanidad de Cristo merece ser adorada a causa de su unión personal
con el Verbo divino. De modo que el culto que se rinde a su Humanidad se
rinde al Hijo de Dios.
Por eso la Iglesia permite que al Corazón de Jesús y a sus sagradas
llagas, se dé culto directo de latría o adoración, Igualmente permite
que a la santa Cruz, a los clavos de la pasión, a la sábana santa,
etc. se dé culto indirecto de latría, por la relación íntima que
guardan con la naturaleza humana de Cristo.
8.3.3 Comunicación de propiedades
La comunicación de propiedades consiste en que puede atribuirse a
Cristo Dios lo que es propio de la naturaleza humana; y a Cristo hombre
lo que es propio de la naturaleza divina. Así se puede decir que Dios
murió y resucitó; o que un hombre es inmortal y omnipotente.
Debe mantenerse el cuidado de emplear términos concretos, y no
abstractos. Así se dices que Dios es hombre, murió, etc., pero sería
gravísimo error decir que la divinidad es la humanidad, o que la
divinidad murió.
La razón es porque no todo lo que puede aplicarse a la persona de
Cristo, puede aplicarse a la divinidad en general.
Esta comunicación de propiedades la llaman los teólogos comunicación
de idiomas, porque idioma quiere decir en griego propiedad; viene del
adjetivo, idios, que significa propio, particular